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Críticas ordenadas por utilidad
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6,2
7.455
8
7 de julio de 2016
7 de julio de 2016
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película relata el fin de semana previo a comenzar las clases en la Universidad, en 1980, por parte de un grupo de jugadores de béisbol, en ese punto en que se transita de la diversión de la adolescencia a las obligaciones de la edad adulta.
Jake (Blake Jenner) llega a su alojamiento en la Universidad con su cajón lleno de vinilos y se encuentra con sus compañeros de casa y de equipo de béisbol. Allí pasará el fin de semana previo al comienzo del curso. Este es el irrelevante argumento de la histora que Richard Linklater ha utilizado para crear, una vez más, una película que es puro costumbrismo. Disfrazada de película de adolescentes, “Todos queremos algo” es un film más bien para quienes eran adolescentes en 1980. De hecho, parece mentira que la película no sea de esa época, de lo bien hecha que está.
Más allá de gustos personales, hay que reconocerle a Linklater la capacidad para hacernos reflexionar sobre el paso del tiempo y para hacernos revivir los buenos momentos de la vida, para capturar una época añorada con toda nitidez y pasarla durante dos horas por delante de nuestros asombrados ojos. Tras la apariencia de la típica película de universitarios, el director desgrana con pasmosa eficacia todo el catálogo de sentimientos y actitudes de la época que retrata. La transición de la adolescencia a la edad adulta y la transición de los años setenta a los ochenta quedan plasmados a la perfección en este film que da mucho más de lo que promete.
El retrato generacional que hace Linklater refleja con gran solvencia el espíritu de esos primeros años 80. Es una mirada tierna y evocadora a aquella irrepetible época individual, y a aquella década tan especial, se nota desde el primer fotograma que Linklater ha puesto muchas dosis de cariño en este proyecto.
La música es una parte primordial en la película. Era inevitable. La música de finales de los setenta y principios de los ochenta es pura historia de nuestra sociedad. Además, la música es algo absolutamente clave para cualquier chico de 20 años que tenga un desarrollo normal. Siempre es importante la música, pero a ciertas edades es sencillamente fundamental. Ya en la primera escena, en la que se ve a Jake conduciendo su coche, mientras suena por la radio el mítico “My sharona” de los Knack. La presencia de la música de la época es constante. No sólo por lo que suena, sino por las referencias que se hacen (uno de los chicos abandona la casa y deja como despedida un porro y un álbum de Pink Floyd).
Canciones que suenan, que recuerde así de memoria: la citada “My Sharona”, el “Rapper’s delight” en una escena cojonuda en la que lo cantan los chicos en el coche al estilo “Wayne’s world”, “Heart of glass” de Blondie, “I want you to want me” de Cheap Trick, “Good times roll” de los Cars, “Hand in hand” de Dire Straits, y por supuesto “Everybody want some!!” de Van Halen, entre otras muchas.
Los actores, todos muy poco conocidos, están excelentes y aportan naturalidad y credibilidad a la película. Atención a nombres como Blake Jenner, Glen Powell, Ryan Guzman, Wyatt Russell o Tyler Hoechlin, así como la encantadora Zoey Deutch, porque dado el nivel que muestran en esta película pueden dar mucho que hablar en el futuro.
El ritmo narrativo es espectacular, apropiado para este tipo de películas, y los diálogos también son excelentes, algo que es fundamental para que esta clase de films funcionen. En ocasiones da la sensación de que los protagonistas hablan y actúan sin guión, la sensación de naturalidad es absoluta.
Al contrario de lo que suele ocurrir en otras películas de este estilo, los protagonistas gastan bromas y se divierten sin parecer trogloditas, ni estúpidos. Linklater ha puesto cuidado en esto. No resultan desagradables sino todo lo contrario, uno se encariña de ellos y da un poco de rabia que se acabe la película sin saber qué será de cada uno de ellos en el futuro.
“Todos queremos algo” es una película tremendamente entretenida, eso por supuesto, pero es mucho más que eso. Es muy divertida, es entrañable, es una lección de cine, de cómo captar la esencia de ciertas épocas de la vida que nos marcan para siempre. Es una pequeña joya inesperada, que nos ofrece mucho más de lo que parece. Fui a verla para pasar el rato y salí rejuvenecido, si hubiera visto una discoteca habría entrado en ella.
Es una película optimista y vital. No se puede hacer más con menos. Es un canto a la amistad, a la vida, a esa sensación que una vez tuvimos de que teníamos tanta vida dentro que íbamos a explotar. Un canto al descubrimiento, a la diversión, a esos valores que una vez tuvimos cuando no estábamos sujetos a tantas circunstancias sociales. A la música, cuando la música era importante. Cuando cada día era una fiesta.
https://keizzine.wordpress.com/
Jake (Blake Jenner) llega a su alojamiento en la Universidad con su cajón lleno de vinilos y se encuentra con sus compañeros de casa y de equipo de béisbol. Allí pasará el fin de semana previo al comienzo del curso. Este es el irrelevante argumento de la histora que Richard Linklater ha utilizado para crear, una vez más, una película que es puro costumbrismo. Disfrazada de película de adolescentes, “Todos queremos algo” es un film más bien para quienes eran adolescentes en 1980. De hecho, parece mentira que la película no sea de esa época, de lo bien hecha que está.
