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Críticas ordenadas por utilidad
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6,4
1.396
8
31 de marzo de 2009
31 de marzo de 2009
54 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buscando y encontrando una conciencia social. Esta es la primera película de Bardem tras la dictadura y claramente su film más comprometido y político. Y quién se lo podría imaginar. Con el pobre Alfredo Landa que por aquel entonces no pasaba de ser un figurín más en esa parte del cine español lastrado por el icono del "macho ibérico" y que, de una manera u otra, ha hecho tanto daño a una época que a día de hoy contiene mucha más calidad de lo que parece.
Calidad por su director que junto a las otras dos B (Buñuel y Berlanga) suponen, sin la menor duda alguna, el trío más genial de directores españoles. Muchos que ahora comienzan deberían de tomar muy buena nota de como hacer cine social, comprometido y no exento de ese entretenimiento, de esa gracia y de ese arte que forma parte de nuestro carácter. Calidad por Alfredo Landa que en un ejercicio de artista, de salto de nivel en su carrera, nos brinda una interpretación histórica, parodiándose así mismo de una manera tan honesta como brillante. Despúes, poco después, vendría "El Crack" o "Los Santos Inocentes"; a partir de aquí podemos afirmar rotundamente que ganamos a un actor inigualable.
Y luego el fondo, no solo la forma. Bardem se inventa una roadmovie casi inédita en el cine patrio y a través de la figura, o mejor dicho "el figura", de Juan (Alfredo Landa) nos lleva en un viaje a través de las carreteras españolas donde nuestro irrepetible protagonista vivirá toda clase de experiencias que le ayudarán a abrir los ojos ante una realidad a la que no puede ser ajeno durante más tiempo. Tras ser plantado por un "pendón" (graciosísima la terminología castiza) Juan decide tomarse el puentecito de Agosto por su cuenta y emprenderá un largo viaje en su "poderosa" (una Montesa Impala) hacia Torremolinos en busca de diversión y claro está, y por encima de todo, mujeres. Pero Juan no encontrará esto. El tono claramente humorístico en el que Bardem enfrasca la cinta no esconde la auténtica verdad: en Juan se hará patente una situación en la que los acontecimientos exigían a los ciudadanos un compromiso social, sindical y político.
Este es el mensaje final que Bardem lanza al público. Una playa vacía y un Torremolinos lejos de suecas en bikini y de machos ibéricos a sus pies. Una apuesta arriesgada, seria y realista que poco o nada tiene que ver con lo que hoy en día vemos en nuestras pantallas y en español. Como bien afirmaba el propio Bardem antes de morir sobre si seguía yendo a ver cine español: "Qué remedio. Me parece un cine mimético, que busca el éxito en taquilla como bien supremo. La crítica se ha reducido a una Guía Michelín que concede estrellitas". Pues eso.
Calidad por su director que junto a las otras dos B (Buñuel y Berlanga) suponen, sin la menor duda alguna, el trío más genial de directores españoles. Muchos que ahora comienzan deberían de tomar muy buena nota de como hacer cine social, comprometido y no exento de ese entretenimiento, de esa gracia y de ese arte que forma parte de nuestro carácter. Calidad por Alfredo Landa que en un ejercicio de artista, de salto de nivel en su carrera, nos brinda una interpretación histórica, parodiándose así mismo de una manera tan honesta como brillante. Despúes, poco después, vendría "El Crack" o "Los Santos Inocentes"; a partir de aquí podemos afirmar rotundamente que ganamos a un actor inigualable.
Y luego el fondo, no solo la forma. Bardem se inventa una roadmovie casi inédita en el cine patrio y a través de la figura, o mejor dicho "el figura", de Juan (Alfredo Landa) nos lleva en un viaje a través de las carreteras españolas donde nuestro irrepetible protagonista vivirá toda clase de experiencias que le ayudarán a abrir los ojos ante una realidad a la que no puede ser ajeno durante más tiempo. Tras ser plantado por un "pendón" (graciosísima la terminología castiza) Juan decide tomarse el puentecito de Agosto por su cuenta y emprenderá un largo viaje en su "poderosa" (una Montesa Impala) hacia Torremolinos en busca de diversión y claro está, y por encima de todo, mujeres. Pero Juan no encontrará esto. El tono claramente humorístico en el que Bardem enfrasca la cinta no esconde la auténtica verdad: en Juan se hará patente una situación en la que los acontecimientos exigían a los ciudadanos un compromiso social, sindical y político.
