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Críticas ordenadas por utilidad
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8
9 de enero de 2023
9 de enero de 2023
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Hirokazu Kore-eda tiene dos características esenciales: trata siempre las relaciones familiares, y posee un tierno humanismo, apegado a la corriente nipona heredera del cine de Ozu y Naruse. Lo que le diferencia de estos dos últimos, principalmente, es su tratamiento más sentimental (que no emocional), y que sus puntos de partida no son tan cercanos al naturalismo. Mientras que Ozu jamás se alejó de unos personajes que podrían ser nuestros amigos o vecinos, Kore-eda opta por cosas tan variopintas como hacer una película sobre una muñeca que cobra vida, sobre la vida después de la muerte o, como la que nos ocupa, sobre bebés robados. Para muchos, esa falta de sencillez, pues de ella se obtiene la transcendencia, es un signo de la inferioridad de su arte. Sin embargo, y a pesar de ciertos paralelismos técnicos, siempre he pensado que sus objetivos eran, en cierto sentido, diferentes. Para mí, Ozu pretende ir más allá de la vida, sublimarla observando el lento avance del tiempo y su efecto en nosotros. Mientras tanto, para Kore-eda la observación de la vida es el fin en sí mismo: prefiere concentrarse en lo humano, en lo que posee de emocional. Lo que hay más allá no le interesa.
Broker, la película que nos ocupa, es la primera aventura del director en tierras surcoreanas, donde se está realizando cine de enorme calidad, desde el más premiable de Bong y Park hasta producciones comerciales sin nada que envidiar al cine hollywoodense. Para llevar a cabo una película más híbrida, Kore-eda ficha a un titán autóctono como Song Kang – ho, adorna el film con subtramas de mafias, y hace su magia de siempre. Estamos ante uno de esos guiones en los que un silencio, una omisión, o la mera repetición de una frase revela más sobre el corazón de un personaje que un cuarto de hora en pantalla en otra clase de producciones. No deja puntada sin hilo, cada personaje posee su función, su arco, y, al mismo tiempo, la trama principal avanza en cada momento, sin pausas, y nos deja con la intriga de saber qué ocurrirá al final. Todas las relaciones entre ellos se sienten naturales. Ríes con ellos, y te entristeces con ellos. A pesar de la aparente truculencia de la trama, de que los personajes, por su descripción, puedan resultar odiosos, nada más lejos de la realidad; son tan humanos que resulta imposible que no te encariñes con ellos. Ese humanismo tan cacareado en el primer párrafo es lo que permite que les veas, ante todo, como personas, con sus sueños, decepciones, aspiraciones, y dilemas existenciales.
La dirección, como siempre con Kore-eda, resulta sencilla, que no fácil. Nada de alardes de virtuosismo, filtros de color, travellings imposibles o planos secuencias. Se centra, ante todo, en contar una historia, y la cuenta bien. Eso no significa, sin embargo, que la película no posea ninguna cualidad plástica. Sus imágenes poseen gusto, equilibrio, y composición. Es bella de observar. Y las decisiones de dirección no hacen más que reforzar los momentos más emocionales. Extremadamente correcta, aunque quizá su única pega es que no deje ninguna estampa para el recuerdo.
En resumen, nos encontramos ante una película excelente y extremadamente recomendable. Una película bonita, sensible y que deja un buen sabor de boca. Y, ante todo, humana. Como tiene que ser todo arte.
Broker, la película que nos ocupa, es la primera aventura del director en tierras surcoreanas, donde se está realizando cine de enorme calidad, desde el más premiable de Bong y Park hasta producciones comerciales sin nada que envidiar al cine hollywoodense. Para llevar a cabo una película más híbrida, Kore-eda ficha a un titán autóctono como Song Kang – ho, adorna el film con subtramas de mafias, y hace su magia de siempre. Estamos ante uno de esos guiones en los que un silencio, una omisión, o la mera repetición de una frase revela más sobre el corazón de un personaje que un cuarto de hora en pantalla en otra clase de producciones. No deja puntada sin hilo, cada personaje posee su función, su arco, y, al mismo tiempo, la trama principal avanza en cada momento, sin pausas, y nos deja con la intriga de saber qué ocurrirá al final. Todas las relaciones entre ellos se sienten naturales. Ríes con ellos, y te entristeces con ellos. A pesar de la aparente truculencia de la trama, de que los personajes, por su descripción, puedan resultar odiosos, nada más lejos de la realidad; son tan humanos que resulta imposible que no te encariñes con ellos. Ese humanismo tan cacareado en el primer párrafo es lo que permite que les veas, ante todo, como personas, con sus sueños, decepciones, aspiraciones, y dilemas existenciales.
