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6
28 de octubre de 2018
28 de octubre de 2018
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Como era de prever, la secuela de Superargo, el hombre enmascarado (1966) se puso en marcha nada más comprobar su más que aceptable rendimiento en taquilla. Bastó con canjear un director de oficio por otro (Paolo Bianchini por Nicola Nostro), a un guionista catalán por otro madrileño (Jaume Balcázar por Julio Buchs) y mantener al protagonista de la primera, el fortachón Gioavi Cianfriglia (o Ken Wood, como se prefiera) al frente del entuerto, para arrancar el segundo capítulo del entrañable enmascarado.
Así es como, el 26 de enero de 1968, se estrenaba en las salas de barrio italianas "Superargo, el Gigante" (L'invincibile Superman), tan sólo 2 días después del gran estreno de Diabolik, del maestro Bava, en una jugada de mercado tan vieja como el cine en sí mismo.
Tras una primera parte entretenida pero algo inconsistente, optaron hábilmente por mejorar algunos aspectos tanto del personaje en sí (ni rastro de su mujer, cambios en su apariencia, se acentúa su personalidad...) como de la misión a cumplir, pues aunque se recurre a los típicos recursos propios de films de acción, se agradecen y acaban funcionando bien.
En este segundo asalto, el ex-wrestler enmascarado hará pareja con el yogi Kamir, quien le ha transmitido profundos conocimientos sobre meditación y control mental (levita con gran facilidad), y que ha conseguido desarrollar hasta niveles inimaginables, algo que le será muy útil en ciertos momentos de la misión.
La desaparición de al menos 16 atletas de élite, incluido el actual campeón de wrestling Jo Brand, junto con una serie de violentos robos a bancos perpetrados por unos extraños robots de enorme fuerza, harán saltar las alarmas del servicio secreto.
Con la ayuda de sus mejores agentes, un renovado Superargo (que mantiene su apariencia, según dice, porque "le da suerte") y su compañero hindú, deberán impedir que el doctor Wond y su ejército de cyborgs a control remoto se salgan con la suya, introduciéndose en su guarida oculta (o no tanto) si se tercia.
Lo primero que se agradece de esta nueva hazaña del rojizo enmascarado es su crecimiento como personaje, pues aparte de mostrarse más desenvuelto, espabilado y locuaz que en su anterior entrega, se ha desquitado por fin de sus temores en el ring (de hecho, vuelve a subir a uno), y ha desarrollado nuevas y muy sorprendentes habilidades psíquicas. Además, la inoperancia mostrada por Ken Wood en la primera parte se consigue olvidar casi por completo, pues él mismo se siente más cómodo con el apretado traje de Superargo y su encarnación supera notablemente a la primera.
La estimulante presencia de Kamir a su lado (interpretado por Aldo Sambrell, también conocido como Alfredo Sánchez, el español más prolífico en los spaguetti westerns de Leone), pues será el responsable de que el héroe principal tenga más líneas de diálogo y ofrezca una renovada imagen no tan solitaria, y de hecho, mucho más interesante (como Robin con Batman).
Destacable también el diseño de los cyborgs, pues aunque son considerablemente rudimentarios (era el año 1967 debo añadir), conservan un encanto especial, ya que son una curiosa mezcla entre hombres buzo, forzudos con mazas de cadena y ladrones de bancos (esas caras escondidas tras un filtro similar a unas medias), que además poseen una fuerza descomunal y son inmunes a las balas. De tan demenciales resultan todo un acierto y no desentonan en absoluto.
Tampoco desmerece el mad doctor interpretado por el veterano Guy Madison, quién está convencido que la transformación a cyborg es un paso evolutivo lógico para conseguir la inmortalidad del ser humano. Así es como el apuesto doctor Wond, siempre acompañado por su también atractiva ayudante, opera con total impunidad desde su fortín perdido en las montañas; una perfecta guarida, como cualquier villano que se precie.
Muy a nuestro pesar, será en la puesta en escena donde se sucederán la mayoría de los problemas. De nuevo se muestra plana y ramplona en exceso, sin signos de personalidad más allá de un par de aciertos aislados y con muchos recursos risibles, siendo de lejos lo peor de esta cinta, asumidamente de serie B sí, pero sin signos de talento tras las cámaras.
