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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
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Opus
Documental
Argentina2005
--
Documental
9
3 de octubre de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Lo que empieza como misterio indefectiblemente acaba como comedia (Los detectives salvajes)

I. El intersticio o la frontera
A la ciudad que Juan Jufré fundó el 13 de junio de 1562, en un valle encajonado entre los Andes y el desierto, la llamó por el nombre de San Juan de la Frontera. Si bien la segunda parte del nombre cayó en desuso siempre siguió vigente en espíritu: ahí terminaba la línea del ferrocarril; lugar alejado, en auto uno se demora lo mismo en llegar a Buenos Aires que a Chile (más de 12 horas aproximadamente); provincia periférica, en la que nació el hombre al que Borges (en su prólogo a “Recuerdos de provincia”) se refería como “el primer argentino”.

Una tierra extraña: cuna de un presidente y de numerosos poetas y cantautores; con fama de conservadora, fue el primer lugar en el país donde se les reconoció el derecho al voto a las mujeres; arrasada por un terremoto, fue reconstruida prácticamente de cero.

Un lugar raro, fronterizo. Ideal para un western. Un lugar que vive en un intersticio, siempre tironeado entre el pasado y el futuro. Uno que parece existir solo para darle la razón al pesimismo existencial de Ezequiel Martínez Estrada.

Este es el terruño de Mariano Donoso… y también el de este humilde servidor.

II. Sombra terrible
Cuando Donoso volvió a San Juan en 2002 con la idea general de hacer una película sobre la “educación” se encontró con todas las escuelas cerradas por la huelga que con los meses haría caer al gobierno de la provincia. Frustrado, casi un extranjero y sin un plan B, Donoso acabaría filmando sus peripecias intentando encontrar algo interesante que mostrar.

De esas dificultades saldría una película proteica: crónica de una huelga, retrato de la educación a principios de siglo, intento de plasmar el alma de su provincia y testimonio de uno (solo uno) de los últimos días del escultor Miguel Ángel Sugo.

El director prefirió mostrar las andanzas de su equipo con simpatía y humor, evitando que sea una película aburrida y lacónica: a cada fracaso, a cada callejón sin salida se antepone un comentario jocoso sobre el absurdo de todo, sin dejar de mostrar cierto respeto cuando habla de tragedias como el terremoto del 44’, la pobreza de Guanacache o el taller del viejo Sugo.

Sin embargo, a lo largo del documental hay una presencia que lo recorre. Una sombra terrible si se quiere, que puede ayudar a develar el enigma que parece ser San Juan. Esa fuerza inevitable no es otra que el prócer local: Domingo Faustino Sarmiento.

La extraña relación de la provincia con su prócer local es uno de los temas en torno a los que gira el documental y en cierto sentido está es una película muy sarmientina: así como Sarmiento intentaba explicar el misterio de la Argentina en 1845 en su “Facundo”, Donoso (mucho más relajadamente) intenta asomarse al San Juan del 2002. Ambas obras mezclan alegremente los géneros más variados, enriqueciéndose en el proceso y sin dejar que las encasillen fácilmente.

Cual escritor decimonónico, el director del nuevo milenio acude a la literatura y la filosofía: las referencias cultas a Platón y Aristóteles, a Quevedo y Cervantes, a Mansilla y Sarmiento se dejan sentir en los títulos de los capítulos y los epígrafes que los acompañan. Pero lo que en Sarmiento era una exaltación de la cultura que había adquirido y amaba ostentar, en Donoso las densas citas filosófico-literarias solo contrastan con la realidad prosaica: los maestros huelguistas con meses de sueldos atrasados, un gobierno invisible, un escultor senil, la omnipresente imagen de la provincia en los negocios céntricos (desfigurada hasta ser algo alienígena), las estatuas que ya nadie sabe quién encargó…

III. San Juan, mi tierra querida…
De las distintas frustraciones (reales o simuladas, da lo mismo) emerge el mejor retrato posible de San Juan y la tan peculiar relación que tenemos los sanjuaninos con ella y sus símbolos. Una relación marcada por sentimientos tan contradictorios como el apego y el descreimiento, la creencia simultánea en nuestro atraso y la constatación del progreso, el desaire que nos supone el desdén del resto del país y el desdén aún mayor al que sometemos la periferia de nuestra provincia.

