El hecho de que a alguien se le ocurra escribir una película centrada en el horror del Holocausto nazi y darle tintes cómicos sin caer en ningún momento en la irreverencia ni la falta de respeto es algo al alcance sólo de una mente privilegiada. Y si además de ser el guionista, eres el director y te asignas a ti mismo el papel de actor principal de semejante atrevimiento, solamente se te puede calificar con dos adjetivos: Loco y Genio.

Y en verdad, cuando te sumerges en esta obra de arte, no sabes muy bien en qué momentos estás viendo al Benigni loco de remate y en cuáles estás delante del genio desatado. Pocas veces en una sola película se pueden tocar tantas fibras diferentes en el espectador, porque "La vida es bella" no sólo es capaz de horrorizarte con lo que te enseña y con lo que no te enseña, sino que puede despertarte el gusanillo del enamoramiento y del cortejo que rodea a dicho enamoramiento, te enseña el "otro" amor que se puede sentir hacia un hijo, te puede hacer llorar de risa, de alegría y de pena a partes iguales. Todo lo agita, lo mezcla y te lo sirve en forma de fantasía desmedida aliñada con una buena dosis de cruda realidad. Como en una montaña rusa, te eleva a un mundo fantástico y te baja a los más asquerosos infiernos para volverte a elevar por arte de magia y hacerte regresar otra vez a la cara más oscura de la barbarie humana.

No hay parte prescindible, no hay escena que sobre ni metraje que no valga la pena. A todo se le puede sacar y de hecho se le saca jugo. Todo lo que cuenta lo cuenta por algo y para algo y en ningún momento se hace larga ni pesada, manteniéndose a un nivel altísimo desde inicio a final.

Sencillamente, una genialidad.
No dudaría en situarla en un listado de las 100 mejores películas de todos los tiempos, y muy probablemente abriría un poco la mano para que cayera entre las 10 mejores.

Con ustedes, una de las películas más planas y aburridas pero a la vez más aclamadas por una crítica ensimismada con un apellido Coppola que aunque relacionamos meritoriamente con algunas de las obras de arte más importantes que nos ha dejado la historia del cine, en esta ocasión no aporta nada más allá de un pastiche difícil de mascar y más complicado aún de deglutir. Una tristísima historia para el blanqueo de las cornamentas a propósito de unos personajes que han perdido no sé si las inspiraciones o el sentido de sus vidas, pero sí la cabeza y el concepto del decoro. En efecto, aquí vemos cómo Bill Murray y Scarlett Johansson aparecen plasmados como la viva imagen de una soledad que no entiende de edades, de situaciones matrimoniales ni de solvencias económicas y que está socarronamente representada por sus respectivas almas vagando en pena entre una multitud de muy diferente cultura y de incomprensible idioma.

Momentos difíciles, componentes que no encajan y pequeños baches en los que las piezas vitales parecen no fluir a la perfección y que desembocan en un sentimiento de vacío emocional que en lugar de ser afrontado cogiéndose por los cuernos, resulta ser el detonante perfecto para dejarse llevar por la tentación de una sonrisa cómplice vestida con tus mismos problemas y nubarrones. Una sonrisa que se acompaña sucesivamente de un sentimiento de curiosidad, de una conversación de acercamiento, de otra de afianzamiento, de un roce accidental, de otro voluntario, de una caricia, y finalmente de vaya usted a saber qué tipo de contacto carnal. Un tanto rastrero mensaje que invita a solucionar en silencio y en secreto tus problemas con ayuda de la carne ajena para luego continuar con tu asquerosa vida de mierda como si nada hubiera pasado y aquí paz y después gloria y si te he visto no me acuerdo pero que sepas que te echaré mucho de menos. ¡¡Cobardes bastardos!! Lo que toda la vida se ha llamado poner los cuernos pero con un tono de excusa barata, falsaria profundidad sentimental y aparente sensación de exculpación necesaria.

La película es de esas típicas que discurren con un tono enlentecido hasta la saciedad, de las que caminan con pies de plomo (y no por su sobriedad narrativa) y de las que convierten su discurso en algo repetitivo y soporífero. Los personajes nos contagian su sensación de vacío para que empecemos a bostezar mientras rogamos al capricho de la casualidad que se apiade de nosotros y acelere el ritmo de esta historia que para mí, lejos de ser una historia de amor, es más bien un manual para aprender cómo echar una canita al aire y quedar doblemente jodido, por lo que no quieres tener y tienes y por lo que no tendrás pero te gustaría seguir teniendo. De todas formas, no se preocupen por Bill Murray, porque donde cae una seguramente caigan dos, tres, o las que hagan falta. Tampoco lo hagan por Scarlett, pues aún es joven para seguir llenando su vacío con otros de su misma especie.

