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Documental

7,5
1.810
Documental, Intervenciones de: Gaspar Galaz, Lautaro Núñez de Arco, Luís Henríquez, Miguel Lawner ...
8
12 de febrero de 2021
12 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1905 Einstein postulaba la teoría de la relatividad especial. En ella, determinaba que el tiempo es una magnitud relativa y no un concepto absoluto, como se creía hasta el momento. El físico alemán declaró la velocidad de la luz como constante universal absoluta y como único valor legítimo para determinar la posición espacio-temporal de un evento.
Sin embargo, los humanos siempre hemos percibido el tiempo como algo cambiante y relativo, aunque no en el sentido físico de la palabra. Y, a diferencia del universo, la luz no es la constante que determina el ritmo del paso del tiempo, sino nuestras emociones. La felicidad o el dolor pueden reducir una eternidad a un segundo o, por contra, hacer pasar por una infinitud una fracción minúscula de tiempo.
Nostalgia de la luz mira al pasado. Al más próximo y al más lejano. Porque en definitiva, mirar al pasado es la única manera de comprender el presente. Para saber qué somos en el sentido más estrictamente científico de la palabra miramos al cielo. En las estrellas se forman los elementos químicos que constituyen la materia de nuestro organismo. Algunos de estos elementos se formaron incluso antes, en la explosión conocida como Big Bang que daría comienzo a nuestro Universo. Con el que empezó todo, pues no tiene sentido hablar de tiempo antes de la existencia del mismo.
Pero para saber quién somos la física no es suficiente. Entonces, debemos fijarnos en un pasado mucho más reciente y que, sin embargo, muchos se empeñan en borrar. Casi todos los países tienen una historia más o menos reciente de la que están más o menos orgullosos. Pero todo este conjunto de acontecimientos es la herramienta que tenemos para comprender nuestra realidad. En Chile, la dictadura de Pinochet es su particular Big Bang, el evento que dio inicio a una nueva era. Como dice el narrador en algún momento del documental, es difícil de recordar la inocencia del Chile del pasado, el de antes de la dictadura.
Mirar al pasado no solo es lícito, sino necesario. Prácticamente obligatorio. El desierto de Atacama, esconde los secretos mejor guardados del pasado. Allí van quienes buscan respuestas. Desde el sitio más seco de la tierra, los astrónomos miran el cielo que nos acercará a la respuesta del origen de la vida. En ese mismo lugar, los familiares de las víctimas de la dictadura buscan los restos de sus seres queridos, sin ni siquiera la certeza de que estén allí. En el desierto, la búsqueda del qué y la del quién se encuentran una frente a otra. Y es que, podemos buscarlas por separado, pero para comprenderlas de verdad tenemos que mirarlas juntas.
La memoria es necesaria para avanzar. Chile, como otros países rotos por las dictaduras en el siglo XX, se debate constantemente entre el recuerdo y el olvido. Algunos opinan que es mejor pasar página. En cambio, aquellos que vivieron la crueldad de la dictadura en sus propias carnes son incapaces de olvidar. Es fascinante cómo funciona la memoria, que permite recordar a un prisionero político las dimensiones exactas de la celda en que vivió recluido hace décadas, o los nombres y apellidos de cada uno de los compañeros, y sin embargo es capaz de olvidar cualquier banalidad del día a día reciente. Y es que pedirle a alguien que olvide un horror tal, es casi tan cruel como perpetrarlo.
Nostalgia de la luz combina conceptos que aparentemente no tienen ninguna relación para darles un sentido más amplio y tridimensional. Los mezcla con maestría, con una sensibilidad y emotividad enormes. La fotografía es brillante, Guzmán compone imágenes bellísimas y significativas, que dejan huella en el espectador. Y no es para menos la banda sonora, arropadora y emotiva, que acompaña las imágenes y la voz del narrador, aportando un extraño lirismo a un documental ya de por sí trascendental.