Planos recalentados, efectos de feria (la entrada de Superargo a la fortaleza es imperdonable), descuadres de montaje e incluso saltos de eje consiguen frenar el alcance de esta secuela, ciertamente mejorada con respecto a la previa, pero bastante mejorable.
De todas formas, emana esa agradable y descarada esencia comiquera de los fumetti, con personajes entrañables, aventuras cercanas al disparate e inteligentes villanos con planes maquiavélicos. Todo un placer para el espectador si sabe degustarlo con el paladar alertado. Para concluir, y por motivos que aún desconozco, el film es casi imposible de encontrar a día de hoy incluso por internet, y sólo un sello menor de los EEUU lo tiene en mercado (parece que por error), aunque en condiciones muy lamentables de transfer. Una lástima, pues sin duda Superargo, el Gigante merecía un mejor trato. Esperaremos una remasterización como agua de mayo.
Así es como, el 26 de enero de 1968, se estrenaba en las salas de barrio italianas "Superargo, el Gigante" (L'invincibile Superman), tan sólo 2 días después del gran estreno de Diabolik, del maestro Bava, en una jugada de mercado tan vieja como el cine en sí mismo.
Tras una primera parte entretenida pero algo inconsistente, optaron hábilmente por mejorar algunos aspectos tanto del personaje en sí (ni rastro de su mujer, cambios en su apariencia, se acentúa su personalidad...) como de la misión a cumplir, pues aunque se recurre a los típicos recursos propios de films de acción, se agradecen y acaban funcionando bien.
En este segundo asalto, el ex-wrestler enmascarado hará pareja con el yogi Kamir, quien le ha transmitido profundos conocimientos sobre meditación y control mental (levita con gran facilidad), y que ha conseguido desarrollar hasta niveles inimaginables, algo que le será muy útil en ciertos momentos de la misión.
La desaparición de al menos 16 atletas de élite, incluido el actual campeón de wrestling Jo Brand, junto con una serie de violentos robos a bancos perpetrados por unos extraños robots de enorme fuerza, harán saltar las alarmas del servicio secreto.
Con la ayuda de sus mejores agentes, un renovado Superargo (que mantiene su apariencia, según dice, porque "le da suerte") y su compañero hindú, deberán impedir que el doctor Wond y su ejército de cyborgs a control remoto se salgan con la suya, introduciéndose en su guarida oculta (o no tanto) si se tercia.
Lo primero que se agradece de esta nueva hazaña del rojizo enmascarado es su crecimiento como personaje, pues aparte de mostrarse más desenvuelto, espabilado y locuaz que en su anterior entrega, se ha desquitado por fin de sus temores en el ring (de hecho, vuelve a subir a uno), y ha desarrollado nuevas y muy sorprendentes habilidades psíquicas. Además, la inoperancia mostrada por Ken Wood en la primera parte se consigue olvidar casi por completo, pues él mismo se siente más cómodo con el apretado traje de Superargo y su encarnación supera notablemente a la primera.
La estimulante presencia de Kamir a su lado (interpretado por Aldo Sambrell, también conocido como Alfredo Sánchez, el español más prolífico en los spaguetti westerns de Leone), pues será el responsable de que el héroe principal tenga más líneas de diálogo y ofrezca una renovada imagen no tan solitaria, y de hecho, mucho más interesante (como Robin con Batman).
Destacable también el diseño de los cyborgs, pues aunque son considerablemente rudimentarios (era el año 1967 debo añadir), conservan un encanto especial, ya que son una curiosa mezcla entre hombres buzo, forzudos con mazas de cadena y ladrones de bancos (esas caras escondidas tras un filtro similar a unas medias), que además poseen una fuerza descomunal y son inmunes a las balas. De tan demenciales resultan todo un acierto y no desentonan en absoluto.
Tampoco desmerece el mad doctor interpretado por el veterano Guy Madison, quién está convencido que la transformación a cyborg es un paso evolutivo lógico para conseguir la inmortalidad del ser humano. Así es como el apuesto doctor Wond, siempre acompañado por su también atractiva ayudante, opera con total impunidad desde su fortín perdido en las montañas; una perfecta guarida, como cualquier villano que se precie.
