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MiniserieDocumental

5,9
830
Documental
8
17 de octubre de 2023
17 de octubre de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se lo han currado estos chicos del "docu" siguiendo los pasos del fugitivo Anglés.
El reportaje se apoya en la profusión de imágenes de TV que existen de la época, unos bien traídos invitados que aportan testimonios de primera mano ya que ellos mismos formaron parte de la investigación aquellos días y los propios directores como guías de las andanzas de este villano.
Los tres episodios consiguen atraparte con el dinamismo frenético de la huida que expone hechos corroborados por testigos, no hace sangre con la poco profesional, por definirlo de una forma suave, actuación de la Guardia Civil, ni se vuelve melodramático, al estilo de los seriales norteamericanos, aquí dosifican la intriga de forma periodística. Cuando se pierde la pista esboza hipótesis refrendadas por supuestos informantes a través de una investigadora de la que no se dan muchos detalles de su elección para esta serie, incluso asoma una subtrama sobre el extraño enriquecimiento de esta humildísima familia que se mueve entre la delincuencia, el trapicheo, la violencia y el alcoholismo aunque esto daría para otro equipo de investigación.
Y como en todos estos documentales en el que el desenlace es un misterio, véase los tres fugados de Alcatraz o que fue de D. B. Cooper que saltó en paracaídas desde un 727 con un buen botín, Anglés: Historia de una fuga no termina con el último capítulo, suscita opiniones, debates, conjeturas, guiones que escribimos nosotros mismos que empiezan con un "Yo creo que....."
El reportaje se apoya en la profusión de imágenes de TV que existen de la época, unos bien traídos invitados que aportan testimonios de primera mano ya que ellos mismos formaron parte de la investigación aquellos días y los propios directores como guías de las andanzas de este villano.
Los tres episodios consiguen atraparte con el dinamismo frenético de la huida que expone hechos corroborados por testigos, no hace sangre con la poco profesional, por definirlo de una forma suave, actuación de la Guardia Civil, ni se vuelve melodramático, al estilo de los seriales norteamericanos, aquí dosifican la intriga de forma periodística. Cuando se pierde la pista esboza hipótesis refrendadas por supuestos informantes a través de una investigadora de la que no se dan muchos detalles de su elección para esta serie, incluso asoma una subtrama sobre el extraño enriquecimiento de esta humildísima familia que se mueve entre la delincuencia, el trapicheo, la violencia y el alcoholismo aunque esto daría para otro equipo de investigación.
Y como en todos estos documentales en el que el desenlace es un misterio, véase los tres fugados de Alcatraz o que fue de D. B. Cooper que saltó en paracaídas desde un 727 con un buen botín, Anglés: Historia de una fuga no termina con el último capítulo, suscita opiniones, debates, conjeturas, guiones que escribimos nosotros mismos que empiezan con un "Yo creo que....."

6,6
853
9
1 de marzo de 2020
1 de marzo de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún sesenta años después y con toda la tecnología actual, los adolescentes siguen exclamando ¡que aburrimiento! o ¿qué hacemos esta tarde? frases que se escuchan en más de una ocasión en esta cinta.
Ferreri logra reflejar con fidelidad esa edad en la que ya hace años que has dejado de ser un niño pero el mundo de los adultos todavía te excluye. Apoyándose acertadamente en estas actrices y actores que no volvieron a realizar otra incursión en el mundo cinematográfico, que no son unos Travolta y Olivia Newton-John bastante talluditos para representar chavales de instituto, aquí no se les puede negar que representan milimétricamente la edad de sus personajes otorgándole más credibilidad si cabe a la historia.
Otro aporte al realismo de "Los chicos" son esas impagables imágenes del Madrid del 59 durante la primavera en la que el protagonista callejero es la zona de Diego de León durante la construcción del Palacio de los deportes (1958-1960) auténtico representante de un Madrid de clase media, un Madrid de barrio.
Puede que algún día aparezca, en un cajón olvidado, una copia sin censurar de "Los chicos" que incluso no supere a la que ha llegado a las pantallas.
En este montaje, tras la inspección del censor, nos deja una forma de contar sin explicaciones excesivas dejando al espectador que encuentre las suyas: un padre ausente que envía dinero, un adulterio, una prostituta que empuja al Negro en un bar para captar un cliente. Todo ello es parte de las vidas de estas chicas y chicos que si bien nos lo cuenta así Ferreri como si tras la censura empalmara la cinta con adhesivo tratando de que los saltos no fueran abruptos, en general no desentona dándole ese aire de autenticidad argumental.
