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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
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16 de marzo de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asghar Farhadi es un director iraní que es toda una garantía. No se si habrá otro director con su nivel de aciertos en sus trabajos. Puedes ir a ver una película suya con la certeza de que vas a ver una gran película. “Nader y Simin” no le salió por casualidad, ya que en el resto de sus trabajos ha demostrado su enorme talento. Así que ir a ver “El viajante” solo podía ser un acierto. Y así fue.

Asghar Farhadi nos vuelve a deleitar con otro peliculón (y ya no se cuantos van). Escrita y dirigida por él con su habitual precisión, “El viajante” es una película inteligente en la que el iraní nos hace disfrutar con su característico cine social, mezclado con drama y suspense, que se va gestando poco a poco, con un ritmo pausado y un desarrollo minucioso, y que va ganando enteros a medida que avanza la película y se va desmenuzando la trama.

Como suele suceder en sus películas, su realismo es tal que uno por momentos se olvida de estar viendo en la pantalla una cinta, y parece que nos podemos infiltrar de incógnito en la vida de la pareja, como si estuviésemos sentados en un rincón de la casa junto a los mismos Emad y Rana, asistiendo desde un lugar preferente a sus conversaciones y sintiendo de primera mano su dolor y su desasosiego.

Farhadi sazona con maestría la historia dramática con ingredientes que le dan sabor al relato. La cultura social del lugar en que se desarrollan los hechos afecta decisivamente en la actitud de los personajes. La religión, la justicia, el sentido del honor, los principios morales, la venganza, la fragilidad de las relaciones por sólidas que parezcan, dan sabor a la trama al tiempo que la dota de una verosimilitud irrefutable.

Este director me tiene maravillado (¿se me nota?). Me asombra su capacidad para abordar una situación desde todos los puntos de vista posibles, para mostrarnos toda la complejidad de un asunto teóricamente simple. Su exquisita habilidad para hacer que el espectador comprenda las actitudes que toman todos los personajes pero al mismo tiempo se sienta incómodo posicionándose en favor de alguno de ellos, puesto que el fin casi nunca justifica los medios. Farhadi es un director de cine extraordinario y además un gran conocedor de las contradicciones del ser humano.

Y todo este viaje al interior del alma humana lo hacemos mediante un relato de suspense que parece que no tiene gran cosa pero se le van añadiendo intrigas y dilemas morales. Y aparecen unos billetes que hacen crecer las dudas. Y una camioneta que puede conducir al responsable de todo. Y de repente el sospechoso puede que no tenga la culpa. Y la venganza puede ocasionar la destrucción de la propia familia. Y Hitchcock parece sonreir satisfecho desde el más allá con películas como ésta (aunque seguro que él habría añadido una rubia explosiva al reparto).

Hablando de reparto, los dos protagonistas principales son habituales en las películas de Farhadi. Shahab Hosseini (“Nader y Simin”, “A propósito de Elly”…) borda el personaje y nos transmite con eficacia todas las sensaciones cruzadas por las que pasa el protagonista. Por su parte, Taraneh Alidoosti (“A propósito de Elly”) no se queda atrás en expresividad interpretativa. Habla con los ojos y transmite emociones con una naturalidad desbordante.

Los diálogos son muy buenos, pero el espectador entiende tanto lo que dicen como lo que no dicen. Los gestos y las miradas expresan mucho más que las palabras. Los hechos están relatados de forma directa y seca. No lo ves venir. En la última media hora es imposible pestañear siquiera. Su realismo hace que la vivas con intensidad, y su complejidad intrínseca disfrazada de simpleza formal hace que reflexiones inevitablemente sobre los temas que plantea.

“El viajante” es una película que apela a la inteligencia y la sensibilidad del espectador, que debe estar preparado para escarbar en las complejidades del alma humana y saber apreciar los detalles, algunos no tan explícitos. Es tan buena que dan ganas de volver a verla. Pero no al cabo de un tiempo, no. Desde el momento en que termina, te apetece que vuelva a empezar.

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19 de enero de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toby (Chris Pine) y Tanner (Ben Foster) son dos hermanos que tras la muerte de su madre organizan una serie de atracos a varias sucursales del mismo banco. Un banco que les va a desahuciar de la casa familiar por no poder pagar la hipoteca. De este modo, pretenden pagarle al banco con su propio dinero. Marcus Hamilton (Jeff Bridges), un policía que está a punto de retirarse, trata de capturarlos.

