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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5 de marzo de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se basa en el relato del los viajes que un militar ruso hizo antes de la Revolución para cartografiar una de las regiones más desconocidas y remotas de Siberia. Un cazador originario de la región se convierte en el protagonista de la historia y de la película por el contraste entre su capacidad para vivir en la naturaleza y su ingenuidad para vivir en la sociedad. Su sencillez, su bondad, su ternura son indispensables para sobrevivir en un medio hostil, como la naturaleza, pero completamente inadecuadas para sobrevivir en otro medio hostil, como la sociedad.

El culto Akira Kurosawa dirigió esta película, que a mi modo de ver encierra una dura crítica a la sociedad civilizada, tras cinco años de silencio, en los que estuvo sumido en una grave crisis personal. Como en cada una de sus películas mimó hasta la obsesión cada detalle y alguna de sus escenas ha quedado para la historia del cine.

Recomiento ver los créditos finales completos, aunque estén escritos en caracteres cirílicos (hasta la caligrafía es exquisita), porque la belleza de la imagen y de la música, cuando ya todo ha terminado, son la mejor manera de regresar dulcemente a nuestra realidad cotidiana, saboreando hasta el último momento la maravilla que hemos visto.
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Más que la historia de la amistad, lo que me conmueve de esta película es la complejidad del personaje de Dersu, el contraste entre la dureza inmensa de su vida, no solo por el enfrentamiento a la naturaleza, sino por su desamparo ante las enfermedades, como la viruela que mató a toda su familia o el debilitamiento de su vista que le impedirá sobrevivir en la taiga, y su inmensa ternura interior, su bondad sin fin, y su ingenuidad; pero este ingenuo es el que dice a los soldados que son como niños, que ni siquiera saben que cuando los pájaros comienzan a cantar va a dejar de llover “si vosotros vivir en taiga, enseguida perderse”. Por otra parte, esa ingenuidad, esa confianza en los demás, que es indispensable para sobrevivir en la naturaleza, hace imposible su supervivencia en un medio civilizado; así, mientras que los jóvenes soldados se dedican en una cabaña deshabitada a jugar como niños, tirando la puerta al suelo, Dersu repara el tejado y pide al capitán que deje en ella leña y alimento, que pueden ser de utilidad, y aun salvar la vida de algún otro que transite por la taiga; pero cuando gana lo que para él es una pequeña fortuna después de una temporada cazando martas, la pierde enseguida a manos de un avispado estafador, y nunca comprende lo que le ha pasado. La realidad de este buen salvaje (la película se basa en el relato que de su experiencia hizo Vladimir Arséniev, es decir, en un hecho documentado), desmiente en buena medida la teoría de la maldad intrínseca del ser humano, pues, según la experiencia de Arséniev, es la civilización y la cultura la que convierte al hombre en un lobo para el hombre.

Para el recuerdo la escena de la construcción de una choza improvisada en un páramo en medio del viento. Ahí está sin duda el mejor Kurosawa. La belleza formal es constante. No satisfecho con representar una historia cargada de sentimientos y significado, las escenas parecen planteadas como cuadros románticos, o incluso medievales o barrocos. Así, en el momento en que Dersu se retira una noche, con una botella de vodka a cantar y recordar a su familia, si detenemos la imagen en cualquier momento, descubriríamos una escena propia de los pintores flamencos y una luz digna de Rembrandt. Otra escena memorable es la del tigre, Amba, enfrentado a Dersu y el capitán, o la inquietante sonoridad de ese árbol adornado con bolas de hielo, latas vacías y cucharas por Navidad.

El culto Kurosawa hace un durísimo alegato en esta película contra la civilización, hasta el punto que será el sofisticado fusil que ha regalado a Dersu el amable capitán el causante de su perdición en un nuevo medio mucho más hostil….y civilizado.

