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7,3
81.794
7
27 de enero de 2022
27 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paseo mis ojos por las palabras del ginebrino que era Amiel y me cuenta que el gusto francés es oratorio y teatral. En verdad, un gran número de los pensadores que frecuento la emprenden contra el arte de Francia (generalmente a lo largo del siglo XIX) y puedo decir, al menos basándome en obras contemporáneas, que algo de aquello, algo de lo que refiere Amiel, he llegado a encontrar yo mismo en obras como 'Las invasiones bárbaras' (2003) —que mucho me gustó—, de la trilogía del bueno de Denys Arcand, o alguna otra más actual como 'El origen del mundo' (2020) —que tal vez algún día pueda terminar de ver—.
El hecho es que es cierto, al menos el estilo literario francés rebosa de ingenio y… ¿cómo decirlo? cierta estructura ajedrecística; todo es demasiado sesudo, a la manera de los ensayos de Montaigne, que dejan ver muy claramente sus pretensiones enciclopédicas. ¡El refinamiento! ¿Pero quién ha dicho que lo alambicado es verdaderamente grato? No lo sé… y ocurre que algunas de estas cosas venían a mis pensamientos cuando miraba 'Medianoche en París' (2011), lo que viene a decirnos que, siempre que no haya logrado lo que se proponía, Woody Allen pudo captar muy bien el espíritu francés. ¡Y no solo eso! Que también capta de maravillas la Ciudad de la Luz.
• Aproximaciones argumentales
Gil Pender (Owen Willson) es un escritor que trabaja escribiendo guiones para Hollywood, pero en verdad anhela concluir su primera novela que lleva desarrollando desde hace largo tiempo. El muchacho se encuentra de vacaciones en París, con sus suegros y su pareja: Inez (Rachel McAdams). Gil es un hombre soñador que permanece embebido por la deslumbrante atmósfera de la ciudad y que no pocas veces fantasea con trasladarse allí, pero Inez suele tratarlo de extravagante y no comprende para nada las aspiraciones artísticas y poéticas del escritor.
Ocurrirá, a lo largo del film, que Gil se verá envuelto en las más inimaginables aventuras, viajando a lugares imposibles y conociendo diferentes personajes no menos imposibles también. Todo se recubrirá de una encantadora atmósfera que nos hará viajar por las mejores épocas de París.
• La visión de un romántico
Contrario a mi costumbre, en este caso no estableceré precisiones acerca de la factura técnica de la película y demás; debemos considerar siempre que hablamos de uno de los grandes directores de la industria. Si algo habrá de subrayarse en esta película podría reducirse al guion (eso, pese a haber ganado el Oscar).
Destaca en todo momento el pulso con el que el director capta la esencia parisina; por todos lados desborda su apasionada visión de la vieja Europa. Sabemos que Woody Allen adora las tierras europeas y que no es la única película que ha decidido filmar por allí: lo ha hecho en Francia, claro, pero por citar algunos casos, también en Italia ('A Roma con amor', 2012) y en España ('Vicky Cristina Barcelona', 2008 y su reciente 'Rifkin's Festival', 2020).
Owen Willson siempre me ha caído bien. En esta película va muy a tono con ese semblante semineurótico y soñador, además de resultar prácticamente inofensivo: una víctima de las circunstancias que lo zarandean de un lado a otro sin que pueda oponer resistencia. No es difícil sentir entrañable simpatía por el personaje. Sin embargo, resulta algo más difícil simpatizar con Inez, con Rachel McAdams, ya que su papel… Bien, que su papel es bosquejado con trazo grueso, tiene muy pocas aristas, poca profundidad. Decanta en verdad en un arquetipo —algo trillado—, en un modelo que parece utilizar Allen para justificar algunos rebordes de la historia, pero de ello hablaré algo más adelante.
El humor, como no podría ser de otra manera, es siempre acertado y lúcido. Si bien en esta película abundan los estereotipos, como es también el caso del amigo de Inez, Paul Bates (Michael Sheen), casi siempre nos ocurre que todo se siente natural y resulta placentero. Uno se sube a esa nave tan bien capitaneada, esa embarcación que navega a través del realismo mágico, y se abandona en su travesía. Woody sabe introducirnos en su mundo con la facilidad y el encanto de siempre, somos suyos durante cada minuto de la obra.
Todo aquello que requiere aguzar la mirada, todo eso que podríamos comentar evadiéndonos de los principales méritos de este film, será comentado en el siguiente apartado.
(Continúa en 'spoiler').
El hecho es que es cierto, al menos el estilo literario francés rebosa de ingenio y… ¿cómo decirlo? cierta estructura ajedrecística; todo es demasiado sesudo, a la manera de los ensayos de Montaigne, que dejan ver muy claramente sus pretensiones enciclopédicas. ¡El refinamiento! ¿Pero quién ha dicho que lo alambicado es verdaderamente grato? No lo sé… y ocurre que algunas de estas cosas venían a mis pensamientos cuando miraba 'Medianoche en París' (2011), lo que viene a decirnos que, siempre que no haya logrado lo que se proponía, Woody Allen pudo captar muy bien el espíritu francés. ¡Y no solo eso! Que también capta de maravillas la Ciudad de la Luz.
• Aproximaciones argumentales
Gil Pender (Owen Willson) es un escritor que trabaja escribiendo guiones para Hollywood, pero en verdad anhela concluir su primera novela que lleva desarrollando desde hace largo tiempo. El muchacho se encuentra de vacaciones en París, con sus suegros y su pareja: Inez (Rachel McAdams). Gil es un hombre soñador que permanece embebido por la deslumbrante atmósfera de la ciudad y que no pocas veces fantasea con trasladarse allí, pero Inez suele tratarlo de extravagante y no comprende para nada las aspiraciones artísticas y poéticas del escritor.
Ocurrirá, a lo largo del film, que Gil se verá envuelto en las más inimaginables aventuras, viajando a lugares imposibles y conociendo diferentes personajes no menos imposibles también. Todo se recubrirá de una encantadora atmósfera que nos hará viajar por las mejores épocas de París.
• La visión de un romántico
Contrario a mi costumbre, en este caso no estableceré precisiones acerca de la factura técnica de la película y demás; debemos considerar siempre que hablamos de uno de los grandes directores de la industria. Si algo habrá de subrayarse en esta película podría reducirse al guion (eso, pese a haber ganado el Oscar).
Destaca en todo momento el pulso con el que el director capta la esencia parisina; por todos lados desborda su apasionada visión de la vieja Europa. Sabemos que Woody Allen adora las tierras europeas y que no es la única película que ha decidido filmar por allí: lo ha hecho en Francia, claro, pero por citar algunos casos, también en Italia ('A Roma con amor', 2012) y en España ('Vicky Cristina Barcelona', 2008 y su reciente 'Rifkin's Festival', 2020).
Owen Willson siempre me ha caído bien. En esta película va muy a tono con ese semblante semineurótico y soñador, además de resultar prácticamente inofensivo: una víctima de las circunstancias que lo zarandean de un lado a otro sin que pueda oponer resistencia. No es difícil sentir entrañable simpatía por el personaje. Sin embargo, resulta algo más difícil simpatizar con Inez, con Rachel McAdams, ya que su papel… Bien, que su papel es bosquejado con trazo grueso, tiene muy pocas aristas, poca profundidad. Decanta en verdad en un arquetipo —algo trillado—, en un modelo que parece utilizar Allen para justificar algunos rebordes de la historia, pero de ello hablaré algo más adelante.
El humor, como no podría ser de otra manera, es siempre acertado y lúcido. Si bien en esta película abundan los estereotipos, como es también el caso del amigo de Inez, Paul Bates (Michael Sheen), casi siempre nos ocurre que todo se siente natural y resulta placentero. Uno se sube a esa nave tan bien capitaneada, esa embarcación que navega a través del realismo mágico, y se abandona en su travesía. Woody sabe introducirnos en su mundo con la facilidad y el encanto de siempre, somos suyos durante cada minuto de la obra.
Todo aquello que requiere aguzar la mirada, todo eso que podríamos comentar evadiéndonos de los principales méritos de este film, será comentado en el siguiente apartado.
(Continúa en 'spoiler').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
• Implicancias
Hice las primeras observaciones de esta nota porque, como ya he dicho, Woody Allen coincide perfectamente con el espíritu francés. Su humor suele estar siempre signado por diferentes referencias a las más variadas disciplinas artísticas e incluso al psicoanálisis o la filosofía. En esta película desfila incontable cantidad de comentarios sobre músicos, pintores, escritores e incluso cineastas de grande talla, pero es también lo que ocurre: muchos de los espectadores que no estén al tanto de las mentadas referencias, quedarán afuera del chiste y eso —ocioso es destacarlo— limita el alcance de la obra.
También me llega a ocurrir que esa perspectiva burguesa —porque no otra— de engrandecer las figuras del arte, me viene como desagradable. Con el correr de los años he comenzado a vislumbrar que más vale andarse con cuidado cuando paseamos por los jardines de aquellos a quien admiramos, sobre todo porque cualquier obra de arte suele cristalizar un aspecto de la vida del artista que siquiera es un aspecto. Digo, que la mayoría de las veces las obras son o bien afectación, o una astuta manera de reformarse. Siempre es mejor quedarse con la obra y no con su artífice, y aquí mismo me encuentro sitiado en un punto por demás interesante, ya que también esto vale para Woody Allen.
