You must be a loged user to know your affinity with SrPurpura
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,6
39.164
7
21 de agosto de 2024
21 de agosto de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto varias veces esta película, pero nunca me había puesto a analizarla en profundidad, más allá del simple disfrute. Vaya por delante que la temática me fascina desde que era un crío, y por eso esta película toca una vena especialmente sensible en mí.
Robert Zemeckis, un director al que considero con gran capacidad visual y rítmica, se propone adaptar la novela homónima de uno de los divulgadores científicos más importantes de nuestra historia reciente: Carl Sagan. Tanto la obra original como la película se centran en un tema tan complejo como la batalla entre la ciencia, la religión y el lugar que ocupa el ser humano en el universo. Pero, ¿y si realmente no existiera tal batalla, y ese debate o planteamiento fuera solo producto de nuestra búsqueda de significado en el cosmos?
Este debate lo veremos a través de dos personajes: Ellie Arroway, la protagonista de la película, marcada por la pérdida de sus padres y símbolo de la búsqueda científica y la soledad, enfrentada a una sociedad (americana, por supuesto) que no está preparada. El otro pilar es Palmer Joss, quien actúa como contrapunto ideológico de Ellie y como interés romántico. La obra parece preguntarnos: ¿Pueden convivir ambas posturas? En la vida real, nos encontraríamos con posturas más grises e intermedias, pero en una película es complicado establecer más puntos de vista sin perder el foco narrativo.
Sin embargo, estamos hablando de una película, no de un ensayo, así que Don Burgess, director de fotografía habitual de Zemeckis, juega con secuencias que contraponen la vastedad del universo con la pequeñez del ser humano, transmitiendo al espectador la atmósfera de asombro y misterio que viven sus protagonistas. Mención especial a la escena de la Máquina, que, pese a que el CGI ha envejecido un poco, sigue resultando muy evocadora. A esto se suma la banda sonora de Alan Silvestri, que, aunque no es deslumbrante ni se roba el protagonismo, subraya eficazmente los eventos y emociones que experimentan los personajes. El diseño sonoro, en particular, juega un papel crucial en el momento en que escuchamos la primera señal de contacto, dotando a la obra de un misterio que se resolverá en el último tercio de la trama.
Zemeckis es especialmente hábil con el ritmo y la tensión dramática de la película, logrando grandes secuencias y, sobre todo, enlazándolas con fluidez, equilibrando lo visual con lo emocional de una manera que, por ejemplo, Christopher Nolan no siempre consigue. Mientras que Nolan tiende a dejarse llevar por los elementos de ciencia ficción, a Zemeckis le interesa más el drama filosófico que subyace a un descubrimiento de este tipo. Mención especial merece la icónica escena del espejo, donde la joven Ellie corre a buscar medicamentos para su padre, o la secuencia inicial que enlaza la inmensidad del universo con el ojo de la protagonista. Visualmente, es una película impresionante para su época, y tengo pocas pegas, incluso con el CGI, que me parece bien utilizado.
El director tampoco se moja dando una respuesta sobre la ciencia y la fe, sino que se limita a plantear la pregunta, dejando que el espectador llegue a sus propias conclusiones.
Hasta aquí, todo es maravilloso, pero Zemeckis también cae en algunos reduccionismos y simplificaciones propios de su época y contexto. Un ejemplo es el tropo de Estados Unidos como protagonista absoluto de un evento de escala mundial y, por supuesto, como los grandes líderes de la ciencia, equiparando "humanidad" con "americanos". Otro aspecto que me rechina es la inclusión del clásico "ingeniero superinteligente y multimillonario excéntrico", utilizado para dar un par de giros mágicos a la narrativa, sin mayor cuestionamiento o intención detrás. Esto, más propio del cine pulp, rompe con el tono serio de la obra. Estos elementos le restan profundidad a un tema que merecía un tratamiento más serio y cuya simplificación parece diseñada para hacer la película más accesible al gran público.
Contact es una película sólida, con grandes ideas y momentos visuales impresionantes, pero que podría haber ido un poco más lejos si no fuera por algunos clichés narrativos y una perspectiva limitada.