La dirección, como siempre con Kore-eda, resulta sencilla, que no fácil. Nada de alardes de virtuosismo, filtros de color, travellings imposibles o planos secuencias. Se centra, ante todo, en contar una historia, y la cuenta bien. Eso no significa, sin embargo, que la película no posea ninguna cualidad plástica. Sus imágenes poseen gusto, equilibrio, y composición. Es bella de observar. Y las decisiones de dirección no hacen más que reforzar los momentos más emocionales. Extremadamente correcta, aunque quizá su única pega es que no deje ninguna estampa para el recuerdo.
En resumen, nos encontramos ante una película excelente y extremadamente recomendable. Una película bonita, sensible y que deja un buen sabor de boca. Y, ante todo, humana. Como tiene que ser todo arte.

5,8
39.949
8
20 de agosto de 2023
20 de agosto de 2023
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un género cinematográfico que a mí me gusta llamar “combativo”. Más que caracterizarse por tramas y ambientes parecidos, como se ha hecho tradicionalmente, los suelo englobar por la intención de ir a la contra de una forma frontal y brusca. Su lucha cultural puede ser ante una situación histórica, una injusticia percibida, la sociedad misma, o incluso la estética y los géneros en sí, como muchas de las películas del Nuevo Hollywood de los setenta, que se suelen llamar revisionistas. Debo decir que, contra todo pronóstico antes de entrar en la sala, debo considerar a Barbie como la película combativa más cara y exitosa, un triunfo en taquilla difícil de asimilar, por extraña, inventiva, compleja, y basarse en la muñeca más exitosa de la historia, cuyo valor implica miles de millones de dólares.
Porque la dificultad de Barbie radica incluso en su clasificación. ¿Es una comedia? No exactamente, tiene momentos divertidos, y es ingeniosa hasta la extenuación, pero ni su desarrollo ni su clímax son típicos de comedia. Podríamos calificarla de comedia dramática con tintes de realismo mágico, pero, teniendo un fondo discursivo e ideológico tan enrocado en la película que es imposible entenderla sin ella, podríamos llegar, incluso, al cine político. Tiene hasta tintes de musical, por la importancia que tienen en el desarrollo y conclusión de sus tramas, sin llegar a serlo del todo. Es, simplemente, Barbie. Y es única en el mundo.
No dedica tiempo alguno a argumentar sus posiciones feministas, de crítica al patriarcado ni de masculinidad tóxica; son asunciones del sistema, como (y exagero, pero me da lo mismo) Marx y la moral. Es algo inherente a las ideologías, y Barbie la enarbola, orgullosa de su bandera, de lo que pretende representar, de lo que representa, tanto la muñeca como la película, para muchas mujeres y niñas de todo el mundo.
Porque su crítica social, su forma de hacer parodia de las relaciones de hombres y mujeres, de la sociedad en la que vivimos, no nos dejemos engañar por el plástico y la purpurina, es absolutamente demoledora, una visión del mundo tan cínica que está asumida dentro de la película, en cada frase y situación, y actúa como una bala de cañón cerebral, si se dejan a un lado la diversión, los chistes, y los momentos más dramáticos.
Aunque, y en esto tiene más éxito que muchas películas de tintes más “serios”, no deja a un lado el factor más humano. Tanto el desarrollo de Barbie, como el de Ken, aparte de entroncar con los temas planteados de una forma inmejorable, es complejo, psicológica y narrativamente. Dibujar personajes contradictorios y plausibles dentro de los esquemas de sátira e irrealidad que se emplean suele resultar difícil por la caricatura, y en algunos momentos parece deslizarse al desastre (Ken y su llegada al mundo real, el comienzo con Barbie antes del ya legendario para mí “Do you ever think about death?”), aunque la película consigue remontar y volar alto. Quizá, a nivel personal, piense que a nivel de personajes y sentimientos me parezca mejor Mujercitas, pero aquí Greta Gerwig se sigue mostrando en forma. Algo que le tengo que conceder, tras ver una película con más mala leche por su parte como esta que nos ocupa, es su capacidad de no juzgar a sus personajes, dándoles una mayor tridimensionalidad, porque del juicio siempre viene su clasificación, ya sea en buenos, malos y neutrales, y las personas nunca somos así.
