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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
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28 de septiembre de 2017 Sé el primero en valorar esta crítica
Efectivamente, se trata de otra adaptación de Cyrano de Bergerac, ahora convertido en un viejo que aprovecha el anonimato y la facilidad comunicativa de las nuevas tecnologías para darle un aliciente a su vida. Escrita y dirigida por Stephane Robelin, la película es un mero entretenimiento, amable, inofensiva y olvidable. Una comedia romántica menos creíble aún de lo habitual que ni llega al corazón ni produce demasiadas carcajadas, aunque entretiene, eso si.

La trama transcurre continuamente por el territorio de los enredos, y aunque el guión no está mal elaborado, nunca termina de enganchar. Las situaciones resultan forzadas y el pretendido cambio paulatino de los personajes no resulta natural. Personalmente, nada me resultó creíble, empezando por la primera escena y terminando por la última, la distancia entre mi butaca y la pantalla siempre fue kilométrica.

La historia daba para indagar en muchas cosas. El tema de la soledad, la nostalgia del amor perdido, el terrible vacío que se siente en la vejez, las relaciones familiares, los conflictos generacionales, y sobre todo la idiosincrasia de las relaciones cibernáuticas, donde todo es tan maquillable pero se vive con tanta intensidad porque precisamente por no ser tan obvio como lo presencial, la imaginación potencia las ganas de conocer a la gente que nos encandila con sus palabras.

Sin embargo, Robelin se queda a medias de todo, muy lejos de profundizar en nada, y se limita a intentar hacer una comedia de enredos plana, ligera, insustancial y previsible. Además, recurre a todos los tópicos habidos y por haber en este tipo de películas, y cada tópico le resta más y más credibilidad al asunto.

Los intérpretes tampoco ayudan mucho. Pierre Richard, un veterano legendario de la comedia francesa, es el más destacado y aún así actúa de un modo bastante funcionarial, sin levantar el vuelo en ningún momento, en un papel para el que va muy sobrado. Correctas Stephane Bissot (la hija del viejo) y Stephanie Crayencour (la novia de Alex), y definitivamente flojos tanto Fanny Valette, la chica de quien se enamora el viejo, y Yaniss Lespert, que es lo más soso y desangelado que he visto en una sala de cine en años.

La película entretiene, sin más. Tiene un ritmo agradable (todo es agradable en la película, realmente) y no es un castigo verla, pero no tiene nada de romántica y muy poco de comedia, o por lo menos, a mí no me pareció ninguna de las dos cosas, apenas me arrancó un par de sonrisas en los dos mejores gags del film.

Una cinta que en el momento en que desaparezca de las salas seguro que será puesta en las televisiones en horario de sobremesa. De estas películas de digestión ligera, que cinco minutos después de salir del cine las has olvidado. Si llego a escribir esto mañana, ya no habría podido hacerlo porque no me acordaría de nada.
18 de junio de 2015 Sé el primero en valorar esta crítica
Nelly (Nina Hoss), una cantante de origen judío, es enviada a los campos de concentración alemanes durante la segunda guerra mundial donde padece todo tipo de horrores y queda con el rostro desfigurado. Al terminar la guerra, un cirujano le reconstruye la cara, con un resultado muy parecido al original. Una vez recuperada, inicia la búsqueda de su marido, un pianista llamado Johnny (Ronald Zehrfeld) que posiblemente fue quien la traicionó ante los nazis. Tras el reencuentro, Johnny le pide a Nelly que se haga pasar por su mujer para cobrar una indemnización, sin saber que se trata de ella misma.

Christian Petzold, después de subyugarnos con su interesante “Bárbara”, reaparece con esta “Phoenix” que remite inevitablemente a Hitchcock y su “Vértigo”, por la obsesión del protagonista por hacer que la chica se parezca lo más posible a su mujer muerta. Hasta ahí llega el parecido, claro, porque la película fluye por otros cauces y las motivaciones tanto del marido como de la mujer son otras muy distintas que las de la obra maestra de Sir Alfred.