Más allá de gustos personales, hay que reconocerle a Linklater la capacidad para hacernos reflexionar sobre el paso del tiempo y para hacernos revivir los buenos momentos de la vida, para capturar una época añorada con toda nitidez y pasarla durante dos horas por delante de nuestros asombrados ojos. Tras la apariencia de la típica película de universitarios, el director desgrana con pasmosa eficacia todo el catálogo de sentimientos y actitudes de la época que retrata. La transición de la adolescencia a la edad adulta y la transición de los años setenta a los ochenta quedan plasmados a la perfección en este film que da mucho más de lo que promete.
El retrato generacional que hace Linklater refleja con gran solvencia el espíritu de esos primeros años 80. Es una mirada tierna y evocadora a aquella irrepetible época individual, y a aquella década tan especial, se nota desde el primer fotograma que Linklater ha puesto muchas dosis de cariño en este proyecto.
La música es una parte primordial en la película. Era inevitable. La música de finales de los setenta y principios de los ochenta es pura historia de nuestra sociedad. Además, la música es algo absolutamente clave para cualquier chico de 20 años que tenga un desarrollo normal. Siempre es importante la música, pero a ciertas edades es sencillamente fundamental. Ya en la primera escena, en la que se ve a Jake conduciendo su coche, mientras suena por la radio el mítico “My sharona” de los Knack. La presencia de la música de la época es constante. No sólo por lo que suena, sino por las referencias que se hacen (uno de los chicos abandona la casa y deja como despedida un porro y un álbum de Pink Floyd).
Canciones que suenan, que recuerde así de memoria: la citada “My Sharona”, el “Rapper’s delight” en una escena cojonuda en la que lo cantan los chicos en el coche al estilo “Wayne’s world”, “Heart of glass” de Blondie, “I want you to want me” de Cheap Trick, “Good times roll” de los Cars, “Hand in hand” de Dire Straits, y por supuesto “Everybody want some!!” de Van Halen, entre otras muchas.
Los actores, todos muy poco conocidos, están excelentes y aportan naturalidad y credibilidad a la película. Atención a nombres como Blake Jenner, Glen Powell, Ryan Guzman, Wyatt Russell o Tyler Hoechlin, así como la encantadora Zoey Deutch, porque dado el nivel que muestran en esta película pueden dar mucho que hablar en el futuro.
El ritmo narrativo es espectacular, apropiado para este tipo de películas, y los diálogos también son excelentes, algo que es fundamental para que esta clase de films funcionen. En ocasiones da la sensación de que los protagonistas hablan y actúan sin guión, la sensación de naturalidad es absoluta.
Al contrario de lo que suele ocurrir en otras películas de este estilo, los protagonistas gastan bromas y se divierten sin parecer trogloditas, ni estúpidos. Linklater ha puesto cuidado en esto. No resultan desagradables sino todo lo contrario, uno se encariña de ellos y da un poco de rabia que se acabe la película sin saber qué será de cada uno de ellos en el futuro.
“Todos queremos algo” es una película tremendamente entretenida, eso por supuesto, pero es mucho más que eso. Es muy divertida, es entrañable, es una lección de cine, de cómo captar la esencia de ciertas épocas de la vida que nos marcan para siempre. Es una pequeña joya inesperada, que nos ofrece mucho más de lo que parece. Fui a verla para pasar el rato y salí rejuvenecido, si hubiera visto una discoteca habría entrado en ella.
Es una película optimista y vital. No se puede hacer más con menos. Es un canto a la amistad, a la vida, a esa sensación que una vez tuvimos de que teníamos tanta vida dentro que íbamos a explotar. Un canto al descubrimiento, a la diversión, a esos valores que una vez tuvimos cuando no estábamos sujetos a tantas circunstancias sociales. A la música, cuando la música era importante. Cuando cada día era una fiesta.
https://keizzine.wordpress.com/

6,3
4.884
7
22 de diciembre de 2016
22 de diciembre de 2016
31 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
“María (y los demás)” es el primer largometraje que dirige Nely Reguera, apoyándose en un buen guión, una buena puesta en escena, la frescura que uno espera de una ópera prima, y sobre todo en la soberbia interpretación de Bárbara Lennie. Pocas veces he visto una exhibición semejante. Por eso, hablar de esta película es, esencialmente, hablar del trabajo de esta actriz. Sin restar méritos a Nely Reguera (bastante mérito ya es sacar un partido así de una actriz) y al resto del reparto, en esta ocasión la película es de su protagonista, le pertenece a ella.
María es más o menos feliz. Se siente cómoda con su vida. Se siente necesitada por su padre y ella está orgullosa de ser su apoyo. Además, es feliz por trabajar en una editorial ya que le encanta la literatura, y en sus ratos libres está intentando terminar su novela, que lleva varios años escribiendo.
Cuando su padre anuncia su boda, todo cambia. La vida de María se desenfoca. Ella siempre ha sido ella como apoyo o acompañamiento para los demás, pero no ha sido protagonista de su propia vida. María es hija, enfermera, cuidadora y hasta nutricionista para su padre, hermana para sus hermanos, amiga para que sus amigas se desahogen y para acompañarlas en sus celebraciones, y follamiga para que Daniel (separado y con dos hijas) tenga sexo de vez en cuando. María es todo eso para los demás. Pero ¿y qué pasa con ella? ¿con sus necesidades? ¿sus sueños? ¿su vida?
