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9
6 de octubre de 2010
6 de octubre de 2010
52 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Todo hombre es un artista”
Joseph Beuys
La historia del arte del siglo 20 ha sido propiamente la narración de su fin. Tanto por el lado de la extinción supremática del lienzo (la línea que va del Cuadrado Negro de Malevitz al Cuadrado Azul de Rothko) como por el lado de la democratización del gesto artístico (comenzada en el gesto teatral de Duchamp y el ready-made, la transposición de un objeto cualquiera en objeto artístico, y continuada en “el arte de respirar” y la universalización del artista). El cine en su propia historia también ha dibujado un fin. Éste, como el del arte, continúa en el siglo 21, como si el secreto de su supervivencia fuera, en palabras de Jean Baudrillard, “que la desaparición continúe viva”.
En el proceso de redi-meidización democrática, la figura de Banksy (el graffitero, el artista, a la sazón el director del documental que nos concierne) representa un cenit posmoderno. Si Warhol cumplió con la misión de banalizar por completo el arte, conduciéndolo a la simulación de sí mismo, y Manzoni, con su Mierda de artista en lata, hizo que la obra de arte oliera mal, Banksy, con su genial trabajo, ha hecho del mundo entero un lienzo. También ha hecho de un hombre llamado Thierry Guetta, el degenerado con cámara, como Banksy lo describe, todo un artista. Ambos se han hecho multimillonarios: este film –ése es su origen confesado- quiere ser la legitimación moral de la estética del graffiti, y resulta un impagable documento sobre la realidad del arte, así como un maravilloso biopic de un personaje memorable.
Guetta, francés inmigrante en los Estados Unidos, es el verdadero autor de Exit through the gift shop, si no fuera porque no tiene ni la más remota idea de montaje cinematográfico. Y de cómo llegó a serlo es la historia del filme, del que es protagonista, además de cómo se convirtió en Mr. Brainwash, el no va más en la historia del arte post-contemporáneo. Antes de todo eso, el señor Guetta, un tipo esperpéntico, “sudoroso, como salido del siglo 19 y con los zapatos demasiado grandes”, era un cineasta amateur que, fruto de un trauma infantil -le habían escamoteado la enfermedad y defunción de su madre-, decidió filmarlo TODO. Como en los casos de Alan Berliner o Ross McElwee (cineastas que han conseguido que sus familiares y allegados les prohíban volver a filmarles), Guetta reúne una obra cinematográfica que es una prótesis de su propia memoria y, al tiempo, una forma de terapia. La impresionante colección de cintas que guarda Guetta, en las cuales se fundamenta la mayor parte del metraje de Exit through…, no son sino sus recuerdos, su vida.
Joseph Beuys
La historia del arte del siglo 20 ha sido propiamente la narración de su fin. Tanto por el lado de la extinción supremática del lienzo (la línea que va del Cuadrado Negro de Malevitz al Cuadrado Azul de Rothko) como por el lado de la democratización del gesto artístico (comenzada en el gesto teatral de Duchamp y el ready-made, la transposición de un objeto cualquiera en objeto artístico, y continuada en “el arte de respirar” y la universalización del artista). El cine en su propia historia también ha dibujado un fin. Éste, como el del arte, continúa en el siglo 21, como si el secreto de su supervivencia fuera, en palabras de Jean Baudrillard, “que la desaparición continúe viva”.
En el proceso de redi-meidización democrática, la figura de Banksy (el graffitero, el artista, a la sazón el director del documental que nos concierne) representa un cenit posmoderno. Si Warhol cumplió con la misión de banalizar por completo el arte, conduciéndolo a la simulación de sí mismo, y Manzoni, con su Mierda de artista en lata, hizo que la obra de arte oliera mal, Banksy, con su genial trabajo, ha hecho del mundo entero un lienzo. También ha hecho de un hombre llamado Thierry Guetta, el degenerado con cámara, como Banksy lo describe, todo un artista. Ambos se han hecho multimillonarios: este film –ése es su origen confesado- quiere ser la legitimación moral de la estética del graffiti, y resulta un impagable documento sobre la realidad del arte, así como un maravilloso biopic de un personaje memorable.
Guetta, francés inmigrante en los Estados Unidos, es el verdadero autor de Exit through the gift shop, si no fuera porque no tiene ni la más remota idea de montaje cinematográfico. Y de cómo llegó a serlo es la historia del filme, del que es protagonista, además de cómo se convirtió en Mr. Brainwash, el no va más en la historia del arte post-contemporáneo. Antes de todo eso, el señor Guetta, un tipo esperpéntico, “sudoroso, como salido del siglo 19 y con los zapatos demasiado grandes”, era un cineasta amateur que, fruto de un trauma infantil -le habían escamoteado la enfermedad y defunción de su madre-, decidió filmarlo TODO. Como en los casos de Alan Berliner o Ross McElwee (cineastas que han conseguido que sus familiares y allegados les prohíban volver a filmarles), Guetta reúne una obra cinematográfica que es una prótesis de su propia memoria y, al tiempo, una forma de terapia. La impresionante colección de cintas que guarda Guetta, en las cuales se fundamenta la mayor parte del metraje de Exit through…, no son sino sus recuerdos, su vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y la dimensión es casi tan impresionante como la que enseñaba Berliner en su Wide Awake (06). Heredero del cine-ojo de Dziga Vertov, del cine urbano y callejero que filma desde lo más grande a lo más pequeño, el francés y su cámara acabaron topándose por puro azar con el mundo del graffiti. Grabó la actividad de numerosos artistas, ahora ricos y famosos, hasta dar con la figura de Banksy, al que grabó igualmente, siendo el primero en hacerlo. El graffiti, entretanto, entró en el mercado y “el complot del arte”.