Muy a nuestro pesar, será en la puesta en escena donde se sucederán la mayoría de los problemas. De nuevo se muestra plana y ramplona en exceso, sin signos de personalidad más allá de un par de aciertos aislados y con muchos recursos risibles, siendo de lejos lo peor de esta cinta, asumidamente de serie B sí, pero sin signos de talento tras las cámaras.
Planos recalentados, efectos de feria (la entrada de Superargo a la fortaleza es imperdonable), descuadres de montaje e incluso saltos de eje consiguen frenar el alcance de esta secuela, ciertamente mejorada con respecto a la previa, pero bastante mejorable.
De todas formas, emana esa agradable y descarada esencia comiquera de los fumetti, con personajes entrañables, aventuras cercanas al disparate e inteligentes villanos con planes maquiavélicos. Todo un placer para el espectador si sabe degustarlo con el paladar alertado. Para concluir, y por motivos que aún desconozco, el film es casi imposible de encontrar a día de hoy incluso por internet, y sólo un sello menor de los EEUU lo tiene en mercado (parece que por error), aunque en condiciones muy lamentables de transfer. Una lástima, pues sin duda Superargo, el Gigante merecía un mejor trato. Esperaremos una remasterización como agua de mayo.
18 de diciembre de 2016
18 de diciembre de 2016
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De todas las parodias del agente 007 que se perpetraron entre los años 60 y 70, también denominadas "blondsploitations", existe una en concreto que precisaba de mayor atención por nuestra parte.
Se trata de una bien curiosa co-producción Italo-Americana de título "Bésame y no me mates" (Operazione Paradiso), dirigida por el que fuera guionista de "Diabolik", Arduino Mauiri, aunque bajo la estrecha supervisión del norteamericano Henry Levin (que además se llevaría los honores a nivel internacional e incluso figuraría como único director del film).
Con un reparto de orden televisivo, presupuesto limitado y rodada prácticamente en su totalidad en Río de Janeiro, el film no sólo destaca por ofrecer los consabidos (y esperados) ingredientes oportunos en un film de espías, sino también por su increíble imaginación, humor, ritmo y personalidad, siendo, en opinión del que esto suscribe, seguramente la mejor parodia de James Bond que se haya hecho nunca (por encima incluso de la archiconocida superproducción "Casino Royale", de 1967).
En esta más que delirante cinta, seguiremos las andaduras del agente Kelly, un apuesto hombre de la CIA también conocido como 409, en su peligrosa cruzada contra el magnate David Ardonian y su terrible plan de esterilizar a todos los varones del planeta para así "controlar la superpoblación" (excepto él, claro).
Kelly contará con la ayuda de la agente infiltrada del MI-6 Susan Fleming y su infalible arte de la seducción como principal arma, amén de su impredecible chófer y ése impecable Rolls Royce repleto de descacharrantes e imposibles gadgets.
Una más que lograda secuencia de persecución, rodada (por primera vez en el cine) en el llamativo Cristo de Corcovado, a 30 metros de altura, abre el film de manera impecable, mostrando pronto sus cartas y sabiendo equilibrar las dosis de humor y acción de manera tan elegante que recuerda, sin desmerecer, a los clásicos thrillers del genial Hitchcock.
Poco a poco, y siempre acompañados de una banda sonora tan apropiada como se podía esperar, nos veremos inmersos en una historia de espías encantadora y sobre todo, muy entretenida, con mucho sentido del humor pero sin llegar nunca a la patochada, y con una galería memorable de personajes, trazados con inteligencia y mucha cinefilia. No sólo el personaje central es ciertamente acertado (un Mike Connors divertidísimo como impersonator de Dean Martin), sino que el resto del cast también funciona a la perfección, algo que de muy pocas películas se puede afirmar; desde la pareja británica formada por la irresistible Dorothy Provine (Susan) y el cómico Terry-Thomas (aquí como imprevisible chófer y al que veremos también en Diabolik), pasando por una galería de mujeres a cada cual más impresionante, hasta el "profidéntico" mad doctor encarnado por un inolvidable Raffaele Vallone y su peculiar secuaz gay Omar, todos forman un conjunto coral tan seductor como entrañable, de perfecta sintonía.La misión de detener los locos planes de Ardonian son, probablemente, los minutos más logrados del film, pues pasamos del thriller de acción de inicio a la comedia, y luego al delirio de ciencia ficción a medida que avanzan los minutos. La idea de querer esterilizar a todos los varones del planeta con radiación sideral, gracias a la ayuda de una compañía china que le proporcionan un cohete, para así repoblarlo (él solito) con su harén de mujeres selectivamente escogidas, como bien suponéis, y mantenidas en una suerte de hibernación suspendida, resulta casi una genialidad. Toda una declaración de intenciones para una parodia demencial, lúcida y muy estimable.