A mí la película no me gusta. Ni me entretiene ni me parece que sepa crear una atmósfera especialmente brillante ni demasiado sensual ni lujuriosa. Propone pero no dispone y a la hora de poder entrar en materia pantanosa de verdad, se queda en su superficie, sin destripar en exceso su contenido y quedándose más que nada en el concepto y definición del problema que plantea. Sugiere pero no remata, película calientabraguetas para los que buscaban echar a volar su imaginación con una buena aventura extramarital pero que sin embargo encontraron algo sin chispa, sin picante, sin gracia y sin demasiada habilidad narrativa.

- Todo el mundo tiene un padre, tío, cuñado, primo o amigo calvo que se parece a Antonio Resines.
- Todo el mundo nacido antes de los 90 conoce el famoso premio de concurso de televisión consistente en un piso en Torrevieja (Alicante).
- Todo el mundo ha comido macarrones a la Boloñesa y paella.
- Todo el mundo está de acuerdo con el olor de su propia mierda.
- Todo el mundo sabe quiénes son Michael Jordan o Maradona aunque no le guste el baloncesto ni el fútbol.
- Y de la misma manera, todo el mundo con edad suficiente para haber entrado ya en razón ha visto alguna vez en su vida "Pretty Woman", al igual que todos comemos, dormimos, cagamos y follamos, porque esta película es una de las que más veces (quizá la que más por encima de cualquier otra) se ha emitido por televisión.

Y es que esta peli es uno de los clásicos más absolutos del cine comercial romántico de los 90 y hasta me atrevería a decir que de la historia del cine. No es la mejor ni la más compleja pero sí una de las más carismáticas, básicamente porque su pareja protagonista destila una química tan grande y está tan, tan, tan bien que es difícil no enamorarse de Julia Roberts y de Richard Gere. La historia es sumamente sencilla, con un desarrollo y un final no precisamente muy rebuscados que digamos, pero ellos dos hacen que todo se respire con un toque de buen rollo hasta en los momentos menos buenistas. Va más allá en sus intenciones, exponiendo las diferencias sociales tan marcadas en los EEUU con sus consecuentes prejuicios, fobias y rechazos, exhibiendo el sueño americano en formato cuento de fantasía y despellejando la figura del tiburón sin escrúpulos dado al vicio enfermizo del dólar por el dólar, pero siempre acaba teniendo esa regresión a su espacio natural de relajación físico-psíquica que invita a permanecer en la parte noble de la historia. Porque "Pretty Woman" es una huida hacia adelante a la misma velocidad que un Lotus Esprit, porque las casualidades de la vida hacen que puedas toparte con alguien en el momento más inesperado que te ayude a tomar las curvas a toda leche y a meter las marchas de tu vida sin cargarte sus engranajes y porque es muy útil para aprender a descalzarse y sentir de una puta vez un relajante césped bajo tus pies que pueda calmar tu mala leche, tus sensaciones de mala conciencia y tus ansias de desfogar tus frustraciones de la vida con los cuellos y las cabezas del prójimo. En resumen, que todo el mundo necesita a alguien a su lado que le ayude en cierto modo a descubrirse a sí mismo y desarrollar el verdadero potencial que lleva dentro.

Así que tú, que también has visto esta peli más de una vez, confiesa que:
- También te has mirado el antebrazo desde la muñeca hasta el codo y has probado a compararlo con la longitud de tu pie.
- También has deseado levantarte por la mañana y que tu pareja te diga que es hora de irse de compras.
- También has deseado entrar a un comercio muy muy muy caro y restregarle al dueño en la cara un montón de billetes para que te haga la pelota hasta el infinito y más allá y satisfacer esa parte estúpida de tu ego que todos tenemos ahí escondidito.
- También te has enamorado y has sentido envidia de los vestidos de Gucci, Chanel y Louis Vuitton que la Roberts luce con una luz cegadora.
- También te quedaste como nuevo cuando la Roberts regresó a la tienda donde fue rechazada y se despachó a gusto.
- También has sentido una enorme sensualidad con la escena del piano.
- También te has emocionado con el "It mas have been love" de Roxette.
- También has tenido ganas de darle un puñetazo al abogado.
- También has querido conducir ese Lotus gris.

- Y lo más importante de todo. También volverás a verla cuando la vuelvan a poner en la tele.

El mayor problema que puede tener una película es que acabes de verla y te asalte una molesta sensación de vacío y de incomprensión, quedando huérfano de alma y con cara de no saber muy bien qué te ha querido transmitir la historia. Y para mí este "Napoleón" es un producto que carece de una verdadera personalidad que nos haga identificarnos con ella y con su protagonista, como esa persona que a base de estética y de arreglos por doquier acaba perdiendo las arrugas y la expresión de su rostro, pudiendo verse teóricamente perfecta pero quedando en último término carente de espíritu.

