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Críticas ordenadas por utilidad
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5,7
8.623
6
17 de marzo de 2023
17 de marzo de 2023
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los géneros, en cine y literatura, son conocidos por seguir ciertos convencionalismos, ciertas reglas que nos permite clasificarlos y que les dan el puntal que conocemos como estructura. El caso del slasher es algo único, diría yo, por la extrema rigidez de sus propuestas: tiene que haber un asesino, tiene que haber adolescentes, y tiene que haber muchas vísceras y una serie de muertes hasta la confrontación final, en la que el monstruo es derrotado. Todas siguen el mismo esquema y, al igual que sucedían con las novelas de caballerías en la época renacentista, con su estructura epopéyica tan rígida y poco imaginativa, era natural que el género tuviera su momento Don Quijote, en el cual una parodia acabara superando a todos los originales: la saga Scream, cuya sexta película se puede decir que pierde frescura, compensada con set-pieces de calidad y un desarrollo de personajes algo más trabajado.
Desde la primera escena, podemos reconocer que nos encontramos ante una entrega que ha sabido recoger el testigo adecuadamente. No solo por el cine dentro de cine y los discursos metaficcionales por el estado del séptimo arte, sino por las vueltas de tuerca de las reglas del juego. Un juego cuyas reglas serán explicadas, como es habitual, por un personaje tipo, como era Randy en la primera, y que desde el reinicio de la saga, ocupa, para gracia del personal, un personaje llamado Mindy que lleva siempre una camiseta de “Strong female lead”, por si no nos queda claro el carácter meta del asunto. Ahí nos describirá lo que nos encontraremos, al definir las recuelas, a lo largo de la película: más presupuesto, más sangre, más vísceras, y auténticas masacres con un elenco de personajes que crece y crece cada vez más. Esto es una entrega de una franquicia de largo recorrido, y ya no existen las vacas sagradas.
Un slasher de este tipo vive o muere por lo que busca todo el mundo: las escenas de asesinato. Y en este caso, cumple con creces: Nueva York es un escenario fantástico para el festín que se viene. Desde el metro a los rascacielos, el entorno más urbano ofrece nuevas oportunidades para la escabechina, encadenando escenas con buen ritmo, haciendo que resulte corta pese a durar cerca de dos horas. Mención especial merece Ghostface, que sigue resultando tanto terrorífico como patético al mismo tiempo, un equilibrio difícil de lograr.
Aparte de ser juguetón, el guion está algo más trabajado que de costumbre. La historia continua con el elenco de la anterior: seguimos a las hermanas Carpenter, hijas de Loomis, el asesino de la primera, con dos conflictos separados; por un lado, aceptar la herencia familiar del instinto sanguinario, y por otro el proteccionismo de la mayor, Sam, hacia la menor, Tara, que acaba de empezar la universidad en Nueva York y busca algo de independencia. Esto permitirá una mayor introspección dentro de los personajes y que no sean simple carne de cañón. El resto del elenco servirá para mantener la intriga sobre quien será el nuevo Ghostface; no tienen un papel mayor. La mayor debilidad sería que, aparte de que tampoco ofrece nada nuevo, las revelaciones del último tercio resultan bastante poco creíbles (detallo en el spoiler).
La dirección, que viene de la mano de los directores de “Noche de Bodas” (muy recomendable, por cierto) es enérgica, clara y correcta. Se nota su experiencia por el control del tempo, el montaje en las escenas más tensas y por saber introducir elementos de comedia negra. Es profesional, aunque algo falta de personalidad.
En resumen, tenemos delante una muy digna secuela que confirma a Scream como la saga más consistente en cuanto a calidad se refiere dentro del género de los slashers. Como ocurría con Don Quijote, la parodia supera por mucho lo parodiado.