Sin embargo, los humanos siempre hemos percibido el tiempo como algo cambiante y relativo, aunque no en el sentido físico de la palabra. Y, a diferencia del universo, la luz no es la constante que determina el ritmo del paso del tiempo, sino nuestras emociones. La felicidad o el dolor pueden reducir una eternidad a un segundo o, por contra, hacer pasar por una infinitud una fracción minúscula de tiempo.
Nostalgia de la luz mira al pasado. Al más próximo y al más lejano. Porque en definitiva, mirar al pasado es la única manera de comprender el presente. Para saber qué somos en el sentido más estrictamente científico de la palabra miramos al cielo. En las estrellas se forman los elementos químicos que constituyen la materia de nuestro organismo. Algunos de estos elementos se formaron incluso antes, en la explosión conocida como Big Bang que daría comienzo a nuestro Universo. Con el que empezó todo, pues no tiene sentido hablar de tiempo antes de la existencia del mismo.
Pero para saber quién somos la física no es suficiente. Entonces, debemos fijarnos en un pasado mucho más reciente y que, sin embargo, muchos se empeñan en borrar. Casi todos los países tienen una historia más o menos reciente de la que están más o menos orgullosos. Pero todo este conjunto de acontecimientos es la herramienta que tenemos para comprender nuestra realidad. En Chile, la dictadura de Pinochet es su particular Big Bang, el evento que dio inicio a una nueva era. Como dice el narrador en algún momento del documental, es difícil de recordar la inocencia del Chile del pasado, el de antes de la dictadura.
Mirar al pasado no solo es lícito, sino necesario. Prácticamente obligatorio. El desierto de Atacama, esconde los secretos mejor guardados del pasado. Allí van quienes buscan respuestas. Desde el sitio más seco de la tierra, los astrónomos miran el cielo que nos acercará a la respuesta del origen de la vida. En ese mismo lugar, los familiares de las víctimas de la dictadura buscan los restos de sus seres queridos, sin ni siquiera la certeza de que estén allí. En el desierto, la búsqueda del qué y la del quién se encuentran una frente a otra. Y es que, podemos buscarlas por separado, pero para comprenderlas de verdad tenemos que mirarlas juntas.
La memoria es necesaria para avanzar. Chile, como otros países rotos por las dictaduras en el siglo XX, se debate constantemente entre el recuerdo y el olvido. Algunos opinan que es mejor pasar página. En cambio, aquellos que vivieron la crueldad de la dictadura en sus propias carnes son incapaces de olvidar. Es fascinante cómo funciona la memoria, que permite recordar a un prisionero político las dimensiones exactas de la celda en que vivió recluido hace décadas, o los nombres y apellidos de cada uno de los compañeros, y sin embargo es capaz de olvidar cualquier banalidad del día a día reciente. Y es que pedirle a alguien que olvide un horror tal, es casi tan cruel como perpetrarlo.
Nostalgia de la luz combina conceptos que aparentemente no tienen ninguna relación para darles un sentido más amplio y tridimensional. Los mezcla con maestría, con una sensibilidad y emotividad enormes. La fotografía es brillante, Guzmán compone imágenes bellísimas y significativas, que dejan huella en el espectador. Y no es para menos la banda sonora, arropadora y emotiva, que acompaña las imágenes y la voz del narrador, aportando un extraño lirismo a un documental ya de por sí trascendental.
Documental

6,6
221
8
2 de mayo de 2020
2 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un viaje doloroso y necesario al pasado. La directora y protagonista del documental –conocida por sus trabajos de montadora, entre los cuales destaca la maravillosa Magical Girl– explora su infancia a través de los antiguos VHS grabados por su padre, intentando comorender qué la ha hecho como es.
Se toma su tiempo para analizar cada uno de los pequeños detalles que se esconden en esos videos, y poco a poco las miradas, gestos y hasta los encuadres cobran un nuevo sentido. Los mismos fotogramas vistos en cámara lenta o en contraposición con otros tienen significados completamente distintos. Dónde antes habíamos visto una sonrisa, ahora la atención se desvía hacia los ojos teistes. Dónde antes veíamos a una niña caminando a lo lejos, ahora comprendemos la distancia emocional que la separa de su padre.
