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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de marzo de 2009 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iba a decir buenas tardes, pero me es imposible...
Debo confesar que tal vez mi devoción sobre la obra original de Toriyama es desmesurada, pero a mi entender, el cine hollywoodiense estaba en plena forma con pelis de súper-héroes-comic,etc...rollo Iron-man, Dark Knight, etc...y muy a nuestro pesar, se han atrevido a INSULTARNOS con semejante atrocidad visual.
No negaré que me entusiasmé cuando vi las primeras noticias, pero se me pasó rápido al ver en qué manos caia el proyecto.
Nada cuadra, ni la historia ( Dios Mio, a la hoguera con él !!! ) ni los personajes ni la música, que si fuera para Los Inmortales 7 seria incluso interesante...aqui desmejora y todo....
Propongo cambiar el nombre por cualquier otro, rollo HIGH SCHOOL HERO o World's Party: A new shit world...pero que quiten DRAGONBALL del título, que nos hace entrar en llanto.
No vayamos a verla al cine, no pageis, que se hunda en la miseria y que jamás hagan la segunda parte, porque si es así, prometo encontrar a James Wong en persona y rebanarle el gaznate.
Un minuto de silencio por esta muerte filmica.....Hasta otra compañeros de tristeza
28 de octubre de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado 15 de junio del presente año fallecía en su Calabria natal y por causas naturales, el cineasta Nicola Nostro, habiendo cumplido los 83 años y en la más absoluta de las intimidades. Nick, como le conocían en sus círculos cercanos, hacía más de 4 décadas que se distanció de la creación cinematográfica y tan sólo se dedicaba a los negocios, tal vez consciente de que su verdadero talento no estaba tras las cámaras.
Sin embargo, el bueno de Nick Nostro (o Nick Howard, como se quiera), será ya recordado por algunos cinéfilos por sus tímidas aportaciones al spaguetti western de principios de los sesenta, siempre rodeado de féminas acaloradas, sets de oferta y al que se le consideraba, creo que de manera acertada, un mercenario más del cine de la época.
Ese oportunismo comercial fue sin duda la razón principal para que en 1966, Nostro se pusiera al timón de un nuevo proyecto de rentabilidad asegurada, pues había un género de moda entonces en la Italia de la época (gracias al Diabolik de Bava, por supuesto): la historieta cinematográfica o fumetti.
A sabiendas de que el famoso cómic de Kriminal estaba en el horno con intenciones de estrenarse en Navidades de ese año, Nostro y su equipo se apresuraron en filmar las aventuras de Superargo, una insólita mixtura transalpina entre "El Santo" mexicano y The Phantom (aunque algunos ven más un cruce cool entre Batman y James Bond).
Sea como fuere, "Superargo, el hombre enmascarado" (Superargo contro Diabolikus) consiguió asaltar las pantallas italianas una semana antes que su compañera, aunque con diferentes resultados en taquilla, como se le podía suponer. El guión corrió a cargo del catalán Jaume Balcázar y el protagonismo recayó en el fornido Giovanni Cianfriglia (de nombre artístico Ken Wood, que quedaba más chulo), antiguo doble de Steve Reeves (y en Hércules, nada menos) además de stunt man en docenas de films.
Al contrario del resto de fumettis donde el héroe juega siempre al margen de la ley, aquí Superargo colabora con el servicio secreto (tras un serio percance que lo aparta de su carrera como wrestler) para tratar de detener al mad doctor de turno, el malvado Diabolikus, quién dice haber encontrado la manera de convertir en oro diferentes metales como el mercurio y amenaza con desestabilizar la economía mundial (...).
Esta coprodución italo-española no pretendía otra cosa que sumarse a la moda que imperaba entonces, aprovechándose del tirón de los héroes con mallas y antifaz para así obtener algunos beneficios en taquilla, por lo que como película, obviamente no convence a casi nadie.