Desde la primera escena, podemos reconocer que nos encontramos ante una entrega que ha sabido recoger el testigo adecuadamente. No solo por el cine dentro de cine y los discursos metaficcionales por el estado del séptimo arte, sino por las vueltas de tuerca de las reglas del juego. Un juego cuyas reglas serán explicadas, como es habitual, por un personaje tipo, como era Randy en la primera, y que desde el reinicio de la saga, ocupa, para gracia del personal, un personaje llamado Mindy que lleva siempre una camiseta de “Strong female lead”, por si no nos queda claro el carácter meta del asunto. Ahí nos describirá lo que nos encontraremos, al definir las recuelas, a lo largo de la película: más presupuesto, más sangre, más vísceras, y auténticas masacres con un elenco de personajes que crece y crece cada vez más. Esto es una entrega de una franquicia de largo recorrido, y ya no existen las vacas sagradas.
Un slasher de este tipo vive o muere por lo que busca todo el mundo: las escenas de asesinato. Y en este caso, cumple con creces: Nueva York es un escenario fantástico para el festín que se viene. Desde el metro a los rascacielos, el entorno más urbano ofrece nuevas oportunidades para la escabechina, encadenando escenas con buen ritmo, haciendo que resulte corta pese a durar cerca de dos horas. Mención especial merece Ghostface, que sigue resultando tanto terrorífico como patético al mismo tiempo, un equilibrio difícil de lograr.
Aparte de ser juguetón, el guion está algo más trabajado que de costumbre. La historia continua con el elenco de la anterior: seguimos a las hermanas Carpenter, hijas de Loomis, el asesino de la primera, con dos conflictos separados; por un lado, aceptar la herencia familiar del instinto sanguinario, y por otro el proteccionismo de la mayor, Sam, hacia la menor, Tara, que acaba de empezar la universidad en Nueva York y busca algo de independencia. Esto permitirá una mayor introspección dentro de los personajes y que no sean simple carne de cañón. El resto del elenco servirá para mantener la intriga sobre quien será el nuevo Ghostface; no tienen un papel mayor. La mayor debilidad sería que, aparte de que tampoco ofrece nada nuevo, las revelaciones del último tercio resultan bastante poco creíbles (detallo en el spoiler).
La dirección, que viene de la mano de los directores de “Noche de Bodas” (muy recomendable, por cierto) es enérgica, clara y correcta. Se nota su experiencia por el control del tempo, el montaje en las escenas más tensas y por saber introducir elementos de comedia negra. Es profesional, aunque algo falta de personalidad.
En resumen, tenemos delante una muy digna secuela que confirma a Scream como la saga más consistente en cuanto a calidad se refiere dentro del género de los slashers. Como ocurría con Don Quijote, la parodia supera por mucho lo parodiado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Habría que decir que escoger a la muerta como uno de los Ghostfaces era un detalle muy barato y que saca de la película; el padre te cuenta que cambiar un cadáver es tan fácil como sacar un cuerpo y dejar otro. Si no fuera por eso, la última parte no sería tan extremadamente débil.
Otro detalle es también otra tradición: saltarse las reglas impuestas desde el principio. En este caso, que las vacas sí que son sagradas.
Por último, mención especial necesitan las para mí dos mejores escenas: la de la escalera y la del metro. La primera por tener la mala leche de cargarse prácticamente todos los secundarios, y la segunda por terrorífica. Cumbres de la saga desde ya.
Otro detalle es también otra tradición: saltarse las reglas impuestas desde el principio. En este caso, que las vacas sí que son sagradas.
Por último, mención especial necesitan las para mí dos mejores escenas: la de la escalera y la del metro. La primera por tener la mala leche de cargarse prácticamente todos los secundarios, y la segunda por terrorífica. Cumbres de la saga desde ya.

4,5
1.682
3
25 de junio de 2022
25 de junio de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien diferencia contenido de estilo. Gente que traza una delgada línea entre lo que se cuenta, y el cómo se cuenta. La distinción parece razonable en principio: hay muchos argumentos para nada imaginativos que son salvados por la pericia del narrador, y artefactos con ideas a raudales arruinados por una mala dirección, progresión argumental pésima y actores terribles que impiden que no te creas ni por asomo lo que te cuentan. Sin embargo, soy más de la opinión de que ambas cosas van totalmente unidas, que si haces un drama o una comedia, con ello viene cierta imposición de estilo, y que el argumento es totalmente distinto dependiendo de cómo lo cuentes, qué se quiere recalcar y qué no. En una película, el cómo y el qué van de la mano, y uno no tiene sentido sin el otro.