Emma Tusset desnuda su alma por completo, mostrándose con todos sus matices, con sus más y sus menos. Nos hace partícipes de su dolor y nos invita a acompañarla en la reconstrucción –o deconstrucción, según se mire– de los momentos claves de su infancia y, posteriormente, de su juventud.
La directora rebusca en su memoria para viajar al origen de su dolor y llegar a comprenderse a sí misma. Pues entender el porqué de su infelicidad y de la soledad que siempre la ha acompañado, es la única manera de darle cierre, para así poder avanzar.
Se toma su tiempo para analizar cada uno de los pequeños detalles que se esconden en esos videos, y poco a poco las miradas, gestos y hasta los encuadres cobran un nuevo sentido. Los mismos fotogramas vistos en cámara lenta o en contraposición con otros tienen significados completamente distintos. Dónde antes habíamos visto una sonrisa, ahora la atención se desvía hacia los ojos teistes. Dónde antes veíamos a una niña caminando a lo lejos, ahora comprendemos la distancia emocional que la separa de su padre.
Emma Tusset desnuda su alma por completo, mostrándose con todos sus matices, con sus más y sus menos. Nos hace partícipes de su dolor y nos invita a acompañarla en la reconstrucción –o deconstrucción, según se mire– de los momentos claves de su infancia y, posteriormente, de su juventud.
La directora rebusca en su memoria para viajar al origen de su dolor y llegar a comprenderse a sí misma. Pues entender el porqué de su infelicidad y de la soledad que siempre la ha acompañado, es la única manera de darle cierre, para así poder avanzar.

6,2
611
6
4 de julio de 2019
4 de julio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, Cate Blanchett nos deslumbra con su inmenso talento. Poco o nada queda por decir de la mejor actriz de su generación.
El concepto de la película es interesante y la estética está bien cuidada. Aunque en algunos momentos se hace un poco pesada, a mi parecer. Más que una película, se trata de un experimento artístico conceptual, sensorial y atípico.
En resumen, vale la pena verlo, aunque sea solo por la espectacular Cate Blanchett.
El concepto de la película es interesante y la estética está bien cuidada. Aunque en algunos momentos se hace un poco pesada, a mi parecer. Más que una película, se trata de un experimento artístico conceptual, sensorial y atípico.
En resumen, vale la pena verlo, aunque sea solo por la espectacular Cate Blanchett.
1
8 de septiembre de 2018
8 de septiembre de 2018
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horrible, no me ha gustado nada.
Por el lado de la comedia, brilla por su ausencia. Falta química entre los protagonistas y no hay prácticamente ningún momento divertido en toda la película, a excepción, quizás, de alguna escena de Darín.
Las actuaciones sin más, excepto la del protagonista (Vito Sanz) que no se aguanta por ningún sitio. Sosísimo e inexpresivo a más no poder, a cada escena me ponía nerviosa. Chino Darín bastante bien, al igual que Irene Escolar, y Berta Vázquez cumple. Josep Maria Pou estupendo, como siempre.
La parte científica... En fin. La parte del documental está bastante bien, pero a la hora de conectarlo con la trama de la película falla estrepitosamente, no tiene ninguna relación una cosa con la otra. Además, explica física a un nivel bastante básico, de hecho todo esto se da en 2o de bachillerato, y en la película nos lo intentan colar como si se tratase de algo súper complicado.
Otra cosa que me molesta es el retrato repleto de tópicos que hace del físico, como si todos los físicos fueran unos frikis, obsesivos y cabeza cuadradas que no salen de lo que las leyes indican. Además creo que hace una lectura muy equivocada de lo que la física quiere decir. Desde el siglo XX, con la aparición de la física cuántica, se considera que la física no es determinista, que las cosas no pasan por un motivo, podrían pasar de forma totalmente distinta. Sin embargo, el protagonista se basa en su "conocimiento científico" para afirmar continuamente que las cosas que pasan, nuestras acciones, están determinadas.