El héroe resulta tosco y antipático, y salvo un par de sarcásticos comentarios puntuales, poco aporta en pro del interés del film. Sus féminas de contorno (la catalana Mónica Randall entre ellas) no son esta vez motivo suficiente como para alegrarnos el visionado, pues el film apenas muestra erotismo alguno. Y eso, en un fumetti, es del todo imperdonable.
La idea de que un super wrestler colabore con el servicio secreto para atrapar a un enemigo que pretende dominar el mundo es tan susceptible de salir bien como de salir mal, pero en manos de mercenarios de baja estofa acostumbrados a un cine realizado con prisas en la producción, todo está más que dicho.
Así que tan sólo nos queda aferrarnos a algunos detalles para extraer algo positivo de la experiencia, y que por fortuna, también los hallamos.
La figura del científico Diabolikus junto a su traicionera amante planeando el dominio del mundo a base de lingotes de oro es simpática, y al menos su relación sufre cambios de rumbo interesantes, no como el anodino del protagonista con su inoperante mujer. También la guarida de éstos, en un islote perdido repleto de cámaras y ¿congeladores, hornos, jaulas....? tiene cierto encanto, así como el delirante artefacto espacial de huida del que dispone el malvado doctor. Un capricho pulp muy propio del mundo de la viñeta.
Los graciosos gadgets a lo James Bond de los que dispondrá Superargo (¡esa oliva en un palillo!) junto con las pruebas físicas que debe pasar para convencer al gremio de sus poderes (entre las que está, como es natural, electrocutarse a placer) quizás sea lo mejor del film, pues nos demuestra que funciona mejor salpicada de comedia que en un tono absurdamente serio.
Tampoco desmerece el combate inicial entre Superargo y El Tigre, pues ambos hacen gala de unas excelentes aptitudes para las coreografías de lucha y éstas son realmente soberbias, propias de verdaderos profesionales (algunas acrobacias son espeluznantes).
Así pues, el film de Nicola Nostro no fue más que un producto de temporada a medio cocer, de una simpleza técnica abrumadora y escasos recursos que sin embargo, puede resultar agradable visto desde la perspectiva adecuada. Haciendo un esfuerzo por entender la naturaleza de su origen y sin apretarle demasiado las tuercas innecesariamente, esta primera aventura de Superargo (que tendría una secuela 2 años después, bastante superior) supuso un modesto pero fallido intento de fumetti, aunque suficiente como para acordarnos con cariño del desaparecido Nicola Nostro.
16 de agosto de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta toscano Piero Vivarelli (1927-2010) se sumó a la moda de películas inspiradas en cómics italianos para dirigir dos sucesivos proyectos, Mister-X en 1967 y la más popularizada Satanik un año después, ambas ciertamente irregulares, pero no por eso del todo desdeñables.
A raíz de la publicación de historietas impresas de carácter sexy-violento como Diabolik o Kriminal a mediados de los 60, brotaron decenas de imitaciones y/o variantes de la figura del antihéroe enmascarado enfundando leotardos, pero no tantas fueron llevadas a la pantalla como sabemos, y menos con un mínimo de interés.
En el caso del fumetto "Mister X", de Bolzoni y Caminito, gozó de cierta repercusión en su periplo inicial en papel y eso despertó el interés comercial por llevarlo al celuloide. Vivarelli (o Donald Murray, como se prefiera), militante comunista tras la Segunda Guerra Mundial, se unió a la fiesta sin remilgos, entendiendo que se trataba de una producción sobre espías más, pero esta vez con disfraces.
Anunciado como "Un fumetto giallo", lo cierto es que esta coproducción hispano-italiana no obtuvo ni el impacto ni la recaudación pretendida en su día, y tampoco con su "más difícil todavía", la coetánea versión televisiva (de la que solo se acuerda YouTube), o incluso el recurso definitivo, el personaje de Mister X anunciando detergentes Dixan. En fin, todas relegadas al ostracismo con honores.