Banksy le pidió entonces a Guetta que hiciera una película. Pero Guetta, como se ha dicho, siendo un gran cineasta en la estirpe del cine-diario, en cuyo panteón ha entrado desde ya mismo por derecho propio, fue incapaz. El que firma como director, quizá uno de los tipos más lúcidos e ingeniosos del planeta, secuestraría la obra de Guetta, montándola con un gran dinamismo (al ritmo de la speedica banda sonora de Roni Size, padre del drum-n-bass) y dando como resultado un documental lleno de energía, que avanza incontinentemente, como las propias cintas de Guetta (“cabezas parlantes” estandarizantes aparte). Y a éste le animaría a desarrollar su arte.
El increíble tramo final de la cinta, donde Guetta se transforma en el artista Mr. Lavado-de-cerebros (un genio de la sampledelia, el smash´ up y el cut `n´ paste artísticos que haría a Warhol aplaudir con las orejas) evidencia el sistema del arte como una farsa. No es sólo que Guetta sencillamente plagie a otros autores (principalmente aquellos a los que previamente había filmado), lo cual es clásico en la historia del arte (como podía verse en la exposición del Prado dedicada a William Turner este año, que no era sino una teoría del plagio turnerizado), sino cómo lo hace: de la noche a la mañana, produciendo en masa, sin mover un dedo. Ritual transparente del vacío artístico en su absoluto paroxismo, el de Guetta, y su registro, es un momento único en el que “el arte no muere porque no haya más arte: muere porque hay demasiado” (Baudrillard de nuevo). Exit throug… y el degenerado con una cámara consiguen quizá matar al arte, otra vez, o quizá hacen que su desaparición continúe viva. Entre tan elevados logros, nos la cuelan a todos. Y de qué manera.
Banksy le pidió entonces a Guetta que hiciera una película. Pero Guetta, como se ha dicho, siendo un gran cineasta en la estirpe del cine-diario, en cuyo panteón ha entrado desde ya mismo por derecho propio, fue incapaz. El que firma como director, quizá uno de los tipos más lúcidos e ingeniosos del planeta, secuestraría la obra de Guetta, montándola con un gran dinamismo (al ritmo de la speedica banda sonora de Roni Size, padre del drum-n-bass) y dando como resultado un documental lleno de energía, que avanza incontinentemente, como las propias cintas de Guetta (“cabezas parlantes” estandarizantes aparte). Y a éste le animaría a desarrollar su arte.
El increíble tramo final de la cinta, donde Guetta se transforma en el artista Mr. Lavado-de-cerebros (un genio de la sampledelia, el smash´ up y el cut `n´ paste artísticos que haría a Warhol aplaudir con las orejas) evidencia el sistema del arte como una farsa. No es sólo que Guetta sencillamente plagie a otros autores (principalmente aquellos a los que previamente había filmado), lo cual es clásico en la historia del arte (como podía verse en la exposición del Prado dedicada a William Turner este año, que no era sino una teoría del plagio turnerizado), sino cómo lo hace: de la noche a la mañana, produciendo en masa, sin mover un dedo. Ritual transparente del vacío artístico en su absoluto paroxismo, el de Guetta, y su registro, es un momento único en el que “el arte no muere porque no haya más arte: muere porque hay demasiado” (Baudrillard de nuevo). Exit throug… y el degenerado con una cámara consiguen quizá matar al arte, otra vez, o quizá hacen que su desaparición continúe viva. Entre tan elevados logros, nos la cuelan a todos. Y de qué manera.

6,0
1.196
10
13 de diciembre de 2010
13 de diciembre de 2010
48 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
60´
Yo prefiero que haya cinco minutos de trabajo para el equipo y tener tres horas para poder pensar.
Cuando te preguntan quién te ha influído, la respuesta es nadie. Bueno sí, quizá mi padre sin que yo lo sepa.
No habría que describir a la gente, sino lo que hay entre la gente.
Uno debe ser crítico principalmente consigo mismo, antes que con el cine.
Sí, hay que filmarlo todo, hablar de todo. Todo está por hacer.
Espero el fin del cine con optimismo.
No veo diferencia entre mi vida y el cine; antes tenía ieas sobre el cine, ahora las vivo.
"Encargado de la misiónpara la búsqueda científica.
¿Por qué el cine no puede consistir simplemente en filmar a gente que está leyendo un buen libro?
Hoy en día se pueden hacer imágenes más fácilmente y menos caras que antes, ya que, para ganar todavía más dinero, el capitalismo ha tenido que inventar el cine amateur. (...) El capitalismo impone la idea de cámara-juguete. Sin embargo, los cineastas revolucionarios deben partir precisamente del cine amateur, desviándolo.
70´
Incluso cuando usted habla a una mujer de la que está enamorado o ella le habla a usted, eso es ideología.
Nuestro fin es dividir a la gente, no reunirla como hace la televisión. Dividirla para unirla mejor.
En definitiva, si sigo escuchando el sonido de mi propia voz, es porque es la voz de otros.
Para mí, cineasta, confesar que balbuceamos, que somos medio ciegos, que sabemos leer pero no escribir, en nuestro ambiente cotidiano -es decir imágenes, sonidos, un salario-, es responder más honestamente a la famosa cuestión de la "comunicación".
Afortunadamente... fui rechazado en el IDHEC; ése fue otro acontecimiento feliz de mi vida. Los dos acontecimientos felices en el cine han sido ése y que he tenido varios fracasos desde mi segunda película hasta ahora.
80´
Pienso que lo que existe está entre. (...) el cine no es una imagen después de otra, sino que es una imagen más otra que forma una tercera, y esta tercera la forma el espectador.