Robert Zemeckis, un director al que considero con gran capacidad visual y rítmica, se propone adaptar la novela homónima de uno de los divulgadores científicos más importantes de nuestra historia reciente: Carl Sagan. Tanto la obra original como la película se centran en un tema tan complejo como la batalla entre la ciencia, la religión y el lugar que ocupa el ser humano en el universo. Pero, ¿y si realmente no existiera tal batalla, y ese debate o planteamiento fuera solo producto de nuestra búsqueda de significado en el cosmos?
Este debate lo veremos a través de dos personajes: Ellie Arroway, la protagonista de la película, marcada por la pérdida de sus padres y símbolo de la búsqueda científica y la soledad, enfrentada a una sociedad (americana, por supuesto) que no está preparada. El otro pilar es Palmer Joss, quien actúa como contrapunto ideológico de Ellie y como interés romántico. La obra parece preguntarnos: ¿Pueden convivir ambas posturas? En la vida real, nos encontraríamos con posturas más grises e intermedias, pero en una película es complicado establecer más puntos de vista sin perder el foco narrativo.
Sin embargo, estamos hablando de una película, no de un ensayo, así que Don Burgess, director de fotografía habitual de Zemeckis, juega con secuencias que contraponen la vastedad del universo con la pequeñez del ser humano, transmitiendo al espectador la atmósfera de asombro y misterio que viven sus protagonistas. Mención especial a la escena de la Máquina, que, pese a que el CGI ha envejecido un poco, sigue resultando muy evocadora. A esto se suma la banda sonora de Alan Silvestri, que, aunque no es deslumbrante ni se roba el protagonismo, subraya eficazmente los eventos y emociones que experimentan los personajes. El diseño sonoro, en particular, juega un papel crucial en el momento en que escuchamos la primera señal de contacto, dotando a la obra de un misterio que se resolverá en el último tercio de la trama.
Zemeckis es especialmente hábil con el ritmo y la tensión dramática de la película, logrando grandes secuencias y, sobre todo, enlazándolas con fluidez, equilibrando lo visual con lo emocional de una manera que, por ejemplo, Christopher Nolan no siempre consigue. Mientras que Nolan tiende a dejarse llevar por los elementos de ciencia ficción, a Zemeckis le interesa más el drama filosófico que subyace a un descubrimiento de este tipo. Mención especial merece la icónica escena del espejo, donde la joven Ellie corre a buscar medicamentos para su padre, o la secuencia inicial que enlaza la inmensidad del universo con el ojo de la protagonista. Visualmente, es una película impresionante para su época, y tengo pocas pegas, incluso con el CGI, que me parece bien utilizado.
El director tampoco se moja dando una respuesta sobre la ciencia y la fe, sino que se limita a plantear la pregunta, dejando que el espectador llegue a sus propias conclusiones.
Hasta aquí, todo es maravilloso, pero Zemeckis también cae en algunos reduccionismos y simplificaciones propios de su época y contexto. Un ejemplo es el tropo de Estados Unidos como protagonista absoluto de un evento de escala mundial y, por supuesto, como los grandes líderes de la ciencia, equiparando "humanidad" con "americanos". Otro aspecto que me rechina es la inclusión del clásico "ingeniero superinteligente y multimillonario excéntrico", utilizado para dar un par de giros mágicos a la narrativa, sin mayor cuestionamiento o intención detrás. Esto, más propio del cine pulp, rompe con el tono serio de la obra. Estos elementos le restan profundidad a un tema que merecía un tratamiento más serio y cuya simplificación parece diseñada para hacer la película más accesible al gran público.
Contact es una película sólida, con grandes ideas y momentos visuales impresionantes, pero que podría haber ido un poco más lejos si no fuera por algunos clichés narrativos y una perspectiva limitada.

7,8
57.854
9
17 de diciembre de 2024
17 de diciembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hitchcock toma una premisa aparentemente sencilla —un pueblo costero atacado por aves— y la transforma en una obra maestra que transita, con cuidado milimétrico, desde la ligereza cómica hasta el terror más asfixiante. Lo que al principio parece una comedia de enredos, con la llegada de Melanie Daniels (Tippi Hedren) a Bodega Bay para gastarle una broma a Mitch Brenner (Rod Taylor), se va tornando en una tragedia surrealista. El director utiliza transiciones graduales de tono, apoyándose en el silencio creciente, la ausencia de música, y una puesta en escena que, plano a plano, va dejando atrás la frivolidad inicial para sumergir al espectador en un caos insondable.
