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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4 de enero de 2011
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“España, 1973:

Al crepuscular régimen del general Franco no le quedan más de dos telediarios y un NODO, pero aún es pronto para hablar de democracia. El español es un pueblo inmaduro, todavía incapacitado para concebir nuevos emblemas como el Naranjito, Cobi o Curro. Los días de la calabaza Ruperta parecen no tener fin. La tele se emite en blanco y negro y sólo funciona un canal, la prensa escrita destiñe y el libro gordo entretiene. A pie de calle se habla de El Lute, famoso ladrón de gallinas, al tiempo que la familia Alcántara vive “Cuéntame cómo pasó” en el más absoluto anonimato… Todo ello constituye el hábitat de nuestros protagonistas, Tino y Pepo; el primero es taxista, el otro chofer del almirante Carrero Blanco. No se conocen, pero a los dos les gusta Joselito. Les gusta su música, claro, pero no físicamente: los gays todavía no se han inventado (y éste no es un film de Almodóvar)... Ramona es la empleada de la gasolinera donde casualmente ambos repostan. Les pone combustible cada día y también les pone, a secas. Ambos ven en su escote, cuando se agacha a preguntar cuánto echa, una alegoría de las dos Españas separadas por el abismo de su canalillo... ¡y vaya dos Españas!

Un buen día, por llamarlo de alguna manera, Tino y Pepo colisionan sus vehículos al entrar al carril de surtidores, víctimas de una distracción concupiscente (culo de Ramona de fondo). Balance: dos abolladuras más profundas que las heridas de una guerra. El almirante, furioso, despide a Pepo y llama al ministerio para que le envíen otro coche y conductor de repuesto. Conmovida ante los hechos, Ramona invita al ex chofer a sentarse sobre un bidón de gasoil y le ofrece un pitillo, mientras que Tino aprovecha el desatino para huir a pie monte a través, pues iba sin carné. Su taxi, dañado, pierde un líquido no identificado. El jefe de la gasolinera, que defecando estaba en el baño, sale y descubre que un tipo está fumando en zona peligrosa, junto a un coche de aspecto reventón. Enojado cesa a su empleada, por negligente… Los recién parados abandonan el lugar por separado. Pepo arroja el pitillo al suelo. Al poco rato una sonora explosión ilumina ambas espaldas.

Días más tarde, Tino, Pepo y Ramona coinciden en la oficina del INEM. Se reconocen. Entre risas y llantos deciden hacerse payasos. Mientras tanto, en el norte de España, unos pirotécnicos deciden que Carrero es un blanco perfecto...”

Segundos después de escribir esto, el PC de Alex de la Iglesia le avisa del fin de la descarga de“Malditos Bastardos” vía E-mule. La disfruta. Tarantino le inspira y le emociona. Acabado el visionado, el famoso director español retoma el boli y retoma su guión provisto de nuevas ideas y cambios…

AVISO: Este es un artículo de ficción, nada hace suponer que de la Iglesia escriba con bolígrafo, se baje películas de la red por la patilla o sepa escribir guiones.
6 de marzo de 2007
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende en esta producción el desagradable uso de los recursos técnico-narrativos de la imagen: el obsoleto uso del zoom, casi constante en los momentos de mayor fuerza dramática, y lo cerrado de sus encuadres. Los colores, saturados en exceso, y el grano, también sucio, completan el desastre. Una pretendida "estética documental", aderezada con un montaje de imágenes vacías y fugaces, puede estar tras estos defectos, pero en absoluto los justifica. Cutre, muy cutre factura visual...
En cuanto al guión, nada positivo digno de ser reseñado. Es tan flojo como previsible, con unos diálogos y situaciones más propias de un telefilm de sobremesa de Antena 3 que de un producto para la pantalla grande. No me ha emocionado ni lo más mínimo.
Forest Whitaker está simplemente correcto (la caracterización física es el 80% de su papel, algo no muy difícil, compartiendo de por sí la raza y el peso del personaje al que da vida).
Resumiendo: si puedes ir a verla, no vayas.
5 de enero de 2011
2 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace hace todo. Kanye canta, produce, toca el piano, actúa, dirige y triunfa llevándose a casa a Selita Ebanks… Un portento. Además, y de modo unánime, la prensa musical se deshace en elogios al juzgar su album “My Beautiful Dark Twisted Fantasy”. “Mejor disco de 2010”, sentencian los entendidos, e incluso “Mejor canción” por “Runaway”, tema que da título al film incluido en la edición deluxe del CD. Aquí sólo hablaré de esto último, de la peliculilla de marras…

Siguiendo la estela de videoclips de impacto tipo “Thriller” o “Can you fell it”, sobre el tema homónimo de Michael Jackson uno y de los Jackson Five el otro, el bueno de Kanye toma la batuta y se pone a dirigir el suyo propio. Y más chulo que un ocho se estrena metiendo de todo, aunque no pegue ni con cola: un cielo-prontuario de colores Pantone, un cochazo que te cagas atravesando un bosque de abetos, bambis flipados posando a ralentí, un ángel con sexo (femenino) cayendo a la tierra, un televisor transmitiendo noticias en checo, una oveja merina pastando en el césped de un chalet, una merienda de negros, etc… ¡sólo falta ver la cabeza de Michael Jackson convertida en ninot fallero! …bueno, no; eso también aparece.

La productora se gastó tanto en decorados, efectos especiales y cáterin que apenas quedó presupuesto para vestir a la coprotagonista. Unas pocas plumas pudorosas y dos pestañas de avestruz cumplieron esa labor (de las alas y las uñas mejor no hablar). “Menos es más”, que decía el otro… ¡Ah, Selita, sólo tú eres capaz de elevar mi nota y salvar del suspenso a este bizarro experimento!
13 de mayo de 2011
11 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cualquier tontería, si se puede desarrollar, sirve". Esta parece la premisa, guste la serie o no, que siguen sus guionistas para elaborar cada capítulo. Así, "Me llamo Earl" podría tener infinitas temporadas. Ya lo dijo el sabio: "En el universo hay dos cosas que parecen no tener límites: una es el universo, y la otra la estupidez humana... de la primera aún tengo mis dudas."
Jason Lee y el resto del elenco cumplen con su papel, y formalmente la producción es solvente. Aún así el diseño de personajes (planos y más simples que el mecanismo de un lápiz) y lo que se cuenta (el fondo del asunto), no merece más trascendencia que la de un pañuelo de usar y tirar. No hay lugar para la sorpresa, y sí para la improvisación constante. No hay narración, solo una sucesión flashbacks y descripciones, a cual más recargada, para llegar siempre a un mismo fin: limpiar el karma del protagonista.
Paradigma de la sitcom americana actual, anodina, repetitiva y postmoderna, "Me llamo Earl" carece de inteligencia y garra, muy lejos de la que áun sigue siendo la mejor serie que se haya hecho nunca sobre un idiota: "Búscate la vida"... ¡cómo te echamos de menos, Chris Peterson!
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