La razón para esta parrafada es que una decisión de estilo, impuesta por encima de lo que se quiere contar, es la principal responsable de matar la película, de desproveerla de la gracia que poseía la anterior entrega “El mundo es suyo”, otra astracanada de trazo grueso con cierto encanto, aunque fuera para mostrarnos una imagen divertida y algo satírica de la fauna sevillana. La decisión tomada no es otra que la mayor muestra de adorno innecesario que posee el cine moderno: el plano secuencia.
Para ver los estragos, solo hay que fijarse en el plano de presentación del emisario chino en España. Al ser una comedia coral, y no poder cortar para mostrar diferentes conversaciones, Alfonso se ve obligado a meter en el encuadre a todo el mundo y hacer que hablen a la vez. ¿Y cómo nos enteramos de lo que dicen? Pues a gritos, montando un galimatías confuso en el que apenas se entienden los chistes y las gracias. Otra razón es que, en comedia, cortar y montar una escena para imprimir ritmo es esencial. Aquí ese sentido del ritmo en la escena es inexistente; no se le puede imprimir el ritmo que se quiera en la sala de montaje. Prueba de ello es que en la segunda mitad, cuando desaparecen los planos-secuencia, el ritmo y la gracia aumentan, aunque el daño ya es irreparable.
Si sumamos esta mala decisión con un guion más flojo que el de su predecesora, nos queda, al menos para mí, una pequeña decepción. Esperemos que suba el nivel para la próxima entrega.
La razón para esta parrafada es que una decisión de estilo, impuesta por encima de lo que se quiere contar, es la principal responsable de matar la película, de desproveerla de la gracia que poseía la anterior entrega “El mundo es suyo”, otra astracanada de trazo grueso con cierto encanto, aunque fuera para mostrarnos una imagen divertida y algo satírica de la fauna sevillana. La decisión tomada no es otra que la mayor muestra de adorno innecesario que posee el cine moderno: el plano secuencia.
Para ver los estragos, solo hay que fijarse en el plano de presentación del emisario chino en España. Al ser una comedia coral, y no poder cortar para mostrar diferentes conversaciones, Alfonso se ve obligado a meter en el encuadre a todo el mundo y hacer que hablen a la vez. ¿Y cómo nos enteramos de lo que dicen? Pues a gritos, montando un galimatías confuso en el que apenas se entienden los chistes y las gracias. Otra razón es que, en comedia, cortar y montar una escena para imprimir ritmo es esencial. Aquí ese sentido del ritmo en la escena es inexistente; no se le puede imprimir el ritmo que se quiera en la sala de montaje. Prueba de ello es que en la segunda mitad, cuando desaparecen los planos-secuencia, el ritmo y la gracia aumentan, aunque el daño ya es irreparable.
Si sumamos esta mala decisión con un guion más flojo que el de su predecesora, nos queda, al menos para mí, una pequeña decepción. Esperemos que suba el nivel para la próxima entrega.

6,2
11.317
6
14 de junio de 2022
14 de junio de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo del cine siempre ha tenido varios polos distintivos. Bastan cinco minutos de visionado para distinguir si una película es europea, americana, china o soviética, pues sus influencias se notan desde cosas tan básicas como el color hasta elementos más complejos como la presentación de un personaje. Digamos que la forma de presentar una historia, el qué y el cómo se enfatizan sus diversos componentes es un fiel reflejo de la mentalidad y la forma de ver la vida que posee cada cultura. No es de extrañar, por tanto, el completo dominio audiovisual de un estilo; el americano.
