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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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16 de marzo de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El barco ha rodeado la Estatua de la libertad, y dice Hae Sung: “Nos ha dado la espalda” Pero en realidad la Estatua no se ha movido, es la embarcación que les lleva la que se ha puesto detrás.

La película es bonita, amable y agradable de ver, con buena dirección, un guión bien estructurado y una fotografía primorosa, aunque me choca un poco ese Nueva York en el que hasta los charcos están limpios.

No he llegado a entender el sentido de algunas secuencias, como las del servicio militar de Hae Sung, que, o se han quedado cortas o sobran.

Las actuaciones de los tres actores que llevan el peso del triángulo me han parecido muy convincentes, resultando particularmente simpática Greta Lee en el papel de Nora.

No sé si ha sido a causa de la traducción, pero algunas frases de los diálogos me han resultado incomprensibles.

Hay momentos de muy buen cine, como el recorrido de ida y vuelta por una calle del East Village y esos momentos eternos de Nora y Hae en su nueva despedida ante una persiana azul. Ahí se dice mucho con muy pocas palabras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que, aunque sea el personaje de Nora el que atrae la atención y el que lleva el peso del relato, es el de ese constante y cansino idealista que es Hae el que da origen a todas las contradicciones y conflictos que se relata en la película. Hae es una persona de costumbres fijas. Tiene un trabajo aburrido, del montón, con muchas horas extra no remuneradas, aunque con su cualificación profesional muy alta probablemente podría aspirar a algo mucho mejor. La calle que debe seguir de niño, cuando se separa de Nora, creo que entonces se llamaba Na, resulta para él un callejón sin salida. En el juego de la oca hay una casilla, la del pozo, de la que uno no puede salir hasta que caiga en ella otro jugador, es ahí donde ha ido a parar Hae. Mientras que, mal que bien, Nora ha ido haciendo su vida, cambiando de nombre, de cultura y de país, y construyendo su vida sentimental quizá con cierto nihilismo, quizá sin detenerse un momento a mirar dentro de ella y a reflexionar, Hae no ha logrado en veinticuatro años superar esa separación, y sigue, como los caballos de ese tiovivo tan bonito que aparece en una de las escenas, dando vueltas una y otra vez alrededor del mismo eje, sin ir a ninguna parte.

El final me ha gustado. Hae, por fin, atraviesa un puente y no pasa bajo ellos, mientras amanece en la ciudad. Lo veo como un símbolo de que, por fin, se ha decidido a salir de su círculo vicioso.
11 de marzo de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trece años después de haber estrenado la adaptación de Los bajos fondos de Máximo Gorki, Akira Kurosawa vuelve a presentarnos en un mundo de miseria una reflexión muy profunda sobre la humanidad en general, sobre el autoengaño incluso poético o artístico como huida de nuestras miserias, y sobre la pequeña, pero inmensa distancia que hay entre lo mejor y lo peor del ser humano. Ahora la época es la contemporánea de la película, se rueda en color (maravillosas las transparencias de los dibujos de los tranvías, o el tono del sol poniente, o la reflexión de la mujer sensual junto al árbol muerto, casi como si fuese un cromo de los que coleccionaba en mi infancia) y el maestro da sentido a cada color, como a cada gesto de los actores y a cada movimiento que registra o que hace la cámara, convirtiendo las paredes de madera o de cartón de las chabolas en obras de arte. Vuelve a aparecer un filósofo, quizá un santo o un místico, que parece quedar liberado de las miserias de cada uno de los personajes, pero, y este matiz es muy significativo, porque refleja estados de ánimo muy diferentes, mientras que en Los bajos fondos el sabio es un hombre feliz, en Dodes’ka-den, es uno de los personajes que más amargura arrastra.
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Momentos memorables de reencuentros, como el de la pareja que no habla, a causa de un trauma, más presente que pasado, o el de la martirizada ahijada del vago parásito y abusador con el encantador repartidor de botellas de saké ante el muro que delimita su mundo, y personajes inolvidables, como el padre y el hijo, niño mendigo, que viven en lo que queda de un viejo dos caballos, imaginando cómo construyen una gran mansión, de tal forma que el padre es incapaz de abandonar su refinada y estéril creatividad, incluso cuando enfrentar la realidad se convierte en una cuestión de vida o muerte, el coro de las mujeres que acuden a la fuente, o el señor que parece haber sobrevivido a una parálisis cerebral, que soporta a esa señora tan grosera, pero tan necesaria y leal, o esas mujeres que intercambian maridos borrachos, porque en ese estado, que es el habitual, son absolutamente indistinguibles, ese señor que ve con claridad y sin imaginación el dolor de una vida en soledad y al que el sabio le anima a seguir viviendo para dar vida en sus sueños a su familia perdida, o ese superpadre que, además hace brochas y cepillos: “Si alguien dice que no sois hijos míos, pregúntale por su propio padre. Seguro que no puede contestar”; y, dodes’ka-den, el chico, que con gran placer, puntualidad y sentido de la responsabilidad, conduce un imaginario tranvía por las sendas que se abren entre montones de inmundicias, mientras que su madre, atormentada, reza letanías budistas para no pensar en lo que será de su hijo cuando ella falte. . Mención especial merece la banda sonora de Toru Tagemitsu, pura magia y fantasía.

