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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de julio de 2008
146 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jim Jarmusch consigue con "Broken Flowers" la perfecta disección de un personaje cuya vida está en completa decadencia. Un Don Juan de capa caída, un ídolo venido a menos. Don Johnston emprende un viaje a través de su pasado, recogiendo la pobre cosecha que ha ido sembrando a lo largo de su juventud: el reencuentro con relaciones frustradas, con idilios que no significaron mucho para él, con mujeres que sólo fueron una pieza más en el puzzle de su agitada vida. Mediante una galería de personajes opuestos y complementarios que formaron parte del historial de Don - y otros tan memorables como Lolita, en un guiño a la adolescente que interpretó Sue Lyon en la película del maestro Kubrick, incluso con los mismos pendientes en forma de corazón - vamos conociendo poco a poco a este crepuscular individuo, quizás mejor que a través de sus propios actos.
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Y el final, que algunos critican por dejar los interrogantes abiertos, no podía ser, de ninguna manera, distinto: después de hablar con todas sus antiguas parejas, después de encontrarse con el chico que él cree reconocer como su hijo, se da cuenta de que no tiene absolutamente nada. No obtiene las respuestas que andaba buscando: cualquiera de sus exs es la posible autora de la carta, cualquier muchacho que camine por la calle podría ser su hijo. Esto respresenta el fracaso del personaje, pero no el fracaso de su último viaje, sino el fracaso ante la vida. Llevar una existencia banal y vacía se paga caro. Y la expresión de Bill Murray refleja a la perfección esta derrota de un personaje que, en un intento de vivir sin más preocupaciones que las estrictamente necesarias, ve escaparse su ilusoria felicidad tras una experiencia que ha conseguido, tristemente, abrirle los ojos y hacerle asumir su insustancial realidad - aunque, tal vez, ya sea demasiado tarde para arreglarlo -.
16 de octubre de 2008
131 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces ocurre que uno se topa con una película que marca su vida. Porque aunque obras maestras hay muchísimas en la historia del séptimo arte, seguramente podemos contar con los dedos de una mano aquellas que supusieron un punto de inflexión en nuestra forma de entender el cine, o incluso la vida misma. Por eso tenía miedo de escribir una crítica a Blade Runner: porque es demasiado importante para mí y me gustaría estar a la altura de lo que representa.

Quizás la diversidad de lecturas es lo que convierte a esta película en una obra maestra de carácter universal. Cuando mi padre me enseñó por primera vez Blade Runner, yo tendría unos trece o catorce años. Recuerdo que se acercaba el vigésimo aniversario del film. Y ya entonces vi en ella una aventura excitante e inolvidable, de hipnótica, embriagadora y decadente atmósfera. No entendía muy bien por qué me había cautivado tanto, pero lo cierto es que me dejó una huella imborrable. Desde entonces no he podido dejar de verla una y otra vez, y en cada revisión he ido descubriendo nuevos matices y trasfondos que la hacen aún más grande.

Poco a poco fui entendiendo que ese asombroso discurso final de Rutger Hauer es, además de fascinantemente poético, una reflexión brillante sobre la fugacidad de la vida y la insoportable levedad del ser. Que Nietszche se esconde tras la escena en que Roy “mata a Dios”, su Dios particular: el de la biomecánica, y él, reflejo del superhombre, ocupa su lugar. Que vislumbramos a Descartes cuando Pris le contesta a J. F. Sebastian “Pienso, luego existo”, demostrando irrefutablemente que tiene tanta entidad y valor como cualquier ser humano y dando a la vez el argumento definitivo por el cual todo replicante tiene derecho a la vida. Y que hasta Platón y su Mito de la Caverna subyacen en el personaje de Rachel, quien se halla prisionera de falsos conocimientos, ajena a la verdadera realidad - pues sus recuerdos, que ella cree propios, no son sino implantes -. Etc.

