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4,2
3.518
2
21 de enero de 2024
21 de enero de 2024
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cascada de ocres se extendía por el cielo mientras él, con su mirada hierática clavada en el horizonte tras el ventanal, barruntaba sobre sus logros durante otro de esos atardeceres angelinos. Los golpes de Rocky, los disparos de Rambo y la vejez ultraviolenta de Barney desfilaron por su recuerdo, a la vez que una comezón se extendía por su espina dorsal. Había llegado el momento de liarla.
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"Los mercen4rios" (2023) es la cuarta entrega del creador y resucitador de sagas más impertérrito conocido, Stallone. Una entrega que se siente, no solo distinta a sus antecesoras, sino también como una mamarrachada incomprensible. Porque, efectivamente, la nueva aventura de estos carrozones es lo más parecido a un suicidio.
Honestamente, "Los mercenarios" nunca fue buen cine, sino nostalgia macerada en testosterona para quienes anhelaban huir de la realidad; gente que añoraba la EGB mientras clamaba por unos tiempos más simples. Treintañeros de hace quince años, cuarentones y cincuentones de ahora.
La primera entrega, sin ser notable, triunfó al compilar bajo el mismo título a varias estrellas de acción venidas a menos. Un cócktel que, con un argumento más simple que un boniato cocido, permitió a Sly repartir estopa geriátrica con cierta gracia. A aquella cinta le siguieron otras dos en lo que fue, amén de un descenso cualitativo, un tour de llamadas telefónicas a los agentes de actores viviendo de una fama tan pasada como rancia. No fueron buenos trabajos, pero los nostálgicos les perdonaron sus carencias con la excusa de que entretenían.
De esta forma, y desde un punto de vista gestor, no se le podía negar a Stallone habilidad para administrar el negocio, pues el gachón creó un chiringuito de la nada y lo mantuvo vivo durante tres embestidas. Y, claro, ya tocaba ir a por la cuarta, aunque Sylvester había planeado, parece ser, dejar arder el negocio a base desentenderse. Porque, válgame Dios, "Los mercen4rios" es un acto pirómano propio de quienes buscan cobrar el seguro.
Lo primero que destaca es el tiempo transcurrido desde la anterior entrega. Una espera que no casa con el ritmo al que fueron producidas las anteriores (2010, 2012 y 2014). Esto a su vez, ha provocado cambios en el grupo de machacas, tal que ahora no veremos a Arnie, Willis (razones tiene), Ford, Norris, Snipes, Li, Crews ni Gramer. Repiten, eso sí, rostros como Randy Couture, Lundgren o Statham, dando así pie a unos mercenarios más o menos reseteados. Unos en donde encontramos a piezas nuevas como Megan Fox, 50 cent, o Andy Garcia, por citar nombres conocidos (véase spoiler 1).
Lo siguiente que apesta es el guion. Porque "Los mercenarios" nunca tuvieron mucha historia, pero al menos trataban de envolver el espectáculo con algo de palique y humor, buscando que el esquema presentación-nudo-desenlace se respetase un mínimo. Ahora ya ni se molestan, prefiriendo un inicio atropellado en donde los protagonistas deben finiquitar a un facineroso ansioso de una guerra nuclear. Una originalidad nula y un planteo tan urgente y predecible que bien pareciera un videojuego (véase spoiler 2). Una pifia a la que acompañan los diálogos que, aunque nunca fueron canela fina, ahora son infumables, provocando estupor incluso entre quienes se aproximan con expectativas muy bajas.
Otro problema que no busca ocultarse es la pobreza de las escenas de acción, torpes, repetitivas, y por momentos absurdas. No lo confunda con las explosiones y la espectacularidad, que eso es cuestión de echar más gasolina y gastarse más billetes. Hablo de que la película se siente menor, como si los responsables de planificarlas carecieran de pericia. Un problema vinculado también al montaje, el cual transmite una artritis impropia de la saga. Porque las tres anteriores serían películas discutibles, pero al menos se esforzaban por mantener una puesta en escena experimentada. Aquí, sin embargo, parece que hubieran contratado a editores de la serie B (véase spoiler 3). En cuanto a la música, las perspectivas tampoco mejoran, pues su responsable está pidiendo a gritos que lo fusilen, dada la basura sonora incrustada.
Otro marrón, gordo e indiscreto, es el exceso de CGI y su paupérrima calidad. Incluso los defensores de este trabajo sienten escozor ante los horrorosos cromas, el abuso de la sangre digital, y la presencia indiscriminada de escenas sintéticas creadas por artistas 3D de baja estofa. Un sinsentido en los tiempos actuales que, además, rompe con la política de las anteriores películas, en donde los efectos tradicionales fueron priorizados en desmedro de un CGI discreto (véase spoiler 4).
Pero los desbarres no acaban aquí, porque ahora resulta que Statham es el único que, por contraste, parece actuar, vistas las infames intepretaciones del resto, aliados o enemigos (véase spoiler 5). Una afirmación inquietante que permite anticipar el desastre que se avecina. Mención especial para Megan Fox, esa pésima actriz deformada a golpe de bisturí, a la que han enfoscado la cara con cuarto y mitad de escayola y pintura (véase spoiler 6). Entiendo que los maquilladores debieron ser de la misma escuela que los artistas 3D.
En general, la película adolece de una cutrez en forma y fondo que deja patidifuso, dando la impresión de que estamos ante una obra apócrifa dirigida por alguien criado con videojuegos de poca valía (los hay brillantes), y cuya formación en cine es inexistente. No miento cuando digo que estamos ante la versión The Asylum de "Los mercenarios".
En resumen, Sly ha decidido olvidarse de la saga. No solo la historia y los diálogos son una memez frente a las anteriores entregas, sino que la parte técnica ha caído en picado, derivando así en una película que luce barata, mal rodada, y con actores que parecen tener problemas incluso moviendose ante la cámara. En consecuencia, lo del presupuesto no se explica (véase spoiler 7). Y sí, Andy Garcia parece Gila con esa boina y ese careto.
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"Los mercen4rios" (2023) es la cuarta entrega del creador y resucitador de sagas más impertérrito conocido, Stallone. Una entrega que se siente, no solo distinta a sus antecesoras, sino también como una mamarrachada incomprensible. Porque, efectivamente, la nueva aventura de estos carrozones es lo más parecido a un suicidio.
Honestamente, "Los mercenarios" nunca fue buen cine, sino nostalgia macerada en testosterona para quienes anhelaban huir de la realidad; gente que añoraba la EGB mientras clamaba por unos tiempos más simples. Treintañeros de hace quince años, cuarentones y cincuentones de ahora.
La primera entrega, sin ser notable, triunfó al compilar bajo el mismo título a varias estrellas de acción venidas a menos. Un cócktel que, con un argumento más simple que un boniato cocido, permitió a Sly repartir estopa geriátrica con cierta gracia. A aquella cinta le siguieron otras dos en lo que fue, amén de un descenso cualitativo, un tour de llamadas telefónicas a los agentes de actores viviendo de una fama tan pasada como rancia. No fueron buenos trabajos, pero los nostálgicos les perdonaron sus carencias con la excusa de que entretenían.