La película llama muchas veces la atención sobre su naturaleza contradictoria. “Opus” se pregunta, juguetonamente casi, que es y qué es lo que está intentando retratar: si es la identidad de San Juan ¿está en el prócer idolatrado y odiado?, ¿está en la estatua de la Libertad que era para San Juan de Puerto Rico pero terminó en el de la Frontera?, ¿está en las cicatrices del terremoto de 1944, borradas pero nunca olvidadas? ¿O todo es una broma elaboradísima que desnuda la falta de interés real por la educación? Preguntas, preguntas a racimo, preguntas sin respuesta que solo conducen a más preguntas… Una extraña cartografía, donde no hay ninguna cruz que marque donde se encuentra eso tan buscado, que si fuera la única prueba de nuestra existencia tendría a los estudiosos del futuro debatiéndose si este fue un lugar real o imaginario.

La única certeza que queda es contradictoria: que mucho y que poco hemos cambiado en veinte años. Los edificios incompletos están completos ahora, los sindicatos ya no sueñan con echar gobernadores; pero las estatuas siguen ahí, la gente es la misma y el enigma se mantiene.

Los testigos del pasado como el escultor Sugo podrán fallecer, pero eso no supone que el pasado desaparezca. Al contrario, solo se hace más tenue a nuestros ojos mientras seguimos avanzando inciertamente al futuro.

Y esa es una cosa muy sanjuanina.

PS: la película puede verse completa en https://www.cinemargentino.com/films/914988597-opus
6 de marzo de 2017 Sé el primero en valorar esta crítica
Martin Scorsese, director interesante cuanto menos, comenzó la década de los 90´ con su mejor película, que es a su vez la mejor película sobre la mafia (sí, incluso mejor que El Padrino). Goodfellas es una obra maestra, de las mejores que a parido el cine de los Estados Unidos, es perfecta a muchos a niveles: desde la interpretación, pasando por la música, la representación cruda y nada espectacular de la violencia, y los aspectos técnicos de los cuales realmente comprendo poco.

Scorsese no nos habla del sueño americano, nos habla de su otra cara. El que le tocó vivir a los marginados y a los criminales, mostrando sus pocos escrúpulos a la hora de hacer dinero y su sangre fría para ajustar cuentas. Me encanta que los protagonistas no sean importantes líderes mafiosos, sino un trío de don nadies que ni siquiera pertenecen a la familia lo que a mi gusto lo hace muchísimo más interesante a todo, pues estos personajes viven con la certeza de que la muerte y la traición esperan a la vuelta de la esquina. Estamos ante la mejor obra que se ha hecho sobre el ascenso y caída de un hombre (o un grupo de ellos) dentro de una organización.

Personalmente sostengo que si Scorsese hubiera sido italiano y se hubiera dedicado al cine lo tendríamos por un neorrealista. Lo cierto es que este cinéfilo neoyorkino, fue fiel alumno de los italianos y tomo nota para varias de sus películas. Muchas de las películas de Scorsese viven en la realidad más cruda y se alimentan de ella, potenciando al máximo la verosimilitud de sus películas. La violencia es cruda y sin despojos de gloria y/o humor, todo es directo y hasta cierto punto sincero.

He disfrutando viendo esta película como un niño, me he embriagado con sus interiores que respiran vida y sus personajes vívidos e inolvidables, y con secuencias inolvidables que ya son parte de la historia del cine. Goofellas es una obra maestra de la que el cine estadounidense puede estar orgullosa. O puede que no como lo demuestran los Oscars de 1991.
3 de marzo de 2022
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo en Batman. Creo que pese a lo imposible de su promesa quizás algún día él conseguirá cumplirla. Creo en Gotham City.

Sin embargo, no creía en esta película hasta hace unas pocas semanas. La sobresaturación del cine de superhéroes me generaba cierto escepticismo a la hora de ir al cine a ver otra vez un flashback de Thomas y Martha Wayne siendo asesinados, de que nos vuelvan a contar cosas que ya sabemos a fuerza de repetición, y la casi total seguridad de que volverían a basarse en los 3 o 4 cómics de siempre me tenían escéptico. Pero, poco a poco, me fui convenciendo que quizás pudiese valer la pena: desde los actores, la idea de ver finalmente una película donde Batman pudiera lucir sus habilidades como el mejor detective del mundo y que se estaban basando en otros cómics (más allá de las habituales y obligatorias referencias a El Largo Halloween y Año Uno) ayudaron a convencerme.