“Phoenix” nos transporta con pulcritud y eficacia al Berlín post Segunda Guerra Mundial donde todo está en reconstrucción. La ciudad, los cuerpos, las emociones, todo está roto y en plena lucha por empezar de nuevo. Los escombros de los edificios derruídos dan perfecta réplica a las personas rotas por dentro y por fuera. Así se siente Nelly, como esas casas que un día fueron edificios bonitos y sólidos y hoy son pura ruina.

Al igual que sucedía en “Bárbara”, en esta película prima más el planteamiento de la historia que su desarrollo. No importa tanto lo que va sucediendo en la pantalla, hacia dónde va la trama, cual es el desenlace, importa mucho más que el espectador responda las preguntas que plantea el film, que sea capaz de percibir en inconcebible dolor que debería sentir Nelly, la tremenda y devastadora miseria que produce la guerra, el modo de afrontar la vida cuando lo pierdes todo, cuando la persona que te quita todo es, al mismo tiempo, la que te hace tener ganas de vivir.

La película es muy alemana, y como tal, hace gala de una exquisita pulcritud narrativa y una puesta en escena impecable. Asimismo, es absolutamente parca en sentimientos explícitos. Es la tónica del cine de Petzold, la contención quizá excesiva, la introspección. No obstante, si dispones de una actriz como Nina Hoss, te lo puedes permitir.

Tal vez la película habría ganado enteros con unas dosis de melodrama. Pero Petzold hace todo lo contrario: contención, contención, no darle al espectador ni una gota de sentimiento explícito. Que sea él quien interprete las miradas. Solo hace una cierta concesión mediante la canción que termina adueñándose de la película: “Speak low”, cuya utilización me parece sublime.

Seguro que habrá un nutrido grupo de espectadores a quienes la película les resultará aburrida. Ya digo que Petzold no te lo pone fácil si te limitas a ser un sujeto pasivo. Pero a mí la película me gustó bastante. Logró inquietarme y hasta a ratos conmoverme a pesar de utilizar una trama completamente inverosímil. Y hay pocas señales de que una película me haya gustado tan claras como que no me la crea pero la disfrute.

Una cosa que le resta puntos a la película es el papel de Ronald Zehrfeld. A kilómetros de distancia del brillantísimo trabajo de su compañera de reparto, Nina Hoss. Mientras que ella es puro talento, alumbrando cada escena, explicándolo todo sin decir nada, transimitiendo fragilidad, miedo, amor, obsesión, desamparo y un montón de cosas en cada gesto… él no desprende nada, no aporta nada, no es creíble el amor que le tiene, ni parece malo, ni su presunto sentimiento de culpa llega al espectador, ni hay nadie en la sala que sea capaz de entender que un tipo así pueda cautivar hasta la locura a una mujer como ella.

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spoiler:
Y luego está el final, extraordinario. Cuando el interés está decayendo y parece que la película va a terminar por resultar anodina, Petzold nos regala un final bello y sobrecogedor que compensa todas las irregularidades argumentales. Un reencuentro oficial, un piano, una canción, un número tatuado en el brazo. Viva el cine.
28 de abril de 2014
7 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una preciosa música de mandolina y acordeón mientras se ve un niño subiendo por un tejado en el que está aparcado un avión. El niño sube al avión y comienza a volar. Así se inicia “El viento se levanta”, la última película del genial Hayao Miyazaki, posiblemente la figura más importante del cine de animación asiático de la historia. El responsable de obras como “La princesa Mononoke”, “El viaje de Chihiro” o “Mi vecino Totoro” ya ha anunciado que tras esta película se retira de la profesión, lo cual ya es un aliciente para ir a verla puesto que es el film con el que se despide del cine.

La escena inicial es un sueño del niño, el pequeño Jiro, y se trata sólo de la primera de varias escenas oníricas que hay en la película, todas ellas brillantes. Supongo que no es casualidad que la última película de Miyazaki verse sobre una figura importante de la aviación japonesa, ya que el cineasta es un enamorado de los aviones. De hecho, ya hizo una película tratando este tema (“Porco Rosso”) y la pasión por la aviación es algo que se percibe clarísimamente en “El viento se levanta” por el empeño y el cariño con que Miyazaki retrata la vida de Jiro Horikoshi.

