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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de agosto de 2009
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Turquía, una de las grandes cinematografías desconocidas en nuestro país, nos llega, gracias al Festival de Cine de San Sebastián, este pequeño film (aparentemente) que, siguiendo la tendencia en dicho festival, se llevó la Concha de Oro a la mejor película en la pasada edición de 2008 (en 2004 y 2006 el premio recayó en dos films kurdos, ambos de Bahman Ghobadi).

Yesim Ustaoglu es conocida por el ensayo ficcional que hizo con su película 'Journey to the Sun' (1999), en la cual a un turco de piel morena que buscaba trabajo en Estambul lo hacían pasar por kurdo, encarcelándolo, torturándolo y desterrándolo. El trabajo le valió un importante reconocimiento internacional, incluyendo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Valladolid.

En este caso, la directora ha decidido dejar de lado la crítica política para adentrarse en el complejo mundo de las relaciones humanas. Tres hermanos que viven en Estambul se enteran de que su madre, que vive desde siempre en su casita de campo, ha desaparecido. Cuando los hermanos la encuentren, deberán enfrentarse al Alzheimer avanzado que le acaba de ser diagnosticado, y se la llevarán a la gran ciudad para intentar actuar como se espera de ellos. Y es en este momento cuando se produce el punto de inflexión que da sentido al drama humano de Ustaoglu. Los hijos empezarán a ser conscientes de que aquellos que realmente ‘sufren’ Alzheimer son ellos mismos, quienes tras una infructuosa búsqueda de sus sentimientos y anhelos descubren que no son capaces ni siquiera de conocerse a sí mismos. El personaje de la madre, interpretado magistralmente por Tsilla Chelton, a pesar de lo mermada que se encuentra por la enfermedad, pondrá en evidencia a sus hijos en más de una ocasión, invirtiendo de esta manera los papeles.

Y es así como la directora turca nos regala un relato con un realismo intimista desbordante, mostrando una Estambul saturada, llena de contradicciones y sobretodo de contrastes. Una ciudad que casi casi ahoga a sus protagonistas; brillante es la escena en la cual la hermana pequeña, furiosa, baja del coche de su pareja y se pasea sin rumbo alguno, en mitad de la oscuridad de la noche y rodeada de un tráfico de coches que consigue asfixiar hasta al propio espectador. La trama no sobrevuela en ningún momento el melodrama lacrimógeno y los personajes se aguantan gracias a la profundidad psicológica con la que Ustaoglu los diseñó. La directora ya señaló que la idea del film surgió como reflejo de un caso que ella vivió de cerca, y el rigor a la hora de tratar la enfermedad y sus consecuencias humanas se hacen patentes a lo largo del metraje.

La Caja de Pandora que contiene todos los trapos sucios de la familia (agravados por la inexistencia de la figura de un padre), irá abriéndose poco a poco hasta llegar a un anticlímax final que bien podría encontrarse entre algunos de los desenlaces más maravillosamente poéticos e hipnóticos que ha dado el cine de este nuevo siglo.

****4/5****
Nanuk, el esquimal
Documental
Estados Unidos1922
7,6
7.551
Documental
9
21 de enero de 2011
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de descubrir recientemente los documentales del norteamericano Robert J. Flaherty, creo que es un acto de justicia recuperar la obra del 1er gran autor de documentales, tal y como los conocemos actualmente.

Flaherty se pasó 2 años en la región de Ungava, en el norte de Canadá, filmando con su reducido equipo a Nanuk el esquimal (alias el Oso) y su lucha por la supervivencia habiendo de cargar siempre con su familia en busca de alimento y refugio. El director de Michigan ya conocía a Nanuk de sus viajes anteriores (donde había rodado una primera versión amateur que acabaría siendo pasto de las llamas) y, además, en esta ocasión se había llevado todo el material necesario para revelar las filmaciones diarias y proyectárselas a los esquimales en medio de los glaciares, hecho que provocó una implicación total por parte de los nativos, que nunca habían visto un artefacto de este tipo.

Flaherty fue lo suficientemente inteligente como para aportarle un hilo narrativo al material que iba filmando, hasta el punto de construir un principio (con prólogo incluido), un nudo y un desenlace de la historia, y para conseguirlo jugó brillantemente con el montaje (grabando acciones únicas e irrepetibles de caza, y añadiéndoles otros insertos de acciones coreografiadas con el fin de conseguir una historia con la que se lograse la inmersión emocional del espectador). Y no es casual, pues, que acabemos encariñándonos con esta simpática familia de esquimales. Las imágenes que captó la cámara de Flaherty son un auténtico canto a la belleza, destacando el maravilloso contraste entre la blanquísima nieve y los esquimales, que en ocasiones parecen sombras flotantes sobre una inmensa sábana natural. A destacar, por un lado, las imágenes de Nanuk y sus compañeros de tribu cazando un tigre de mar de hasta 2 toneladas de peso, animal que no podían arrastrar ni entre 4 hombres o, por otro lado, la construcción del iglú y la consiguiente tormenta. E incluso hasta los brutales enfrentamientos entre los perros que tiran del trineo de Nanuk y su familia, cuando el hambre hace estragos. O tiempo también para la distensión y las bromas (Nanuk mordiendo un disco de vinilo que ve y escucha por primera vez). Me resulta difícil quedarme con una sola secuencia, nos encontramos ante toda una vida plasmada en el cine sin atisbo de sobra alguna.

