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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
20 de septiembre de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tinta de Quentin Tarantino no se vierte sobre ningún papel en blanco. No, así no funciona su cine. Más bien, es el papel, forzado, el que cae sobre la tinta, el que se empapa de un chorreo constante de paroxismo genérico, de una desmesurada guiñadura cinéfila, de una insaciable y babeante verborrea. El papel virgen no puede escapar ante tal salpicadura de género.

Malditos Bastardos, nos dicen algunos, trasciende la propia formalidad cinematográfica para mostrarse como salvadora, no ya sólo de su paradójico cine particular, sino del de todos los demás, salvando a la propia civilización de su exterminio por obra y gracia de unos malditos bastardos.

Tiene el cine poder suficiente como para reescribir la historia, así ha quedado demostrado a lo largo de toda la filmografía universal. 'Malditos Bastardos' reescribe la historia de la II Guerra Mundial, y lo hace a través de ciertos cánones cinematográficos que representan, en su totalidad, efigie del estilo fílmico, de la obra de autor contemporánea, para sus malditos correligionarios bastardos. La segunda gran guerra se convierte entonces en un cúmulo de situaciones y personajes caricaturescos que, en su más completa irrealidad, saludan fervorosos y victoriosos a su igualmente caricaturesca audiencia, personajes engullidos por la voracidad propia de un cine bastardo que convierte sus ideas en sinrazón y sus pensamientos en un escurrido de formalidad crítica. Salen ahora de la sala de su cine como almas tarantinianas en plenitud, con sus corazones de piedra.

Yo, ahora, me identifico como un maldito bastardo que quiere joder un poco con los Malditos Bastardos oficiales del mundo cinematográfico. Y, en pleno acto, le muestro que por mis venas todavía corre sangre y que por ella, sólo por ella, todavía siento la necesidad de que alguien me presione, me sobrecoja, me deje cohibido el juicio, el sentido y mi propio corazón.
Les digo que en verdad son unos malditos bastardos, que su ficción no está hecha para mí, por lo que creo que deberé enarbolar una vez más la bandera de nuestros padres, en la que creo y me identifico, una bandera que cada vez que la vuelvo a izar, a pesar de su más absoluta ficticia realidad, me para el corazón. Y entonces, sólo entonces, siento.
Éste, señores, es el cine en el que creo.
28 de febrero de 2010
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Las vírgenes suicidas" es una muestra más –quizás la más evidente- de que a la Coppolísima se le da muy bien eso de hablar, o sugerir, sobre temas que a nadie le importan. Y me explico.
La adolescencia es un periodo en la vida de toda persona que, por definición, se sustenta en el aprendizaje y la equivocación, acompasados por un acusado carácter engreído en el perfil psicológico. Hablando en plata: los adolescentes, por definición, son gilipollas, sin más. Y como son muy susceptibles y todo eso, improbablemente puede ocurrir alguna desgracia como la que se nos muestra en esta película. Si nos encontramos, como es el caso, con niñas pijas que se sienten maltratadas por sus puritanos padres -coletilla que a mí, personalmente, me asusta nada más verla, por lo manido-, pues la improbabilidad gana enteros -nótese la ironía.
Ahora bien, no se puede pretender realizar arte con semejante argumento, siempre y cuando no seas un puñetero genio, cosa que la Coppolísima no parece. Es indudable su capacidad visual –como su padre-, pero donde se encuentran sus carencias es en el mero volumen intelectual. Siendo, además, una niña repipi a la par que “artista” –al menos eso nos quiere dar a entender, con esa música idéntica y tan mala como cualquier otra pero con sello pseudointelectual-, si se le da coba a la chiquilla, todo junto puede llegar a ser insufrible. Es por ello que discrepo con otras críticas de algunos ilustres colegas sobre esta cinta, en el sentido de que, aunque coincida con la nota, sus afirmaciones de que “el libro –en el que se basa la obra- tiene una temática interesante que se carga, por su simplismo, la directora”, en líneas generales, es seguirle el juego a la propia intencionalidad de "la Sofía". Porque, seamos sinceros, la culpa la tenían los padres. Pero no seamos simples: la culpa no la tenía la moralidad imperante de la casa y sus imposiciones, la culpa de todo este absurdo entramado se produjo porque los ensimismados progenitores no le pegaron dos tortas a cada niña después de cantarle las cuarenta por su bobería. Así puede que, hipotéticamente, se hubieran espabilado y percatado de que, resumidamente, no vivían tan mal. Eso no quiere decir que a los dichos padres no nos los muestren como cuasi anormales, que vaya familia de los cojones. Pura falsedad.
Sé que todo esto no agradará en demasía a más de uno, pero no puedo evitarlo. Lo reconozco: no puedo soportar a los adolescentes ególatras y soñadores, sin atisbo de profundidad. Su estulticia, su soberbia, su veleidad… son superiores a mis fuerzas.
Y lo queramos o no, la Coppolísima no dejaba de ser, en aquel momento, una niña grande, como buena hija de papá. Con el tiempo creció, y aunque algo queda, en líneas generales digamos que sentó cabeza en ciertos aspectos.

(Sigue en Spoiler, sin destripes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y sí, también lo sé, mi crítica es una mierda y podría haber resultado más inspirada, pero es que "Las vírgenes suicidas" no se merece mucho más o, simplemente, su estímulo no lo permite. En definitiva, si no la ven… pues mejor.

