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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.370
Críticas ordenadas por utilidad
10
22 de marzo de 2012
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy extraño, pero cuando en el corazón de un hombre comienza a fluir el amor, todo lo malo que pueda haber dentro de él, da la impresión de que se desvaneciera para siempre. La oscuridad no existe, pues, se ha demostrado que es ausencia de luz y, en consecuencia, la maldad es sólo ausencia de amor. No habría hombres malos si todos consiguiéramos hacer que fluya el amor de nuestros corazones, porque, cuando nos envuelve éste sentimiento, se tiene la plena sensación de que no nos falta absolutamente nada... y la maldad, es un afán desesperado de querer tener, a como dé lugar, aquello que se desea.

Pépé le Moko (Moko hace referencia a los oriundos de Provenza y a los marinos de Toulon), es un peligroso gánster francés (“de sonrisa fácil para los amigos y un cuchillo para sus enemigos”) buscado por la policía desde hace dos largos años, pero a quien ha sido imposible atrapar porque usa como refugio un intrincado distrito en Argel conocido como, la Casbah (del árabe Qasba: Fortaleza), donde atraparle es tan complicado como encontrar a un pececillo, llamado Lucy, en un cardumen de sardinas (bueno, eso creía yo, pero, mi hija de 10 años me resolvió el problema cuando al planteárselo, me respondió: “Si es tu amiga, sólo llámala, que cuando ella reconozca tu voz, se apartará del cardumen y vendrá enseguida”).

Hasta el propio corazón de la Casbah consigue entrar, el inspector Slimane. Allí ve, y habla frecuentemente, con el tan buscado Pépé, pero no puede detenerle porque tropezaría con decenas de pistoleros y vecinos que le protegen. Después de intentarlo todo, sólo queda una alternativa… y el inspector Slimane está dispuesto a jugársela, “sin violencia, suavemente y sin fatiga”, para atrapar a su hombre en el momento preciso.

Basado en la novela de Henri La Barthe, y con un guion que éste escribiera en colaboración de Jacques Constant, Henri Jeanson y el propio director, Julien Duvivier, lo que se nos brinda con, <<PÉPÉ LE MOKO>>, es un gran clásico del cine. Una historia perfecta en su potencial humano, pues, el entendimiento de las motivaciones, los sentimientos, y las causales que llevan a actuar de ciertas maneras que aquí se nos enseña, garantiza que podamos empatizar plenamente con cada personaje y que se nos desmonte el más mínimo afán de juzgarlos o condenarlos.

Siento también, que no resulta justo afirmar que a, Pépé le Moko, una mujer lo llevó a la perdición. No, su amada Gaby lo llevó a la redención, pues, morir amando es garantía de que se ha alcanzado la libertad y la gloria.
Luis Guillermo Cardona
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6
15 de diciembre de 2011
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran admirador del director Fritz Lang, Jean-Luc Godard aprovechó la ocasión de tenerlo de nuevo en Europa, y lo invitó para que se representara a sí mismo en su película, “EL DESPRECIO”, basada en la novela homónima que, Alberto Moravia, publicara en 1954. Cine dentro del cine, se trata de un productor americano, Jeremiah Prokosch (Jerry), quien viaja a los estudios Cinecittá con el deseo de realizar una adaptación de “La Odisea” de Homero, que el propio Lang está llamado a dirigir.

También, Prokosch, contrata a un guionista francés -a quien conoceremos como Paul-, para que escriba una nueva historia, pero, éste, dizque muy enamorado de una rubia de nombre Camille, entrará en conflicto con ella cuando comienza a mostrarse dispuesto a que acompañe al productor de “La odisea”, aunque ambos bien saben que pretenderá seducirla (acuérdense de “While the City Sleeps”, Lang, 1956). Esto lo pondrá en baja motivacional... y el guión entrará en la onda de que sí y que no resulta.

En la línea de ese cine godardiano con mucho margen para la improvisación, y en un ambiente de intelectualidad escéptica en constante alegato contra la creencia en Dios y en mordaz crítica contra los semidioses conocidos como productores, el filme parece prometer en principio, pero, luego comienza a diluirse en una sosa historia de amor que, aunque se pretende asemejar al mítico romance entre Ulises y Penélope (“Sabiendo que Penélope le era fiel, Ulises le pidió que fuera amable con los pretendientes, pero, Penélope empezó entonces a despreciarlo y por esta conducta dejó de quererle”), no cuaja suficientemente y resulta bastante fría y con muy escasos relieves.

Con la venia de quienes tanto han exaltado la labor de Brigitte Bardot, yo no vi más que a una modelito muy poco convincente y sus planas escenas con Michel Piccoli, son complementadas con una música tan romántica y emotiva, que resulta algo así como ver a tu prima discutiendo en casa con su marido y, la 5ª sinfonía de Gustav Mahler, sirviéndoles de fondo.