De esta forma, y desde un punto de vista gestor, no se le podía negar a Stallone habilidad para administrar el negocio, pues el gachón creó un chiringuito de la nada y lo mantuvo vivo durante tres embestidas. Y, claro, ya tocaba ir a por la cuarta, aunque Sylvester había planeado, parece ser, dejar arder el negocio a base desentenderse. Porque, válgame Dios, "Los mercen4rios" es un acto pirómano propio de quienes buscan cobrar el seguro.
Lo primero que destaca es el tiempo transcurrido desde la anterior entrega. Una espera que no casa con el ritmo al que fueron producidas las anteriores (2010, 2012 y 2014). Esto a su vez, ha provocado cambios en el grupo de machacas, tal que ahora no veremos a Arnie, Willis (razones tiene), Ford, Norris, Snipes, Li, Crews ni Gramer. Repiten, eso sí, rostros como Randy Couture, Lundgren o Statham, dando así pie a unos mercenarios más o menos reseteados. Unos en donde encontramos a piezas nuevas como Megan Fox, 50 cent, o Andy Garcia, por citar nombres conocidos (véase spoiler 1).
Lo siguiente que apesta es el guion. Porque "Los mercenarios" nunca tuvieron mucha historia, pero al menos trataban de envolver el espectáculo con algo de palique y humor, buscando que el esquema presentación-nudo-desenlace se respetase un mínimo. Ahora ya ni se molestan, prefiriendo un inicio atropellado en donde los protagonistas deben finiquitar a un facineroso ansioso de una guerra nuclear. Una originalidad nula y un planteo tan urgente y predecible que bien pareciera un videojuego (véase spoiler 2). Una pifia a la que acompañan los diálogos que, aunque nunca fueron canela fina, ahora son infumables, provocando estupor incluso entre quienes se aproximan con expectativas muy bajas.
Otro problema que no busca ocultarse es la pobreza de las escenas de acción, torpes, repetitivas, y por momentos absurdas. No lo confunda con las explosiones y la espectacularidad, que eso es cuestión de echar más gasolina y gastarse más billetes. Hablo de que la película se siente menor, como si los responsables de planificarlas carecieran de pericia. Un problema vinculado también al montaje, el cual transmite una artritis impropia de la saga. Porque las tres anteriores serían películas discutibles, pero al menos se esforzaban por mantener una puesta en escena experimentada. Aquí, sin embargo, parece que hubieran contratado a editores de la serie B (véase spoiler 3). En cuanto a la música, las perspectivas tampoco mejoran, pues su responsable está pidiendo a gritos que lo fusilen, dada la basura sonora incrustada.
Otro marrón, gordo e indiscreto, es el exceso de CGI y su paupérrima calidad. Incluso los defensores de este trabajo sienten escozor ante los horrorosos cromas, el abuso de la sangre digital, y la presencia indiscriminada de escenas sintéticas creadas por artistas 3D de baja estofa. Un sinsentido en los tiempos actuales que, además, rompe con la política de las anteriores películas, en donde los efectos tradicionales fueron priorizados en desmedro de un CGI discreto (véase spoiler 4).
Pero los desbarres no acaban aquí, porque ahora resulta que Statham es el único que, por contraste, parece actuar, vistas las infames intepretaciones del resto, aliados o enemigos (véase spoiler 5). Una afirmación inquietante que permite anticipar el desastre que se avecina. Mención especial para Megan Fox, esa pésima actriz deformada a golpe de bisturí, a la que han enfoscado la cara con cuarto y mitad de escayola y pintura (véase spoiler 6). Entiendo que los maquilladores debieron ser de la misma escuela que los artistas 3D.
En general, la película adolece de una cutrez en forma y fondo que deja patidifuso, dando la impresión de que estamos ante una obra apócrifa dirigida por alguien criado con videojuegos de poca valía (los hay brillantes), y cuya formación en cine es inexistente. No miento cuando digo que estamos ante la versión The Asylum de "Los mercenarios".
En resumen, Sly ha decidido olvidarse de la saga. No solo la historia y los diálogos son una memez frente a las anteriores entregas, sino que la parte técnica ha caído en picado, derivando así en una película que luce barata, mal rodada, y con actores que parecen tener problemas incluso moviendose ante la cámara. En consecuencia, lo del presupuesto no se explica (véase spoiler 7). Y sí, Andy Garcia parece Gila con esa boina y ese careto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) En realidad hay más, pero son más propios de la cultura estadounidense y de producciones específicas.
2º) De hecho, y teniendo en cuenta la calidad de los videojuegos de las últimas dos décadas, debo decir que hay algunos con historias mucho más trabajadas.
3º) Punibles esos planos en donde los personajes hacen posturitas o se lanzan miradas. Y qué decir de aquellos otros con aire videoclipero, tan horrendos que uno cree haberse equivocado de sala en el cine y estar viendo una parodia. Porque, ¿mira que si estamos ante una mala parodia no reconocida?
4º) Horrible esos vehículos en 3D, ese avión despegando, ese barco de chichinabo, ese mar artificial o los terribles fondos digitales. Unos resultados impresentables y ajenos a esta saga. "Los mercenarios" nunca fueron esto.
5º) Lo de Tony Jaa da miedo. Su doblaje al castellano es de despido, aunque tampoco se crea que en la versión original mejora. Verlo hablar con cara de muerto es toda una experiencia. Y lo de Galán (Jacob Scipio) ya es para mear Blandiblú porque, además de un actor negado, también es... ¡El hijo del personaje de Antonio Banderas! ¿Pero qué narices es esto?
6º) Megan, quien en sus orígenes fue una actriz inútil razonablemente guapa, se ha transformado estos años en una bajuna amorfa propia de barrios marginales. Una "choni" poligonera de manual que exuda vulgaridad y puterío en cada plano, y a la que no le falta gesticular y gritar como cualquier barriobajera discutiendo en un supermercado barato. Su dañina presencia solo se comprende por el, sospecho yo, deseo de Stallone de dinamitar la franquicia a base de olvidarse de ella. Un pensamiento que se ve alimentado por cómo Sly ha dado un paso atrás, minimizando su protagonismo y sin apenas intervenir en la producción, lo que es raro en él.
7º) Es incomprensible que esta basura haya costado $100 millones. Esa cantidad es una tomadura de pelo. La taquilla, por su parte, ha sido un desastre porque, según la fuente que se consulte, ha oscilado entre los $38 millones (Box Office Mojo) y los $51 millones (Wikipedia). Si damos por buenas todas estas cantidades, estamos ante una inversión ruinosa y la muerte de esta franquicia.
2º) De hecho, y teniendo en cuenta la calidad de los videojuegos de las últimas dos décadas, debo decir que hay algunos con historias mucho más trabajadas.
3º) Punibles esos planos en donde los personajes hacen posturitas o se lanzan miradas. Y qué decir de aquellos otros con aire videoclipero, tan horrendos que uno cree haberse equivocado de sala en el cine y estar viendo una parodia. Porque, ¿mira que si estamos ante una mala parodia no reconocida?
4º) Horrible esos vehículos en 3D, ese avión despegando, ese barco de chichinabo, ese mar artificial o los terribles fondos digitales. Unos resultados impresentables y ajenos a esta saga. "Los mercenarios" nunca fueron esto.