Si bien las polémicas que orbitan en torno al director neoyorkino tienen el más variado alcance, igualmente en ello es preciso andarnos con cuidado, porque si acaso nos enfrentamos a una obra que por sí misma habla de una manera que nada tiene que ver con aquello que haya hecho o pudiera hacer su creador, entonces hay que dejarla intocada. Incluso llego a verme poderosamente tentado a inferir que las Musas realmente existen y que son capaces de inspirar al más incauto, haciéndole realizar vaya a saber qué tipo de prodigios cuando él no es más que un ser ordinario —más de un caso tenemos—. No veo que esta obra de Woody Allen llegue a ser impropia, más allá, claro, de aquello que he aludido: entronizar excesivamente a los referentes del arte. Si alguien menosprecia esta película por algún comportamiento (el que sea) de su creador, yo le diría que debe revisar su criterio.
Por último, diré que tan solo rondan mis pensamientos dos cuestiones. Llego a dudar de si acaso Woody no cree quizá con inquietantes notas de megalomanía en eso de que los artistas merecen un trato especial por ser tales; que merezcan algún beneplácito debido a sus talentos (que ya sabemos: no 'les' pertenecen), cosa que podría explicarnos en algo que haya cometido actos criminales sin remordimiento alguno (eso siempre que lleguen a confirmarse, claro), ya que él mismo es un artista de renombre. Y por otro lado, cosa que ya he sugerido más arriba y que hace que observe a este director con una estimable cuota de suspicacia, me llama la atención la forma de esbozar sus personajes femeninos… eso de describir solamente los contornos de la mujer o de plasmar la idea de La Mujer, como si no se tratara de seres de carne y hueso. Woody diagrama sus mujeres como hueras o como olímpicas, no existe término medio. En esta película, nuestro director únicamente posa su mirada con tenacidad sobre el protagonista que ha de ser, como tantas veces, su 'alter ego'. Las mujeres resultan más bien decorativas y eso me incomoda, pero también me deja esperando, esperando un enfoque distinto.
Lo mejor de la obra es, sin duda alguna, el recorrido por las anochecidas calles de París. Es tan exquisito el modo de filmar la ciudad —que ya sabemos que fascina al director— que uno se siente caminando sus calles, gustando sus sabores y embriagándose con sus aromas. Solo llego a requerir algo más de corazón y un poco menos de astucia, de intelecto, de refinamiento lógico… pero ya lo sé: no hay que pedir peras al olmo.
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/midnight-in-paris-la-mirada-enamorada-de-woody-allen-202212617230
Hice las primeras observaciones de esta nota porque, como ya he dicho, Woody Allen coincide perfectamente con el espíritu francés. Su humor suele estar siempre signado por diferentes referencias a las más variadas disciplinas artísticas e incluso al psicoanálisis o la filosofía. En esta película desfila incontable cantidad de comentarios sobre músicos, pintores, escritores e incluso cineastas de grande talla, pero es también lo que ocurre: muchos de los espectadores que no estén al tanto de las mentadas referencias, quedarán afuera del chiste y eso —ocioso es destacarlo— limita el alcance de la obra.
También me llega a ocurrir que esa perspectiva burguesa —porque no otra— de engrandecer las figuras del arte, me viene como desagradable. Con el correr de los años he comenzado a vislumbrar que más vale andarse con cuidado cuando paseamos por los jardines de aquellos a quien admiramos, sobre todo porque cualquier obra de arte suele cristalizar un aspecto de la vida del artista que siquiera es un aspecto. Digo, que la mayoría de las veces las obras son o bien afectación, o una astuta manera de reformarse. Siempre es mejor quedarse con la obra y no con su artífice, y aquí mismo me encuentro sitiado en un punto por demás interesante, ya que también esto vale para Woody Allen.
Si bien las polémicas que orbitan en torno al director neoyorkino tienen el más variado alcance, igualmente en ello es preciso andarnos con cuidado, porque si acaso nos enfrentamos a una obra que por sí misma habla de una manera que nada tiene que ver con aquello que haya hecho o pudiera hacer su creador, entonces hay que dejarla intocada. Incluso llego a verme poderosamente tentado a inferir que las Musas realmente existen y que son capaces de inspirar al más incauto, haciéndole realizar vaya a saber qué tipo de prodigios cuando él no es más que un ser ordinario —más de un caso tenemos—. No veo que esta obra de Woody Allen llegue a ser impropia, más allá, claro, de aquello que he aludido: entronizar excesivamente a los referentes del arte. Si alguien menosprecia esta película por algún comportamiento (el que sea) de su creador, yo le diría que debe revisar su criterio.
Por último, diré que tan solo rondan mis pensamientos dos cuestiones. Llego a dudar de si acaso Woody no cree quizá con inquietantes notas de megalomanía en eso de que los artistas merecen un trato especial por ser tales; que merezcan algún beneplácito debido a sus talentos (que ya sabemos: no 'les' pertenecen), cosa que podría explicarnos en algo que haya cometido actos criminales sin remordimiento alguno (eso siempre que lleguen a confirmarse, claro), ya que él mismo es un artista de renombre. Y por otro lado, cosa que ya he sugerido más arriba y que hace que observe a este director con una estimable cuota de suspicacia, me llama la atención la forma de esbozar sus personajes femeninos… eso de describir solamente los contornos de la mujer o de plasmar la idea de La Mujer, como si no se tratara de seres de carne y hueso. Woody diagrama sus mujeres como hueras o como olímpicas, no existe término medio. En esta película, nuestro director únicamente posa su mirada con tenacidad sobre el protagonista que ha de ser, como tantas veces, su 'alter ego'. Las mujeres resultan más bien decorativas y eso me incomoda, pero también me deja esperando, esperando un enfoque distinto.
Lo mejor de la obra es, sin duda alguna, el recorrido por las anochecidas calles de París. Es tan exquisito el modo de filmar la ciudad —que ya sabemos que fascina al director— que uno se siente caminando sus calles, gustando sus sabores y embriagándose con sus aromas. Solo llego a requerir algo más de corazón y un poco menos de astucia, de intelecto, de refinamiento lógico… pero ya lo sé: no hay que pedir peras al olmo.
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/midnight-in-paris-la-mirada-enamorada-de-woody-allen-202212617230
3
15 de enero de 2024
15 de enero de 2024
110 de 220 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pedido de mi querido hermano (nahuelzonda), quien fuera mi mentor en esto del visionado de películas, es que subo para la comunidad esta breve enumeración que, en verdad, confeccioné para él en un mensaje de WhatsApp con rauda espontaneidad. Quizá por eso es que no tiene, si nos ceñimos a ciertos aspectos formales, una escrupulosa estructura, pero es el caso que a los fines resulta propicia.
1- La primera escena de esta serie horripila por el lamentable uso del CGI, además de por un penoso criterio para inspirar una sensación inquietante. Casi parece que todo se despeña por el precipicio ni bien comenzando (van a entender esta alusión cuando observen la escena mencionada).
2- Quedé muy sorprendido de la excesiva predominancia de personajes femeninos y la escasísima participación de personajes masculinos, quienes tienen —además de encontrarse tras bastidores— unos contornos casi nada definidos. Desde un asesinato clave, todo se cifra en la experiencia de las mujeres; casi parece tratarse de un mundo en el que los hombres son accidentales. (No diría esto que digo si no notara muy a las claras de qué manera esto ha sido un acento intencional en la obra).
3- Ahora existen elementos sobrenaturales. Los espíritus se manifiestan; los personajes son «poseídos», los electrodomésticos comienzan a fallar, los animales muertos se contorsionan, etc. Creo ver que esto realza el tratarse de comunidades nativas y sus creencias, ¡pero vamos! (¡Atentos, por favor, a la escena del «espíritu guía» que vale un Perú!).
4- Precisamente: también se ponen de relieve las cosmogonías nativas. Lo que quiere decir una vez más que la agenda política constriñe esta entrega hasta no dejar lugar para nada edificante. En esto esperen encontrarse todo tipo de clichés, toda clase de lugares comunes como lo es, por ejemplo, el caso en que un niño dibuja inocentemente una especie de espectro ensangrentado.
5- La última decisión —homenaje a la primera temporada— de plasmar una 'buddy movie' no funciona como debería y más nos hace recordar con una aceda congoja las aventuras de Woody y Matthew. Jodie Foster hace lo que puede, pero ya inquieta sobremanera el por qué la figura del policía para HBO ha de ser siempre la de un conflictuado existencial algo inestable y con un cinismo palpable.
P.D.: No me referiré con elucubraciones sobre el porqué de las opiniones de la crítica especializada y demás; tampoco seré demasiado metódico a la hora de explicar mis elucidaciones —sus justificados orígenes, digo—, ni quisiera yo tener que reparar en por qué parezco ir contracorriente con esta mi crítica y esta calificación que bien pueden parecer antojadizas y petulantes. Antes diré secamente que no soy yo quien corre a trasmano, sino más bien que me dirijo por una senda de (y hasta hiere el decirlo) simple sentido común; no esperaré a dictar mi sentencia cuando haya pasado la borrasca como quien dice: «¡Primero hay que ver la serie completa para opinar!». Cierto es que lo malo puede mejorar, cierto todavía que el buen poeta cantó «¡Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte!», pero el caso es que no sé yo cuándo sobrevengan para mí esos últimos cinco segundos y les prometo, les aseguro mis queridos: No pienso desperdiciarlos en otorgar beneplácitos, ¡el tiempo es oro!