Algunas partes en el meridiano del film, sobre todo lo relacionado con las secuencias de Carnaval (¿una imposición de la productora con vistas al turismo?), pueden empañar un resultado todavía más redondo, ralentizando la narración, desviando nuestra atención y atrabancando la fluidez cómica, llegando incluso a poder aburrir por momentos (no es mi caso, pero sería comprensible).
Sin embargo, secuencias como la del enfrentamiento entre los agentes mostrándose sus disparatados gadgets en pleno salón quedará para siempre en mi memoria. Tanto como las distintas y tan variadas virguerías tecnológicas que inundan el film o la caprichosa relación de nuestro agente con las bananas (aún le estoy dando vueltas).
Este irónico film-fumetto fantacientífico, conocido también como "Se tutte le donne del mondo..." (Si todas las mujeres del mundo...), no sólo es una parodia al uso del universo Bondiano, sino que incluso acabó resultando inspiradora para la mismísima saga 13 años después, pues "Moonraker", de 1979, está directamente influenciada por ella, con un guión bastante similar.
Considerada por Quentin Tarantino como una de sus películas favoritas, sigue maltratada a nivel de distribución a día de hoy, muy mal editada (en DVD piratas) e incomprensiblemente ninguneada. Una verdadera pena.
En conclusión, una comedia de espías altamente satisfactoria, que no contó con el apoyo crítico, ni europeo ni americano en su momento, pero que debe reivindicarse con premura, pues sin duda se trata de un más que saludable ejercicio fílmico, sin pretensiones y buscando entretener, pero sin poner en entredicho la inteligencia del espectador.
SOSPECHOSOS CINÉFAGOS
Se trata de una bien curiosa co-producción Italo-Americana de título "Bésame y no me mates" (Operazione Paradiso), dirigida por el que fuera guionista de "Diabolik", Arduino Mauiri, aunque bajo la estrecha supervisión del norteamericano Henry Levin (que además se llevaría los honores a nivel internacional e incluso figuraría como único director del film).
Con un reparto de orden televisivo, presupuesto limitado y rodada prácticamente en su totalidad en Río de Janeiro, el film no sólo destaca por ofrecer los consabidos (y esperados) ingredientes oportunos en un film de espías, sino también por su increíble imaginación, humor, ritmo y personalidad, siendo, en opinión del que esto suscribe, seguramente la mejor parodia de James Bond que se haya hecho nunca (por encima incluso de la archiconocida superproducción "Casino Royale", de 1967).
En esta más que delirante cinta, seguiremos las andaduras del agente Kelly, un apuesto hombre de la CIA también conocido como 409, en su peligrosa cruzada contra el magnate David Ardonian y su terrible plan de esterilizar a todos los varones del planeta para así "controlar la superpoblación" (excepto él, claro).
Kelly contará con la ayuda de la agente infiltrada del MI-6 Susan Fleming y su infalible arte de la seducción como principal arma, amén de su impredecible chófer y ése impecable Rolls Royce repleto de descacharrantes e imposibles gadgets.
Una más que lograda secuencia de persecución, rodada (por primera vez en el cine) en el llamativo Cristo de Corcovado, a 30 metros de altura, abre el film de manera impecable, mostrando pronto sus cartas y sabiendo equilibrar las dosis de humor y acción de manera tan elegante que recuerda, sin desmerecer, a los clásicos thrillers del genial Hitchcock.