De repente se ve con 35 años en el centro del escenario de la vida sin saber actuar, porque ese nunca ha sido su lugar. Y se asusta. Su padre se va a casar, su hermano mayor vive en Londres y está iniciando una relación con una inglesa, el pequeño está esperando su primer hijo, sus amigas están también en su mejor momento con sus respectivas parejas (una celebra un año de relación con su novio y otra acaba de quedarse embarazada), todo a su alrededor es ilusión y felicidad, todos a su alrededor viven el amor. Y ella…
El título de la película es acertadísimo. Efectivamente, es María y los demás. Todos compartiendo lugar pero ellos por un lado, y ella por otro. A nivel interpretativo sucede lo mismo, todos están bien, pero la presencia apabullante de Bárbara Lennie y su mágica interpretación es otro nivel, fuera del paréntesis.
No se puede actuar mejor, ni comunicar más. No recuerdo un personaje más creíble que el que consigue Bárbara Lennie. Ella pasa por todos los registros emocionales con una naturalidad y una solvencia asombrosas. Sabe ser cómica y divertida sin que resulte mínimamente forzoso, sabe ser triste y mostrar la congoja de una situación con total nitidez pero sin ningún histrionismo, sabe transmitir fragilidad y vulnerabilidad con una simple mirada. Y todo ello de un modo armonioso, sin necesidad de gritar, de grandes llantos ni gestos desgarrados. Sencillamente se convierte en María, para ella es tan simple como eso. Y uno se olvida de que es una actriz quien está en la pantalla, esa es su grandeza.
La película fluctúa entre el drama y la comedia. Con ese equilibrio entre lo serio y lo divertido, Reguera indaga en los conflictos internos de una mujer en la treintena con su vida en pleno intento de ser reconstruida. Y lo hace bien, aunque a mi juicio se olvida de los demás personajes, que quedan apenas hilvanados. El resultado final es una película sencilla pero conmovedora, que deja con ganas de más. En mi opinión (y esto lo puedo decir de muy pocas películas) es más corta de lo que debería.
Lo único que se hace poco creíble es la dificultad de María para encontrar un amor de verdad. Una mujer buena y generosa, abnegada y leal, capaz de ilusionarse con las cosas y de hacer travesuras infantiles, amante de la literatura, y con esa mirada cautivadora y esa sonrisa deslumbrante debería tener a todos los hombres de la ciudad revoloteando a su alrededor. Es lo único que no ha sabido hacer Bárbara Lennie, hacernos creer que alguien no la quiera a su lado.
Termino con otro apunte sobre Bárbara Lennie. Es tal su capacidad para conectar con el espectador (al menos, con quien esto escribe) que en la inolvidable secuencia de la rueda de prensa, en la parte final de la película, juro que estuve a punto de levantarme de la butaca y atravesar la pantalla para abrazarla. No podía soportar más su tristeza y por un momento casi me olvido de que estoy viendo una película.
https://keizzine.wordpress.com/
María es más o menos feliz. Se siente cómoda con su vida. Se siente necesitada por su padre y ella está orgullosa de ser su apoyo. Además, es feliz por trabajar en una editorial ya que le encanta la literatura, y en sus ratos libres está intentando terminar su novela, que lleva varios años escribiendo.
Cuando su padre anuncia su boda, todo cambia. La vida de María se desenfoca. Ella siempre ha sido ella como apoyo o acompañamiento para los demás, pero no ha sido protagonista de su propia vida. María es hija, enfermera, cuidadora y hasta nutricionista para su padre, hermana para sus hermanos, amiga para que sus amigas se desahogen y para acompañarlas en sus celebraciones, y follamiga para que Daniel (separado y con dos hijas) tenga sexo de vez en cuando. María es todo eso para los demás. Pero ¿y qué pasa con ella? ¿con sus necesidades? ¿sus sueños? ¿su vida?
De repente se ve con 35 años en el centro del escenario de la vida sin saber actuar, porque ese nunca ha sido su lugar. Y se asusta. Su padre se va a casar, su hermano mayor vive en Londres y está iniciando una relación con una inglesa, el pequeño está esperando su primer hijo, sus amigas están también en su mejor momento con sus respectivas parejas (una celebra un año de relación con su novio y otra acaba de quedarse embarazada), todo a su alrededor es ilusión y felicidad, todos a su alrededor viven el amor. Y ella…
El título de la película es acertadísimo. Efectivamente, es María y los demás. Todos compartiendo lugar pero ellos por un lado, y ella por otro. A nivel interpretativo sucede lo mismo, todos están bien, pero la presencia apabullante de Bárbara Lennie y su mágica interpretación es otro nivel, fuera del paréntesis.
No se puede actuar mejor, ni comunicar más. No recuerdo un personaje más creíble que el que consigue Bárbara Lennie. Ella pasa por todos los registros emocionales con una naturalidad y una solvencia asombrosas. Sabe ser cómica y divertida sin que resulte mínimamente forzoso, sabe ser triste y mostrar la congoja de una situación con total nitidez pero sin ningún histrionismo, sabe transmitir fragilidad y vulnerabilidad con una simple mirada. Y todo ello de un modo armonioso, sin necesidad de gritar, de grandes llantos ni gestos desgarrados. Sencillamente se convierte en María, para ella es tan simple como eso. Y uno se olvida de que es una actriz quien está en la pantalla, esa es su grandeza.
La película fluctúa entre el drama y la comedia. Con ese equilibrio entre lo serio y lo divertido, Reguera indaga en los conflictos internos de una mujer en la treintena con su vida en pleno intento de ser reconstruida. Y lo hace bien, aunque a mi juicio se olvida de los demás personajes, que quedan apenas hilvanados. El resultado final es una película sencilla pero conmovedora, que deja con ganas de más. En mi opinión (y esto lo puedo decir de muy pocas películas) es más corta de lo que debería.