No sé si la película pretendía ser divulgativa, pero consigue el efecto contrario: el aburrimiento y la pérdida de interés absolutos respecto los temas científicos actuales que, probablemente, explicados de otra forma podrían resultar muy interesantes para un amplio público.
El guion es infumable, no se aguanta por ningún sitio: forzado, falso y tópico. Como la historia en si.
Lo mejor: Chino Darín, que consigue sacarnos alguna sonrisa y quizás las partes del documental, con las que el director pretende crear algo diferente (conmbinación de cine y documental), aunque se queda en el intento.
Lo peor: la actuación de Vito Sanz, la poca rigurosidad científica y la trama en general, muy previsible.
Por el lado de la comedia, brilla por su ausencia. Falta química entre los protagonistas y no hay prácticamente ningún momento divertido en toda la película, a excepción, quizás, de alguna escena de Darín.
Las actuaciones sin más, excepto la del protagonista (Vito Sanz) que no se aguanta por ningún sitio. Sosísimo e inexpresivo a más no poder, a cada escena me ponía nerviosa. Chino Darín bastante bien, al igual que Irene Escolar, y Berta Vázquez cumple. Josep Maria Pou estupendo, como siempre.
La parte científica... En fin. La parte del documental está bastante bien, pero a la hora de conectarlo con la trama de la película falla estrepitosamente, no tiene ninguna relación una cosa con la otra. Además, explica física a un nivel bastante básico, de hecho todo esto se da en 2o de bachillerato, y en la película nos lo intentan colar como si se tratase de algo súper complicado.
Otra cosa que me molesta es el retrato repleto de tópicos que hace del físico, como si todos los físicos fueran unos frikis, obsesivos y cabeza cuadradas que no salen de lo que las leyes indican. Además creo que hace una lectura muy equivocada de lo que la física quiere decir. Desde el siglo XX, con la aparición de la física cuántica, se considera que la física no es determinista, que las cosas no pasan por un motivo, podrían pasar de forma totalmente distinta. Sin embargo, el protagonista se basa en su "conocimiento científico" para afirmar continuamente que las cosas que pasan, nuestras acciones, están determinadas.
No sé si la película pretendía ser divulgativa, pero consigue el efecto contrario: el aburrimiento y la pérdida de interés absolutos respecto los temas científicos actuales que, probablemente, explicados de otra forma podrían resultar muy interesantes para un amplio público.
El guion es infumable, no se aguanta por ningún sitio: forzado, falso y tópico. Como la historia en si.
Lo mejor: Chino Darín, que consigue sacarnos alguna sonrisa y quizás las partes del documental, con las que el director pretende crear algo diferente (conmbinación de cine y documental), aunque se queda en el intento.
Lo peor: la actuación de Vito Sanz, la poca rigurosidad científica y la trama en general, muy previsible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la escena en que cortan y el chico persigue a la chica por la calle, y se ven flashes de lo controlador que es, al menos para mí, más que un acto romántico (como nos lo intentan vender, con la música de fondo y tal), me parece un acto de acoso.
4 de abril de 2020
4 de abril de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza la película. Pantalla en negro y aparece una impactante primera imagen de corazón palpitando, mientras una ópera inunda nuestros oídos. Toda una declaración de intenciones.
Luego conocemos a Steve, un cirujano y padre de familia que vive una vida feliz y tranquila. Y a Martin, un adolescente que ha perdido a su padre recientemente y que encuentra en Steve una figura paterna. La relación entre ambos parece cordial (dentro de los límites impuestos por el cine de Lanthimos), aunque intuimos en el joven una ligera obsesión por el doctor. Pero todo se empieza a torcer cuando el hijo pequeño de la familia queda paralizado de cintura para abajo. Más tarde, su hermana sufre el mismo problema. Entonces nos es revelado que esta situación no es casual, sino que se trata de una venganza contra Steve por un error cometido en el pasado, y que solo él tiene la capacidad para remediarlo. Es aquí cuando se le plantea un complicado dilema: deberá elegir entre sacrificar a uno de sus familiares o perderlos a los tres en estas extrañas circunstancias.