5º) Lo de Tony Jaa da miedo. Su doblaje al castellano es de despido, aunque tampoco se crea que en la versión original mejora. Verlo hablar con cara de muerto es toda una experiencia. Y lo de Galán (Jacob Scipio) ya es para mear Blandiblú porque, además de un actor negado, también es... ¡El hijo del personaje de Antonio Banderas! ¿Pero qué narices es esto?
6º) Megan, quien en sus orígenes fue una actriz inútil razonablemente guapa, se ha transformado estos años en una bajuna amorfa propia de barrios marginales. Una "choni" poligonera de manual que exuda vulgaridad y puterío en cada plano, y a la que no le falta gesticular y gritar como cualquier barriobajera discutiendo en un supermercado barato. Su dañina presencia solo se comprende por el, sospecho yo, deseo de Stallone de dinamitar la franquicia a base de olvidarse de ella. Un pensamiento que se ve alimentado por cómo Sly ha dado un paso atrás, minimizando su protagonismo y sin apenas intervenir en la producción, lo que es raro en él.
7º) Es incomprensible que esta basura haya costado $100 millones. Esa cantidad es una tomadura de pelo. La taquilla, por su parte, ha sido un desastre porque, según la fuente que se consulte, ha oscilado entre los $38 millones (Box Office Mojo) y los $51 millones (Wikipedia). Si damos por buenas todas estas cantidades, estamos ante una inversión ruinosa y la muerte de esta franquicia.

7,1
58.755
7
21 de junio de 2019
21 de junio de 2019
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La caza del octubre rojo" (1990) es un ejemplo de cómo una película puede superar a su novela base.
Ambientada en los 80, y con la guerra fría como trasfondo, la historia del capitán de submarino soviético que quiere desertar está bastante bien llevada. Un guion competente (aunque con alguna incongruencia) y un imponente y seco Sean Connery contribuyen a ello. McTiernan hace un buen trabajo y demuestra por qué fue un buen director durante los 80 (luego cayó en desgracia). Eso sí, la novela de Tom Clancy en donde se originó este relato es un pastiche infumable.
Editada en España bajo el título de "La caza del submarino ruso" (por si a alguien no le quedaba claro lo del color), es un mondongo que representa lo peor de la literatura de suspense. Clancy era un tipo obsesionado con el estilo de vida castrense, la tecnología militar y su país natal (EE.UU.), por lo que escribió bodrios exitosos cuya lectura duele en los ojos, en donde todo son alabanzas al patriotismo más rancio, simplista y beligerante que uno pueda imaginarse.
Lo curioso es que Clancy nunca fue militar, ni pegó un tiro en su vida, pues lo rechazaron en el ejército por su miopía. Era la clase de escritor que hizo caja idolatrando y encumbrando la guerra y su parafernalia desde la seguridad de su despacho (llegó a ser vendedor de seguros antes que escritor). Ningún soldado con experiencia en el campo de batalla opinará bien de la guerra y sus miserias, salvo quienes la hayan conocido de lejos. A lo sumo, tendrá buena opinión de los gestos heróicos y humanitarios de algunas personas, pero jamás los antepondrá al peligro de tontear con una guerra ni sus horrores.
Clancy, por su parte, ni siquiera pasaba de civil emborrachado de tonterías militares, amén de un orgullo herido por su enrolamiento fracasado, por lo que, literalmente, no había experimentado nada de lo que contaba. Como decían en "Tropic Thunder, una guerra muy perra", este tío era el "Mili Vanilli de los patriotas".
Además, y dado que el público objetivo de sus novelas era cualquier americano de a pie, que nadie espere literatura de calidad ni ideas complejas. Clancy disparaba con munición convencional y apelaba a los puntos de vista más maníqueos que uno pueda concebir. Baste decir que, en la novela, los rusos son poco menos que unos idiotas cobardes con tecnología atrasada. Frente a ellos, los americanos son superiores, sagaces, valientes y derrochan una prepotencia irritante.
En general, los textos de Clancy confunden lo enrevesado con lo complejo, creando culebrones llenos de traiciones y trampas. Se garantizaba así el éxito al margen de lo inculto que fuera su lector. De hecho, aún hoy hay quienes creen que eso es literatura de buena calidad. Recordemos, además, que el sistema educativo de los EE.UU. estimula la producción de obreros iletrados antes que ciudadanos con la cabeza bien amueblada. Por tanto, sus libros pueden leerse de corrido y catarse al peso.
Ahora bien, ¿significa eso que los libros de Clancy carecían de virtudes? No. Si así fuera, no habría triunfado. Clancy sabía contar una historia (otra cosa es lo que contase). Sabía estructurar bien un texto, describir los personajes y las situaciones. En consecuencia, se podían leer con facilidad. Pruebe usted a escribir una historia de 10 páginas, y verá lo difícil que es. También tuvo un ojo clínico para documentarse con precisión milimétrica, sabiendo cómo incrustar todos esos detalles en sus novelas como si de un orfebre se tratase. De ahí que a los militares les gustasen tanto sus textos, y que los fanáticos de las armas encontrasen tanto placer leyéndolos.
Como muestra un simple pero significativo botón que, seguro, desconocía: en esta novela (que, además, fue la primera), Clancy llega a describir el funcionamiento (y carencias) del ordenador del submarino Dallas con una exactitud pasmosa. Tanta, que encaja muy bien con las ideas actuales sobre aprendizaje automático y cómo se entrenan modelos de clasificación. Eso, en 1982, cuando pocos fuera del mundo de la estadística y la IA habían oído hablar de modelos predictivos, fue espectacular.
Por todo ello, y teniendo en cuenta lo dicho, la película de McTiernan es un milagro cinematográfico. No solo es buena, sino que ha sabido esquivar unos orígenes literarios pobres y mantener su valía treinta años después. Eso sí, a pesar de todo sigue exhalando un fetillo patriotero algo incómodo, en especial cuando son los militares los que se adueñan de las escenas. Connery, sin embargo, actúa como disolvente de la estupidez ajena, y aporta una compostura sobresaliente.
Ambientada en los 80, y con la guerra fría como trasfondo, la historia del capitán de submarino soviético que quiere desertar está bastante bien llevada. Un guion competente (aunque con alguna incongruencia) y un imponente y seco Sean Connery contribuyen a ello. McTiernan hace un buen trabajo y demuestra por qué fue un buen director durante los 80 (luego cayó en desgracia). Eso sí, la novela de Tom Clancy en donde se originó este relato es un pastiche infumable.
Editada en España bajo el título de "La caza del submarino ruso" (por si a alguien no le quedaba claro lo del color), es un mondongo que representa lo peor de la literatura de suspense. Clancy era un tipo obsesionado con el estilo de vida castrense, la tecnología militar y su país natal (EE.UU.), por lo que escribió bodrios exitosos cuya lectura duele en los ojos, en donde todo son alabanzas al patriotismo más rancio, simplista y beligerante que uno pueda imaginarse.
