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8,0
22.876
8
11 de enero de 2012
11 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante otra de esas obras de obligada referencia cuando se habla no solo del cine, también de la verdad y de la realidad en su máxima amplitud. El gran maestro japonés dignifica, una vez más, la figura del realizador cinematográfico transformándose en conciencia o al menos en cuentista que nos hace dudar.
Resulta que en Kioto, allá por el siglo XII, un día de torrenciales lluvias se juntan en las ruinas, aún acogedoras, del Templo de Rashomon tres hombres que comentarán, uno de ellos como testigo, la muerte de un samurai a manos de un asaltante de caminos, el posterior juicio y las causas que cada cual considera que tuvieron lugar.
La historia de Kurosawa, extraída de dos cuentos de su paisano Ryunosuke Akutagawa que se titulaban: Rashomon y En el bosque, expone con todo lujo de detalles los diferentes puntos de vista, incluidos los del difunto, de quienes formaron parte material de los hechos que se juzgan, dejando a los espectadores como auténtico jurado y asegurándose de que por muy claros que parezcan los sucesos nunca podrán dictar una justa sentencia; porque ni el ladrón, ni el noble, ni su mujer, ni siquiera el leñador, eran del todo inocentes.
Luminoso y frondoso el bosque, escenario de la acción criminal recordada, contrastando con la oscura jornada lluviosa bajo los ruinosos arcos del templo. Espléndido Toshiro Mifune en su papel de instintivo, proscrito y salvaje habitante de la jungla.
Resulta que en Kioto, allá por el siglo XII, un día de torrenciales lluvias se juntan en las ruinas, aún acogedoras, del Templo de Rashomon tres hombres que comentarán, uno de ellos como testigo, la muerte de un samurai a manos de un asaltante de caminos, el posterior juicio y las causas que cada cual considera que tuvieron lugar.
La historia de Kurosawa, extraída de dos cuentos de su paisano Ryunosuke Akutagawa que se titulaban: Rashomon y En el bosque, expone con todo lujo de detalles los diferentes puntos de vista, incluidos los del difunto, de quienes formaron parte material de los hechos que se juzgan, dejando a los espectadores como auténtico jurado y asegurándose de que por muy claros que parezcan los sucesos nunca podrán dictar una justa sentencia; porque ni el ladrón, ni el noble, ni su mujer, ni siquiera el leñador, eran del todo inocentes.
Luminoso y frondoso el bosque, escenario de la acción criminal recordada, contrastando con la oscura jornada lluviosa bajo los ruinosos arcos del templo. Espléndido Toshiro Mifune en su papel de instintivo, proscrito y salvaje habitante de la jungla.
9 de enero de 2012
9 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vistosa, por cromática, puesta en escena de un remake-tributo a la primera película (1984) de los Hnos Coen: Sangre fácil.
Zhang Yimou realiza una ligera y admirativa aproximación a una ópera prima magistral que supuso el inicio de un estilo único e inimitable. Lo hace desde el cariño y el homenaje, componiendo una obra simpática, colorista y divertida, sin demasiadas pretensiones.
Si yo fuera Ethan o Joel, me sentiría halagado de que un buen director, como lo es el chino, se hubiera fijado en una de mis películas para hacer un ejercicio de traslación cinematográfica; y guardaría con afecto la copia de esta historia de expertos en tallarines, ávaros e insaciables asesinos a sueldo, como valiosa curiosidad.
Sin duda Zhang Yimou no hizo este western del siglo X para agrandar su importante y prolífica trayectoria, si no para contribuir como apoyatura al edificio, alto y sin fisuras, de los Coen.
Zhang Yimou realiza una ligera y admirativa aproximación a una ópera prima magistral que supuso el inicio de un estilo único e inimitable. Lo hace desde el cariño y el homenaje, componiendo una obra simpática, colorista y divertida, sin demasiadas pretensiones.
Si yo fuera Ethan o Joel, me sentiría halagado de que un buen director, como lo es el chino, se hubiera fijado en una de mis películas para hacer un ejercicio de traslación cinematográfica; y guardaría con afecto la copia de esta historia de expertos en tallarines, ávaros e insaciables asesinos a sueldo, como valiosa curiosidad.