1- La primera escena de esta serie horripila por el lamentable uso del CGI, además de por un penoso criterio para inspirar una sensación inquietante. Casi parece que todo se despeña por el precipicio ni bien comenzando (van a entender esta alusión cuando observen la escena mencionada).
2- Quedé muy sorprendido de la excesiva predominancia de personajes femeninos y la escasísima participación de personajes masculinos, quienes tienen —además de encontrarse tras bastidores— unos contornos casi nada definidos. Desde un asesinato clave, todo se cifra en la experiencia de las mujeres; casi parece tratarse de un mundo en el que los hombres son accidentales. (No diría esto que digo si no notara muy a las claras de qué manera esto ha sido un acento intencional en la obra).
3- Ahora existen elementos sobrenaturales. Los espíritus se manifiestan; los personajes son «poseídos», los electrodomésticos comienzan a fallar, los animales muertos se contorsionan, etc. Creo ver que esto realza el tratarse de comunidades nativas y sus creencias, ¡pero vamos! (¡Atentos, por favor, a la escena del «espíritu guía» que vale un Perú!).
4- Precisamente: también se ponen de relieve las cosmogonías nativas. Lo que quiere decir una vez más que la agenda política constriñe esta entrega hasta no dejar lugar para nada edificante. En esto esperen encontrarse todo tipo de clichés, toda clase de lugares comunes como lo es, por ejemplo, el caso en que un niño dibuja inocentemente una especie de espectro ensangrentado.
5- La última decisión —homenaje a la primera temporada— de plasmar una 'buddy movie' no funciona como debería y más nos hace recordar con una aceda congoja las aventuras de Woody y Matthew. Jodie Foster hace lo que puede, pero ya inquieta sobremanera el por qué la figura del policía para HBO ha de ser siempre la de un conflictuado existencial algo inestable y con un cinismo palpable.
P.D.: No me referiré con elucubraciones sobre el porqué de las opiniones de la crítica especializada y demás; tampoco seré demasiado metódico a la hora de explicar mis elucidaciones —sus justificados orígenes, digo—, ni quisiera yo tener que reparar en por qué parezco ir contracorriente con esta mi crítica y esta calificación que bien pueden parecer antojadizas y petulantes. Antes diré secamente que no soy yo quien corre a trasmano, sino más bien que me dirijo por una senda de (y hasta hiere el decirlo) simple sentido común; no esperaré a dictar mi sentencia cuando haya pasado la borrasca como quien dice: «¡Primero hay que ver la serie completa para opinar!». Cierto es que lo malo puede mejorar, cierto todavía que el buen poeta cantó «¡Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte!», pero el caso es que no sé yo cuándo sobrevengan para mí esos últimos cinco segundos y les prometo, les aseguro mis queridos: No pienso desperdiciarlos en otorgar beneplácitos, ¡el tiempo es oro!

5,1
1.153
9
23 de febrero de 2022
23 de febrero de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace dos días enteros que me propongo encarar esta reseña y todavía no sé muy bien de qué manera hacerlo. Ocurre que esta película rasgó mis carnes y me instiló un veneno sanador. ¿Sueno contradictorio? Bueno, no hay que alarmarse, en todo caso es algo semejante (y que me perdonen los especialistas) a lo que ocurre con la inoculación; con las vacunas, digo. A veces debemos recibir una porción de la enfermedad para poder combatirla. ¿Están también ustedes algo enfermos? ¿Y ya se han vacunado?
Pues bien, hasta hoy no me ha ocurrido eso de verme tan interpelado y a la vez incluido en una película visiblemente feminista. Esta obra me ha llevado a la patria femenina con un cuidado, un respeto, una delicadeza —también gran una aspereza— y una sapiencia que me ha dejado maravillado y a la vez dolido. Me ha dejado herido, porque me ha hecho sentir hondamente —y sentir lo hondo—. Me ha llevado hasta abajo, a las fangosas ciénagas de los dominios femeninos que pugnan por ver la luz. ¡Sí, todavía!
Luego de ver esta obra ya no sé distinguir con justeza qué es qué; no sé qué lugar le corresponde a cada quien, porque se han desplazado los lugares o no ha habido tales lugares. Porque Doucouré ha instalado un debate en torno a la espacialidad, los dominios propios de la mujer y ello involucra a cualquier otro terreno que colinde con ellos, por lo tanto: todos estamos desplazados. Son los nuestros no-lugares. ¡Qué agobio!
• Aproximaciones argumentales
Amy (la sorprendente Fathia Youssouf Abdillahi) es una niña senegalesa de 11 años, que vive en un apartamento con su madre y su hermano pequeño. Con el correr de los días deberá enfrentarse a situaciones desagradables y de profundo impacto emocional: un nuevo hogar, la misteriosa ausencia del padre, la religión islámica, su primer periodo y la nueva escuela. Debido a los inconvenientes intrafamiliares y al enorme rigor con que su religión lo cubre todo, llegará a encontrarse sola en momentos fundantes de su adolescencia temprana, lo que llevará a nuestra protagonista a buscar un espacio propio y a tomar decisiones de la más variada índole, involucrándose en un nuevo mundo: primero, secular; más tarde, irrestricto.
Conforme avanza la historia, veremos que a Amy se le abrirán las diversas alternativas que tiene para convertirse en una mujer. Es en eso, en las alternativas que tendrá como mujer, donde se cifra todo.
• La herida abierta
La película tiene dos miradas; no hablo de dos maneras de ser vista, sino de que hay dos espectadores incluidos en ella. Una, es la mirada de Amy, que todo lo ve y procura integrarlo con los insuficientes recursos que ha de tener siempre un adolescente; la otra, es la mirada voyerista, la mirada espía que se ha introducido en la vida de una menor y sigue sus pasos con reprochable precisión. A la manera de quien lee un diario íntimo o se inmiscuye en un epistolario del cual no participa, así ve uno la intimidad de Amy, que no tardará en ser volcada al mundo.
Las actuaciones son todas estimables, incluso el pequeño hermano de Amy se encuentra en estado de gracia. La madre, la tía y las muchachas que formarán su grupo escolar también están geniales, pero más allá de la protagonista, la otra personalidad que hay que destacar es Angélica (Médina El Aidi-Azouni) quien llegará a convertirse en su mejor amiga.
La introducción de Angélica en la película es algo que atender. Durante algunos minutos vemos la espalda de una joven que, vestida con trapos muy de noche, baila sensualmente al ritmo del reggaetón. El hecho es que no acabamos de saber muy bien si se trata de una niña o no; algo en sus movimientos… ¡Pero no puede ser! Sin embargo, se sostiene la confusión hasta que gira y entonces la vemos, ¡Dios, que sí era una niña! ¿Acaso algún otro pensamiento ha cruzado por mi mente? Así juega la directora una y otra vez poniendo a prueba al espectador. Quiere que seamos conscientes de lo que estamos viendo, eso que las más de las veces pasa frente a nuestras narices sin que nosotros acusemos recibo. Constantemente esta brillante mujer imbrica el mundo anómico de los niños con comportamientos exclusivamente de adultos; las niñas, digo, constantemente pasan de la niñez a la adultez sin escalas y sin siquiera percatarse de lo que están haciendo. La directora quiere que veamos lo que hoy se-deja-ver sin el mínimo disgusto y reparo, para que caigamos en la cuenta de que somos nosotros mismos los agentes contaminantes.
El realismo con el que ciertas situaciones son representadas me ha dejado también muy cautivado: las situaciones en el hogar de Amy; las burlas en el colegio; cuando las niñas se pelean a puñetazos limpios; cuando los adultos deben reprender algún comportamiento, en fin, todo está muy bien. Sobrio y milimétricamente cuidado.
La factura técnica también es más que adecuada, no veo que haya mucho que destacar al respecto ya que la película tampoco lo pide. Solo he llegado a echar en falta alguna que otra elección que tan solo atañe al guion; cosas nimias en que las más de las veces no puedo evitar pensar, como «¿Dónde carga el celular?»; «¿Quién filmó ese video?» y demás. En fin, ¡tonterías! Son cosas que muy se me pueden reprochar, pero que me cuesta evadir del todo. Fuera de esas pequeñísimas cosas, que no hacen a la trama ni al mensaje, que incluso es posible que su servidor las haya captado gracias al penoso entrenamiento que propicia esa inevitable avidez de ver películas y que también pueden deberse a que se trata del primer largometraje de Maïmouna, no veo yerro en este film. Muy por el contrario, me resulta genial.
La escena final de esta obra me parece de una contundencia abrumadora. Llega a nosotros como el clímax esperado y de una manera tan pensada, tan evidentemente diagramada que me tomó por sorpresa. Esa película es cine del bueno y tiene todo lo que debemos esperar del cine. ¡Por fin, Netflix! ¡Por fin y creo que sin querer también!