Antes que nada, no termino nunca de sorprenderme por la manera en que titulan en España algunas películas. ¿Que se llama “Hell or high water” (algo así como infierno o el agua hasta el cuello) y no se me ocurre una buena traducción comercial? Pues venga, “Comanchería” mismo, que suena bien. En fin, vamos a lo que vamos.

Se trata de un western contemporáneo dirigido por David Mackenzie que tiene todos los elementos necesarios para que guste a los amantes del género. Una historia de perdedores, un buen guión, buenos diálogos repletos de chispa, unas excelentes interpretaciones, una banda sonora sumamente disfrutable (casi todo son canciones de Nick Cave y Warren Ellis, pero también aparecen temas de Townes Van Zandt, Waylon Jennings o Chris Stapleton) y una fotografía fantástica que nos muestra lo más bello y a la vez sórdido e inhóspito del Oeste de Texas.

Mackenzie dirige con elegancia esta historia aparentemente sencilla pero llena de matices y detalles, en la que sus personajes nos van mostrando paulatinamente, de forma unas veces sutil y otras cruda, lo que se esconde tras la dureza de sus aspectos. La moral, la lealtad hasta las últimas consecuencias, la devoción por la familia, los códigos de actuación, se van desgranando en esta trama polvorienta que con su ritmo pausado y eficaz te va envolviendo y ganando a base de diálogos divertidos y más tensión que violencia explícita.

Al contrario de lo que suele pasar en este tipo de películas, Mackenzie no etiqueta a buenos y malos, sino que pone encima de la mesa los diferentes puntos de vista de los personajes y reta al espectador a empatizar con todos ellos, por lo que finalmente se produce un irremediable conflicto interior y sabes que que, termine como termine la cosa, te va a saber mal por alguna de las partes. Esta identificación con los personajes se produce porque el director usa la persecución de la pareja de policías a la pareja de hermanos como un mero instrumento para indagar sobre las relaciones humanas tanto de los hermanos (de personalidades opuestas pero fuertes vínculos de sangre) como de los policías (viejos compañeros de trabajo con mucho bagaje de angustias y recuerdos compartidos).

Uno de los aspectos más destacados de la película son las interpretaciones. Siempre es un placer ver a Jeff Bridges, un hombre nacido para estar en la pantalla. En este caso, se vuelve a lucir, aunque en un papel muy sencillo para un actor de su categoría. Personalmente, me deslumbra más Ben Foster, el auténtico ganador de la batalla interpretativa del film. Y también me sorprende muy gratamente Chris Pine, quien demuestra por primera vez (para mí, al menos) que es algo más que simplemente un actor guapo.

Otro punto positivo: la película no cae en el recurso de demonizar a los bancos e idealizar a los atracadores, que es lo que yo me temía. No. Al menos no de un modo explícito. Más bien permite que el espectador valore hasta qué punto tiene derecho un ciudadano a tomarse la justicia por su mano o a robar por medios ilícitos lo que otros le han robado por medios legales. Pero, insisto, más que esto, la película se centra en el lado humano de cada personaje, y mucho menos en los condicionantes sociales que les empujan a actuar del modo en que lo hacen.

A pesar de todo lo positivo escrito hasta ahora, a la película le falta calado. Es para ver y disfrutar, pero no tardas mucho en olvidarla. Visita demasiados lugares comunes y no sorprende mucho. Pero si de lo que se trata es de pasar un buen rato en el cine, esta película te lo garantiza.

“Comanchería” nos brinda un final abierto, con un tenso duelo entre antagonistas que puede ser de las mejores cosas que pasan en la película. Un duelo de palabras en lugar de armas, pero que produce el mismo efecto en el espectador. Un cierre bastante acertado para una película más que interesante, con intenso sabor a western clásico, pero con el añadido del humor ácido y algunas escenas más profundas y reflexivas. Difícilmente defraudará a quien la vea.