Poco a poco, y siempre acompañados de una banda sonora tan apropiada como se podía esperar, nos veremos inmersos en una historia de espías encantadora y sobre todo, muy entretenida, con mucho sentido del humor pero sin llegar nunca a la patochada, y con una galería memorable de personajes, trazados con inteligencia y mucha cinefilia. No sólo el personaje central es ciertamente acertado (un Mike Connors divertidísimo como impersonator de Dean Martin), sino que el resto del cast también funciona a la perfección, algo que de muy pocas películas se puede afirmar; desde la pareja británica formada por la irresistible Dorothy Provine (Susan) y el cómico Terry-Thomas (aquí como imprevisible chófer y al que veremos también en Diabolik), pasando por una galería de mujeres a cada cual más impresionante, hasta el "profidéntico" mad doctor encarnado por un inolvidable Raffaele Vallone y su peculiar secuaz gay Omar, todos forman un conjunto coral tan seductor como entrañable, de perfecta sintonía.La misión de detener los locos planes de Ardonian son, probablemente, los minutos más logrados del film, pues pasamos del thriller de acción de inicio a la comedia, y luego al delirio de ciencia ficción a medida que avanzan los minutos. La idea de querer esterilizar a todos los varones del planeta con radiación sideral, gracias a la ayuda de una compañía china que le proporcionan un cohete, para así repoblarlo (él solito) con su harén de mujeres selectivamente escogidas, como bien suponéis, y mantenidas en una suerte de hibernación suspendida, resulta casi una genialidad. Toda una declaración de intenciones para una parodia demencial, lúcida y muy estimable.
Algunas partes en el meridiano del film, sobre todo lo relacionado con las secuencias de Carnaval (¿una imposición de la productora con vistas al turismo?), pueden empañar un resultado todavía más redondo, ralentizando la narración, desviando nuestra atención y atrabancando la fluidez cómica, llegando incluso a poder aburrir por momentos (no es mi caso, pero sería comprensible).
Sin embargo, secuencias como la del enfrentamiento entre los agentes mostrándose sus disparatados gadgets en pleno salón quedará para siempre en mi memoria. Tanto como las distintas y tan variadas virguerías tecnológicas que inundan el film o la caprichosa relación de nuestro agente con las bananas (aún le estoy dando vueltas).
Este irónico film-fumetto fantacientífico, conocido también como "Se tutte le donne del mondo..." (Si todas las mujeres del mundo...), no sólo es una parodia al uso del universo Bondiano, sino que incluso acabó resultando inspiradora para la mismísima saga 13 años después, pues "Moonraker", de 1979, está directamente influenciada por ella, con un guión bastante similar.
Considerada por Quentin Tarantino como una de sus películas favoritas, sigue maltratada a nivel de distribución a día de hoy, muy mal editada (en DVD piratas) e incomprensiblemente ninguneada. Una verdadera pena.
En conclusión, una comedia de espías altamente satisfactoria, que no contó con el apoyo crítico, ni europeo ni americano en su momento, pero que debe reivindicarse con premura, pues sin duda se trata de un más que saludable ejercicio fílmico, sin pretensiones y buscando entretener, pero sin poner en entredicho la inteligencia del espectador.
SOSPECHOSOS CINÉFAGOS
8
19 de febrero de 2019
19 de febrero de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El impacto socio-mediático provocado por el vigésimo filme de Dragon Ball no solo termina de aplacar ciertas dudas sobre la actual vigencia de la franquicia, sino que confirma, e incluso incrementa (sumando las nuevas hordas generacionales), el interés por la continuidad de la obra magna de Akira Toriyama.
Si bien es cierto que durante unos años, quizá demasiados, la serie permitió que se le adulterase con indigestos sucedáneos como Galaxy Touring, cross-overs con sangrantes fines comerciales o incluso ediciones de mangas realizados por aficionados tratando de darle continuidad a la trama, el hecho es que la serie canónica parecía haber tocado fondo.
Sin embargo, principalmente a raíz de la incursión del joven Toyotaro -antes Toyble- imitando el personal trazo adulto, más rectilíneo, del último Toriyama (en versiones no oficiales como Dragon Ball AF), éste lo escogió personalmente para darle el esperado relevo tras su aportación final al manga sobre el patrullero Jaco y esa delicia de capítulo especial llamado Minus, ya que aportaba la energía, talento y pasión necesarias como para avanzar la historia con garantías, y esta vez sí, bajo la supervisión de su autor original.
Mientras tanto, a modo de tanteo comercial, se estrenaron sendos proyectos para valorar la respuesta actual del público para con la serie; primero con la irregular aunque aceptable "Batalla de los Dioses" (2013) y años más tarde con una más que interesante "Fukkatsu no F" (2015) ya con guión del propio Tori, y que dieron finalmente luz verde al nuevo proyecto.