El cine es la infancia del arte. Las otras artes son el arte adulto.
Yo tengo la impresión de querer vivir en el exterior del mundo pero como incluido.
La cuestión es cómo hacer películas y vivir de ello regularmente. Cuánto quieres ganar normalmente. Ésas son las únicas cosas que me interesan. Siempre he buscado un empleo pagado al mes, y en eso soy peor que el más fascista de los jubilados de la CGT, asegurarme que voy a ganar eso hasta mi entierro. Es todo lo que pido y, por lo demás, me organizo. Hago lo que me han dicho que hay que hacer para ello, pues para eso vendí mi alma al diablo. Después, me he pasado la vida tratando de comprarla.
Y me doy cuenta de todo el tiempo que me ha hecho falta ver que ahora hay que mezclar, que no es montar lo que falta, sino mezclar.
(segunda parte de la Sesión, en spoiler)
Yo prefiero que haya cinco minutos de trabajo para el equipo y tener tres horas para poder pensar.
Cuando te preguntan quién te ha influído, la respuesta es nadie. Bueno sí, quizá mi padre sin que yo lo sepa.
No habría que describir a la gente, sino lo que hay entre la gente.
Uno debe ser crítico principalmente consigo mismo, antes que con el cine.
Sí, hay que filmarlo todo, hablar de todo. Todo está por hacer.
Espero el fin del cine con optimismo.
No veo diferencia entre mi vida y el cine; antes tenía ieas sobre el cine, ahora las vivo.
"Encargado de la misiónpara la búsqueda científica.
¿Por qué el cine no puede consistir simplemente en filmar a gente que está leyendo un buen libro?
Hoy en día se pueden hacer imágenes más fácilmente y menos caras que antes, ya que, para ganar todavía más dinero, el capitalismo ha tenido que inventar el cine amateur. (...) El capitalismo impone la idea de cámara-juguete. Sin embargo, los cineastas revolucionarios deben partir precisamente del cine amateur, desviándolo.
70´
Incluso cuando usted habla a una mujer de la que está enamorado o ella le habla a usted, eso es ideología.
Nuestro fin es dividir a la gente, no reunirla como hace la televisión. Dividirla para unirla mejor.
En definitiva, si sigo escuchando el sonido de mi propia voz, es porque es la voz de otros.
Para mí, cineasta, confesar que balbuceamos, que somos medio ciegos, que sabemos leer pero no escribir, en nuestro ambiente cotidiano -es decir imágenes, sonidos, un salario-, es responder más honestamente a la famosa cuestión de la "comunicación".
Afortunadamente... fui rechazado en el IDHEC; ése fue otro acontecimiento feliz de mi vida. Los dos acontecimientos felices en el cine han sido ése y que he tenido varios fracasos desde mi segunda película hasta ahora.
80´
Pienso que lo que existe está entre. (...) el cine no es una imagen después de otra, sino que es una imagen más otra que forma una tercera, y esta tercera la forma el espectador.
El cine es la infancia del arte. Las otras artes son el arte adulto.
Yo tengo la impresión de querer vivir en el exterior del mundo pero como incluido.
La cuestión es cómo hacer películas y vivir de ello regularmente. Cuánto quieres ganar normalmente. Ésas son las únicas cosas que me interesan. Siempre he buscado un empleo pagado al mes, y en eso soy peor que el más fascista de los jubilados de la CGT, asegurarme que voy a ganar eso hasta mi entierro. Es todo lo que pido y, por lo demás, me organizo. Hago lo que me han dicho que hay que hacer para ello, pues para eso vendí mi alma al diablo. Después, me he pasado la vida tratando de comprarla.
Y me doy cuenta de todo el tiempo que me ha hecho falta ver que ahora hay que mezclar, que no es montar lo que falta, sino mezclar.
(segunda parte de la Sesión, en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el cine, la casa no está ahí, somos como el caracol, hay que construirla y, además, no se ve,hay que construirla continuamente. En el cine, hay una parte que es un poco como los gitanos...
El cine nunca ha existido. Sólo se ha proyectado, como las palabras de San Bernardo a los pobres de la Edad Media.
Ni una novela. Ni un cuadro. De entrada, sólo un misterio. Eso es el cine.
90´
No soy cristiano, pero cuando leo en San Pablo que la imagen vendrá en el tiempo de la resurrección... pues bien, después de treinta años de montaje, empiezo a entenderlo.
Me resigno... Y además tengo mis deberes, en relación con los muertos o con los que no han nacido y a quienes represento.
CD-Rom, es Roma, siempre la Iglesia Romana...
Se han privilegiado los derechos del cine y no sus deberes.
Durante mcho tiempo estuve diciendo que eistir en los márgenes ya era algo. Pero me olvidaba de que los libros empiezan a desaparecer y que, en los ordenadores, ya no hay márgenes.
00´
¿Y por qué ocho, o más bien cuatro con sus A y B? Porque hay cuatro paredes en una casa, cosas así de simples.
"Con las pequeñas cámaras digitales, todo el mundo puede llegar a ser cineasta". Pues bien, amigos, llegad a serlo.
En la tele, se ve muy bien qué es la democracia: están los ciudadanos, mudos; están los nobles, los parlamentarios o el gobierno, en torno a una mesa; y después hay un animador. Eso es la democracia. Es una imagen.
El sueño del individuo es ser dos. El sueño del Estado es ser uno solo.
Siempre somos dos en uno y nos convertimos en uno solamente gracias a los otros y cuando nos hemos encontrado con los otros.
Es el fin, casi no se puede crear.
Es geometría elemental. Si es elemental, hay elementos. Entonces muestro el mar... Eso es, no puede describirse verdaderamente, son asociaciones. Y si uno dice asociaciones, puede decir socialismo.