En cualquier caso, no creo que sea una película sobre una parte de la humanidad, sino sobre toda la humanidad, porque, de un modo u otro, todos somos pasajeros de ese tranvía imaginario y todos necesitamos vías de escape, como el fútbol, la prensa rosa, la política, la fe religiosa, las sectas, el alcohol u otras drogas o las teorías conspiranoicas para soportar la inmensa dureza y las muchas miserias de nuestra existencia….Dodes’ka-den, dodes’ka-den, dodes’ka-den...
20 de julio de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre joven, con traje, corbata, gabardina, gafas de pasta y cartera de trabajo corre por una calle cuesta arriba. Es el comienzo de la parte filmada de la película. A partir de este momento no se nos concederá ningún momento de descanso. Basada en hechos reales, narra el segundo juicio al que fue sometido Pierre Goldman, en abril de 1976, entre otros delitos por el homicidio de dos farmacéuticas y las graves heridas causadas a un policía. De los varios delitos por los que se acusaba a Pierre Goldman, éste sólo negó su participación en el caso de la farmacia.

Llama en primer lugar la atención la libertad de forma en este juicio frente al sistema americano al que estamos acostumbrados los aficionados a este género de cine judicial, mucho más rígido y formal. Aquí el público del juicio es un actor más, que muestra ruidosamente su conformidad o no con las diferentes intervenciones, casi como un coro de tragedia griega, los miembros del jurado interrogan a los testigos y el acusado se expresa casi con total libertad, incluso desautorizando a sus propios abogados. En cualquier caso el resultado cinematográfico es excelente y la tensión y el interés se mantienen en ascenso durante toda la película.

Son muy numerosas las reflexiones que provoca la película, históricas, políticas, psicológicas, jurídicas (es interesantísimo el alegato del primer abogado de la defensa poniendo en cuestión el valor de la prueba testifical en general)

La película es excelente. El guión mantiene no solo el interés, sino también la tensión a un ritmo trepidante, las interpretaciones, principales y secundarias, son sobrias y convincentes, la ambientación está muy cuidada, la fotografía y los movimientos de cámara se ponen al servicio de la historia con eficacia…

