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Concierto

7,2
1.574
8
26 de noviembre de 2011
26 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El abismo que separa “A Hard Day’s Nigth” de “Let It Be” solo puede ser surcado por el puente que el genio increíble de los Beatles es capaz de tender.
A las dos películas sería correcto tildarlas de muy buenas, incluso más allá de la música (que es excelente). Pero mientras la primera es la crónica consciente de un movimiento en ciernes, la otra es la despedida, de los Beatles y del movimiento. La normalización también llegó y eso no pudieron soportarlo como grupo.
“Let it be” es un prodigio de la edición. El montaje es capaz de trasmitir sensiblemente el ambiente que el director busca construir. El juego de las tomas y las letras es claro pero no obvio, como resultan innecesarios los comentarios directos a cámara o las voces over, se prescinde de ellos, dotando al documental de sencilla verosimilitud. Esto último no deja de ser un “engaño”, pues en realidad se compendian en casi una hora y media cientos de horas de filmación, por lo que la construcción narrativa, como nunca, es el arte en si del autor, que como sabemos, es la técnica que habilita la verosimilitud en tanto coherencia interna más que correspondencia con el exterior del universo fílmico. Podrían no ser los Beatles y estaríamos viendo la misma historia, esto es un logro narrativo. Pero son ellos, y esto confiere a la particular visión de Michael Lindsay-Hogg un interés específico que da al film una dimensión histórica.
Pese a que “A Hard Day’s Nigth” es ficción, parece dar cuenta más llanamente de un contexto real (con todos sus disparates incluidos), mientras que “Let It Be” es documental, pero resulta ser la interpretación que el director da del momento que se relata. La comparación entre las películas, además de hablar de la madurez creativa de los Beatles, habla tangencialmente de lo difusos que son los límites ficción-no ficción.
A las dos películas sería correcto tildarlas de muy buenas, incluso más allá de la música (que es excelente). Pero mientras la primera es la crónica consciente de un movimiento en ciernes, la otra es la despedida, de los Beatles y del movimiento. La normalización también llegó y eso no pudieron soportarlo como grupo.
“Let it be” es un prodigio de la edición. El montaje es capaz de trasmitir sensiblemente el ambiente que el director busca construir. El juego de las tomas y las letras es claro pero no obvio, como resultan innecesarios los comentarios directos a cámara o las voces over, se prescinde de ellos, dotando al documental de sencilla verosimilitud. Esto último no deja de ser un “engaño”, pues en realidad se compendian en casi una hora y media cientos de horas de filmación, por lo que la construcción narrativa, como nunca, es el arte en si del autor, que como sabemos, es la técnica que habilita la verosimilitud en tanto coherencia interna más que correspondencia con el exterior del universo fílmico. Podrían no ser los Beatles y estaríamos viendo la misma historia, esto es un logro narrativo. Pero son ellos, y esto confiere a la particular visión de Michael Lindsay-Hogg un interés específico que da al film una dimensión histórica.
Pese a que “A Hard Day’s Nigth” es ficción, parece dar cuenta más llanamente de un contexto real (con todos sus disparates incluidos), mientras que “Let It Be” es documental, pero resulta ser la interpretación que el director da del momento que se relata. La comparación entre las películas, además de hablar de la madurez creativa de los Beatles, habla tangencialmente de lo difusos que son los límites ficción-no ficción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Narrado parece obvio, pero en el film corre con mucha gracia: Harrison canta “I Me Mine”, empieza tocándola en la guitarra para mostrársela a Ringo y otras personas que andan por allí. Esto se pega con tomas de Lennon y Yoko Ono bailando solos y tomas de Ringo, Paul y Harrison tocando la canción para grabarla. Se ve a los tres juntos en un plano medio cercano, enfocados con teleobjetivo, mientras que a Lennon y Ono se los filma en picado y de bastante lejos. Esto, que naturalmente no sucedió en simultaneo, por el montaje lo significamos directamente.
Lo mismo ocurre cuando cantan “Let It Be” en el estudio. La referencia a Lennon que parece hacer McCartney en la canción se refuerza por el juego de planos y contraplanos, yendo directamente a la idea con que el film juega todo el tiempo: Paul quiere salvar un sentido de los Beatles que ya no le alcanza a Lennon, que poco le interesa a Harrison y que aburre a Ringo.
Lo mismo ocurre cuando cantan “Let It Be” en el estudio. La referencia a Lennon que parece hacer McCartney en la canción se refuerza por el juego de planos y contraplanos, yendo directamente a la idea con que el film juega todo el tiempo: Paul quiere salvar un sentido de los Beatles que ya no le alcanza a Lennon, que poco le interesa a Harrison y que aburre a Ringo.
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