Cuando llevamos a Badiou a la sala vacía, le encantó. Dijo: "Por fin puedo hablar ante Nadie". Podría haberlo encuadrado más de cerca para no filmar la sala vacía, pero había que mostrar que era una palabra pronunciada en el desierto, que estamos en el desierto.
¿Una última película? Sólo un título: "Adiós al lenguaje".
El cine nunca ha existido. Sólo se ha proyectado, como las palabras de San Bernardo a los pobres de la Edad Media.
Ni una novela. Ni un cuadro. De entrada, sólo un misterio. Eso es el cine.
90´
No soy cristiano, pero cuando leo en San Pablo que la imagen vendrá en el tiempo de la resurrección... pues bien, después de treinta años de montaje, empiezo a entenderlo.
Me resigno... Y además tengo mis deberes, en relación con los muertos o con los que no han nacido y a quienes represento.
CD-Rom, es Roma, siempre la Iglesia Romana...
Se han privilegiado los derechos del cine y no sus deberes.
Durante mcho tiempo estuve diciendo que eistir en los márgenes ya era algo. Pero me olvidaba de que los libros empiezan a desaparecer y que, en los ordenadores, ya no hay márgenes.
00´
¿Y por qué ocho, o más bien cuatro con sus A y B? Porque hay cuatro paredes en una casa, cosas así de simples.
"Con las pequeñas cámaras digitales, todo el mundo puede llegar a ser cineasta". Pues bien, amigos, llegad a serlo.
En la tele, se ve muy bien qué es la democracia: están los ciudadanos, mudos; están los nobles, los parlamentarios o el gobierno, en torno a una mesa; y después hay un animador. Eso es la democracia. Es una imagen.
El sueño del individuo es ser dos. El sueño del Estado es ser uno solo.
Siempre somos dos en uno y nos convertimos en uno solamente gracias a los otros y cuando nos hemos encontrado con los otros.
Es el fin, casi no se puede crear.
Es geometría elemental. Si es elemental, hay elementos. Entonces muestro el mar... Eso es, no puede describirse verdaderamente, son asociaciones. Y si uno dice asociaciones, puede decir socialismo.
Cuando llevamos a Badiou a la sala vacía, le encantó. Dijo: "Por fin puedo hablar ante Nadie". Podría haberlo encuadrado más de cerca para no filmar la sala vacía, pero había que mostrar que era una palabra pronunciada en el desierto, que estamos en el desierto.
¿Una última película? Sólo un título: "Adiós al lenguaje".
14 de diciembre de 2010
14 de diciembre de 2010
39 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda encarnación del cine fantasmagórico a cargo de la productora Eddie Saeta (nombre empresarial de Luis Miñarro), el último trabajo de Apichatpong Weerasethakul (quien quiere que lo conozcamos como Joe, para facilitar las cosas a los críticos encannecidos y ajenos al poliglotismo) es una película que llegaba rodeada de un aura mediática que el creador de Síndromes and a Century (06) jamás había tenido, pese a haber ganado en el mismo Cannes con Blissfuly Yours (02). Ganadora de la última Palma de Oro gracias sobre todo al papel del Presidente del Jurado, Víctor Erice (el gran Bartleby de la cinematografía ibérica), Uncle Boonme (UB)… no representa un giro especial en la obra de Apichatpong/Joe. Lo cual no explica las profusas eyaculaciones y/o especulaciones de la masa crítica cahierista, si bien justifica la defensa a ultranza de un realizador que seguramente sea (junto con Zhang-Ke, Ming-Liang, Costa, Alonso o Lav Díaz) uno de los más representativos de la delicuescente actualidad del cine, consistente en el desbordamiento de los contenedores habituales, en la transfiguración de la imagen y la mirada. Y, según todas las listas publicadas el último año, uno de los directores más importantes del siglo XX. Así, UB, como prístino ejemplo de ello, es sólo la parte de un todo, un fragmento metonímico de un complejo de acciones que cae bajo el nombre de “Primitive”, y que acoge varios cortos, media docena de instalaciones y el largometraje. Más allá de la sala obscura del cine, las nuevas imágenes globales invaden otros lugares, otras pantallas. Otras vidas.
UB continúa la senda marcada por filmes como Misterous object at noon (00) o Tropical Malady (04), un camino que transita subrepticiamente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, el del tiempo real y el mnemotécnico: unas resonancias del más allá que tenían su objetivación material en la repetición especular que acabó por convertirse en “el toque Api”. Nos referimos a la estructura dual que adoptaban todas sus películas, al menos hasta ahora: en esa idea del doblete, de la repetición con variaciones, se hacía visible la metempsicosis, la transmigración de las almas. De esa forma, se llevaba a cabo la puesta en escena de una creencia (basal en el budismo que Joe profesa), la misè en escene del milagro, siguiendo una sublime tradición que lo emparienta con Dreyer, Bresson, Rohmer o Tarkovsky. Lo cual convierte al joven estudiante de cine tailandés (pero formado en Chicago, en la radicalidad yanqui a lo Jacobs, Snow, Smith o Brakhage) en algo que jamás pudo imaginar: un Gran Autor. Lo quiera o no, ese trabajo ya lo ha hecho la crítica.
