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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
1 de enero de 2008
34 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La España del tardofranquismo queda reflejada maravillosamente en esta película en la que se describe el ambiente lumpen de los barrios del extrarradio de Barcelona. El Torete y sus amigos viven hacinados en pisos miserables y se dedican desde su más tierna infancia a buscarse la vida, lo que sólo puede significar quitarle un poco de su prosperidad a los nuevos ricos (y también a los que no los son tanto) con los que se cruzan. Todo ello con los coches de la secreta siempre acechando y el pedal del acelerador echando humo.
En el barrio la vida es tan jodida que ni el amor puede llegar a germinar con libertad y todas las miserias humanas acaban por estallar y reventar en las narices de sus habitantes, lo que termina irremediablemente por ocurrirle al Torete de la forma más cruel y desagradable.
Aunque parezca una mala película de ficción, lo cierto es que refleja en gran medida lo que fue la realidad de las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla) y sus suburbios hasta hace muy poquito. La inmigración del campo, la ausencia de infraestructuras, la desestabilización social, el contraste entre la vida campesina y la de la ciudad, la heroína, las intensas diferencias de clase (y no sólo en el plano económico), todo ello contribuyó a que surgiese un lumpenproletariado extremadamente marginal, que no tenía la más mínima esperanza ni ilusión y que adoptó un tipo de delincuencia violenta que respondía a sus condiciones de existencia: "no tenemos nada, no valemos nada, así que tampoco tenemos nada que perder, por tanto, saca la recortá y vamos a darles trabajo a los monos..."
4 de noviembre de 2007
31 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ruttmann plantea una visión de conjunto de la vida alemana de los años veinte, muy similar a la de Vertov en El hombre con la cámara de cine, si bien se diferencian en algunos aspectos esenciales, internos y externos. En primer lugar, la maestría de Vertov y las innovaciones técnicas que introduce son muy superiores a los de Ruttmann, se aprecia en Vertov un mayor dinamismo, una conexión entre entre el espectador y las imágenes y un engarce con la realidad de la ciudad que en Ruttmannn es mucho menos evidente. Eso en cuanto a la técnica, en lo que respecta a lo retratado tampoco es ni puede ser igual, pues Vertov retrata un mundo nuevo, una ciudad viva que contagia vida, una sociedad que nace y en ese nacer lo promete todo, la esperanza de un mundo nuevo para toda la humanidad, aunque esa promesa jamás llegase a cumplirse, perdiéndose, revelándose ilusoria, distorsionándose en la bruma de las falsedades, las traiciones.
En el Berlin de Ruttmannn lo que vemos es una sociedad en franca decadencia, un mundo que se viene abajo sin que se puede adivinar qué es lo que sucederá, que le sucederá. Era el país de una burguesía atrapada en sus propias contradicciones y que no sabía hacia donde dar su próximo paso pues éste parecía, a todas luces, fatal. Y en su banalidad por un lado, su ceguera por otro y su resistencia a perder su modo de vida se encontró encerrada en un callejón sin salida. Tal y como lo expresó Walter Benjamin en su texto "Avisador de incendios", incluido en el libro Dirección única, la cuestión no era tanto saber si ese mundo podría sobrevivir si no como caería y que lo sustituiría: "La idea de la lucha de clases puede inducir a error. No se trata de una prueba de fuerza en la que se decide la cuestión de quién vence o quién sucumbe, ni de un combate a cuyo término le irá bien al vencedor y mal al vencido. Pensar así es disimular los hechos bajo un tinte romántico. Pues, ya salga vencedora o sucumba al combate, la burguesía está condenada a perecer por las contradicciones internas que, en el curso de su evolución, habrán de resultarle fatales. La pregunta es únicamente si perecerá por sí misma o a manos del proletariado." Hoy sabemos muy bien lo que ocurrió.
