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Críticas ordenadas por utilidad
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5
3 de abril de 2011
3 de abril de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pío Baroja opinaba que lo que diferencia al Pueblo Vasco, por encima de la raza, es la manera de sentir. En este mismo sitio he leído opiniones de gente cercana cuyo criterio no comparto en absoluto, así que no creo que sea ese el único motivo, pero todos los comentarios del amigo Felix, además de inteligentes y divertidos, me parecen muy acertados. He disfrutado mucho leyéndolos, y en verdad los comparto.
Toreros españoles, luchadores de sumo, África considerada como un país y va que chuta… Tópicos por doquier, diálogos absurdos, interpretaciones que dan risa… “The Quest” es una peli con la que disfrutas de peque, te tronchas de adulto, y vuelves a disfrutarla de viejo.
Cine de acción sin más pretensiones que pasar un buen rato y olvidar los problemas. Que no es poco.
P.D. Algunos usuarios meten películas en sus listas como si estuviesen coleccionando los pokèmon. Aunque todavía no he visto muchas de ellas, creo que la lista que Felix ha hecho es, a diferencia de otras, realmente útil y digna de confianza.
Toreros españoles, luchadores de sumo, África considerada como un país y va que chuta… Tópicos por doquier, diálogos absurdos, interpretaciones que dan risa… “The Quest” es una peli con la que disfrutas de peque, te tronchas de adulto, y vuelves a disfrutarla de viejo.
Cine de acción sin más pretensiones que pasar un buen rato y olvidar los problemas. Que no es poco.
P.D. Algunos usuarios meten películas en sus listas como si estuviesen coleccionando los pokèmon. Aunque todavía no he visto muchas de ellas, creo que la lista que Felix ha hecho es, a diferencia de otras, realmente útil y digna de confianza.

5,6
26.604
8
21 de marzo de 2011
21 de marzo de 2011
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnifica película si la evaluamos dentro de su género (acción-intriga) en la que la pareja protagonista Sean Connery-Catherine Zeta-Jones tienen, a pesar de la diferencia de edad, una química tan evidente que consiguen hacer más creíble y disfrutable su tensión sexual que la mayoría de filmes con tándemes de jóvenes.
Ritmo trepidante, diversión, emoción e intriga hasta el último momento.
A destacar muy positivamente algunos momentos en los cuales la película es capaz de trascender con acierto de la mera acción y abordar cuestiones más profundas como la lealtad, la soledad y el valor:
"Yo confiaba en ti" dice casi llorando Gin Baker con tanta profundidad, con tanto dolor en sus gestos, que, en mi opinión, ésta es una de las mejores escenas del cine y por la que, unida a un bellísimo final que sabe a victoria, esta película merece ser vista y aún recordada.
Ritmo trepidante, diversión, emoción e intriga hasta el último momento.
A destacar muy positivamente algunos momentos en los cuales la película es capaz de trascender con acierto de la mera acción y abordar cuestiones más profundas como la lealtad, la soledad y el valor:
"Yo confiaba en ti" dice casi llorando Gin Baker con tanta profundidad, con tanto dolor en sus gestos, que, en mi opinión, ésta es una de las mejores escenas del cine y por la que, unida a un bellísimo final que sabe a victoria, esta película merece ser vista y aún recordada.

6,3
22.467
8
21 de marzo de 2011
21 de marzo de 2011
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Claro ejemplo de cómo el carisma del personaje principal es capaz de convertir una correcta pero anodina mezcla de comedia y drama en una película inolvidable que deja en el corazón un poso especial y para siempre.
A pesar de sus evidentes deficiencias y del inevitable paso del tiempo, la jovencísima Anna Chlusmsky logra, la mayor parte del metraje al menos, dotar a su personaje de ese tan pocas veces conseguido intemporal magnetismo que atrapa al espectador en su aura y ya no le suelta jamás.
Para muchos de los que hemos visto esta película, ella siempre será nuestra chica.
A pesar de sus evidentes deficiencias y del inevitable paso del tiempo, la jovencísima Anna Chlusmsky logra, la mayor parte del metraje al menos, dotar a su personaje de ese tan pocas veces conseguido intemporal magnetismo que atrapa al espectador en su aura y ya no le suelta jamás.
Para muchos de los que hemos visto esta película, ella siempre será nuestra chica.
