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España España · BARCELONA
Voto de DIEGO:
7
Romance. Drama En un viaje en tren, dos desconocidos se miran y sus vidas cambian. Ella es Alix, una actriz francesa que va a París a hacer un casting. Él es Doug, un enigmático irlandés, profesor de literatura en Londres, que va al funeral de una amiga. El azar y la atracción son los ingredientes perfectos para una excitante aventura.
29 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo ayer la película de Jéròme Bonnell, "El tiempo de los amantes", con una espléndida Emmanuelle Devos, y un solvente Gabriel Byrne, descubrí el concierto de Vivaldi número seis que desconocía. Creí después que era el que lleva su mismo número en "La Stravaganza", pero lo he verificado y no lo es. O sea, que me ratifico en el descubrimiento.
La película me gustó. Relata una espontánea historia de amor entre un hombre y una mujer, encarnada por los actores que antes he citado, que, por muy azarosa que resulte, no deja de ser verosímil. Dudo que en la realidad cotidiana sucedan episodios así, aunque alguno habrá, seguro. Son muchas y diversas, pienso, las que se inician en la fantasía secreta e individual de cada uno, a costa de esos frecuentes cruces de miradas que nos pueden asaltar en cualquier lugar, pero que solo se quedan ahí, con la duda como punto final, sin atrevernos a aventurarnos o sin tener esa necesidad de vivirlos. El orden de lo cotidiano. En la película ocurre lo contrario, y el personaje de E. Devos lleva a cabo su aventura con todas las consecuencias. En cualquier obra artística es fundamental que te sorprendan, que te conmuevan, y conmigo esta película lo consiguió, así como la conducta de Alix (Devos) sorprende y seduce a Doug (Byrne). Asistimos a un paréntesis en la cotidianidad de la descentrada Alix, pues de Doug casi nada sabemos. Alix impulsa la historia y su vaivén emocional también lo cierra. Mientras tanto, la película se desarrolla en una sola jornada, durante la cual, Alix va sorteando los obstáculos de su desordenada vida, encontrando la calma y la paz que parece faltarle en sus encuentros apasionados con un Doug de paso por la ciudad, a la que ha acudido desde Inglaterra para asistir al entierro de una amiga. Hay secuencias divertidas en la película, bien introducidas para recolocar al espectador en el hilo central, haciendo pequeños descansillos en la corta escalera de la aventura amorosa. Pienso que la película es fresca, íntima y atractiva, en la línea que nos tiene ya acostumbrados el cine francés. En ocasiones, exteriores fundamentalmente, está rodada con cierto aire de falso documental, con lo que se consigue dar a la trama una mayor naturalidad y espontáneidad, contrastando con los estudiados primerísimos planos de la pareja en la habitación del hotel. Me encanta la ternura que consigue el director con las imagenes de las manos entrelazadas de los personajes, que expresan más que todos sus besos, miradas y conversaciones juntos. La ternura, la protección y la serenidad es lo que parece buscar la desorientada protagonista en el inglés que, accidentalmente, encuentra en su camino, y al que contagia con su comportamiento atrevido.
He comenzado hablando de Vivaldi, y es que Bonnell utiliza con bastante destreza el segundo movimiento del concierto citado para realzar y acompañar algunas secuencias del film. Sabemos que es muy peligrosa la utilización de la música no diegética en el cine, y más si cabe en una película como esta, en la que puede caerse en el sentimentalismo mal entendido con facilidad, y en este sentido pienso que el director sale bastante bien parado jugando con este fuego. En definitiva, la película se concreta en una atractiva obra a la que, a mi juicio, vale la pena asistir.
Ah, la ciudad antes nombrada es París, magníficamente retratada en la película, aunque no hay que esforzarse mucho, continúa tan maravillosa, espléndida y entrañable como siempre. Qué daría yo por pasar este fin de semana alli, pero va a ser que no.
DIEGO
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