Lo único que se hace poco creíble es la dificultad de María para encontrar un amor de verdad. Una mujer buena y generosa, abnegada y leal, capaz de ilusionarse con las cosas y de hacer travesuras infantiles, amante de la literatura, y con esa mirada cautivadora y esa sonrisa deslumbrante debería tener a todos los hombres de la ciudad revoloteando a su alrededor. Es lo único que no ha sabido hacer Bárbara Lennie, hacernos creer que alguien no la quiera a su lado.
Termino con otro apunte sobre Bárbara Lennie. Es tal su capacidad para conectar con el espectador (al menos, con quien esto escribe) que en la inolvidable secuencia de la rueda de prensa, en la parte final de la película, juro que estuve a punto de levantarme de la butaca y atravesar la pantalla para abrazarla. No podía soportar más su tristeza y por un momento casi me olvido de que estoy viendo una película.
https://keizzine.wordpress.com/
Documental

7,5
1.444
8
5 de mayo de 2016
5 de mayo de 2016
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este documental muestra las posibilidades de cambios sociales que se pueden poner en práctica, que, de hecho, ya están poniendo en práctica en algunos lugares. Para cambiar las cosas, hay que modificar el pensamiento y el modo de actuar en cinco áreas básicas: agricultura, energía, economía, democracia y educación. Cada una de estas cinco áreas componen cada uno de los capítulos de este documental altamente interesante, que nos muestra cómo podrían ser las cosas mañana, si hiciéramos lo que debemos.
“Mañana” me ha convencido. Los mensajes apocalípticos se terminan a los diez minutos de película, una vez revelado el estudio de Barnosky y Hadly. A partir de ahí, todo es constructivo, todo es positivo, todo es optimista. No hay cazas de brujas, ni buenos y malos. El documental se centra en las soluciones, no en los culpables. Nos muestran posibles soluciones, desde la lógica de empezar por lo más cercano, por las pequeñas cosas, las pequeñas comunidades, para a partir de ahí mejorar las cosas a nivel global.
La película no nos alecciona con instrucciones sobre cómo hacer las cosas en el futuro. Hace algo mucho mejor: nos muestra cómo se están haciendo las cosas hoy, en algunos lugares, en determinados ámbitos. En los cinco ámbitos en que se basa la película.
Agricultura. Resulta que el 80% de lo que se produce en agricultura no va destinado al consumo humano, sino a alimentar al ganado a nivel industrial. Y resulta que la agricultura a pequeña escala es más productiva que la agricultura de las grandes empresas. Pues bien, resulta que en Detroit, una gran ciudad, existen multitud de huertos urbanos, gestionados por los propios ciudadanos, que abastecen y alimentan a una gran parte de la población de la ciudad. Resulta que una enorme ciudad como San Francisco recicla prácticamente el 100% de sus desechos, y que los desechos orgánicos son transformados en compost para los viticultores de California.
Energía. Se nos muestra Copenhague como ciudad modelo. Es impresionante. La ciudad está totalmente enfocada a potenciar el uso de la bicicleta como medio de transporte. Es el medio de transporte más utilizado en la ciudad. A continuación va el transporte público, y lo menos usado es el coche privado. La ciudad está completamente dotada de carriles bici, por todas partes. El porcentaje de gente que va en bicicleta sigue subiendo, y el número de coches sigue bajando. Con todo, el Ayuntamiento de Copenhague sigue trabajando en el tema y cada vez hay más coches eléctricos.
Economía. Un par de expertos en economía hablan de los sistemas económicos actuales y de la insostenibilidad de los mismos, pues provocan la especulación y el enriquecimiento de unos pocos. Frente a esto, ya hay lugares que están adoptando un modelo de economía local, con su propia moneda. Si tienes una moneda que solo vale para tu pueblo, no hay posibilidad de especulación. Te tienes que gastar el dinero en tu pueblo, por lo que todo revierte para la sociedad, el dinero circula obligatoriamente, no se puede llevar a paraísos fiscales, ni generar intereses. Concretamente, vemos este modelo en un pueblo de Inglaterra llamado Totnes, en el que tienen su propia moneda. Se permiten el lujo de tener billetes de 21 libras. ¿Por qué no? Ellos crean su dinero, ellos deciden la cuantía de sus billetes.
Democracia. La democracia, tal como está planteada actualmente, no significa que el pueblo tenga el poder. El pueblo es utilizado para que voten cada cuatro años, pero son los políticos, como conjunto, quienes tienen el poder y lo usan para su beneficio. La prueba es que la mayoría de las decisiones políticas benefician más a las empresas, bancos y demás poderes fácticos que a los ciudadanos. Pero hay lugares en el mundo en los que la democracia es más real. En los que la gente sí toma decisiones. En Islandia los ciudadanos deciden de verdad, participan en la toma de decisiones, obligan a sacar del gobierno a los corruptos, a los mentirosos y a los malos gestores. En el documental incluso se habla de que los parlamentos deberían estar formados por ciudadanos elegidos por sorteo, como los jurados populares. Y francamente, no creo que el resultado fuera peor que lo que hay ahora.
Educación. Es la base de todo. El modelo está en Finlandia, donde obtienen los mejores resultados educativos del mundo. Vemos como funciona un colegio público de un barrio humilde. Se demuestra que los niños desarrollan mejor sus habilidades y su talento si se centran en el placer de aprender, en lugar de en los resultados. Las evaluaciones no son importantes. Los profesores no imponen su autoridad, sino que ayudan a los niños. Comen todos juntos. Los niños no son reprimidos, pueden hablar durante las clases. Los resultados son sorprendentes.