Dejando a un lado temas tan esotéricos como estos, y yendo al apartado audiovisual, debo decir en ese sentido que es inmejorable. Leí en alguna parte que Rodrigo Prieto, el director de fotografía de la película, colaborador típico de Scorsese, y su equipo iban a patentar el sistema utilizado aquí para que todo parezca real y artificial al mismo tiempo. Que sirva esto como representación de lo extremadamente rupturista que esta película resulta.
Me gustaría dedicarle también tiempo a la capacidad de la película de aunar guiños al séptimo arte y usarlos a su favor. Para no revelar ninguna sorpresa al respecto, voy al apartado del spoiler. Es otro rasgo más, típico de las películas más postmodernas, que para cualquier curioso del séptimo arte resultan siempre como detalles divertidos, y que aportan riqueza dependiendo de su uso, como el que se ve aquí.
Por último, debo hablar de las actuaciones. Me gustaría romper una lanza a favor de Michael Cera (Alan en la película). De una forma u otra, los personajes que interpreta solo los podría haber hecho él, y aquí no es muy distinto. Quedará la duda para siempre de si es porque los personajes que escoge son básicamente él mismo, o si es un actor camaleónico tremendo cuyo trabajo nos estamos perdiendo. De Margot y Ryan no hay nada que decir; cuando algo es perfecto, las palabras se quedan cortas.
En resumen, nos encontramos ante la película milmillonaria más compleja, diferente y, sí, combativa, que nos ha dado el séptimo arte. Un auténtico salto adelante, del que espero que la industria tome nota. Aunque, viendo cómo los productores de Hollywood están aprobando películas basadas en Hoot Wheels, el Uno y similar, algo me dice que no han entendido nada. Pero bueno, de eso va también la película, ¿no?
Porque la dificultad de Barbie radica incluso en su clasificación. ¿Es una comedia? No exactamente, tiene momentos divertidos, y es ingeniosa hasta la extenuación, pero ni su desarrollo ni su clímax son típicos de comedia. Podríamos calificarla de comedia dramática con tintes de realismo mágico, pero, teniendo un fondo discursivo e ideológico tan enrocado en la película que es imposible entenderla sin ella, podríamos llegar, incluso, al cine político. Tiene hasta tintes de musical, por la importancia que tienen en el desarrollo y conclusión de sus tramas, sin llegar a serlo del todo. Es, simplemente, Barbie. Y es única en el mundo.
No dedica tiempo alguno a argumentar sus posiciones feministas, de crítica al patriarcado ni de masculinidad tóxica; son asunciones del sistema, como (y exagero, pero me da lo mismo) Marx y la moral. Es algo inherente a las ideologías, y Barbie la enarbola, orgullosa de su bandera, de lo que pretende representar, de lo que representa, tanto la muñeca como la película, para muchas mujeres y niñas de todo el mundo.
Porque su crítica social, su forma de hacer parodia de las relaciones de hombres y mujeres, de la sociedad en la que vivimos, no nos dejemos engañar por el plástico y la purpurina, es absolutamente demoledora, una visión del mundo tan cínica que está asumida dentro de la película, en cada frase y situación, y actúa como una bala de cañón cerebral, si se dejan a un lado la diversión, los chistes, y los momentos más dramáticos.
Aunque, y en esto tiene más éxito que muchas películas de tintes más “serios”, no deja a un lado el factor más humano. Tanto el desarrollo de Barbie, como el de Ken, aparte de entroncar con los temas planteados de una forma inmejorable, es complejo, psicológica y narrativamente. Dibujar personajes contradictorios y plausibles dentro de los esquemas de sátira e irrealidad que se emplean suele resultar difícil por la caricatura, y en algunos momentos parece deslizarse al desastre (Ken y su llegada al mundo real, el comienzo con Barbie antes del ya legendario para mí “Do you ever think about death?”), aunque la película consigue remontar y volar alto. Quizá, a nivel personal, piense que a nivel de personajes y sentimientos me parezca mejor Mujercitas, pero aquí Greta Gerwig se sigue mostrando en forma. Algo que le tengo que conceder, tras ver una película con más mala leche por su parte como esta que nos ocupa, es su capacidad de no juzgar a sus personajes, dándoles una mayor tridimensionalidad, porque del juicio siempre viene su clasificación, ya sea en buenos, malos y neutrales, y las personas nunca somos así.