Así pues, a mediados de 2015 comenzaría a emitirse el nuevo anime, titulado "Super", narrando nuevos arcos argumentales dentro del canon, para meses después arrancar la publicación del primer tomo manga de esta nueva generación, con Toriyama inmerso en la historia y la rotulación a cargo del joven mangaka Toyotaro.
Terminada la primera, y muy rentable fase de Super, se propuso una película de mayores dimensiones, que prolongara lo sucedido en el anime y recuperara a uno de los personajes más emblemáticos del Dragon Ball no canoníco, el atormentado saiyan Broly.
Es así como nace esta entrega, la más rentable de todas las existentes, y que ha invadido recientemente las pantallas internacionales batiendo récords a su paso. Gran noticia para el fan, sin duda. Fantástica para la Toei Animation, a fin de cuentas.
Se dice que el guión original que planteaba el maestro Toriyama ocupaba alrededor de 180 minutos, algo inasumible a nivel comercial (de momento, claro, pues todo se andará), y que finalmente se redujo a 100, siendo de igual modo la más larga de la franquicia hasta la fecha.
Planteada en dos claros tiempos narrativos (un flashback de hace 41 años y el posterior e inevitable enfrentamiento en la actualidad), el film de Tatsuya Nagamine trasciende, eleva e incluso actualiza la serie llevándola a otro nivel, diferente si se quiere.
Su personal impronta, que ya disfrutamos en algunos capítulos dentro del "Torneo de la fuerza", posee nervio y personalidad, quizá adquirida por haber orquestado previamente episodios de One Piece, pero que sientan de maravilla a una renovada y muy viva Dragon Ball, ahora más orgánica, plástica y de contornos más juveniles.
Si bien es cierto que durante unos años, quizá demasiados, la serie permitió que se le adulterase con indigestos sucedáneos como Galaxy Touring, cross-overs con sangrantes fines comerciales o incluso ediciones de mangas realizados por aficionados tratando de darle continuidad a la trama, el hecho es que la serie canónica parecía haber tocado fondo.
Sin embargo, principalmente a raíz de la incursión del joven Toyotaro -antes Toyble- imitando el personal trazo adulto, más rectilíneo, del último Toriyama (en versiones no oficiales como Dragon Ball AF), éste lo escogió personalmente para darle el esperado relevo tras su aportación final al manga sobre el patrullero Jaco y esa delicia de capítulo especial llamado Minus, ya que aportaba la energía, talento y pasión necesarias como para avanzar la historia con garantías, y esta vez sí, bajo la supervisión de su autor original.
Mientras tanto, a modo de tanteo comercial, se estrenaron sendos proyectos para valorar la respuesta actual del público para con la serie; primero con la irregular aunque aceptable "Batalla de los Dioses" (2013) y años más tarde con una más que interesante "Fukkatsu no F" (2015) ya con guión del propio Tori, y que dieron finalmente luz verde al nuevo proyecto.
Así pues, a mediados de 2015 comenzaría a emitirse el nuevo anime, titulado "Super", narrando nuevos arcos argumentales dentro del canon, para meses después arrancar la publicación del primer tomo manga de esta nueva generación, con Toriyama inmerso en la historia y la rotulación a cargo del joven mangaka Toyotaro.
Terminada la primera, y muy rentable fase de Super, se propuso una película de mayores dimensiones, que prolongara lo sucedido en el anime y recuperara a uno de los personajes más emblemáticos del Dragon Ball no canoníco, el atormentado saiyan Broly.
Es así como nace esta entrega, la más rentable de todas las existentes, y que ha invadido recientemente las pantallas internacionales batiendo récords a su paso. Gran noticia para el fan, sin duda. Fantástica para la Toei Animation, a fin de cuentas.
Se dice que el guión original que planteaba el maestro Toriyama ocupaba alrededor de 180 minutos, algo inasumible a nivel comercial (de momento, claro, pues todo se andará), y que finalmente se redujo a 100, siendo de igual modo la más larga de la franquicia hasta la fecha.
