You must be a loged user to know your affinity with Sergio Berbel
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
10
11 de noviembre de 2023
11 de noviembre de 2023
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que convierte en extraordinaria la modesta pero brillantísima propuesta de “Upon entry” es el impactante, electrizante y perturbador guión de Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez y, sobre todo, la impresionante interpretación de Bruna Cusí, una de las inmensas actrices que Catalunya ha generado en los últimos años y que aquí derrocha una lección magistral interpretativa.
La premisa no puede ser más certera y precisa: Diego es un urbanista venezolano y Elena es una bailarina catalana; son pareja y han decidido comenzar la aventura de su vida yéndose a comenzar una nueva etapa vital en Miami. Pero, al llegar al aeropuerto de Newark, son retenidos e interrogados. Nos indignamos con ellos constatando que hemos perdido todos nuestros derechos y nuestra intimidad que pueden ser impunemente pisoteados en las oficinas policiales aeroportuarias en aras de una supuesta seguridad que tampoco lo acaba siendo. Pero algo está pasando y todo se va a complicar. Cada vez más. La tensión va a crecer hasta que se convierta en irrespirable y insoportable.
La propuesta, desde el punto de vista visual, no puede ser más sencilla, con tono casi documental. Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez se limitan a poner la cámara ante una pareja actoral en estado de gracia: fantástico Alberto Ammann como Diego, estratosférica la diosa Bruna Cusí como Elena. Ellos son el film y la película se sustenta en un guión portentoso que juega sus bazas a medio camino entre el drama psicológico y el thriller y que ellos personalizan con una verosimilitud y una honestidad sin precedentes.
Sus 72 minutos (metraje perfecto que es de agradecer en estos tiempos donde las películas sufren de elefantiasis) vuelan y dejan al espectador con ganas de más, de muchísimo más, porque se trata de una muestra de cine que crea adicción instantánea.
La premisa no puede ser más certera y precisa: Diego es un urbanista venezolano y Elena es una bailarina catalana; son pareja y han decidido comenzar la aventura de su vida yéndose a comenzar una nueva etapa vital en Miami. Pero, al llegar al aeropuerto de Newark, son retenidos e interrogados. Nos indignamos con ellos constatando que hemos perdido todos nuestros derechos y nuestra intimidad que pueden ser impunemente pisoteados en las oficinas policiales aeroportuarias en aras de una supuesta seguridad que tampoco lo acaba siendo. Pero algo está pasando y todo se va a complicar. Cada vez más. La tensión va a crecer hasta que se convierta en irrespirable y insoportable.
La propuesta, desde el punto de vista visual, no puede ser más sencilla, con tono casi documental. Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez se limitan a poner la cámara ante una pareja actoral en estado de gracia: fantástico Alberto Ammann como Diego, estratosférica la diosa Bruna Cusí como Elena. Ellos son el film y la película se sustenta en un guión portentoso que juega sus bazas a medio camino entre el drama psicológico y el thriller y que ellos personalizan con una verosimilitud y una honestidad sin precedentes.
Sus 72 minutos (metraje perfecto que es de agradecer en estos tiempos donde las películas sufren de elefantiasis) vuelan y dejan al espectador con ganas de más, de muchísimo más, porque se trata de una muestra de cine que crea adicción instantánea.

6,3
5.464
6
1 de agosto de 2024
1 de agosto de 2024
12 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien Jeff Nichols sigue siendo uno de los grandes cineastas contemporáneos en cuanto a caligrafía visual y presencia estética, es cierto que ya no es el que fue en cuanto a lo argumental. Si “Take Shelter” y “Mud” son dos obras maestras icónicas para la cultura de nuestro tiempo, “Loving” ya supuso un descenso en la emoción de la historia que se narraba y en el mismo defecto incurre “Bikeriders”, infinitamente más interesante en el aspecto formal que en el argumental.
Visualmente, la experiencia es exquisita. Con una ambientación sesentera impecable, marca de la casa Nichols, y una dirección de fotografía portentosa del gran Adam Stone (sospecho que rodada en película y no en digital, segundo glorioso caso en los últimos tiempos junto con “Los que se quedan” de Alexander Payne, que ojalá haga cundir el ejemplo), cada plano es una lección sobre cómo colocar la cámara, cómo iluminar y cómo sostener la belleza hipnótica de sus imágenes. Mención aparte merece su BSO, formada por temazos de la música norteamericana de los años 60, apoteósicos en su conjunto y por separado, pura gozada para los oídos.