Aunque encontré grato ver a Fritz Lang por vez primera delante de la cámara, su presencia resulta bastante tibia al limitarse, la mayor parte del tiempo, a repetir frases en desuso de algunos antiguos poetas. Mejor resulta, Jack Palance, con ese divertido detalle de sacar un pequeñísimo texto de citas orientales para responder cuando él mismo carece de palabras.

Habrá homenajes a Howard Hawks con los carteles de sus películas (¿le parecería esto bien a Fritz Lang?), se promocionará un libro sobre el director alemán... y todo transcurrirá entre el intelecto y las frivolidades sin que nos quede, al final, ese gusto por lo bien hecho.

Estoy seguro de que, por “EL DESPRECIO”, tampoco Fritz Lang consiguió sentir demasiado aprecio.
Luis Guillermo Cardona
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7
9 de septiembre de 2011
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acto I: “RENZO Y LUCIANA”. Una pareja de jóvenes obreros decide casarse con la esperanza de que saldrán adelante, pese a las pocas comodidades de que disfrutan ahora. Deben vivir con la numerosa familia de ella, ver hondamente limitada su privacidad, esperar ¡quién sabe cuánto tiempo! a que puedan hacerse a su propio espacio, y de ñapa, aguantar el acoso del contable de la empresa quien pretende ligar con la chica. Otro sentido retrato que logra Mario Monicelli, sobre la vida de los explotados, donde la mujer demuestra el carácter y la dignidad que deben imponerse por encima de las mayores necesidades o deseos personales. * * * * * * *

Acto II: “LAS TENTACIONES DEL DR. ANTONIO”. Con este título, inspirado en el famoso cuadro surrealista de Max Ernst, Federico Fellini vuelve a una de las cosas que más le agradaba: Poner en su sitio la falsa moral y la hipocresía que, cual río eterno, ronda por los alrededores de su linda casa en Roma. Con una perfecta actuación de Peppino de Filippo como el nuevo Tartufo, el filme se regodea castigando a este pobre moralista a quien, como siempre ocurre, la negación diaria y extrema de cualquier deseo pecaminoso, se le convierte en una obsesión irreprimible cuando, una gran valla invitando a tomar más leche, es instalada frente a su ventana con la voluptuosa imagen, plagada de apetitosas carnes de Anita Ekberg, mirándolo fijamente. Con efectivos y divertidos efectos surreales, Fellini deja a Nazzarello como Moliére a su Tartufo: Deseando como nadie lo que tanto ha negado, porque las leyes de la vida funcionan indefectiblemente. Y una de ellas dice: Aquello de lo que tanto repugnas lo atraerás irremisiblemente. * * * * * * * *

Acto III: “EL TRABAJO”. Escándalo, prostitución, matrimonio en crisis y esposa que decide cobrarse con creces los devaneos de su marido, es lo que utiliza Luchino Visconti para acercarnos, una vez más, a las inmensas y frías mansiones de la aristocracía y dejar plasmada su decadencia. Romy Schneider acierta en su papel como la condesa que “no va más”… a menos que le permitan hacer el trabajo con el que podrá resarcirse. * * * * * *

Acto IV: “LA RIFA”. Con un nuevo guión del notable Cesare Zavattini, el director Vittorio de Sica, realiza una divertida comedia de costumbres ambientada en la Nápoles pueblerina donde alguien comienza a vender boletos para una rifa muy especial: Acostarse con la más despampanante chica del pueblo, representada nada menos que por Sophia Loren en plena madurez de sus mórbidas carnes. Cálida, conmovedora y con ese encanto natural que solía relucir en el cine del que fuera uno de los grandes del neorrealismo. * * * * * * *
Luis Guillermo Cardona
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7
8 de diciembre de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de dirigir cerca de 180 películas (casi 80 en Europa y el centenar restante en los Estados Unidos de Norteamérica), el director húngaro, Michael Curtiz, tenía ya 73 años de edad cuando fue convocado para que dirigiese la que sería su última aventura. Ya estaba enfermo de cáncer, pero aceptó, quizás porque deseaba morir en un set cinematográfico, pues, entre ellos pasó la mayor parte de su vida.

<<LOS COMANCHEROS>> -término que alude a quienes favorecían (o se aprovechaban) de los indios Comanches vendiéndoles armas y alcohol-, es un filme bastante agradable que, de no ser por las influencias que lo empañan, pudo convertirse en otro western digno de cualquier antología. La relación que comparte el capitán, Jake Cutter, un hombre recio con corazón blando; y su prisionero, Paul Regret, un jugador acusado de matar en un duelo al hijo de un oficial, tiene todos los matices y el encanto suficiente como para dejar sentada una amistad inolvidable.

