Proyecto personal de Mel Gibson que después de 17 años para poder ponerlo en pie al final renegó del mismo y la cosa acabó como el rosario de la aurora con la espantada del propio Gibson y el director intentando impedir el estreno ya que su terminación quedó en manos de la productora Voltage que tuvo que contratar a otro director para finalizarlo. El asunto parece que se debió a pasarse del presupuesto, retrasos y que Voltage  tomó la decisión de que no se rodaban más escenas en Oxford..., en fin el caso es que a pesar de todo ha quedado un producto más que aceptable, con una buena factura que saca a luz los curiosos y también problemáticos sucesos que conllevaron a la realización del diccionario Oxford de la lengua inglesa, una tarea descomunal bajo las riendas de dos hombres desconocidos para el gran público, unidos por las carambolas del destino que acabaron forjando una férrea amistad.

Dos hombres singulares de vidas contrapuestas a los que encarnan con convicción Gibson y Penn, este último con una notable y desgarradora composición al padecer su personaje de esquizofrenia y un pasado traumático. El asunto se sigue con interés más allá de su genero biográfico, a pesar de ciertos vaivenes finales en el guion al cambiar de director. La fotografía de Kasper Tuxen sabe sacar partido a las atmósferas. Natalie Dormer, Stephen Dillane, Eddie Marsan y Seve Coogan apuntalan sus secundarios.

Basado en el best seller "The Surgeon of Crowthorne" (1998) del autor y periodista británico-estadounidense Simón Winchester (1944).

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Obra sin duda fascinante y tan singular como singular lo fue su autor Chris Marker (1921-2012) uno de los múltiples seudónimos con los que preservaba su privacidad Christian François Bouche-Villeneuve, un cineasta integral que convirtió cada uno de sus proyectos de fuerte carga social, generalmente bajo el género documental subvertido bajo su peculiar mirada, en un ensayo sobre las imágenes, su ambivalencia, su poder...

"La jettée" constituye un paréntesis en la ficción, probablemente su obra más conocida en una abundante producción a la vanguardia de la experimentación cinematográfica, con importantes influencias artísticas. Aquí se apropia de la fotonovela, genero creado en el 47 en Italia considerado de baja extracción popular para elevarlo intelectualmente compartiendo sus elementos comunes. Una historia distópica, de ciencia ficción, tan surrealista, onírica y poética donde el tiempo y el espacio se encabalgan sobre el montaje de fotos fijas (que cobran "vida" un solo instante) sobre una narración en off marca de la casa y de su tiempo. Marker es hijo de la revolución fílmica producida en Francia en los 60, adscrito junto con Agnés Varda y Alain Resnais al grupo de la Rive Gauche que corre equidistante a la nouvelle vague compartiendo muchos presupuestos. Marker de hecho fue ayudante de Resnais en "Noche y niebla" (1956).

"La jettée", se apoya en una gran labor fotográfica de Jean Chiabaut. Su ritmo puede que decaiga en momentos (es una pieza que requiere varios visionados), te puede dejar desconcertado pero nunca indiferente.

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Grata sorpresa esta coproducción hispano-rumana. Adrian es un inmigrante rumano que como tantos otros busca su lugar en el mundo. Ha varado en un Parking al aire libre de Córdoba donde ejerce de vigilante nocturno por 300 € a la espera de que suba la marea de la vida al tiempo que escribe sus sentimientos. Mientras tanto su jefe-amigo-explotador anda tan perdido como él en su propia tierra. Ambos comporten ilusiones y desconciertos con dos mujeres que se han prendido de sus destinos .  El desencanto de la madurez de unos contrasta con la ilusión de la juventud de los otros en una partida donde la vida es la apuesta.

Un drama poético, entrañable, pausado, con personajes con los que es fácil empatizar en buena medida gracias a las sinceras interpretaciones de sus protagonistas que el director rumano Giurgiu rueda con mimo e intención en cada plano y mucho respeto por sus personajes utilizando a mi juicio con acierto el Super 8 para evocar el pasado y los sueños. La historia esta tomada de la novela "Cercanías" (2015) del novelista y poeta rumano Malin Malaicu-Hondrari (1971) donde plasma sus propias experiencias. De hecho se rodó en el mismo Parking donde estuvo el autor. Ahora el vigilante es un inmigrante magrebí. Nada ha cambiado.

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Parece ser que la dupla de directores austriacos repiten, en este caso con más presupuesto, la formula que les puso en el mapa con "Goodnight Mommy" (2014) que no he visto. El caso es que personalmente agradezco un tratamiento del terror "más adulto" y verosímil. No hace falta irse muy lejos del propio ser humano para encontrarlo. Pero no se puede hacer trampas. Y "The Lodge" las hace, dejando demasiadas migajas en el camino para que sigamos la senda por donde nos quieren llevar. Migajas entresacadas de clichés clásicos del género fantástico que luego se olvidan de justificar, por no hablar de ciertas incoherencias en las acciones de los personajes y hechos que obviamente aquí no debo desvelar.

Aún así consiguen engatusarnos durante el metraje con un cuentagotas atmosférico efectivo donde el sonido o la ausencia del mismo, la fotografía y las interpretaciones comprometidas van sosteniendo el conjunto. Uno tiene la sensación de que el puzzle esta compuesto con piezas recicladas de otras películas que tenían más claro el tono y a donde querían llegar.

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Con catorce largometrajes desde el 94 Paolo Virzi (1964) se consolida como un cronista desde diversos ángulos de la sociedad de su Italia natal. Con un guion a tres manos incluido Virzi nos lleva de forma frenética y a veces atropellada a la Italia de los 90 en una sátira sobre el cine italiano y los sueños y las aspiraciones en la juventud. Aquello que cantaba Sabina de "lo que pudo ser y la mierda que ha sido".  Sus tres guionistas protagonistas sueñan con cambiar, comerse o abandonar este mundo en una vorágine donde los mitos descubren su trastienda mucho menos glamourosa de lo que aparentan, sabios y resabidos, ya de vuelta de un camino donde han tenido que tragar y plegarse para asomar tímidamente la patita de su creación artística. Mucho fetichismo cinéfilo italiano trufado de gags irregulares en la noche romana preñada de nostalgia a un ritmo que nos impide la reflexión de lo que estamos viendo para mantenernos en la butaca. Me quedo con ese cliché de amante tonta del productor que encarna muy acertadamente Marina Rocco, realmente divertida.

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