(continúa en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No deja de ser curioso el hecho de que otro de los mejores documentales que se han filmado jamás sobre una región remota, "Encuentros en el Fin del Mundo” (Werner Herzog, 2007) también tenga lugar en una vasta y helada región habitada por 4 almas. Aunque, mientras “Nanuk el Esquimal” se adentraba en el Polo Norte, el film de Herzog nos habla del Polo Sur. Parece ser que estas 2 regiones situadas en los confines del mundo, tan lejanas para nosotros, tan agresivas, tan fascinantes, tan peligrosas, tan extrañas, donde los escasos seres humanos que las habitan, almas perdidas, luchan contra un gigante que parece engullirlos, se nutren al mismo tiempo de una tierra que parece muerta, casi sobrenatural (mientras en “Nanuk…” los humanos se nutren del alimento que tanto les cuesta conseguir, en “Encuentros…” se nutren de otros elementos como el conocimiento científico, la búsqueda de una identidad propia o el simple bienestar espiritual).

Flaherty realizaría tan solo 5 documentales después de Nanuk, entre los cuales cabría destacar, además de su colaboración con Murnau en “Tabú” (1931), último film que dirigiría el director de “Amanecer” antes de morir, otro documento también de valor único, “Hombres de Arán” (1934), en el cual, tal y como hiciese con su primer film, viajaría a una región remota, a las Islas de Arán (en las costas irlandesas), para volver a encontrarse con una nueva lucha entre el Hombre y la Naturaleza, en este caso contra una mar enfurecida. Inolvidables serán las imágenes de 4 pescadores en un pequeño bote pescando una de las variantes más grandes de Tiburón, o de la odisea para llegar a la costa huyendo de las aguas más feroces que hayamos visto nunca (con olas de hasta 20 metros de altura).

Flaherty ha pasado al recuerdo no solo por la calidad de su escasa obra documental, sino también por su forma de entender la vida. Nunca quiso desentenderse del Hombre vinculado estrechamente a la naturaleza, y se pasó la vida buscando los parajes más recónditos del mundo en busca de modos de vida casi desaparecidos. Quizá uno de sus testamentos sea la idea de que por mucho que avancemos subidos al tren de la industrialización, dándole importancia a aquellas cosas que no la tienen, no podemos olvidar el hecho de que en el mundo todavía existen unos pocos habitantes que sólo viven para alimentar a sus familias y buscarles refugio, aislados del resto de la humanidad y despreocupados de cualquier otra floritura, y aun así son felices. Son felices porque la felicidad es una de las condiciones innatas del ser humano. Y nosotros, que todavía no hemos bajado del tren ni tenemos intención de hacerlo, estamos empezando a perderla.
21 de septiembre de 2013
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Lesson of Evil", vigesimosexta película de Miike que he tenido el placer de ver, ha logrado sorprenderme (cosa habitual, tratándose de Miike); pero no se trata de una bizarrada más, no. Se trata de un film cocido a fuego lento, con un trabajo de personajes de partida muy serio (algo atípico en este género) y, sobretodo, una de las películas donde al parecer el director nipón ha dedicado más tiempo y mayor libertad creativa ha tenido, de entre sus últimos films de mayor presupuesto (primer guión que escribe él mismo, adaptando una novela de Yusuke Kishi).

Ya desde "13 Asesinos" (2010), empezamos a notar un mayor cuidado en la estética de sus films, mayores presupuestos (intercalados con films de serie B), un mayor tiempo de gestación para cada película, una mejor dirección de actores, y en casos como el de la mencionada "13 asesinos" o "Hara-kiri" (2011), un maravilloso aroma clasicista. Pero para aquellos que creían que Miike viraba definitivamente hacia estos derroteros, sorpréndanse al comprobar que su última fechoría no deja de tener todos los elementos mencionados, pero añadiéndole a la mezcla el inconfundible sello de Miike. A saber:

-Aparecen cuervos, sello de la casa.
-Guiños por todas partes. Desde los dedicados a "Battle Royale", hasta, más importantes, los guiños al otro gran director japonés que también ha reflexionado sobre la representación de la violencia, Sion Sono, con referencias a su "Suicide Club" (2002) y a "Cold Fish" (2010). Aunque no olvidemos que, a estas alturas, Siono no deja de ser un alumno aventajado de Miike.
-De nuevo hay cabida para lo bizarro, gracias a destellos que nos regala Miike de cómo percibe el psicópata la realidad (atención a ese objeto de atrezzo que habla, y que parece salido de un film de Cronenberg...!!!). Por no hablar del desenlace, para mi de lo mejor de la película.
- Y por último la explosión de violencia. Como en todo film de Miike, siempre existe un tramo en el que la violencia estalla y los personajes se lían a tiros, o se lían a navajazos o se ponen a fornicar con cadáveres, o se ponen a gritar. Pero sorprende ver como en este caso, todo es más frío y premeditado, dejando un mayor impacto en el espectador, y regalándole un divertimento puramente de género, pero inteligente y con diversas lecturas posibles.

Lástima de los primeros 30 minutos de película, que a mí particularmente se me hicieron lentos y no me permitían entrar en la historia. Pero Miike remonta el vuelo (¡y de qué manera!) con un creccendo trabajando los pequeños detalles de ambientación malrollera y una sutilidad y elegancia muy poco característica en el cine de psicópatas (magnífico y maduro uso de elipsis), para acabar deleitándonos con uno de los clímax más largos que recuerdo en los últimos años (prácticamente los últimos 50 min. de metraje forman parte de ese desenlace que no voy a revelar).

Película del Maestro muy recomendable, que parece marcar un nuevo rumbo para el nipón, y con la que no hay que desanimarse durante los primeros 30 minutos y estar atentos a los nombres, a los rostros y a dejarse seducir por la magnífica interpretación de nuestro querido teacher, Hideaki Itô.

****/*****
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
PD: Hideaki Ito es un actor de pupilas ya de por sí bastante negras. Pero atención a su fría mirada en el tramo final de la película (mediante la ayuda de lentillas negras). Mirada a retener en nuestras retinas.
31 de mayo de 2012
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jafar Panahi es sin duda uno de los directores más valientes que ha dado el cine iraní (junto al kurdo-iraní Bahman Ghobadi). Tanto Panahi como Ghobadi empezaron a hacer cine poniendo sus miradas en las pequeñas (o grandes) miserias de la amalgama de pueblos que forman la sociedad iraní. Y ambos derivaron sus respectivas carreras a ser cada vez más críticos con el régimen de los Ayatolás y con las restricciones que vienen imponiendo sobre la vida cotidiana de los iraníes (lo que les ha costado, a Panahi un arresto domiciliario de 6 años más una prohibición de hacer cine durante 20 años, y a Ghobadi el exilio en Estados Unidos).

Pero El Globo Blanco representa la vertiente más pura del cine iraní, la que se reduce a las anécdotas mínimas que el grueso de la sociedad (tanto persas como no persas) no alcanza a ver y que no dejan de tener una dimensión trascendental.

En este caso se nos narra el único y gran deseo de una niña de 8 años, que es conseguir el típico pez dorado del Newroz (Año Nuevo de los pueblos iranios), algo que por muy sencillo que parezca de conseguir, le cuesta a la niña toda una odisea y un cúmulo de obstáculos al más puro estilo del manual de guión americano. Pero en este caso tenemos un guión de Kiarostami, y los obstáculos son reales, las personas con las que se cruza la niña son de carne y hueso y la sencillez del conjunto la convierte en una historia tremendamente cercana y efectiva, con la que es muy difícil no empalizar.

A lo largo de esta particular odisea, la niña, tras conseguir el dinero que le permitirá comprar el pez, conocerá el universo humano por el que está formado su barrio, encontrándose por el camino con todo tipo de personas, hasta con un encantador de serpientes que intenta timarla para quedarse con su dinero. El viaje narrado por Panahi comprende tan solo un día de la vida de esta niña, y el tratamiento del exterior es el de un entorno adverso para ésta, donde cada nuevo paso representa un nuevo obstáculo para conseguir su objetivo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
De lo que se nos está hablando es, al fin y al cabo, de esa Irán de los Ayatolás, donde es muy difícil sobrevivir en la calle y donde el deseo de las personas está supeditado al capricho de otros. En el Irán posterior a la Revolución del 79, hay que luchar muchísimo para conseguir hasta la meta más nimia y aparentemente sencilla. Pero la óptica siempre vitalista y positiva de Panahi permite vislumbrar una luz al final del camino, una esperanza que permita que la perseverancia se vea recompensada con el premio. Y para mostrar ese momento en que la niña consigue el billete que se le había caído por la alcantarilla y que le permitirá comprar el pez, que sea precisamente una persona no persa, un joven refugiado afgano, quien le ayuda a conseguir el billete, lo que demuestra que la sociedad iraní, por mucho que se vea castigada por el absolutismo islámico de arriba, conserva, abajo, ese sentimiento que hermana a una gran diversidad de pueblos conviviendo bajo el mismo techo (persas, kurdos, afganos, azeríes, baluchis y otros tantos). Cine vitalista como pocos.
25 de enero de 2014
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una ocasión, se organizó un cineforum en el cine Christine de Paris, donde asistieron algunas de las personalidades más relevantes que ha dado la Humanidad. El film que se proyectaba, “Los Amantes de Pont-Neuf”, suscitó tantas y tan intensas emociones, que el cine-forum no se llevó a cabo. Los asistentes salieron de la sala, uno a uno, en silencio, interiorizando todo aquello que habían sentido a lo largo de los 125 minutos de metraje. Al cruzar la puerta de salida, empezaron a tener la imperiosa necesidad de expresar sus impresiones más inmediatas:

Marc Chagall: “Amigos míos, el arte es sobretodo un estado del alma, y el alma de Leos Carax está loca de amor”.

Alejandro Dumas: "El arte necesita o soledad, o miseria, o pasión, pero el film de Carax está cargado de las tres: dos míseras almas en pena cuyos caminos se cruzan en un puente en construcción. Uno busca el amor y la otra, huye de él".

Kant: "Y yo que creía que la belleza artística no consistía en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa... Pero tras ver Los Amantes de Pont-Neuf y ver reunidas tal amalgama de cosas feas, me pregunto por qué tengo la sensación de haber presenciado algo tan bello...".

Goethe: "Pues muy sencillo Immanuel: si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte; pero Carax logra pintar dos personajes como Alex y Michele, absolutamente únicos e irreconocibles. No conozco a un vagabundo como Alex, y tampoco a una pintora bohemia como Michelle".

George Bernard Shaw: "Pues yo creo que los espejos se emplean para verse la cara, para ver el deambular errático de Alex y Michelle en medio del asfalto parisino teñido de negro y luces de neón; pero el arte se emplea para verse el alma, para escarbar en aquello profundo e inexplicable que los mueve en su paseo nocturno".

Hipócrates de Quios: "La vida es breve, como lo es la de Alex y Michelle; el arte, largo como lo es la huella que deja el film de Carax; la ocasión, fugaz como lo es el danzar de los amantes bajo una explosión de colores o la decisión de saltar a las profundidades del río Sena y elegir entre la muerte y pasar el resto de sus vidas juntos en La Havre. Y todo, en una fracción de segundo".

Helen Rowland: "Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad; a buen seguro, Alex no tiene nada que lamentar".

Pablo Neruda: "En un solo beso de Alex, Michelle descubre todo lo que ha callado; en una sola carrera por la playa, desnudos y alegres como críos, con la flauta de Alex apuntando al cielo, Michelle descubre todo lo que les queda por recorrer".

En ese preciso instante, Nietzsche, el último en salir de la sala, se acerca meditativo al grupo de contertulianos.

Friedrich Nietzsche: (sin mirarlos) "En el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón, pero nunca imaginé que en Los Amantes de Pont-Neuf existiera tanto amor, tanta locura, y tanta sinrazón".

Goethe: "Pero amigo Nietzsche, la locura de Alex no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma".

Friedrich Nietzsche: "¿Y a no permitir que Michelle pueda volver a ver, lo llamas razón? ¿A arriesgar su vida arrastrándola al río junto a él, lo llamas razón?
Y que conste que yo no soy, en absoluto, tu amigo..."

Goethe: (tembloroso): Tranquilícese sr. Friedrich, no era mi intención contrariarle.

Nietzsche le propina un fuerte puñetazo a Goethe, que cae inconsciente en la acera del nº 4 de la Rue Christine, a escasos metros del Pont-Neuf. Los carabineros se acercan para dispersar a los intelectuales. Suenan las ambulancias. Nietzsche se escabulle entre la multitud y cruza hacia la otra acera. De pronto, junto al Hotel Relais Christine, Nietzsche presencia cómo un cochero castiga brutalmente a latigazos su caballo. Nietzsche se acerca conmocionado al carruaje y se abraza fuertemente al caballo. Todo el mundo queda atónito ante tan sublime instante. La secuencia resulta del todo emotiva. Los intelectuales empiezan a aplaudir desde el otro lado de la calle. Los carabineros intentan sin éxito calmar la euforia. Goethe, sentado en el suelo y aun sangrando por la nariz, se une a los aplausos. Ahora el que recibe los latigazos es Nietzsche, que resiste, abrazado al caballo.

La escena resulta intensa, loca, absurda, imprevisible y conmovedora. Como lo ha sido la obra maestra de Carax. Como lo es y siempre será, el Séptimo Arte.
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