27 de marzo de 2011
27 de marzo de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que me gusta leer a Pío Baroja. Puede que fuese antiliberal y racista, pero sus libros tienen algo muy importante y poco común: un claro deseo de saber y una sinceridad absoluta.
En nuestros días, sólo he encontrado algo parecido en la obra de Michel Houellebecq (desde detrás de la pluma, no de la cámara, se entiende, al menos por ahora)
Pío Baroja creía que existen escritores para los que las culturas orientales guardan algo así como un secreto, una filosofía que podría renovar el espíritu del viejo continente. Guerón, por ejemplo, supone en sus libros que la época tradicional y salvaje de los pueblos de Europa es la época de la verdadera sabiduría, mientras que el periodo que se inicia con la filosofía griega es un periodo de decadencia.
Y justo esto, en otro contexto, es lo que defiende Kounen, director y guionista de “Blueberry”: la idea de que la cultura suprarracional de los nativos norteamericanos estaba cargada de conocimiento, sabiduría y salud, gracias a una forma de vida primitiva y a “poderosas medicinas” como la marihuana, la mescalina o el peyote mientras que, al mismo tiempo, el “estúpido hombre blanco” con su tabaco, su whisky, su ciencia y su progreso estaba físicamente enfermo y espiritualmente acabado.
Inaceptable mensaje que rechaza por principios cualquier debate o crítica racional y que, además, resulta peligroso en tanto que por su apología de las sustancias psicoactivas como fuente de conocimiento conduce, paradójicamente, al deterioro de la salud física y mental, así como a un hastío espiritual semejante a lo que Baudelaire denominaba “Spleen”, y que ya experimentó en sus propias carnes (y espíritus) el hipismo de los años '60 pero que sigue vivo bajo el confuso término de “New age”.
Por eso, en este caso, es de agradecer que la película no funcione. “Blueberry” tiene un guión tan malo, un ritmo narrativo tan irregular, un metraje tan excesivo, unas interpretaciones tan flojas y unos efectos especiales tan desaprovechados que el espectador, a pesar de la música y las bellas imágenes aéreas, en ningún momento empatiza con un protagonista que parece drogadicto y no sabio, con unos indios que dan la impresión de ser sus camellos, ni con unos personajes secundarios psicológicamente planos cuyas escenas, las más de las veces, son absurdas e innecesarias, y, de esta forma, afortunadamente, su nocivo y equivocado mensaje se pierde entre las alucinaciones lisérgicas del personaje de Moebius.
En nuestros días, sólo he encontrado algo parecido en la obra de Michel Houellebecq (desde detrás de la pluma, no de la cámara, se entiende, al menos por ahora)
Pío Baroja creía que existen escritores para los que las culturas orientales guardan algo así como un secreto, una filosofía que podría renovar el espíritu del viejo continente. Guerón, por ejemplo, supone en sus libros que la época tradicional y salvaje de los pueblos de Europa es la época de la verdadera sabiduría, mientras que el periodo que se inicia con la filosofía griega es un periodo de decadencia.
Y justo esto, en otro contexto, es lo que defiende Kounen, director y guionista de “Blueberry”: la idea de que la cultura suprarracional de los nativos norteamericanos estaba cargada de conocimiento, sabiduría y salud, gracias a una forma de vida primitiva y a “poderosas medicinas” como la marihuana, la mescalina o el peyote mientras que, al mismo tiempo, el “estúpido hombre blanco” con su tabaco, su whisky, su ciencia y su progreso estaba físicamente enfermo y espiritualmente acabado.
Inaceptable mensaje que rechaza por principios cualquier debate o crítica racional y que, además, resulta peligroso en tanto que por su apología de las sustancias psicoactivas como fuente de conocimiento conduce, paradójicamente, al deterioro de la salud física y mental, así como a un hastío espiritual semejante a lo que Baudelaire denominaba “Spleen”, y que ya experimentó en sus propias carnes (y espíritus) el hipismo de los años '60 pero que sigue vivo bajo el confuso término de “New age”.
Por eso, en este caso, es de agradecer que la película no funcione. “Blueberry” tiene un guión tan malo, un ritmo narrativo tan irregular, un metraje tan excesivo, unas interpretaciones tan flojas y unos efectos especiales tan desaprovechados que el espectador, a pesar de la música y las bellas imágenes aéreas, en ningún momento empatiza con un protagonista que parece drogadicto y no sabio, con unos indios que dan la impresión de ser sus camellos, ni con unos personajes secundarios psicológicamente planos cuyas escenas, las más de las veces, son absurdas e innecesarias, y, de esta forma, afortunadamente, su nocivo y equivocado mensaje se pierde entre las alucinaciones lisérgicas del personaje de Moebius.