La película es ágil, entretenida e ilustrativa. Lógicamente, no es imparcial, arrima el ascua a la sardina de la ecología, pero lo hace de un modo digno, aportando datos y situaciones reales, sin tomar al espectador por idiota, inyectando ilusión y haciendo reflexionar incluso a los descreídos como yo.
“Mañana” es un documental muy interesante. Me ha gustado porque no se queda en la denuncia, sino que aporta alternativas, plantea cosas para ser analizadas y discutidas. Evidentemente, las cosas no son tan sencillas como se muestran, se eluden problemas económicos y culturales que hacen muy difícil llevar a cabo todas las iniciativas que se plantean, pero películas como ésta son muy necesarias, y sería obligatorio que todos la viéramos con frecuencia, sobre todo antes de unas elecciones.
https://keizzine.wordpress.com/
“Mañana” me ha convencido. Los mensajes apocalípticos se terminan a los diez minutos de película, una vez revelado el estudio de Barnosky y Hadly. A partir de ahí, todo es constructivo, todo es positivo, todo es optimista. No hay cazas de brujas, ni buenos y malos. El documental se centra en las soluciones, no en los culpables. Nos muestran posibles soluciones, desde la lógica de empezar por lo más cercano, por las pequeñas cosas, las pequeñas comunidades, para a partir de ahí mejorar las cosas a nivel global.
La película no nos alecciona con instrucciones sobre cómo hacer las cosas en el futuro. Hace algo mucho mejor: nos muestra cómo se están haciendo las cosas hoy, en algunos lugares, en determinados ámbitos. En los cinco ámbitos en que se basa la película.
Agricultura. Resulta que el 80% de lo que se produce en agricultura no va destinado al consumo humano, sino a alimentar al ganado a nivel industrial. Y resulta que la agricultura a pequeña escala es más productiva que la agricultura de las grandes empresas. Pues bien, resulta que en Detroit, una gran ciudad, existen multitud de huertos urbanos, gestionados por los propios ciudadanos, que abastecen y alimentan a una gran parte de la población de la ciudad. Resulta que una enorme ciudad como San Francisco recicla prácticamente el 100% de sus desechos, y que los desechos orgánicos son transformados en compost para los viticultores de California.
Energía. Se nos muestra Copenhague como ciudad modelo. Es impresionante. La ciudad está totalmente enfocada a potenciar el uso de la bicicleta como medio de transporte. Es el medio de transporte más utilizado en la ciudad. A continuación va el transporte público, y lo menos usado es el coche privado. La ciudad está completamente dotada de carriles bici, por todas partes. El porcentaje de gente que va en bicicleta sigue subiendo, y el número de coches sigue bajando. Con todo, el Ayuntamiento de Copenhague sigue trabajando en el tema y cada vez hay más coches eléctricos.
Economía. Un par de expertos en economía hablan de los sistemas económicos actuales y de la insostenibilidad de los mismos, pues provocan la especulación y el enriquecimiento de unos pocos. Frente a esto, ya hay lugares que están adoptando un modelo de economía local, con su propia moneda. Si tienes una moneda que solo vale para tu pueblo, no hay posibilidad de especulación. Te tienes que gastar el dinero en tu pueblo, por lo que todo revierte para la sociedad, el dinero circula obligatoriamente, no se puede llevar a paraísos fiscales, ni generar intereses. Concretamente, vemos este modelo en un pueblo de Inglaterra llamado Totnes, en el que tienen su propia moneda. Se permiten el lujo de tener billetes de 21 libras. ¿Por qué no? Ellos crean su dinero, ellos deciden la cuantía de sus billetes.
Democracia. La democracia, tal como está planteada actualmente, no significa que el pueblo tenga el poder. El pueblo es utilizado para que voten cada cuatro años, pero son los políticos, como conjunto, quienes tienen el poder y lo usan para su beneficio. La prueba es que la mayoría de las decisiones políticas benefician más a las empresas, bancos y demás poderes fácticos que a los ciudadanos. Pero hay lugares en el mundo en los que la democracia es más real. En los que la gente sí toma decisiones. En Islandia los ciudadanos deciden de verdad, participan en la toma de decisiones, obligan a sacar del gobierno a los corruptos, a los mentirosos y a los malos gestores. En el documental incluso se habla de que los parlamentos deberían estar formados por ciudadanos elegidos por sorteo, como los jurados populares. Y francamente, no creo que el resultado fuera peor que lo que hay ahora.
Educación. Es la base de todo. El modelo está en Finlandia, donde obtienen los mejores resultados educativos del mundo. Vemos como funciona un colegio público de un barrio humilde. Se demuestra que los niños desarrollan mejor sus habilidades y su talento si se centran en el placer de aprender, en lugar de en los resultados. Las evaluaciones no son importantes. Los profesores no imponen su autoridad, sino que ayudan a los niños. Comen todos juntos. Los niños no son reprimidos, pueden hablar durante las clases. Los resultados son sorprendentes.
La película es ágil, entretenida e ilustrativa. Lógicamente, no es imparcial, arrima el ascua a la sardina de la ecología, pero lo hace de un modo digno, aportando datos y situaciones reales, sin tomar al espectador por idiota, inyectando ilusión y haciendo reflexionar incluso a los descreídos como yo.