La evolución psicológica de Melanie es central. Presentada inicialmente como una mujer frívola, casi cómica en su “jaula dorada” y su necesidad de atención, pronto revela una fragilidad interior marcada por heridas emocionales, en particular la ausencia materna. Esta transformación se vuelve palpable en detalles visuales: por ejemplo, la célebre escena en la que Melanie espera sentada en un banco de escuela mientras las aves, tras ella, se van posando en el columpio. Sin que ella se dé cuenta, Hitchcock monta plano tras plano aumentando la tensión, hasta que el espectador comparte su inquietud ante lo desconocido. Aquí, la cámara funciona como un bisturí que disecciona la fachada de seguridad de Melanie, mientras la amenaza exterior —un conjunto de gaviotas y cuervos aparentemente sin causa ni objetivo— se cierne sobre su vulnerabilidad.
La violencia inexplicable de los pájaros altera el orden social, confronta a cada personaje con sus propias carencias y despoja a la comunidad de cualquier ilusión de control. La amenaza no tiene un rostro identificable; es un vacío trágico que puede entenderse como metáfora del caos latente bajo la superficie de la vida cotidiana. Dentro del contexto de la filmografía de Hitchcock y del cine de terror de los años 60, “Los Pájaros” rompe con la convención al prescindir de un motivo lógico o un villano reconocible. El resultado es una sensación permanente de desamparo, un reflejo inquietante del miedo a lo desconocido y de la fragilidad de la civilización que, a diferencia de otros thrillers de la época, no ofrece redención ni respuestas claras.
Hitchcock convierte lo cotidiano en pesadilla: un picado desde el cielo transforma un camino costero en un descenso a lo inexplorado; una bandada de gaviotas deviene en una plaga bíblica, amenazando no solo la paz del pueblo, sino la propia idea de orden natural. Así, el espectador queda atrapado —al igual que los habitantes de Bodega Bay— en un círculo de incertidumbre, sometido a una tensión que nunca se resuelve del todo.
La evolución psicológica de Melanie es central. Presentada inicialmente como una mujer frívola, casi cómica en su “jaula dorada” y su necesidad de atención, pronto revela una fragilidad interior marcada por heridas emocionales, en particular la ausencia materna. Esta transformación se vuelve palpable en detalles visuales: por ejemplo, la célebre escena en la que Melanie espera sentada en un banco de escuela mientras las aves, tras ella, se van posando en el columpio. Sin que ella se dé cuenta, Hitchcock monta plano tras plano aumentando la tensión, hasta que el espectador comparte su inquietud ante lo desconocido. Aquí, la cámara funciona como un bisturí que disecciona la fachada de seguridad de Melanie, mientras la amenaza exterior —un conjunto de gaviotas y cuervos aparentemente sin causa ni objetivo— se cierne sobre su vulnerabilidad.
La violencia inexplicable de los pájaros altera el orden social, confronta a cada personaje con sus propias carencias y despoja a la comunidad de cualquier ilusión de control. La amenaza no tiene un rostro identificable; es un vacío trágico que puede entenderse como metáfora del caos latente bajo la superficie de la vida cotidiana. Dentro del contexto de la filmografía de Hitchcock y del cine de terror de los años 60, “Los Pájaros” rompe con la convención al prescindir de un motivo lógico o un villano reconocible. El resultado es una sensación permanente de desamparo, un reflejo inquietante del miedo a lo desconocido y de la fragilidad de la civilización que, a diferencia de otros thrillers de la época, no ofrece redención ni respuestas claras.
Hitchcock convierte lo cotidiano en pesadilla: un picado desde el cielo transforma un camino costero en un descenso a lo inexplorado; una bandada de gaviotas deviene en una plaga bíblica, amenazando no solo la paz del pueblo, sino la propia idea de orden natural. Así, el espectador queda atrapado —al igual que los habitantes de Bodega Bay— en un círculo de incertidumbre, sometido a una tensión que nunca se resuelve del todo.