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No sé si Walter Benjamin vio esta película (no he encontrado ninguna referencia al respecto), tampoco sé si Ruttmann conocía la obra de Walter Benjamin, pero hay una gran afinidad en la mirada que ambos dirigen a Berlín. Benjamin creía que el mundo tenía en sí un lenguaje que podía descifrarse leyendo los objetos y que la mejor forma de hacerlo era paseando por la ciudad, yendo a su encuentro. Sólo así podía conocerse el presente leyendo en sus expresiones más particulares y características (los escaparates, la moda, los letreros) la realidad de un mundo que había devenido mercancía. Esa mirada, si bien seguramente no con la profundidad y el sentido filosófico (metafísico pero profunda y sinceramente materialista) que le daba Benjamin, se aprecia también en Ruttmann, en esos planos de los escaparates con los carteles y las figuras grotescas que anuncian las mercancías expuestas, en las imágenes de las fábricas con el movimiento de unas máquinas que parecen dictar el movimiento de la gente en las calles, con las luces de neón que prolongan artificialmente la vida. Una obra para ver con "otra" mirada, una mirada diferida que permite comprender lo ocurrido y hacer aprehensible un pasado que es el nuestro, el de esta sociedad del espectáculo y la mercancía. Quizás la intención de Ruttmannn no era en absoluta esta, pero la verdad contenida en sus imágenes aparece clara y diáfana.
21 de julio de 2008
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rapsodia Satanica es la última película dirigida por el joven director italiano Nino Oxilia, quien poco después de rodarla murió combatiendo en la I Guerra Mundial. La película, una de las obras mayores del cine mudo italiano, es una adaptación del mito de Fausto, cambiando el género del protagonista pero conservando lo esencial del mito: el tono moralizante, la advertencia de que aquello que el Diablo (que cada cual le otorgue el significado que quiera a esta figura alegórica) concede tiene siempre unas repercusiones negativas de las que en principio no somos conscientes pero que a la larga harán su aparición para desgracia nuestra.
La película tiene un tono melancólico y decadente, casi barroco, que es acentuado en gran medida por la fotografía. Los fotogramas fueron coloreados a mano lo que le da un carácter aún más mágico, arcaico y aurático. Hay momentos en que parece que estamos frente a viejos daguerrotipos que toman vida y quieren salirse de su marco. A ello hay que unir la impresionante música de Pietro Mascagni y la belleza prerrafaelita de la protagonista, Lyda Borelli, que recuerda (tanto en su físico, con su nariz “griega”, sus rasgos faciales tan marcados y su cabellera ondulada como en su caracterización con vestidos sedosos y ligeros y ese aire de ninfa) a los retratos femeninos de Dante Gabriel Rossetti. Todo esto da lugar a una singular obra que consigue crear una sensación de desasosiego y gran belleza al mismo tiempo, como si todo fuese un sueño que se disuelve entre las brumas de la noche.
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El argumento es sencillo. Una vieja aristócrata hace un pacto con el Diablo para recuperar su juventud, pero a cambio no podrá amar a nadie. Joven y hermosa de nuevo es cortejada por dos hermanos, Tristano y Sergio. Este último amenaza con suicidarse si no corresponde a su amor. Ella le deja morir, embriagada por su belleza y su poder sobre los hombres, despreocupándose de todo aquello que no sea ella misma y su placer. A pesar de todo sufre remordimientos por haber sido la causante de la muerte de Sergio, pero el influjo del Diablo le impide arrepentirse de lo que ha hecho. Finalmente decide entregarse a Tristano, dándose cuenta de que una vida sin amor no es nada, por muy joven y bella que sea. No le basta con su belleza y su arrogancia para ser feliz, ser amada no es suficiente, también necesita amar a alguien. Pero el Diablo no ha olvidado las condiciones del pacto y hace su aparición definitiva, despojándola de su juventud y de sus ilusiones justo cuando estaba a punto de alcanzar la felicidad y la condena así a morir de desesperación sola.
Dos lecturas pueden realizarse, entre muchas otras y teniendo en cuenta sólo el tema del amor, dejando a un lado otros que no son tampoco anecdóticos, como la consideración de la juventud, pero que quizás son más obvios. Se puede optar por una visión conservadora que niega la posibilidad de felicidad y de realización absoluta del ser humano, condenado a conformarse con lo que tiene y a no buscar más allá pues sólo le acarreará sufrimiento o, al contrario, destacar la toma de partido a favor del amor como la más alta aspiración del ser humano, aquello imprescindible para la vida sin lo cual ésta no alcanza todo su sentido y que, por lo tanto, hace que merezca la pena arriesgarlo todo por conseguirlo.
