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Críticas 151
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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10 de octubre de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agnosia: alteración de la percepción que incapacita a alguien para reconocer personas, objetos o sensaciones que antes le eran familiares.

Durante la proyección del último trabajo de Gonzalo Mira, un espectador puramente objetivo puede fácilmente llegar a estar bajo los efectos de esta patología. Cuesta discernir el género al que pertenece Agnosia. En ocasiones se nos presenta como una historia de amor, en otras como un thriller de espionaje industrial y en otras cuesta encontrar la definición.
Según palabras del director, entenderá que se califique el filme como diferente pero no es precisamente en el sentido positivo de la palabra. Con un arranque prometedor en el que la fotografía supera cualquier otro aspecto de la cinta, nos encontramos con otra superproducción española, o eso parece. Ambientada en una época histórica realmente interesante, finales del S.XIX, Agnosia desprende un rancio aroma que recuerda a alguna producción televisiva al uso. Aún siendo un relato vagamente ameno la dirección y el guión no ayudan a ser fructífero sino más bien a destrozar las expectativas del respetable, si alguna vez las hubo.

Es vergonzoso ver recitar a actores, poco creíbles, el texto de un Antonio Trashorras que en un mal momento se puso a escribir semejante bazofia. Pero lo realmente bochornoso es que se haya invertido un pastizal en una película que lo desaprovecha de forma considerable. Incluso los actores no debieron coger fuerzas en el desayuno el día de comienzo de rodaje. Su labor se asemeja a una obra de fin de curso donde los textos memorizados son escupidos sin ninguna pretensión. Mención especial para un Noriega que debe abandonar de una vez el séptimo arte y probar suerte en las pasarelas.

Agnosia adolece de grandilocuencia y sin embargo, aun contando con un elevado presupuesto, se deja lo mas importante en el tintero. La carencia de emoción de sus personajes y la frialdad con la que está contada produce en el espectador un verdadero estado de agnosia.

Lo mejor: el diseño de producción.
Lo peor: la ausencia de carisma en todo el metraje
8 de marzo de 2009
89 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta complicado ser objetivo con un trabajo de Eastwood cuando nos ha deleitado con obras de gran calidad e interés tanto delante como detrás de la cámara. No es fácil asimilar que un film en el que aparece el polifacético actor se derrumbe desde casi el inicio. El guión no deja de ser predecible en todo momento cargado de unos chistes al más puro estilo "superfumados" en el que sólo con aparecer en pantalla un asiático o Clint pronunciando la palabra yogur por enésima vez la sala cae rendida a su encanto. ¿Realmente si los títulos de crédito no incluyeran su nombre el film gozaría de la misma aceptación? Es posible que me equivocase en la elección de la película, creía que iba a contemplar un duro drama-thriller tipo Mystic River pero nada más lejos de la realidad. A favor cuenta con un montaje muy personal y claramente efectista así como la gran interpretación de su director pero Gran Torino no alcanza el nivel de las predecesoras obras de Eastwood. Se trata nada más de un capricho hecho para sí mismo y para el deleite de sus fans sin embargo el director se olvida de hacernos entrar en una historia de racismo e incomunicación para lograr las risas del espectador a base de mofas por los rasgos de una comunidad.

Lo mejor: las escenas de Clint Eastwood con la joven vecina.
Lo peor: (spoiler) falta de profundidad en el personaje principal, en 5 minutos pasa de ser el mayor hijo de puta racista al gran héroe en la salvación de sus vecinos de etnia mon.
17 de diciembre de 2012
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Audiard lo ha vuelto a conseguir. Ha colocado un nudo en la garganta de un servidor durante la mayor parte del metraje y días después de su visionado, sigue ahí. Porque hay películas bochornosas que encuentran en la discapacidad su mayor estandarte y no tenemos que ir muy lejos para identificarlas. Y luego está "De óxido y hueso", una historia que va más allá de la manida superación. Un relato lúcido, de sufrimiento, sí, pero también de esperanza, de redención, del amor surgido en un campo de minas. Ese al que agarrarse cual chaleco salvavidas. Ese que parece haber sido desahuciado de la cara menos amable de la sociedad. Ese que llega tarde pero a tiempo.

El protagonista de "De óxido y hueso" desconoce de su existencia. Para Ali (Matthias Schoenaerts) la implicación y el compromiso son valores por descubrir. Apenas siente afecto por su hijo, al que a la primera de cambio endosa a una hermana con la que sólo comparte sangre. Siendo el objetivo de apuestas en peleas callejeras consigue desprender la adrenalina precisa para mantenerse vivo. Quien también necesita el contacto con otro tipo de animal es Stepanhie (Marion Cotillard), una domadora de orcas, que verá mermar su seguridad tras sufrir un accidente. Tras un fortuito encuentro, la joven decide aliarse con el destino e introducir a Ali en su vida.

Audiard, con una exquisita dirección, logra que el espectador no se hunda en la tragedia de sus personajes. Nos muestra el barranco pero nunca nos suelta y lejos de regodearse en el sufrimiento invita al espectador a aprender a vivir con límites pero sin generar piedad. Esmerándose por ver la botella medio llena. Es aquí precisamente donde merece el mayor de los aplausos. Por ello, no son aleatorios los cegadores destellos de luz que se suceden a lo largo de la cinta. Funcionan como una conseguida metáfora. El empleo de la luz es mimado por su director y muy necesario en una cinta de tal calibre. Podíamos estar en el fondo del pozo, ahogarnos en la desgracia, bajar al infierno que supone una rehabilitación. Pero no. Audiard golpea fuerte, sin miramientos, y luego deja que la herida vaya sanando de forma natural, sin ningún vendaje.