Resulta cuando menos curiosa, chocante incluso, de la parte de la película que se desarrolla en la ciudad de Jabarovsk, la casi “no presencia” de la esposa del capitán. En la vida real, ese matrimonio fue declarado nulo años más tarde.
3 de abril de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kurosawa siempre nos da más. Si, a la vista de la sinopsis, creemos que vamos a ver una obra menor sobre un tema algo banal, el genio japonés nos demostrará lo que es capaz de hacer con ello. En particular me han conmovido dos cosas: El personaje del abogado, digno de Dostoievski, débil, vulnerable, granuja, canalla, ridículo y grandioso a la vez, entrañable y dulce, y también odioso e irritante, que apura hasta las heces el cáliz de la humillación, y una parte especialmente bella, que se inicia con Aoe, el pintor, llevando en su moto un árbol de navidad y termina a la orilla de un charco infecto, pero en el que se reflejan las estrellas, rodada magistralmente, con toques de Casablanca o de Qué bello es vivir, y que despierta a traición toda la gama de nuestras emociones.
10 de marzo de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un festival de emociones. Una ambientación soberbia en el año 1971. Una historia sencilla, pero que contiene una vida hecha de sentimientos presentados con fuerza, con naturalidad, sencillez y delicadeza. Una primorosa obra de artesanía, donde cada detalle es cuidado con cariño para ser puesto al servicio de la historia que se cuenta, de las emociones que se comparten y del homenaje que se rinde.

"Te digan lo que te digan, la única verdad es que estamos solas", dice en un momento la señora, abandonada por el marido, a Cleo, la fámula, ambas, por ser mujeres, víctimas de la sociedad hecha para los hombres, pero una al servicio de la otra, unidas una y otra por una relación de solidaridad y de afecto que las lleva a formar parte de una misma familia, así sienten a Cleo los niños, pero con la tensión de una diferenciación de roles, que convierten a Cleo en una persona doblemente sacrificada, como mujer y como criada.
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La cámara mira al suelo de losetas de granito. El agua jabonosa cae una y otra vez, hasta que el cielo, en blanco y negro, se refleja en él, mientras van apareciendo los créditos. Roma es un barrio rico del Distrito Federal de México.

La cámara sigue a Cleo subiendo por la escalera de las azoteas y termina mirando directamente al cielo. El ciclo se ha cerrado. El recorrido que va del suelo al cielo es el que transforma la palabra Roma en su reverso, la palabra Amor. La película ha terminado.

Todo tiene el brillo y la limpieza de la sinceridad, de la credibilidad, por ello uno participa de los sentimientos de la madre y de los profesionales sanitarios durante un accidentado parto, de los de una familia rota que, bajo un extravagante cangrejo publicitario, se consuela con un helado mientras junto a ellos se celebra el convite de una boda, de la impotencia de la abuela que reza avemaría tras avemaría en medio de un atasco dentro de un túnel, sin poder hacer otra cosa para ayudar a Cleo, o de ese momento en que el mar pasa de amigo que serena y consuela a peligroso y feroz enemigo, y uno siente físicamente en el pecho y en el estómago el temor de la pérdida a lo largo de ese deslumbrante travelling en el que Cleo pierde de vista y busca a uno de los niños en la noche de la gran ciudad, contraste siempre entre un mundo externo absurdo, peligroso e impredecible y la familia, sentida como una fuente vulnerable de seguridad, basada en el afecto.