Dejando a un lado temas tan esotéricos como estos, y yendo al apartado audiovisual, debo decir en ese sentido que es inmejorable. Leí en alguna parte que Rodrigo Prieto, el director de fotografía de la película, colaborador típico de Scorsese, y su equipo iban a patentar el sistema utilizado aquí para que todo parezca real y artificial al mismo tiempo. Que sirva esto como representación de lo extremadamente rupturista que esta película resulta.
Me gustaría dedicarle también tiempo a la capacidad de la película de aunar guiños al séptimo arte y usarlos a su favor. Para no revelar ninguna sorpresa al respecto, voy al apartado del spoiler. Es otro rasgo más, típico de las películas más postmodernas, que para cualquier curioso del séptimo arte resultan siempre como detalles divertidos, y que aportan riqueza dependiendo de su uso, como el que se ve aquí.
Por último, debo hablar de las actuaciones. Me gustaría romper una lanza a favor de Michael Cera (Alan en la película). De una forma u otra, los personajes que interpreta solo los podría haber hecho él, y aquí no es muy distinto. Quedará la duda para siempre de si es porque los personajes que escoge son básicamente él mismo, o si es un actor camaleónico tremendo cuyo trabajo nos estamos perdiendo. De Margot y Ryan no hay nada que decir; cuando algo es perfecto, las palabras se quedan cortas.
En resumen, nos encontramos ante la película milmillonaria más compleja, diferente y, sí, combativa, que nos ha dado el séptimo arte. Un auténtico salto adelante, del que espero que la industria tome nota. Aunque, viendo cómo los productores de Hollywood están aprobando películas basadas en Hoot Wheels, el Uno y similar, algo me dice que no han entendido nada. Pero bueno, de eso va también la película, ¿no?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Una lista de las referencias, las iré actualizando mientras las recuerde:
- La primera, la de 2001, sustituyendo Barbie el monolito que trae la civilización. En su caso, por ser la primera muñeca que no es una mamá, trae la conciencia de feminismo a las niñas, de que las mujeres pueden ser lo que quieran, no solo una madre.
- La de escoger entre un zapato y otro, referencia clara a Matrix y la pastilla roja o azul. Aquí, haciendo parodia del libre albedrío en las historias de ficción. Porque ni Neo hubiera escogido la pastilla azul, ni Barbie se hubiera quedado en Barbieland.
- Ken y sus pintas de Tyler Durden del Club de la lucha cuando importa el patriarcado. Un comentario, directo y sin palabras, a la representación de la masculinidad tóxica en el cine, y sus consecuencias.
- La primera, la de 2001, sustituyendo Barbie el monolito que trae la civilización. En su caso, por ser la primera muñeca que no es una mamá, trae la conciencia de feminismo a las niñas, de que las mujeres pueden ser lo que quieran, no solo una madre.
- La de escoger entre un zapato y otro, referencia clara a Matrix y la pastilla roja o azul. Aquí, haciendo parodia del libre albedrío en las historias de ficción. Porque ni Neo hubiera escogido la pastilla azul, ni Barbie se hubiera quedado en Barbieland.
- Ken y sus pintas de Tyler Durden del Club de la lucha cuando importa el patriarcado. Un comentario, directo y sin palabras, a la representación de la masculinidad tóxica en el cine, y sus consecuencias.

5,9
12.418
6
1 de octubre de 2023
1 de octubre de 2023
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La famosa y reconocida crítica Pauline Kael, azote de cineastas y guionistas durante los setenta y parte de los ochenta, escribió una crítica muy desfavorable sobre Alien. En ella, la describía como una película muy simple, de tipo casa encantada, en la que en vez de un fantasma había un alienígena que escupía ácido. Y por mucho que hoy en día esto se pueda ver como una barbaridad y un argumento en contra de su criterio, realmente no le falta razón, viniendo sobre todo desde cómo veía ella el cine: un desprecio por las historias de explotación y género, y un gusto por la película de autor, sesudas, que quizá puedan sentir vergüenza de proyectarse en un multiplex en vez de en una sala de arte y ensayo. Viendo las cosas de esa forma, era normal su poco aprecio frente a una película artesanal, más que artística. Salvando las distancias, y la calidad final de la película, me gustaría romper una lanza a favor de una película que no pretende mucho más de lo que es, y que intenta, mediante toda la técnica que Branagh conoce, hacerte pasar un rato más que entretenido.