Este es el mensaje final que Bardem lanza al público. Una playa vacía y un Torremolinos lejos de suecas en bikini y de machos ibéricos a sus pies. Una apuesta arriesgada, seria y realista que poco o nada tiene que ver con lo que hoy en día vemos en nuestras pantallas y en español. Como bien afirmaba el propio Bardem antes de morir sobre si seguía yendo a ver cine español: "Qué remedio. Me parece un cine mimético, que busca el éxito en taquilla como bien supremo. La crítica se ha reducido a una Guía Michelín que concede estrellitas". Pues eso.

7,2
1.692
9
12 de octubre de 2008
12 de octubre de 2008
50 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo siento. No puedo. Siempre me pasa. "Horizontes Lejanos", "La Última Bala", "Tierras Lejanas"....cuando el western se mezcla con la aventura caigo rendido. Disfruto. Se me pone la sonrisilla desde el principio hasta el fin y luego vengo aquí...y le pongo un nueve. Claro y si el western lo hace un director que ha hecho aventuras como nadie hasta ahora, y creo que nadie jamás, pues ya le tengo que escribir algo.
Primorosa producción, aderezada con la espectacularidad del Cinesmacope, que nos trae a la pantalla la historia de la la persecución de dos sueños diferentes por dos hombre diferentes. Ben Allison (Gable) un cowboy tejano en busca de algo de dinero para sus humildes pretensiones y Nathan Stark (Ryan) un ganadero cuya única ambición es la de poseer todo el estado de Montana. Ambos se embarcarán en un negocio de traslado de reses desde Texas hasta Montana que nos regalará impresionantes estampas y momentos inolvidables entre polvo, indios, ríos, carretas y cabezas de ganado. Genial fotografía y montaje como siempre de Leo Tover.
Pero la historia, más allá de la aventura, supone una continua elección entre las dos maneras de vivir presentadas para la protagonista. La otra gran atracción para el espectador. Jane Rusell. La portentosa actriz, la increible morena, que de una manera u otra se ve en medio de esa expedición y que consigue que el duelo entre Gable y Ryan vaya más allá de lo interpretativo. Porque en lo interpretativo gana Gable. Y eso es mucho decir teniendo en frente a Ryan. Pero es que el papel le viene como anillo al dedo y sumado a esa enorme presencia física y su gran talento delante de la cámara hace que vaya dejando atrás a su compañero y centrando toda la atención de la historia en su relación con la que ya nos dejara boquiabiertos en "The Outlaw"....
- para esta película quiero una mujer despampanante¡¡ dijo Howard Hughes. Y apareció Jane.
Gran reparto, bonita historia, épica aventura, personajes atractivos, buena banda sonora, excepcional dirección y siempre con ese sabor. Ese sabor a western aventurero y que como podéis leer...me encanta.
Primorosa producción, aderezada con la espectacularidad del Cinesmacope, que nos trae a la pantalla la historia de la la persecución de dos sueños diferentes por dos hombre diferentes. Ben Allison (Gable) un cowboy tejano en busca de algo de dinero para sus humildes pretensiones y Nathan Stark (Ryan) un ganadero cuya única ambición es la de poseer todo el estado de Montana. Ambos se embarcarán en un negocio de traslado de reses desde Texas hasta Montana que nos regalará impresionantes estampas y momentos inolvidables entre polvo, indios, ríos, carretas y cabezas de ganado. Genial fotografía y montaje como siempre de Leo Tover.
Pero la historia, más allá de la aventura, supone una continua elección entre las dos maneras de vivir presentadas para la protagonista. La otra gran atracción para el espectador. Jane Rusell. La portentosa actriz, la increible morena, que de una manera u otra se ve en medio de esa expedición y que consigue que el duelo entre Gable y Ryan vaya más allá de lo interpretativo. Porque en lo interpretativo gana Gable. Y eso es mucho decir teniendo en frente a Ryan. Pero es que el papel le viene como anillo al dedo y sumado a esa enorme presencia física y su gran talento delante de la cámara hace que vaya dejando atrás a su compañero y centrando toda la atención de la historia en su relación con la que ya nos dejara boquiabiertos en "The Outlaw"....