Ha habido momentos en que he recordado La Strada (como en la escena del extravagante profesor
que da clases de artes marciales en el suburbio miserable) y, ciertamente, Cleo tiene mucho de
Gelsomina, una persona que encierra dentro de sí misma mucho más de lo que cree y que, por eso,
pasa desapercibido a los demás, pero no al homenaje que ahora le rinde uno de los hijos, Alfonso
Cuarón, el niño que se recordaba como diferentes héroes y que le dedica esta película, que se
resume en ese contrapicado final, cuando Cleo carga con la ropa de la familia, cuyo peso representa
el de las obligaciones cotidianas, para tenderla en la azotea, mientras los demás se relajan de sus
incertidumbres, de sus preocupaciones y de su cansancio viendo la televisión.
30 de diciembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Hay momentos que recuerdan a aquellos de los años noventa en los que un adolescente travieso tomaba la cámara de vídeo familiar y filmaba a los miembros de su familia sin que estos fuesen conscientes de ello, y casi se podría decir que esta película narra la vida real de la familia desde la invisibilidad de las cámaras, que, por otra parte, cuando están dentro de la casa familiar, no tienen un momento de descanso. Esta es una película que a nadie deja indiferente. Las puntuaciones de las críticas son o muy altas o muy bajas… Aquellos a los que no ha gustado se quejan de que en una película de tres horas no pasa nada. No puedo estar de acuerdo con ellos. Al final conocemos la vida de todos los miembros de la familia, incluso del fallecido al que se homenajea, sus ideas, sus preocupaciones, sus traiciones, sus debilidades, sus maldades sus fidelidades e infidelidades, sus empeños y sus fracasos, y nos queda una panorámica de la sociedad rumana después de Ceaucescu, pero también de la incertidumbre que rodea ahora a todos los ciudadanos europeos. También he visto una crítica que censura el comienzo de la película, donde vemos durante varios minutos unas idas y venidas que parecen no tener sentido. Después de los créditos la cosa se explica por medio de una discusión de un matrimonio dentro de un coche, discusión quizá banal, pero también creíble y cotidiana y en la que, de un modo u otro, todos podemos sentirnos reconocidos. Sieranevada es, en primer lugar, una película sobre lo cotidiano que podríamos decir que coge a sus personajes en zapatillas. Como en la realidad, gran parte de las conversaciones son aparentemente neutras, pero en ellas se van retratando los diferentes personajes, y todos podemos reconocernos en ellos. El primer gran logro de la película es la credibilidad y la sensación de naturalidad, de realidad retratando la vida cotidiana.

En segundo lugar Sieranevada es una película sobre la tradición. En este caso la costumbre rumana de que toda la familia en sentido amplio celebre un banquete a los cuarenta días del fallecimiento de uno de sus miembros. Esta tradición, posiblemente como en otros casos, es vista por los más jóvenes, o por los más rebeldes, como un sinsentido o como una rémora de tiempos pasados que parecían superados; pero el resultado es que la tradición, aun con su aspecto absurdo, sirve de aglutinante, de elemento de unión de la familia, y de ocasión para que unos y otros se comuniquen y expresen sus sentimientos, aunque su cumplimiento presente dificultades y lleguemos a creer que va a ser imposible superarlas.

Por último, pero no como lo menos importante, frente a la tesis de lo cotidiano y a la antítesis de la tradición, la síntesis de la familia, como un refugio, que parece muchas veces un manicomio, donde no faltan los cuñados de libro, pero donde los más débiles (esa niña a la que no se debe despertar, esa tía maltratada), y también los más fuertes en sus momentos de debilidad, encuentran amparo y protección en un mundo externo aun más absurdo y agresivo.
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Los primos, habiendo comido, por fin, y uno de ellos ataviado con ese otro personaje de la película que es el traje del difunto, ríen de buena gana. Interpreto que estas risas responden a un sentimiento complejo, hecho del orgullo y la vergüenza, del absurdo y el amparo que sienten al formar parte de esa familia, de haber cumplido con la tradición y de haberse comportado en la forma en la que lo han hecho. Creo que la película es “real como la vida misma”, y que para conseguir llevar a la pantalla esa realidad con tantísima naturalidad, hace falta mucha sensibilidad, mucha habilidad, mucha profesionalidad y estar en el “estado de gracia”, del que hace gala Cristi Puiu y el resto de los que han intervenido en la película.
30 de diciembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
“¿Habrá que resignarse a vivir en un mundo humano con menos orden y sentido que un hormiguero o una colmena; en un mundo a la vez tiranizado y anárquico, militarizado y carcomido por el miedo; un mundo en el que los hombres y mujeres atiendan a sus ocupaciones sabiendo que sus gestos y actos se producen en una sociedad incoherente, inconsecuente, huera de todo sentido, como los títeres de los volatineros?” Salvador de Madariaga. De la angustia a la libertad.