Yo, que no soy un fan del cine de animación y por tanto no estoy muy familiarizado con él, me he quedado embelesado con algunas escenas de la película, y sobre todo me ha llamado mucho la atención el milimétrico mimo con el que Miyazaki cuida los más pequeños detalles de cada dibujo. Supongo que no hay otra receta posible para hacerlo tan bien que entregarte en cuerpo y alma a cada pequeño detalle de cada plano que aparece en la pantalla. Es espectacular.

La película es una excelente experiencia sensorial. Se suceden las escenas llenas de una gran hermosura visual, acompañadas perfectamente del sonido adecuado o de una encantadora música. Especialmente me impresionó la escena del terremoto, sin ser un entendido en el cine de animación, me pareció fascinante.

Fundamentalmente, “El viento se levanta” es un melodrama que se balancea entre el amor que siente el protagonista por su trabajo y el que siente por su amada, indagando permanentemente en el tema de la consecución de las metas que todos soñamos con lograr. Exalta la capacidad del ser humano por luchar por aquello que de verdad desea. Es un homenaje a la vida y al amor, pero por encima de todo la película supone un aplauso a los hombres soñadores e idealistas que dedican su vida a intentar hacer realidad aquellas cosas que les estimulan y en las que creen.

Jiro es un soñador empedernido, y esos sueños le dan la fuerza necesaria para sobreponerse a todo. Desde su problema de miopía hasta la ingente cantidad de desgracias por las que pasa en la época que le ha tocado vivir: el terremoto de Kanto, la crisis financiera, la epidemia de tuberculosis, la guerra, la grave enfermedad de su novia, etc., nada le frena, todo lo va superando mediante la imparable fuerza de su corazón soñador.

Creo que la película está bastante bien pero no llega al nivel de “El viaje de Chihiro”, por ejemplo. Además, se diferencia de la mayoría de sus anteriores películas en que ésta es algo más seria, más realista, más para adultos. Su tono es más intimista que las anteriores, menos aparatoso, menos fantástico. Y su ritmo es bastante más pausado que el de la práctica totalidad de sus anteriores films. Desde algún punto de vista, se diría que es una película de animación con las características de un film convencional.

Tanto el título de la película como el alma de la misma, provienen de unos versos de Paul Valery: “El viento se levanta, hay que intentar vivir.”, versos que el protagonista recita en francés cuando conoce a quien sería su novia, y que describen perfectamente el espíritu de esta obra.

Lo peor es que, a mi juicio, le sobran minutos. Creo que la parte central de la historia es un tanto excesiva y que habría sido mejor aligerarla un poco porque hay momentos que se hacen un poco pesados (o se me hicieron a mi). Tampoco me gusta mucho el tratamiento de la historia de amor. Creo que no está muy lograda, no emociona como supongo que debería, y no aporta gran cosa a la historia. Por el contrario, me gustan mucho todas las escenas oníricas, creo que son lo mejor de la película junto con el terremoto.

En definitiva, una buena rúbrica a una brillante carrera. No llega al nivel de excelencia de anteriores trabajos, pero es una película más que digna. Proporciona al espectador una gran experiencia sensorial, es una película muy poética, y es que si algo tiene Miyazaki es talento por arrobas para construir un drama envuelto en una gran belleza.

Crítica y reflexiones adicionales en: http://keizzine.wordpress.com/2014/04/27/el-viento-se-levanta-kaze-tachinu-the-wind-rises/
19 de octubre de 2017
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) son dos chicas de 17 años que están pasando el verano en el campamento cristiano “La Brújula”, en la provincia de Segovia. Les encanta el reggetón y el electro latino, y piensan formar un grupo musical llamado Suma Latina. Al campamento llega una monja, Bernarda (Gracia Olayo) que las castiga sin salir y pretende salvarlas con una canción que trae grabada en un cassette. Junto a ellas, pasa el fin de semana otra monja, la hermana Milagros (Belén Cuesta), quien tiene una vocación dudosa y le gusta la música de Presuntos Implicados. Pero una noche, a María se le aparece Dios, que es un gran admirador de Whitney Houston…

Se trata de la adaptación al cine del musical del mismo título, dirigida (como en el teatro) por Javier Calvo y Javier Ambrossi. Una película musical siempre es una apuesta de riesgo, y si es española el riesgo se multiplica. Y yo siempre aplaudo a los valientes. Me ha gustado la apuesta. A pesar de muchas cosas indudablemente discutibles, la película te gana por su propuesta y hace que la veas con simpatía. Y la magnífica labor de sus protagonistas te terminan por ganar.