Planteada en dos claros tiempos narrativos (un flashback de hace 41 años y el posterior e inevitable enfrentamiento en la actualidad), el film de Tatsuya Nagamine trasciende, eleva e incluso actualiza la serie llevándola a otro nivel, diferente si se quiere.
Su personal impronta, que ya disfrutamos en algunos capítulos dentro del "Torneo de la fuerza", posee nervio y personalidad, quizá adquirida por haber orquestado previamente episodios de One Piece, pero que sientan de maravilla a una renovada y muy viva Dragon Ball, ahora más orgánica, plástica y de contornos más juveniles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los primeros tres cuartos de hora, con el Rey Cold presentando a su hijo Freezer como nuevo emperador, la trama en torno al miedo y frustración del Rey Vegeta, el dolor emocional y espantoso destino de Paragus y su hijo, la desaparición del planeta Vegeta, la salvación in extremis de Kakarotto, además de la casi extinción de la raza saiyan son una auténtica maravilla, unos sucesos por fin plasmados con el beneplácito de Toriyama y que cierra el debate de una vez por todas.
La historia vital tras el iracundo personaje de Broly, hijo de Paragus y auténtico protagonista de la cinta, pese a verse enriquecida merced a ciertos apuntes sobre su atormentada psicología y desvelados sus duros traumas (excesivamente planos en sus 3 apariciones previas), no llega a convencer del todo, pues a pesar de mostrar síntomas de comprensión sobre el valor de la amistad y crear vínculos afectivos diversos, sigue siendo de nuevo un pelele descontrolado que hace las veces de sparring para el dúo protagónico Gokuh-Vegeta y que obedece a su padre como si de un adolescente se tratara (que no sería el caso).
Su naturaleza salvaje y fuerza inusitada hace pensar que es él el legendario Super Saiyan, pero ese es un tema que no se atreven a zanjar aquí, quizás en perspectiva de ahondar más adelante, incluyendo su personaje en futuras entregas (o con suerte, bien encajado en el anime canónico).
El enfrentamiento final, muy esperado por el fan de nueva hornada, nos trae una de cal y una de arena. Por un lado, ocupa demasiados minutos, tornándose más agotadora que de costumbre -que ya es decir-, no propone apenas novedades interesantes sobre técnicas marciales (todo son orangutanadas) y lo que es peor, no hay un motivo lógico en esta lucha más allá del deseo de venganza ya caduco de un viejo, desquiciado y chocho Paragus. Además, ciertas incongruencias argumentales nos obligan a dar más "cancha" de la debida (¿un único deseo a Shenron?, ¿Kakarotto enviado con uniforme saiyan a la tierra?, etc).
Por contra, ofrece un nuevo panorama visual hasta ahora inédito. Un despliegue de recursos plásticos emocionantes, movimientos ultra suaves con transiciones mejoradas y un complejo compendio sonoro con ecos al rock (con un tema central magnífico), que convierten este combate en uno de los más psicodélicos y caleidoscópicos de cuantos haya tenido la franquicia a lo largo de sus más de 30 años de existencia. Algo digno de aplaudir, que sorprende y que sin duda marca una progresión dentro del nivel medio de realizaciones hasta la fecha.
El mero hecho de no caer en lo fácil, en el corta y pega de costumbre, de no recurrir al aún embrionario pero muy tentador Migatte no gokui (traducida como "doctrina egoísta") u otras técnicas más o menos gratuitas (como aquel invento del puño del dragón), además de procurarnos un desenlace final bastante original, nuevos personajes con gracejo y un combate épico entre Broly y Vegeta, el film a cargo de Nagamine atisba nuevos y esperanzadores horizontes, abriendo sendas inexploradas para devolver a la serie un nuevo vigor, oxigenándola, adaptándola, en definitiva, rejuveneciéndola sin mancillarla.
"Dragon Ball: Broly" pues, no solo pasa con nota el duro test en taquilla y obtiene el calor unánime del fan, que aplaude un nuevo y valiente episodio entre nostálgico y próspero, sino que contribuye y enlaza con el arco actual de la serie, fluyendo a todos los niveles.
SOSPECHOSOS CINÉFAGOS.