PD: Como dijo aquel padre: "cuando crezcas, lo comprenderás". Pues eso.
28 de noviembre de 2009
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un tiempo, no recuerdo si mucho o poco, le escuché decir en una entrevista a Javier Bardem que él, como buen español contemporáneo, no creía en Dios. No me sorprendió, si les soy sincero, viniendo de quien venía y de donde venía. Pero lo que me llamó la atención verdaderamente fue lo siguiente que dijo: el señor Bardem no creía en Dios, pero si en Al Pacino. No sé si a ustedes les hubiera ocurrido lo mismo, pero a mí esto me dio que pensar, y mucho; y por una razón, ya que no le entendí.

Desde entonces he venido dándole vueltas a la susodicha frase, divagando en los lugares más insospechados que ustedes se puedan imaginar; hasta que, cuasi como una respuesta divina, me llegó lo que buscaba. Se me apareció –si, lo que oyen- Al Pacino.
Yo, como buen escéptico, me froté los ojos incrédulamente ante lo que veía.

-No, no, tranquilízate, sólo debe de ser una película, aquella que viste del abogado avaricioso –me dije.

Pero, por desgracia, era real; o todo lo real que una aparición así puede ser, ustedes me entienden. Y lo supe por una razón: él me hablo –así, a la cara- prometiéndome los mayores deseos que yo jamás había ni siquiera soñado. Me dijo que como buen aficionado a la crítica cinematográfica yo debía ser un pretendiente a cineasta fracasado, uno más de tantos que corren por este país.
-Te estás equivocando –me dijo, con un tono realmente rimbombante- tu tienes la oportunidad de alcanzar lo que anhelas; sólo tienes que seguirme. Cógeme de la mano.
Yo, como soy educado y sabiendo quien era, pues la cogí. Durante un tiempo –no recuerdo cuanto, ya que nunca llevo reloj- me condujo a través de una esfera del tiempo, por la que pude ver el futuro que me esperaba….Alto, un momento –pensé- ¿ese soy yo?- le pregunté a mi acompañante divino. Claro –me respondió, con gesto incrédulo- este es el paraíso, querido profano.

Bueno, puede que verdaderamente fuera un profano en temas paradisíacos, pero el caso es que me chocaba mucho verme con esas greñas, con esos pelos, con esa mujer raquítica cogida de mi brazo, saliendo de una pseudo limusina y caminando sobre una alfombra verde. No sé, me resultaba todo esto extrañamente familiar. El problema es que, al ser cineasta fracasado como bien dijo el señor Pacino, jarto de vino me encontraba en aquellos instantes y un poco alegre también, no os lo voy a negar.
Continua en spoiler, sin destripes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El caso es que continué la travesía cogido de la mano del dios Pacino vislumbrado mi futuro anhelado –según me repetía el susodicho constantemente. Pero, cual gato encerrado, acabamos de improvisto en un pequeño recinto de dimensiones desconocidas, tenuemente iluminado por dos velas sobre una mesa que orlaban lo que me pareció un libro. Nos acercamos solemnemente a él, hasta que pude ver claramente –lo que me dejaba el vino- su portada: en ella había dibujada una ceja muy pronunciada y ligeramente arqueada por un lado.
-Coño, el Libro de los Muertos –dije, pensando en los egipcios, ante lo cual el dios Pacino me abofeteo pomposamente, murmurando nuevamente aquello de mi condición profana. Éste –dijo, acto seguido- es el sacro libro, la sacra enseñanza, que te hará conquistar tus sueños, hijo mío.
Sus últimas palabras me hicieron, no sé porqué, sobrecogerme de un escalofrío. Fue en ese instante cuando fui recuperando paulatinamente la cordura, hasta que pude ver claramente –o resacósamente, quien sabe- la situación.
-Coño, esto es un manual de Educación para la Ciudadanía, ¿pero qué demonios pasa aquí?- Acto seguido, y tras escuchar una forzadísima y estruendosa carcajada de Pacino, me acerqué a él lo suficiente como para darme cuenta de que en realidad era alguien que llevaba puesta una careta del actor.
-Joder –grité del susto- pero si es Bardem, tú lo que quieres es que haga la pelota para las subvenciones, pero no ha colado.
Y me fui.
En ése instante entendí, finalmente, lo que quiso decir el escarizado actor español. No obstante, se había equivocado en algo: él no creía en el dios Al Pacino, sino en el demonio Al Pacino. Que se le va a hacer, ya que -como diría Billy Wilder- nadie es perfecto.
7 de diciembre de 2007
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de realizar esa infravalorada obra maestra que es A.I. era lógico que el bueno de Spielberg se pegase unas buenas vacaciones intelectuales, que en su caso son representadas con este film más que decente en el que se nos narra las vivencias de un jovenzuelo estafador de cheques y de las peripecias que debe hacer un agente del FBI para, literalmente, atraparle. El mayor logro de la película es sin duda el rítmo frenético del que siempre suele hacer gala Spielberg y las destacadas interpretaciones del dúo protagonista, aunque destacando un poco más a Tom Hanks. También es de reseñar la actuación del ahora camaleónico Cristopher Walken. Película para asegurarse una tarde entretenida sin preocupaciones existencialistas post-visionado.
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