Lo curioso es que Clancy nunca fue militar, ni pegó un tiro en su vida, pues lo rechazaron en el ejército por su miopía. Era la clase de escritor que hizo caja idolatrando y encumbrando la guerra y su parafernalia desde la seguridad de su despacho (llegó a ser vendedor de seguros antes que escritor). Ningún soldado con experiencia en el campo de batalla opinará bien de la guerra y sus miserias, salvo quienes la hayan conocido de lejos. A lo sumo, tendrá buena opinión de los gestos heróicos y humanitarios de algunas personas, pero jamás los antepondrá al peligro de tontear con una guerra ni sus horrores.
Clancy, por su parte, ni siquiera pasaba de civil emborrachado de tonterías militares, amén de un orgullo herido por su enrolamiento fracasado, por lo que, literalmente, no había experimentado nada de lo que contaba. Como decían en "Tropic Thunder, una guerra muy perra", este tío era el "Mili Vanilli de los patriotas".
Además, y dado que el público objetivo de sus novelas era cualquier americano de a pie, que nadie espere literatura de calidad ni ideas complejas. Clancy disparaba con munición convencional y apelaba a los puntos de vista más maníqueos que uno pueda concebir. Baste decir que, en la novela, los rusos son poco menos que unos idiotas cobardes con tecnología atrasada. Frente a ellos, los americanos son superiores, sagaces, valientes y derrochan una prepotencia irritante.
En general, los textos de Clancy confunden lo enrevesado con lo complejo, creando culebrones llenos de traiciones y trampas. Se garantizaba así el éxito al margen de lo inculto que fuera su lector. De hecho, aún hoy hay quienes creen que eso es literatura de buena calidad. Recordemos, además, que el sistema educativo de los EE.UU. estimula la producción de obreros iletrados antes que ciudadanos con la cabeza bien amueblada. Por tanto, sus libros pueden leerse de corrido y catarse al peso.
Ahora bien, ¿significa eso que los libros de Clancy carecían de virtudes? No. Si así fuera, no habría triunfado. Clancy sabía contar una historia (otra cosa es lo que contase). Sabía estructurar bien un texto, describir los personajes y las situaciones. En consecuencia, se podían leer con facilidad. Pruebe usted a escribir una historia de 10 páginas, y verá lo difícil que es. También tuvo un ojo clínico para documentarse con precisión milimétrica, sabiendo cómo incrustar todos esos detalles en sus novelas como si de un orfebre se tratase. De ahí que a los militares les gustasen tanto sus textos, y que los fanáticos de las armas encontrasen tanto placer leyéndolos.
Como muestra un simple pero significativo botón que, seguro, desconocía: en esta novela (que, además, fue la primera), Clancy llega a describir el funcionamiento (y carencias) del ordenador del submarino Dallas con una exactitud pasmosa. Tanta, que encaja muy bien con las ideas actuales sobre aprendizaje automático y cómo se entrenan modelos de clasificación. Eso, en 1982, cuando pocos fuera del mundo de la estadística y la IA habían oído hablar de modelos predictivos, fue espectacular.
Por todo ello, y teniendo en cuenta lo dicho, la película de McTiernan es un milagro cinematográfico. No solo es buena, sino que ha sabido esquivar unos orígenes literarios pobres y mantener su valía treinta años después. Eso sí, a pesar de todo sigue exhalando un fetillo patriotero algo incómodo, en especial cuando son los militares los que se adueñan de las escenas. Connery, sin embargo, actúa como disolvente de la estupidez ajena, y aporta una compostura sobresaliente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Algunos detalles que chirrían:
- La carta que Connery escribe a su tío, explicándole su deseo de desertar es, como bien apuntan otros personajes, una idiotez fruto de su ego. Lo complica todo sin necesidad.
- El asesinato del miembro del partido es tan torpe, tan poco creíble, que extraña que nadie más sospeche.
- Es inverosímil que un capitán se haga con las dos llaves que autorizan el lanzamiento de armas nucleares. Es una violación brutal de la seguridad que haría saltar todas las alarmas imaginables. Que su segundo a bordo esté de acuerdo, es otro motivo para echarse a temblar. Se entiende que es un pasaje que ayuda a reflejar la autoridad del capitán sobre sus subordinados, pero resulta chocante. Que el capitán, además, se ponga chulo con el médico por llamar la atención sobre ese hecho, indicándole algo así como "intentaré no tener en cuenta sus comentarios en mi informe" roza ya el exceso.
- Aunque la guerra fría dio pie a un odio y un lavado de cerebro mutuo, sigue sorprendiendo la reacción de los tripulantes cuando Connery les confiesa que quiere acercarse a las costas estadounidenses y lanzarles armas nucleares. Incluso el más estúpido de los soldados sabe la barbaridad de semejante acción y sus consecuencias. En su lugar, se lo toman con alegría y cánticos patrióticos. Ni a uno solo se le tuerce el gesto.
- La escena en la que Connery, sin necesidad, fuerza a sus subordinados a viajar por un área del oceano especialmente compleja contradiciendo a las cartas de navegación, es una memez que solo se justifica para dejar clara la seguridad del capitán en sí mismo y su confianza ciega en las competencia de sus tripulantes. Una forma de ganárselos, cual padre que muestra confianza en sus hijos. Pero sigue siendo una chulería peligrosísima.
- La carta que Connery escribe a su tío, explicándole su deseo de desertar es, como bien apuntan otros personajes, una idiotez fruto de su ego. Lo complica todo sin necesidad.
- El asesinato del miembro del partido es tan torpe, tan poco creíble, que extraña que nadie más sospeche.
- Es inverosímil que un capitán se haga con las dos llaves que autorizan el lanzamiento de armas nucleares. Es una violación brutal de la seguridad que haría saltar todas las alarmas imaginables. Que su segundo a bordo esté de acuerdo, es otro motivo para echarse a temblar. Se entiende que es un pasaje que ayuda a reflejar la autoridad del capitán sobre sus subordinados, pero resulta chocante. Que el capitán, además, se ponga chulo con el médico por llamar la atención sobre ese hecho, indicándole algo así como "intentaré no tener en cuenta sus comentarios en mi informe" roza ya el exceso.
- Aunque la guerra fría dio pie a un odio y un lavado de cerebro mutuo, sigue sorprendiendo la reacción de los tripulantes cuando Connery les confiesa que quiere acercarse a las costas estadounidenses y lanzarles armas nucleares. Incluso el más estúpido de los soldados sabe la barbaridad de semejante acción y sus consecuencias. En su lugar, se lo toman con alegría y cánticos patrióticos. Ni a uno solo se le tuerce el gesto.
- La escena en la que Connery, sin necesidad, fuerza a sus subordinados a viajar por un área del oceano especialmente compleja contradiciendo a las cartas de navegación, es una memez que solo se justifica para dejar clara la seguridad del capitán en sí mismo y su confianza ciega en las competencia de sus tripulantes. Una forma de ganárselos, cual padre que muestra confianza en sus hijos. Pero sigue siendo una chulería peligrosísima.

6,1
13.048
3
14 de enero de 2022
14 de enero de 2022
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tarde se había echado encima, y la reunión con los productores duraba ya demasiado. A pesar de ello, Jason Reitman sostuvo la mirada de todos los presentes. Sabía que el dinero de su padre no bastaba, y había que tragar con aquello si quería tener suficiente músculo financiero.