Sin duda Zhang Yimou no hizo este western del siglo X para agrandar su importante y prolífica trayectoria, si no para contribuir como apoyatura al edificio, alto y sin fisuras, de los Coen.

4,9
72
6
26 de octubre de 2011
26 de octubre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hermano de Aki (dos años mayor que él), hace una traslación de los Hermanos Karamazov (Dostoievsky) a los fríos paisajes finlandeses. Desafortunadamente lo helador no queda sólo en los exteriores rodados, esa cristalización polar se transmite también en bastantes ocasiones al texto filmado. Aún así no carece de cierto interés ver a esta singular familia poseída por odios, celos, venganzas pendientes y amores imposibles, intentando comportarse con corrección y suficiente hipocresía como para disfrazar sus maléficas intenciones.
No es fácil, para los latinos, acostumbrarnos al ritmo cadencioso con el que caen los planos en el cine nórdico pero forma parte, como nuestra excesiva pasión, de sus señas de identidad; y después de todo, si vas al cine es que no tienes prisas, por eso no entiendo la indignación de algunos, cuando otra cultura muy diferente a la nuestra hace propuestas que como mínimo habrían de estimular nuestra curiosidad. Los españoles, por ejemplo, hubieran planteado una ceremonia y estrategia muy diferentes para acabar con las obsesiones taladrantes de un problema universal: la infinita sed parricida....; pero esa sería otra historia.
No es fácil, para los latinos, acostumbrarnos al ritmo cadencioso con el que caen los planos en el cine nórdico pero forma parte, como nuestra excesiva pasión, de sus señas de identidad; y después de todo, si vas al cine es que no tienes prisas, por eso no entiendo la indignación de algunos, cuando otra cultura muy diferente a la nuestra hace propuestas que como mínimo habrían de estimular nuestra curiosidad. Los españoles, por ejemplo, hubieran planteado una ceremonia y estrategia muy diferentes para acabar con las obsesiones taladrantes de un problema universal: la infinita sed parricida....; pero esa sería otra historia.

6,5
9.943
7
4 de noviembre de 2010
4 de noviembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un Carancho es en realidad un ave rapaz que habita algunas tierras de sudamerica y que tiene entre su menú habitual los animales muertos.
En la película de Pablo Trapero y en las calles de Buenos Aires, este semi-depredador es un individuo que sobrevuela prioritariamente los accidentes de tráfico para conseguir que las víctimas dejen en sus manos las negociaciones con las aseguradoras, para conseguir indemnizaciones que eviten llegar a juicio. Si no hay suficientes percances y es mucha la competencia, siempre se podrá amañar algún atropello para ir tirando.
Nuestro amigo Sosa (Ricardo Darín) no es un carancho profesional pero su vida desordenada (pérdida de su licencia de abogado, cuantiosas deudas, ......) le ha conducido a su situación actual, que le obliga a patear las calles buscando algo que llevarse al pico. Pero hasta en esta lúgubre estepa argentina anidan los que se autoproclaman jefes y exigen su ración, la mayor, para cobrarse la parcela y el mínimo esfuerzo.
¿Qué pasaría si en este sinvivir apareciera el amor en forma de doctora de urgencias (Martina Gusman)? No os perdáis el desenlace.
Este angustioso film del consistente realizador argentino nos transmite de forma dolorosa la presión que la vida ejerce sobre algunos seres desubicados, en un entorno irrespirable. Más latente esta herida que las que, a lo largo del metraje, soportan los protagonistas bajo los puntos y la morfina.
El buen hacer de los actores hace muy creíble la historia que, para mi gusto, se engancha un par de veces perdiendo ritmo cinematográfico pero consiguiendo, de esta forma, que el hastío y el verismo nos azoten con mayor intensidad.
En la película de Pablo Trapero y en las calles de Buenos Aires, este semi-depredador es un individuo que sobrevuela prioritariamente los accidentes de tráfico para conseguir que las víctimas dejen en sus manos las negociaciones con las aseguradoras, para conseguir indemnizaciones que eviten llegar a juicio. Si no hay suficientes percances y es mucha la competencia, siempre se podrá amañar algún atropello para ir tirando.
