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España España · BARCELONA
Críticas de DIEGO
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de marzo de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente la última película de Ramón Salazar, que acaba de llegar de la Berlinale. La historia puede resultar tópica si se quiere, pero la relevancia la adquiere por cómo está contada. Es difícil comentar la película sin desvelar sus secretos, y es que el secreto, el pasado incierto y la intriga son los ingredientes que predominan en esta corta relación madre e hija, corta sí, pero a la vez muy intensa. Casi dos horas de silencios más que de diálogos necesita Salazar para que el espectador se sienta atrapado por su magnífica puesta en escena, que transcurre en el ámbito rural. El tratamiento visual resulta muy poético para mostrar este drama profundo, y ello no resulta postizo, sino que le da una mayor envergadura al film. Los planos fijos interior/exterior y los lentísimos travellings de acompañamiento y aproximación no hacen más que realzar el dramatismo de la situación que reviven las dos protagonistas, muy bien interpretadas por las magníficas actrices Bárbara Lennie y Susi Sánchez. No obstante, me pareció algo artificial el papel de la segunda, la madre, y no creo que fuera por una mala interpretación de S. S., sino porque el director pretendía que fuera así, reafirmando de esta manera el distanciamiento de madre e hija en su período de ausencia. A priori, puede pensarse que es una película con un metraje muy largo para una historia con tan pocos hechos a destacar. Sin embargo, su puesta en escena y el lento ritmo narrativo me pareció lo mejor de ella, junto con la intriga que viene del pasado, asiste al presente y crece en el desenlace. A todo ello contribuye el guion del propio Salazar, en el que, en ocasiones, explícitamente, juega con el espectador ocultándole información, sutil pero descaradamente, ya que en pantalla no nos enteramos de lo que ocurre porque se cuenta desde fuera-dentro o incluso al oído. Te quedan ganas de saber más de las dos mujeres de la historia, pero el guion se centra solo en un intenso presente que bebe del pasado, la culpa, la venganza y la expiación. Muy recomendable para una tarde de domingo, y así yo también le pongo algo de intriga.
DIEGO
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7
23 de septiembre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kathryn Bigelow persevera en su filmografía mostrándonos conflictos escabrosos y oscuros de su país, episodios de violencia finalmente. Y en esta ocasión lo hace con una narración desprovista de la dramatización clásica del cine de ficción, sin un guion al uso, haciendo más hincapié en un relato o crónica de los hechos luctuosos acaecidos en Detroit durante los enfrentamientos racistas de 1963; y sale la directora muy bien parada del reto, pues dos horas largas de metraje, casting desconocido y narración fuera de lo habitual, a priori no dejaba de serlo. El realismo es absoluto, la dirección artística brillante y también la dirección, pienso que desprovista de punto de vista, testigo o cronista en todo caso de un terrible episodio de violencia y racismo inmerso en el caos de los disturbios antes citados. Cabe hacer una mención especial al casting de la película, desconocido para mí, yo al menos solo distinguí a Anthony Mackie, porque es verdaderamente genial. Cierto es que EEUU es muy extenso, pero no sé de dónde salen tantos actores y actrices de esta dimensión; el hecho de que los actores no resulten familiares al espectador contribuye al buen fin del pretendido relato o crónica del film, que tampoco pretende ser un documental en puridad. También querría expresar que, a pesar del buen trabajo realizado en todos los ámbitos, la película puede resultar un poco pesada de ver, puede que por el largo metraje y/o por la falta de guion convencional. En cualquier caso, pienso que "Detroit" es muy recomendable.
DIEGO
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7
29 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo ayer la película de Jéròme Bonnell, "El tiempo de los amantes", con una espléndida Emmanuelle Devos, y un solvente Gabriel Byrne, descubrí el concierto de Vivaldi número seis que desconocía. Creí después que era el que lleva su mismo número en "La Stravaganza", pero lo he verificado y no lo es. O sea, que me ratifico en el descubrimiento.