Volviendo a su versión fílmica, "Avenger X" como se le conoce internacionalmente, presenta al millonario Bob Rockson, ocho veces campeón del mundo de golf, retirado ya de su andadura "criminal" siendo Mister X, al que ahora se le acusa de un asesinato que no ha cometido, pues alguien ha suplantado su ya de por sí enmascarada identidad.
Por contra, George Lamar, presidente de una importante empresa química, trafica con drogas y hace tratos con la mafia para robustecer su economía, y claro, borra del mapa a quien intente destapar su trama, aunque se trate de una más de entre su grupo de sinuosas amantes. La horma de su zapato será, como seguro estaréis suponiendo, nuestro espigado y sagaz bandido, al que haciendo un esfuerzo muy importante, compararemos con Arsène Lupin.
La acción se trasladará a la isla de Capri, donde Mister X (el recientemente fallecido Pier Paolo Capponi, popular por intervenir en varios giallos, aquí más cool como Norman Clark) y su fiancée Timmy se colarán en la mansión que allí posee el magnate para chafarle los planes y de paso volverse a sentir importante, porque de eso se trataba, de desplegar toda su egolatría y aires de aristócrata pasado de rosca.
Lo más negativo de la cinta, por encima incluso de lo aburrida que llega a ser en muchos segmentos, es la falta absoluta de empatía que se siente hacia el hombre X, llegando casi al repudio. Si bien su personaje tiene puntos interesantes, como que sea un maestro del disfraz (el mayor acierto de todos), demuestre una crueldad sin límites o juguetee con el nihilismo, el problema venía ya de base.
Le falta tanto encanto y hay tan poco carisma en Capponi, que todo se hace plano y monótono. Con solo decir que pasan 40 minutos hasta poder verle en mallas o que la presencia de Helga Liné sea casi anecdótica (aquí como "miembra" del harén del magnate), son claros síntomas.
Tampoco ayuda el obsesivo empeño del cineasta en mostrar planos entre objetos (esculturas, helicópteros, árboles...), pues parece más un ejercicio de embeleso personal que una herramienta para enriquecer la obra, llegando a hastiar en algunos puntos concretos.
La escasez de violencia, sexo o sentido del humor adolecen todavía más su visionado, y tan solo pequeños destellos de entre toda esta maleza fílmica recompensan nuestro tiempo. De entre ellos, los citados disfraces de X, como la máscara a lo Misión Imposible o el delirante momento como forense, secuencias más o menos originales (el intercambio del funicular o la horripilante muerte en la lancha), algunas frases lapidarias o el desfile de bellezas que conlleva, además de un par de localizaciones míticas.
Sea como sea, este flojo fumetto nero (uno de los más difíciles de encontrar en condiciones óptimas) con un protagonista tan remilgado, escuchimizado y sosaina como éste, no constará entre los mejores de su género, pero sí aporta su granito de arena a tan entrañable movimiento sobre enmascarados. O al menos a mí me lo parece.
JESÚS ÁLVAREZ (SOSPECHOSOS CINÉFAGOS)
22 de agosto de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Nadie podía salvar a la humanidad en peligro excepto él. Ni todo un ejército podía contra su voluntad y su fuerza. Por eso era llamado... el fantástico Superman". Estas contundentes frases adornaban los fotocromos y marquesinas de los cines la Navidad de 1967, cuando "Goldface, el fantástico Superman" llegaba a las pantallas italianas.
Ni que decir tiene que su éxito en salas fue directamente proporcional a su calidad, y pasó al sistema doméstico al poco después (me refiero al moribundo VHS), donde sí tuvo un poco más de repercusión.
Lo insólito de la idea fue en primer lugar aprovechar el tirón sobre superhéroes italianos de andar por casa mezclado con la figura del wrestler mexicano "El Santo", y fusionarlo todo con la del mago Mandrake, un cómic de 1934 creado por el autor de The Phantom.
Como resultado, un pastiche difícilmente soportable que
no solo acusa una pobre dirección (a todos los niveles), sino también una preocupante cutrez general, parece hecha con prisas y no se percibe demasiado cariño en su realización, simplemente se limitaron a cumplir plazos y contratos.