Esta es la historia sobre todo de dos personajes: los dos perdedores, más por mala suerte que por malas decisiones, que intentan, como los chavales de los drafts, abrirse un camino lleno de fama. En este sentido, es una historia de superación excelentemente bien contada, muy bien dirigida, con un ritmo parecido al de una final de baloncesto, en el que hay que jugárselo todo porque no se sabe si se gana o se pierde hasta el final.
Para mí, lo más interesante sin embargo, no es lo que cuenta, que no es nuevo, sino que ejemplifica notablemente cómo funciona el cine comercial americano, y por qué gusta. Así, aquí vemos durante los primeros cinco minutos al personaje de Adam Sandler recorriendo medio mundo: Rusia, China, Alemania y España, buscando al mejor, la pieza que traerá al equipo el primer puesto. América es una nación joven nacida más por la inmigración de gente en busca de una vida mejor, que el desarrollo lento y progresivo del resto de países. Tal vez por esa capacidad de apertura y de integración su cultura permea el mundo entero. Porque aquí Adam estará un día en Arabia y el otro en Hong Kong, pero de lo que no prescinde es de algo tan universal y americano como una hamburguesa del Burger King, que a nadie gusta pero bien que se consume. Esta capacidad camaleónica de apelar a cualquier deseo es uno de los mayores triunfos del que el cine americano puede presumir.
En una película europea, seguramente la Boa lo habría dejado a la primera dificultad, dándose cuenta de que en realidad el dinero y la fama no da la felicidad, que en realidad el baloncesto no es para tanto y tonterías parecidas. ¿En una película americana? Si te caes te levantas, porque aunque las cosas cuesten esfuerzo, y tiempo, y hay que sudar, porque para aquellos que estén dispuestos a luchar con uñas y dientes por sus sueños siempre habrá una recompensa. Nadie llega gratis a la cima. Un ejemplo perfecto de la mentalidad americana, y la razón por la cual nos superan y nos asimilan (cosa que no tiene nada de malo).
A mí me importaba bastante lo que les ocurriera a los personajes, a pesar de que la Boa es un tanto minimalista en ese sentido, y la razón principal es que han sabido crear algo con lo que es muy sencillo sentirse identificado. Queremos que ganen. Decía Tarkovski, y pido perdón a los puretas por nombrarlo aquí, que una creación artística debe mostrar esperanza, y lo cierto es que el cine americano es aún imbatible en ese aspecto.
En resumen, una muy buena película deportiva, con un guion y dirección sólidos (nótese como es capaz de plantar la trama y definir al personaje de Adam en solo 5 minutos; más quisieran algunos guionistas artísticos ser capaces de hacer algo así), que puede disfrutar desde un niño de cinco años a una abuela de setenta.
Esta es la historia sobre todo de dos personajes: los dos perdedores, más por mala suerte que por malas decisiones, que intentan, como los chavales de los drafts, abrirse un camino lleno de fama. En este sentido, es una historia de superación excelentemente bien contada, muy bien dirigida, con un ritmo parecido al de una final de baloncesto, en el que hay que jugárselo todo porque no se sabe si se gana o se pierde hasta el final.
Para mí, lo más interesante sin embargo, no es lo que cuenta, que no es nuevo, sino que ejemplifica notablemente cómo funciona el cine comercial americano, y por qué gusta. Así, aquí vemos durante los primeros cinco minutos al personaje de Adam Sandler recorriendo medio mundo: Rusia, China, Alemania y España, buscando al mejor, la pieza que traerá al equipo el primer puesto. América es una nación joven nacida más por la inmigración de gente en busca de una vida mejor, que el desarrollo lento y progresivo del resto de países. Tal vez por esa capacidad de apertura y de integración su cultura permea el mundo entero. Porque aquí Adam estará un día en Arabia y el otro en Hong Kong, pero de lo que no prescinde es de algo tan universal y americano como una hamburguesa del Burger King, que a nadie gusta pero bien que se consume. Esta capacidad camaleónica de apelar a cualquier deseo es uno de los mayores triunfos del que el cine americano puede presumir.