(sigue en spoiler)
UB continúa la senda marcada por filmes como Misterous object at noon (00) o Tropical Malady (04), un camino que transita subrepticiamente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, el del tiempo real y el mnemotécnico: unas resonancias del más allá que tenían su objetivación material en la repetición especular que acabó por convertirse en “el toque Api”. Nos referimos a la estructura dual que adoptaban todas sus películas, al menos hasta ahora: en esa idea del doblete, de la repetición con variaciones, se hacía visible la metempsicosis, la transmigración de las almas. De esa forma, se llevaba a cabo la puesta en escena de una creencia (basal en el budismo que Joe profesa), la misè en escene del milagro, siguiendo una sublime tradición que lo emparienta con Dreyer, Bresson, Rohmer o Tarkovsky. Lo cual convierte al joven estudiante de cine tailandés (pero formado en Chicago, en la radicalidad yanqui a lo Jacobs, Snow, Smith o Brakhage) en algo que jamás pudo imaginar: un Gran Autor. Lo quiera o no, ese trabajo ya lo ha hecho la crítica.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por eso, para enfrentarse al último filme de Joe, se conozca o no su ya extensa y fecunda obra previa, lo mejor es seguir su propio consejo: “No penséis demasiado”. Dejarse llevar por la cadencia de las secuencias y por la inocencia del acontecimiento. Un ritmo que ya en su comienzo nos anuncia el tempo: un buey atado a un árbol lucha por soltarse. En el plano, naturalmente iluminado, un rumiante se libera y se adentra en la jungla (escenario omnipresente en su cine, como en el de Lav Díaz): el tiempo del film es ese rumiante. Sin saberlo, Joe cita a Nietzsche y Bela Tarr de una forma hermosa: tomarse el tiempo necesario, ser rumiante (que es la forma meditabunda del no pensar), construir un tiempo del no tiempo, de la simultaneidad multipléjica. Como la estructura circular del tango: 6 pasos adelante, 6 atrás.
6 rollos tiene el filme. Cada uno rodado con un estilo y una forma particulares, acorde con el capítulo que despliegan. Sin entrar en pormenores sobre la historia, para ello es menester videar rollo tras rollo, sin pensar: lo que Joe nos pide es un acto de fe. Citando a cierto Tenor Afín que cita a alguien citando a otro: “no es un fade out, es un fantasma”. Debemos de sorprendernos tan poco –o de tal forma- a como lo hace el Tío Boonme cuando se aparece su mujer muerta, o su hijo hecho un Chigüaca con los ojos rojos. Debemos aceptar, como siempre lo ha hecho el lenguaje –naturalmente- que es posible que una bella odalisca sea follada por un pez. Debemos creer que es posible. Todo es posible en este filme que lo mismo es fantástico, que dramático, que cómico, que político. Su transformismo nos habla de una esencia de lo real: múltiple e inaprehensible como un todo. ¿Película de fantasmas, comedia dramática familiar, parábola política de la situación política de Tailandia? Todo eso y mucho más.
Circularmente, las seis partes (1+2+3=6) se cierran en la muerte de Boonmee (personaje verídico, y que ya había sido mencionado en otro filme de Api), que vuelve al mismo lugar donde nació. En ese lugar, la cueva del Tío Boonmee, la mirada de Joe lo deja morir, tranquilo y feliz, y hace que aparezca el universo entero en una pared de roca (como Godard nos hiciera ver una galaxia en una taza de café en "Dos o tres cosas que séde ella" (67)), ante nuestros ojos, límpidos y depurados ahora. Es posible. Créetelo.
6 rollos tiene el filme. Cada uno rodado con un estilo y una forma particulares, acorde con el capítulo que despliegan. Sin entrar en pormenores sobre la historia, para ello es menester videar rollo tras rollo, sin pensar: lo que Joe nos pide es un acto de fe. Citando a cierto Tenor Afín que cita a alguien citando a otro: “no es un fade out, es un fantasma”. Debemos de sorprendernos tan poco –o de tal forma- a como lo hace el Tío Boonme cuando se aparece su mujer muerta, o su hijo hecho un Chigüaca con los ojos rojos. Debemos aceptar, como siempre lo ha hecho el lenguaje –naturalmente- que es posible que una bella odalisca sea follada por un pez. Debemos creer que es posible. Todo es posible en este filme que lo mismo es fantástico, que dramático, que cómico, que político. Su transformismo nos habla de una esencia de lo real: múltiple e inaprehensible como un todo. ¿Película de fantasmas, comedia dramática familiar, parábola política de la situación política de Tailandia? Todo eso y mucho más.
Circularmente, las seis partes (1+2+3=6) se cierran en la muerte de Boonmee (personaje verídico, y que ya había sido mencionado en otro filme de Api), que vuelve al mismo lugar donde nació. En ese lugar, la cueva del Tío Boonmee, la mirada de Joe lo deja morir, tranquilo y feliz, y hace que aparezca el universo entero en una pared de roca (como Godard nos hiciera ver una galaxia en una taza de café en "Dos o tres cosas que séde ella" (67)), ante nuestros ojos, límpidos y depurados ahora. Es posible. Créetelo.

8,4
15.097
9
10 de abril de 2010
10 de abril de 2010
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una teoría que dice que ver películas es ver al tiempo la historia del cine y la historia del mundo.
Amanecer, la primera película americana del maestro alemán Murnau, es sin duda una de las obras cumbres del cine mudo de los orígenes. En ella, la técnica de la imagen (el marco) y el montaje se hacen intensamente modernas: ésta, con el Octubre de Eisenstein del mismo año de producción, son ejemplos fundacionales de un cine ya no primitivo, ya no ingenuo ni inocente. Un cine que sabe lo que se hace.
Todos los cánones (hasta el más moderno de Rosenbaum) la incluyen en su lista Top 10. Y lo cierto es que Amanecer es una gran película, emocionante y sorprendente, que aún hoy en día conserva su valía en la historia del cine. Seguramente, sea uno de los primeros casos de tragicomedia filmada Pero, allende su saber hacer fílmico y su ejemplaridad narrativa, perfecta y circular, habría que preguntarse por el mundo que Murnau desvela e interpreta: mantener una relación viva con el filme, y no anestésica. Esa es la lección godardiana sobre la historia del cine: la de que, tras las imágenes ya muertas, fluye un mundo aún vivo, siempre.