8,6
33.801
9
4 de diciembre de 2016
4 de diciembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chaplin también es capaz de montar una historia de amor al estilo Disney donde el príncipe se enamora, salva a la princesa y son felices. Salvo que aquí no hay príncipes ni princesas, ni siquiera fastuosos castillos. Aquí hay una ciudad llena de gente, ricos borrachos, pobres diablos que limpian la basura de otros por una miseria y combates clandestinos en la noche. Y una serie de calles con las que acabamos familiarizándonos.
Nos muestra una radiografía juguetona de una típica ciudad estadounidense de los años 30 y sus diferentes escalas en las que él mismo se deja ver desde su condición de vagabundo. La primera escena es soberbia. El alcalde y distinguidos miembros de la ciudad se disponen a erigir un conjunto escultórico cuando de pronto se encuentran con que, bajo la tela que cubría este, hay un vagabundo durmiendo e intentando resguardarse del frío que no entiende por qué todo el mundo se encuentra tan exaltado. Chaplin se mofa desde el mismo inicio de esos ilustres personajes orgullosos de sus posesiones materiales.
Así, en un amplio número de escenas fragmentadas, monta diferentes historias: amores, desamores, soledad, barreras sociales, miserias y oportunidades que tienen como hilo conductor a un Chaplin que se enmarca en una aventura para ayudar económicamente a una chica ciega de la que se ha enamorado, valga la redundancia, ciegamente.
En un mundo real donde el cine sonoro era ya una realidad nos encontramos con un director que prefiere seguir abusando de actuaciones soberbias con guiones que decían poco, pero insinuaban mucho. En algunos de los primeros planos de caras nos encontramos con algunos de los gestos y miradas que no necesitan ningún tipo de diálogo porque ya sabemos perfectamente que es lo que nos quieren relatar. Menos es más.
Y un final en el que, como la vida misma, no sabemos si sonreír o llorar. Si es feliz, es triste o es un poco de todo pero en el que, finalmente, somos capaces de ver.
“- ¿Ahora, ya ves?
- Si, ahora ya veo.”
Nos muestra una radiografía juguetona de una típica ciudad estadounidense de los años 30 y sus diferentes escalas en las que él mismo se deja ver desde su condición de vagabundo. La primera escena es soberbia. El alcalde y distinguidos miembros de la ciudad se disponen a erigir un conjunto escultórico cuando de pronto se encuentran con que, bajo la tela que cubría este, hay un vagabundo durmiendo e intentando resguardarse del frío que no entiende por qué todo el mundo se encuentra tan exaltado. Chaplin se mofa desde el mismo inicio de esos ilustres personajes orgullosos de sus posesiones materiales.
Así, en un amplio número de escenas fragmentadas, monta diferentes historias: amores, desamores, soledad, barreras sociales, miserias y oportunidades que tienen como hilo conductor a un Chaplin que se enmarca en una aventura para ayudar económicamente a una chica ciega de la que se ha enamorado, valga la redundancia, ciegamente.
En un mundo real donde el cine sonoro era ya una realidad nos encontramos con un director que prefiere seguir abusando de actuaciones soberbias con guiones que decían poco, pero insinuaban mucho. En algunos de los primeros planos de caras nos encontramos con algunos de los gestos y miradas que no necesitan ningún tipo de diálogo porque ya sabemos perfectamente que es lo que nos quieren relatar. Menos es más.
Y un final en el que, como la vida misma, no sabemos si sonreír o llorar. Si es feliz, es triste o es un poco de todo pero en el que, finalmente, somos capaces de ver.
“- ¿Ahora, ya ves?
- Si, ahora ya veo.”
Episodio

7,2
405
8
11 de diciembre de 2023
11 de diciembre de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el último de los tres episodios especiales que celebran el 60 aniversario de esta serie icónica de ciencia ficción. En esta ocasión, el Doctor se enfrenta a uno de sus enemigos más antiguos y temibles: el Juguetero, un ser capaz de manipular la realidad a su antojo y que ha vuelto para vengarse del Señor del Tiempo. La risa de una marioneta es el arma que usa para enloquecer a la humanidad, y solo el Doctor, con la ayuda de su fiel compañera Donna, podrá detenerlo.