"¿Vas en serio? Pero si es un plagio". Michael Beugg, uno de los mantequeros, fue a degüello. No era para menos. "Es un homenaje a mi padre y a Ramis. Dos grandes hombres", le espetó Jason, mientras miraba de reojo a su progenitor, sentado dos sillas a su derecha.
"Es un plagio, payaso. Lo del homenaje déjalo para las ruedas de prensa. Has fusilado la historia, escenas, planos y hasta gestos. Si incluso los has pintado en el storyboard", le respondió Beugg, y miró a Ivan Reitman, quien callaba ante lo evidente y apretaba los dientes por lo de "payaso". No le gustaba que trataran así a su vástago. "Cómo toleras esto. Tu propio hijo...", masculló Beugg. Reitman padre fue a responder, pero se frenó. No quería que se notase el nepotismo. Su hijo tendría que librar sus propias batallas.
"¿Y lo de la niñata esta que parece tener Asperger y lo sabe todo? Es inaguantable. ¿Y el niño medio asiático? ¿Qué es? ¿Medio chino? ¿Medio japonés? ¿Samoano?", inquirió Blumenfeld, otro de los productores, poco convencido.
"Eso no importa. Lo importante es que está ahí para conectar con el grupo de espectadores de su edad y raza", respondió Reitman hijo en tono pedagógico, aunque irritado.
"Creo que con 'Stranger Things' ya está agotada la cuota de 'Goonies' de pacotilla. Y si encima quieres meter a Wolfhard, peor aún". Era Eric Reich, coproductor. Andaba inquieto por la sobreexplotación de la nostalgia, amén de que era poco amante de nuevos experimentos. Motivos tenía tras producir la anterior versión neofeminista de los "Cazafantasmas" en el 2016.
"No es solo la nostalgia, Eric, es que todo apesta a miedo", le dijo Beugg. "Mira, hay hasta una niña negra metida con calzador, porque no hace nada en la historia. Y el niño blanco es medio tonto. Jason, tú lo que estás es cagado de miedo a una cancelación. Tu padre nunca fue tan cobarde. ¿A qué lobby le tienes más miedo?".
El mal rollo se notaba en la atmósfera, y Jason temió que se le empezara a ver el plumero. Había presentado una propuesta que buscaba subirse al dólar de la nostalgia, y la había vendido como un sentido homenaje paterno en vida, pero a pocos se les escapaba el hedor a plagio. Claro que tenía más miedo que su padre, pero es que cuando él no había Internet. Sea como fuere, no iba a arrugarse ante aquellos mamones. "¿Qué tienes contra los negros? ¿Y contra los asiáticos?", levantó la voz Jason. "¿Por qué no pueden tener papeles protagonistas?".
"¡No me vengas con esas mierdas! En la primera película estaba Ernie Hudson, y no pasaba nada. Era un personaje cojonudo. Y Sigourney lo petó siendo la protagonista. Me vas a venir ahora con esas chorradas de ofendiditos. Pero esto no se sostiene. La negra, el chinito de los cojones, la empollona neofeminista jugando a lideresa, el niño blanco inútil... ¿Pero tú de qué vas? ¿Te crees que somos tontos? Si solo te ha faltado meter a un transexual no operado y a una mujer maltratada". A Beugg le faltaba poco para que la vena de la frente se le abriera.
"Bueno, el padre de los niños es presentado como un cretino, y la madre es una sufridora. En cierto modo ya tienes a la mujer víctima de la sociedad.", dejó caer Yaconelli, a quien tampoco le ilusionaba producir esta aventura infantiloide. Pero nadie le hizo caso.
Aykroyd, que tenía tablas tratando con productores, terció. "Mirad, ya sé que tenéis vuestros recelos, pero esta es una oportunidad única. Lo tenemos todo. Una película mítica, una nostalgia ochentera pegando fuerte, zagales viviendo aventuras y unos espectadores atontados con el cine de superhéroes". Su tono conciliador funcionaba.
"Tenemos que financiar esto, gente. No iremos tan lejos como con las mequetrefes del 2016. Aquello fue un error. Olvidaos de ésas. Esto es jugar en terreno seguro. Y tampoco lo forzamos tanto".
"Ya, ya. Pero mira lo que le pasó a Disney con 'El despertar de la fuerza'. Les dieron palos por plagiar la película del 77. La gente decía que Abrams era...", Aykroyd le posó una mano en el brazo a Amy Pascal para tranquilizarla. "No será igual, Amy. Los niños lo suavizan todo. Tú confía en mí y suelta guita".
"¿Y los vacíos que hay en la historia? ¿Eso no te preocupa? Y luego los niños parecen saber las cosas por arte de magia, y tampoco reaccionan de forma verosímil ante las situaciones que viven. Y esto de los fantasmas sin control no tiene lógica. Y... y además está el final que es para sacarse los ojos". Amy balbuceaba nerviosa mientras pasaba páginas del guion. "Esto no se sostiene, Dan. La del 84 era una comedia, pero esto es demasiado serio."
"Se sostendrá. Se sostendrá". La voz queda de Aykroyd fue ya la única que se escuchó. Todos callaron, en señal de disgusto.
"Mirad, si no queréis financiarla, no pasa nada. Ya buscaremos otros", sentenció Aykroyd con tono dialogante. No era tonto. Sabía que, aunque aquello apestaba, la franquicia era demasiado golosa para dejar que otros se llevaran el dinero.
"Ok, Dan. Finaciaremos.", dijo Pollock. "Pero estaremos ojo avizor. Veremos qué haces, Reitman".
"¿Vas en serio? Pero si es un plagio". Michael Beugg, uno de los mantequeros, fue a degüello. No era para menos. "Es un homenaje a mi padre y a Ramis. Dos grandes hombres", le espetó Jason, mientras miraba de reojo a su progenitor, sentado dos sillas a su derecha.
"Es un plagio, payaso. Lo del homenaje déjalo para las ruedas de prensa. Has fusilado la historia, escenas, planos y hasta gestos. Si incluso los has pintado en el storyboard", le respondió Beugg, y miró a Ivan Reitman, quien callaba ante lo evidente y apretaba los dientes por lo de "payaso". No le gustaba que trataran así a su vástago. "Cómo toleras esto. Tu propio hijo...", masculló Beugg. Reitman padre fue a responder, pero se frenó. No quería que se notase el nepotismo. Su hijo tendría que librar sus propias batallas.
"¿Y lo de la niñata esta que parece tener Asperger y lo sabe todo? Es inaguantable. ¿Y el niño medio asiático? ¿Qué es? ¿Medio chino? ¿Medio japonés? ¿Samoano?", inquirió Blumenfeld, otro de los productores, poco convencido.
"Eso no importa. Lo importante es que está ahí para conectar con el grupo de espectadores de su edad y raza", respondió Reitman hijo en tono pedagógico, aunque irritado.
"Creo que con 'Stranger Things' ya está agotada la cuota de 'Goonies' de pacotilla. Y si encima quieres meter a Wolfhard, peor aún". Era Eric Reich, coproductor. Andaba inquieto por la sobreexplotación de la nostalgia, amén de que era poco amante de nuevos experimentos. Motivos tenía tras producir la anterior versión neofeminista de los "Cazafantasmas" en el 2016.