A la ya clásica producción hispano-italiana, esta vez se sumó a la fiesta Venezuela, llevándose la acción a su terreno e implantando características "culturales" de cosecha propia, tanto de localizaciones (fue rodada íntegra en Caracas), como sociales (la lucha libre), además de aportar al protagonista casanova Robert Anthony, o mejor dicho, Espartaco Santoni (1932-1998), muy conocido en España y no solo por sus 8 matrimonios.
Lo más curioso e injusto de todo es que bajo esa "cara de oro", arriesgando su integridad en varias escenas peligrosas (cuentan que había barracudas en el mar en una de ellas) y realizando acrobacias de todo tipo, no estaba el bueno de Santoni, sino su fornido stunt, el todoterreno Attilio Severini, aquí además reservándose un papel bajo el seudónimo de Big Matthews. Él merece muchos más aplausos que nadie, pues se implica como ninguno e incluso pone en riesgo su vida por la película.
En su lucha contra la organización Cobra, que coordina con destreza chantajes millonarios a empresas, Goldface saca tiempo entre combate y combate para poner orden, ligarse a todo ser viviente y además pasearse con su ridículo atuendo (esta vez sí lo es) apalizando esbirros torpones.
El luchador dorado se oculta tras la figura de un respetado científico, el doctor Vilar, el cual ayuda a empobrecer si cabe la poca trama que hay, y en vez de sumar carisma como viene siendo costumbre, más bien resta, dibujando un personaje plano y sin interés.
Acompañado por su inseparable amigo Lothar (también Kotar, Lothair...una mole africana devora-cacahuetes que encarna, y nunca mejor dicho, el wrestler de origen cubano "El Gran Lotario", casado además con la hermana de Santoni), finalmente se verán las caras contra "el Cobra", una suerte de villano hiper-ególatra y despiadado que habla de sí mismo en tercera persona, se cree casi una deidad y dice nacer uno como él cada milenio. Su atuendo al final de la película es casi genial, y es una verdadera pena que no recayese gran parte de los minutos sobre su persona, pues como enemigo estaba muy por encima del resto de personajes.
Goldface, el fantástico superman, no es más que un producto caprichoso sin mayor entidad, rodada por realizadores mediocres con el piloto automático y con todo el paquete al completo, o sea, mal montada, filmada, sonorizada (un horror), interpretada y pensada. Es decir, muy fallida. Aún así, y más allá de su obvia condición de cine Z, contiene trazas de diversión y casi todas gracias a los diálogos, sobre todo cuando son subidas de tono.
Frases como: "me pregunto si será tan bruto haciendo el amor", pronunciada por una periodista germana algo acalorada que presencia un combate en directo, o "Ahora no puedo que tengo que entrenar, pero te pondré en mi lista de espera", dicha por el propio Goldface ante una insinuación, son ejemplos del humor que puntualmente despliega el film. Por desgracia, no es suficiente como para tenerla en consideración y se cae por su propio peso. Tan sólo queda ya como un mero documento fílmico de antiguas leyendas del wrestling venezolano, y eso si a alguien le importa....
Como curiosidad, destacar que el fiel compañero del antes citado mago Mandrake, se llamaba Lothar, y su archienemigo obviamente, La Cobra. Originalidad por los suelos también, en fin...
JESÚS ÁLVAREZ, SOSPECHOSOS CINÉFAGOS
20 de agosto de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el turno de abordar uno de los títulos italianos sobre encapuchados estrafalarios más divertidos de cuantos se llegaron a filmar a finales de la década de los 60.
Plenamente consciente de sus referentes tebeísticos y por fortuna bastante desmadrado, "Flashman contra el hombre invisible" se convierte en todo un disfrute sensitivo a muchos niveles, una especie de hermano menor alocado de la formidable Diabolik de Mario Bava que termina por ser una comedia ejemplar para el subgénero al que obedece, el fumetti neri.