El episodio es un homenaje a la historia de Doctor Who, con referencias a sus momentos más emblemáticos, sus personajes más queridos y sus villanos más recordados. El guion de Russell T. Davies es ingenioso, emocionante y divertido, y logra combinar el humor, el drama y la acción con maestría. La dirección de Chanya Button es dinámica y espectacular, y aprovecha al máximo los efectos especiales y la música de Murray Gold. El reparto está encabezado por David Tennant, que vuelve a demostrar por qué es uno de los mejores actores que ha dado vida al Doctor, y Catherine Tate, que aporta carisma, gracia y ternura a su papel de Donna. También destaca la interpretación de Neil Patrick Harris como el Juguetero, un villano siniestro y carismático que pone a prueba al Doctor como nunca antes.
Doctor Who: La risa (TV) es un final a la altura de Doctor Who, una serie que ha marcado a generaciones de espectadores con sus aventuras por el tiempo y el espacio. Un episodio que hará las delicias de los fans y que también servirá para atraer a nuevos seguidores. Si quieres saber más sobre Doctor Who y sus 60 años de historia, te recomiendo que escuches este programa de VDLN, donde otro colega y yo te contamos todo lo que necesitas saber sobre esta serie única e irrepetible y nos metemos en spoilers.
Puedes escuchar el programa aquí: https://go.ivoox.com/rf/120866896
El episodio es un homenaje a la historia de Doctor Who, con referencias a sus momentos más emblemáticos, sus personajes más queridos y sus villanos más recordados. El guion de Russell T. Davies es ingenioso, emocionante y divertido, y logra combinar el humor, el drama y la acción con maestría. La dirección de Chanya Button es dinámica y espectacular, y aprovecha al máximo los efectos especiales y la música de Murray Gold. El reparto está encabezado por David Tennant, que vuelve a demostrar por qué es uno de los mejores actores que ha dado vida al Doctor, y Catherine Tate, que aporta carisma, gracia y ternura a su papel de Donna. También destaca la interpretación de Neil Patrick Harris como el Juguetero, un villano siniestro y carismático que pone a prueba al Doctor como nunca antes.
Doctor Who: La risa (TV) es un final a la altura de Doctor Who, una serie que ha marcado a generaciones de espectadores con sus aventuras por el tiempo y el espacio. Un episodio que hará las delicias de los fans y que también servirá para atraer a nuevos seguidores. Si quieres saber más sobre Doctor Who y sus 60 años de historia, te recomiendo que escuches este programa de VDLN, donde otro colega y yo te contamos todo lo que necesitas saber sobre esta serie única e irrepetible y nos metemos en spoilers.
Puedes escuchar el programa aquí: https://go.ivoox.com/rf/120866896
8
16 de octubre de 2024
16 de octubre de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El bazar de las sorpresas» (1940) es una de esas películas donde la forma visual es tan importante como el diálogo. Ernst Lubitsch, con su famoso «toque», construye una historia encantadora de enredos románticos a través de la sutileza de la imagen. La tienda donde trabajan los protagonistas no es solo un escenario, es casi un personaje más. Las distancias físicas entre ellos, las barreras que los separan, todo está cuidadosamente coreografiado para reflejar la tensión emocional.
La iluminación, que pasa de la calidez en las escenas privadas a la frialdad de las interacciones en la tienda, acompaña perfectamente el desarrollo de los personajes. Lubitsch es un maestro en sugerir más de lo que muestra: un cruce de miradas o una pequeña proximidad pueden tener más impacto que cualquier gran gesto dramático.
El montaje también es clave. Lubitsch no acelera el ritmo, sino que deja que cada interacción respire, permitiendo que el espectador se adentre en las sutilezas de las actuaciones. Lo que parece una simple comedia romántica es en realidad una lección de cómo la forma visual puede transmitir tanto o más que las palabras.
La iluminación, que pasa de la calidez en las escenas privadas a la frialdad de las interacciones en la tienda, acompaña perfectamente el desarrollo de los personajes. Lubitsch es un maestro en sugerir más de lo que muestra: un cruce de miradas o una pequeña proximidad pueden tener más impacto que cualquier gran gesto dramático.
El montaje también es clave. Lubitsch no acelera el ritmo, sino que deja que cada interacción respire, permitiendo que el espectador se adentre en las sutilezas de las actuaciones. Lo que parece una simple comedia romántica es en realidad una lección de cómo la forma visual puede transmitir tanto o más que las palabras.
Más sobre SrPurpura
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here