(Continúa en 'spoiler').
Pues bien, hasta hoy no me ha ocurrido eso de verme tan interpelado y a la vez incluido en una película visiblemente feminista. Esta obra me ha llevado a la patria femenina con un cuidado, un respeto, una delicadeza —también gran una aspereza— y una sapiencia que me ha dejado maravillado y a la vez dolido. Me ha dejado herido, porque me ha hecho sentir hondamente —y sentir lo hondo—. Me ha llevado hasta abajo, a las fangosas ciénagas de los dominios femeninos que pugnan por ver la luz. ¡Sí, todavía!
Luego de ver esta obra ya no sé distinguir con justeza qué es qué; no sé qué lugar le corresponde a cada quien, porque se han desplazado los lugares o no ha habido tales lugares. Porque Doucouré ha instalado un debate en torno a la espacialidad, los dominios propios de la mujer y ello involucra a cualquier otro terreno que colinde con ellos, por lo tanto: todos estamos desplazados. Son los nuestros no-lugares. ¡Qué agobio!
• Aproximaciones argumentales
Amy (la sorprendente Fathia Youssouf Abdillahi) es una niña senegalesa de 11 años, que vive en un apartamento con su madre y su hermano pequeño. Con el correr de los días deberá enfrentarse a situaciones desagradables y de profundo impacto emocional: un nuevo hogar, la misteriosa ausencia del padre, la religión islámica, su primer periodo y la nueva escuela. Debido a los inconvenientes intrafamiliares y al enorme rigor con que su religión lo cubre todo, llegará a encontrarse sola en momentos fundantes de su adolescencia temprana, lo que llevará a nuestra protagonista a buscar un espacio propio y a tomar decisiones de la más variada índole, involucrándose en un nuevo mundo: primero, secular; más tarde, irrestricto.
Conforme avanza la historia, veremos que a Amy se le abrirán las diversas alternativas que tiene para convertirse en una mujer. Es en eso, en las alternativas que tendrá como mujer, donde se cifra todo.
• La herida abierta
La película tiene dos miradas; no hablo de dos maneras de ser vista, sino de que hay dos espectadores incluidos en ella. Una, es la mirada de Amy, que todo lo ve y procura integrarlo con los insuficientes recursos que ha de tener siempre un adolescente; la otra, es la mirada voyerista, la mirada espía que se ha introducido en la vida de una menor y sigue sus pasos con reprochable precisión. A la manera de quien lee un diario íntimo o se inmiscuye en un epistolario del cual no participa, así ve uno la intimidad de Amy, que no tardará en ser volcada al mundo.
Las actuaciones son todas estimables, incluso el pequeño hermano de Amy se encuentra en estado de gracia. La madre, la tía y las muchachas que formarán su grupo escolar también están geniales, pero más allá de la protagonista, la otra personalidad que hay que destacar es Angélica (Médina El Aidi-Azouni) quien llegará a convertirse en su mejor amiga.
La introducción de Angélica en la película es algo que atender. Durante algunos minutos vemos la espalda de una joven que, vestida con trapos muy de noche, baila sensualmente al ritmo del reggaetón. El hecho es que no acabamos de saber muy bien si se trata de una niña o no; algo en sus movimientos… ¡Pero no puede ser! Sin embargo, se sostiene la confusión hasta que gira y entonces la vemos, ¡Dios, que sí era una niña! ¿Acaso algún otro pensamiento ha cruzado por mi mente? Así juega la directora una y otra vez poniendo a prueba al espectador. Quiere que seamos conscientes de lo que estamos viendo, eso que las más de las veces pasa frente a nuestras narices sin que nosotros acusemos recibo. Constantemente esta brillante mujer imbrica el mundo anómico de los niños con comportamientos exclusivamente de adultos; las niñas, digo, constantemente pasan de la niñez a la adultez sin escalas y sin siquiera percatarse de lo que están haciendo. La directora quiere que veamos lo que hoy se-deja-ver sin el mínimo disgusto y reparo, para que caigamos en la cuenta de que somos nosotros mismos los agentes contaminantes.
El realismo con el que ciertas situaciones son representadas me ha dejado también muy cautivado: las situaciones en el hogar de Amy; las burlas en el colegio; cuando las niñas se pelean a puñetazos limpios; cuando los adultos deben reprender algún comportamiento, en fin, todo está muy bien. Sobrio y milimétricamente cuidado.
La factura técnica también es más que adecuada, no veo que haya mucho que destacar al respecto ya que la película tampoco lo pide. Solo he llegado a echar en falta alguna que otra elección que tan solo atañe al guion; cosas nimias en que las más de las veces no puedo evitar pensar, como «¿Dónde carga el celular?»; «¿Quién filmó ese video?» y demás. En fin, ¡tonterías! Son cosas que muy se me pueden reprochar, pero que me cuesta evadir del todo. Fuera de esas pequeñísimas cosas, que no hacen a la trama ni al mensaje, que incluso es posible que su servidor las haya captado gracias al penoso entrenamiento que propicia esa inevitable avidez de ver películas y que también pueden deberse a que se trata del primer largometraje de Maïmouna, no veo yerro en este film. Muy por el contrario, me resulta genial.
La escena final de esta obra me parece de una contundencia abrumadora. Llega a nosotros como el clímax esperado y de una manera tan pensada, tan evidentemente diagramada que me tomó por sorpresa. Esa película es cine del bueno y tiene todo lo que debemos esperar del cine. ¡Por fin, Netflix! ¡Por fin y creo que sin querer también!
(Continúa en 'spoiler').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
• Implicancias
Entre algunas las tantas cosas que leí, fui a dar con la opinión de alguien que sugería que la directora exageraba al presentar los bailes de las protagonistas y que no veía que la influencia de las redes y demás fuera tal; que es ridículo imaginar que los pequeños pueden emular semejantes cosas. ¡Madre Santa! Todavía quisiera yo saber en qué lugar vive esa persona que no ha visto lo que yo tantas veces sí, ¡y que tan cerca tengo, ya que ocurre frente a mis narices! He visto yo, con mis propios ojos, de qué manera niños de familias que conozco bailan al ritmo de la música más desagradable —desagradable por sus mensajes— de manera no menos desagradable e inapropiada y todo ello al son de risas y algunas expresiones como «¡Mirá qué divinos, cómo bailan!». Pero, a continuación, llega a mis pensamientos ese comentario —y que también leí— que sugiere que todo depende de los padres y que a los niños debidamente supervisados nada de eso les ocurre, y qué se yo cuántas cosas pedagógicas (pretenciosas) más.
Pero los peores comentarios, lectores míos, los comentarios que no tienen perdón y que a su vez demuestran que esta película es más inteligente que la media de todos esos que así se han expresado, son aquellos que establecen que la película es «material para pedófilos». Precisamente, lo que pretende Maïmouna es que nos sintamos todo lo incómodos que deberíamos sentirnos día tras día por permitir que nuestros pequeños se encuentren a merced de los más aberrantes contenidos; contenidos que tenemos profundamente normalizados, como normalizamos durante décadas el menoscabo hacia la mujer que en el horario de protección al menor bañaba la mayoría de los programas de nuestros televisores, y que todavía hoy… ¡Claro que esta película es profundamente incómoda y que está atiborrada de escenas horribles! Escenas en las que vemos las entrepiernas y los traseros de niñas de no más de 11 años, ¡pero ese es el punto! ¡Hoy, a todas horas, en todo momento, miles… millones de personas lo están viendo! No debería alarmarnos la película, debería hacer que volvamos nuestro rostro a la realidad y que en cambio nos alarmemos por esta.
Si alguno de esos quejosos hubiera sido algo más cauto antes de expresar sus opiniones, habría encontrado que la directora trabajó con varios profesionales y que, como ha sido dicho, realizó arduas investigaciones; que estableció un vínculo profundo de confianza con las niñas para que se sientan a resguardo; que las niñas fueron acompañadas durante todo el rodaje por psicólogos; que Fathia no tenía 11 años al momento de rodar la película, sino 14; que los padres de las niñas que participan en el film son activistas, etcétera. Seguramente los criticones deberían sentir no poca vergüenza, ya que la buena de Maïmouna se les ha adelantado, ¡y mucho! ¡Si alguien se ha molestado con la película es que la película logró su cometido! Y digámoslo de una vez por todas, por favor: no he visto una sola nota en la que se realce la ejemplar valentía de esta mujer al rodar una película que tan claramente puede exaltar el ánimo de los mojigatos y que además se involucra vivamente con el islam, cosa que no es menor si uno tiene en cuenta la gran cantidad de atentados que han atenazado a Francia en las últimas décadas. Entre muchas tantas cosas, la directora ha recibido amenazas de muerte, pero nunca ha sugerido querer dar marcha atrás, incluso muy lo contrario. ¡Bravo, Maïmouna! (Si sigue por aquel camino no será raro que más temprano que tarde dejemos de usar ‘cojones’ para aludir al coraje y pasemos a usar ‘ovarios’).