Los primeros 15 minutos son casi con seguridad lo mejor de la película porque en ese cuarto de hora se establece con claridad el tono que se va a respetar hasta el final: la ciudad casi como un caldero a punto de estallar o de caerse a pesados, el lastre que suponen la corrupción y el crimen en una Ghotam desgarrada y, sobre todo, Batman emergiendo teatralmente entre las sombras como si se tratase de una fuerza imparable y sobrenatural.

Batman impone. Impone en una forma en la que podemos ver finalmente al justiciero dar miedo y atemorizar a los criminales, algo que siempre se nos había prometido pero nunca realmente habíamos llegado a ver en la gran pantalla. Sin embargo, Reeves toma la decisión inteligente de tomar distancia del Batman más vengativo del inicio de la película para dar paso a uno que resulte más un símbolo de la esperanza que tan desesperadamente necesitan los ciudadanos de su ciudad. Que el clímax sea Battinson guiando con una bengala a civiles indefensos a través de la oscuridad y no la derrota del Acertijo y sus esbirros es una cachetada a mano abierta a todos aquellos que prefirieron recrearse en el cinismo y la venganza pura antes que lo importante: la promesa de Batman es, antes que nada, salvar vidas para que nadie vuelva a pasar por lo que pasó él.

Pero cumplir la promesa es una tarea hercúlea: los criminales y policías no atacan al héroe, se abalanzan sobre él hasta ahogarlo; el Acertijo no busca solo matar sino que quiere hacer saltar toda la ciudad por los aires para tener la venganza que cree que merece; Falcone y la mafia tiene comprados a todos salvo a Jim Gordon. Batman tiene que sobreponerse constantemente a la adversidad y a la inferioridad numérica, a sus propios demonios y tendencias autodestructivas en una forma inspiradora. Será la venganza, será la noche, será el hombre murciélago; pero también es la luz ardiente en el infierno dispuesto a pelear por millones de anónimos.

Por eso, creo en Gotham City. Creo en Batman.
28 de enero de 2022
12 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de "El Hilo Fantasma" Paul Thomas Anderson quedó maltrecho: el retiro definitivo de Daniel Day-Lewis con quién prácticamente había co-escrito la película, el ser robado (otra vez) en los premios con más audiencia del cine junto a otros factores lo dejaron machucado, pero aún de pie. Y (siguiendo el inmortal consejo de Hitchcock de que ante los tropiezos lo mejor es "run for cover") decidió regresar al lugar que lo hizo famoso en primer lugar: su patria chica del Valle de San Fernando, California.

Pero este regreso a casa no supone volver a las viejas formas conocidas y exitosas de "Boogie Nights" o "Magnolia". El volver al hogar a sido para recuperar la fuerza y la confianza necesarias para volver a dar un salto hacia adelante creativamente, pero también para reencontrarse con el equilibrio y confianza que significa estar en terreno conocido.

"Licorice Pizza" es una película romántica y tierna. Lejos quedan los personajes malos, rotos y tristes de "Boogie Nights", "Magnolia" o "The Master"; lejos también de la oscuridad y la violencia de "Petróleo Sangriento"; no hay rastros del duelo psicológico y perverso del "Hilo Fantasma" que recordaba al mejor Kubrick. Esta es una película llena de la luz del sol de California que nos muestra el rostro de sus habitantes antes que sus sombras, al tiempo que late una energía y una felicidad por vivir que resultan casi embriagadoras, desterrando a la oscuridad y al poder por el amor y la amistad.

Este cambio de tono no implica que PTA haya perdido complejidad o sus facultades hayan involucionado desde su última película. Sigue siendo el mismo maestro a la hora de representar las tribulaciones internas de sus personajes con solo mostrarnos sus rostros, el mismo que genera una tensión casi intolerable que nos deja al borde de nuestros asientos, conserva la habilidad de recrear escenarios históricos sin dejar que tapen la historia que cuenta y sigue siendo el director que es capaz de sacar lo mejor de sus actores.

En todo caso lo que ha encontrado es el equilibrio y dominio de sí mismo similar al que Freddie Quell buscaba en "The Master". No hay ya los prólogos de 21 minutos de películas anteriores, pues este film arranca desde el primer segundo y mantiene un ritmo constante hasta el último momento, como un corredor de marcha que ha calculado cada paso a la perfección: ni lento, ni apurado.