Si ahora, abuelas y abuelos de setenta y ochenta años, nos contaran sus vicisitudes de cuando tenían la edad de los protagonistas urbanos de esta película ¿No se parecerían bastante a la de cualquier otra generación?
Ferreri logra reflejar con fidelidad esa edad en la que ya hace años que has dejado de ser un niño pero el mundo de los adultos todavía te excluye. Apoyándose acertadamente en estas actrices y actores que no volvieron a realizar otra incursión en el mundo cinematográfico, que no son unos Travolta y Olivia Newton-John bastante talluditos para representar chavales de instituto, aquí no se les puede negar que representan milimétricamente la edad de sus personajes otorgándole más credibilidad si cabe a la historia.
Otro aporte al realismo de "Los chicos" son esas impagables imágenes del Madrid del 59 durante la primavera en la que el protagonista callejero es la zona de Diego de León durante la construcción del Palacio de los deportes (1958-1960) auténtico representante de un Madrid de clase media, un Madrid de barrio.
Puede que algún día aparezca, en un cajón olvidado, una copia sin censurar de "Los chicos" que incluso no supere a la que ha llegado a las pantallas.
En este montaje, tras la inspección del censor, nos deja una forma de contar sin explicaciones excesivas dejando al espectador que encuentre las suyas: un padre ausente que envía dinero, un adulterio, una prostituta que empuja al Negro en un bar para captar un cliente. Todo ello es parte de las vidas de estas chicas y chicos que si bien nos lo cuenta así Ferreri como si tras la censura empalmara la cinta con adhesivo tratando de que los saltos no fueran abruptos, en general no desentona dándole ese aire de autenticidad argumental.
Si ahora, abuelas y abuelos de setenta y ochenta años, nos contaran sus vicisitudes de cuando tenían la edad de los protagonistas urbanos de esta película ¿No se parecerían bastante a la de cualquier otra generación?

7,8
9.385
10
15 de septiembre de 2018
15 de septiembre de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es imposible reflejar mejor y más acertadamente el asfixiante ambiente rural de una pequeña población tejana, tanto para los adolescentes como para la población adulta.
Bogdanovich conduce este drama relacionando ambas generaciones de una forma tempestuosa e ingenua a la vez.
La última película se ve con un nudo en la garganta, no por el hecho en sí de los trágicos víncullos de sus personajes si no por el deseo de que la nueva generación no caiga en los errores de los adultos. Peter Bogdanovich trae al caso un precioso poema generacional de Keats que lo explica con bella simpleza:
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás entre penas distintas amiga de los hombres diciendo:
"La belleza es verdad y la verdad es belleza" Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.
El ambiente grisáceo con ese viento que barre el pueblo, la mezcla de ruindad y cochambre con que visualiza a Anarene dan al pueblo el papel principal de la cinta focalizado en el cine, el café y los billares únicos lugares de ocio.
Tanto el vestuario como los detalles de atrezo de la época, son magistralmente recogidos por su director, que subrayados por la música de Hank Willians and his Texas playboys sonando constantemente confieren a la película una pátina de autenticidad.
El manejo de la cámara recoge a la perfección el guion adaptado por el propio autor de la novela, sin concesiones a encuadres gratuitos y sí a primeros planos, algunas veces fugaces pero que resaltan al espectador el detalle que nos quiere mostrar.
La historia fluye en el contexto del último curso del instituto de una forma que va acaparando el interés a través de cada uno de sus personajes cuando se interrelacionan a un nivel sentimental donde los padres brillan por su ausencia tomando ese papel adultos con problemas de afecto y hastío.
La última sesión quizá sea, en el espacio del tiempo, una de esas películas que los directores hacen en nombre de su generación (los cincuenta), después vino American Graffiti (Los sesenta), para destacar la década de los setenta me quedaría con Movida del 76 de Richard Linkleter y no encuentro la de los ochenta y noventa que me encaje en estos guiones de drama rural americano.
No puedo terminar sin dejar de resaltar el final que se ve con el corazón en un puño gracias la soberbia interpretación de Cloris Leachman que pone punto y final a esta obra maestra del cine.