Sin embargo, el guión del propio Nichols, adaptando un libro de Danny Lyon, no acaba de enganchar a lo largo de sus 116 minutos que se hacen largos y se disuelve en una obra de vocación coral que no acaba de perfilar adecuadamente a todos sus personajes.
Tampoco el elenco actoral brilla a la altura de los nombres que lo conforman porque, si bien Tom Hardy y, sobre todo, una inconmensurable Jodie Comer, resultan sobresalientes, se me hace bola un Austin Butler intentando imitar permanentemente a James Dean con una languidez impostada innecesaria. Y hasta el gran Michael Shannon está desaprovechado en un personaje demasiado secundario y circunstancial.
Esta historia de un club de moteros del Medio Oeste norteamericano en los años 60, sus normas peculiares, sus conductas erráticas y violentas, sus familias desestructuradas y su marginalidad social interesan “ma non troppo” y acaban pareciendo un episodio extendido de alguna serie al uso.
Visualmente, la experiencia es exquisita. Con una ambientación sesentera impecable, marca de la casa Nichols, y una dirección de fotografía portentosa del gran Adam Stone (sospecho que rodada en película y no en digital, segundo glorioso caso en los últimos tiempos junto con “Los que se quedan” de Alexander Payne, que ojalá haga cundir el ejemplo), cada plano es una lección sobre cómo colocar la cámara, cómo iluminar y cómo sostener la belleza hipnótica de sus imágenes. Mención aparte merece su BSO, formada por temazos de la música norteamericana de los años 60, apoteósicos en su conjunto y por separado, pura gozada para los oídos.
Sin embargo, el guión del propio Nichols, adaptando un libro de Danny Lyon, no acaba de enganchar a lo largo de sus 116 minutos que se hacen largos y se disuelve en una obra de vocación coral que no acaba de perfilar adecuadamente a todos sus personajes.
Tampoco el elenco actoral brilla a la altura de los nombres que lo conforman porque, si bien Tom Hardy y, sobre todo, una inconmensurable Jodie Comer, resultan sobresalientes, se me hace bola un Austin Butler intentando imitar permanentemente a James Dean con una languidez impostada innecesaria. Y hasta el gran Michael Shannon está desaprovechado en un personaje demasiado secundario y circunstancial.
Esta historia de un club de moteros del Medio Oeste norteamericano en los años 60, sus normas peculiares, sus conductas erráticas y violentas, sus familias desestructuradas y su marginalidad social interesan “ma non troppo” y acaban pareciendo un episodio extendido de alguna serie al uso.

6,2
330
10
23 de julio de 2024
23 de julio de 2024
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El turismo de masas es uno de las más peligrosas y agresivas amenazas contra nuestra forma y calidad de vida. Los complejos hoteleros del “Todo incluido” son su metástasis. Nunca en toda la historia del cine se había explicado mejor el fenómeno que a través de la magistral “Animal”, de la cineasta griega Sofia Exarchou. Una cinta tan magistral como dura que nos muestra, sin piedad con el espectador y sin anestesia, cómo es la vida de los animadores y animadoras de esos complejos, una vida dantesca que atenta contra los más elementales derechos fundamentales, que destruye al ser humano por dentro. Y lo hace con una valentía impagable y una de las mejores interpretaciones que haya visto en los últimos tiempos, la de la actriz Dimitra Vlagopoulou, desde ya en los anales del cine europeo a través de su inolvidable personaje de Kalia.
El guión, firmado por la propia Sofia Exarchou, es tan perfecto como valiente, tan atrevido como lúcido, tan extremo como tierno, es una maravilla que logra desde el primer minuto que empatices con sus personajes, que los quieras, que te duela lo que les duele y que te sientas tan perdido como ellos. Y, desde luego, si alguna vez has estado en un complejo del “Todo incluido”, que te mueras de vergüenza por colaborar con semejante industria de la esclavitud, vomitiva y vergonzosa.