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/guapis-los-no-lugares-de-la-mujer-202211811440
Entre algunas las tantas cosas que leí, fui a dar con la opinión de alguien que sugería que la directora exageraba al presentar los bailes de las protagonistas y que no veía que la influencia de las redes y demás fuera tal; que es ridículo imaginar que los pequeños pueden emular semejantes cosas. ¡Madre Santa! Todavía quisiera yo saber en qué lugar vive esa persona que no ha visto lo que yo tantas veces sí, ¡y que tan cerca tengo, ya que ocurre frente a mis narices! He visto yo, con mis propios ojos, de qué manera niños de familias que conozco bailan al ritmo de la música más desagradable —desagradable por sus mensajes— de manera no menos desagradable e inapropiada y todo ello al son de risas y algunas expresiones como «¡Mirá qué divinos, cómo bailan!». Pero, a continuación, llega a mis pensamientos ese comentario —y que también leí— que sugiere que todo depende de los padres y que a los niños debidamente supervisados nada de eso les ocurre, y qué se yo cuántas cosas pedagógicas (pretenciosas) más.
Pero los peores comentarios, lectores míos, los comentarios que no tienen perdón y que a su vez demuestran que esta película es más inteligente que la media de todos esos que así se han expresado, son aquellos que establecen que la película es «material para pedófilos». Precisamente, lo que pretende Maïmouna es que nos sintamos todo lo incómodos que deberíamos sentirnos día tras día por permitir que nuestros pequeños se encuentren a merced de los más aberrantes contenidos; contenidos que tenemos profundamente normalizados, como normalizamos durante décadas el menoscabo hacia la mujer que en el horario de protección al menor bañaba la mayoría de los programas de nuestros televisores, y que todavía hoy… ¡Claro que esta película es profundamente incómoda y que está atiborrada de escenas horribles! Escenas en las que vemos las entrepiernas y los traseros de niñas de no más de 11 años, ¡pero ese es el punto! ¡Hoy, a todas horas, en todo momento, miles… millones de personas lo están viendo! No debería alarmarnos la película, debería hacer que volvamos nuestro rostro a la realidad y que en cambio nos alarmemos por esta.
Si alguno de esos quejosos hubiera sido algo más cauto antes de expresar sus opiniones, habría encontrado que la directora trabajó con varios profesionales y que, como ha sido dicho, realizó arduas investigaciones; que estableció un vínculo profundo de confianza con las niñas para que se sientan a resguardo; que las niñas fueron acompañadas durante todo el rodaje por psicólogos; que Fathia no tenía 11 años al momento de rodar la película, sino 14; que los padres de las niñas que participan en el film son activistas, etcétera. Seguramente los criticones deberían sentir no poca vergüenza, ya que la buena de Maïmouna se les ha adelantado, ¡y mucho! ¡Si alguien se ha molestado con la película es que la película logró su cometido! Y digámoslo de una vez por todas, por favor: no he visto una sola nota en la que se realce la ejemplar valentía de esta mujer al rodar una película que tan claramente puede exaltar el ánimo de los mojigatos y que además se involucra vivamente con el islam, cosa que no es menor si uno tiene en cuenta la gran cantidad de atentados que han atenazado a Francia en las últimas décadas. Entre muchas tantas cosas, la directora ha recibido amenazas de muerte, pero nunca ha sugerido querer dar marcha atrás, incluso muy lo contrario. ¡Bravo, Maïmouna! (Si sigue por aquel camino no será raro que más temprano que tarde dejemos de usar ‘cojones’ para aludir al coraje y pasemos a usar ‘ovarios’).
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/guapis-los-no-lugares-de-la-mujer-202211811440

6,3
6.265
7
10 de enero de 2022
10 de enero de 2022
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni bien decido comenzar estas líneas y ya me llegan —como si una enorme cantidad de proyectiles se estrellaran contra mi ventana— los más variados reproches. Entre tantos, los que más se destacan son: que soy hombre, blanco, rubio, heterosexual y no se cuántas cosas más. También, no puedo dejarme embaucar así tan fácilmente, hacen acto de presencia algunos razonamientos desbaratadores de mentiras y me dicen, precisamente, que esos argumentos que pretenden menoscabar mis razones, no son más que falacias, y no más que una falacia en particular: el argumento 'ad hominem'. Se trata de un argumento que, en vez de atacar la estructura lógica y la validez de lo que decimos, se obstina con quien lo dice, llevando la atención a un factor externo sin atender lo que dio origen al debate. Esto es un síntoma de nuestros tiempos, que no se me malentienda (siempre debo anticiparme), ¡por favor! Es muy importante poner estas cosas de relieve, porque nos dicen que estamos sometidos, en lo que refiere al pensamiento, a un estado de cosas policial; un estado que no tolera el disenso y tan solo se compasa con las opiniones obsecuentes (escrito por medio lo menciono).
Luego de haber hecho alguna que otra participación en TV como directora, la actriz Maggie Gyllenhaal ha llegado con su ópera prima: 'La hija oscura'. Se trata de la adaptación del libro homónimo de 2006 ('La figlia oscura') del misterioso seudónimo Elena Ferrante, escritora italiana que aún no se ha dado a conocer y que publica obras de gran éxito comercial desde hace más de 25 años.
• Aproximaciones argumentales
La trama va de que una mujer, Leda (la brillantísima Olivia Colman), especialista en literatura italiana y literatura comparada, se encuentra de vacaciones en Spetses, una isla de Grecia. En su soledad, recubierta de un halo de misterio y no menos melancolía, comenzamos a descubrir a una madre que, por alguna razón, se encuentra lejos de sus hijas, o que sus hijas desaparecieron; son cosas que no tendremos claras hasta que no avancemos en la historia.
A lo largo del film comenzaremos a descubrir que el sitio en el que ha decidido vacacionar Leda se vuelve más y más opresivo, también gracias a sus compañeros de playa que se presentan lóbregos y malintencionados. No sabremos tampoco si lo que acontece alrededor de nuestra protagonista realmente acontece, o si se trata de alguna proyección de su interioridad (de ahí lo de cine de género, esas leves notas de 'thriller' psicológico). Tráele a uno una que otra reminiscencia a cierto cine… por alguna razón recordé al de Vinterberg ('La caza', 2012; 'Otra ronda', 2020).
• Vivisección de ¡ahora sí! una película
Lo que más me ha gustado —pese a no poder ser muy objetivo, es cierto— es Olivia Colman; Olivia es todo en la película, o la película es Olivia. Tampoco puedo dejar de mencionar —y tampoco soy tan objetivo— a Ed Harris, ¡qué porte! ¡Qué cintura! El despliegue actoral de estos dos referentes es una delicia, a tal punto lo considero así que cuando aparecen en escena parece que estuviéramos viendo otra cosa. ¿Por qué digo esto? Pues bien, la película hace demasiado uso de la analepsis ('flashback'), hace reiterados paralelismos entre el pasado y el presente para darnos a entender las sensaciones de la protagonista, aprovechando también la ocasión para descubrirnos la historia que va desvelándose como con cuentagotas; ocurre que, durante esas escenas, vemos a una Olivia joven (Jessie Buckley) que, particularmente hablando, no llega a convencerme del todo. ¡Cuidado! No digo que la muchacha no actúe bien, incluso muy bien, sino que veo algunas cuestiones de registro que no hacen que empatice lo suficiente. En cambio, cuando la cámara se vuelve a Colman y su mirada ausente, ¡cómo despierta uno!
Es cierto, creo que la obra acusa ser novel en alguna medida. Cosas de estilo… cómo se ubica la cámara, subrayados excesivos en la trama (reiteración de planos que ponen mucho énfasis en la relación entre personajes; la forma de vincular el pasado y el presente, yendo de Colman a Buckley para dejar en claro que se trata de la misma persona, etc.) —que dudo no tenga que ver con Netflix y su mano controladora; su mano allanadora— y, sobre todo, la elección de la música que a este muchacho no ha llegado a gustar (las más de las veces me despejaba el clima intencionalmente nuboso de la trama). También creo que el ritmo puede ser algo cansino por momentos, transitando situaciones que son algo vagas y hacen que uno pueda desprenderse un poco de lo que ve (cosa nunca buena). Imagino incluso que esta obra hubiera podido durar un poco menos y haber conseguido el mismo resultado.
Sin embargo, es muy bueno —es estimulante incluso— que vengan a ponernos películas como estas a estas alturas —a estas alturas más bien bajas—, porque elevan o incitan a la elevación del cine al que nos están acostumbrando. Es una película muy interesante, mayormente buena, pero debo decir que tampoco considero que sea algo lo suficientemente poderoso como para sobrevivir al embate del tiempo en la memoria de cada quien. Como bien les dije, creo que la peor cosa es su énfasis excesivo, esa narrativa más bien clásica que podría haber sido más comprometida; algunas elecciones estéticas; algunas ambigüedades en cuanto al mensaje que llevan a una peligrosa contradicción, y la inclusión de algunos símbolos (p. ej: la muñeca) que estimo sobrantes, ya que la misma obra es un símbolo. No creo que sea tan procedente buscar metáforas, metáforas de metáforas… o metáforas 'en' metáforas. Creo que la película ya cuenta —y cuenta bien— lo que a veces pretende velar.
