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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El éxito obtenido por la película, “The Terminator” (78.5 millones de dólares), animó pronto a los productores a pensar en una secuela, pero, tomaría siete largos años poder hacer realidad, <<TERMINATOR 2: Judgment Day>>. Sin embargo, la película resultó beneficiada porque, durante este tiempo, las técnicas de Efectos Especiales y Visuales evolucionaron muchísimo y lo que ahora nos brindan, Stan Winston y Electric Light & Magic, deja asombrados hasta a los más curtidos en el tema. Es indudable que, el éxito de la película se debe fundamentalmente a ellos y esto lo demuestra el hecho de que fueron los principalmente reconocidos a la hora de recibir estatuillas y galardones.

El director, James Cameron, no tuvo empacho en saltarse de nuevo toda lógica (la tesis sustentable) de su guion -escrito esta vez en compañía de William Wisher- y con tal de asegurar la imponente presencia de Arnold Schwarzenegger (cuyo terminator murió en la primera entrega), prácticamente lo impuso en la nueva historia sin justificación argumental alguna y sin que, Sarah Connor (Linda Hamilton), víctima de su horrible asedio en “Terminator”, tuviera sus lógicas reservas ni averiguara nada. John, su hijo, se lo presenta… ¡y todo aceptado como si nada!, como si ya supieran que el grandullón no trae ahora ningún as bajo la manga y viene tan solo dispuesto a servir y a obedecer al líder del futuro.

Desde el punto de vista ético y moral, mejoran sustancialmente los diálogos… y uno se siente tentado a ver con buenos ojos que, el Terminator, acepte la posición progresista de, “no matar a nadie”, que le exige el joven John (gran acierto, Edward Furlong)… ¡excepto, claro, el T-1000!, y uno que otro conductor… aunque, después, surge la pregunta: ¿Dejar a los policías lisiados no será más cruel que liquidarlos?

Tampoco tuvo ocurrencia alguna, Cameron, ni para la llegada de los terminators (idéntica a la anterior), ni para explicar como hace T-1000 para convertirse en personas que aún siguen vivas, como en el caso del guardia del hospital y de la propia Sarah. Pero, a cambio, el cuento tiene su chispa y hasta vienen muy bien frases sarcásticas como la que le dice John al Terminator que no es difícil entender a donde apunta: “¿Puedes aprender cosas que no te hayan programado, para parecer más humano y no tan lelo todo el tiempo?”

En fin que, 4 premios Oscar y ¡521 millones de dólares de recaudo!, dejan bien, pero, bien claro que, a nuestra aporreada humanidad, lo que la complace no es siempre lo razonable ni lo lógico, sino aquello que la divierta y la saque de su gris cotidianidad… y <<TERMINATOR 2: El Juicio final>> cumple con esto a cabalidad.
Luis Guillermo Cardona
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9
19 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las décadas del 50 y 60 del siglo XX, James Riddle Hoffa –mejor conocido como Jimmy Hoffa- fue uno de los hombres más poderosos de los Estados Unidos de Norteamérica, al convertirse en el líder del mayor sindicato de camioneros del país, con más de 2.3 millones de afiliados durante su mandato. Como ha ocurrido con otros personajes de baja estatura (él medía 1.65 mts), Hoffa quiso sentirse grande y se movió siempre con la severidad de un Goliat. Era ambicioso, extrovertido, irreverente, seguro de sí mismo, y sabía cómo llevar la rienda para ganarse el respeto de sus aliados… y también de sus detractores. Jamás manejó un camión, pero su influencia y su poder crecían como la espuma, y su ímpetu para mejorar las condiciones laborales de sus asociados, conseguir que se les aumentara el salario, y su capacidad para defenderlos de las políticas de Estado que amenazaban sus condiciones de trabajo, hicieron historia y llevaron a que estuviera en pie hasta el día que hubo quienes se impusieran para detener su trayectoria.

Esta es la historia que va a contarnos el director, Martin Scorsese, partiendo de un sólido guion de Steven Zaillian, el cual se basó en la novela, “I Heard You Paint Houses” de Charles Brandt, escritor que fuera considerado, por mucha gente, como uno de los mejores abogados de los Estados Unidos de Norteamérica. Brandt, asiduo litigante en los casos de grandes criminales, fue también el confesor de los crímenes de Frank Sheeran, un asesino que mataba por dinero, por amistad… o por compromisos de clan. Es a Sheeran -llamado El Irlandés-, a quien se va a tomar como personaje central de una intensa y apasionante historia que entrecruzará su vida con la del celebrado sindicalista que, alguna vez, llegó a enfrentarse al presidente John Kennedy y a su hermano Robert, por entonces, fiscal general.

Como puede esperarse, la historia resulta un tanto oscura y un tanto larga, pues, pretendiendo redondear la trayectoria de Hoffa, quien se cruzó en su vida con numerosos personajes de la política y de la mafia, Scorsese pareciera querer abarcarlos a todos y así pasa que, de algunos oímos, pero sin que consigamos retenerlos en la memoria.