Un film necesario y durísimo que nos muestra, sin piedad alguna con el espectador, la trastienda del turismo que está asesinando nuestra forma de vida y de ganarnos la vida honestamente y con respeto a los derechos laborales. El film se centra en la bailarina principal del grupo de animadores, Kalia, una chica sin vida por dedicarse a lo que se dedica, sin objetivos, sin destino, sin ilusiones, sin familia, sin nada de nada. Lleva una década anclada a esa forma de vida a la que la ha reducido el capitalismo salvaje y de la que ya no puede salir. Por eso se evade a través de los excesos festivos, el alcohol y el sexo ocasional y a ratos triste por sucio. Kalia vive al límite porque su biografía está acabada antes de tiempo. Kalia es una víctima del capitalismo genocida que ha encontrado en el turismo una de sus mayores armas de destrucción masiva.
El resto de personajes no lo llevan mucho mejor que Kalia, pero al menos llevan menos tiempo trabajando en ello. Sin duda, su futuro lo tienen escrito tan sólo observando comportamiento errático de Kalia.
Para encarnarla, Dimitra Vlagopoulou nos regala uno de los más grandes festivales interpretativos del cine europeo de los últimos tiempos. Se desnuda en cuerpo y alma ante la cámara para mostrarnos el descenso a los infiernos de alguien superado por la vida y por su trabajo, una víctima de un sistema déspota y asesino. Conmociona, te corta el cuerpo, te incomoda, te importa, te duele. Esta actriz hace algo pocas veces visto ante la cámara y me deja marcado de forma indeleble su rostro melancólico, triste, acabado, víctima de un sistema inmisericorde con los seres humanos.
Impresionante, por belleza y realismo atroz de forma simultánea, la espléndida dirección de fotografía de Monika Lenczewska e hipnótica la música de Sofa Surfers. Un film ciertamente imprescindible para entender por qué muchos somos turismofóbicos.
El guión, firmado por la propia Sofia Exarchou, es tan perfecto como valiente, tan atrevido como lúcido, tan extremo como tierno, es una maravilla que logra desde el primer minuto que empatices con sus personajes, que los quieras, que te duela lo que les duele y que te sientas tan perdido como ellos. Y, desde luego, si alguna vez has estado en un complejo del “Todo incluido”, que te mueras de vergüenza por colaborar con semejante industria de la esclavitud, vomitiva y vergonzosa.
Un film necesario y durísimo que nos muestra, sin piedad alguna con el espectador, la trastienda del turismo que está asesinando nuestra forma de vida y de ganarnos la vida honestamente y con respeto a los derechos laborales. El film se centra en la bailarina principal del grupo de animadores, Kalia, una chica sin vida por dedicarse a lo que se dedica, sin objetivos, sin destino, sin ilusiones, sin familia, sin nada de nada. Lleva una década anclada a esa forma de vida a la que la ha reducido el capitalismo salvaje y de la que ya no puede salir. Por eso se evade a través de los excesos festivos, el alcohol y el sexo ocasional y a ratos triste por sucio. Kalia vive al límite porque su biografía está acabada antes de tiempo. Kalia es una víctima del capitalismo genocida que ha encontrado en el turismo una de sus mayores armas de destrucción masiva.
El resto de personajes no lo llevan mucho mejor que Kalia, pero al menos llevan menos tiempo trabajando en ello. Sin duda, su futuro lo tienen escrito tan sólo observando comportamiento errático de Kalia.
Para encarnarla, Dimitra Vlagopoulou nos regala uno de los más grandes festivales interpretativos del cine europeo de los últimos tiempos. Se desnuda en cuerpo y alma ante la cámara para mostrarnos el descenso a los infiernos de alguien superado por la vida y por su trabajo, una víctima de un sistema déspota y asesino. Conmociona, te corta el cuerpo, te incomoda, te importa, te duele. Esta actriz hace algo pocas veces visto ante la cámara y me deja marcado de forma indeleble su rostro melancólico, triste, acabado, víctima de un sistema inmisericorde con los seres humanos.
Impresionante, por belleza y realismo atroz de forma simultánea, la espléndida dirección de fotografía de Monika Lenczewska e hipnótica la música de Sofa Surfers. Un film ciertamente imprescindible para entender por qué muchos somos turismofóbicos.

5,8
4.263
4
13 de noviembre de 2021
13 de noviembre de 2021
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Santos criminales” es una auténtica desilusión. Sobre todo porque los nombres de David Chase y HBO merecían otro nivel pero, muy especialmente, porque el apellido Soprano requería de una precuela a la altura de las circunstancias, cosa que esta película no logra ni de lejos, rozando a ratos el desastre o el mismísimo ridículo.