Bogdanovich conduce este drama relacionando ambas generaciones de una forma tempestuosa e ingenua a la vez.
La última película se ve con un nudo en la garganta, no por el hecho en sí de los trágicos víncullos de sus personajes si no por el deseo de que la nueva generación no caiga en los errores de los adultos. Peter Bogdanovich trae al caso un precioso poema generacional de Keats que lo explica con bella simpleza:
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás entre penas distintas amiga de los hombres diciendo:
"La belleza es verdad y la verdad es belleza" Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.
El ambiente grisáceo con ese viento que barre el pueblo, la mezcla de ruindad y cochambre con que visualiza a Anarene dan al pueblo el papel principal de la cinta focalizado en el cine, el café y los billares únicos lugares de ocio.
Tanto el vestuario como los detalles de atrezo de la época, son magistralmente recogidos por su director, que subrayados por la música de Hank Willians and his Texas playboys sonando constantemente confieren a la película una pátina de autenticidad.
El manejo de la cámara recoge a la perfección el guion adaptado por el propio autor de la novela, sin concesiones a encuadres gratuitos y sí a primeros planos, algunas veces fugaces pero que resaltan al espectador el detalle que nos quiere mostrar.
La historia fluye en el contexto del último curso del instituto de una forma que va acaparando el interés a través de cada uno de sus personajes cuando se interrelacionan a un nivel sentimental donde los padres brillan por su ausencia tomando ese papel adultos con problemas de afecto y hastío.
La última sesión quizá sea, en el espacio del tiempo, una de esas películas que los directores hacen en nombre de su generación (los cincuenta), después vino American Graffiti (Los sesenta), para destacar la década de los setenta me quedaría con Movida del 76 de Richard Linkleter y no encuentro la de los ochenta y noventa que me encaje en estos guiones de drama rural americano.
No puedo terminar sin dejar de resaltar el final que se ve con el corazón en un puño gracias la soberbia interpretación de Cloris Leachman que pone punto y final a esta obra maestra del cine.

6,7
9.136
9
19 de diciembre de 2017
19 de diciembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del pequeñísimo relato escrito en el interior de un disco por Pete Townshend, Franc Roddam saca el máximo partido para desarrollar Quadrophenia, de la cual elabora una interesante, bien asesorada aunque con algún anacronismo concedido a los Who y entretenido enfoque sobre esta subcultura juvenil.
Debo hacer una mención destacada a esos equipos que cuidan cada detalle de una película, que la hacen más creíble y le dan empaque. Aquí hay que felicitar a los componentes de vestuario, peluquería y atrezzo que lograron dar convicción a aquellos días de Pascua quince años después.
Franc R. tiene el mérito de extraer, de un adolescente todavía Phil Daniels, todas sus dotes interpretativas limitadas por su nulo bagaje. Sabe dirigir las masas en sus recorridos con Vespas, Lambrettas y en sus concentraciones. Además hace ver al espectador la singularidad del personaje, no tanto como la patología que se extrae del relato original escrito por Pete T. (dicen que inspirado en su amigo Irish Jack, adicto a las pastillas al que dedicaron una canción: Happy Jack y que todavía se le puede ver en la actualidad junto a Townshend hablando de Quadrophenia) decía que no tanto por la enfermedad mental del escrito, sino por la inestabilidad propia del adolescente al entregarse absolutamente a todos esos códigos que a esa edad representan la razón de existir en contraposición a lo que nos ofrece la sociedad que te ha tocado vivir.
Vi el estreno de Quadrophenia hace casi cuarenta años y recuerdo tener una sensación amarga al terminar la película, algo se me escapaba que estaba ahí y no había digerido. Ahora en este segundo visionado me ha parecido intemporal, cercana a la estética del cine independiente, amena y con la perspectiva de los años de una realidad aplastante para cualquier chico o chica que se tome demasiado en serio su adolescencia.
Debo hacer una mención destacada a esos equipos que cuidan cada detalle de una película, que la hacen más creíble y le dan empaque. Aquí hay que felicitar a los componentes de vestuario, peluquería y atrezzo que lograron dar convicción a aquellos días de Pascua quince años después.