"No es solo la nostalgia, Eric, es que todo apesta a miedo", le dijo Beugg. "Mira, hay hasta una niña negra metida con calzador, porque no hace nada en la historia. Y el niño blanco es medio tonto. Jason, tú lo que estás es cagado de miedo a una cancelación. Tu padre nunca fue tan cobarde. ¿A qué lobby le tienes más miedo?".
El mal rollo se notaba en la atmósfera, y Jason temió que se le empezara a ver el plumero. Había presentado una propuesta que buscaba subirse al dólar de la nostalgia, y la había vendido como un sentido homenaje paterno en vida, pero a pocos se les escapaba el hedor a plagio. Claro que tenía más miedo que su padre, pero es que cuando él no había Internet. Sea como fuere, no iba a arrugarse ante aquellos mamones. "¿Qué tienes contra los negros? ¿Y contra los asiáticos?", levantó la voz Jason. "¿Por qué no pueden tener papeles protagonistas?".
"¡No me vengas con esas mierdas! En la primera película estaba Ernie Hudson, y no pasaba nada. Era un personaje cojonudo. Y Sigourney lo petó siendo la protagonista. Me vas a venir ahora con esas chorradas de ofendiditos. Pero esto no se sostiene. La negra, el chinito de los cojones, la empollona neofeminista jugando a lideresa, el niño blanco inútil... ¿Pero tú de qué vas? ¿Te crees que somos tontos? Si solo te ha faltado meter a un transexual no operado y a una mujer maltratada". A Beugg le faltaba poco para que la vena de la frente se le abriera.
"Bueno, el padre de los niños es presentado como un cretino, y la madre es una sufridora. En cierto modo ya tienes a la mujer víctima de la sociedad.", dejó caer Yaconelli, a quien tampoco le ilusionaba producir esta aventura infantiloide. Pero nadie le hizo caso.
Aykroyd, que tenía tablas tratando con productores, terció. "Mirad, ya sé que tenéis vuestros recelos, pero esta es una oportunidad única. Lo tenemos todo. Una película mítica, una nostalgia ochentera pegando fuerte, zagales viviendo aventuras y unos espectadores atontados con el cine de superhéroes". Su tono conciliador funcionaba.
"Tenemos que financiar esto, gente. No iremos tan lejos como con las mequetrefes del 2016. Aquello fue un error. Olvidaos de ésas. Esto es jugar en terreno seguro. Y tampoco lo forzamos tanto".
"Ya, ya. Pero mira lo que le pasó a Disney con 'El despertar de la fuerza'. Les dieron palos por plagiar la película del 77. La gente decía que Abrams era...", Aykroyd le posó una mano en el brazo a Amy Pascal para tranquilizarla. "No será igual, Amy. Los niños lo suavizan todo. Tú confía en mí y suelta guita".
"¿Y los vacíos que hay en la historia? ¿Eso no te preocupa? Y luego los niños parecen saber las cosas por arte de magia, y tampoco reaccionan de forma verosímil ante las situaciones que viven. Y esto de los fantasmas sin control no tiene lógica. Y... y además está el final que es para sacarse los ojos". Amy balbuceaba nerviosa mientras pasaba páginas del guion. "Esto no se sostiene, Dan. La del 84 era una comedia, pero esto es demasiado serio."
"Se sostendrá. Se sostendrá". La voz queda de Aykroyd fue ya la única que se escuchó. Todos callaron, en señal de disgusto.
"Mirad, si no queréis financiarla, no pasa nada. Ya buscaremos otros", sentenció Aykroyd con tono dialogante. No era tonto. Sabía que, aunque aquello apestaba, la franquicia era demasiado golosa para dejar que otros se llevaran el dinero.
"Ok, Dan. Finaciaremos.", dijo Pollock. "Pero estaremos ojo avizor. Veremos qué haces, Reitman".
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7 de abril de 2023
7 de abril de 2023
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Valorar una serie en base a los primeros episodios es una idiotez y una injusticia. Lo han dicho otros usuarios y lo suscribo. Qué menos que esperar una primera temporada. Pero, como buen pecador, soy un hipócrita que ha cometido ese crimen en el pasado. Y, como los malvados no nos redimimos, lo voy a volver a hacer, ahora encima con el agravante de opinar tan solo con el piloto como referencia. Me lo pide el cuerpo. Eso sí, juro ante Snoopy que, si la situación cambia a mejor, modificaré esta crítica. O no, porque para eso cotizo en el lado oscuro.
Veamos, salvo que usted haya vivido debajo de una piedra, debe conocer "Mentiras arriesgadas" (1994). No, no se ría que me he topado con veinteañeros con títulos superiores que ni sabían de su existencia. Que de memos criados en las redes sociales y faltos de cultura cinematográfica andamos rodeados.
La película, dirigida por James Cameron y protagonizada por Schwarzenegger, a la postre un "remake" de una cinta francesa, era cojonuda. Un producto de acción en donde, un actor de rostro pétreo como Arnold, lograba atrapar al espectador gracias a un carisma a prueba de bombas, una compañera de viaje con no menos personalidad (J. Lee Curtis) y unos secundarios y malvados estereotipados pero adecuados.
En general, casi toda la película era una sucesión de aciertos pues Cameron, experto en montar puzzles cinematográficos, escribió un guion bien hilvanado. Unos actores con carácter y un buen montaje, y aquello salió a pedir de boca. Eran otros tiempos, para qué negarlo. No sé si mejores, pero con películas más interesantes. Casi treinta años después, a algún imbécil se le ocurrió que, oye, ya que ahora las series son las nuevas ruedas de churros, ¿por qué no hacer una de aquella película? De modo que, con el concurso y el dinero de Cameron, se lanzaron. Un Cameron, por cierto, ya totalmente alejado de su etapa gloriosa (véase spoiler 1). ¿Adivina el resultado?
Pues, hombre, si ya está habituado a las decepciones que nos depara el canadiense, le será fácil responder. Porque, sí, en efecto es una memez. Y de las gordas. Una especie de NCIS (o cualquier otro sucedáneo) en donde un grupo de operaciones especiales tiene que enfrentarse a malotes. Para ello han comprimido todas las ideas básicas de la película del 94 en el piloto, de tal modo que éste deja la serie preparada para empezar allí donde la obra cinematográfica terminaba.
Además, y como ocurre con las series actuales, su guion y cinematografía son casi clónicas frente a lo que ya hay, con unos personajes sin personalidad y pasados por el tamiz de la interculturalidad. Que sí, que en la cinta del 94 ya teníamos a la medio filipina y medio china de la hawaiana Tia Carrere (y era un puntazo), pero ahora nos deleitan con un blanco casado con una medio filipina, que tienen una hija mulata y, gracias a la magia "woke", un niño con rasgos asiáticos (véase spoiler 2).
Por otro lado, sus compañeros de armas son un blanco inseguro, un negro chistoso y una mujer empoderada y, como ya ocurriese con James Bond, el potente papel de su jefe, otrora en manos de un efímero Charlton Heston, ahora lo ocupa una mujer. Pero no una mujer de valía como Judi Dench, sino la anodina y plastificada Beverly D'Angelo. Todo esto en el piloto.
