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7,5
4.417
5
23 de noviembre de 2024
23 de noviembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Última colaboración entre Anthony Mann y James Stewart, es un western que, pese a su fama, no deja de ser una más entre las muchas películas del género de la época. Eso sí, se distingue por intentar dotar de una mayor complejidad psicológica y un enfoque más sombrío a lo que habitualmente era entretenimiento funcional y ligero. Sin embargo, esa ambición convive con los peajes habituales: personajes muy marcados sin grandes transformaciones, un catálogo de secundarios reciclados de roles habituales, malos muy malos sin especial profundidad, héroes expertos en el disparo certero y una estructura clásica donde todo transcurre como se espera. Formalmente, se maneja con eficacia, pero sin ánimo de salirse de los estándares establecidos: grandes encuadres de exteriores, decorados familiares, lugares comunes y una música que simplemente cumple con lo esperado.
Donde sí logra singularizarse es en su enfoque sobre el héroe. Aquí, el protagonista no es un justiciero idealizado que actúa por principios, sino un hombre movido por el resentimiento y el deseo de venganza tras la muerte de su hermano. Esta motivación personal, más sombría y cargada de culpa, aporta al relato un tono trágico y tendo. Este enfoque más oscuro y psicológico le añade densidad al relato y hace que las escenas de acción se vivan con mayor carga emocional, transformándolas en catarsis.
Sin embargo, este toque de tragedia griega no termina de motivar grandes transformaciones ni reflexiones profundas, lo que hace que la película acabe siendo una obra eficaz y funcional dentro de un género repleto de títulos similares. A pesar de su ambición psicológica y su tono sombrío, no trasciende las limitaciones habituales de su contexto, quedando como un producto más para los seguidores incondicionales del western, pero sin mucho que ofrecer al resto.
Donde sí logra singularizarse es en su enfoque sobre el héroe. Aquí, el protagonista no es un justiciero idealizado que actúa por principios, sino un hombre movido por el resentimiento y el deseo de venganza tras la muerte de su hermano. Esta motivación personal, más sombría y cargada de culpa, aporta al relato un tono trágico y tendo. Este enfoque más oscuro y psicológico le añade densidad al relato y hace que las escenas de acción se vivan con mayor carga emocional, transformándolas en catarsis.
Sin embargo, este toque de tragedia griega no termina de motivar grandes transformaciones ni reflexiones profundas, lo que hace que la película acabe siendo una obra eficaz y funcional dentro de un género repleto de títulos similares. A pesar de su ambición psicológica y su tono sombrío, no trasciende las limitaciones habituales de su contexto, quedando como un producto más para los seguidores incondicionales del western, pero sin mucho que ofrecer al resto.

7,5
6.622
6
23 de noviembre de 2024
23 de noviembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Es curioso cómo una historia tan sencilla, centrada en un hombre común y su lucha por encontrar el amor, logró ganar el corazón de los espectadores de su tiempo. En una época dominada por grandes producciones, esta película se destacó por su modestia, ofreciendo un relato de clase baja con personajes reales, lejos de cualquier artificio o melodrama innecesario. Marty, un hombre de 34 años atrapado en la soledad, se enfrenta a la vida con una vulnerabilidad que conecta con el público. Su encuentro con Clara, una mujer igualmente insegura, da paso a un amor sencillo pero genuino, que brilla por su naturalidad y verdad emocional.
Lo que hace única a esta película en el contexto de Hollywood es que historias como la suya, de tan bajo perfil, no eran comunes. Mientras que en otras cinematografías ya se había explorado con profundidad la vida de las clases medias y bajas, en Hollywood predominaban los relatos grandilocuentes. A pesar de su éxito en los premios y la taquilla, la película, por mucho que conectó con el público estadounidense, no alcanzó las cotas de perfección emocional y sutilidad que, por ejemplo, ya se veían en el cine japonés de Ozu.
La actuación de Ernest Borgnine es sobresaliente, ofreciendo una interpretación llena de humanidad que trasciende la aparente simpleza de su personaje. La película, sin grandes giros ni personajes complejos, se sostiene en la humanidad de los mismos, tocando las fibras más profundas de quienes se identifican con sus luchas cotidianas.