Franc R. tiene el mérito de extraer, de un adolescente todavía Phil Daniels, todas sus dotes interpretativas limitadas por su nulo bagaje. Sabe dirigir las masas en sus recorridos con Vespas, Lambrettas y en sus concentraciones. Además hace ver al espectador la singularidad del personaje, no tanto como la patología que se extrae del relato original escrito por Pete T. (dicen que inspirado en su amigo Irish Jack, adicto a las pastillas al que dedicaron una canción: Happy Jack y que todavía se le puede ver en la actualidad junto a Townshend hablando de Quadrophenia) decía que no tanto por la enfermedad mental del escrito, sino por la inestabilidad propia del adolescente al entregarse absolutamente a todos esos códigos que a esa edad representan la razón de existir en contraposición a lo que nos ofrece la sociedad que te ha tocado vivir.
Vi el estreno de Quadrophenia hace casi cuarenta años y recuerdo tener una sensación amarga al terminar la película, algo se me escapaba que estaba ahí y no había digerido. Ahora en este segundo visionado me ha parecido intemporal, cercana a la estética del cine independiente, amena y con la perspectiva de los años de una realidad aplastante para cualquier chico o chica que se tome demasiado en serio su adolescencia.
8
18 de noviembre de 2017
18 de noviembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acertada elección la figura de George Best para realizar un docudrama.
George Best representa la típica vida de auge al estrellato y bajada a los infiernos con todo lo atrayente que tiene para el espectador que descubra al personaje.
El tratamiento del documental es el clásico que vemos repetido una y otra vez con estrellas del rock:
Sus inicios con aportación de fotografías y alguna imagen casera, el apogeo con sus imágenes más históricas y el
declive, con profusión de titulares periodísticos.
La voz del propio documentado suena fuera de cámara traída al momento oportuno que nos quiere contar Daniel Gordon, también hay apariciones personales y como no, los comentarios de familiares, amigos, esposas y hasta el propio entrenador con el que empezó su carrera. Todos estos actores secundarios aportan conocimiento, contextualizan y salpican con agrado anécdotas y vivencias.
El arranque del documental demuestra que Daniel Gordon conoce su oficio, sabe explotarlo fijando al espectador delante de la pantalla con una revelación contundente magníficamente contada con imágenes y palabras.
No creo que se les pasara por alto a guionistas y productores la aportación del hijo de George B. Quizá la semblanza que hace de su padre le inclinara a no contribuir al documental, por sus excesos, salidas de tono, escándalos sin apenas tocar temas más deportivos o buscar un porqué se dio a esas adicciones. En cualquier caso sí existe ese desequilibrio. Daniel Gordon conoce que vende más el drama que la hagiografía de un hincha.
Recomendable documental, seas o no aficionado al fútbol, nostálgico de aquellos años sesenta, setenta o seguidor de la prensa amarilla inglesa de este atípico jugador inglés y me refiero al dotado técnicamente y habilidoso tan alejado del natural jugador inglés.
George Best representa la típica vida de auge al estrellato y bajada a los infiernos con todo lo atrayente que tiene para el espectador que descubra al personaje.
El tratamiento del documental es el clásico que vemos repetido una y otra vez con estrellas del rock:
Sus inicios con aportación de fotografías y alguna imagen casera, el apogeo con sus imágenes más históricas y el
declive, con profusión de titulares periodísticos.
La voz del propio documentado suena fuera de cámara traída al momento oportuno que nos quiere contar Daniel Gordon, también hay apariciones personales y como no, los comentarios de familiares, amigos, esposas y hasta el propio entrenador con el que empezó su carrera. Todos estos actores secundarios aportan conocimiento, contextualizan y salpican con agrado anécdotas y vivencias.
El arranque del documental demuestra que Daniel Gordon conoce su oficio, sabe explotarlo fijando al espectador delante de la pantalla con una revelación contundente magníficamente contada con imágenes y palabras.
No creo que se les pasara por alto a guionistas y productores la aportación del hijo de George B. Quizá la semblanza que hace de su padre le inclinara a no contribuir al documental, por sus excesos, salidas de tono, escándalos sin apenas tocar temas más deportivos o buscar un porqué se dio a esas adicciones. En cualquier caso sí existe ese desequilibrio. Daniel Gordon conoce que vende más el drama que la hagiografía de un hincha.
Recomendable documental, seas o no aficionado al fútbol, nostálgico de aquellos años sesenta, setenta o seguidor de la prensa amarilla inglesa de este atípico jugador inglés y me refiero al dotado técnicamente y habilidoso tan alejado del natural jugador inglés.
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