En una película europea, seguramente la Boa lo habría dejado a la primera dificultad, dándose cuenta de que en realidad el dinero y la fama no da la felicidad, que en realidad el baloncesto no es para tanto y tonterías parecidas. ¿En una película americana? Si te caes te levantas, porque aunque las cosas cuesten esfuerzo, y tiempo, y hay que sudar, porque para aquellos que estén dispuestos a luchar con uñas y dientes por sus sueños siempre habrá una recompensa. Nadie llega gratis a la cima. Un ejemplo perfecto de la mentalidad americana, y la razón por la cual nos superan y nos asimilan (cosa que no tiene nada de malo).
A mí me importaba bastante lo que les ocurriera a los personajes, a pesar de que la Boa es un tanto minimalista en ese sentido, y la razón principal es que han sabido crear algo con lo que es muy sencillo sentirse identificado. Queremos que ganen. Decía Tarkovski, y pido perdón a los puretas por nombrarlo aquí, que una creación artística debe mostrar esperanza, y lo cierto es que el cine americano es aún imbatible en ese aspecto.
En resumen, una muy buena película deportiva, con un guion y dirección sólidos (nótese como es capaz de plantar la trama y definir al personaje de Adam en solo 5 minutos; más quisieran algunos guionistas artísticos ser capaces de hacer algo así), que puede disfrutar desde un niño de cinco años a una abuela de setenta.

6,0
15.821
6
6 de junio de 2022
6 de junio de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de serie B como la que nos ocupa suelen ser interesantes por varias razones. La primera es que, a falta de capital, cualquier cuestión se resuelve con unas pequeñas gotas de ingenio. La segunda implica la escasez de otro recurso: el personal, lo que implica que alguien como Neil Marshall, que aquí dirige, haga además de guionista y montador, y eso que en Dog Soldier, su mejor película, hacía hasta de director de fotografía y encargado de efectos especiales. La combinación de estas dos faltas nos da la tercera razón: suelen ser películas personalísimas que van directas al grano y no se andan con florituras.
Así como Asalto al Distrito 13 de Carpenter abre con un plano parecido al de una trinchera para avanzar el ambiente de asedio que vamos a experimentar, aquí Neil se encarga de golpe y porrazo (y nunca mejor dicho) de mostrarnos de qué va el asunto: sustos, muchas vísceras y secuencias de sueños de la protagonista un tanto tramposos. Directo, como hemos dicho antes.
Lo que diferencia a esta película de cualquier otra de terror es el ambiente claustrofóbico que posee, que no es otro que unas cuevas en las que nuestras protagonistas, como hacen todos los veranos, piensan pasárselo bien y disfrutar de la vida. Claro que eso no es lo que ocurre ni por asomo, pues aburriría a cualquiera, y a mitad de la aventura una nueva amenaza aumenta todavía más el encierro y la sensación de ahogo. A partir de aquí ya se siguen los códigos del slasher, en los que cada una muere de una manera más cruenta de la anterior, hasta un final un tanto engañoso y que agría un poco la experiencia para mi gusto.
Al ser un largometraje tan directo, los personajes no son nada del otro mundo. Hasta tal punto es así, que hay que hacer esfuerzos para acordarse del nombre de alguna de las chicas. Aunque, viendo el resultado final, se podría argumentar que tampoco es necesaria cierta complejidad; para qué darle nombre a la carnaza. Se siguen esquemas arquetípicos y plenamente funcionales y se va a lo que todo el mundo espera.
En términos de dirección, lo más destacable es algo que no se ve, y que no es otra cosa que la forma de rodarla en una cueva. Durante la proyección, estaba constantemente tratando de averiguar como Neil había podido meter la cámara en aquel espacio tan reducido, e incluso poder moverla con tanta soltura. Solo sufre en las escenas de acción, en las que una cámara un tanto mareante impide siquiera adivinar lo que está ocurriendo.
Los efectos, ahí sí, se llevan la palma. Si te gustan los efectos artesanales, los monstruos, y los ambientes tétricos, esta película te va a encantará. En cierto momento la protagonista se cae en una zona que haría las delicias de aquellos que sean aficionados a las imágenes de cómics de fantasía un tanto truculentas. Una sorpresa en ese sentido.