Este punto de partida, inspirado en la tragedia griega de Ifigenia en Áulide, es solo una excusa para analizar de manera cruel y fría las relaciones familiares, el egoísmo de los individuos por delante del concepto ‘familia’, así como para realizar una crítica mordaz a la naturaleza humana.
Una de las ideas más poderosas de la película es la inevitabilidad del destino. Una vez se ha dictado sentencia, nada ni nadie podrá cambiarla. Es inútil buscar el porqué o intentar evitar los futuros sucesos, porque estos ya no dependen de nosotros. La familia de Steve sufrirá las consecuencias de sus errores del pasado, y él no podrá hacer nada para evitarlo. Aunque en sus manos está rebajar las consecuencias, pagando, eso sí, un alto precio.
Otro de los temas claves, ya expuesto más arriba, es la fragilidad del concepto ‘familia’. Pues en un inicio se nos presentan como una familia idílica. Pero en cuanto todos están al corriente de la situación, empezará una lucha entre ellos para ganarse el cariño del patriarca y evitar así su sacrificio. Porque por mucho que se quieran entre ellos, el instinto de supervivencia y el amor a la propia vida siempre van a ser más poderosos. Sí, somos egoístas, y cuando las cosas se ponen feas, haremos lo necesario para sobrevivir. Aunque esto suponga arrojar al vacío a las personas que más queremos, incluso a los hijos a los que hemos dado la vida.
El guion mantiene a la perfección el grado de interés y la tensión a lo largo de todo el metraje, dándonos los elementos justos para seguir la historia, pero también dejando un gran margen para la reflexión personal. Está repleto de simbolismo y de frases con dobles lecturas que son de interesante análisis. Los diálogos, como es habitual en el cine de Lanthimos, son surrealistas y excéntricos, y, aunque en menor medida que en otras de sus obras, también desprende un humor ácido y cínico. Esto tiene mucho que ver con la dirección de actores del griego. Los intérpretes se caracterizan por la manca total de emociones. Simplemente se dedican a reproducir los diálogos de manera estática, casi robótica, añadiendo así extravagancia a conversaciones que ya son grotescas de por sí.
Lanthimos hace gala de su prodigiosa dirección. Los movimientos de cámara lentos y milimetrados, y la excepcional fotografía, basada en planos simétricos bellísimos y ojos de pez, así como la iluminación, son elementos que contribuyen a la creación de una atmósfera inquietante y asfixiante. De esto también tiene buena parte del mérito la fantástica banda sonora, con tonos siniestros y electrizantes. El uso de la música en combinación con las imágenes es sencillamente magistral, agudizando la sensación de agobio y de incomodidad.
La influencia de Kubrick en el cine de Lanthimos se materializa en ‘sacrificio de un ciervo sagrado’, con numerosos planos que emulan a películas del legendario director, pero también con el inteligente uso de los sonidos. Por otro lado, la frialdad que nos transmite y la violencia casi sádica de sus imágenes nos puede recordar al cine de Michael Haneke, otro claro referente del director griego.
En ‘Sacrificio de un ciervo sagrado’, Lanthimos consagra su particular estilo, pasando de la provocación a la acción y completando un film redondo donde no sobra ni falta ningún elemento. Es una película tan perturbadora como absorbente, tan bella como desagradable y cruda. Cuando termina, solo puedo exhalar aliviada, aunque con un cóctel de emociones merodeando en mí cabeza y una extraña sensación de vacío.