5 de junio de 2008
31 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo puede estar alguien tan pirado para rodar una película sobre surfistas nazis? Sólo hay una respuesta: Troma, la gran fábrica de cine basura. Sólo a ellos se les puede ocurrir algo así y sólo ellos pueden conseguir que alguien pueda tragarse hora y media de película sobre tan bizarro tema y no sufrir efectos secundarios (o al menos eso espero, aunque me noto algo raro…)
Como muchas otras películas de la época refleja el miedo a la catástrofe (en este caso natural, en otras películas provocada por el hombre) que acaba con el orden y las instituciones dando lugar a un escenario de caos y desorden que es aprovechado por algunos (malos malísimos) para cometer todo tipo de tropelías, dando lugar a un mundo puramente hobbesiano en el que los más fuertes se hacen con el poder y sojuzgan por la violencia al resto de la población, que se encuentra indefensa y a la que sólo podrá librar de la nueva tiranía un héroe solitario y justiciero. Los surfistas nazis deben morir es, en gran medida, una parodia de este subgénero y consigue bastante bien su propósito.
Ahora bien, ¿por qué siempre en ese escenario postapocalíptico se instaura un régimen mucho peor que el anterior? ¿Incapacidad para imaginar que si el capitalismo cae pueda llegar algo distinto? ¿Postura realista ante las condiciones en las que se impondría ese nuevo escenario? ¿Defensa del mundo presente que, a pesar de ser un mierda, es mucho mejor que la “anarquía” que puede venir? Postura conservadora en todo caso. Pero lo cierto es que, quitando las exageraciones y dejando un escenario más sobrio (sin bandas de punks hiperviolentos, ni mutantes, ni demás personajes típicos de este cine) podemos llegar a pensar que la base sobre la que se cimenta este tipo de cine no es tan irreal como parece y, en algunos casos, hasta la realidad puede superar a la ficción en algunos aspectos, y si no pensemos en Irak, ¿no es un escenario tan demencial como el presentado en cualquier película del género? Y es la realidad, una realidad cada vez más demencial y que se expande superando a la ficción, pues un zombie acojona bastante menos que un marine puesto de coca y pastillas hasta el culo y órdenes de matar a todo bicho viviente o que un yihadista cargado de goma 2 hasta en los gayumbos.
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Un terremoto destruye la costa oeste de Estados Unidos. Aprovechando el caos, una banda de surfistas nazis tratan de hacerse con el poder en la playa, eliminando al resto de bandas rivales y aterrorizando a la población. Nadie puede hacerles frente. ¿Nadie? Una persona lo hará. La anciana madre de la primera víctima de los surfistas nazis: un hombre negro que se atrevió a detener a uno de ellos que había robado un bolso. La señora se convierte así en una madre coraje dispuesta a hacer justicia y vengar a su hijo acabando con esa “escoria blanca”. Los nazis empiezan a sufrir ataques sin saber quién los está llevando a cabo. Granadas y pistola en mano, la anciana empieza a eliminarlos uno por uno hasta que sólo quedan Adolf, el jefe, y Eva, su novia y mano derecha (aunque el personaje más brutal es sin duda Mengele), a los que perseguirá y finalmente matará cuando tratan de huir de ella surfeando. La escena final con la vieja a lo Harry el Sucio reventándole la cabeza a Adolf de un disparo es sencillamente genial.
No se puede decir que sea la película más lograda de la factoría Troma pero reúne algunos de los requisitos básicos del buen cine basura: violencia gratuita, desnudos gratuitos (aunque muchos menos de los habituales en las producciones Troma), humor zafio y vulgar, escenario postapocalíptico, look cutre ochentero (los nazis parecen salidos de un video de Motley Crüe), artes marciales, irreverencia, caspa a montones… Un película políticamente incorrecta, cutre y absurda como no podía ser de otra manera, sólo le falta algo de gore y vísceras, un poco más de intensidad en algunos momentos y le sobran muchas escenas de surf (casi todas salvo la última). En definitiva, una película sólo apta para amantes del cine basura.