Y vuelvo a ver la película, porque nunca me canso, y me doy cuenta de que además de todo ese sustrato filosófico se tratan temas tan accesibles y universales como la soledad – que acecha, sobre todo, a J. F. -, la libertad arrebatada, la identidad del ser – extrapolemos interrogantes del caso de Rachel: ¿vivimos nuestras propias vidas o estamos sujetos a los moldes que otros han creado? -, la irracionalidad de la discriminación – puede que, después de todo, uno esté hecho de la misma madera que aquello que odia (Deckard --> El unicornio, el brillo en los ojos, ‘kinship’…) -, la ética frente al avance genético… y, por qué no, el amor, inherente a la naturaleza de cualquier ser vivo – humano, o replicante -.

Y es que pienso que nunca acabaré de exprimirle todo el jugo a Blade Runner. Porque esta película, cuya genialidad emana en cada segundo y por cada fotograma, trasciende el celuloide para pasar a ser una parte más de mí mismo. Una parte sin la cual yo sería, sencillamente, una persona distinta.
31 de julio de 2008
76 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todos es sabida la genialidad de Bertolucci, un director que nos ha regalado películas que ya forman parte indisociable de la cumbre del séptimo arte. Pero no es fácil mantener el listón alto, y para mí es evidente que 'Soñadores' es un paso hacia atrás en la carrera cinematográfica del realizador italiano, el cual me había generado una expectativas que se han visto defraudadas.

Por un lado, la película ostenta el dudoso honor de ser una de las obras más pedantes que he visto en mi vida. Bertolucci se pasa dos horas diciéndonos lo bueno que era el cine que se hacía antes - y no las moderneces que se crean hoy día, supongo - aludiendo constantemente a aquellos directores con los que se le cae la baba - vemos referencias a Chaplin (Luces de la Ciudad), Browning (La Parada de los Monstruos), Godard (Al Final de la Escapada, Banda Aparte), Hawks (Scarface), etc. -. Tanta cita explícita para mostrarnos cual es, según su criterio, el verdadero gran cine, me resulta de lo más pretencioso e innecesario.

Por otro lado, la película es de una ingenuidad terrible. Comparemos las escenas de sexo de 'El último tango en París', donde el personaje de Brando conseguía romper barreras que parecían infranqueables al personaje de Schneider - tanto sexuales como psicológicas - y, por tanto, también al espectador de la época, con las escenas de sexo de 'Soñadores', la mayoría de una gratuidad absoluta, que intentan sorprendernos con elementos que nos resultan muy manidos, incluso pueriles, a día de hoy (tensión sexual entre dos hombres, 'ménage à trois' que intenta resultar provocador, actos sexuales en los que están involucrados dos hermanos, etc.). La primera película tenía una razón de ser, era completamente rompedora y demoledora en aquel 1973, pero esta última resulta completamente inocente, no nos abre nuevos caminos para la reflexión ni el análisis. 'Soñadores' no es una película adecuada a su época.

No obstante, reconozco también sus cualidades. Me parece muy acertada la conversación en la que Matthew echa por tierra el maoísmo - que tanto entusiasmó a Godard y otros cineastas intelectuales de la época - con gran elocuencia; también es interesante cómo muestra Bertolucci la forma en que Mayo del 68 llegó a los franceses de manera ineludible - "La calle entra por la ventana", dice Isabelle -; y también es oportuna, aunque demasiado obvia, la defensa que hace Matthew al final de la película de que la lucha ha de ser con el intelecto, y no con las armas.

Pero en fin, lo cierto es que a quien le aburra la película se puede dedicar a jugar al 'trivial cinéfilo' y acertar los títulos de las pelis que representan los personajes antes que nadie, y si no, pues ahí está Eva Green, que se pasa en cueros media película y es la excusa perfecta para quedarte pegado al asiento hasta el último minuto de metraje.
10 de abril de 2008
73 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Pascual Duarte" profana de forma imperdonable una de las mejores obras literarias que ha dado España en el siglo XX. Ricardo Franco no supo captar, en absoluto, la esencia del libro, y podemos darnos cuenta de ello ya desde el título.