A pesar de su sinceridad y calidez, el final, aunque optimista, deja la sensación de una resolución demasiado fácil, algo idealista en un mundo tan complicado. Aún así, no desmerece el relato de superación que presenta. Sin embargo, la película, que alguna vez logró emocionar a tantos, ha caído en el olvido con el paso de los años, siendo hoy un título que apenas se menciona, a pesar de haber sido un hito en su época. En su modestia, logra hablar de todos, pero con el tiempo ha perdido su lugar en la memoria colectiva del cine, siendo recordada principalmente como una de esas películas que ganó el Oscar...
Lo que hace única a esta película en el contexto de Hollywood es que historias como la suya, de tan bajo perfil, no eran comunes. Mientras que en otras cinematografías ya se había explorado con profundidad la vida de las clases medias y bajas, en Hollywood predominaban los relatos grandilocuentes. A pesar de su éxito en los premios y la taquilla, la película, por mucho que conectó con el público estadounidense, no alcanzó las cotas de perfección emocional y sutilidad que, por ejemplo, ya se veían en el cine japonés de Ozu.
La actuación de Ernest Borgnine es sobresaliente, ofreciendo una interpretación llena de humanidad que trasciende la aparente simpleza de su personaje. La película, sin grandes giros ni personajes complejos, se sostiene en la humanidad de los mismos, tocando las fibras más profundas de quienes se identifican con sus luchas cotidianas.
A pesar de su sinceridad y calidez, el final, aunque optimista, deja la sensación de una resolución demasiado fácil, algo idealista en un mundo tan complicado. Aún así, no desmerece el relato de superación que presenta. Sin embargo, la película, que alguna vez logró emocionar a tantos, ha caído en el olvido con el paso de los años, siendo hoy un título que apenas se menciona, a pesar de haber sido un hito en su época. En su modestia, logra hablar de todos, pero con el tiempo ha perdido su lugar en la memoria colectiva del cine, siendo recordada principalmente como una de esas películas que ganó el Oscar...

7,3
6.720
8
20 de noviembre de 2024
20 de noviembre de 2024
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La brutalidad del capitalismo desenfrenado, la desesperación de los tiempos de la Gran Depresión y la humillación como espectáculo se entrelazan en esta historia que disecciona la humanidad en su momento más oscuro. Película que crea una atmósfera claustrofóbica que atrapa al espectador en el tedioso y deshumanizante maratón de baile, un símbolo despiadado de los sueños aplastados por la supervivencia.
Por un lado tenemos los aspirantes representando a la clase trabajadora, dispuesta a bailar cual mono de feria para poder escapar de su destino y por otro lado tenemos al maestro de ceremonias, quien encarna con escalofriante cinismo el sistema que devora a sus participantes por diversión.
La película no se guarda nada: el agotamiento físico y emocional de los bailarines, su degradación frente al público y la indiferencia de una sociedad que los observa como entretenimiento son un espectáculo tan fascinante como perturbador. La obra construye esta alegoría con precisión quirúrgica, encadenando la coreografía del agotamiento y el sufrimiento con un montaje implacable que no permite alivio.
Es un filme incómodo, brutalmente honesto, poco condescendiente, que parece gritar que a veces no hay redención, sólo la elección entre una humillación interminable o la renuncia total. Tan relevante ahora como lo fue en su estreno. Una obra maestra tan despiadada como necesaria, que desarma, agota y obliga a reflexionar sobre la degradación humana en su búsqueda de esperanza.
Por un lado tenemos los aspirantes representando a la clase trabajadora, dispuesta a bailar cual mono de feria para poder escapar de su destino y por otro lado tenemos al maestro de ceremonias, quien encarna con escalofriante cinismo el sistema que devora a sus participantes por diversión.
La película no se guarda nada: el agotamiento físico y emocional de los bailarines, su degradación frente al público y la indiferencia de una sociedad que los observa como entretenimiento son un espectáculo tan fascinante como perturbador. La obra construye esta alegoría con precisión quirúrgica, encadenando la coreografía del agotamiento y el sufrimiento con un montaje implacable que no permite alivio.
