El genial Bruce Willis, auténtico azote de cinéfilos, críticos y demás gentes de bien, culminó con Mercury Rising su año redondo que le llevaría a ganar de calle el premio Razzie al peor actor. Ya quisieran muchos ganadores del Oscar tener la mitad de la chispa y el gancho de Willis, quien llenaba salas y rebentaba taquillas sin despeinarse (nunca mejor dicho).
Si bien es cierto que aquí la recaudación no fue la esperada, es justo decir que no fue porque mi amigo Bruce no aportara al film su innegable carisma, que por si solo sostiene la película. Una trama en absoluto original, con un final previsible hasta decir basta, que no obstante mantiene bien vivo el interés por como se las arreglará esta vez nuestro héroe para derrotar al malo. Alec Baldwin, otro eterno candidato a los Razzie, en otra correctísima interpretación como en él es habitual.
El conjunto es bien recomendable, a pesar de contar con estos dos pésimos actores.

El póker es uno de esos juegos que se disfrutan tanto o más como espectador que como jugador, pues sin la ansiedad y la tensión de quien se esta jugando su sueldo es más fácil apreciar la infinidad de matices propios de una partida.
"Rounders" nos traslada al submundo del juego ilegal, sirviéndose de un guión tan sencillo como eficaz y divertido, donde el espectador será partícipe de las más desconcertantes timbas posibles y se podrá deleitar con los gestos y reacciones propias de quienes dominan el arte de despistar continuamente al adversario.
Sinceramente, si hay una cara imposible de descifrar en el cine actual, coincidirán conmigo en que es la de John Malkovich, tremendo como siempre. Bueno, y si alguien es capaz de sentarse frente a él para desafiarle, ese tiene que ser Matt Damon, perfecto como siempre en el papel de lobo con piel de cordero.
Disfruté como un niño con esta cinta que curiosamente nunca he visto que la programen por la tele. La recomiendo tanto si uno es aficionado al póker como si no. Sin duda no se arrepentirán de invertir su tiempo en tan digna película. Por los recuerdos que a élla me unen no puedo darle menos de un 9.

Tiene el mérito de provocar sonoras carcajadas sin distinción de sexo, edad o condición social, sirviéndose de un humor tan sencillo como eficaz.
Bud Spencer y Terence Hill formaron una pareja irrepetible, que dejó huella entre quienes rebobinábamos el video para revisar otra vez las mejores jugadas en forma de hostias frescas y crujientes, repartidas con alegría y generosidad. Era importante que tales bofetadas nunca fueran excesivamente expeditivas, para que los receptores de los susodichos guantazos volvieran a por más con los ánimos todavía intactos.
Entre sus multiples situaciones graciosas se encuentran siempre dos gags que siguen pareciéndome geniales:
-Si durante el alboroto de la pelea suena un teléfono, es obligado parar, descolgar el auricular y que el incauto de turno al que supuestamente se reclama al aparato reciba su correspondiente sopapo por parte de Bud.
-Durante la trifulca, Terence se ensañará con alguien de un modo especialmente educado, luciendo en todo momento una cordial sonrisa y excelentes modales para quien esta recibiendo una soberana paliza.
Bud y Terence, dos tipos geniales, dos heroes de carne y hueso con quienes pasar hora y media de lo más agradable. Las risas, en este caso, estan aseguradas.

Por más que me esfuerzo no consigo captar toda la grandeza de una obra que es a menudo calificada de maestra, considerada como imprescindible por una inmensa mayoría, encumbrada a los altares del cine tanto por cinéfilos como por aficionados en general.
Dirección, guión, interpretaciones, fotografía, banda sonora, montaje... todo se conjunta correctísimamente para dar forma a la película más aplaudida y respetada de la historia (más te vale que así sea o puedes salir bastante mal parado).
Sin embargo, en un ejercicio de honestidad y sinceridad conmigo mismo, debo admitir que a mi nunca me ha llegado a impactar. Me interesa la historia que me cuenta, pero no me emociona. Creo apreciar el talento que hay detrás de la cámara, así como el estupendo trabajo que realizan un plantel de actores de primerísimo nivel, sin embargo no llegan a despertarme verdadera empatía (como que me da un poco igual si les pegan o dejan de pegar un par de tiros).
Ya para terminar, una última blasfemia: cuando la programan por la tele y me dispongo a revisarla, casi nunca aguanto despierto hasta el final.

La película en cuestión transmite lo mismo que el rostro petrificado de la, hasta no hace mucho, excelente actiz Nicole Kidman, es decir, nada. Sabremos que esta triste solamente si vemos que llora, aunque también podría llorar de alegría, con lo cual deberemos deducir su estado emocional guiándonos por métodos puramente intuitivos.
No soy ningún experto en cirugía estética, pero me parece una chapuza lo que se están haciendo no pocos actores y actrices, cuya profesión requiere cierta capacidad para expresar estados de ánimo. Tras estas cada vez más arraigadas prácticas, consistentes en anular los rasgos típicos de una cara a base de inyectarse bótox compulsivamente, se dejan entrever personalidades con graves complejos, con autoestimas por los suelos.
No deja de ser curioso que personas con vidas supuestamente exitosas, con físicos privilegiados que son la envidia del resto de los mortales, terminen cayendo en este tipo de actitudes tan infantiloides, que a mi personalmente me parecen lastimosas.
Ah, por cierto, la película es malilla.