En resumen, una película simple y efectiva, pero que no deja mucho poso.
Así como Asalto al Distrito 13 de Carpenter abre con un plano parecido al de una trinchera para avanzar el ambiente de asedio que vamos a experimentar, aquí Neil se encarga de golpe y porrazo (y nunca mejor dicho) de mostrarnos de qué va el asunto: sustos, muchas vísceras y secuencias de sueños de la protagonista un tanto tramposos. Directo, como hemos dicho antes.
Lo que diferencia a esta película de cualquier otra de terror es el ambiente claustrofóbico que posee, que no es otro que unas cuevas en las que nuestras protagonistas, como hacen todos los veranos, piensan pasárselo bien y disfrutar de la vida. Claro que eso no es lo que ocurre ni por asomo, pues aburriría a cualquiera, y a mitad de la aventura una nueva amenaza aumenta todavía más el encierro y la sensación de ahogo. A partir de aquí ya se siguen los códigos del slasher, en los que cada una muere de una manera más cruenta de la anterior, hasta un final un tanto engañoso y que agría un poco la experiencia para mi gusto.
Al ser un largometraje tan directo, los personajes no son nada del otro mundo. Hasta tal punto es así, que hay que hacer esfuerzos para acordarse del nombre de alguna de las chicas. Aunque, viendo el resultado final, se podría argumentar que tampoco es necesaria cierta complejidad; para qué darle nombre a la carnaza. Se siguen esquemas arquetípicos y plenamente funcionales y se va a lo que todo el mundo espera.
En términos de dirección, lo más destacable es algo que no se ve, y que no es otra cosa que la forma de rodarla en una cueva. Durante la proyección, estaba constantemente tratando de averiguar como Neil había podido meter la cámara en aquel espacio tan reducido, e incluso poder moverla con tanta soltura. Solo sufre en las escenas de acción, en las que una cámara un tanto mareante impide siquiera adivinar lo que está ocurriendo.
Los efectos, ahí sí, se llevan la palma. Si te gustan los efectos artesanales, los monstruos, y los ambientes tétricos, esta película te va a encantará. En cierto momento la protagonista se cae en una zona que haría las delicias de aquellos que sean aficionados a las imágenes de cómics de fantasía un tanto truculentas. Una sorpresa en ese sentido.
En resumen, una película simple y efectiva, pero que no deja mucho poso.
7 de mayo de 2022
7 de mayo de 2022
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me imagino lo primero que mira el Kevin cuando le mandan la próxima propuesta para El Nuevo Evento Que Redefinirá El Universo Marvel Para Siempre, aunque sea el Tío Sam:
- Que la peli empiece con una pelea con bichos grandes y malosos, e introducimos una subtrama de estas sobre superación, y ser más fuertes, y blablabla . Si introduce al Nuevo Personaje Que Redefinirá El Universo Marvel Para Siempre, que siempre es más sosainas que el anterior, mejor.
- Metemos un McGuffin friki para que los personajes vayan deambulando de un lado para otro como pollos sin cabeza (Puede ser una piedra superpoderosa, un libro superpoderoso, o una lanza. Lo que valga para detener el malo de turno). Si metemos cosas de alguna saga de los cómics para que los fans acérrimos se queden contentos y vean lo mucho que Marvel les adora (Aquí Dinastía de M), más puntos.
- Metemos una pelea en el medio para que la gente no se aburra. Añadir algo de fanservice por aquí si la cosa pinta muy mal, que si no la gente no aplaude. Si la hacemos de noche para que el CGI no se note, pues tanto mejor.
- Les hacemos deambular por ahí otra vez. Hacemos que la trama ñoña de superación, ser más fuerte o buscar la felicidad vaya conduciéndose hacia una conclusión que vamos, no se ve ni de lejos.
- Un malo maloso que o es más plano que una tabla de planchar o al que hay que perdonar. A nadie le importa cuanta gente se ha muerto, los destrozos, o que padezca algún trastorno de personalidad múltiple de asesino en serie o genocida. En el mundo de Marvel, todos somos amigos.