Sobre todo y muy especialmente, porque adolece de un guión sin sustancia, apático, soso, tremendamente convencional, pisoteando todos los charcos de los lugares comunes del cine de gangsters y, lo que es más grave, equivocando el personaje protagonista. Porque estoy completamente convencido que ni una sola persona de las que se acercan a esta cinta esperan que todo se centre en torno a la figura del padre de Christopher Moltisanti, que no tiene peso alguno en la serie y que deja indiferente durante la extensión de su excesivo metraje por encarnar un periplo mil veces visto antes en historias iniciáticas del género mucho mejores que ésta (“Uno de los nuestros” de Martin Scorsese como culmen de lo expuesto).
Haber creado un personaje inmortal, quizás el más inmortal de la televisión, como el de Tony Soprano y no hacerlo protagonista de este film precuela es de una idiocia para analizar, pronosticar y tratar con urgencia. Y, sin embargo, incluso teniendo la suerte de poder contar con el propio hijo de James Gandolfini, Michael Gandolfini, para interpretar el personaje de su padre en la adolescencia, se acaba convirtiendo en un secundario más, desdibujado y fuera de foco, sin que el espectador pueda entender cómo ello ha sido posible.
Pero existe un error aún más garrafal, y es que la historia la narre una voz en off (sí, lo sé, la sombra de Martin Scorsese es demasiado alargada y evidente) un Christopher Moltisanti desde la tumba y explicando con todo lujo de detalles cómo y por quién se produjo su muerte genera uno de los spoilers más lamentables e innecesarios que haya contemplado nunca. La torpeza se eleva al cuadrado en este caso.
La dirección rutinaria de Alan Taylor no aporta absolutamente nada a la narración, sostenida por un elenco de actores con el piloto automático puesto en el que es difícil destacar a ninguno. Un chasco con todas las de la ley para contar una historia de gentes fuera de la ley.
Sobre todo y muy especialmente, porque adolece de un guión sin sustancia, apático, soso, tremendamente convencional, pisoteando todos los charcos de los lugares comunes del cine de gangsters y, lo que es más grave, equivocando el personaje protagonista. Porque estoy completamente convencido que ni una sola persona de las que se acercan a esta cinta esperan que todo se centre en torno a la figura del padre de Christopher Moltisanti, que no tiene peso alguno en la serie y que deja indiferente durante la extensión de su excesivo metraje por encarnar un periplo mil veces visto antes en historias iniciáticas del género mucho mejores que ésta (“Uno de los nuestros” de Martin Scorsese como culmen de lo expuesto).
Haber creado un personaje inmortal, quizás el más inmortal de la televisión, como el de Tony Soprano y no hacerlo protagonista de este film precuela es de una idiocia para analizar, pronosticar y tratar con urgencia. Y, sin embargo, incluso teniendo la suerte de poder contar con el propio hijo de James Gandolfini, Michael Gandolfini, para interpretar el personaje de su padre en la adolescencia, se acaba convirtiendo en un secundario más, desdibujado y fuera de foco, sin que el espectador pueda entender cómo ello ha sido posible.
Pero existe un error aún más garrafal, y es que la historia la narre una voz en off (sí, lo sé, la sombra de Martin Scorsese es demasiado alargada y evidente) un Christopher Moltisanti desde la tumba y explicando con todo lujo de detalles cómo y por quién se produjo su muerte genera uno de los spoilers más lamentables e innecesarios que haya contemplado nunca. La torpeza se eleva al cuadrado en este caso.
La dirección rutinaria de Alan Taylor no aporta absolutamente nada a la narración, sostenida por un elenco de actores con el piloto automático puesto en el que es difícil destacar a ninguno. Un chasco con todas las de la ley para contar una historia de gentes fuera de la ley.
10
10 de enero de 2021
10 de enero de 2021
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que confesar que me he emocionado revisitándolo. Mucho y en varias ocasiones a lo largo de su metraje. Quizás porque Antonio Machado forma parte mi ser más interno e íntimo junto con Miguel Hernández y Lorca. Quizás porque “Antonio Machado. Los días azules” es exquisito en su sensibilidad y compromiso, así como en su empaque formal gracias al portentoso e impagable trabajo en la dirección de Laura Hojman. Quizás porque lo que cuenta es tan terrible como bello. Quizás porque es imposible escabullirse ante la figura del poeta sevillano que terminó siendo universal y el mejor símbolo de su tiempo. Alguien que insufló vida definitivamente en la poesía, exigiendo que dejase de ser contemplativa al afirmar: “La poesía es acción”.