Supongo que para compensar un guion bastante blando (porque para qué negarlo, los personajes son más planos que una servilleta), Kenneth ha intentado ser lo más barroco posible en cuanto a dirección y diseño de producción; planos holandeses por doquier (diría que abusando, incluso), cámara en mano, cenitales, algún travelling circular, y, en general, buena fotografía. Una ambientación de lujo en un palacete veneciano abandonado para redondear el ambiente romántico y exagerado de la aventura, con un pasado oscuro y tétrico, cómo un personaje más (diría incluso que el mejor). Y un Poirot algo descolocado, cuya profundidad no entro a valorar por desconocimiento, aunque yo calificaría de simplemente funcional. Y realmente, aunque lo que veamos no sea nada del otro mundo, funciona como un reloj; una atracción de feria de casa encantada mezclada con novela gótica, en el cual vamos asistiendo a revelaciones, sustos, fantasmas, voces de ultratumba, y un aire siniestro de película de miedo de las de blanco y negro, redondeando la función con algún acierto muy bueno (ese niño), y otros no tan buenos (muchos del resto del reparto, que no terminan de encontrar su sitio). Aunque, durante la función y gracias a su buen ritmo, de lo malo no te das cuenta hasta un buen rato después de que se hayan encendido las luces. También tiene un sentido algo más profundo, que detallo en el spoiler y que le viene como anillo al dedo.
En resumen, una película interesante, divertida. No dará para una conversación intelectual de café ni una discusión a la luz de la luna; pero sí para una breve crítica, y para una hora y media que se pasa volando y que no vas a lamentar.
Supongo que para compensar un guion bastante blando (porque para qué negarlo, los personajes son más planos que una servilleta), Kenneth ha intentado ser lo más barroco posible en cuanto a dirección y diseño de producción; planos holandeses por doquier (diría que abusando, incluso), cámara en mano, cenitales, algún travelling circular, y, en general, buena fotografía. Una ambientación de lujo en un palacete veneciano abandonado para redondear el ambiente romántico y exagerado de la aventura, con un pasado oscuro y tétrico, cómo un personaje más (diría incluso que el mejor). Y un Poirot algo descolocado, cuya profundidad no entro a valorar por desconocimiento, aunque yo calificaría de simplemente funcional. Y realmente, aunque lo que veamos no sea nada del otro mundo, funciona como un reloj; una atracción de feria de casa encantada mezclada con novela gótica, en el cual vamos asistiendo a revelaciones, sustos, fantasmas, voces de ultratumba, y un aire siniestro de película de miedo de las de blanco y negro, redondeando la función con algún acierto muy bueno (ese niño), y otros no tan buenos (muchos del resto del reparto, que no terminan de encontrar su sitio). Aunque, durante la función y gracias a su buen ritmo, de lo malo no te das cuenta hasta un buen rato después de que se hayan encendido las luces. También tiene un sentido algo más profundo, que detallo en el spoiler y que le viene como anillo al dedo.
En resumen, una película interesante, divertida. No dará para una conversación intelectual de café ni una discusión a la luz de la luna; pero sí para una breve crítica, y para una hora y media que se pasa volando y que no vas a lamentar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me ha parecido muy interesante que se conectara la vejez de Poirot y el sentido que tienen las cosas una vez que el mundo ha perdido su magia con una historia sobrenatural, que parece decir que en el mundo aún hay misterios sin resolver. Engarza muy bien con los temas de la película y es una prolongación natural, sin resultar pedante y discursivo y sí como un toque agradecido, aunque un poco cliché.