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14 de enero de 2016 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película sobre el creador de Apple está compuesta por tres actos, como las obras de teatro. El primero, en la presentación del Lisa (1984), el segundo en la presentación del NeXT (1989) y el tercero en la presentación del iMac (1998). En esos tres actos se nos muestra, no las presentaciones de esos productos, sino lo que pasa entre bambalinas, las relaciones de Jobs con sus colaboradores, con sus socios, sus amigos, su propia hija, etc., a traves de cuyas relaciones se nos muestra un Steve Jobs egocéntrico e intratable, marcado por el rechazo de sus padres en su infancia.

El film lleva la firma de Danny Boyle, pero sobre todo de su guionista, Aaron Sorkin, responsable de guiones como los de “La red social” o “Moneyball”, que le convierten en un referente en lo tocante a escribir guiones de este tipo. Parece ser que esta película la iba a dirigir David Fincher, pero hubo desacuerdos y finalmente ha sido Boyle quien ha lidiado con el texto de Sorkin.

La película se centra más en la personalidad de Jobs que en su obra. Por momentos cuestiona su genialidad, poniendo sobre la mesa si era él o sus colaboradores quienes se encargaban de hacer las cosas. El se defiende argumentando que era el director de la orquesta, otros tocaban los instrumentos pero era él quien tenía la visión de conjunto, quien tomaba las decisiones y hacía que los instrumentos sonaran con armonía. El enfoque del film va más sobre la persona que sobre el genio. Se profundiza en la personalidad de Jobs, tozudo, egoísta, obsesivo y casi incapacitado para cualquier expresión afectiva hacia alguien.

La cinta cuenta con las ventajas y los inconvenientes de todos los biopics. Por un lado, hay un personaje popular que llama la atención al público que sabe que es real, y la gente tiene interés por saber cómo era realmente ese tipo que cambió el mundo. Lo que pasó, pasó, por lo que todo lo que se cuente es creíble de por sí, sin que la película se tenga que esforzar en ello. Pero también tiene la desventaja de que los hechos reales te limitan mucho. No te puedes salir de los rieles. Todo lo más, puedes enfocar en determinadas situaciones o características, y omitir otras. Personalmente, me gustan las películas y los libros que cuentan la historia de personas reales. Pero entiendo que las personas reales generalmente no son tan interesantes como las inventadas.

La apuesta narrativa por circunscribir la historia a los tres actos de las presentaciones hace que haya agujeros de tiempo quizá demasiado grandes. Apenas se hace alusión a cosas anteriores a la primera presentación. Un par de flashbacks, para mi insuficientes. No se ve el modo en que Jobs funda Apple. El posterior hundimiento y resurgimiento lo adivinamos a través de los diálogos, generalmente demasiado atropellados y no siempre fáciles de seguir.

Boyle le pone quizá demasiado dinamismo a una película esencialmente de diálogos. Los largos planos secuencia son brillantes, pero termina por ponerte nervioso tanta conversación a mil por hora, tanto entrar y salir personajes. Se agradecen los momentos de diálogos sosegados, las pocas veces que ocurren.

La película sirve para confirmar algo que yo ya sabía: Michael Fassbender es un actor descomunal, uno de los mejores del presente siglo. En esta interpretación antológica, Fassbender lo borda metiéndose en la piel del personaje recordando al De Niro de los buenos tiempos. Es espectacular, de verdad.

Y el resto de actores también están a un nivel muy alto. Es cierto que el guión de Sorkin favorece mucho el lucimiento de los actores ya que hay muchos diálogos brillantes y situaciones propicias para el brillo interpretativo, pero todos cumplen con auténtica solvencia. Desde Kate Winslet, a la que casi tenía olvidada, hasta Jeff Daniels, un actor que nunca me ha convencido y aquí está bastante creíble, pasando por el espléndido Seth Rogen, genial en cada aparición en escena.

El resultado final es desigual. La película merece la pena por la originalidad de su planteamiento, por las excelentes interpretaciones y los cuidados diálogos. Pero flojea como biopic. Quien vaya al cine pensando en una especie de documental sobre el creador de Apple y los secretos de su éxito, se sentirán decepcionados.

Son dos horas que se hacen cortas, y eso está bien. Pero Danny Boyle le mete al film un ritmo excesivo, que no necesitaba, y que descuadra e irrita por momentos. No es un peliculón, pero no me arrepiento de haberla visto.

