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Críticas 458
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
25 de marzo de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de tantas historias basadas en la explotación infantil sin escrúpulos (como si la hubiera con ellos) de una persona en la que alguien descubrió que al talento se le puede ordeñar hasta exprimir la gallina de los huevos de oro, sin pararse en echar cuentas de que detrás hay una persona a la que se ha aniquilado.
Producida por Antena 3 Films, que lleva un par de años invirtiendo en el mundillo del cine (y cuyo mayor éxito es Vicky Cristina Barcelona), la trama es de hechuras irregulares, con una primera parte interesante, pero que se va desinflando hasta llegar a un final abrupto y desangelado. Está muy bien el inicio, cuando Manuel Goyanes descubre a esa niña, Pepi Flores, surgida desde la humildad de una corrala malagueña, y ahí empieza a afilar los dientes y a empezar el vislumbrar el símbolo del dólar; es tremendo cómo practicamente "secuestra" a esa pequeña de once años, a la que mete en su casa e intenta manejar a su antojo: desde Un Rayo de Luz, en 1960, la chica será sometida a unas jornadas de trabajo maratonianas, durante casi una década, explotando su imagen y su voz, procurando mantenerla separada de su familia, y forzando aparentemente su aspecto de niña angelical, cuando la adolescencia empieza a convertirla en una mujer despampanante. Como otros tantos ejemplos de ídolos del tardofranquismo, Marisol empieza a sufrir la voracidad implacable de esos que se han convertido en vampiros de su talento, convirtiéndose en una persona infeliz, en un ídolo de pies de barro, en alguien con una personalidad tan arrolladora como cohibida por unas obligaciones que nunca ha deseado.
Antonio el Bailarín será el principio del fin del mito, a raíz de un enamoramiento caprichoso e interesado, Pepi buscará huir de esa casa, de esa carrera, de esa notoriedad, y empezará un tour de force cuyo objetivo es llegar a convertirse en una mujer anónima. La segunda parte de la serie es bastante más floja: a pesar de que quizás sea lo más interesante, la evolución del personaje se queda en lo anecdótico, se pasa fugazmente por su matrimonio con Carlos Goyanes, y aún más rápido se ventila su amor con Antonio Gades, quien le abrirá las puertas a su sueño, que es que una desconocida Pepa Flores se imponga a una superfamosa Marisol.
Me gustó mucho la actuación de Ana Mena como la niña Pepi, y no tanto Elsa Pinilla y Teresa Hurtado de Ory interpretando a la protagonista en otras etapas de su vida.
Vals con Bashir
Israel2008
7,5
23.589
Animación
9
24 de febrero de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ari Folman nos ha legado una de las mejores películas de este año, enmarcable en un subgénero que podríamos denominar "docudrama de animación", al estilo de la soberbia Persépolis, y recordándonos técnicamente esas cosas que hace Richard Linklater. La peli va mucho más allá de lo que podría ser una narración convencional de los tremendos hechos que acaecieron en los campos de refugiados de Sabra y Shatila un nefando 14 de septiembre de 1982; utilizando el recurso de la amnesia sufrida por el protagonista, Ari, en todo lo referente a su participación en la guerra del Líbano, la trama se va desgranando en sucesivos flashback y escenas oníricas, gracias al proceso de investigación e introspección que lleva a Folman a entrevistarse con sus antiguos compañeros, con otras personas que le pudieran dar pistas de por qué soñaba con esos malditos 26 perros, por qué aparecía junto con dos hombres en una playa, desnudo, hasta llegar a la costa, donde se vestía y armaba convenientemente. Esa mezcla entre sueño y realidad da fuerza a la peli, a una historia en la que la animación se utiliza probablemente para tomar distancia de la intensa y cruda tangibilidad de lo sucedido.
A lo largo de hora y media auténticas perlas se van sucediendo, como el homenaje a Apocalypse Now, paradigma de la sinrazón de una guerra sin sentido (como si alguna lo tuviera), que se desarrolla en uno de los paraísos del turismo del cercano oriente, con los hoteles de lujo como testigos silenciosos de lo bárbaros que somos los humanos. Evidentemente es una obra con una profunda carga política (genial la escena en la que se cuenta cómo se avisa telefónicamente a Ariel Sharon de lo que está pasando y él se da por enterado y se vuelve a dormir, o cuando vemos al alto mando dirigir las operaciones desde la azotea de un rascacielos, hombres con ínfulas de dioses, decidiendo quién, cómo y cuándo sus títeres deben matar para que otros deban morir).
También es impactante el "score" de Max Richter, en especial en alguna escena, como la que titula la peli o la del pequeño francotirador.
En fin, una obra ante la que hay que abrir bien los ojos y la mente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me fascina la manera en que Folman remata la película: tras distanciarse de la cruda realidad a través de los "dibujos animados", nos enchufa imágenes reales, para que veamos que sí pasó, que no fue un sueño, que a veces las pesadillas toman forma, y que más de 800 personas sufrieron el sinsentido de lo que llevó a cabo el gobierno israelí en connivencia con la falange cristiana libanesa.
11 de julio de 2008
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremenda película, en la que lo más inquietante es pensar que es algo que ha sucedido, allá en Indiana por 1965.