7
29 de octubre de 2023
29 de octubre de 2023
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para entender ciertas cosas de Woody, hay que recalcar de donde viene. En el libro de “Moteros tranquilos y toros salvajes” (muy recomendable para cualquiera que le guste el cine, no es nada difícil de encontrar, no estoy descubriendo la pólvora precisamente), se cuenta en cierta sección como el cómico entró en el mundo del cine. Estamos a finales de los sesenta, Warren Beatty es la nueva sensación en Hollywood, y se le ocurre una idea para un guion, una comedia algo tonta. Bueno, más que una idea, lo único que tiene es el título (¿Qué tal, pussycat?, que venía de como solía contestar por teléfono a la novia/amante/mujer interesada con la que estaba ese día de la semana), intenta elaborar un guion decente, le sale muy mal, y se da cuenta de que escribir no es lo suyo, que seguramente necesite algún cómico. Sale a pasear, pasa enfrente de un bar, ve en el cártel que un tal Woody Allen, un desconocido en aquella época, está dando un show. Entra, y al salir llama a su agente: han encontrado al guionista que estaban buscando. Que Woody Allen esté ahora mismo donde está, no es más que cosa de la suerte; él, sobre todo, es consciente del poder que tiene el azar en nuestra vida. Y así lo muestra por activa y por pasiva en muchas de sus películas.
Si esta llega a ser su despedida definitiva (que puede ser que no, con este hombre pasa lo mismo que con el viejo Clint), le vendría como anillo al dedo. Una historia de enredo, sátira de la alta sociedad, con un guion delicioso, lleno de humor negro, romance y una sorprendente conclusión. Fotografía de colores suaves, en los que predominan los azules, los marrones cálidos y los rojos débiles a cargo de Vittorio Storaro (si quieren ver otro hombre de leyenda, cliquen en la ficha). Y cierta ligereza en el tono, que la dejan como obra menor, disfrutable, que da que pensar solo si sabes de quien viene. El tiempo la tratará muy bien, y quizá con el tiempo y algo de suerte se reivindique en el futuro como obra mayor y resumen de su vida. Con el azar, nunca se sabe.
Si esta llega a ser su despedida definitiva (que puede ser que no, con este hombre pasa lo mismo que con el viejo Clint), le vendría como anillo al dedo. Una historia de enredo, sátira de la alta sociedad, con un guion delicioso, lleno de humor negro, romance y una sorprendente conclusión. Fotografía de colores suaves, en los que predominan los azules, los marrones cálidos y los rojos débiles a cargo de Vittorio Storaro (si quieren ver otro hombre de leyenda, cliquen en la ficha). Y cierta ligereza en el tono, que la dejan como obra menor, disfrutable, que da que pensar solo si sabes de quien viene. El tiempo la tratará muy bien, y quizá con el tiempo y algo de suerte se reivindique en el futuro como obra mayor y resumen de su vida. Con el azar, nunca se sabe.

7,4
45.126
8
30 de julio de 2023
30 de julio de 2023
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nolan no va a cambiar jamás. Sus frases grandilocuentes, su montaje desaforado mezclando líneas temporales sin ton ni son, su negativa a dejar al espectador pensar algo distinto de lo que él pone en pantalla, y su idea de únicamente bosquejar a los personajes, sin tener esa profundidad emocional que permitirían que salieran de la pantalla y caminaran entre nosotros. Tampoco desaparecerá su pericia narrativa, sus complejos guiones y su imagen elegante, digna del señor de traje y corbata con la que suele aparecer por sus rodajes. A veces, para contados proyectos, tiene lugar, sin embargo, una especie de alineación, en la que los excesos y ticks autorales y el tema y fondo tratado se alinean, formando una obra cuya potencia sería mínima si fuera otro el que lo hiciera. Con Oppenheimer nos encontramos con ese caso.
Porque el montaje temporal no está hecho únicamente para hacer que el espectador se sienta en un parque de atracciones, camuflando el desarrollo de una línea enlazándolo con un pequeño clímax en otra. La historia de Robert Oppenheimer no podría explicarse sin hacer un repaso de 40 años de historia, sin saber el peso de decisiones que en el momento parecen pequeñas, y que luego se vuelven trascendentales. Aquí Nolan enlaza los temas, presentándolos y volviendo a ellos una y otra vez, matizándolos y remezclándolos hasta su eclosión. Un ejercicio de potenciación, hecha por alguien que domina el montaje como nadie.