- Lo empaquetas todo con un ritmo tan rápido (que aquí tristemente empieza a la media hora) para que la gente no se de cuenta de los agujeros de guion del tamaño de cráteres lunares, y le metes una escena post créditos para que se vayan a casa calentitos.
- Hacemos referencias con otros productos para que vean lo tremendamente expansivo e interesante que es nuestro universo, aunque los personajes sean auténticos muñecos que solo son humanos cuando sueltan los chistes de rigor.
Ya en serio, las mejores partes de la película es cuando dejan a Raimi desmelenarse un poco (La sangre, las vísceras, las frikadas y los sustos). Cuando la película vuelve al terreno marvelita durante el 80 % del metraje, la cosa pega bajones de campeonato. Ver spoiler para más info. No sé para que se molestan en dejarle tras la cámara si no es para que haga su magia. Es como dejarte la miel en los labios; al menos con otras no se salen de la línea, no te das cuenta de lo que podría haber sido, y no te parece que la cosa vaya tan mal. En fin, un desperdicio.
- Que la peli empiece con una pelea con bichos grandes y malosos, e introducimos una subtrama de estas sobre superación, y ser más fuertes, y blablabla . Si introduce al Nuevo Personaje Que Redefinirá El Universo Marvel Para Siempre, que siempre es más sosainas que el anterior, mejor.
- Metemos un McGuffin friki para que los personajes vayan deambulando de un lado para otro como pollos sin cabeza (Puede ser una piedra superpoderosa, un libro superpoderoso, o una lanza. Lo que valga para detener el malo de turno). Si metemos cosas de alguna saga de los cómics para que los fans acérrimos se queden contentos y vean lo mucho que Marvel les adora (Aquí Dinastía de M), más puntos.
- Metemos una pelea en el medio para que la gente no se aburra. Añadir algo de fanservice por aquí si la cosa pinta muy mal, que si no la gente no aplaude. Si la hacemos de noche para que el CGI no se note, pues tanto mejor.
- Les hacemos deambular por ahí otra vez. Hacemos que la trama ñoña de superación, ser más fuerte o buscar la felicidad vaya conduciéndose hacia una conclusión que vamos, no se ve ni de lejos.
- Un malo maloso que o es más plano que una tabla de planchar o al que hay que perdonar. A nadie le importa cuanta gente se ha muerto, los destrozos, o que padezca algún trastorno de personalidad múltiple de asesino en serie o genocida. En el mundo de Marvel, todos somos amigos.
- Lo empaquetas todo con un ritmo tan rápido (que aquí tristemente empieza a la media hora) para que la gente no se de cuenta de los agujeros de guion del tamaño de cráteres lunares, y le metes una escena post créditos para que se vayan a casa calentitos.
- Hacemos referencias con otros productos para que vean lo tremendamente expansivo e interesante que es nuestro universo, aunque los personajes sean auténticos muñecos que solo son humanos cuando sueltan los chistes de rigor.
Ya en serio, las mejores partes de la película es cuando dejan a Raimi desmelenarse un poco (La sangre, las vísceras, las frikadas y los sustos). Cuando la película vuelve al terreno marvelita durante el 80 % del metraje, la cosa pega bajones de campeonato. Ver spoiler para más info. No sé para que se molestan en dejarle tras la cámara si no es para que haga su magia. Es como dejarte la miel en los labios; al menos con otras no se salen de la línea, no te das cuenta de lo que podría haber sido, y no te parece que la cosa vaya tan mal. En fin, un desperdicio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tener a Wanda como la mala malosa de turno no está nada mal, y desde luego que la secuencia en el otro universo en el que parece un Terminator sacado de los padrinos mágicos matando a diestro y siniestro con sangre y saña está genial y es la mejor parte. Pero no deja de ser triste que, en una compañía que se jacta de personajes femeninos fuertes, hagan que su anhelo vital sea convertirse en un ama de casa de los 50. Si es que el chiste se cuenta solo.
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