Pese a todo, no ignoro que me debo el libro (cosa que quizá me haga entender mejor las elecciones de esta prometedora directora), y que la película debe ser reivindicada, sobre todo siendo fruto de una patria de baratura y mediocridad como suele ser tantas veces Netflix. ¡Bravo, Maggie! ¡Amor y respeto por el cine y sus espectadores!
(Continúa en 'spoiler').
Luego de haber hecho alguna que otra participación en TV como directora, la actriz Maggie Gyllenhaal ha llegado con su ópera prima: 'La hija oscura'. Se trata de la adaptación del libro homónimo de 2006 ('La figlia oscura') del misterioso seudónimo Elena Ferrante, escritora italiana que aún no se ha dado a conocer y que publica obras de gran éxito comercial desde hace más de 25 años.
• Aproximaciones argumentales
La trama va de que una mujer, Leda (la brillantísima Olivia Colman), especialista en literatura italiana y literatura comparada, se encuentra de vacaciones en Spetses, una isla de Grecia. En su soledad, recubierta de un halo de misterio y no menos melancolía, comenzamos a descubrir a una madre que, por alguna razón, se encuentra lejos de sus hijas, o que sus hijas desaparecieron; son cosas que no tendremos claras hasta que no avancemos en la historia.
A lo largo del film comenzaremos a descubrir que el sitio en el que ha decidido vacacionar Leda se vuelve más y más opresivo, también gracias a sus compañeros de playa que se presentan lóbregos y malintencionados. No sabremos tampoco si lo que acontece alrededor de nuestra protagonista realmente acontece, o si se trata de alguna proyección de su interioridad (de ahí lo de cine de género, esas leves notas de 'thriller' psicológico). Tráele a uno una que otra reminiscencia a cierto cine… por alguna razón recordé al de Vinterberg ('La caza', 2012; 'Otra ronda', 2020).
• Vivisección de ¡ahora sí! una película
Lo que más me ha gustado —pese a no poder ser muy objetivo, es cierto— es Olivia Colman; Olivia es todo en la película, o la película es Olivia. Tampoco puedo dejar de mencionar —y tampoco soy tan objetivo— a Ed Harris, ¡qué porte! ¡Qué cintura! El despliegue actoral de estos dos referentes es una delicia, a tal punto lo considero así que cuando aparecen en escena parece que estuviéramos viendo otra cosa. ¿Por qué digo esto? Pues bien, la película hace demasiado uso de la analepsis ('flashback'), hace reiterados paralelismos entre el pasado y el presente para darnos a entender las sensaciones de la protagonista, aprovechando también la ocasión para descubrirnos la historia que va desvelándose como con cuentagotas; ocurre que, durante esas escenas, vemos a una Olivia joven (Jessie Buckley) que, particularmente hablando, no llega a convencerme del todo. ¡Cuidado! No digo que la muchacha no actúe bien, incluso muy bien, sino que veo algunas cuestiones de registro que no hacen que empatice lo suficiente. En cambio, cuando la cámara se vuelve a Colman y su mirada ausente, ¡cómo despierta uno!
Es cierto, creo que la obra acusa ser novel en alguna medida. Cosas de estilo… cómo se ubica la cámara, subrayados excesivos en la trama (reiteración de planos que ponen mucho énfasis en la relación entre personajes; la forma de vincular el pasado y el presente, yendo de Colman a Buckley para dejar en claro que se trata de la misma persona, etc.) —que dudo no tenga que ver con Netflix y su mano controladora; su mano allanadora— y, sobre todo, la elección de la música que a este muchacho no ha llegado a gustar (las más de las veces me despejaba el clima intencionalmente nuboso de la trama). También creo que el ritmo puede ser algo cansino por momentos, transitando situaciones que son algo vagas y hacen que uno pueda desprenderse un poco de lo que ve (cosa nunca buena). Imagino incluso que esta obra hubiera podido durar un poco menos y haber conseguido el mismo resultado.
Sin embargo, es muy bueno —es estimulante incluso— que vengan a ponernos películas como estas a estas alturas —a estas alturas más bien bajas—, porque elevan o incitan a la elevación del cine al que nos están acostumbrando. Es una película muy interesante, mayormente buena, pero debo decir que tampoco considero que sea algo lo suficientemente poderoso como para sobrevivir al embate del tiempo en la memoria de cada quien. Como bien les dije, creo que la peor cosa es su énfasis excesivo, esa narrativa más bien clásica que podría haber sido más comprometida; algunas elecciones estéticas; algunas ambigüedades en cuanto al mensaje que llevan a una peligrosa contradicción, y la inclusión de algunos símbolos (p. ej: la muñeca) que estimo sobrantes, ya que la misma obra es un símbolo. No creo que sea tan procedente buscar metáforas, metáforas de metáforas… o metáforas 'en' metáforas. Creo que la película ya cuenta —y cuenta bien— lo que a veces pretende velar.
Pese a todo, no ignoro que me debo el libro (cosa que quizá me haga entender mejor las elecciones de esta prometedora directora), y que la película debe ser reivindicada, sobre todo siendo fruto de una patria de baratura y mediocridad como suele ser tantas veces Netflix. ¡Bravo, Maggie! ¡Amor y respeto por el cine y sus espectadores!
(Continúa en 'spoiler').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
• Implicancias
Esta película, teniendo poco tiempo en la plataforma, llegó muy rápidamente al puesto 6 de las películas más vistas, pero al cabo de unos días desapareció del 'ranking' sin dejar rastro. ¡Es claro, es claro! También era algo esperable. Ocurre que, y mucho más allá de que haya hablado de la mano allanadora de Netflix, la película se toma su tiempo y respeta al espectador, instalando un ritmo y obligándolo a seguirlo le guste o no (que, parece, no ha gustado demasiado a la masa consumidora). No ha formado parte a la manera acostumbrada —esta es cosa muy palpable— de la maquinadora plataforma, que saca films como si de salchichas se tratase: uniformes, estándares, bastos, fácilmente digeribles, en fin… indistinguibles unos de otros.
Y lo que digo no son presunciones de un obstinado, no y no. Hay decenas de notas pululando por la red que llevan el sugerente título de «¿Qué significa el final…»; «¿Qué significan las naranjas…»; «Explicación de ‘La hija oscura’...», etcétera. ¿Ya ven cómo sí necesitamos un cine explicado? Bueno, un cine explicado o con prospecto, ya que, si nos refiriéramos nuevamente a 'Don’t Look Up', veríamos que han salido a explicar una innumerable cantidad de aspectos de la película, que uno cuando la vio jamás notó (porque jamás estuvieron). Nos estamos (y nos-están) acostumbrando al cine deglutido, ¡extremo cuidado! ¡Reclamemos nuestro derecho a la contemplación!
No, Maggie no nos ha traído una película simplona y llana que puede verse mientras se mira el celular, ¡para nada! Evidentemente nuestra directora tiene bien claros sus objetivos y gusta mucho del cine. No ha hecho más que presentarnos una película que es una película; una obra que sigue la narrativa del cine —adaptada, es cierto y evidente, a las tendencias contemporáneas—, que nos pasea por el mundo interno de sus personajes y pretende plasmar su mensaje en nuestra propia interioridad. No debe sorprendernos ni debe aburrirnos, debemos nosotros elevarnos a sus alturas semánticas y gramaticales. Debemos, en todo caso, sorprendernos de la terrible abulia que sufrimos y que nos impide construir el buen sentido del buen espectador.
Por último, debo destacar brevemente algunas cosas y es por esto que, al comenzar mis palabras, me previne y los previne de los tiempos actuales. Me ocurre que ciertos planteos de la película (que reitero: me debo el libro) me vienen como poco cuidados. Qué quiero decir… Me parecen planteos demasiado delicados como para ser expresados con total justicia en una película —ya lo decía Ortega: «Toda idea justa es larga de explicar»—. Si bien no soy —ni puedo ser— madre, soy potencialmente un padre, y cuando debo considerar el hecho de tener hijos, noto cómo, de qué manera se presentan múltiples ángulos que deben pulimentarse; percibo qué ardua es la tarea de llegar a un punto definitivo, a un puerto seguro para una firme resolución. Y ajustado a esto tengo bien presente el hecho de que uno, más que cumplir cada una de sus expectativas, debe acomodarse a las expectativas de la vida que muchas veces quiere de uno lo contrario. ¡Pero ya ven!, tampoco yo puedo ahora ser lo suficientemente claro y justo para acercarles mis pensamientos, porque me quedo sin papel. Lo que digo, en resumidas cuentas, es que hay ciertas temáticas que todavía no vemos con absoluta claridad al encontrarnos en el convulso elemento que es nuestro mundo de hoy —quizá un nuevo punto de inflexión—, donde vamos de un sitio a otro llevados por los acontecimientos (en los acontecimientos, pero no siendo acontecimientos). También debo decirles que vi la película junto a Johana, mi pareja, y me dijo cosas no poco lúcidas y atendibles acerca de la trama y la naturaleza de la mujer, y la naturaleza de la mujer que ella misma se siente ser, cosas bien trascendentes (y bien personales, que por eso inabarcables, también).