La película me gustó. Relata una espontánea historia de amor entre un hombre y una mujer, encarnada por los actores que antes he citado, que, por muy azarosa que resulte, no deja de ser verosímil. Dudo que en la realidad cotidiana sucedan episodios así, aunque alguno habrá, seguro. Son muchas y diversas, pienso, las que se inician en la fantasía secreta e individual de cada uno, a costa de esos frecuentes cruces de miradas que nos pueden asaltar en cualquier lugar, pero que solo se quedan ahí, con la duda como punto final, sin atrevernos a aventurarnos o sin tener esa necesidad de vivirlos. El orden de lo cotidiano. En la película ocurre lo contrario, y el personaje de E. Devos lleva a cabo su aventura con todas las consecuencias. En cualquier obra artística es fundamental que te sorprendan, que te conmuevan, y conmigo esta película lo consiguió, así como la conducta de Alix (Devos) sorprende y seduce a Doug (Byrne). Asistimos a un paréntesis en la cotidianidad de la descentrada Alix, pues de Doug casi nada sabemos. Alix impulsa la historia y su vaivén emocional también lo cierra. Mientras tanto, la película se desarrolla en una sola jornada, durante la cual, Alix va sorteando los obstáculos de su desordenada vida, encontrando la calma y la paz que parece faltarle en sus encuentros apasionados con un Doug de paso por la ciudad, a la que ha acudido desde Inglaterra para asistir al entierro de una amiga. Hay secuencias divertidas en la película, bien introducidas para recolocar al espectador en el hilo central, haciendo pequeños descansillos en la corta escalera de la aventura amorosa. Pienso que la película es fresca, íntima y atractiva, en la línea que nos tiene ya acostumbrados el cine francés. En ocasiones, exteriores fundamentalmente, está rodada con cierto aire de falso documental, con lo que se consigue dar a la trama una mayor naturalidad y espontáneidad, contrastando con los estudiados primerísimos planos de la pareja en la habitación del hotel. Me encanta la ternura que consigue el director con las imagenes de las manos entrelazadas de los personajes, que expresan más que todos sus besos, miradas y conversaciones juntos. La ternura, la protección y la serenidad es lo que parece buscar la desorientada protagonista en el inglés que, accidentalmente, encuentra en su camino, y al que contagia con su comportamiento atrevido.
He comenzado hablando de Vivaldi, y es que Bonnell utiliza con bastante destreza el segundo movimiento del concierto citado para realzar y acompañar algunas secuencias del film. Sabemos que es muy peligrosa la utilización de la música no diegética en el cine, y más si cabe en una película como esta, en la que puede caerse en el sentimentalismo mal entendido con facilidad, y en este sentido pienso que el director sale bastante bien parado jugando con este fuego. En definitiva, la película se concreta en una atractiva obra a la que, a mi juicio, vale la pena asistir.
Ah, la ciudad antes nombrada es París, magníficamente retratada en la película, aunque no hay que esforzarse mucho, continúa tan maravillosa, espléndida y entrañable como siempre. Qué daría yo por pasar este fin de semana alli, pero va a ser que no.
DIEGO
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7
12 de marzo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crónica honrada y sencilla acerca de la pobreza, el hambre y el paro. Historia de una familia, madre e hijo, intentando llevarse algo a la boca y conservar un techo donde cobijarse. Película cuidadosa con este tema tan difícil de abordar, sincera y sin ornamentos, aunque podría discutirse si cala el tema del desahucio, su génesis según el director. Una película valiente para los tiempos que corren, para el cine que anda por ahí. Es de agradecer que se hagan películas tan realistas como la vida misma, quizá la de la familia del piso de al lado, esa que no se ve o que simplemente se ignora. Ideal para estas fiestas y para comer pavo caducado. Tiene algunos peros, sí, aunque el director puede sentirse satisfecho de su retrato. Magnifica interpretación de Natalia de Molina.