Belen-Cuesta-Anna-Castillo-actrices

La película como musical no me dice gran cosa. Me parece más una comedia que un musical. Y también me parece más una obra de teatro que una película. En realidad, es una obra de teatro vista en una pantalla de cine. Como comedia, no es desternillante, pero te mantiene con la sonrisa, y tiene algunos diálogos realmente divertidos. Desde luego, me reí más de lo que suelo hacerlo en un cine. Es difícil que yo suelte una carcajada, y esta vez hubo un par de ellas que no pude frenar.

Es una película con pequeños toques irreverentes y transgresores, pero en general es apta para todo tipo de públicos. Los creyentes no se sentirán agraviados. Hay humor religioso, pero con respeto. El humor es fino, pero no rebuscado. Creo que se reirán más o menos por igual los muy cultos que los más embrutecidos. Los diálogos son excelentes, y las actrices consiguen mejorarlos todavía más.

Lo de las canciones ya es otro cantar, nunca mejor dicho. No me gusta Leyva, y suya es la música. Los números musicales interpretados por las chicas me parecieron más bien flojillos, salvando quizá el “Como hemos cambiado”, que ahí no lo hace mal Belén Cuesta. En cambio, las canciones de Whitney Houston que canta Dios (interpretado por Richard Collins-Moore) me parecieron versiones bastante decentes, dadas las circunstancias. Lo más potable del film en el aspecto musical, a mi juicio.

Los dos Javieres dirigen con buen pulso y destreza, saben lo que quieren hacer y lo llevan a cabo con solvencia. Quizá fallan un poco en la parte dramática. La película pretende moverse entre la comedia y el drama. Lo primero lo consiguen con buena nota, pero la parte dramática, en la que las protagonistas deben hacernos llegar su desazón, su sufrimiento o su alma confusa, no se resuelve adecuadamente. No era fácil, de todos modos.

Las interpretaciones son lo mejor del film, de largo. Las cuatro están muy bien. En parte, gracias a que los personajes están muy bien diseñados, y en parte gracias al grandioso trabajo interpretativo de las cuatro. Belén Cuesta brilla con luz propia y se gana al público desde el principio demostrando un talento descomunal, aunque también es cierto que su personaje es un caramelito para cualquier actriz de nivel. Macarena García nos enamora absolutamente. Es imposible no quedar deslumbrado por esos ojos que ocupan toda la pantalla. Interpreta a una chica de 17 años de un modo creíble, cuando la actriz tiene 29. Ahí queda eso. Y Anna Castillo también está magnífica en el papel quizá más difícil de las cuatro.

“La llamada” me sorprendió desde el principio y, con todos sus defectos, me hizo pasar un rato muy agradable. Es una pena que los número musicales sean tan flojos, porque con unas buenas canciones y una buena coreografía, la película sería sensacional. Aunque, no sé, por otra parte, igual habría salido más seria y con menos frescura. Quizá parte de su grandeza sea precisamente su imperfección.

Película recomendable si quieres salir de la españolada habitual de estos tiempos. Un film sin complejos, arriesgado, divertido. Una experiencia cinematográfica que me alegro de haber vivido.

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31 de marzo de 2016 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pueblo de Turquía, cinco hermanas crecen en una familia muy tradicional, especialmente obsesionados con preservar la virtud de las niñas. Ellas no están de acuerdo con resignarse a ese tipo de tradiciones, sobre todo la más pequeña, Lale, que luchará hasta el final por escapar de ese ambiente.

