Kevin Reynolds ha conocido épocas mejores. Su carrera despegaba de la mano de su amigo y tocallo Kostner en películas como Robin Hood o Rappa Nui, está última producida por los dos, y se hundieron juntos en Waterworld. (Nótese la ironía).
Desde entonces los grandes presupuestos le han sido coto vedado, y se ha tenido que conformar con dirigir series B que su buen hacer disfraza de obras bastante correctas.
Éste es el caso, un peplum menor con guión propio que le ha costado Dios y ayuda financiar. (Vuelva a notarse la ironía).
La novedad es el punto de vista, un soldado romano, prefecto de Pilatos, que debe investigar cuál detective privado la muerte de Jesús.
El problema es que no es suficiente para darle nuevo interés a una historia mil veces contada, y además, si la primera parte se solventa con cierto interés, en cuanto se resuelve el misterio se vuelve monótona y aburrida.
Pequeños esbozos de lo que parecía ser un gran director.
Joseph Fiennes también ha vivido tiempos más lucidos.

Tras adaptar viaje al centro de la tierra, obra libre de derechos, adelantarse al estreno en España de Superman con su supersonic man, y adentrarse en el slasher de la mano de unas babosas en slug, tuvo la pericia de convencer (o engañar) a los herederos de Lovecraft y conseguir los derechos de su obra, para poner su nombre en grande en el título y no molestarse después en mostrarlo.
Me imagino a los fans viendo este desaguisado a la espera de poder contemplar al monstruo en pantalla grande al fin, y la decepción al descubrir que sólo asoman una especie de tentáculos ¡ DE UNA NEVERA!
Aparte de la engañifa, la historia viene a ser una home invasion, con la particularidad de que aquí no son los secuestrados los que se las hacen pasar canutas a los macarras, sino la casa en sí.
Unos cables moviendo objetos por el aire, luces de colores tras una falsa niebla y un poco de tomate, y ya tenemos los ingredientes necesarios para que unos cuantos despistados nos den su pasta arrastrados por obra y magia de Cthulhu. Sin olvidarnos de las tetas, algo muy necesario para este tipo de films, ya que sin ellas no se entendería la trama.
De verdad que admiro al cineasta valenciano, por cómo hizo una carrera de la nada.

He visto la película porque tiene una buena puntuación para ser de este género, y pensé, "será una rara avis, de esas bien hechas y con esmero. Nada más lejos de la realidad. Unos actores con cara de extreñidos durante 90 minutos siguiendo un guión incoherente, como hecho por varios aspirantes a guionistas sin saber cada uno lo que escriben los otros. El único que se ha esmerado es el director de fotografía. El príncipe de DUNE antes de twin peaks con su único registro interpretativo, una cara de palo que haría avergonzarse al mismísimo Steven Seagal. No me quiero ni imaginar cómo será la secuela, que tiene un 2.8

Un matrimonio que se quieren tanto entre ambos que no les sobra amor para sus hijos. La premisa,copiada de un cuento de Roal Dhal, que llevó a imágenes Danny DeVito com mucho más acierto, aún podría haber dado más de sí, pero el batiburrillo de ideas que quieren condensar los guionistas en tan poco tiempo no es de recibo.
Tal vez una historia más simple y mejor explicada hubiese quedado mejor.
De lo mejorable de los dibujos no digo nada, no todas las productoras son Pixar ni Dreamworks. Pero eso lo tienes que contrarrestar con un guión coherente y entretenido. Y este no es el caso.

He visto críticas de usuarios explicando el sentido de esta historia con unos argumentos muy sesudos. Y hacía tiempo que no me reía tanto.
La explicación es menos poética: mi ombligo es el centro del mundo.
Una muestra de egocentrismo digna de estudios por el mismo Freud.
Cómo convenció Aronofsky a la productora para que le dieran 35 millones de dólares para semejante ejemplo de yoismo es lo más meritorio del director.
Cómo convenció a Jackman y a Sweisz, en el momento álgido de sus carreras para protagonizar su automasaje de egolatría tampoco es moco de pavo.
Por lo demás, no le pongo menos nota porque el director de fotografía y el compositor hacen un trabajo de diez. Esa fotografía y esa música con una historia con sustancia hubiesen conseguido un film para varias generaciones de cinéfilos.