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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
La obra se afana tanto en mostrarnos la indiferencia del protagonista ante la etapa en la que se encuentra que, realmente, acaba por contagiarse al espectador. ¿Eso es bueno o malo? Si valoras la empatía que produce una obra, la verdad es que acaba inclinándose hacia el lado negativo. Si, en cambio, buscas experimentar ese tipo de sensaciones a través de la mente de un británico rico que está de vacaciones en México y a quien todo le es ya absolutamente indiferente, incluida toda la violencia implícita y explícita de la realidad, entonces es otra cosa.

Michel Franco explora temas como la alienación, el privilegio y la indiferencia a través de una narrativa pausada y sobria en la que todo sencillamente pasa. En el momento en que Neil, el protagonista, decide dejar atrás a su familia y quedarse en un hotel de mala muerte, observando la vida pasar, la cámara realiza un estudio de su desconexión emocional y su aparente apatía hacia la vida que ha dejado atrás. A partir de ese momento, es el espectador quien debe inferir las motivaciones y emociones de los personajes a partir de sus gestos y decisiones. Tim Roth, el pilar de la película, recrea este tono a través de una actuación contenida, cuyas motivaciones y estado nunca llegamos a conocer del todo. Los personajes secundarios, por su parte, son más bien accesorios que construyen el entorno en el que Neil ha decidido "desaparecer", sin tener mayor relevancia.

Cinematográficamente, es interesante cómo el director muestra el contraste visual entre la belleza natural del lugar y la vida interior estéril del protagonista, usando planos largos y estáticos que acentúan la sensación de aislamiento y desconexión. Todo esto, sumado a una banda sonora minimalista, casi inexistente, refuerza aún más la sensación de vacío y soledad.

Por desgracia, hasta aquí llega todo, ya que, a pesar del interesante subrayado sobre las diferencias de clase y la indiferencia que a menudo acompaña al privilegio, no tenemos mucho más, salvo el final de una etapa con la que es complejo empatizar. El final es consistente en ese sentido y deja un cierre que no es fácil de digerir.
21 de diciembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
RoboCop 2 (1990), dirigida por Irvin Kershner –el responsable de The Empire Strikes Back–, busca recuperar la mezcla de sátira y acción que definió a la película original de Paul Verhoeven. Sin embargo, los tropiezos en la producción y el afán por replicar el éxito comercial de la primera entrega terminaron por mermar gran parte de su potencial. Aunque Frank Miller y Walon Green propusieron ideas interesantes para el guion, muchas de ellas se diluyeron o reformularon en busca de un espectáculo que atrajera al público en taquilla.

El cambio de dirección es evidente. Mientras Verhoeven supo integrar un humor negro incisivo con comentarios sociales punzantes, Kershner adopta un enfoque más tradicional, centrado en la acción. Las secuencias, aunque visualmente impactantes, carecen de la fuerza crítica de la original. Eso sí, el inicio logra capturar al espectador con una atmósfera caótica en Detroit, evocando el lado más salvaje de la primera. Más adelante, la película se entrega a la espectacularidad y deja en un segundo plano la sátira sobre las corporaciones y el capitalismo depredador, que debería ser el núcleo de la historia.

La figura de Alex Murphy vuelve a enfrentarse al conflicto entre hombre y máquina, como si no hubiera avanzado emocionalmente desde el final de la primera película. La breve escena con su esposa ilustra lo que pudo haber sido una exploración más humana, pero pronto queda relegada por las persecuciones y explosiones. Además, el nuevo villano carece del carisma inquietante de Clarence Boddicker o de la crítica empresarial encarnada por Dick Jones, lo que reduce la narrativa a un espectáculo de acción, dejando en segundo plano la reflexión.