Marquis
Francia1989
6,4
680
Animación
6
26 de septiembre de 2008
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marquis es seguramente la película más original de las muchas que se han rodado sobre el Marqués de Sade, ya sea que estén basadas en sus escritos o en su propia vida. Y esto es así tanto en su argumento como en su disparatada puesta en escena. Y no podía ser otra cosa más que disparatada siendo sus creadores Roland Topor y Henri Xhonneux. El primero de ellos fue miembro del movimiento Pánico junto a Jodorowsky y Arrabal y colaboró posteriormente con varios directores. Junto a Xhonneux creó a comienzos de los años ochenta del pasado siglo el Telechat (las Noticias del guiñol francesas). Y juntos decidieron rodar en 1989 esta película sobre Sade en la que los actores aparecen ataviados como animales, cada uno de ellos caracterizando una clase social, una forma de ser o un rol determinado.
El divino Marqués se encuentra encerrado en la Bastilla por sus supuestos crímenes sexuales. Allí confluyen una serie de personajes a cual más disparatado y bizarro que dan lugar a una historia que entremezcla elementos reales de la vida de Sade en prisión (no olvidemos que pasó casi toda su vida encerrado, siendo el único personaje que tiene el dudoso honor de haber sido encarcelado por la monarquía, la república y el imperio napoleónico), con conspiraciones republicanas, escenas sexuales propias de sus libros y aportaciones originales de Topor y Xhonneux.
Más allá del bizarrismo de la película, en ella podemos ver uno de los intentos más honestos (al menos en el cine) de dignificar a Sade (“el espíritu más libre que haya existido hasta la fecha”, tal y como le definió Apollinaire), más allá de los tópicos y de la leyenda negra. Podemos ver su sensiblidad, su alta concepción de la libertad y su defensa de la vida en todo su esplendor, todo ello narrado con un sentido del humor irreverente, bizarro y algo surrealista.
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El Marqués de Sade se dedica en la soledad de su celda a hablar con su pene, Collin (sin duda el personaje más entrañable de la película), que tiene vida propia, y a escribir historias eróticas para él. A pesar de querer mantener su soledad y dignidad en prisión se ve envuelto en una serie de intrigas. Por un lado es cortejado por el carcelero Ambert, que quiere que le sodomice. Por otro lado, está Justine, una vaquita que fue violada por el rey y ahora espera un hijo suyo. El cura y el director de la Bastilla (aficionado al sadomasoquismo, que practica con la bella yegua Juliette) deciden entregar a Justine a Sade para tapar el escándalo y que todos piensen que el hijo es suyo, pero él decide resistir pese a Collin, desesperado por meterla en caliente. Sade narra algunas de sus historias a Justine, que se enamora de él por su sensibilidad y su diginidad. Pero de poco le vale, pues el cruel carcelero Ambert la viola, despechado por el rechazo de Sade, y poco después, al dar a luz, muere. Sade decide hacer de ella una de las heroínas de sus novelas. Ficción y realidad, vida y literatura se unen de forma enrevesada.
En La Bastilla también está encerrado Lupino, ex jefe de la policía, responsable del encarcelamiento del marqués y ahora conspirador republicano. Lupino le pide ayuda a Sade para escapar; para ello debe entretener al carcelero dándole por culo, pero Collin no está por la labor, así que el marqués le mete una langosta por el culo, en lo que es una de las escenas más bizarras de la película, con el carcelero corriendo con la langosta en su ano al descubrir la fuga. Sade se ve envuelto en una trama conspirativa dentro de prisión sin comerlo ni beberlo. Él sigue escribiendo, siendo esto lo único que le mantiene vivo entre las cuatro paredes de su celda. Pero hasta esto se lo roban. En mitad de una orgía el cura consigue que un editor se comprometa a publicarle los escritos que le roba a Sade.
Despojado de todo: de su libertad y de su diginidad hasta en lo más íntimo, Sade decide participar en la conspiración. Tras la primera y fallida fuga, Juliette, una de las conspiradoras republicanas y la dómina del director de la prisión, utiliza su poder sobre éste para planear y ejecutar la fuga, igual de disparatada que la anterior y en la que pierden la vida Lupino y el director de la prisión, éste teniendo su último orgasmo al exhalar su último suspiro. El marqués se ve por fin libre y Collin con él, lo que aprovecha para follarse a Juliette en el coche de carruajes en el que huyen. Al recobrar la libertad, el marqués y Collin se separan, éste decide recorrer el mundo en busca de aventuras sexuales y el marqués se queda escribiendo, reflexionando sobre la vida y el ser humano amputado en cierto modo de sí mismo pero conservando toda su dignidad y su esperanza.
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