John Cassavetes siempre ha puesto en el punto de mira las tragedias y la realidad de la cultura cuotidiana. Gena Rowlands, de nuevo imperiosa (A Woman Under Influence), protagoniza un título imprescindible en la trayectoria del director. Su magia para hilar sus miedos y sus fantasmas sobre el escenario es digna de mención. Cassavetes es un genio de la crítica pasiva y Rowlands es su portavoz. Tiene tramos sumamente complejos y densos.

El Kurosawa más alejado de la temática samurái se exhibe en El Infierno del Odio. Es una película impresionante no solo por su prometedor y electrizante argumento, también por ser una de las mejores direcciones a nivel técnico del cineasta japonés. La puesta en escena es memorable, y sin duda alguna El Infierno del Odio ha debido de ser la inspiración para muchos thrillers policiales. Notables actuaciones de Toshiro Mifune y Tatsuya Nakadai (Harakiri, Ran).

Hiroshima, Mon Amour es una carta de amor -y un mensaje reivindicativo y triste- a una ciudad que durante la Segunda Guerra Mundial solo experimentó odio. Aunque dentro de ese odio y ese olvido, el director Alain Resnais plasma una oportunidad especial para la floración de un nuevo amor entre dos personas de diferentes mundos. El tracto delicado de aspectos como la despedida o la mirada al pasado. La imagen es deleitable. Se puede hacer un poco lenta.

En Eyes Wide Shut Kubrick nos introduce un matrimonio elitista y perfecto, con una vida a priori sin problemas. Sin embargo, el sutil guion y su maestría en los planos acaban por relucir el distanciamiento y acentuar la dualidad entre ambos (Tom Cruise y Nicole Kidman). Asimismo, la crisis matrimonial adquiere un segundo plano y Eyes Wide Shut desemboca a un viaje al fin de la noche, con un análisis grotesco y demoledor de la máscara de la sociedad de inicios de siglo XXI. Probablemente no sea una de las mejores direcciones del cineasta, pero se agradece que hasta el último proyecto conservara esa precisión fotográfica y esa naturaleza que tanto define a Stanley Kubrick.

Rashomon es tan innovadora como precursor es su director. Akira Kurosawa vuelve a combinar y fundir dos aspectos muy particulares en su haber: el misterioso Japón folclórico junto con temáticas que se acercan a la cotidianidad de la sociedad. Haciendo hincapié a una imagen completamente bella -sello propio del cineasta- y a una secuencia de planos digna de mención, Rashomon es sin duda un film intenso, apasionante y fundamental para entender el universo Kurosawa.