Nuestro amigo Sosa (Ricardo Darín) no es un carancho profesional pero su vida desordenada (pérdida de su licencia de abogado, cuantiosas deudas, ......) le ha conducido a su situación actual, que le obliga a patear las calles buscando algo que llevarse al pico. Pero hasta en esta lúgubre estepa argentina anidan los que se autoproclaman jefes y exigen su ración, la mayor, para cobrarse la parcela y el mínimo esfuerzo.
¿Qué pasaría si en este sinvivir apareciera el amor en forma de doctora de urgencias (Martina Gusman)? No os perdáis el desenlace.
Este angustioso film del consistente realizador argentino nos transmite de forma dolorosa la presión que la vida ejerce sobre algunos seres desubicados, en un entorno irrespirable. Más latente esta herida que las que, a lo largo del metraje, soportan los protagonistas bajo los puntos y la morfina.
El buen hacer de los actores hace muy creíble la historia que, para mi gusto, se engancha un par de veces perdiendo ritmo cinematográfico pero consiguiendo, de esta forma, que el hastío y el verismo nos azoten con mayor intensidad.

6,6
24.685
6
1 de octubre de 2010
1 de octubre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante, como no podía ser de otra manera, esta road-movie americana del hongkonés Wong Kar-Wai. No alcanza la altura de Deseando amar, Happy Together ó 2.046, pero su sello y su filosofía cinematográfica habitan cada una de sus secuencias.
Los agujeros que provoca el desamor al que se queda esperando a veces son irrellenables. Las soledades son tan extensas que la vida puede convertirse en un desierto, en ocasiones habitado por millones de seres que no nos importan. Parece cumplirse la máxima de que "en la lucha de amor vence quien huye", y el mundo está lleno de heridos ambulantes que no sabemos si buscan cura o sólo esperan que cese el dolor, de cualquier manera. Porque han perdido su fe en los ungüentos: en los ríos de alcohol, en las mesas de juego, en las llaves que nadie recoge......
Una mujer (Norah Jones) pone kilómetros de por medio para intentar hacer bueno el viejo bolero:"... dicen que la distancia es el olvido", y mitiga su desazón acompañando a caminantes de pies rotos y almas jironadas que la enseñan, sin proponérselo, que es bueno estar cerca del que sabe escuchar y contar.
La puesta en escena con sus típicos colores saturados que acentúan los sentimientos de los protagonistas y les convierten en la parte viva de un cuadro son el logro más importante, bajo mi punto de vista, de esta película; a la que por otra parte, estimo, le sobran los momentos de ralentización o cámara lenta y no está cosida con hilos consistentes. Creo que algunas interpretaciones no están a la altura del director, aunque no es el caso de la pareja terminal que forman Rachel Weisz y David Strathairn, ni el papel del trotamundos estático interpretado por Jude Law.
Realmente mi nota sería un 6,5, pero en la escala que corresponde a los grandes directores, a quienes exigimos lo máximo.
Los agujeros que provoca el desamor al que se queda esperando a veces son irrellenables. Las soledades son tan extensas que la vida puede convertirse en un desierto, en ocasiones habitado por millones de seres que no nos importan. Parece cumplirse la máxima de que "en la lucha de amor vence quien huye", y el mundo está lleno de heridos ambulantes que no sabemos si buscan cura o sólo esperan que cese el dolor, de cualquier manera. Porque han perdido su fe en los ungüentos: en los ríos de alcohol, en las mesas de juego, en las llaves que nadie recoge......
Una mujer (Norah Jones) pone kilómetros de por medio para intentar hacer bueno el viejo bolero:"... dicen que la distancia es el olvido", y mitiga su desazón acompañando a caminantes de pies rotos y almas jironadas que la enseñan, sin proponérselo, que es bueno estar cerca del que sabe escuchar y contar.
La puesta en escena con sus típicos colores saturados que acentúan los sentimientos de los protagonistas y les convierten en la parte viva de un cuadro son el logro más importante, bajo mi punto de vista, de esta película; a la que por otra parte, estimo, le sobran los momentos de ralentización o cámara lenta y no está cosida con hilos consistentes. Creo que algunas interpretaciones no están a la altura del director, aunque no es el caso de la pareja terminal que forman Rachel Weisz y David Strathairn, ni el papel del trotamundos estático interpretado por Jude Law.
Realmente mi nota sería un 6,5, pero en la escala que corresponde a los grandes directores, a quienes exigimos lo máximo.
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