Luego conocemos a Steve, un cirujano y padre de familia que vive una vida feliz y tranquila. Y a Martin, un adolescente que ha perdido a su padre recientemente y que encuentra en Steve una figura paterna. La relación entre ambos parece cordial (dentro de los límites impuestos por el cine de Lanthimos), aunque intuimos en el joven una ligera obsesión por el doctor. Pero todo se empieza a torcer cuando el hijo pequeño de la familia queda paralizado de cintura para abajo. Más tarde, su hermana sufre el mismo problema. Entonces nos es revelado que esta situación no es casual, sino que se trata de una venganza contra Steve por un error cometido en el pasado, y que solo él tiene la capacidad para remediarlo. Es aquí cuando se le plantea un complicado dilema: deberá elegir entre sacrificar a uno de sus familiares o perderlos a los tres en estas extrañas circunstancias.
Este punto de partida, inspirado en la tragedia griega de Ifigenia en Áulide, es solo una excusa para analizar de manera cruel y fría las relaciones familiares, el egoísmo de los individuos por delante del concepto ‘familia’, así como para realizar una crítica mordaz a la naturaleza humana.
Una de las ideas más poderosas de la película es la inevitabilidad del destino. Una vez se ha dictado sentencia, nada ni nadie podrá cambiarla. Es inútil buscar el porqué o intentar evitar los futuros sucesos, porque estos ya no dependen de nosotros. La familia de Steve sufrirá las consecuencias de sus errores del pasado, y él no podrá hacer nada para evitarlo. Aunque en sus manos está rebajar las consecuencias, pagando, eso sí, un alto precio.
Otro de los temas claves, ya expuesto más arriba, es la fragilidad del concepto ‘familia’. Pues en un inicio se nos presentan como una familia idílica. Pero en cuanto todos están al corriente de la situación, empezará una lucha entre ellos para ganarse el cariño del patriarca y evitar así su sacrificio. Porque por mucho que se quieran entre ellos, el instinto de supervivencia y el amor a la propia vida siempre van a ser más poderosos. Sí, somos egoístas, y cuando las cosas se ponen feas, haremos lo necesario para sobrevivir. Aunque esto suponga arrojar al vacío a las personas que más queremos, incluso a los hijos a los que hemos dado la vida.
El guion mantiene a la perfección el grado de interés y la tensión a lo largo de todo el metraje, dándonos los elementos justos para seguir la historia, pero también dejando un gran margen para la reflexión personal. Está repleto de simbolismo y de frases con dobles lecturas que son de interesante análisis. Los diálogos, como es habitual en el cine de Lanthimos, son surrealistas y excéntricos, y, aunque en menor medida que en otras de sus obras, también desprende un humor ácido y cínico. Esto tiene mucho que ver con la dirección de actores del griego. Los intérpretes se caracterizan por la manca total de emociones. Simplemente se dedican a reproducir los diálogos de manera estática, casi robótica, añadiendo así extravagancia a conversaciones que ya son grotescas de por sí.
Lanthimos hace gala de su prodigiosa dirección. Los movimientos de cámara lentos y milimetrados, y la excepcional fotografía, basada en planos simétricos bellísimos y ojos de pez, así como la iluminación, son elementos que contribuyen a la creación de una atmósfera inquietante y asfixiante. De esto también tiene buena parte del mérito la fantástica banda sonora, con tonos siniestros y electrizantes. El uso de la música en combinación con las imágenes es sencillamente magistral, agudizando la sensación de agobio y de incomodidad.
La influencia de Kubrick en el cine de Lanthimos se materializa en ‘sacrificio de un ciervo sagrado’, con numerosos planos que emulan a películas del legendario director, pero también con el inteligente uso de los sonidos. Por otro lado, la frialdad que nos transmite y la violencia casi sádica de sus imágenes nos puede recordar al cine de Michael Haneke, otro claro referente del director griego.
En ‘Sacrificio de un ciervo sagrado’, Lanthimos consagra su particular estilo, pasando de la provocación a la acción y completando un film redondo donde no sobra ni falta ningún elemento. Es una película tan perturbadora como absorbente, tan bella como desagradable y cruda. Cuando termina, solo puedo exhalar aliviada, aunque con un cóctel de emociones merodeando en mí cabeza y una extraña sensación de vacío.
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