El expresionismo tenía un principio: “La vida no orgánica de las cosas, una vida terrible que ignora la sabiduría y los limites del organismo.” Este principio, enunciado por Deleuze en sus escritos sobre el cine y la “imagen-movimiento”, es el que alimenta a las figuras de lo no muerto: Nosferatu, El Golem; y del mal: Dr. Mabuse, Dr. Caligari, Mefistófeles, pero también a la propia naturaleza, en las dualidades vida-muerte, luz-oquedad (una oscuridad viva), interior-exterior. Y ahora, en términos de urbanismo: campo-ciudad.
Amanecer reactualiza los mitos del romanticismo alemán para el gran público americano, transformando la dialéctica en maniqueísmo. Así, la historia que nos cuenta es la de un personaje que, como Fausto, vende su alma para luego, tras su temporada en el infierno, arrepentirse y redimirse. Sólo que, en lugar de al diablo, se la vende a una Morena que, con propiedad, puede decir lo que Mefistófeles: You are all mine? Esta Morena es lo nuevo no orgánico, lo nuevo no muerto: la Ciudad. En ella se simboliza el mal de la modernidad técnica, y por eso la de Murnau es la ética del campesino: Murnau era el más romántico de todos los expresionistas como Berg era el más romántico de los dodecafonistas, invadidos de un natural sensualismo apegado a la vida agraria. Este reaccionarismo antimoderno es el pilar de la filosofía alemana de los últimos 20, aquella sobre la que fermentó la ulterior ideología nazi: en 1927 Heidegger publica “Ser y Tiempo”, donde analiza las vicisitudes del sujeto moderno, tentado por la técnica (esa Morena) y caído en la nada existencial. Tesis que Murnau parece ilustrar con Amanecer: necesario es caer para volver a alzarse. Un gesto de resiliencia incólume: los orígenes no pueden perderse, no hay que caer en la tentación. Su siguiente film yanqui se titularía: Tabú.
Amanecer, la primera película americana del maestro alemán Murnau, es sin duda una de las obras cumbres del cine mudo de los orígenes. En ella, la técnica de la imagen (el marco) y el montaje se hacen intensamente modernas: ésta, con el Octubre de Eisenstein del mismo año de producción, son ejemplos fundacionales de un cine ya no primitivo, ya no ingenuo ni inocente. Un cine que sabe lo que se hace.
Todos los cánones (hasta el más moderno de Rosenbaum) la incluyen en su lista Top 10. Y lo cierto es que Amanecer es una gran película, emocionante y sorprendente, que aún hoy en día conserva su valía en la historia del cine. Seguramente, sea uno de los primeros casos de tragicomedia filmada Pero, allende su saber hacer fílmico y su ejemplaridad narrativa, perfecta y circular, habría que preguntarse por el mundo que Murnau desvela e interpreta: mantener una relación viva con el filme, y no anestésica. Esa es la lección godardiana sobre la historia del cine: la de que, tras las imágenes ya muertas, fluye un mundo aún vivo, siempre.
El expresionismo tenía un principio: “La vida no orgánica de las cosas, una vida terrible que ignora la sabiduría y los limites del organismo.” Este principio, enunciado por Deleuze en sus escritos sobre el cine y la “imagen-movimiento”, es el que alimenta a las figuras de lo no muerto: Nosferatu, El Golem; y del mal: Dr. Mabuse, Dr. Caligari, Mefistófeles, pero también a la propia naturaleza, en las dualidades vida-muerte, luz-oquedad (una oscuridad viva), interior-exterior. Y ahora, en términos de urbanismo: campo-ciudad.
Amanecer reactualiza los mitos del romanticismo alemán para el gran público americano, transformando la dialéctica en maniqueísmo. Así, la historia que nos cuenta es la de un personaje que, como Fausto, vende su alma para luego, tras su temporada en el infierno, arrepentirse y redimirse. Sólo que, en lugar de al diablo, se la vende a una Morena que, con propiedad, puede decir lo que Mefistófeles: You are all mine? Esta Morena es lo nuevo no orgánico, lo nuevo no muerto: la Ciudad. En ella se simboliza el mal de la modernidad técnica, y por eso la de Murnau es la ética del campesino: Murnau era el más romántico de todos los expresionistas como Berg era el más romántico de los dodecafonistas, invadidos de un natural sensualismo apegado a la vida agraria. Este reaccionarismo antimoderno es el pilar de la filosofía alemana de los últimos 20, aquella sobre la que fermentó la ulterior ideología nazi: en 1927 Heidegger publica “Ser y Tiempo”, donde analiza las vicisitudes del sujeto moderno, tentado por la técnica (esa Morena) y caído en la nada existencial. Tesis que Murnau parece ilustrar con Amanecer: necesario es caer para volver a alzarse. Un gesto de resiliencia incólume: los orígenes no pueden perderse, no hay que caer en la tentación. Su siguiente film yanqui se titularía: Tabú.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un edulcorado final hace que la película se cierre con el típico happy ending hollywoodiense que sigue vigente, con defensa de la unidad familiar incluída (tipo Spielberg o Nyght-Shyamalan). Murnau, el exiliado, supo adecuarse a su nuevo público, a los que contar viejos mitos. Pero los americanos no podían aceptar esa máxima profunda del expresionismo: la Muerte –ya se sabe- es un Maestro Alemán.