- para esta película quiero una mujer despampanante¡¡ dijo Howard Hughes. Y apareció Jane.
Gran reparto, bonita historia, épica aventura, personajes atractivos, buena banda sonora, excepcional dirección y siempre con ese sabor. Ese sabor a western aventurero y que como podéis leer...me encanta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que Nella (Jane) buscaba conocer mundo, viajar, dinero, lujos...pero apareció Ben (Gable) y entonces ya no quiso que nadie más le quitara las botas. Curioso es el papel de la manta roja que acompaña a Nella en todo el viaje y discurrir de la historia y que no significaba más que la más completa seguridad de que al final elegiría la vida en el rancho...quién hubiera sido Gable en esa cabaña durante unos pocos días, rodeados de nieve y de la Rusell diciéndote que tiene frío. Maldita envidia¡¡.
9
13 de noviembre de 2009
13 de noviembre de 2009
49 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo de forajidos con las manos manchadas de sangre.
Un antiguo sheriff buscando venganza al asesinato de su esposa.
Un botín de 20.000$ en oro.
Un pistolero, irónico e implacable, sarcástico y egocéntrico, en pos de la mareante cantidad.
Una pareja de jóvenes colonos del Este que sueñan con California tras un interminable viaje.
Unas cuantas decenas de Chiricahuas hambrientos hasta la desesperación.
Protagonistas de un completísimo guión de Kennedy que brinda a Boetticher la posibilidad de filmar este estupendo western. Como pueden ver lo tiene todo. También, por supuesto, una excelente música y una fotografía fantástica que hacen las delicias de oído y vista. Pero si en algo destaca “Seven Men from Now” es por el duelo interpretativo entre Scott y Marvin. Se miran, se desafían, se retan…Ambos, gustándose en unas interpretaciones contenidas, llenas de fuerza y personalidad, centran la atención de la cámara y hacen que el espectador tome parte del asunto. Lo de Lee Marvin no tiene nombre. ¡Cuántas actuaciones memorables! Qué cantidad de personajes inmortales han tomado vida en su piel. Genial lo de este tipo. Su presencia en la pantalla acelera el discurrir del breve metraje en el que también tiene cabida la inevitable historia de amor. En ella, los bonitos ojos azules de Rusell actúan como principal reclamo.
Con un final clásico, consecuencia inevitable de lo anteriormente expuesto, podemos decir que “Seven Men from Now” es un western relativamente desconocido aunque, sin duda y junto con “Tall T”, es el film de más calidad de Boetticher. Un cineasta a recordar y que escribió, con Scott como protagonista, una de las páginas más importantes de este género que tanto ama un servidor.
Un antiguo sheriff buscando venganza al asesinato de su esposa.
Un botín de 20.000$ en oro.
Un pistolero, irónico e implacable, sarcástico y egocéntrico, en pos de la mareante cantidad.
Una pareja de jóvenes colonos del Este que sueñan con California tras un interminable viaje.
Unas cuantas decenas de Chiricahuas hambrientos hasta la desesperación.
Protagonistas de un completísimo guión de Kennedy que brinda a Boetticher la posibilidad de filmar este estupendo western. Como pueden ver lo tiene todo. También, por supuesto, una excelente música y una fotografía fantástica que hacen las delicias de oído y vista. Pero si en algo destaca “Seven Men from Now” es por el duelo interpretativo entre Scott y Marvin. Se miran, se desafían, se retan…Ambos, gustándose en unas interpretaciones contenidas, llenas de fuerza y personalidad, centran la atención de la cámara y hacen que el espectador tome parte del asunto. Lo de Lee Marvin no tiene nombre. ¡Cuántas actuaciones memorables! Qué cantidad de personajes inmortales han tomado vida en su piel. Genial lo de este tipo. Su presencia en la pantalla acelera el discurrir del breve metraje en el que también tiene cabida la inevitable historia de amor. En ella, los bonitos ojos azules de Rusell actúan como principal reclamo.