Tal como la he entendido, Las armonías de Werkmeister es un acta y una profecía filmadas en lenguaje poético. Acta del fin de la sociedad, no ya democrática, sino organizada, culta y civilizada que surge con el Renacimiento, y una profecía que se está cumpliendo, la de la destrucción del humanismo, de todo lo que es solidaridad y cultura, es decir del mismo ser humano. Acta de la marcha firme y decidida hacia el hospital, profecía del regreso triste y desengañado. La tremenda escena de la torpe violencia en el hospital termina con la imagen de un hombre anciano, desnudo, asustado y, seguramente moribundo. Es el ser humano, el hombre de Vitrubio al que el humanismo colocó en el centro del universo. Esta destrucción se detalla en los dos personajes principales de la película. El joven bueno, sensible, atento, soñador y servicial, que vive pendiente del movimiento del universo y duerme protegido por un planisferio, que a todos escucha, pero al que nadie quiere escuchar, y el anciano sabio que, encerrado en su torre de marfil, vive entregado a la musicología.

Al son de la marcha Radetzky dos espabilados, siguiendo las enseñanzas de Maquiavelo (El Príncipe) manipulan en provecho propio el miedo del pueblo dirigiéndolo a un enemigo exterior, desconocido y misterioso (la ballena) y manejan con amenazas ciertas y falsas promesas al hombre culto, mientras que el futuro que nos espera queda a merced de los dos odiosos hijos del policía (“voy a ser muy duro contigo” dice a la cámara uno de los niños, y es el futuro el que nos habla). Estos niños heredarán para ellos solos lo que antes era de todos.

Y Béla Tarr consigue expresar todo esto con un lenguaje cinematográfico excepcionalmente bello, con una iluminación prodigiosa en un expresivo blanco y negro. No importa, al contrario, que los personajes aparezcan con los rostros endurecidos, sin afeitar y despeinados y vestidos con ropas pensadas más para asustar al frío que para agradar. No importa, al contrario, que los planos secuencia sean excepcionalmente prolongados, ni que sólo en un breve momento de la película veamos brillar el sol. La fuerza de cada una de las imágenes y escenas es inolvidable y la banda sonora, tan importante en esta película, en la que también se habla de música, es discreta, sencilla y emocionante.
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El discurso de Esztner

“No moriréis (…) seréis como Dios” (la serpiente a Eva) Libro del Génesis.

El clave (¿mal?) temperado.

Del mismo modo que los satélites alrededor de los planetas, que estos alrededor del sol, y que la cámara en torno al señor Esztner, gira la película en torno a este discurso, que tiene un alcance filosófico que va más allá de lo musical, como dice el mismo Esztner.
La división de la escala musical en doce semitonos se debe al Werkmeister que da nombre a la película, con los antecedentes mencionados por Esztner del alemán Praetorius y del español Francisco de Salinas, quien publicó en 1577 De musica libri septem, proponiendo diferentes sistemas de temperamento musical, entre ellos el que denominaba temperamento igual, que terminó siendo el generalmente adoptado, desde J.S. Bach hasta nuestros días. Este temperamento igual fuerza la relación de la música con la naturaleza y con la geometría. Al someter las leyes de la naturaleza a su conveniencia, el ser humano actúa como amo de ella, es decir como un dios, y no como un mortal.
El tratamiento cinematográfico del discurso es exquisito. Los movimientos de la cámara alrededor de Esztner y los significativos desvíos de este recorrido, hacia Valuska y hacia el cuaderno de notas. La voz emocionada, serena y solemne, los discretos gestos de agradecimiento y de despedida, la iluminación, cada detalle, en fin, ha sido mimado y estudiado.

Conclusión.

Según cómo andemos de esperanza, vista la película, podemos quedarnos con el amarguísimo final, en el que no sabría decir cuál de los dos protagonistas ha quedado más destrozado; o con el final de la primera escena, que es casi un prólogo, al fin y al cabo todo es movimiento en el universo, y, como dice Valuska, no hay que tener miedo, esto no es el final, el eclipse pasará, y volverá la luz y el calor del sol.
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