Y, sin embargo… (sigo en modo spoiler)
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No es que la película acabe con el final, es que el final acaba con la película. El jurado emite su veredicto favorable al acusado, el tribunal pronuncia sentencia estimando sus argumentos. Hay alegría, abrazos, emoción. El luchador antisistema imigrante y judío ha sido escuchado por el sistema y se le ha dado la razón. El sistema, por tanto, aunque con retraso y gracias a la batalla del acusado en primer plano y al esfuerzo y paciencia de sus abogados en segundo plano, ha funcionado como una máquina lenta, pero bien engrasada y ha rectificado sus errores. La chapucera y tramposa investigación de la policía ha sido puesta en evidencia. Todos podemos quedar satisfechos. La parte cinematográfica acaba con los serios rostros de los miembros del tribunal, conscientes de la importancia y responsabilidad de su trabajo. Comienzan ahora a aparecer palabras escritas en la pantalla. En medio del texto podemos leer durante ocho segundos estas palabras:
“fue asesinado tres años más tarde en condiciones que hasta el día de la fecha no han sido aclaradas”
Y esta parte de la historia que no ha sido contada lo cambia absolutamente todo. Efectivamente, aunque los hechos no han sido aclarados, algo se sabe de ellos. Su asesinato fue reivindicado por un grupo terrorista, al parecer con ideología de extrema derecha, que se llamaba a sí mismo Honor de la Policía. De este modo el sistema ha mostrado su cara oculta y, dando la muerte a Pierre Goldman, ha justificado su vida. Esto, que desde mi punto de vista es el más importante de los acontecimientos y que debería culminar la película, ha sido voluntariamente silenciado todo lo posible. Es una opción, pero no es la opción en la que creo. Dicho esto, mantengo la buena puntuación a una película que está muy bien hecha, muy bien planeada, y que resulta interesante y siempre entretenida
25 de enero de 2025 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si llegas a esta crítica sin haber visto la película, te recomiendo que te pongas cómodo y la disfrutes sin exigir de ti mismo más atención que la que necesita cualquier otra, y sin más miedo que el que te pueda provocar alguna de las escenas. Si has leído alguna novela de Mario Vargas Llosa, como Conversación en la Catedral, verás que la película está estructurada de una manera parecida. Al principio hay varios relatos aparentemente independientes entre sí, que se van alternando en la narración. Considerados independientemente, cada uno de ellos está rodado con mano maestra, que sabe exigir mucho de los actores y obtener de ellos el máximo rendimiento, registrando con sabios y suaves movimientos de cámara mucho más de lo que dice el texto de los diálogos. Esta variedad, además, nos permitirá disfrutar muchos matices. Hay comicidad, misterio, suspense, erotismo siempre latente, terror, tensión... y todo ello está tratado con precisión meticulosa y gran elegancia. Por otra parte, el salto de una narración a otra es aprovechado para acentuar determinados matices, como el contraste entre la oficina cutre pero luminosa donde se desarrolla una de las historias más hilarantes, con la oficina de la historia anterior, lujosa hasta el exceso y privada de luz natural en la que se desarrolla la portentosa escena del café expreso, contraste que se extiende a las actitudes de sus respectivos protagonistas, tensa hasta el extremo en esta escena, relajada y amistosa en la de la oficina cutre y aun a la forma de vestir en cada caso. Ni te anuncio ni te garantizo que vayas a descubrir la relación entre las diferentes historias, pero sí te digo que vas a disfrutar de varias, variadas y excelentes películas por el precio de una sola.

Si ya has visto la película, sigo en modo spoiler
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“El sueño no es solo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre”. Milan Kundera (La insoportable levedad del ser)

Por fin sola, la mujer misteriosa abre la pequeña caja fuerte con la extraña llave azul que había aparecido en su bolso. Ha llegado la hora de la verdad. La chica rubia, ideal de la muerte a cuya encantadora sonrisa sonríe constantemente la fortuna desde que llegó a Hollywood de su pueblo en Ontario (Canadá) llevaba siempre la iniciativa en su relación con una mujer bellísima y misteriosa, pero siempre pasiva, vulnerable y dubitativa, cuando el aspecto de una y otra parecían indicarnos todo lo contrario, quizá simpático el de la chica rubia, pero también frágil; y cargado de personalidad el de la mujer misteriosa. La chica (¿Betty?, ¿Diane?, estos intercambios de nombres no son casuales) se venga en su sueño de todas sus frustraciones, fracasos, dudas, envidias, humillaciones y debilidades, y no son pocas, como se encarga de mostrarnos crudamente la parte final de la película. Hay algo de doctor Jekyll y Mr. Hyde, que diferencia a la Betty de los sueños de la Diane mediocre, onanista a su pesar y vengativa del final de la película, o quizá de retrato de Dorian Gray, donde la verdadera Diane se muestra ya al principio en el callejón que hay detrás del basurero de la cafetería, o tumbada a medio corromper sobre el destrozado colchón del apartamento de Sierra Bonita, que es donde realmente vive. Del mismo modo, la mujer misteriosa (¿Rita, Diane, Camila?) deja de ser ese ente confundido, pasivo y manipulable, y se convierte en la realidad en una persona libre, cruel, odiosa e insensible a veces, pero de fuerte personalidad, que lleva las riendas de su vida, diferente, cuando no opuesta por completo a aquella en la que sueña Diane, que ha llegado a convertirla en sus sueños en un alien de sí misma.