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/la-hija-oscura-un-film-que-tiene-su-luz-202211013510
Esta película, teniendo poco tiempo en la plataforma, llegó muy rápidamente al puesto 6 de las películas más vistas, pero al cabo de unos días desapareció del 'ranking' sin dejar rastro. ¡Es claro, es claro! También era algo esperable. Ocurre que, y mucho más allá de que haya hablado de la mano allanadora de Netflix, la película se toma su tiempo y respeta al espectador, instalando un ritmo y obligándolo a seguirlo le guste o no (que, parece, no ha gustado demasiado a la masa consumidora). No ha formado parte a la manera acostumbrada —esta es cosa muy palpable— de la maquinadora plataforma, que saca films como si de salchichas se tratase: uniformes, estándares, bastos, fácilmente digeribles, en fin… indistinguibles unos de otros.
Y lo que digo no son presunciones de un obstinado, no y no. Hay decenas de notas pululando por la red que llevan el sugerente título de «¿Qué significa el final…»; «¿Qué significan las naranjas…»; «Explicación de ‘La hija oscura’...», etcétera. ¿Ya ven cómo sí necesitamos un cine explicado? Bueno, un cine explicado o con prospecto, ya que, si nos refiriéramos nuevamente a 'Don’t Look Up', veríamos que han salido a explicar una innumerable cantidad de aspectos de la película, que uno cuando la vio jamás notó (porque jamás estuvieron). Nos estamos (y nos-están) acostumbrando al cine deglutido, ¡extremo cuidado! ¡Reclamemos nuestro derecho a la contemplación!
No, Maggie no nos ha traído una película simplona y llana que puede verse mientras se mira el celular, ¡para nada! Evidentemente nuestra directora tiene bien claros sus objetivos y gusta mucho del cine. No ha hecho más que presentarnos una película que es una película; una obra que sigue la narrativa del cine —adaptada, es cierto y evidente, a las tendencias contemporáneas—, que nos pasea por el mundo interno de sus personajes y pretende plasmar su mensaje en nuestra propia interioridad. No debe sorprendernos ni debe aburrirnos, debemos nosotros elevarnos a sus alturas semánticas y gramaticales. Debemos, en todo caso, sorprendernos de la terrible abulia que sufrimos y que nos impide construir el buen sentido del buen espectador.
Por último, debo destacar brevemente algunas cosas y es por esto que, al comenzar mis palabras, me previne y los previne de los tiempos actuales. Me ocurre que ciertos planteos de la película (que reitero: me debo el libro) me vienen como poco cuidados. Qué quiero decir… Me parecen planteos demasiado delicados como para ser expresados con total justicia en una película —ya lo decía Ortega: «Toda idea justa es larga de explicar»—. Si bien no soy —ni puedo ser— madre, soy potencialmente un padre, y cuando debo considerar el hecho de tener hijos, noto cómo, de qué manera se presentan múltiples ángulos que deben pulimentarse; percibo qué ardua es la tarea de llegar a un punto definitivo, a un puerto seguro para una firme resolución. Y ajustado a esto tengo bien presente el hecho de que uno, más que cumplir cada una de sus expectativas, debe acomodarse a las expectativas de la vida que muchas veces quiere de uno lo contrario. ¡Pero ya ven!, tampoco yo puedo ahora ser lo suficientemente claro y justo para acercarles mis pensamientos, porque me quedo sin papel. Lo que digo, en resumidas cuentas, es que hay ciertas temáticas que todavía no vemos con absoluta claridad al encontrarnos en el convulso elemento que es nuestro mundo de hoy —quizá un nuevo punto de inflexión—, donde vamos de un sitio a otro llevados por los acontecimientos (en los acontecimientos, pero no siendo acontecimientos). También debo decirles que vi la película junto a Johana, mi pareja, y me dijo cosas no poco lúcidas y atendibles acerca de la trama y la naturaleza de la mujer, y la naturaleza de la mujer que ella misma se siente ser, cosas bien trascendentes (y bien personales, que por eso inabarcables, también).
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/la-hija-oscura-un-film-que-tiene-su-luz-202211013510

4,9
1.937
1
31 de marzo de 2022
31 de marzo de 2022
11 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a las observaciones de mi hermano, haré esta columna un poco más sucinta. Ocurre que no quisiera cansarlos y que, en la mayoría de los casos, no merece la pena extenderse demasiado. Así con esta película que me ha dejado sin palabras (y no precisamente por una buena impresión).
Es preciso que sepan que he ahondado un poco en diversos análisis y en entrevistas hechas a los realizadores porque he procurado —cosa que siempre procuro, por otra parte— ser lo más objetivo posible. La calificación que ustedes ven más arriba responde, ante todo, a un hecho ineludible: se ha pretendido, y es cosa que puede oírse por boca de Carnevale y Francella, que esta película esté «a la altura del resto del mundo» en cuanto cine catástrofe, pero en rigor ocurre que… mejor dicho: no ocurre. Esta película plomiza es, como bien he leído por ahí, televisiva, costumbrista, —y agrego yo— inane, con un nivel de ejecución paupérrimo, inverosímil, buenista y asombrosamente larga.
• Aproximaciones argumentales
Miguel Flores (Guillermo Francella), un encumbrado climatólogo que jamás ha errado un pronóstico, tendrá un programa sobre el clima en el horario central de la televisión argentina. Precisamente, su primer error le acarreará el repudio social y lo llevará a reencontrarse con su pasado: su hija (Romina Fernandes).
En fin, no mucho más. La trama se desenvuelve como un vago paseo que no lleva a ningún sitio. El rompecabezas nunca acaba de encajar, y, a fin de cuentas, no parece importarle a nadie.
• Una comedia inestable con fuerte descenso del ingenio
Lo primero a destacar en este film es su lavadísima fotografía; todo semeja un set —y eso que se ha trabajado mucho en exteriores—. Esto es algo verdaderamente negativo, ya que se pierde por mucho el tono realista que tanto se intenta conseguir (incluso sin haberlo conseguido antes). Próximo a esto, hemos de notar el montaje (que es lentísimo). Cada toma podría durar varios segundos menos; la mayoría de las veces vemos cómo la cámara se detiene en un plano que inspira en nosotros más de una pregunta (y son ese tipo de preguntas las que deberían haber intentado ahorrarnos, porque no llevan a respuestas alentadoras).
La película empieza con un Francella divertido que, a los poquísimos minutos, se nos muestra como el hartante Pepe Argento ('Casados con hijos'). Según he visto, Carnevale sugirió que algo de ese registro se encontrara presente en el papel que encarnó Guillermo, ¡pero que se le ha ido la mano! Uno siente que le toman el pelo, y siente también —lo que es peor— que es una película 'on demand', que… bueno, lo es.
No obstante, como he dicho hace unas cuantas líneas, es un paseo vago. Vago por dos motivos: primero, porque uno nunca sabe muy bien hacia dónde se dirige, y segundo, porque lleva un ritmo atontado que demuestra cierto desgano. Los personajes son acartonados y nunca, pero nunca llegamos a creerles o a quererlos, y, fundamentalmente, porque no los conocemos. ¡Todo es adventicio! Y todo parece una excusa: la excusa de un simple negocio.
Resta decir que el sonido y los efectos visuales son hórridos. Vamos por orden. Primero, los efectos sonoros son extrañísimos —aunque deba decir que quizá se trate de un error personal por haber visto la película con auriculares de muy buena fidelidad—. Aquí dos ejemplos: cuando uno de los personajes arroja su celular por la ventana del auto escuchamos, como en una grabación casera, un celular que cae al piso, ignorando cualquier coincidencia necesaria; pero dichos efectos son todavía peores en las escenas de tormentas: el sonido que hace el granizo al caer es de chiste, ¡y qué decir de las voces de los extras! Por último, los efectos especiales son verdaderamente 'amateurs'; son de una plasticidad muy rústica, y son más bien pocos. La escena final de la tormenta, la supuesta apoteosis final es… de segunda.
Del ridículo personaje misterioso, ¿mezcla de nativo y gaucho?, no diré nada a fuerza de no 'spoilear' (aunque quizá les haría un favor salvaguardando su tiempo).
(Continúa en 'spoiler').
Es preciso que sepan que he ahondado un poco en diversos análisis y en entrevistas hechas a los realizadores porque he procurado —cosa que siempre procuro, por otra parte— ser lo más objetivo posible. La calificación que ustedes ven más arriba responde, ante todo, a un hecho ineludible: se ha pretendido, y es cosa que puede oírse por boca de Carnevale y Francella, que esta película esté «a la altura del resto del mundo» en cuanto cine catástrofe, pero en rigor ocurre que… mejor dicho: no ocurre. Esta película plomiza es, como bien he leído por ahí, televisiva, costumbrista, —y agrego yo— inane, con un nivel de ejecución paupérrimo, inverosímil, buenista y asombrosamente larga.
• Aproximaciones argumentales
Miguel Flores (Guillermo Francella), un encumbrado climatólogo que jamás ha errado un pronóstico, tendrá un programa sobre el clima en el horario central de la televisión argentina. Precisamente, su primer error le acarreará el repudio social y lo llevará a reencontrarse con su pasado: su hija (Romina Fernandes).
En fin, no mucho más. La trama se desenvuelve como un vago paseo que no lleva a ningún sitio. El rompecabezas nunca acaba de encajar, y, a fin de cuentas, no parece importarle a nadie.