Aquí se han preocupado demasiado por la parte estética, lo cual es irreprochable y desde luego es el punto fuerte de la peli. Fotografía destacadísima, vestuario cuidado al detalle y escenas con planos generales espectaculares y bastante agradables a la vista. Pero eso en el fondo no lleva a ningún sitio porque bajo mi punto de vista la historia anda equivocada en su planteamiento desde el inicio y no llega a encontrarse a sí misma. ¿Y por qué?

- Porque si lo que quiere es ser una película de índole histórica (y parece que quiere serlo), desde luego es demasiado fallida por obviar aspectos fundamentales de las guerras napoleónicas y por pasar demasiado de puntillas por los que toca. No sabemos si en la futura versión de 4 horas que nos tienen preparada algo de eso saldrá a relucir, o si los españoles tendremos el honor de ser al menos mencionados en algún momento del metraje.

- Porque como historia de amor (algo que también parece querer ser), se siente superflua y débil, y el personaje de Joaquim Phoenix no muestra evolución ni parece sentir ni padecer realmente lo que presuntamente está sintiendo o experimentando. Respecto a ello, interpretación floja del actor, que tras conseguir que nos llevásemos las manos a la cabeza con su Joker, aquí se vulgariza en exceso. No sé si el verdadero Bonaparte era de tal clase, pero al menos aquí en la ficción resulta ser el tío más inexpresivo del mundo.

- Porque como película de batallas, que es la parte en la que se encuentra más cómoda, tampoco me acaba de convencer en exceso. Si les soy honesto, para ver escenas de multitudes luchando y batallando, me quedo con "Braveheart" o con determinados pasajes de "El Señor de los anillos". Aquellas luchas transmitían algo más (que si les soy franco tampoco sé muy bien qué puñetas es), pero tenían un alma que aquí no he encontrado. Y miren que la batalla de Austerlitz y la derrota de Napoleón a manos británicas son vistosas y tienen fuerza visual, pero no me enamoran.

Así que en definitiva, historia visualmente destacable pero llena de agujeros. Se hace fuerte por determinadas escenas de batallas pero todo lo que hay entre ellas llega incluso a aburrir. Se dice y se cuenta que Stanley Kubrick estuvo a punto de hacer su Napoleón particular. Lástima que no llegara a caer en sus manos o quizá en manos de un Ridley Scott en mejores épocas.

Por cierto, ¿los molestos fundidos a blanco se supone que son meros cortes de la versión extendida? Por que si no no los entiendo...

Más que convincente a la vez que extraña película que mezcla sabiamente la paranoia y el terror, dándole tintes de serie B con esa estética tan peculiar que nos recuerda a las cintas ochenteras tipo "Pesadilla en Elm Street" o los "Gremlins". Empiezas a verla y escucharla y si respiras hondo y abres tu mente un poco, parece que te ubicas nuevamente en los 80 aunque la peli sea del 97. Se disfruta muchísimo porque desde el minuto 1 nos enseña claramente sus pretensiones y no las abandona en ningún momento.

Rodada en su totalidad dentro de espacios minúsculos, transmite perfectamente esa condición espacial de lugar pequeño y cerrado, con hacinamiento de sus personajes y resultado claustrofóbico. De hecho, si se padece ese temor a los espacios cerrados, no recomiendo su visualización, pues el espectador se siente uno más allí dentro de los diferentes cubículos por los que transitan los protagonistas.
Lo bueno que aquí tenemos y que la destaca de un simple producto de serie B es que nos muestra las diferentes formas en las que puede verse afectada la psique de las personas ante una situación de constante amenaza e incertidumbre, y en las que la calma y la inteligencia han de mantenerse con puño de hierro para poder sobrevivir. Es en este aspecto, una especie de "Habitación de Fermat", pero mucho mejor ejecutada que esta última.

Hay sangre cuando tiene que haberla y en su justa medida, aunque mostrada con originalidad y ferocidad. Hay buenos diálogos cuando tiene que haberlos y hay buenos y tensos silencios cuando tiene que haberlos. Todo en su aceptable medida, apenas le faltan cosas para que incluyas esta película en una de las que tener en las estanterías de tu casa. Es cierto que los últimos minutos la historia se siente un tanto precipitada y pide acabarse. Pues hasta eso está bien. Llegados a ese punto la historia se acaba y deja tu mente abierta para que construyas en tu cabeza lo que posteriormente quieras que ocurra.

Para ver de noche a oscuras y hacerse un poco de caquita encima.