Es un filme incómodo, brutalmente honesto, poco condescendiente, que parece gritar que a veces no hay redención, sólo la elección entre una humillación interminable o la renuncia total. Tan relevante ahora como lo fue en su estreno. Una obra maestra tan despiadada como necesaria, que desarma, agota y obliga a reflexionar sobre la degradación humana en su búsqueda de esperanza.

6,5
53.285
6
17 de noviembre de 2024
17 de noviembre de 2024
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Película que destila encanto felino y la clásica fórmula Disney, pero que nunca alcanza el nivel de las grandes obras del estudio. La trama, aunque simpática, sigue un esquema predecible donde los personajes secundarios cargan con el peso del entretenimiento, mientras los protagonistas se limitan a ser adorables.
La animación es correcta, aunque con un acabado menos pulido que sus predecesoras, y las canciones, lideradas por “Ev’rybody Wants to Be a Cat”, son pegadizas pero no memorables. La ambientación parisina añade algo de estilo, pero nunca logra convertirse en un personaje más de la historia, quedándose en un telón bonito pero poco utilizado.
En el fondo, Los Aristogatos es una película ligera, hecha para agradar sin arriesgar. Divierte mientras dura, pero no deja la huella emocional de otros clásicos. Un medido trasunto entre los éxitos de Disney "La dama y el vagabundo" y "101 dálmata" para asegurarse la eficacia de su éxito. Es Disney en piloto automático: funcional, simpática y, desafortunadamente, olvidable.
La animación es correcta, aunque con un acabado menos pulido que sus predecesoras, y las canciones, lideradas por “Ev’rybody Wants to Be a Cat”, son pegadizas pero no memorables. La ambientación parisina añade algo de estilo, pero nunca logra convertirse en un personaje más de la historia, quedándose en un telón bonito pero poco utilizado.
En el fondo, Los Aristogatos es una película ligera, hecha para agradar sin arriesgar. Divierte mientras dura, pero no deja la huella emocional de otros clásicos. Un medido trasunto entre los éxitos de Disney "La dama y el vagabundo" y "101 dálmata" para asegurarse la eficacia de su éxito. Es Disney en piloto automático: funcional, simpática y, desafortunadamente, olvidable.
5
17 de noviembre de 2024
17 de noviembre de 2024
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Un festín visual que aspira a capturar la monumentalidad de la famosa batalla, pero queda atrapada en su propia grandiosidad. Es como si la película quisiera ser más épica que la historia misma, sacrificando en el proceso cualquier profundidad emocional o complejidad narrativa. Más que un drama humano, lo que ofrece es una reconstrucción coreografiada con precisión quirúrgica, un espectáculo que impresiona los ojos pero apenas roza el alma.
Los actores interpretan a personajes convertidos en meras caricaturas llenas de tópicos y nunca logra desarrollar una conexión significativa que enriquezca el conflicto central. Más bien, los personajes parecen piezas de ajedrez movidas al ritmo de las tropas y cañonazos.
La verdadera estrella de la película es su escala: miles de extras, impresionantes formaciones militares y un nivel de detalle en los uniformes y escenarios que no se ve todos los días. Pero esta atención a lo visual termina siendo su mayor defecto, ya que eclipsa cualquier intento de explorar el impacto humano de la batalla. Es una recreación milimétrica que olvida lo más importante: las personas detrás de los fusiles.
Los actores interpretan a personajes convertidos en meras caricaturas llenas de tópicos y nunca logra desarrollar una conexión significativa que enriquezca el conflicto central. Más bien, los personajes parecen piezas de ajedrez movidas al ritmo de las tropas y cañonazos.
La verdadera estrella de la película es su escala: miles de extras, impresionantes formaciones militares y un nivel de detalle en los uniformes y escenarios que no se ve todos los días. Pero esta atención a lo visual termina siendo su mayor defecto, ya que eclipsa cualquier intento de explorar el impacto humano de la batalla. Es una recreación milimétrica que olvida lo más importante: las personas detrás de los fusiles.
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