10
1 de abril de 2010
1 de abril de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 0. Antígona es un personaje de la antigüedad que simboliza la aparición de otra ley allende o aquende (eso es indiferente) la establecida consuetudinariamente por los hombres. En su negación de la Palabra Oficial, en su No que abraza una ley interior y personal y quiere enterrar a su hermano en terreno vedado, en ese instante de la decisión que es una forma de la locura germina y se origina míticamente la otra alternativa. Antígona, como una prótesis original, es el año 0 de otra ley, la de la subversión. Su gesto fundacional es un orto revolucionario.
Gesto Fundacional I. El trauma.
El No de Vertov aparece al final de la década de los años 20. Es un No, primeramente, al cine de propaganda post-leninista que desarrollaba Eisenstein. Pero es, sobre todo, un No al Sueño de Zukor y su Gran Fábrica. Como gesto fundacional y ortológico, la negativa de Vertov repite el trauma de Antígona: abre un nuevo decir, una nueva tabla de la ley. Hablando en burchiano, se diría: abre un Modo De Representación Alternativo frente al Modo De Representación Institucional. En un mundo sin dioses (que definitivamente es el escenario en que respiran todos los activistas revolucionarios y subversivos: es el siglo XX hasta el nacimiento de su nuevo dios: la Bomba Atómica), aún nos queda la Gramática, sí, pero si Griffith había sentado las bases de la gramática del cine en su versión MRI, Vertov fundaría un nuevo lenguaje y su propia gramática.
¿Cuál es ese lenguaje? El del montaje cinematográfico: técnica post-humana.
Hegel y Heidegger se dan la mano y se van al cine: ¿qué ven? “El hombre de la cámara”, o mejor, del aparato. Y no con ni y, sino “del”: el hombre dentro del aparato. La simbiosis hombre-máquina aparece de manera explícita aquí: el ojo del hombre es ya el objetivo. Superhombres inhumanos dotados de aparato que ocupan el espacio desde lo más grande (como enormes Saturnos sobre la ciudad) a lo más pequeño (en el interior de una jarra de cerveza). Hombres-cámara que lo graban todo, en un torrente de imágenes sin narración ni personajes. ¿Película difícil? La de Vertov, evidentemente, lo es.
“El hombre del aparato” es un hito en la historia de la cinematografía no sólo por ser la antítesis del cine establecido por el modelo narrativo americano (en ese caso, también son hitos los filmes experimentales de Ferdinand Leger, René Clair o Luis Buñuel), sino también por proponer un modo de hacer casi religioso. En ese sentido el filme es un artefacto explosivo. La persecución de Vertov de la “Verdad del Cine” abre una senda que, desde entonces y en los márgenes, ha sido transitada por unos cuantos hombres-máquina, o mejor, hyponematas (Ángel Gabilondo, actual Ministro de Educación dixit) fílmicos que se autoescriben a sí mismos. Prótesis del orígen y tecnologías de la persona.
(sigue en spoiler)
Gesto Fundacional I. El trauma.
El No de Vertov aparece al final de la década de los años 20. Es un No, primeramente, al cine de propaganda post-leninista que desarrollaba Eisenstein. Pero es, sobre todo, un No al Sueño de Zukor y su Gran Fábrica. Como gesto fundacional y ortológico, la negativa de Vertov repite el trauma de Antígona: abre un nuevo decir, una nueva tabla de la ley. Hablando en burchiano, se diría: abre un Modo De Representación Alternativo frente al Modo De Representación Institucional. En un mundo sin dioses (que definitivamente es el escenario en que respiran todos los activistas revolucionarios y subversivos: es el siglo XX hasta el nacimiento de su nuevo dios: la Bomba Atómica), aún nos queda la Gramática, sí, pero si Griffith había sentado las bases de la gramática del cine en su versión MRI, Vertov fundaría un nuevo lenguaje y su propia gramática.
¿Cuál es ese lenguaje? El del montaje cinematográfico: técnica post-humana.
Hegel y Heidegger se dan la mano y se van al cine: ¿qué ven? “El hombre de la cámara”, o mejor, del aparato. Y no con ni y, sino “del”: el hombre dentro del aparato. La simbiosis hombre-máquina aparece de manera explícita aquí: el ojo del hombre es ya el objetivo. Superhombres inhumanos dotados de aparato que ocupan el espacio desde lo más grande (como enormes Saturnos sobre la ciudad) a lo más pequeño (en el interior de una jarra de cerveza). Hombres-cámara que lo graban todo, en un torrente de imágenes sin narración ni personajes. ¿Película difícil? La de Vertov, evidentemente, lo es.
“El hombre del aparato” es un hito en la historia de la cinematografía no sólo por ser la antítesis del cine establecido por el modelo narrativo americano (en ese caso, también son hitos los filmes experimentales de Ferdinand Leger, René Clair o Luis Buñuel), sino también por proponer un modo de hacer casi religioso. En ese sentido el filme es un artefacto explosivo. La persecución de Vertov de la “Verdad del Cine” abre una senda que, desde entonces y en los márgenes, ha sido transitada por unos cuantos hombres-máquina, o mejor, hyponematas (Ángel Gabilondo, actual Ministro de Educación dixit) fílmicos que se autoescriben a sí mismos. Prótesis del orígen y tecnologías de la persona.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Gestos Fundacionales II. Repeticiones.