La técnica De-Aging (servirse de imágenes generadas por un ordenador para rejuvenecer o envejecer a los actores sin recurrir al maquillaje), que ya había pasado la gran prueba con, “El Curioso Caso de Benjamin Button” (David Fincher, 2008), vuelve a probarse en, <<EL IRLANDÉS>>, con increíble eficacia, pues, Robert de Niro (Sheeran), Al Pacino (Hoffa) y Joe Pesci (Russell Bofalino), entre otros, son rejuvenecidos durante gran parte de la película.

Y, ¡cómo no decirlo!, volver a encontrar juntos a los inolvidables protagonistas de “Goodfellas” y “Heat”, es una experiencia inolvidable. ¡Actores legendarios! ¡Maravilloso que vuelvan a tener roles dignos de su inmenso talento!
Luis Guillermo Cardona
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9
18 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
George Temple, no bebe, no riñe con nadie, no porta un arma… y además, es el modesto propietario de una tienda que sirve a la gente del pueblo. Casado, pero sin hijos, a George lo respetan, en Cross Creek, como persona de bien… pero, sin que nadie lo diga, él advierte que nadie lo ve como a “un hombre con los pantalones bien puestos”. Únicamente, Dora, su atractiva esposa, presiente que él guarda un secreto que podría explicar su irritabilidad, su insomnio y su empeño por eludir el tema… y quizás llegue el día en que, ese secreto, salga a la luz.

Partiendo de, “The Last Notch” (La Última Muesca, 1954), una historia que, Frank D. Gilroy, escribiera en principio para un serial de televisión, y luego, él mismo trasladara a guion cinematográfico junto a Russell Rouse, <<LLEGA UN PISTOLERO>>, es un magnífico western psicológico, en el que podremos ver y oír los mejores argumentos que demuestran los complejos beneficios que conlleva el convertirse en un “gran pistolero”. En la línea de, “The Gunfighter” (Henry King, 1950), el propósito es pacifista y funciona como un perfecto alegato contra el armamentismo y la prepotencia.

Cross Creek -como ocurriría, luego, en el magnífico filme que, con este título, realizara Martin Ritt- es, también aquí, un lugar con espacio para la camaradería y la solidaridad, para la paz y el respeto, esto, al punto de que ni siquiera tienen un alguacil para que los proteja… pero los días no siempre son frescos y acogedores, y será cuando se aproxime una nube gris que pondrá a prueba la unión y la lealtad de aquellos dignos moradores.

Con un calificado reparto que encabeza, Glenn Ford, impecable como, George Temple, el hacedor de paz que se resiste a seguir los pasos de su padre; y con, Broderick Crawford, en la piel de Vinnie Harold, el soberbio asaltante que no admite que haya en el oeste alguien más rápido que él; Jeanne Crain (Dora), la esposa abnegada que quisiera ver libre de tormentos ocultos a su querido esposo; y entre otros, Leif Erickson (Lou), el amigo leal, siempre dispuesto a defender lo que es justo, esta película resulta de gran eficacia a todo nivel, y su simple puesta en escena, no demerita ni un ápice la solidez de sus personajes y la trascendencia de sus diálogos… ¡lástima que, ante tan precisos argumentos, el gobierno estadounidense -medio siglo después-, siga siendo tan condescendiente con los fabricantes de armas!... y así la paz nunca llegará.

Magnífica la escena de cierre, con ese toque de verdadera sorpresa.

Título para Latinoamérica: EL PISTOLERO INVENCIBLE
Luis Guillermo Cardona
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7
28 de diciembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre marzo de 1884 y abril de 1885, en la revista ‘Noticias del Día’, se publicó la novela que, basada en un hecho real, Antón Chéjov, escribiera con el título: “Охотничья драма” (Un Drama de Caza). La firmó, entonces, como A. Chejonté… y fue, después de su partida, que se publicaría en libro con notable acogida comercial. En 1918 -cuando ya los productores de cine comenzaban a interesarse en los cuentos y obras de este gran escritor ruso-, se hizo la primera adaptación cinematográfica dirigida por Cheslav Sabinsky, pero, al igual que el resto de las películas que se hicieron con sus obras hasta 1940, tampoco ésta consiguió traspasar las fronteras.

Llegado el año 1944, el director alemán Detlef Sierck, recién instalado en Hollywood donde asumió el nombre de Douglas Sirk, se entusiasmó con la obra de Chéjov, y él mismo (en colaboración con Michael O’Hara) se encargó de adaptar, “Un Drama de caza”, trasladando la historia a 1910, con el intencionado propósito de poder referirse al rotundo cambio social que pocos años después se produjera en Rusia. En este orden de ideas, su versión asume algunas modificaciones (cambio de algunos nombres y/o apellidos, mutación e incorporación de ciertos personajes… y variación de unos cuantos incidentes y del desenlace, para que la película no fuera, puro Chéjov, sino que también llevara su sello personal.