“Mañana” es un documental muy interesante. Me ha gustado porque no se queda en la denuncia, sino que aporta alternativas, plantea cosas para ser analizadas y discutidas. Evidentemente, las cosas no son tan sencillas como se muestran, se eluden problemas económicos y culturales que hacen muy difícil llevar a cabo todas las iniciativas que se plantean, pero películas como ésta son muy necesarias, y sería obligatorio que todos la viéramos con frecuencia, sobre todo antes de unas elecciones.
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7,0
11.705
8
22 de octubre de 2015
22 de octubre de 2015
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película chilena dirigida por Pablo Larraín se inicia con una cita del Génesis en la que se dice que Dios separó la luz de las tinieblas. Como una especie de extensión de ese argumento, Larraín filma la mayor parte de la película de noche, o en atardeceres, o en interiores en penumbra. Entre esta fotografía de claroscuros y las imágenes sucias, de enfoques imperfectos, Larraín crea una atmósfera sombría y áspera, como esas grabaciones de algunos grupos de rock garagero cuya producción poco cuidada forma parte del producto.
“El club” es claramente un grito contra una de las peores miserias de la Iglesia católica: la pederastia ejercida por sus miembros. Por los miembros de sus miembros. Un tema tan feo y siniestro como el envoltorio de esta película. Un tema proclive a ser tratado de un modo explícito y espectacular, y que sin embargo Larraín trata de una manera diferente. Elude la crítica fácil, con pobres niños inocentes sometidos a los deseos de demonios con sotana. Va por un camino distinto, todo está implícito, sugerido, es mucho más lo que escuchas y lo que imaginas que aquello que realmente ves.
Este modo de narrar es más arriesgado pero al mismo tiempo provoca mucho más desasosiego en el espectador, puesto que la imaginación siempre es más potente que cualquier plano visual. Larraín te ahoga con sus tenebrosas imágenes, con las palabras sucias e inmisericordes, te asfixia con esa historia tan buñuelesca y despiadada. Pero no hay sotanas, no hay iglesias, no hay apenas símbolos religiosos, nada es explícito, no sabemos casi nada de esas personas que purgan sus pecados en esa casa solitaria y que pasan las horas rezando y adiestrando a un perro de carreras. No sabemos los antecedentes de cada uno, ni sus porqués, pero (o precisamente por eso) nos sobrecoge lo que se nos muestra.
Y esa mujer, la que los cuida, los vigila y los controla. La que los manipula y los mantiene a salvo del mundo exterior a través de rutinas y horarios, más propios de la vida castrense que de la civil. Enigmática, con esa voz y esa sonrisa que te hiela el alma… Al final es el personaje que más miedo da (excelente la interpretación de Antonia Zegers).
Punto y aparte merece el personaje de “Sandokan” (Roberto Farías). Un alma huérfana que la Iglesia acogió para destruirlo para siempre, que vaga por el pueblo borracho y que de vez en cuando grita contra quienes le destruyeron, no tanto por pedir justicia ni por sacar la rabia de dentro sino seguramente porque lo único que le queda es no olvidar nunca aquello que le llevó a convertirse en lo que es. Este espléndido personaje (maravillosamente interpretado por Roberto Farías, rebosante de talento) está fuera de la casa pero de algún modo marca la pauta de lo que sucede dentro de ella.
Larraín es increíblemente duro con sus personajes y nada complaciente con el espectador. Utiliza la música para reforzar la intensidad dramática y un humor negro que aparece con cuentagotas que no llega a servir de respiro sino que más bien refuerza aún más el drama. Consigue que algo te haga gracia y que te sientas mal por ello.
“El club” destaca también por su ritmo narrativo, su tensión latente (tiene toques de película detectivesca y de thriller psicológico) y su magnífico guión. Un guión repleto de virtudes, con grandes dosis de provocación, y las justas de humor negro, ironía, buenos diálogos y toques de efecto sorprendentes que dejan al espectador boquiabierto y/o sobrecogido.
Además de los ya citados Roberto Farías y Antonia Zegers, el resto de actores que componen el elenco de esta película rayan también a muy alto nivel. Están Alfredo Castro, Jaime Vadell, Alejandro, Goic y Alejandro Steveking. Todos brillan a gran altura en una película de las que no se olvidan, que va creciendo en intensidad y que se termina por desbordar en una parte final que pone los pelos de punta.
Es una película que te sorprende, aunque esperes que lo haga. Con una propuesta formal muy sencilla en su concepto, ambientación y puesta en escena, pero con una contundencia tremenda y una intensidad ideológica notable. Para mí, no es solamente una desgarrada crítica contra la Iglesia, sino contra el ser humano y su naturaleza, contra las miserias que anidan en el interior de los hombres.
“El club” es demoledora. Por eso, no es apta para todos los públicos. Se pasa mal. Quien no quiera pasarlo mal en el cine, que no vaya. No es una película para ver comiendo palomitas porque terminarías vomitándolas o atragantado. Es incómoda, dura, nada amable. Es estremecedora. Es una maravilla descubrir que aún hay directores capaces de que su narrativa transite por caminos prácticamente inexplorados.
https://keizzine.wordpress.com/
“El club” es claramente un grito contra una de las peores miserias de la Iglesia católica: la pederastia ejercida por sus miembros. Por los miembros de sus miembros. Un tema tan feo y siniestro como el envoltorio de esta película. Un tema proclive a ser tratado de un modo explícito y espectacular, y que sin embargo Larraín trata de una manera diferente. Elude la crítica fácil, con pobres niños inocentes sometidos a los deseos de demonios con sotana. Va por un camino distinto, todo está implícito, sugerido, es mucho más lo que escuchas y lo que imaginas que aquello que realmente ves.