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15 de marzo de 2019
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Halla (Halldora Geirhardsdottir), una profesora de canto de cincuenta años, protesta contra la industria de aluminio de su país, que pone en peligro el medio ambiente, y se dedica a sabotearla mediante ataques al tendido eléctrico. Por estos actos, la policía la busca acusada de terrorismo. Mientras Halla trata de seguir con su lucha y escapar de la policía, recibe una carta en la que se le concede la adopción que había solicitado de una niña.

Película islandesa dirigida en tono de comedia por Benedikt Erlingsson, que se hace muy entretenida por su peculiar estilo en el que se conjuga el humor surrealista con el melodrama, y ciertas dosis de aventura y denuncia social. Pero por encima de todo es un canto a la naturaleza y una llamada a preservarla.

Aunque en principio una película con estos tintes ecologistas no me habría interesado mucho, en esta ocasión me mantuvo pendiente de todo por la forma en que lo narra y su desmarque de los tópicos que suelen aderezar este tipo de films. Erlingsson demuestra inteligencia narrativa y originalidad, y utiliza elementos como la música, que siempre vemos de donde procede, para dejar claro en todo momento lo ficticio de la situación.

Lo que más choca es lo de la música. El director utiliza una microbanda compuesta por tres hombres, un percusionista, un acordeonista y un trombón, para apuntalar musicalmente las escenas. Ves a la mujer en la montaña, oyes la música, y a continuación ves a la banda detrás de ella tocando. Primero te sorprendes, pero poco a poco te acostumbras y hasta te gusta. Es uno de los toques surrealistas del film (no el único). Además, hay un pianista que toca en ciertas escenas, y un coro de mujeres vestidas con trajes folklóricos ucranianos (la niña a la que la protagonista adopta, es ucraniana).

Otra cosa que llama la atención es que aparece un colombiano que va en bicicleta por las carreteras islandesas, y que siempre se lleva las culpas de las acciones de Halla. En fin, la película está plagada de este tipo de situaciones de humor surrealista y sutil.

Como digo, el director no construye un relato anti-industrial, ni antigubernamental, ni extremadamente ecologista. Se centra mucho más en resaltar la importancia de la naturaleza, para lo que se basa en los espectaculares paisajes islandeses, que dejan al espectador arrebatado (y provoca nostalgia en quienes hemos estado allí) que en hacer una crítica explícita a la industria y el poder económico.

“La mujer de la montaña” nos hace reflexionar pero sobre todo es un entretenimiento que nos saca sonrisas, especialmente a los que amamos el humor absurdo. También nos mantiene interesados en todo momento en saber qué será lo próximo que haga Halla gracias a un guión lúcido y valiente, y a un excelente desarrollo de los personajes, especialmente de la protagonista y su hermana gemela (que, lógicamente, también interpreta Halldora Geirhardsdottir). Otro acierto del guión es la introducción de subtramas que acrecientan el interés por la historia y la enriquecen sin dispersarnos en ningún momento, especialmente el tema de la niña adoptada y del ciclista gafado ciclista colombiano.

Si a todo ello le añadimos el impecable ritmo narrativo que utiliza Erlingsson, la hermosa fotografía de la película, la brillante realización de las escenas de acción, la belleza de las localizaciones y el gran trabajo interpretativo de Halldora Geirhardsdottir (impresionante su trabajo, haciendo creíble al cien por cien su personaje tanto en la secuencias de más acción como en las de mayor intimismo, al punto que la terminamos viendo más como una persona que como un personaje. Pedazo de actriz tiene Islandia), el resultado no puede ser más que excelente.

Últimamente, el cine islandés no me da más que satisfacciones. Esta película es un reflejo de el tipo de cine que se suele hacer en aquella isla. Cine imaginativo, inteligente, hecho con sensibilidad y buen gusto, sabiendo encontrar el equilibrio entre contar una buena historia y cuidar los detalles éticos y estéticos.

En definitiva, si quieres ver una película alejada del estereotipo de cine americano actual, ésta es una gran opción. Llena de originalidad y frescura, es una película entrañabe, a pesar de su sencillez (o quizá por ello) y con un desenlace final que me sorprendió para bien, a pesar de que estuve el último cuarto de hora pensando en cómo se cerraría la pelicula. Bien por Eringsson.