Laura Hojman nos relata el periplo vital de Antonio Machado desde su Sevilla natal (idílica dentro de aquel patio de ensueño en el Palacio de Dueñas en el que habitó su familia como alquilada en una de sus estancias) hacia Madrid para formarse (y educarse en el más grande y mejor sentido del término) en la Institución Libre de Enseñanza de Ginés de los Ríos; su periplo juvenil en París transitando los caminos del modernismo y el simbolismo; su estancia como profesor de instituto para poder ganarse la vida en Soria y su amor cándido y casi platónico por Leonor (de final tan trágico por la temprana muerte de la amada, enterrada en el cementerio de Soria como lugar de peregrinación literaria); su regreso a Andalucía a la Baeza que tanto contrastaba con la Sevilla de su infancia (donde coincide en una célebre y única ocasión con un Federico García Lorca estudiante que tanto le llama la atención); su estancia en Segovia (y su amor terriblemente imposible con Guiomar); su apasionada y apasionante aventura personal de compromiso político, ético y cultural con la II República a través de las Misiones Pedagógicas, para llevar la cultura al proletariado al que nunca antes se le había concedido esa posibilidad para evitar que pudieran pensar por sí mismos; los terribles acontecimientos del golpe de estado fascista llevado a cabo por el criminal Franco y sus vivencias bélicas en una Madrid sitiada; su precioso exilio temporal en Rocafort y posteriormente en Barcelona, huyendo con los suyos del avance de las huestes fascistas en su avance imparable; su triste y duro camino al exilio hsata Collioure, donde fallece tres días antes que su madre en la misma pensión donde se refugiaron, exiliados de todo y de todos, abandonados a su suerte de forma tristemente injusta, frente a “Estos días azules y este sol de la infancia” (últimos versos del genio andaluz que se encuentran en el bolsillo de su abrigo a su fallecimiento); y culminando con la primera visita de un Presidente de nuestro Estado a su tumba en Collioure por parte de Pedro Sánchez en 2019 (hasta 2019, 42 años después de la restauración de la democracia, jamás había comparecido a rendir tributo al poeta ningún presidente, pero sí cientos de miles de personas agradecidas que dejan cartas en su tumba diariamente); la mejor de las opciones, dejar sus restos donde reposan para que nunca deje de ser lugar de peregrinación republicana, porque como dice su verso: “Sólo la tierra en que se muere es nuestra”.
Pero también esta obra maestra del documental, uno de los mejores que he visto en todos los días de mi vida, es la narración poética caminando por los más importantes hitos de la poesía machadiana acompasada por la voz de Pedro Casablanc, que es lo mismo que decir de la poesía en castellano. Y para ello Laura Hojman es capaz de crear visualmente a través de impolutos planos fijos una belleza gráfica atemperada con los versos de forma sublime. Y, cuando no hay imágenes, se dibujan, para que nada nunca falte ante el espectador más exigente.
Su vida y su obra poética se va reconstruyendo a través de diferentes apuntes que escritores y catedráticos van desgranando a cámara, mientras que una sucesión de bellísimas imágenes caen en cascada delante de nuestros atónitos ojos, que quieren más y más sin cansarse nunca, deseando en todo momento que el documental fuese eterno.
Pero lo más emotivo es para mí lo contemporáneo, cuando Laura Hojman nos asoma al buzón que existe junto a la tumba de Machado en el que diariamente se depositan cartas, o la marcha de los descendientes de los republicanos que tuvieron que salir a pie hacia Francia, repitiendo el recorrido de sus ancestros para que jamás vaya a ser olvidado.
Tantas heridas abiertas, tantas cuentas por saldar, tanto dolor por consolar…. “Estos días azules y este sol de la infancia” cuentan que estaba escrito en un papel en el bolsillo del último abrigo del poeta, su poema postrero e inconcluso, cerrando el círculo, evocando a Sevilla en Collioure, principio y fin de la vida nunca fácil de Antonio Machado, soñando con Sevilla en una playa del sur de Francia, ejerciendo de andaluz hasta el último aliento.