Para el escritor ruso, el título original de su obra funciona más como una metáfora que alude a la cacería humana -de la que se ocupa muy astutamente el protagonista Kamishev- que a la caza de animales, la cual apenas menciona sin entrar en detalles característicos de estas “aventuras”, como sí lo hace, por su parte, Douglas Sirk. Por otro lado, en <<EXTRAÑA CONFESIÓN>>, el director alemán ignora las demás –y muy eficaces- metáforas que hay en la novela: La frecuente alusión a ‘La muchacha de rojo’, la reiterativa frase del loro… y su filme se torna más directo, sin “complicarle” la vida al espectador medio. Se le abona, además, que el firme alegato que hace, Chéjov, contra la ineficiencia de las autoridades zaristas y que remata con la frase de su protagonista Kamishev (“No es culpa mía que los encargados del orden sean tan estúpidos”), lo transforme en un acto de eficacia, mostrando primero la imagen de Lenin en la oficina de la (ahora) editora, Nadina Ivanova Kalenin, y dejando ver enseguida que, las autoridades del presente, son algo muy distinto.

Como Fyodor Petroff, George Sanders es el nuevo juez de instrucción que, de visita donde su amigo el conde Volsky (obsérvese aquí la alusión a Vodka), junto a él conocerá a esa adorable muchacha llamada Olga a quien, Linda Darnell, representa con sumo encanto y coquetería… y, Sirk, aprovecha para aumentar con ella el contraste entre los humildes y los aristócratas, quienes harán aquí uso de su particular arrogancia y discriminación.

En definitiva, un buen contraste entre la magnífica obra original y la versión más cercana de Douglas Sirk, con la cual, este director, comenzaría a afianzarse como otro de los honrosos europeos que enaltecerían el cine de mediados del siglo XX.

Habría que esperar, hasta 1978, para ver la versión rusa de esta novela, “Moy laskovyy i nezhnyy zver” (entre nosotros: “Accidente de Caza”) que, con mayor fidelidad y bastante acierto, dirigiera Emil Loteanu.
Luis Guillermo Cardona
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8
4 de diciembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 23 de mayo de 1944, los nazis concentrados en la región de Rethel, Francia, ofrecen una recompensa y advierten con un volante que, nadie debe prestar ayuda a los tripulantes de un avión estadounidense que fue derribado, so pena de ser castigado incluso con la muerte. Se acercan los días decisivos de la II Guerra Mundial (el inolvidable Día D) y el ambiente está que arde.

Thérèse Dutheil, una serena mujer que tiene algunos motivos para odiar a los alemanes, resulta -sin pretenderlo- poniéndose en el camino de los pilotos sobrevivientes y, de repente, siente que no podrá sustraerse de prestarles la ayuda que tanto necesitan.

Así comienza esta satisfactoria trama de suspenso con la que, el director René Clément, vuelve a lo que mejor supo hacer (recuérdese: “La Bataille du Rail”, “Les Maudits”, “Jeux Interdits”), y con, <<EL DÍA Y LA HORA>>, tampoco nos defrauda, logrando un filme intimista donde los sentimientos y la tensión interior pesan mucho más que las acciones.

La señora Dutheil, con esa carga sentimental que pesa en su corazón, será ejemplo de esa suerte de compromiso que, a veces, se asume por un impulso inevitable de hacer algo bueno porque sentimos que, cuando debimos, no pudimos (o no quisimos) hacerlo. A fin de cuentas, toda aflicción y todo llanto, no es por ese alguien que hemos perdido, sino porque sentimos que hemos quedado en deuda.

Y, por su parte, el capitán Allen Morley, es la suerte de hombre a quien, el deber, no le ha dejado suficiente espacio para sentir… y cuando por fin encuentra lo que busca, quisiera conservarlo para siempre.

El filme, sobriamente escrito por Clément, junto a André Barret y Roger Vailland, tiene momentos de suma efectividad, en especial, la secuencia del tren París-Toulouse, donde la labor del cinematografista, Henri Decaë, es impecable, con la invaluable ayuda de un excelente conjunto de extras.

El filme asegura una buena dosis de suspenso; el romance -¿imposible?- es contenido y muy bien dosificado; hay certeros diálogos que motivan unas merecidas sonrisas y, en general, el filme se deja ver sin reproche alguno porque no siempre las guerras son precisamente físicas… a veces son más duras las que se llevan en el alma y en el corazón.

Simone Signoret (Thérèse), demostrando de nuevo que es una brillante actriz; y, Stuart Whitman (Allen), con un buen carisma como el piloto al que la guerra le trae la esperanza. Costa-Gavras y Claude Pinoteau, sembrando aquí sus primeros pinitos como asistentes del director, antes de coger el timón de sus propias realizaciones.

Parafraseando al viejo sabio, creo que, a cierta edad, la vida ideal es tener unos buenos libros para leer, cine-clásico para ver… y un buen vodka para beber.
Luis Guillermo Cardona
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