Contando con un guion escrito por, James Edward Grant y Clair Huffaker, quienes adaptaron la novela homónima que, Paul Wellman, publicara en 1952, el director Curtiz logra el toque humano y pletórico de lucidez que le acompañó durante gran parte de su filmografía, y el filme transcurre gratamente en un gran marco ambiental y con una fotografía completamente ajustada a los requerimientos de la acción, la cual tuvo que ser rodada, en gran parte, por el especialista, Cliff Lyons, ante el delicado estado de salud que padecía el director. Incluso, en algún momento del rodaje, Curtiz tuvo que ser brevemente hospitalizado... y el actor John Wayne, quien consigue aquí un carácter bastante simpático, debió reemplazarlo en el set.

Si se consigue omitir el característico toque anti-indio que, con frecuencia, imprimía Wayne, y que aquí logró colar como lo hizo en los filmes de John Ford, <<LOS COMANCHEROS>> consigue disfrutarse porque tiene bastantes elementos que lo hacen agradable. Incluso, el carácter femenino encarnado por la bella, Ina Balin, como Pilar Graile, da cuenta de una mujer que sabe lo que quiere y que se propone, calculadamente, volverse irresistible.

Stuart Whitman, por su parte, hace un buen protagónico como el simpático jugador que termina creyendo en la buena fe del hombre que lo lleva camino de la horca, y a quien demuestra que sabe ser leal cuando así lo demandan las circunstancias.

Michael Curtiz, concluye así, un magnífico legado que incluyó grandes dramas, aventuras, comedias, musicales, terror, cine histórico, policíacos… y unos cuantos westerns; y entre todos estos filmes, un alto número de ellos hacen ya parte de los grandes clásicos del arte cinematográfico.
Luis Guillermo Cardona
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8
21 de marzo de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasan y pasan los años, y da la impresión de que los escenarios de la vida siguieran girando inamovibles sobre una misma rueda. Aprendemos, pero no ejercemos, y menos aún reflexionamos con sentido autocrítico, sobre lo que a diario nos demuestra la existencia. Avanza la tecnología, se transforma la ciencia, tenemos más y más vislumbres de la inmensidad y del poder del universo, pero sobre convivencia, sobre amor, solidaridad y respeto, todavía sabemos muy poco. Y si de esto es escaso lo que sabemos, todo lo demás ayudará muy poco a nuestra ansiada felicidad.

Cuando uno ve a “YOJIMBO”, una película filmada en 1961 y ambientada en el siglo XIX, siente de inmediato que se está recreando la vida de los más marginados barrios de hoy (en micro) y la de los países peor gobernados (en macro).

Akira Kurosawa, con su habitual vigorosidad narrativa y con ese singular blanco y negro que refleja las historias del pasado, y que él utiliza también por su reconocido respeto a los que considera indefinidos colores del Japón, nos cuenta una historia que es muy frecuente entre nosotros: Dos bandos inescrupulosos y arribistas, se enfrentan entre sí por el dominio de un pueblo. A uno lo apoya el fabricante de sedas y al otro el de la cervecería. El jefe de policía sirve a sus intereses, el fabricante de ataúdes está ávido de cadáveres para poder evacuar su materia prima, y entre ellos, el pueblo se oculta temeroso cada día, en medio de la escasez y temiendo constantemente por sus vidas que para nadie importan.

Pero, como nunca estamos definitivamente solos, un hombre, un yojimbo (guardaespaldas), poderoso guerrero samurái que siente que debe jugar su papel en aquel infausto frente de batalla, entra en escena para ver si consigue disipar las sombras. Y entonces, en un reflejo fidedigno de una vergonzosa y eterna realidad, sucederán tantas cosas como las que suelen suceder entre los hombres más absurdos e invidentes. Mientras estos acuden a sus trampas, su brutalidad y su obsesivo asedio, del lado del pueblo hay lugar para la amistad, para la fe en el otro, y para el ejercicio de la solidaridad, la astucia y la perseverancia.

Kurosawa nos hace inclinar la cabeza. Su filme, medio cómico y medio trágico; un tanto western y otro tanto jidai jeki; de aspecto rememorador, pero inevitablemente actual, tiene ese olor a cine elocuente, avalado por un arte denso y pulcro que merece nuestro aplauso y nuestro mejor reconocimiento.

Y Toshiro Mifune se confirma como un actor de poderoso histrionismo, cuyo éxito internacional, y su constante presencia en los filmes del gran maestro japonés, no fue para nada cosa de influencias, y sí, la merecida cosecha de una labor profesional y comprometida como la que más.

“YOJIMBO” sigue abriendo la brecha de un cine oriental que se merecería muchos, pero muchos más, espacios.
Luis Guillermo Cardona
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