El problema principal es que la película parece estar atrapada en la misma lógica comercial que busca cuestionar. Aunque hay destellos de crítica al capitalismo y al espectáculo, estos quedan enterrados bajo la necesidad de producir una secuela exitosa. Por ello, la obra no alcanza la mordacidad ni la cohesión que hicieron de la original un clásico, aunque sí ofrece momentos valiosos para los admiradores del personaje. En definitiva, RoboCop 2 queda a medio camino entre la denuncia y la evasión, sin lograr el equilibrio que distinguió a la primera entrega.
12 de noviembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Esta película es una de esas joyas de Yasujirō Ozu que, con su calma y minimalismo, captura la esencia de un cambio silencioso pero implacable: el choque entre tradición y modernidad en el Japón de la posguerra. A través de una serie de escenas aparentemente simples, la película nos hace testigos del eterno conflicto entre padres que intentan preservar sus valores y los hijos que desean forjar su propio camino.

A pesar de que "Flores de Equinoccio" no me ha entusiasmado completamente (por motivos muy personales), he podido valorar estos aspectos positivos que sin duda han influenciado a toda una generación de cineastas. Ozu nos invita a mirar de cerca y desde el suelo, literalmente, cada escena, desde una perspectiva de respeto y reverencia. Este enfoque meditativo hace que nos sintamos voyeurs de un ritual familiar donde cada silencio y cada pausa pesan tanto como las palabras. El resultado es una estética minimalista y pulcra, llena de simetrías que reflejan la calma y el orden en la vida cotidiana japonesa.

En las pausas y en los silencios, Ozu deja que emerjan las tensiones y resignaciones. Aquí no se necesitan adornos ni gestos grandilocuentes. La cámara es estática, los planos son largos, y los encuadres simétricos nos transmiten una calma casi ceremonial. Esa quietud visual es como una declaración de principios: en el mundo de Ozu, la esencia de la historia se filtra a través de los momentos más sutiles. Es una película para ver en cierto estado emocional y personal, quizás con un bagaje que permita conectar con el Japón de esa época y con el lenguaje de sutilezas de Ozu.

La película también nos muestra, con honestidad y sin moralizar, el impacto de la occidentalización en Japón. Las nuevas generaciones buscan afirmar su identidad en un mundo que poco a poco absorbe influencias extranjeras, cuestionando el sentido de familia tradicional que para sus padres es incuestionable. Esa lucha, tratada con tanta delicadeza, convierte a "Flores de Equinoccio" en una pieza que, más allá de su contexto histórico, nos habla de una humanidad que sigue vigente.

Quizás, en el futuro, vuelva a ella en busca de nuevas perspectivas. No es una película que me haya atrapado de inmediato, pero entiendo que su influencia y su belleza son innegables, y sé que para muchos es una obra que se disfruta en contemplación y calma.
29 de noviembre de 2024 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de su estilo inconfundible, marcado por movimientos de cámara precisos y cargados de significado, Buñuel crea una película que desafía las estructuras de poder y la tradición, especialmente en el contexto de la España franquista.

La trama sigue a Viridiana, una joven novicia atrapada entre su vocación religiosa y la perversidad de su entorno. La película combina simbolismo mordaz con una narrativa profundamente irónica, alcanzando su clímax en la célebre secuencia de la «Última Cena», un momento donde el lenguaje visual de Buñuel se convierte en una crítica devastadora de la caridad como mecanismo de poder.

Es destacable cómo Buñuel utiliza elementos formales, como un continuo movimiento de cámara que acompaña a los personajes de forma casi imperceptible, para crear un montaje interior al plano que enfatiza tanto la fluidez narrativa como las tensiones internas de los personajes. Este recurso, lejos de ser una mera exhibición técnica, sirve para subrayar la degradación y el fetichismo presentes en la historia, especialmente en la relación entre Fernando Rey y Silvia Pinal.

El trasfondo político y cultural de Viridiana es clave para comprender su impacto. Buñuel regresa a España tras años de exilio, enfrentándose tanto a la censura franquista como a las expectativas de la comunidad internacional. La película, inicialmente una coproducción mexicana-española, ganó la Palma de Oro en Cannes, pero fue inmediatamente censurada en su país de origen tras ser condenada por el Vaticano.

Buñuel, con su estilo subversivo y su aguda crítica, construyó en Viridiana una obra que trasciende su tiempo, ofreciendo una mirada descarnada a los dilemas éticos, el abuso de poder y la fragilidad de las creencias.
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