La historia no iría mucho más allá de lo que se nos cuenta en cualquiera de los muchos telefilmes de sobremesa a los que acompaña el subtítulo "basado en hechos reales", si no fuera por el inmenso trabajo que llevan a cabo sus dos protagonistas, Ellen Page (qué talento tiene esta chica, como podemos ver tanto en Hard Candy como en Juno) interpretando a la víctima, Sylvia Likens, a la que, junto con su hermana menor, sus padres, a causa de su trabajo ambulante, dejan a cargo de una desconocida, Gertrude Baniszewski, rol a cargo de Catherine Keener en la que quizás sea la mejor actuación que haya visto este año. La tal Gertrude, madre de un montón de hijos, al parecer de distintos padres, y enferma, tanto física como psíquicamente, es el personaje central de la peli: es la maldad en persona, la presencia fría y distante que, sin caer en el tópico de la loca desatada, se mueve despacito por la escena, sin estridencias, se toma sus medicinas, fuma, se queja por el dinero, o por la falta de él, chulea y es chuleada por los jóvenes del pueblo, a quienes se insinúa de manera más o menos evidente, ofreciéndoles tabaco y alcohol, mientras que tiene su moral cubierta por el paraguas de la iglesia baptista. Sí, todo esto parece, dentro de lo que cabe, aceptable, incluso comprensible, dada su situación personal y social, pero a medida que avanza la historia vemos que, dentro de las paredes de su casa, la mujer ha construido un imperio, en el que los hijos son autómatas sometidos a los caprichosos vaivenes de una madre drogadicta y enajenada, hasta que con la llegada de las dos nuevas crías ve peligrar ese frágil equilibrio y se desata la locura. Lo que aún es peor es cómo se nos pinta el entorno de ese hogar, el 3850 E. New York St., con unos vecinos que hacen oídos sordos a todo lo que sucede en el sótano de la casa de los Baniszewski, y cómo el magnetismo del mal que irradia Gertrude llega a extenderse a los que le rodean, a sus hijos, a los amigos y parejas de sus hijos, sin que nadie haga nada para detener las torturas que tienen lugar en el sótano de esa casa durante casi tres meses.
Por otro lado, la peli baja bastante cuando se pierde por las escenas del juicio posterior, intercaladas sin demasiado sentido a lo largo de la historia, aunque es muy interesante descubrir que ni los propios protagonistas alcanzan a entender por qué han actuado como lo han hecho. También deja cierta sensación de frío, te hace pensar en la necesidad de plasmar en el cine este tipo de cosas, y de reflexionar un poco acerca de por qué, si sabemos que en la mente humana hay profundos abismos, nos fascina ver la violencia de la que somos capaces en una gran pantalla.
29 de diciembre de 2007
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante película de Berlanga y Rafael Azcona (ya que forman una pareja inseparable para haber hecho esta obra maestra). El conjunto es soberbio se mire por donde se mire, empezando por la historia que, al contrario de lo que puede parecer tras observar el título, no trata de Plácido, sino que éste es uno de los múltiples personajes de esta "comedia negra" coral. Pero el personaje principal no es humano estrictamente, sino varias de las "cualidades" que adornan a la humanidad, como son el egoismo, la mezquindad y la insolidaridad. Bajo el lema "Pon un pobre en tu mesa" se nos muestra, con un estilo que se asemeja, pero que para mí va aún más allá, al neorrealismo italiano, una escena cotidiana, una serie de situaciones generadas por una supuesta caridad, evidentemente vista desde la perspectiva agnóstica de Berlanga y Azcona, en la que los personajes son marionetas del destino que les ha tocado vivir, en la que esa supuesta tregua en la lucha de clases es una falacia, y en la que cada uno va donde le interesa a sí mismo, y a los demás, que les den.
Todo esto no tendría mayor trascendencia si no fuera porque detrás de la cámara hay un gran maestro del cine, que maneja con una soltura increíble una cantidad abrumadora de complejos planos secuencia, pero es que delante del objetivo la cosa se pone casi insuperable, con gente como López Vázquez, Manolo Alexandre, o ese Cassen que debutaba con esta película.
Vamos, que le doy un diez porque no hay nota más alta, para una peli que, cada vez que la veo, descubro cosas nuevas, y eso en solo 85 minutos.
4 de febrero de 2008
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede esperar mucho de ninguna película dirigida por Richard Benjamin, ya que todas se enmarcan dentro del subgénero de la comedia "familiar", es decir, blandas, blancas y sin un centímetro de riesgo en su rodaje; tal vez se salvaría Esta Casa es una Ruina, porque sí que resulta realmente simpática.
Vamos ahora con la que nos toca: más de lo mismo, se mantiene dentro de ese cine de casi cuento de hadas, convirtiéndose en una especie de Pretty Woman infantil, todo el metraje es tan pulcro como el barrio en el que viven los protagonistas, al que llega V, el personaje interpretado por Melanie Griffith, venida de la ciudad mala malísima, para trastocar un poco la mediocridad vital de la población local. Es sorprendente que actores de la categoría de Ed Harris o mitos como Malcolm McDowell (ay, qué diferencia abismal hay entre La Naranja Mecánica y esto) vendan su talento para apoyar subproductos de esta catadura...
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