El inflado metraje de la adaptación de la novela de Tolkien ya se percibía en la primera entrega. Así que no me quejaré por eso. Pero soy de los que piensan que cuando un cineasta se preocupa sobre todo de intentar agradar a todo el mundo con su obra el arte cede a favor del dólar (aunque en este caso sea en sentido figurado ya que si fuera esa la intención real "El Hobbit" duraría bastante menos). Y si es bien cierto que cine y literatura tienen lenguajes distintos el buen hacer del guionista consiste en lograr que ninguno de los dos se prostituya. Sin embargo, y salvo raras excepciones, al final la puta siempre es la novela.
El espectador actual ya se conforma con mera acción, entretenimiento, efectos visuales y 3D (y en ese sentido no va a sentirse defraudado). El aficionado a Tolkien va a ver personajes y mucha Tierra Media (tampoco va a sentirse defraudado por esto). ¿Entonces donde está el problema? Pues que el lector de "El Hobbit" va a intentar ver la novela... y quizás intuya algún resquicio de ella...
De todas formas no desesperéis. Tenéis Tierra Media en 3D para casi tres horas y eso siempre es una maravilla. Aunque el espíritu de Tolkien permanezca en el limbo de su genial obra.

En dos horas y media he viajado por la Tierra Media... y para un admirador de la obra de Tolkien esto resulta más que suficiente. Jackson demuestra amor y respeto por la mitología del viejo profesor. Más que suficiente para mí. Si tuviera que elegir un momento del film me quedo con la bellísima imagen del monte Erebor en la distancia del Bosque Negro.

La paranoia fanática de un director fanático confirma el exceso audiovisual de un film menos creíble que "Plan 9 del Espacio Exterior". En caso de haber existido un personaje tan escandalosamente masoquista, como el que nos presenta el film, este no hubiera sobrevivido a los bestiales azotes y el previo martirio con los que parece disfrutar el elemento Gibson. Hubieran crucificado un cadáver. Fantasmada como pocas nos ha ofrecido el cine. Una película solo adecuada para mentes perversas y firmada por un fascista. Patética.