Oda a la mujer. Oda a la feminidad. Sin putrefactas polémicas impostadas de una sociedad ideologizada. Lo mejor de la mujer, lo que constituye en su esencia a la mujer llevado con un estilo lento pero seguro.
Abandonando el diálogo marxista que infecta a Hollywood, Cuarón presenta una situación cotidiana y de la cotidianeidad cuenta una historia que hoy parece ciencia ficción. Resulta que la señora no es un ogro que oprime a sus empleados. Resulta que la empleada no odia en secreto la vida burguesa de sus amos. Resulta que la madre es madre y cuando las circunstancias mandan toma las riendas. Resulta que los niños aman a la empleada y ellos la aman a ella. Y ella está dispuesta a dar su vida por ellos. Lo que haga falta. Porque es una mujer en todo su esplendor.

Y el hombre mostrando en su imagen más miserable, pero sin grandes aspamientos. Individuos de la hediondez que presenta el director no son la norma ni así se muestra. Da igual. No es una batalla de sexos. Eso es una vulgaridad auspiciada y propia de una sociedad enferma. Sus personajes pasan de puntillas sin protagonismo.

Cuarón solo quiere decir a la mujer que es maravillosa. Sin convertirla en lo que no es ni queriendo que quiera ser lo que nunca será. Pura realidad.