Me gustan las historias de superación, y esta lo es en toda regla. El muchacho empieza la universidad a tropecientos kilómetros de su familia. Como por lo visto era poco su pareja lo abandona y allí que lo deja con el bebé. Me dan ganas de transportarme al interior de la película para echarle una mano.

El guión y la puesta en escena no son para enmarcar, pero tampoco están mal. Andrew Seeley no es un gran actor, pero lleva el peso y sale airoso. Maravillas no te vas a encontrar en ningún momento, pero sencillez y buen gusto todo el rato.

Esta adaptación del injustamente olvidado Alejandro Casona es una pasada. Da mucho que pensar. Mi único problema con ella es la elección del actor que hace de Gustavo, el coprotagonista. Su papel, aunque bien interesante como los demás, se me hace muy antipático casi en todo momento. Habría querido un gran actor para no perderle el interés, y el que cogieron me parece solamente correcto. No sólo Carmen de la Maza, la coprotagonista, le pasa por delante. Los tres maridos también. Bueno, casi todo el mundo.

Mención especial para Ricardo Tundidor, desgraciadamente desaparecido con cuarenta y dos años. Qué forma de usar los ojos, los gestos y sobre todo la voz. Madre del amor hermoso, qué voz tenía este hombre y qué manera de utilizarla. "¡Mi hija es mía! mía..."

Está basada en una de mis novelas favoritas. Visualmente guay guay. Dos grandes actores se lucen en los papeles principales. ¿Y entonces por qué no le pongo más de un seis? Porque a los cambios que hacen respecto al libro no les encuentro más razón de ser que la de agradar al público actual. Pues muy mal, para eso escribe y rueda solamente guiones originales.

Una sola escena me parece buena en toda la dichosa película. Cuatro amigas de la infancia, que ahora tienen veinte años, son las protagonistas. Otra cosa no, pero echar balones fuera se les da como hongos. Tres ejemplos:

"Había demasiado humo", se quejan al salir de la discoteca. Anda que no contribuyen tres de ellas.

"La gente tiene que currárselo", dice una refiriéndose a lo de construir relaciones. Menos tú, claro, que estás por encima y aparte de la gente.

"Esta gente es imbécil". En una de las múltiples juergas a las que acuden, y antes de que oigamos decir algo a los aludidos. Vosotras sois de lo más inteligente e interesante que ha nacido, faltaría plus.

Y por si fuera poco el tostón, de pronto una toma giratoria hiper-mega-rápida, más inútil que todas las cosas, y que se la podían haber metido donde les cupiera. Eso sí, las cuatro tienen unos dientes preciosos; es lo único que mantiene el atractivo durante toda la película.

Es la única película de Bergman que he podido terminar. La historia es sencilla (dos jóvenes enamorados se van al campo, lejos de Estocolmo, y al principio todo es maravilloso, luego las cosas se tuercen), pero no me aburre, y además me resulta curioso ver esa Suecia anterior al estado del bienestar.

Con Bergman me pasa como a un personaje de la gran serie española "Tristeza de amor", que decía que era un director para esquimales deprimidos y con la tensión baja.