Los “kinoks” son los seguidores de Vertov. En principio, Él mismo, su mujer, su hermano. El gesto subversivo es siempre una llamada a la gestación de la comunidad inconfesable. La repetición sintomática del trauma vertoviano se da en la mística bressoniana acerca del cinematógrafo como forma de vida y visión: la fuerza eyaculatoria del ojo y la verdad captada por la cámara dejada sola. Se itera en la vida y obra de Jonas Mekas quien, sin lugar en la tierra, habita el cine y filma su propia vida con el mismo método-río que usara Vertov, recuperando así el paraíso perdido. En Joris Ivens, que viajó por el mundo con su cámara filmando la verdad y acabó en China filmándose a sí mismo, buscando el viento en “Historia del viento”. En Jean Rouch y el afán etnográfico que también tiene aquí su origen igual que en Flaherty, y que muestra la verdad de una generación en su “Crónica de un verano”, donde el hombre-cámara (aquí el propio Rouch y Edgar Morin) es también parte de la realidad y no es ob-sceno. Y se reitera, sobre todo, en la obra de Godard: un pequeño gesto, una gran gesta la de, no sólo sacar la cámara a la calle o escribirse a uno mismo con ella, sino cederla, en continuísmo comunal, a los obreros, en todos los artefactos filmados por el grupo “Dziga Vertov” a finales de los sesenta y principios de los setenta. Y no digamos en su propia invención de la historia del cine, cámara de video mediante. Por último, cerrando este exiguo grupo de kinoks (hay más que no hay hueco para nombrar, pero el club es bien selecto), me gustaría mencionar a ese monje armenio cuya obra, montada de forma musical y metronómica, devota de la actitud religioso-fílmica de Vertov, ocupa apenas 200 minutos de metraje ¡en 40 años!: Artzivald Pelechian.
Todos ellos son los kinoks, los herederos de Vertov. Los que, parafraseando a Zizek, llevan a cabo un ignoto mandato: “Repetir Vertov”. Los habitantes de un territorio inexpugnable, redentor y utópico: el cine.
Coda 1.
Hitchcock confesaba a Truffaut que había dos tipos de cineastas. Los que venden trozos de vida y los que venden trozos de pastel. Él vendía inmensasn y orondas tartas. Vertov, con su torrente inaprensible, no creador de suspense sino suspendido, no vende nada. Lo que aparece en sus imágenes es, justamente y en sus propias palabras, “la vida de repente”.
Coda 2.
En “El cameraman”, película de Búster Keaton rodada dos años antes que “El hombre de la cámara”, tiene, además del título, una escena premonitoria: el personaje de la cámara, por error, ha montado locamente los planos que exhibe a los productores. Las imágenes, mágicamente, recuerdan a la película de Vertov, dos años antes. Imagen compartida, planos torcidos, montaje retrofuturista y acelerado. Los productores, esos Zukors, Foxes y Warners fabricantes de sueños que se han alimentado de mentiras, se tapan los ojos con los brazos: no soportan la visión de la verdad, des-ocultada, filmada, de repente.
Los “kinoks” son los seguidores de Vertov. En principio, Él mismo, su mujer, su hermano. El gesto subversivo es siempre una llamada a la gestación de la comunidad inconfesable. La repetición sintomática del trauma vertoviano se da en la mística bressoniana acerca del cinematógrafo como forma de vida y visión: la fuerza eyaculatoria del ojo y la verdad captada por la cámara dejada sola. Se itera en la vida y obra de Jonas Mekas quien, sin lugar en la tierra, habita el cine y filma su propia vida con el mismo método-río que usara Vertov, recuperando así el paraíso perdido. En Joris Ivens, que viajó por el mundo con su cámara filmando la verdad y acabó en China filmándose a sí mismo, buscando el viento en “Historia del viento”. En Jean Rouch y el afán etnográfico que también tiene aquí su origen igual que en Flaherty, y que muestra la verdad de una generación en su “Crónica de un verano”, donde el hombre-cámara (aquí el propio Rouch y Edgar Morin) es también parte de la realidad y no es ob-sceno. Y se reitera, sobre todo, en la obra de Godard: un pequeño gesto, una gran gesta la de, no sólo sacar la cámara a la calle o escribirse a uno mismo con ella, sino cederla, en continuísmo comunal, a los obreros, en todos los artefactos filmados por el grupo “Dziga Vertov” a finales de los sesenta y principios de los setenta. Y no digamos en su propia invención de la historia del cine, cámara de video mediante. Por último, cerrando este exiguo grupo de kinoks (hay más que no hay hueco para nombrar, pero el club es bien selecto), me gustaría mencionar a ese monje armenio cuya obra, montada de forma musical y metronómica, devota de la actitud religioso-fílmica de Vertov, ocupa apenas 200 minutos de metraje ¡en 40 años!: Artzivald Pelechian.
Todos ellos son los kinoks, los herederos de Vertov. Los que, parafraseando a Zizek, llevan a cabo un ignoto mandato: “Repetir Vertov”. Los habitantes de un territorio inexpugnable, redentor y utópico: el cine.
Coda 1.
Hitchcock confesaba a Truffaut que había dos tipos de cineastas. Los que venden trozos de vida y los que venden trozos de pastel. Él vendía inmensasn y orondas tartas. Vertov, con su torrente inaprensible, no creador de suspense sino suspendido, no vende nada. Lo que aparece en sus imágenes es, justamente y en sus propias palabras, “la vida de repente”.
Coda 2.
En “El cameraman”, película de Búster Keaton rodada dos años antes que “El hombre de la cámara”, tiene, además del título, una escena premonitoria: el personaje de la cámara, por error, ha montado locamente los planos que exhibe a los productores. Las imágenes, mágicamente, recuerdan a la película de Vertov, dos años antes. Imagen compartida, planos torcidos, montaje retrofuturista y acelerado. Los productores, esos Zukors, Foxes y Warners fabricantes de sueños que se han alimentado de mentiras, se tapan los ojos con los brazos: no soportan la visión de la verdad, des-ocultada, filmada, de repente.
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