DIEGO
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7
16 de octubre de 2021
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León ha hecho una película muy pedagógica. Y lo digo porque estoy convencido de que debería ser de obligatorio visionado para los alumnos de primer curso de cualquier carrera de empresariales que se precie de este país. Con un único objetivo, de carácter deontológico: aprender cómo no debe relacionarse ni actuar un empresario con sus empleados en el desempeño de su función, bajo ningún concepto. El cineasta le da la vuelta al calcetín para pasar de "Los lunes al sol" a "El buen patrón", dándonos una nueva visión del escenario laboral de esta España tan necesitada. Y en la última película Javier Bardem -inmensa interpretación- encarna a un empresario, al que se llama patrón para incidir en el caciquismo arcaico tan propio del país; de esos que, bajo la apariencia de benefactor bienintencionado, de amigo de sus trabajadores, sus siervos y vasallos, padre, hermano, consejero y confesor a la vez, se aprovecha de ellos para exprimirlos en beneficio de sus intereses y de su empresa. Un embustero, un farsante y un cretino que llega a creerse hasta sus propias mentiras; y que ni siquiera repara en abusar de sus jóvenes y guapas becarias como si tal cosa cuando le atraen y le va la marcha. Muy hermano y amigo, pero que a las mal dadas es capaz de invertir los términos para considerarte un demonio; hay de ti cuando caes en desgracia y ya no eres productivo para la empresa o un lastre para ella, por el motivo que sea, qué más da. La empresa ante todo, la que es de todos y para todos, esa gran familia... Capitalismo de lobo con piel de oveja. Parece mentira que en pleno siglo XXI continúen existiendo empresarios de esa calaña, y lo que es más triste, empleados que se crean la patraña y se presten al juego que impone el farsante. Y ocurre: que fulanito tiene problemas..., pues nada hombre, allí está su patrón para llevarlo a cenar a un buen restaurante, agasajarlo a todo tren, aconsejarle como un padre, porque lo es de verdad, o un hermano, porque lo es de verdad, o eso dice, llevarlo de putas si es necesario, y cargarle las pilas para que vuelva a darlo todo por la empresa. ¿Y los problemas personales? Pero si eso importaba un bledo desde el principio..., toda la preocupación era una farsa, y así continuará siendo. Y también sucede: que le gusta una joven becaria al servicio de la empresa..., pues se le pone un piso y se le regala todo lo que sea necesario para conquistarla y consumar el capricho; y si no, otro más para la lista del Me Too. Una pieza de cuidado este patrón fabricante de balanzas, siempre a la búsqueda del equilibrio, disfrazado de jefe y ciudadano ejemplar. Tanto es así que el bienhechor hasta tiene en nómina a un antiguo empleado de su padre, un exquisito Celso Bugallo, habitual de las películas de León, para que le haga cualquier trabajo y trabajillo; dejándose su vejez en los infiernos de la fábrica; esa fábrica de la gran familia. Impresionante el plano final sostenido de la película, que cada cual lo interprete como quiera; a saber lo que vino a la cabeza de cada espectador durante la espera. He explicado cómo es la figura de un buen patrón, pero no he desvelado nada de la trama ni de la historia. Eso ya lo dejo para el espectador, como es natural. Estoy diciendo tonterías yo ahora, y es que todo se pega...

Así es el patrón de "El buen patrón". Pero a este energúmeno, que bien podría pasar, con otra historia y talante, por el señorito de Juan Diego en "Los Santos Inocentes", lo convierte Fernando León en un personaje que, con esa humanidad aparente e interesada, puede llegar hasta hacer sonreír al espectador, consiguiendo su simpatía si se descuida. Claro que la película, como acostumbra a ser el cine del director, está tratada en clave de comedia ácida, y este tratamiento puede dar más pie a ello. Y repito, en todo caso con un Javier Bardem extraordinario, como ya lo estuviera en "Los lunes al sol". Yo diría que, utilizando rasgos que caracterizan al protagonista de las dos películas, su picaresca, petulancia y ocurrencia, y su total cara dura, el industrial de la nueva tiene algo de aquel parado de la antigua. A mí me lo pareció así en ocasiones, o quiza fueran amagos de los recursos interpretativos de Bardem. El resto del reparto está fantástico, Manolo Solo, Celso Bugallo, Fernando Albizu, Almudena Amor, Sonia Almarcha..., hasta mi admirado Francesc Orella en su corta aparición (uno de los grandes actores de este país, al que espero que algún día le ofrezcan un gran papel en el cine; su mérito en el teatro y en televisión está más que contrastado). Por otro lado, la película tiene una buena factura, clásica y al servicio de la historia sin nada destacable en su puesta en escena, bien narrada. Y cuenta con una música muy acertada y bien utilizada de Zeltia Montes.

De nuevo Jaume Roures con Mediapro coproduce a Fernando León, un binomio que, como mínimo no deja de sorprenderme una vez más. Pero así funciona el mecenazgo, los intereses y o el dinero.

Dice Fernando León de Aranoa: "En la sociedad actual imperan el miedo, la jerarquía y el vasallaje".
DIEGO
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