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16 de octubre de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que llama la atención del film es el magnífico trabajo de ambientación que se ha efectuado. La película nos retrotrae con toda fidelidad al año 1980, para lo que se han cuidado todos los detalles con auténtico esmero.

“La isla mínima” muestra de un modo descarnado un rincón sórdido de las marismas del Guadalquivir, un lugar del que todos los jóvenes quieren salir y del que claramente quedan vestigios de la España más profunda. En este entorno, la pareja de detectives tiene que enfrentarse, no solamente con la resolución de un caso complejo con muchas piezas que encajar, sino también con la colección de miserias humanas y bajezas morales que habitan en esos parajes tenebrosos, e incluso también con los fantasmas del pasado de los propios policías.

La película está dirigida por Alberto Rodríguez, quien ya en “Grupo 7″ dió muestras de que sabe manejar con aplomo y eficacia el arte de dirigir películas policiacas. Pues bien, en este trabajo ha reafirmado esa condición, logrando sin ninguna duda su mejor obra hasta el momento.

A mi juicio, estamos ante la mejor película española de 2014, de lejos. No hay comparación posible con ninguna otra que yo haya visto. Y, por supuesto, que alguien ponga al mismo nivel esta película con “El niño” suena a broma pesada. Ver las dos seguidas es un buen contraste entre lo que debe ser una película de verdad (“La isla mínima”) con lo que no lo es.

Y eso que la historia en sí no aporta gran cosa, no hay novedades en un argumento típico de dos policías de carácteres antagónicos que investigan a un asesino en serie de adolescentes en un entorno rural. Muy trillado. Aquí lo importante es la manera de narrarlo, el modo en que se nos muestra una película cruda y dura sin que haya escenas especialmente duras y crudas. Así como esa forma sutil de mostrarnos la España de 1980, con todos sus conflictos, ilusiones y tensión, pero sin filosofías ni moralinas, ni juicios de valor.

La dirección es espléndida, toda una lección. Me gustó todo del trabajo de Alberto Rodríguez, de arriba a abajo. Esos planos cenitales espectaculares, que son el sello de la película, los no menos geniales planos desde el interior del coche, la inolvidable escena de la persecución nocturna de los dos coches por las carreteras polvorientas. Todo magnífico. Y es imposible no destacar también la maravillosa fotografía y la música. Tanto una cosa como la otra le dan un toque perfecto a la película, engrandeciendo además la tensión y la atmósfera creada.

No hay una gran profundización en los personajes, pero creo que esto es algo que se hace de modo deliberado. Lo poco que vamos sabiendo de ellos son detalles que añadir a la trama, que la alimentan. Nada más. Todo va al servicio de la trama y no hay estudio de personajes para no distraer de lo que verdaderamente importa.

En cuanto a los actores, muy notable su trabajo. Como punto negativo, Jesús Castro (si, “er ninnio”) una vez más demostrando que solo sabe poner una cara y que la dicción no es lo suyo (¿no hay un chico guapo en España que sepa actuar, aunque sea un poco?). Asímismo, uno de mis actores favoritos, Antonio de la Torre, un tanto desaprovechado en un papel corto y poco relevante.

Pero los dos protagonistas, inmensos. Tanto Raúl Arévalo como Javier Gutiérrez se lucen en las mejores interpretaciones que yo les recuerdo. Además de sus interpretaciones individuales, quedan muy bien como pareja de policías, acoplándose perfectamente entre sí y bordando unos papeles que pueden ser históricos en el cine español.

Al principio, parecen el típico poli bueno – poli malo, pero poco a poco se va viendo que esto es algo bastante más complejo. Arévalo y Gutiérrez nos regalan unas interpretaciones repletas de matices y contención, muy en el tono general que tiene la película.

He de confesar que el final me decepcionó un poquito. Me esperaba un desenlace más “peliculero”, más inesperado, pero curiosamente ahora pienso que está bastante bien como está. No ata explícitamente todos los cabos y deja al espectador su espacio para pensar.

El interés no decae en ningún momento, el ritmo narrativo es perfecto y cada detalle que aparece en pantalla va enriqueciendo la película. A diferencia de otras películas de este estilo, los golpes de efecto son muy pocos, bien distribuidos y tienen sentido. En definitiva, una excelente película. Muy recomendable.

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