Con un final clásico, consecuencia inevitable de lo anteriormente expuesto, podemos decir que “Seven Men from Now” es un western relativamente desconocido aunque, sin duda y junto con “Tall T”, es el film de más calidad de Boetticher. Un cineasta a recordar y que escribió, con Scott como protagonista, una de las páginas más importantes de este género que tanto ama un servidor.

7,1
1.079
8
11 de enero de 2009
11 de enero de 2009
46 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
11 de enero de 2009. Me sorprendo al consultar la ficha de este film y comprobar que solo tiene treinta y tres votos. Son de esas cosas incomprensibles que suceden en esta comunidad. "Day of the Outlaw" es a mi juicio uno de los westerns postrímeros más importantes y, sin duda, contiene los momentos de más calidad en la filmografía del director André de Toth.
Ambientada en un marco oscuro, fúnebre y casi fantasmagórico el excelente guión de Philip Yordan ("Men in War" con muchos aspectos similares a esta cinta) nos acerca de nuevo al western psicológico donde, con unos diálogos acetadísimos, se ponen en juego las morales y condiciones humanas de los protagonistas. Para ello André de Toth filma a estos de cerca, en unos primeros planos inusuales en el género, y dejando ver al espectador las sensaciones y las tensiones que invaden a cada uno de ellos.
Todo comienza en un pueblo fronterizo de Wyoming en un duro invierno. La paz del lugar se ve alterada por las disputas entre los veteranos vaqueros colonizadores y nuevos granjeros llegados del este y que pretenden mediante vallas cercar sus propiedades. Al frente de estos viejos y curtidos vaqueros está Blaze (Robert Ryan) un hombre de fuertes convicciones y que lucha denostadamente contra la barreras que le puedan ser impuestas. Justo (y nunca mejor dicho) cuando todo parece inevitable hacia la confrontación aparecen un grupo de bandidos, liderados por el capitán Bruhn (un genial Burl Ives) y que toman el pueblo en su huida del ejército. A partir de aquí la película se centra en la relación que se establece entre Blaze y Bruhn y en el intento de ambos de controlar a lo forajidos, auténticos delincuentes con ansias de whisky, mujeres y arrasar con el pueblo y sus habitantes.
Alabar también la música y la excelente fotografía en blanco y negro que adorna la historia y que desmuestra en los momentos necesarios la superioridad de las duras condiciones meteorológicas que rigen la naturaleza y que se imponen en todo momento a cualquier acción humana. A todo esto pone el colofón un inspiradísimo director que, cuando ya parece que la historia agoniza, se inventa y estira un final regalándonos unos cuantos momentos espléndidos y que completan un western injustamente olvidado a día de hoy por los usuarios de Filmaffinity, con muchos amantes del género entre ellos.
Ambientada en un marco oscuro, fúnebre y casi fantasmagórico el excelente guión de Philip Yordan ("Men in War" con muchos aspectos similares a esta cinta) nos acerca de nuevo al western psicológico donde, con unos diálogos acetadísimos, se ponen en juego las morales y condiciones humanas de los protagonistas. Para ello André de Toth filma a estos de cerca, en unos primeros planos inusuales en el género, y dejando ver al espectador las sensaciones y las tensiones que invaden a cada uno de ellos.
Todo comienza en un pueblo fronterizo de Wyoming en un duro invierno. La paz del lugar se ve alterada por las disputas entre los veteranos vaqueros colonizadores y nuevos granjeros llegados del este y que pretenden mediante vallas cercar sus propiedades. Al frente de estos viejos y curtidos vaqueros está Blaze (Robert Ryan) un hombre de fuertes convicciones y que lucha denostadamente contra la barreras que le puedan ser impuestas. Justo (y nunca mejor dicho) cuando todo parece inevitable hacia la confrontación aparecen un grupo de bandidos, liderados por el capitán Bruhn (un genial Burl Ives) y que toman el pueblo en su huida del ejército. A partir de aquí la película se centra en la relación que se establece entre Blaze y Bruhn y en el intento de ambos de controlar a lo forajidos, auténticos delincuentes con ansias de whisky, mujeres y arrasar con el pueblo y sus habitantes.