En cuanto a la historia, es un ejercicio de aburrimiento, falta de interés y acción mal rodada. Todo sucede con tan poca chicha, con tanta levedad y tal falta de emoción, que casi raya en el delito. No es broma: es un clon de NCIS con ínfulas lejanas de "Modern Family". Un trabajo que está todo el rato mirando a la obra del 94 pero sin potencia ni talento para hacer algo que se le parezca.
Decía una crítica profesional (o sea, de gente que cobra por escribirlas) que le han quitado toda la gracia del engaño matrimonial. Cierto. De hecho, han expurgado la historia del 94 hasta dejarla sin nada de valor. Es como si a una Coca-Cola se le quita la cafeína, el azúcar y las burbujas. Queda agua sucia imbebible. Pues eso mismo han hecho aquí.
Finalmente, y ya voy acabando, hay un detalle bastante curioso que apunta tendencia. Verá, resulta que hay actores que apenas aparecen y, sin embargo, ya caen mal. Me refiero a los hijos. Mire que el personaje de la hija de Arnold en la cinta de Cameron era odioso, pero es que estaba concebido para serlo. De hecho, luego pagaba por ello. Pero no creo que aquí lo hayan buscado. Simplemente han querido meter a dos niños modernos y guays, y la han cagado.
En resumen, aunque solo sea por cumplir con lo dicho en el primer párrafo, me tragaré algunos capítulos más. Me da morbo ver cómo Cameron está destrozando a martillazos su legado mientras actualiza todas las mañanas la libreta de su banco. Pero si no encuentra novedades en este texto, asuma que aquí no ha habido mejoría. En tal caso, predigo cancelación. Y pronto. ¿Acertaré? Ocho de cada diez críticas profesionales le cascan una mala opinión. No serán dentistas recomendando chicles sin azúcar, pero esto apesta en el episodio que debiera sentar los pilares principales.
Actualización a 10 - mayo - 2023: Acabo de saber que la serie ha sido cancelada. No me cansaré de decirlo: hay muchos directivos de productoras cinematográficas y plataformas de "streaming" que son unos redomados incompetentes y unos charlatanes de manual. Y, sin embargo, nada de eso les impide percibir unos salarios obscenos.
Veamos, salvo que usted haya vivido debajo de una piedra, debe conocer "Mentiras arriesgadas" (1994). No, no se ría que me he topado con veinteañeros con títulos superiores que ni sabían de su existencia. Que de memos criados en las redes sociales y faltos de cultura cinematográfica andamos rodeados.
La película, dirigida por James Cameron y protagonizada por Schwarzenegger, a la postre un "remake" de una cinta francesa, era cojonuda. Un producto de acción en donde, un actor de rostro pétreo como Arnold, lograba atrapar al espectador gracias a un carisma a prueba de bombas, una compañera de viaje con no menos personalidad (J. Lee Curtis) y unos secundarios y malvados estereotipados pero adecuados.
En general, casi toda la película era una sucesión de aciertos pues Cameron, experto en montar puzzles cinematográficos, escribió un guion bien hilvanado. Unos actores con carácter y un buen montaje, y aquello salió a pedir de boca. Eran otros tiempos, para qué negarlo. No sé si mejores, pero con películas más interesantes. Casi treinta años después, a algún imbécil se le ocurrió que, oye, ya que ahora las series son las nuevas ruedas de churros, ¿por qué no hacer una de aquella película? De modo que, con el concurso y el dinero de Cameron, se lanzaron. Un Cameron, por cierto, ya totalmente alejado de su etapa gloriosa (véase spoiler 1). ¿Adivina el resultado?
Pues, hombre, si ya está habituado a las decepciones que nos depara el canadiense, le será fácil responder. Porque, sí, en efecto es una memez. Y de las gordas. Una especie de NCIS (o cualquier otro sucedáneo) en donde un grupo de operaciones especiales tiene que enfrentarse a malotes. Para ello han comprimido todas las ideas básicas de la película del 94 en el piloto, de tal modo que éste deja la serie preparada para empezar allí donde la obra cinematográfica terminaba.
Además, y como ocurre con las series actuales, su guion y cinematografía son casi clónicas frente a lo que ya hay, con unos personajes sin personalidad y pasados por el tamiz de la interculturalidad. Que sí, que en la cinta del 94 ya teníamos a la medio filipina y medio china de la hawaiana Tia Carrere (y era un puntazo), pero ahora nos deleitan con un blanco casado con una medio filipina, que tienen una hija mulata y, gracias a la magia "woke", un niño con rasgos asiáticos (véase spoiler 2).
Por otro lado, sus compañeros de armas son un blanco inseguro, un negro chistoso y una mujer empoderada y, como ya ocurriese con James Bond, el potente papel de su jefe, otrora en manos de un efímero Charlton Heston, ahora lo ocupa una mujer. Pero no una mujer de valía como Judi Dench, sino la anodina y plastificada Beverly D'Angelo. Todo esto en el piloto.
En cuanto a la historia, es un ejercicio de aburrimiento, falta de interés y acción mal rodada. Todo sucede con tan poca chicha, con tanta levedad y tal falta de emoción, que casi raya en el delito. No es broma: es un clon de NCIS con ínfulas lejanas de "Modern Family". Un trabajo que está todo el rato mirando a la obra del 94 pero sin potencia ni talento para hacer algo que se le parezca.
Decía una crítica profesional (o sea, de gente que cobra por escribirlas) que le han quitado toda la gracia del engaño matrimonial. Cierto. De hecho, han expurgado la historia del 94 hasta dejarla sin nada de valor. Es como si a una Coca-Cola se le quita la cafeína, el azúcar y las burbujas. Queda agua sucia imbebible. Pues eso mismo han hecho aquí.
Finalmente, y ya voy acabando, hay un detalle bastante curioso que apunta tendencia. Verá, resulta que hay actores que apenas aparecen y, sin embargo, ya caen mal. Me refiero a los hijos. Mire que el personaje de la hija de Arnold en la cinta de Cameron era odioso, pero es que estaba concebido para serlo. De hecho, luego pagaba por ello. Pero no creo que aquí lo hayan buscado. Simplemente han querido meter a dos niños modernos y guays, y la han cagado.
En resumen, aunque solo sea por cumplir con lo dicho en el primer párrafo, me tragaré algunos capítulos más. Me da morbo ver cómo Cameron está destrozando a martillazos su legado mientras actualiza todas las mañanas la libreta de su banco. Pero si no encuentra novedades en este texto, asuma que aquí no ha habido mejoría. En tal caso, predigo cancelación. Y pronto. ¿Acertaré? Ocho de cada diez críticas profesionales le cascan una mala opinión. No serán dentistas recomendando chicles sin azúcar, pero esto apesta en el episodio que debiera sentar los pilares principales.