Esto se ve reflejado también en el elenco de la película. Si bien se mantiene claramente la preferencia por los dúos interpretativos ahora el elenco de secundarios es más amplio y definido sin llegar a los extremos de "Boogie Nights" y, evidentemente, de "Magnolia". Los papeles de Tom Waits, Sean Penn y Bradley Cooper, entre otros, consiguen ser memorables sin distraer de la historia de Alana y Gary, lo que los vuelve todavía mejores. Mi favorito es, de lejos, el de Bradley Cooper interpretando a un Jon Peters tan bizarramente agresivo y asertivo que se vuelve graciosísimo.

Las estrellas de la película son, al final del día, Alana Haim y Cooper Hoffman: esta es su película y nunca se pierde esto de vista. Para ser actor y actriz primerizos están maravillosos en un dúo interpretativo que nada tiene que envidiarle a los de Daniel Day-Lewis con Paul Dano y Vicky Krieps o al de Joaquin Phoenix con el difunto Philip Seymour Hoffman. No importa quién lo hace mejor: Haim esta soberbia como su tocaya y el joven Cooper realmente ha hecho a su viejo orgulloso con este papel.

¿Es la mejor película de Anderson? No estoy seguro y la competencia por el puesto es fuertísima. Lo que es seguro es que Paul Thomas Anderson ha vuelto a madurar como artista y, después de dejar las historias ambientadas en el Valle de San Fernando para explorar nuevos derroteros, ha vuelto a su casa después de concluir un largo aprendizaje. Más tranquilo y equilibrado, lejos de los excesos puntuales de cintas anteriores y en plena forma artística: este no es el niño genio de veinte años atrás sino un artista maduro perfectamente consciente y en control de sus habilidades. Porque así como Gardel con cada día que pasaba cantaba mejor con cada día que pasa Paul Thomas Anderson filma mejor.
2 de septiembre de 2021
4 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gustan los trailers y, sin embargo, él de esta película me convenció de verla apenas pudiese. ¿Fantasía? ¿Misterio? ¿Fantasía medieval artúrica? ¿Mis ojos me engañaban? ¿Parece? No, era; y también mucho más, hasta el punto en que puedo decir que mis expectativas se cumplieron.

El principal mérito de "The Green Knight" es que cumple con su principal objetivo: ser poco convencional sin ser extraña. Esto se ve desde su propio género, uno que está conociendo mejores horas en la literatura y los videojuegos que en la pantalla grande, pero que pese a ello sigue resultando conocido y familiar al espectador.

Esta poca convencionalidad la vemos reflejado en una aventura que carece casi por completo de escenas de acción. La quest de Gawain no es una de duros enfrentamientos sino de reflexión y duda interna, una donde los peligros y misterios más grandes no son los bandidos o las damiselas sino las propias dudas del corazón del héroe. Dudas que solo aumentan mientras más cerca esté de la Capilla donde lo espera el amable caballero que le da nombre a la cinta. Esta decisión consigue que no nos aburramos y que estemos atentos a los nuevos escenarios y personajes que vayan apareciendo, los cuáles a menudo tienen segundas o terceras intenciones.

Sin dudas esto se ve ayudado por la interpretación que da Dev Patel, quién consigue algo más difícil que darle manierismos memorables a su personaje: mantenerse en el rol y que llegado al punto no veamos al señor Patel, sino que vemos a Gawain. En manos de un peor guionista tendríamos o un héroe perfecto o a una aburrida reimaginación antiheroica, pero Lowery y Patel conocen bien su oficio y nos ofrecen a un protagonista con muchas dudas y pocas certezas, un ¿héroe? humano con el que podemos empatizar en su viaje físico y mental. El dilema entre lo que se es, lo que se quiere ser y lo que se puede ser se resuelve satisfactoriamente gracias al guion y la actuación, evitando clichés y moralizaciones aburridas.

Una cosa que solo se puede definir como extraordinaria es como David Lowery consigue crear una historia coherente basándose en siglos de interpretaciones contradictorias en torno al cantar de Gawain y el Caballero Verde. Este punto es casi unánime entre quiénes han visto y comentado la película, pero es necesario repetirlo: es la historia que conocemos, pero enriquecida por estas diferentes interpretaciones que son las que vuelven a esta película interesante.

Tenemos, en resumen, una película que sabe ser diferente y familiar, misteriosa y entretenida, mítica y humana. Si esta complejidad elegante no la vuelve una de las películas del año no se que lo hará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El momento en que Gawain se quita el lazo mágico y se convierte finalmente en el caballero que puede ser quedará como uno de los mejores del cine.
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