Alabar también la música y la excelente fotografía en blanco y negro que adorna la historia y que desmuestra en los momentos necesarios la superioridad de las duras condiciones meteorológicas que rigen la naturaleza y que se imponen en todo momento a cualquier acción humana. A todo esto pone el colofón un inspiradísimo director que, cuando ya parece que la historia agoniza, se inventa y estira un final regalándonos unos cuantos momentos espléndidos y que completan un western injustamente olvidado a día de hoy por los usuarios de Filmaffinity, con muchos amantes del género entre ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que el final es magnífico. Pudiendo acabar con la estampa de la expedición partiendo hacia su propia muerte, la cinta nos brinda unos últimos veinte minutos que el director aprovecha para filmar una de las escenas más memorables en mi recuerdo cinematográfico. La representación que hace de la impotencia que sufre Tex, el peor de los bandidos, por no poder disparar a Blaze en su huida al tener los dedos congelados es genial y perturbadora. Hace sentir al espectador todo el dolor tanto el físico, con sus dedos entumecidos, como el moral, sabiendo que ese es su final, que vive el bandido en medio de un manto de nieve y que termina conviertiéndose en su propia tumba. Inolvidable.

7,2
2.573
8
10 de marzo de 2010
10 de marzo de 2010
45 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo un director tan poco prolífico como Ophüls es considerado sin embargo uno de los cineastas más importantes por críticos, entendidos y otros compañeros de profesión? Películas como esta “The Reckless Moment” sirven como respuesta y efectivamente sitúan al vienés en un escalón donde muy pocos pueden llegar. Director sutil, esmerado, cuidadoso y estilista, supo crear ambientes como nadie e incluir en ellos a sus protagonistas con una naturalidad pasmosa. Su comienzo, bajo el cobijo del mejor expresionismo alemán, sus trabajos en Estados Unidos o su vuelta a Francia para rodar esos exquisitos dramas de época, suponen uno de los recorridos más fantásticos en la historia del cine y elevan a su filmografía a la categoría de excelente.
Pero centrémonos en esta “The Reckless Moment”, un film trascendental, con una importante denuncia a las estructuras familiares americanas y que supuso la vuelta a territorio europeo del cineasta tras la evidente poca aceptación que tuvo en los Estados Unidos. Y es que no podemos obviar la crítica de Max a la situación familiar de Lucia Harper (Bennett), una mujer que ya desde el primer fotograma se nos muestra como una esclava, una prisionera de su propia familia que la mantiene controlada y ocupada en asuntos generalmente triviales e insignificantes. Ante la ausencia de su marido, un hombre de negocios que no regresa a casa ni por Navidad, Lucía ejercerá un matriarcado basado en unas reglas austeras y que la anuncian como una mujer de costumbres tradicionales y conservadoras. Sin embargo, todo ese mundo creado por ella misma se vendrá abajo cuando su hija Bea se mezcla con un tipo de dudosa reputación que, tras resultar muerto accidentalmente en una disputa con la propia Bea, propiciará la aparición en escena de un delincuente de L.A., Martin Donnelly (Mason) quien, aprovechándose de la situación, hará chantaje a Lucia.
Llegados a este punto el film toma un peso brutal. La relación entre Lucía y Martin será una de las más increíbles que uno haya visto en la pantalla. La evolución de ambos será tan impresionante como su final, uno de los más logrados de la época. Por una parte Lucía conocerá lo que hay fuera del mundo tan hermético que ella ha creado. Saldrá de su casa, en las afueras de L.A., y transitará por los lugares más sórdidos de la ciudad sintiéndose extraña y conociendo sus propias limitaciones como mujer y esposa. Martin, por otro lado, se acercará al calor de la vida familiar y decente que nunca tuvo, ansiándola desde el primer momento. Y mientras uno va conociendo la vida del otro…el amor. Pero un amor contenido, imposible, sacrificado y con terribles consecuencias que hará sucumbir a nuestros dos protagonistas.
Escuela alemana para filmar esta historia llena de tintes negros, de suspense, de intriga y de clase, de mucha clase. Ophüls, director con mayúsculas de un film que, como tantos otros, es imprescindible recuperar y mantenerlo donde debe estar: en la cima de la cúspide y más allá.