7,6
5.603
9
31 de marzo de 2011
31 de marzo de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los hombres como yo (se lo confieso sin el menor atisbo de vanidad) estamos condenados a sorprender a todo el mundo. Dígamelo ya, amiga mía, ¿a cuántos hombres como yo ha conocido usted? ¿Doce? ¿Cuatro? ¿Cinco? ¿Ninguno? Le aseguro, sin embargo, que no soy un ejemplar único. No hay muchos, lo reconozco, pero hay otros. Sé positivamente que los hay. Aquí mismo, en esta gran ciudad, disfrazados de empleados de banca, de fontaneros, de conductores de autobús o de odontólogos, por citar sólo unas cuantas profesiones.” (Javier Tomeo)
“Un hombre entre mil sí lo encuentro” (Cohélet)
Blaise Pascal decía que, en ocasiones, uno tiene la suerte de encontrarse con personas que parecen autores. Hollywood, por su parte, acostumbra a ofrecernos personajes como el maestro Miyagi: seres aparentemente anodinos pero que esconden, bajo su apariencia vulgar, talentos únicos, capacidades hiperdesarrolladas y poderes casi sobrehumanos.
No es a esta especie de superhombres de paisano a lo que se refería Pascal, sino a personas sensatas, de espíritu crítico, que caminan por la vida con los ojos bien abiertos tratando de entender el mundo que les rodea. Personas de buen sentido y auténtico criterio que, por esto mismo, brillan con luz propia sobre el resto.
“El ocaso del samurái” es una excelente película, cargada de belleza y poesía, que aborda con acierto la figura de uno de esos seres excepcionales: un samurái de clase menor, lo que vendría a ser un hidalgo español empobrecido como lo fue, por ejemplo, el personaje de Cervantes, que, en el contexto de un sistema feudal en decadencia, consigue, con aparente sencillez, hacer fácil lo más difícil: dar sentido a la Vida y, dejando a un lado la desesperación y el desaliento, aceptar su propio destino.
Las miserias de la vida en sociedad, la tiranía del poder, el sufrimiento de los débiles, el desprecio y la burla de la comunidad sobre el individuo aislado o la sordidez de la pobreza son cuestiones magistralmente mostradas a través de los esfuerzos de un hombre por sacar adelante a su familia. Un hombre que ha conseguido, en medio de su sacrificio, interiorizar valores como la lealtad, el deber, el honor, el valor o la bondad y que a buen seguro hace suya la afirmación de Pascal.
“Un hombre entre mil sí lo encuentro” (Cohélet)
Blaise Pascal decía que, en ocasiones, uno tiene la suerte de encontrarse con personas que parecen autores. Hollywood, por su parte, acostumbra a ofrecernos personajes como el maestro Miyagi: seres aparentemente anodinos pero que esconden, bajo su apariencia vulgar, talentos únicos, capacidades hiperdesarrolladas y poderes casi sobrehumanos.
No es a esta especie de superhombres de paisano a lo que se refería Pascal, sino a personas sensatas, de espíritu crítico, que caminan por la vida con los ojos bien abiertos tratando de entender el mundo que les rodea. Personas de buen sentido y auténtico criterio que, por esto mismo, brillan con luz propia sobre el resto.
“El ocaso del samurái” es una excelente película, cargada de belleza y poesía, que aborda con acierto la figura de uno de esos seres excepcionales: un samurái de clase menor, lo que vendría a ser un hidalgo español empobrecido como lo fue, por ejemplo, el personaje de Cervantes, que, en el contexto de un sistema feudal en decadencia, consigue, con aparente sencillez, hacer fácil lo más difícil: dar sentido a la Vida y, dejando a un lado la desesperación y el desaliento, aceptar su propio destino.
Las miserias de la vida en sociedad, la tiranía del poder, el sufrimiento de los débiles, el desprecio y la burla de la comunidad sobre el individuo aislado o la sordidez de la pobreza son cuestiones magistralmente mostradas a través de los esfuerzos de un hombre por sacar adelante a su familia. Un hombre que ha conseguido, en medio de su sacrificio, interiorizar valores como la lealtad, el deber, el honor, el valor o la bondad y que a buen seguro hace suya la afirmación de Pascal.
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