La historia vital tras el iracundo personaje de Broly, hijo de Paragus y auténtico protagonista de la cinta, pese a verse enriquecida merced a ciertos apuntes sobre su atormentada psicología y desvelados sus duros traumas (excesivamente planos en sus 3 apariciones previas), no llega a convencer del todo, pues a pesar de mostrar síntomas de comprensión sobre el valor de la amistad y crear vínculos afectivos diversos, sigue siendo de nuevo un pelele descontrolado que hace las veces de sparring para el dúo protagónico Gokuh-Vegeta y que obedece a su padre como si de un adolescente se tratara (que no sería el caso).
Su naturaleza salvaje y fuerza inusitada hace pensar que es él el legendario Super Saiyan, pero ese es un tema que no se atreven a zanjar aquí, quizás en perspectiva de ahondar más adelante, incluyendo su personaje en futuras entregas (o con suerte, bien encajado en el anime canónico).
El enfrentamiento final, muy esperado por el fan de nueva hornada, nos trae una de cal y una de arena. Por un lado, ocupa demasiados minutos, tornándose más agotadora que de costumbre -que ya es decir-, no propone apenas novedades interesantes sobre técnicas marciales (todo son orangutanadas) y lo que es peor, no hay un motivo lógico en esta lucha más allá del deseo de venganza ya caduco de un viejo, desquiciado y chocho Paragus. Además, ciertas incongruencias argumentales nos obligan a dar más "cancha" de la debida (¿un único deseo a Shenron?, ¿Kakarotto enviado con uniforme saiyan a la tierra?, etc).
Por contra, ofrece un nuevo panorama visual hasta ahora inédito. Un despliegue de recursos plásticos emocionantes, movimientos ultra suaves con transiciones mejoradas y un complejo compendio sonoro con ecos al rock (con un tema central magnífico), que convierten este combate en uno de los más psicodélicos y caleidoscópicos de cuantos haya tenido la franquicia a lo largo de sus más de 30 años de existencia. Algo digno de aplaudir, que sorprende y que sin duda marca una progresión dentro del nivel medio de realizaciones hasta la fecha.
El mero hecho de no caer en lo fácil, en el corta y pega de costumbre, de no recurrir al aún embrionario pero muy tentador Migatte no gokui (traducida como "doctrina egoísta") u otras técnicas más o menos gratuitas (como aquel invento del puño del dragón), además de procurarnos un desenlace final bastante original, nuevos personajes con gracejo y un combate épico entre Broly y Vegeta, el film a cargo de Nagamine atisba nuevos y esperanzadores horizontes, abriendo sendas inexploradas para devolver a la serie un nuevo vigor, oxigenándola, adaptándola, en definitiva, rejuveneciéndola sin mancillarla.
"Dragon Ball: Broly" pues, no solo pasa con nota el duro test en taquilla y obtiene el calor unánime del fan, que aplaude un nuevo y valiente episodio entre nostálgico y próspero, sino que contribuye y enlaza con el arco actual de la serie, fluyendo a todos los niveles.
SOSPECHOSOS CINÉFAGOS.
3
9 de julio de 2010
9 de julio de 2010
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecé a ver Wushu en mandarin subtitulado, idioma que al segundo minuto se te clava en el tímpano y te irrita las neuronas, pero continué....me esperaba algo así como que un grupo de pequeños artistas marciales se reencontraban de adultos para vencer al malote de turno con una super patada voladora imposible, bla,bla,bla...pues bien, nos cuenta la historia de 5 individuos que asisten a la escuela (primaria??) en un lugar remoto de China, y que una asignatura es wushu, o sea, kung-fu.
Mola eh?...pues bien, salvando un par de escenitas coreografiadas molonas ( nada del otro mundo tampoco ) y un par de detalles de fotografia estupendos, la peli aburre hasta decir basta. No paran de hablar, acelerados, y en chino, sin decir nada importante, la verdad, se saludan y se dan las gracias un millon de veces.....
Mola eh?...pues bien, salvando un par de escenitas coreografiadas molonas ( nada del otro mundo tampoco ) y un par de detalles de fotografia estupendos, la peli aburre hasta decir basta. No paran de hablar, acelerados, y en chino, sin decir nada importante, la verdad, se saludan y se dan las gracias un millon de veces.....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Eliminan al tipejo indeseable que traficaba con niños y punto pelota. Por cierto, ni sangre, ni visceras y apta para todo tipo de publico, un fiasco vamos.....
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