Estrenada en la primavera de 1967, sin duda el año con mayor número de producciones sobre justicieros playboy con capa y antifaz, Flashman está considerado por algunas fuentes como el primer superhéroe del cine italiano, mezcla disparatada de los iconos de DC Superman y Batman, obvios referentes, pero pasados por el siempre bienvenido túrmix transalpino.
Echando más leña al fuego, se atreve además a ser una versión de la novela de H.G.Wells "The Invisible Man", dándole dos vueltas de tuerca y llevándose la trama al puro gag, conjugando elementos con la suficiente habilidad y tino como para resultar endemoniadamente entretenida.
En un laboratorio de Londres, el profesor Philips logra al fin la pócima de la invisibilidad, para segundos después ser asesinado a sangre fría por un gánster de poca monta llamado Kid. El objetivo del criminal es robar en el banco de Irlanda sin ser visto, pero allí también lleva a cabo sus diabluras la encantadora Alika, una ladrona que junto a su séquito de hermosas (pero implacables) cómplices, metían mano en la caja de forma habitual.
El intrépido Flashman (un Lord de sangre azul llamado Alex Burman que combate el crimen por aburrimiento), se sumará a la fiesta y tratará de evitar que ambos frentes se salgan con la suya, primero con el robo a la entidad bancaria y después con un objetivo aún más ambicioso, un maharajá conocido por ser el hombre más rico del mundo, que se encuentra de viaje en Beirut y al que pretenden arrebatarle su inmensa fortuna.
El mayor acierto de Guglielmo Loy (J. Lee Donan para la ocasión), fue conseguir que su película tuviese en todo momento una agradable sensación de transparencia, pues es del todo honesta y se regodea en el humor hasta las últimas consecuencias, exagerando los tópicos y destapando con gracia las costuras de modelos previos. Aquí nadie quiere ni dominar ni destruir el planeta, solo forrarse; el héroe, además de ser un caprichoso millonario con mayordomo y demás lujos, es directamente de la realeza (¡¡esa llamada a la mismísima Reina Isabel!!); va acompañado de una mujer, en efecto, pero es su hermana menor yé-yé, y sus habilidades van en función de la hazaña que toque superar, sumando destrezas a medida que avanza la trama.
Otro punto inesperadamente divertido son los trucajes, pues pese a verse casi siempre el recurso, ya sean cables, hilos de pescar, trampas de encuadre, maquetas o muñecos, bien mirado resulta coherente tanto con el tono como con el propósito de la cinta. En esta ocasión, el disfraz con chaleco antibalas incluido recayó en un aplicado Paolo Gozlino (Paul Stevens 1929-1992), coreógrafo de baile y habitual en programas de televisión que sin ser nada del otro mundo, supo convertir sus limitaciones interpretativas en pequeños aciertos, poniendo al servicio del personaje su inexpresiva cara y sus ojos azules con tal de parecer inalterable ante las adversidades.
Al tratarse de una co-producción franco-italiana, el desmelene llevó consigo algunos ingredientes galos. La citada Alika (la ex-modelo belga Claudie Lange), con menos minutos que su compañero enmascarado, sin duda era un personaje más interesante, maquiavélica y perspicaz, además de aportar belleza al entuerto. El detective Baxter por contra, una suerte de Poirot enloquecido, lo encarna el francés Jacques Ary (1919-1974), tan exagerado y sobreactuado que extenúa, pero que acaba por ser inolvidable.
Remarcable pues como comedia que logra conjugar elementos multigénero (incluso el slapstick), que comprende muy bien el terreno que pisa y que pese a ser esclava de su propia naturaleza como producto de temporada de serie-B, consigue ser asombrosamente amena. En definitiva, que supo como ninguna extraer el espíritu cómico de este tipo de producciones, y yo que lo celebro.
JESÚS ÁLVAREZ (SOSPECHOSOS CINÉFAGOS)
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