Películas de amor hay muchas, pero realmente pocas consiguen que empatices con los protagonistas, sin necesidad de que esbocen una sola palabra, siendo este el principal acierto de Carol.

Los silencios, importan casi más que las palabras, siendo una parte más del guion de una película pensada meticulosamente, para que las personas que han sufrido por un amor prohibido, puedan sentirse reflejadas en el relato. Las miradas, el deseo, el miedo, las inseguridades, los prejuicios y los estigmas sociales, todo se enarbola mostrando un mundo aparte, alejado de lo que las dos protagonistas sienten, ya que su amor no encaja en la sociedad que les tocó vivir. Lo más meritorio de esta película, es que consigue que lo entiendas sin necesidad de que empleen emotivos discursos ni sensiblería barata y eso amigos míos, es lo que solo el buen cine es capaz de hacer.

Empecé esta película con un cierto hype, debido a las buenas críticas y la recepción acaparada en la principal crítica.
Las primeras sensaciones fueron muy buenas, la fotografía y la música me generaban una inmersión plena, el misterio me invadía, evocando un aura intangible con un inherente magnetismo.

Posteriormente con el paso de los minutos, sentí que la película se hacía exageradamente contemplativa con algunas de sus escenas, aunque la atmósfera generada por el filme, me provocaba el interés se seguir viéndola aun a pesar del hastío provocado por el tedioso ritmo de la película.

Sin embargo todo el fin de la película se justifica en su escena final, presentando una de las escenas mejor dirigidas, editadas y orquestadas de la historia del cine, su montaje vale el mero visionado de esta obra, os maravillará.