Pero centrémonos en esta “The Reckless Moment”, un film trascendental, con una importante denuncia a las estructuras familiares americanas y que supuso la vuelta a territorio europeo del cineasta tras la evidente poca aceptación que tuvo en los Estados Unidos. Y es que no podemos obviar la crítica de Max a la situación familiar de Lucia Harper (Bennett), una mujer que ya desde el primer fotograma se nos muestra como una esclava, una prisionera de su propia familia que la mantiene controlada y ocupada en asuntos generalmente triviales e insignificantes. Ante la ausencia de su marido, un hombre de negocios que no regresa a casa ni por Navidad, Lucía ejercerá un matriarcado basado en unas reglas austeras y que la anuncian como una mujer de costumbres tradicionales y conservadoras. Sin embargo, todo ese mundo creado por ella misma se vendrá abajo cuando su hija Bea se mezcla con un tipo de dudosa reputación que, tras resultar muerto accidentalmente en una disputa con la propia Bea, propiciará la aparición en escena de un delincuente de L.A., Martin Donnelly (Mason) quien, aprovechándose de la situación, hará chantaje a Lucia.
Llegados a este punto el film toma un peso brutal. La relación entre Lucía y Martin será una de las más increíbles que uno haya visto en la pantalla. La evolución de ambos será tan impresionante como su final, uno de los más logrados de la época. Por una parte Lucía conocerá lo que hay fuera del mundo tan hermético que ella ha creado. Saldrá de su casa, en las afueras de L.A., y transitará por los lugares más sórdidos de la ciudad sintiéndose extraña y conociendo sus propias limitaciones como mujer y esposa. Martin, por otro lado, se acercará al calor de la vida familiar y decente que nunca tuvo, ansiándola desde el primer momento. Y mientras uno va conociendo la vida del otro…el amor. Pero un amor contenido, imposible, sacrificado y con terribles consecuencias que hará sucumbir a nuestros dos protagonistas.
Escuela alemana para filmar esta historia llena de tintes negros, de suspense, de intriga y de clase, de mucha clase. Ophüls, director con mayúsculas de un film que, como tantos otros, es imprescindible recuperar y mantenerlo donde debe estar: en la cima de la cúspide y más allá.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mi escena favorita:
el final. Tan fantásticamente rodado como lleno de significado. Tras ver llorar a Lucia por primera vez en toda la película (sabe que ha perdido a Martin, quien se ha sacrificado por ella, por su amor) el teléfono suena en el piso de abajo: su marido desde Berlín. Ella baja por las escaleras en un travelling genial que deja muy a las claras la excepcional relación del director con este elemento, siempre presente en su cine. La cámara acompaña a Lucia desde atrás y se desliza hacia el teléfono pero teniendo siempre delante la barandilla de las escaleras. Cuando Lucia llega, y coge el aparato, su cara lo dice todo. Sus palabras también: “Everything is fine”. Mientras, la cámara de Ophüls crea una cárcel con las barandillas tras las cuales se encuentra Lucia. Último fotograma de la cinta que demuestra la terrible vida que le espera a esa mujer prisionera para siempre de su idílica familia y de un recuerdo que le atormentará el resto de su vida.
el final. Tan fantásticamente rodado como lleno de significado. Tras ver llorar a Lucia por primera vez en toda la película (sabe que ha perdido a Martin, quien se ha sacrificado por ella, por su amor) el teléfono suena en el piso de abajo: su marido desde Berlín. Ella baja por las escaleras en un travelling genial que deja muy a las claras la excepcional relación del director con este elemento, siempre presente en su cine. La cámara acompaña a Lucia desde atrás y se desliza hacia el teléfono pero teniendo siempre delante la barandilla de las escaleras. Cuando Lucia llega, y coge el aparato, su cara lo dice todo. Sus palabras también: “Everything is fine”. Mientras, la cámara de Ophüls crea una cárcel con las barandillas tras las cuales se encuentra Lucia. Último fotograma de la cinta que demuestra la terrible vida que le espera a esa mujer prisionera para siempre de su idílica familia y de un recuerdo que le atormentará el resto de su vida.
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