Este modo de narrar es más arriesgado pero al mismo tiempo provoca mucho más desasosiego en el espectador, puesto que la imaginación siempre es más potente que cualquier plano visual. Larraín te ahoga con sus tenebrosas imágenes, con las palabras sucias e inmisericordes, te asfixia con esa historia tan buñuelesca y despiadada. Pero no hay sotanas, no hay iglesias, no hay apenas símbolos religiosos, nada es explícito, no sabemos casi nada de esas personas que purgan sus pecados en esa casa solitaria y que pasan las horas rezando y adiestrando a un perro de carreras. No sabemos los antecedentes de cada uno, ni sus porqués, pero (o precisamente por eso) nos sobrecoge lo que se nos muestra.
Y esa mujer, la que los cuida, los vigila y los controla. La que los manipula y los mantiene a salvo del mundo exterior a través de rutinas y horarios, más propios de la vida castrense que de la civil. Enigmática, con esa voz y esa sonrisa que te hiela el alma… Al final es el personaje que más miedo da (excelente la interpretación de Antonia Zegers).
Punto y aparte merece el personaje de “Sandokan” (Roberto Farías). Un alma huérfana que la Iglesia acogió para destruirlo para siempre, que vaga por el pueblo borracho y que de vez en cuando grita contra quienes le destruyeron, no tanto por pedir justicia ni por sacar la rabia de dentro sino seguramente porque lo único que le queda es no olvidar nunca aquello que le llevó a convertirse en lo que es. Este espléndido personaje (maravillosamente interpretado por Roberto Farías, rebosante de talento) está fuera de la casa pero de algún modo marca la pauta de lo que sucede dentro de ella.
Larraín es increíblemente duro con sus personajes y nada complaciente con el espectador. Utiliza la música para reforzar la intensidad dramática y un humor negro que aparece con cuentagotas que no llega a servir de respiro sino que más bien refuerza aún más el drama. Consigue que algo te haga gracia y que te sientas mal por ello.
“El club” destaca también por su ritmo narrativo, su tensión latente (tiene toques de película detectivesca y de thriller psicológico) y su magnífico guión. Un guión repleto de virtudes, con grandes dosis de provocación, y las justas de humor negro, ironía, buenos diálogos y toques de efecto sorprendentes que dejan al espectador boquiabierto y/o sobrecogido.
Además de los ya citados Roberto Farías y Antonia Zegers, el resto de actores que componen el elenco de esta película rayan también a muy alto nivel. Están Alfredo Castro, Jaime Vadell, Alejandro, Goic y Alejandro Steveking. Todos brillan a gran altura en una película de las que no se olvidan, que va creciendo en intensidad y que se termina por desbordar en una parte final que pone los pelos de punta.
Es una película que te sorprende, aunque esperes que lo haga. Con una propuesta formal muy sencilla en su concepto, ambientación y puesta en escena, pero con una contundencia tremenda y una intensidad ideológica notable. Para mí, no es solamente una desgarrada crítica contra la Iglesia, sino contra el ser humano y su naturaleza, contra las miserias que anidan en el interior de los hombres.
“El club” es demoledora. Por eso, no es apta para todos los públicos. Se pasa mal. Quien no quiera pasarlo mal en el cine, que no vaya. No es una película para ver comiendo palomitas porque terminarías vomitándolas o atragantado. Es incómoda, dura, nada amable. Es estremecedora. Es una maravilla descubrir que aún hay directores capaces de que su narrativa transite por caminos prácticamente inexplorados.
https://keizzine.wordpress.com/

6,4
3.103
7
14 de abril de 2016
14 de abril de 2016
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Benoit (Rephael Ghrenassia) lleva una semana en su nuevo instituto y no ha podido hacer amigos aún. La historia cuenta cómo Benoit poco a poco se va apoyando en otros chicos de la clase que también son marginados por diversos motivos, mientras se enamora perdidamente de Johanna (Johanna Lindstedt), una chica sueca con quien se lleva muy bien al principio pero es captada por la pandilla de Charles (Eytan Chiche), el líder de la clase.
Los padres de Benoit están preocupados porque es tímido y le cuesta hacer amigos. El intenta caer bien a los de la pandilla de Charles, que son los gamberros que parecen divertirse más que nadie, pero éstos no le aceptan y comienzan a marginarle y a meterse con él. Para convertirse en popular, dedice organizar una fiesta en su casa, pero las cosas no salen como tenía previsto.
La película sorprende porque partiendo de una historia mil veces vista (chico que llega a un colegio nuevo y la pandilla de los malos que se meten con él, mientras él se enamora de la chica más guapa de la clase) cosigue que nos parezca distinta, a base de honestidad narrativa. El film supone el debut como director de Rudi Rosenberg, y llama la atención el modo en que es capaz de seducir al espectador por el modo tan especial con que enfoca la historia, más que por la historia en sí misma.
Rosenberg se apoya en un elenco de actores compuesto casi exclusivamente por niños, muchos de ellos debutantes en el cine, para dotar a la película de una frescura especial, que hace que todo transcurra con una naturalidad que cala en el espectador. Uno espera encontrarse con los típicos clichés de este tipo de películas: el tormento del niño ante quienes le rechazan, la desorientación de la pubertad, la incomprensión, pero aquí no hay trucos y todo parece fluir de un modo sano y creíble. Nada que ver con las tonterías que suelen hacer en el cine americano con este tipo de películas.