Su manía o incapacidad de no profundizar en sus personajes más allá de las primeras impresiones se muestra, de hecho, acertada. Porque no hay otra forma de manejar la enorme galería de personajes que aquí presenta. La regla dramática es tener o amplitud o profundidad, pero jamás las dos cosas. Nolan opta por lo primero, dibujando a los personajes a primera vista y dejando hacer a sus actores y actrices, que vuelan además a gran nivel, para darles algo más de definición. La única excepción es Robert Oppenheimer, cosa obvia. Aquí tanto Cillian como Nolan se esfuerzan por crea un personaje contradictorio, sin unos deseos claros, alegre y despreocupado y algo gallito, y al mismo tiempo desesperanzado, comido por dentro por dilemas morales y personales. Y lo consiguen, vaya si lo consiguen.
Su fotografía y música, hechas junto con el ya grande Hoyte Van Hoytema y Ludwig Göransson, nos sumergen en la película totalmente, haciéndonos olvidar todo lo demás. La fotografía desaturada y el uso del blanco y el negro para distinguir la realidad, lo hecho y perfectamente documentado, con la perspectiva de Robert, se muestra también muy acertada y añade gran riqueza fílmica. La forma de mostrar el horror y la fascinación de la bomba es magistral y será la imagen más recordada de la película. Si la ves en el cine, por supuesto.
Por último, tono hagiográfico y de gran importancia. Mucha gente verá esto como un defecto. Para los que no le gusta Nolan es, de hecho, su mayor defecto. Pero aquí, sin embargo, concuerdo con él y llego a la conclusión de que no habría otra forma de hacerlo. Porque si hay una historia del siglo XX digna de epopeya, es esta; la de cómo la humanidad consiguió al fin la llave para su autodestrucción, y las consecuencias morales que eso implica. La comparación con Prometeo es más que acertada: él nos dio el fuego. Ahora nos toca a nosotros controlarlo.
Porque el montaje temporal no está hecho únicamente para hacer que el espectador se sienta en un parque de atracciones, camuflando el desarrollo de una línea enlazándolo con un pequeño clímax en otra. La historia de Robert Oppenheimer no podría explicarse sin hacer un repaso de 40 años de historia, sin saber el peso de decisiones que en el momento parecen pequeñas, y que luego se vuelven trascendentales. Aquí Nolan enlaza los temas, presentándolos y volviendo a ellos una y otra vez, matizándolos y remezclándolos hasta su eclosión. Un ejercicio de potenciación, hecha por alguien que domina el montaje como nadie.
Su manía o incapacidad de no profundizar en sus personajes más allá de las primeras impresiones se muestra, de hecho, acertada. Porque no hay otra forma de manejar la enorme galería de personajes que aquí presenta. La regla dramática es tener o amplitud o profundidad, pero jamás las dos cosas. Nolan opta por lo primero, dibujando a los personajes a primera vista y dejando hacer a sus actores y actrices, que vuelan además a gran nivel, para darles algo más de definición. La única excepción es Robert Oppenheimer, cosa obvia. Aquí tanto Cillian como Nolan se esfuerzan por crea un personaje contradictorio, sin unos deseos claros, alegre y despreocupado y algo gallito, y al mismo tiempo desesperanzado, comido por dentro por dilemas morales y personales. Y lo consiguen, vaya si lo consiguen.
Su fotografía y música, hechas junto con el ya grande Hoyte Van Hoytema y Ludwig Göransson, nos sumergen en la película totalmente, haciéndonos olvidar todo lo demás. La fotografía desaturada y el uso del blanco y el negro para distinguir la realidad, lo hecho y perfectamente documentado, con la perspectiva de Robert, se muestra también muy acertada y añade gran riqueza fílmica. La forma de mostrar el horror y la fascinación de la bomba es magistral y será la imagen más recordada de la película. Si la ves en el cine, por supuesto.
Por último, tono hagiográfico y de gran importancia. Mucha gente verá esto como un defecto. Para los que no le gusta Nolan es, de hecho, su mayor defecto. Pero aquí, sin embargo, concuerdo con él y llego a la conclusión de que no habría otra forma de hacerlo. Porque si hay una historia del siglo XX digna de epopeya, es esta; la de cómo la humanidad consiguió al fin la llave para su autodestrucción, y las consecuencias morales que eso implica. La comparación con Prometeo es más que acertada: él nos dio el fuego. Ahora nos toca a nosotros controlarlo.
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