El poder de la técnica adquiere en "De óxido y hueso" un matiz relevante. Cada plano está estudiado al milímetro y no por ello pierde frescura. Como tampoco la pierde la actriz principal de este tenebroso relato. Cotillard es sinónimo de credibilidad. Una robaplanos en potencia. Aporta una interpretación contenida, dura, real, portando todo el dolor que le cabe y vaciándolo en el espectador que irremediablemente lo siente en carne viva. Y si a la francesa no se le puede reprochar absolutamente nada, no menos a Schoenaerts. El actor mimetiza con su personaje. La rudeza que se requiere la consigue desde la primera secuencia logrando una evolución natural hasta el último plano.

"De óxido y hueso" nos acerca a un Audiard más intimista pero sin bajar el listón de la dureza a la que nos tiene acostumbrados. El cineasta francés demuestra aquí de forma verosímil que los sentimiento pueden suponer una barrera mas complicada de superar que la física.

Lo mejor: contemplar como el óxido de Ali se convierte en hueso y el hueso de Stephanie en óxido.
Lo peor: su forzado tramo final.
9 de mayo de 2011
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el mayor reclamo de esta miniserie dividida en cinco partes es la oscarizada actriz Kate Winslet, resulta más que evidente que el público caerá rendido a sus pies. Y efectivamente en Mildred Pierce podemos disfrutar de la protagonista de Titanic en su mayor esplendor, echando el resto en cada escena, entregando una de las mejores interpretaciones de toda una carrera de sabias elecciones. Y es que si algo caracteriza a Winslet es ese sexto sentido a la hora de escoger joyas a las que pulir lentamente hasta lograr un resultado brillante. Pero no conviene equivocarse. La actriz británica no es la única baza con la que la HBO ha querido apostar para entregar un delicado trabajo que será recordado por tiempo. Envueltos en una exquisita ambientación de los años 30, vamos conociendo a Mildred Pierce, madre coraje que hará todo lo posible para que a sus hijas no les falte de nada. La pérdida del orgullo no es a lo más fuerte que deba enfrentarse, ya que la difícil relación con su hija mayor, Veda, constituye su mayor quebradero de cabeza.

Lo que resulta verdaderamente atractivo de la serie es la evolución de los personajes, englobados en un abanico de temas a cada cual más sugerente. La manera de afrontar una infidelidad cuando tu pareja es el sustentador de la familia o la educación de los hijos bajo una sociedad de clases tan dispar.

Todd Haynes, director de la magnífica Lejos del cielo (2002), desnuda en cada secuencia el alma de Mildred Pierce. Apoyado en un elenco fantástico en el que nadie desentona y muchos entregan un trabajo sobresaliente, el cineasta plasma el suplicio que supone para una madre los enfrentamientos con una hija a la que adora. La serie está invitada a ser un clásico a recordar. Su pulso narrativo es lento pero convincente provocando en el espectador la compasión por el personaje principal y la repulsión por el de Veda (magistral Evan Rachel Wood). El clímax alcanzado en los dos últimos episodios, con unas profundas discusiones madre e hija, no hacen más que cerciorar que productos como este siempre serán bienvenidos. Puede que merezcan una gran pantalla, pero unas escasas 21 pulgadas son más que suficientes para disfrutarla.

Lo mejor: el tour de force interpretativo Winslet-Wood.
Lo peor: que el público no haya respondido como se esperaba.
1 de marzo de 2012
36 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hecho de cosechar excelentes críticas y arrasar en taquilla con un trabajo es un arma de doble filo en el futuro. La autosuficiencia puede verse menguada por una falta de talento. Y es que el dinero no lo es todo. En esa balanza donde el ingenio y el negocio se baten a duelo, Rodrigo Cortés sabe muy bien como equilibrarla. Con Buried, al arriesgado director se le abrieron las puertas del cielo. Una cinta de escaso presupuesto que se vio sorprendida de merecidos regalos. Dichos presentes mecieron la cuna donde ahora se asienta Luces Rojas, la esperada cinta como agua de Mayo de uno de los escasos salvadores del cine patrio.

Si en algo se caracterizan las obras de Cortés es en el riesgo de cada propuesta. Apuestas al todo o nada, en las que no hay cabida a medias tintas. Porque con sólo tres largos impactantes se ha metido al público en el bolsillo.

Luces rojas no viene a contar nada que no hayamos visto. Un thriller que nos hace replantear hasta qué punto creemos en los fenómenos paranormales. Con algún giro de guión efectista, algo que se echó de menos en su anterior cinta, la película transita por una senda de lugares comunes. Requiere el constante esfuerzo de un avispado espectador para descifrar pequeñas señales si se quiere disfrutar al máximo, de lo contrario el poso que deja es agridulce.

La ambición del filme se palpa desde una impecable factura técnica hasta un potente casting. Cortés recupera al mejor De Niro en un papel aterrador. Hacía tiempo que no se prodigaba por la gran pantalla con un personaje cuya presencia inquieta. Para darle la réplica era necesario invertir de forma segura en dos fichajes que siempre cumplen. Un siempre convincente Cillian Murphy y una espléndida Sigourney Weaver aportan mayor calidad a un producto que no pasará a la historia del gran cine pero que otorgará credibilidad a un director con una ambición plausible.

Lo mejor: su arriesgada puesta en escena.
Lo peor: algún que otro exceso en su recta final.
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