Actualización a 10 - mayo - 2023: Acabo de saber que la serie ha sido cancelada. No me cansaré de decirlo: hay muchos directivos de productoras cinematográficas y plataformas de "streaming" que son unos redomados incompetentes y unos charlatanes de manual. Y, sin embargo, nada de eso les impide percibir unos salarios obscenos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) El canadiense, desde "Titanic" (1997), no ha vuelto a hacer nada decente. Ahí anda, a vueltas con los pitufos espaciales en 3D. Que quede claro, por tanto, que el Cameron de ahora no tiene nada que ver con el de hace tres décadas.
2º) Digo asiático porque no sé si el churumbel es medio chino, medio coreano, medio japonés o medio váyase usted a saber qué. Es medio "algo" de Asia. Lo curioso es que su hermana no tiene esos rasgos, pero sí la piel ligeramente mulata, mientras el mocoso reblanquece. La tontería de las cuotas da pie a combinaciones que son un hazmerreír.
2º) Digo asiático porque no sé si el churumbel es medio chino, medio coreano, medio japonés o medio váyase usted a saber qué. Es medio "algo" de Asia. Lo curioso es que su hermana no tiene esos rasgos, pero sí la piel ligeramente mulata, mientras el mocoso reblanquece. La tontería de las cuotas da pie a combinaciones que son un hazmerreír.
13 de mayo de 2023
13 de mayo de 2023
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es sabido que uno de los problemas de la gente con aficiones obsesivas es la pérdida de la racionalidad cuando algo se relaciona con su hobby, ora para ponerlo a tirar de la burra, ora para encumbrarlo como una obra magna. Son ya décadas leyendo y escuchando tonterías como para no tenerlo bien claro (véase spoiler 1). Y si esto ocurre con las aficiones en general, en el mundo de los videojuegos y el rol el problema es ya una pandemia. Tanto, que lo raro es encontrar a algún aficionado que dome sus emociones y piense lo que va a decir.
Viene esto a colación porque "Dungeons and Dragons: honor entre ladrones" (2023) es otro intento de llevar el mundo de los juegos de D&D a la gran pantalla. Ya lo persiguieron en el 2000, y salió tal mondongo infumable que ese subgénero pasó a ser tierra quemada durante casi un cuarto de siglo (véase spoiler 2).
Lo primero que llama la atención de la película es que es un engaño. Lo que se ve en la pantalla no es lo que se vendió en los trailers. Estos transmitían una combinación de acción y humor. De lo primero hay algo, pero lo segundo hay que encontrarlo con brújula y mapa. No exagero. La película dosifica el humor con cicatería. Otra cosa es que deba haber lugar para la comicidad, pero ahí ya no me meto.
Otra cuestión evidente es el poco carisma de los personajes, con la excepción de los interpretados por Chris Pine y Hugh Grant. Porque, en el mejor de los casos, son sosos; en el peor, antipáticos y repulsivos. Valga de ejemplo el papel de Michelle Rodríguez, esa pésima actriz que nos intentan vender repetidamente, el cual debiera servir de contrapunto humorístico respecto al de Pine, pero que adolece de una amargura y mala hostia perpetua que lo tornan borde. En cuanto al personaje de Sophia Lillis, con su cara de repudio continuo, pronto se gana le etiqueta de "pelirroja insidiosa". Y el mago de Justice Smith derrocha tal patetismo que bien pareciese transplantado de alguna película de "Loca academia de policía". Solo Pine y Grant aguantan el tipo, y ambos están lejos de sus posibilidades.
Otro problema que no tarda en saltar a la palestra es que la película, en general, aburre si uno se atreve a pedirle algo de calidad en algunos apartados críticos. Los diálogos, sin ir más lejos, carecen de chispa; lo que se cuenta no le importa a casi nadie; y la historia es de un simplismo ramplante y, por ende, predecible por minutos. ¿Hubo alguien que no supiera cómo iba a terminar? En cierto modo, han trasladado los malos patrones del cine de superhéroes al de D&D.
En resumen, "Dungeons and Dragons: honor entre ladrones", además de ser un título que mezcla sin motivo inglés y español (¿por qué?), es un trabajo muy, pero que muy justito. Como película dudo que merezca un aprobado. ¿Que respeta las reglas del universo D&D? Pues vale. Pero, al menos yo, le pido a una película algo más que un trabajo de documentación correcto.
Viene esto a colación porque "Dungeons and Dragons: honor entre ladrones" (2023) es otro intento de llevar el mundo de los juegos de D&D a la gran pantalla. Ya lo persiguieron en el 2000, y salió tal mondongo infumable que ese subgénero pasó a ser tierra quemada durante casi un cuarto de siglo (véase spoiler 2).
Lo primero que llama la atención de la película es que es un engaño. Lo que se ve en la pantalla no es lo que se vendió en los trailers. Estos transmitían una combinación de acción y humor. De lo primero hay algo, pero lo segundo hay que encontrarlo con brújula y mapa. No exagero. La película dosifica el humor con cicatería. Otra cosa es que deba haber lugar para la comicidad, pero ahí ya no me meto.
Otra cuestión evidente es el poco carisma de los personajes, con la excepción de los interpretados por Chris Pine y Hugh Grant. Porque, en el mejor de los casos, son sosos; en el peor, antipáticos y repulsivos. Valga de ejemplo el papel de Michelle Rodríguez, esa pésima actriz que nos intentan vender repetidamente, el cual debiera servir de contrapunto humorístico respecto al de Pine, pero que adolece de una amargura y mala hostia perpetua que lo tornan borde. En cuanto al personaje de Sophia Lillis, con su cara de repudio continuo, pronto se gana le etiqueta de "pelirroja insidiosa". Y el mago de Justice Smith derrocha tal patetismo que bien pareciese transplantado de alguna película de "Loca academia de policía". Solo Pine y Grant aguantan el tipo, y ambos están lejos de sus posibilidades.
Otro problema que no tarda en saltar a la palestra es que la película, en general, aburre si uno se atreve a pedirle algo de calidad en algunos apartados críticos. Los diálogos, sin ir más lejos, carecen de chispa; lo que se cuenta no le importa a casi nadie; y la historia es de un simplismo ramplante y, por ende, predecible por minutos. ¿Hubo alguien que no supiera cómo iba a terminar? En cierto modo, han trasladado los malos patrones del cine de superhéroes al de D&D.
En resumen, "Dungeons and Dragons: honor entre ladrones", además de ser un título que mezcla sin motivo inglés y español (¿por qué?), es un trabajo muy, pero que muy justito. Como película dudo que merezca un aprobado. ¿Que respeta las reglas del universo D&D? Pues vale. Pero, al menos yo, le pido a una película algo más que un trabajo de documentación correcto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) Así, un aficionado a la escalada que vea una película en donde el protagonista aplique con exactitud las técnicas necesarias para subir una montaña, es harto probable que se deshaga en alabanzas hacia el largometraje. Poco le importará que la historia, los personajes, los diálogos o cualquier otro aspecto sean pobres. Como a él le gusta la escalada, y los responsables se han documentado bien, la película pasa a ser una maravilla. Así razonan muchos.
2º) Aquella desastrosa película tuvo una continuación casi igual de mala en el 2005. Para que vea la inteligencia que se gastan algunos directivos de productoras.
2º) Aquella desastrosa película tuvo una continuación casi igual de mala en el 2005. Para que vea la inteligencia que se gastan algunos directivos de productoras.
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