Cada personaje que entra en escena, cada diálogo, la evolución de la trama... todo en esta película es sublime.
Siempre se suele elogiar el recital de Bette Davis en esta película, pero cuantas más veces la veo casi que prefiero la aportación de George Sanders... todos ellos auténticos gigantes.

Al ser una adaptación de "Romeo y Julieta" la historia de amor entre Tony y María es un pelín ingenua y simplona... vale, dicho esto pasemos a lo verdaderamente importante: probablemente sea el musical con mejor partitura y coreografía de la historia del cine.

Melodías de Leonard Bernstein, letras de Sondheim... Jerome Robbins revolucionando la puesta en escena del musical cinematográfico sacando el baile a espacios abiertos, a las calles.

Película concebida para el gran formato, recomendable verla en pantalla grande, ahí no puedes evitar sentirte pequeño ante semejante espectáculo para la vista y placer para los oídos.
Cincuenta y dos años después sigue vigente, moderna y fascinante.

Colorismo oriental, película loca, deliciosamente disparatada, una explosión pop... como pasa con casi todas las pelis de episodios (o de varias historias entrelazadas) resulta un tanto irregular en su conjunto pero visualmente es fascinante.

Una película que según avanza no deja de sorprender con cada una de sus delirantes salidas, lo cual ya es todo un aliciente en estos tiempos de cine tan previsible.

Con estructura inicial de cuento aparentemente infantil pero poco a poco transformándose en un certero retrato de todas las miserias humanas, éticas y estéticas.

En algunos tramos de la película el estilo es directamente documental mostrando situaciones cotidianas de los "monstruos" feriantes, provocando todo tipo de sensaciones en el espectador: ternura, rechazo, sonrisas, admiración...
Después de verla no solo te queda la sensación de haber contemplado un relato de terror en estado puro, sin maquillajes ni artificios... también remueve conciencias y transmite una sana moraleja.

En los tiempos actuales Hollywood no se atrevería a hacer una película tan audaz, el mejor terror siempre es políticamente incorrecto y (curiosamente) un film tan antiguo como éste demuestra por momentos ser increiblemente moderno.

Por su crudo realismo y glorioso blanco y negro, quizás la mejor película de terror de la historia.

Las relaciones de pareja y de amistad tienen no pocas veces un lado oscuro... de vez en cuando resulta interesante ver reflejadas ciertas situaciones escabrosas en la gran pantalla huyendo del habitual conservadurismo y corrección política reinante en Hollywood.

Labute encontró un filón artístico en sus primeras (y mejores) obras precisamente metiendo el dedo en la llaga de temas peliagudos... removiendo conciencias y ofreciendo suculenta carnaza para satisfacer el lado más sórdido y voyeur del espectador.

Aquí la cuestión de la infidelidad y la lujuria desatada dentro y fuera de la pareja se toca con cierta gracia... gracia tramposa a veces ya que te puede dejar helado por momentos.
Además, el personaje de Jason Patric es un caramelo que no deja indiferente, tiene un par de intervenciones tan memorables que se entiende su presencia en los títulos de crédito como productor ejecutivo. Para asegurarse ciertos papeles merece la pena invertir en el proyecto.