Como digo, casi todos los intérpretes son niños. También aparecen adultos, pero su aportación es muy poco significativa. Los padres de Benoit tienen muy poca presencia, y los profesores tampoco pintan demasiado. Esto ya distingue esta película de otras de su género. Aquí los niños forman su propio universo. El único adulto que tiene cierto peso específico en la historia es el tío de Benoit (Max Boublil), ideólogo de la fiesta que se monta en la casa de Benoit, y que es capaz de conectar con los chavales porque aún tiene alma de niño.
“El novato” es simpática y agradable. No se puede pasar mal viendo esta película. Tiene una mezcla agridulce de amargura sentimental y cómica ternura, porque uno sabe que todas esas sensaciones que parecen tan extremas en esa época de la vida luego no lo son tanto, que todo se pasa y uno va construyéndose a sí mismo a base de vivencias, y que las experiencias malas son las que más enseñanza dejan.
En este sentido, la película es igual que la edad que retrata: intrascendente pero interesante, fuerte pero vulnerable, con pretensiones de parecerse a todos y de ser distinta a la vez, rebosante de vitalidad pero también de dudas. El novato aquí es el niño, pero también el director, y la virtud de los novatos es las ganas que tiene de gustar, cosa que Rosenberg consigue sin ninguna duda.
La película no intenta dar lecciones ni hay moralejas. No esconde la maldad inocente que hay en los niños, pero tampoco se recrea en ella -lo cual es un recurso habitual en este tipo de cintas-, tampoco cae en la tentación de buscar un final feliz, ni busca la ternura forzada, simplemente intenta encontrar la empatía del espectador al proponer una situación por la que todos hemos pasado. Todos hemos sido niños, todos hemos llegado a la adolescencia, todos hemos sentido el dulce puñal del amor, todos hemos sido novatos alguna vez.
Tampoco se muestra la exaltación de la amistad típica de este tipo de películas. La credibilidad es absoluta y le da valor al film. “El novato” nos invita a mirar hacia atrás para tomarnos los problemas con filosofía, a ver el futuro con optimismo y a afrontar la vida con una sonrisa. No es mal plan.
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Los padres de Benoit están preocupados porque es tímido y le cuesta hacer amigos. El intenta caer bien a los de la pandilla de Charles, que son los gamberros que parecen divertirse más que nadie, pero éstos no le aceptan y comienzan a marginarle y a meterse con él. Para convertirse en popular, dedice organizar una fiesta en su casa, pero las cosas no salen como tenía previsto.
La película sorprende porque partiendo de una historia mil veces vista (chico que llega a un colegio nuevo y la pandilla de los malos que se meten con él, mientras él se enamora de la chica más guapa de la clase) cosigue que nos parezca distinta, a base de honestidad narrativa. El film supone el debut como director de Rudi Rosenberg, y llama la atención el modo en que es capaz de seducir al espectador por el modo tan especial con que enfoca la historia, más que por la historia en sí misma.
Rosenberg se apoya en un elenco de actores compuesto casi exclusivamente por niños, muchos de ellos debutantes en el cine, para dotar a la película de una frescura especial, que hace que todo transcurra con una naturalidad que cala en el espectador. Uno espera encontrarse con los típicos clichés de este tipo de películas: el tormento del niño ante quienes le rechazan, la desorientación de la pubertad, la incomprensión, pero aquí no hay trucos y todo parece fluir de un modo sano y creíble. Nada que ver con las tonterías que suelen hacer en el cine americano con este tipo de películas.
Como digo, casi todos los intérpretes son niños. También aparecen adultos, pero su aportación es muy poco significativa. Los padres de Benoit tienen muy poca presencia, y los profesores tampoco pintan demasiado. Esto ya distingue esta película de otras de su género. Aquí los niños forman su propio universo. El único adulto que tiene cierto peso específico en la historia es el tío de Benoit (Max Boublil), ideólogo de la fiesta que se monta en la casa de Benoit, y que es capaz de conectar con los chavales porque aún tiene alma de niño.
“El novato” es simpática y agradable. No se puede pasar mal viendo esta película. Tiene una mezcla agridulce de amargura sentimental y cómica ternura, porque uno sabe que todas esas sensaciones que parecen tan extremas en esa época de la vida luego no lo son tanto, que todo se pasa y uno va construyéndose a sí mismo a base de vivencias, y que las experiencias malas son las que más enseñanza dejan.
En este sentido, la película es igual que la edad que retrata: intrascendente pero interesante, fuerte pero vulnerable, con pretensiones de parecerse a todos y de ser distinta a la vez, rebosante de vitalidad pero también de dudas. El novato aquí es el niño, pero también el director, y la virtud de los novatos es las ganas que tiene de gustar, cosa que Rosenberg consigue sin ninguna duda.
La película no intenta dar lecciones ni hay moralejas. No esconde la maldad inocente que hay en los niños, pero tampoco se recrea en ella -lo cual es un recurso habitual en este tipo de cintas-, tampoco cae en la tentación de buscar un final feliz, ni busca la ternura forzada, simplemente intenta encontrar la empatía del espectador al proponer una situación por la que todos hemos pasado. Todos hemos sido niños, todos hemos llegado a la adolescencia, todos hemos sentido el dulce puñal del amor, todos hemos sido novatos alguna vez.
Tampoco se muestra la exaltación de la amistad típica de este tipo de películas. La credibilidad es absoluta y le da valor al film. “El novato” nos invita a mirar hacia atrás para tomarnos los problemas con filosofía, a ver el futuro con optimismo y a afrontar la vida con una sonrisa. No es mal plan.
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