Toda la película es soberbia, pero yo destacaría el final de la parte soñada. El recorrido en taxi de madrugada por las calles de Los Ángeles, ciudad que es uno de sus personajes más importantes, a la que vemos a todas las horas del día y de la noche, desde colinas, a vista de pájaro, o como ahora, a pie de calle, jugando con luces y colores que se desplazan con el movimiento del taxi, y con enfoques y desenfoques hasta llegar al club Silencio, al fondo de esa calle desierta y llena de papeles arrastrados por la brisa. Parece que dentro de ese club está la clave que ha de resolver todos los misterios. Mientras Betty dormía, la entonces Diane ha parecido entrar en trance y, como si fuera una medium, ha hablado en español (aclaro que también en la versión original, para los que hayan visto la versión doblada) “Silencio, silencio, silencio, silencio” “No hay banda” “No hay orquesta”, y ha sentido la necesidad de acudir a ese club en medio de la madrugada. Por primera vez es ella quien toma la iniciativa en su relación con Betty. El espectáculo en el interior del club, en un ambiente onírico, con ese ser andrógino, de pelo azul en uno de los palcos, nos anticipa que nada en la película ha sido lo que parecía, del mismo modo que el actor que aparentaba tocar la trompeta no lo hacía en realidad. La escena alcanza su punto culminante cuando la dolorosa de los Ángeles (Rebekah del Río) canta (¿o no?) en español, a capela, sin banda, sin orquesta la canción Crying (Llorando: “mi amor se llevó llorando todo mi corazón”), y expresa todo el sentimiento de amor frustrado de Diane. En este momento ella decide despertar...Pura magia en todos los sentidos de la palabra.

Silencio.

La película fue dedicada a Jennifer Syme, actriz que había intervenido en la película Carretera perdida, de David Lynch, y que falleció el mismo año del estreno de Mulholland Drive, cuando ella tenía veintinueve.
30 de diciembre de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en Sieranevada, otra película posterior del mismo director, La muerte del señor Lazarescu parece filmada de la realidad con una cámara invisible e inquieta.

Creo que circulan dos confusiones en torno a la película. La primera está provocada porque se la ha calificado de comedia. Por Dios, salvo que seas un sádico o un psicópata, no veas esta película con la intención de reirte o de pasar un rato divertido. Es la tragedia de un hombre común, con el que cualquiera puede identificarse, que muchas veces es maltratado durante su agonía.

La segunda confusión a mi modo de ver es creer que la película pretende criticar al sistema sanitario, sea el rumano o cualquier otro en general. Y yo me quedo con una sensación diferente. Bucarest, la ciudad en la que se desarrolla la película es perfectamente intercambiable con cualquier otra ciudad de un país con un sistema sanitario con un cierto desarrollo y, salvo por el color de las ambulancias y el uniforme de los enfermeros, no seríamos capaces de distinguir si estamos en algún hospital rumano, holandés, ruso, americano o español. La película se centra mucho más en las virtudes y en las debilidades humanas y en su gran capacidad para cambiar el entorno que en la bondad o maldad del sistema. Con el mismo enfermo y sistema asistimos a episodios de soberbia y humillación, de generosidad y espíritu de servicio, de profesionalidad y de falta de humanidad, de compasión y de indiferencia ante el sufrimiento ajeno, ante la vida, la enfermedad y la muerte.

Dura, muy dura, necesaria, sensible, honesta y muy bien hecha. Recomendable para todo aquel que no vea solo en el cine una forma de matar el rato o de que le fabriquen sus sueños.
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Hay dos momentos que se me han hecho especialmente duros. Uno cuando un neurocirujano, que, capacitado técnicamente como lo está, ha sabido ver en el paciente los síntomas y la enfermedad y su gravedad, y a pesar de saber que no está físicamente en situación de comprender las consecuencias y riesgos de la operación ni de firmar, se empeña en que Lazarescu firme de la hoja de descargo de responsabilidad (el consentimiento informado) y llega a colocar en su mano derecha que sabe paralizada un bolígrafo. La crueldad estúpida y lo absurdo de la situación de esta escena, con toda su dureza, son cine de verdad y cine de la verdad.

En segundo lugar, ya casi al final de la película, cuando se va la enfermera que ha compartido con el señor Lazarescu la noche, el periplo hospitalario, las confidencias en las horas finales de su vida, que queriendo ayudar se ha visto cruelmente humillada, me ha parecido terrible que no haya cogido la mano, que no haya dirigido una palabra de consuelo, que ni siquiera haya mirado al señor Lazarescu para despedirse, pero era necesario para dejar claro que nadie está a salvo de caer en la inhumanidad. No hay personas totalmente buenas ni totalmente malas.
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