Y todo ello acompasado por una fotografía exquisita ciertamente sublime de Jesús Perujo y una música hipnótica de Pablo Cervantes. Una obra maestra imprescindible.
Laura Hojman nos relata el periplo vital de Antonio Machado desde su Sevilla natal (idílica dentro de aquel patio de ensueño en el Palacio de Dueñas en el que habitó su familia como alquilada en una de sus estancias) hacia Madrid para formarse (y educarse en el más grande y mejor sentido del término) en la Institución Libre de Enseñanza de Ginés de los Ríos; su periplo juvenil en París transitando los caminos del modernismo y el simbolismo; su estancia como profesor de instituto para poder ganarse la vida en Soria y su amor cándido y casi platónico por Leonor (de final tan trágico por la temprana muerte de la amada, enterrada en el cementerio de Soria como lugar de peregrinación literaria); su regreso a Andalucía a la Baeza que tanto contrastaba con la Sevilla de su infancia (donde coincide en una célebre y única ocasión con un Federico García Lorca estudiante que tanto le llama la atención); su estancia en Segovia (y su amor terriblemente imposible con Guiomar); su apasionada y apasionante aventura personal de compromiso político, ético y cultural con la II República a través de las Misiones Pedagógicas, para llevar la cultura al proletariado al que nunca antes se le había concedido esa posibilidad para evitar que pudieran pensar por sí mismos; los terribles acontecimientos del golpe de estado fascista llevado a cabo por el criminal Franco y sus vivencias bélicas en una Madrid sitiada; su precioso exilio temporal en Rocafort y posteriormente en Barcelona, huyendo con los suyos del avance de las huestes fascistas en su avance imparable; su triste y duro camino al exilio hsata Collioure, donde fallece tres días antes que su madre en la misma pensión donde se refugiaron, exiliados de todo y de todos, abandonados a su suerte de forma tristemente injusta, frente a “Estos días azules y este sol de la infancia” (últimos versos del genio andaluz que se encuentran en el bolsillo de su abrigo a su fallecimiento); y culminando con la primera visita de un Presidente de nuestro Estado a su tumba en Collioure por parte de Pedro Sánchez en 2019 (hasta 2019, 42 años después de la restauración de la democracia, jamás había comparecido a rendir tributo al poeta ningún presidente, pero sí cientos de miles de personas agradecidas que dejan cartas en su tumba diariamente); la mejor de las opciones, dejar sus restos donde reposan para que nunca deje de ser lugar de peregrinación republicana, porque como dice su verso: “Sólo la tierra en que se muere es nuestra”.
Pero también esta obra maestra del documental, uno de los mejores que he visto en todos los días de mi vida, es la narración poética caminando por los más importantes hitos de la poesía machadiana acompasada por la voz de Pedro Casablanc, que es lo mismo que decir de la poesía en castellano. Y para ello Laura Hojman es capaz de crear visualmente a través de impolutos planos fijos una belleza gráfica atemperada con los versos de forma sublime. Y, cuando no hay imágenes, se dibujan, para que nada nunca falte ante el espectador más exigente.
Su vida y su obra poética se va reconstruyendo a través de diferentes apuntes que escritores y catedráticos van desgranando a cámara, mientras que una sucesión de bellísimas imágenes caen en cascada delante de nuestros atónitos ojos, que quieren más y más sin cansarse nunca, deseando en todo momento que el documental fuese eterno.
Pero lo más emotivo es para mí lo contemporáneo, cuando Laura Hojman nos asoma al buzón que existe junto a la tumba de Machado en el que diariamente se depositan cartas, o la marcha de los descendientes de los republicanos que tuvieron que salir a pie hacia Francia, repitiendo el recorrido de sus ancestros para que jamás vaya a ser olvidado.
Tantas heridas abiertas, tantas cuentas por saldar, tanto dolor por consolar…. “Estos días azules y este sol de la infancia” cuentan que estaba escrito en un papel en el bolsillo del último abrigo del poeta, su poema postrero e inconcluso, cerrando el círculo, evocando a Sevilla en Collioure, principio y fin de la vida nunca fácil de Antonio Machado, soñando con Sevilla en una playa del sur de Francia, ejerciendo de andaluz hasta el último aliento.
Y todo ello acompasado por una fotografía exquisita ciertamente sublime de Jesús Perujo y una música hipnótica de Pablo Cervantes. Una obra maestra imprescindible.
Más sobre Sergio Berbel
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here