Dirigida por la debutante Deniz Ganze Ergüyen, “Mustang” trata de alertar de la situación social en una Turquía que parece inclinarse cada vez más hacia el integrismo religioso, con lo que ello conlleva en cuanto a pérdida de libertades, especialmente en el caso de las mujeres. Para ello, la directora muestra a unas niñas que, tras ser tachadas de tener un comportamiento inmoral por una vecina como consecuencia de un inofensivo juego adolescente, pasan a ser confinadas en su casa, en un régimen estricto de comportamiento cuasi militar, de donde no deben salir salvo para casarse con quien les digan que tienen que hacerlo.

Rodada con la frescura y ambición característica de cualquier ópera prima, “Mustang” pone en constante contraste la estricta moral a que son sometidas las protagonistas como consecuencia de la severidad de su entorno, con la lozanía y el espíritu rebelde de las adolescentes, cuya vida empieza a florecer en un ambiente que no comprenden, y que resulta de todo punto antinatural.

En este sentido, Ergüyen se esfuerza en perfilar certeramente los personajes de las niñas, haciendo al espectador partícipe del peculiar universo adolescente de las cinco hermanas y la repercusión que tiene en ellas el enclaustramiento al que son sometidas. Por el contrario, no es capaz de desarrollar adecuadamente a los demás personajes, a los adultos que las tutelan. Les muestra como personas cuadriculadas, tiránicas y carentes de matices espirituales, con lo que el espectador entiende las ganas de rebeldía de las niñas y su deseo de escapar de ese entorno, pero no tiene explicaciones acerca del contexto de la historia, ni se sabe por qué esos adultos actúan así. Eso va en detrimento de la credibilidad del argumento.

La fuerza de la película reside en el encanto interpretativo que despliegan las cinco niñas. Su espontaneidad, belleza y carisma llegan al espectador, que se ve conquistado desde el principio por esas adolescentes llenas de vida, que hablan todas a la vez, que corren, saltan, ríen, juegan y fantasean las cosas propias de su edad, a pesar de que su inmensa vitalidad trata de ser coartada por los adultos retrógrados que las custodian.

Aunque parezca mentira, de las cinco protagonistas principales (Günes Sensoy, Doga Zeynep Doguslu, Tugba Sunguroglu, Elit Iscan e Ilayda Akdogan), solo una de ellas (Elit Iscan) había hecho películas anteriormente. Las otras cuatro debutan en el cine con este film. Visto el resultado, todo un acierto del responsable del casting.

Por encima de todas, destaca Günes Sensoy en el papel de Lale, la más pequeña de todas, y a través de la cual se va desarrollando la historia. Percibimos el devenir de los acontecimientos en sus gestos, en sus ojos, en la expresión de su rostro. Mediante su mirada y expresiones el espectador recoge los sentimientos que ella y sus hermanas van teniendo, con esa necesidad reprimida de vivir con mayúsculas.

Es una pena que Ergüyen recurra a clichés y ciertos efectismos cinematográficos, porque la historia no los necesitaba, y se pierde parte de la credibilidad. Uno no se emociona como debería por eso, por ciertos tópicos argumentales que a mi juicio le restan valor al resultado final. Y el malo es muy malo y muy tonto, parece sacado de un teatro de marionetas. No era necesario sumar calamidades para que entendamos la situación de las niñas, un poco más de profundidad en la historia habría sido mucho mejor.

En cualquier caso, “Mustang” es una agradable sorpresa, una película interesante y necesaria, dotada de un alto ritmo narrativo, dinámica y optimista. Terrible y a la vez simpática. Las tragedias siempre lo son menos cuando se ven a través de los ojos de una niña.

Bravo por las intenciones y por el mensaje. Esas niñas nos cautivan a todos, resulta imposible no sentir pena por ese ramillete de seres bellos, delicados y llenos de vida, injustamente enclaustrados. Es fácil conseguir que uno se ponga de parte de unas niñas que sólo quieren vivir con naturalidad. Un poco más complicado es crear personajes y contextos interesantes y hondos. Eso le critico a Ergüyen. Por lo demás, un debut muy prometedor.

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