• Una comedia inestable con fuerte descenso del ingenio
Lo primero a destacar en este film es su lavadísima fotografía; todo semeja un set —y eso que se ha trabajado mucho en exteriores—. Esto es algo verdaderamente negativo, ya que se pierde por mucho el tono realista que tanto se intenta conseguir (incluso sin haberlo conseguido antes). Próximo a esto, hemos de notar el montaje (que es lentísimo). Cada toma podría durar varios segundos menos; la mayoría de las veces vemos cómo la cámara se detiene en un plano que inspira en nosotros más de una pregunta (y son ese tipo de preguntas las que deberían haber intentado ahorrarnos, porque no llevan a respuestas alentadoras).
La película empieza con un Francella divertido que, a los poquísimos minutos, se nos muestra como el hartante Pepe Argento ('Casados con hijos'). Según he visto, Carnevale sugirió que algo de ese registro se encontrara presente en el papel que encarnó Guillermo, ¡pero que se le ha ido la mano! Uno siente que le toman el pelo, y siente también —lo que es peor— que es una película 'on demand', que… bueno, lo es.
No obstante, como he dicho hace unas cuantas líneas, es un paseo vago. Vago por dos motivos: primero, porque uno nunca sabe muy bien hacia dónde se dirige, y segundo, porque lleva un ritmo atontado que demuestra cierto desgano. Los personajes son acartonados y nunca, pero nunca llegamos a creerles o a quererlos, y, fundamentalmente, porque no los conocemos. ¡Todo es adventicio! Y todo parece una excusa: la excusa de un simple negocio.
Resta decir que el sonido y los efectos visuales son hórridos. Vamos por orden. Primero, los efectos sonoros son extrañísimos —aunque deba decir que quizá se trate de un error personal por haber visto la película con auriculares de muy buena fidelidad—. Aquí dos ejemplos: cuando uno de los personajes arroja su celular por la ventana del auto escuchamos, como en una grabación casera, un celular que cae al piso, ignorando cualquier coincidencia necesaria; pero dichos efectos son todavía peores en las escenas de tormentas: el sonido que hace el granizo al caer es de chiste, ¡y qué decir de las voces de los extras! Por último, los efectos especiales son verdaderamente 'amateurs'; son de una plasticidad muy rústica, y son más bien pocos. La escena final de la tormenta, la supuesta apoteosis final es… de segunda.
Del ridículo personaje misterioso, ¿mezcla de nativo y gaucho?, no diré nada a fuerza de no 'spoilear' (aunque quizá les haría un favor salvaguardando su tiempo).
(Continúa en 'spoiler').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
• Implicancias
Esta crítica comienza con un seco 1, con una calificación de Muy Mala, porque he utilizado la vara de medir del cine internacional. Si el señor Carnevale pretende acercarnos una película de categoría mundial, debo decirle humildemente que todavía se encuentra muy por debajo de la posibilidad de clasificar… Siempre he creído que existe una presunción muy contradictoria en Argentina en lo que atañe a casi todo. Nos honra sentirnos parte del colectivo del mundo en el deporte, en las artes, en la política, etcétera, pero —y para nombrar lo único de lo que hubiéramos podido ufanarnos— es preciso decir que, antes de la Copa América, ¡nuestra selección nacional de fútbol no había ganado nada en 28 años! De alguna manera 'sabemos' que no estamos a la altura, por eso nos alegramos cuando nos aplauden desde afuera. Somos —sea dicho— advenedizos. Los argentinos, herederos de una nostalgia malsana, no hacemos más que vivir 'del' pasado. Pero el pasado, mis queridos lectores, al menos en lo que respecta al cine, ha sido digno, ¡muy digno! Aunque hoy adolezca duramente de una terrible y vacía demagogia. ¡¿Qué importa eso de «Industria Nacional» si el producto es defectuoso?! Si debemos colocar esta película a la altura incluso de cualquier 'megabsurda' producción norteamericana, quedamos en absoluto ridículo.
¿Y por qué esa inclinación a filmarnos el ombligo? ¡Ese ombliguismo portuario! ¡¿Qué necesidad real había de añadir a la cinta la burda farándula actual y contratar a una actriz de Buenos Aires para hacer de cordobesa?! ¡¿Y por qué exaltar los más torpes comportamientos locales; es que acaso nuestras pedestres costumbres son fuente de orgullo?! ¡¿Acaso el mundo desea ver argentinos puteadores y presuntuosos, y a su farándula lamentable?! Si pretendemos lanzarnos hacia el escenario mundial, ¡¿es esto lo que tenemos para ofrecer?! ¡Casi parece mentira que Giacobone, ganador de un Óscar, escriba semejante paparruchada! Aunque los Premios Óscar…
Para terminar: de más está decir que esta obra se ha diagramado para que sea vista en banda. Los más sabemos que existen innumerables bromas que no nos harían gracia si no se riera nuestro compañero de asiento. Está todo tan calculado para conseguir la risa tonta y burlona que casi parece que es el director y su equipo quienes se burlan de nosotros. ¡Pero cuidado! También estoy al tanto de que hoy existe una perspectiva bien 'millennial' que considera como 'haters' («odiadores») a todos aquellos que se expresan en contra de uno, sin que se pondere nunca la validez de sus argumentos. Carnevale mismo ha dicho en una entrevista que «Hay críticos no diplomados que hacen crítica de todas las películas, y dicen cualquier cosa» —donde hay incluso una falacia en eso de «no diplomados»—, y que no sabe «cuántos de esos tienen el coraje de plantarse frente a los que denostan»; pero tal cosa nos habla, en verdad, de que se defiende anticipadamente. Yo creo que en algún resquicio de su interior 'sabe' que merece críticas, y 'sabe' que no serán favorables.
Aquí, sin ambages, yo he hecho la mía.
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/granizo-vino-nuevo-en-odres-viejos-202233117200
Esta crítica comienza con un seco 1, con una calificación de Muy Mala, porque he utilizado la vara de medir del cine internacional. Si el señor Carnevale pretende acercarnos una película de categoría mundial, debo decirle humildemente que todavía se encuentra muy por debajo de la posibilidad de clasificar… Siempre he creído que existe una presunción muy contradictoria en Argentina en lo que atañe a casi todo. Nos honra sentirnos parte del colectivo del mundo en el deporte, en las artes, en la política, etcétera, pero —y para nombrar lo único de lo que hubiéramos podido ufanarnos— es preciso decir que, antes de la Copa América, ¡nuestra selección nacional de fútbol no había ganado nada en 28 años! De alguna manera 'sabemos' que no estamos a la altura, por eso nos alegramos cuando nos aplauden desde afuera. Somos —sea dicho— advenedizos. Los argentinos, herederos de una nostalgia malsana, no hacemos más que vivir 'del' pasado. Pero el pasado, mis queridos lectores, al menos en lo que respecta al cine, ha sido digno, ¡muy digno! Aunque hoy adolezca duramente de una terrible y vacía demagogia. ¡¿Qué importa eso de «Industria Nacional» si el producto es defectuoso?! Si debemos colocar esta película a la altura incluso de cualquier 'megabsurda' producción norteamericana, quedamos en absoluto ridículo.
¿Y por qué esa inclinación a filmarnos el ombligo? ¡Ese ombliguismo portuario! ¡¿Qué necesidad real había de añadir a la cinta la burda farándula actual y contratar a una actriz de Buenos Aires para hacer de cordobesa?! ¡¿Y por qué exaltar los más torpes comportamientos locales; es que acaso nuestras pedestres costumbres son fuente de orgullo?! ¡¿Acaso el mundo desea ver argentinos puteadores y presuntuosos, y a su farándula lamentable?! Si pretendemos lanzarnos hacia el escenario mundial, ¡¿es esto lo que tenemos para ofrecer?! ¡Casi parece mentira que Giacobone, ganador de un Óscar, escriba semejante paparruchada! Aunque los Premios Óscar…
Para terminar: de más está decir que esta obra se ha diagramado para que sea vista en banda. Los más sabemos que existen innumerables bromas que no nos harían gracia si no se riera nuestro compañero de asiento. Está todo tan calculado para conseguir la risa tonta y burlona que casi parece que es el director y su equipo quienes se burlan de nosotros. ¡Pero cuidado! También estoy al tanto de que hoy existe una perspectiva bien 'millennial' que considera como 'haters' («odiadores») a todos aquellos que se expresan en contra de uno, sin que se pondere nunca la validez de sus argumentos. Carnevale mismo ha dicho en una entrevista que «Hay críticos no diplomados que hacen crítica de todas las películas, y dicen cualquier cosa» —donde hay incluso una falacia en eso de «no diplomados»—, y que no sabe «cuántos de esos tienen el coraje de plantarse frente a los que denostan»; pero tal cosa nos habla, en verdad, de que se defiende anticipadamente. Yo creo que en algún resquicio de su interior 'sabe' que merece críticas, y 'sabe' que no serán favorables.
Aquí, sin ambages, yo he hecho la mía.
Completa en Diario Jornada: https://jornadaonline.com/por-ale-julian-sosa/granizo-vino-nuevo-en-odres-viejos-202233117200
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