Cela llamó a su obra "La Familia de Pascual Duarte", y no de forma gratuita. A lo largo de dicho texto vamos asitiendo a un detallado análisis del condicionamiento del personaje por su entorno; vemos cómo su contexto social, familiar y cultural lo convierten en la persona que será de mayor. El libro habla del determinismo, de la falta de libre albedrío que tiene el personaje de Pascual para forjarse una vida digna y honesta. Y la etiqueta de "La familia" hace referencia a ese marco en el que se desarrolla la vida de Pascual. Sólo a través del análisis del contexto podemos entender el porqué de las acciones del protagonista, las causas que le llevan a cometer tan deleznables actos.

Ricardo Franco se olvidó de "La familia", y pensó que bastaba con contar la vida de Pascual sin atender al contexto que le envolvía. No se dio cuenta de la importancia fundamental del entorno en el desarrollo posterior de sus acciones y delitos. Y en la película vemos una historia vacía, de un personaje que actúa sin causas aparentes, sin motivaciones, sin sentido.
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No sabemos por qué mata a Chispa, la perra (en el libro sabemos que no puede aguantar su mirada penetrante y acusadora, y decide quitársela de en medio); tampoco sabemos por qué mata a su madre (en el libro asistimos al continuo maltrato psicológico al que somete al 'pobre' de Pascual, hasta que acaba con su paciencia); ni tampoco sabemos por qué mata a la yegua (cuando en el libro, una vez más, encontramos la explicación: ésta hace abortar a Lola). En este film no sabemos nada de nada.

Ni siquiera se narra en la película la historia de Mario, el hermano pequeño de Pascual, de vital importancia en la obra literaria, pues supone el contrapunto emotivo y cariñoso al mundo áspero, crudo y hostil en el que vive el protagonista. Mario era el único capaz de despertar verdadera ternura a Pascual, le daba una envergadura mucho mayor al personaje, dotándolo de emociones, sentimientos y profundidad.

En la película todos los personajes parecen planos. No encontramos ningún por qué, solo asistimos a los cómos. ¿Hay algo destacable en la película? Bueno, sí, quizás. Los paisajes,
áridos y desérticos, ayudan a definir el entorno y a los personajes (algo que en el libro se suplía con creces con la narración en primera persona). La falta de diálogo encaja bien con el tono del relato. La sordidez de la historia queda reflejada en algún aspecto imperceptible de la película, pues, cuando ésta acaba, la sensación que tenemos en el cuerpo es desagradable.

Pero ni por esas se salva esta pobre obra. Definitivamente, lo mejor es leerse el texto de Cela y olvidarse por completo de esta insulsa "adaptación" cinemetográfica. Todo lo que necesite saber sobre Pascual Duarte, lo encontrará en el libro.
15 de febrero de 2008
106 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hecho de que Elia Kazan estuviera implicado en la Caza de Brujas que McCarthy llevó a cabo en los años cincuenta en EE. UU. ha sido un condicionante imperdonable para muchos de los espectadores de 'La Ley del Silencio', que vieron en esta película un alegato con el que Kazan intentó excusar su más que discutible comportamiento y salvar el pellejo ante todos los dedos acusadores que lo señalaban como un traidor sin escrúpulos.

En mi opinión, toda esa historieta de los comunistas y el macarthismo debe dejarse a un lado a la hora de valorar este film: la intención del director podría ser la de equiparar a sus antiguos colegas de partido con los viles mafiosos que extorsionan a los estibadores de los muelles neoyorquinos - e incluso puede que se viera identificado con el heroico personaje de Terry Malloy -, pero, ciertamente, la película no tiene el más mínimo atisbo de cariz político.

¿Qué falla, pues, en 'La Ley del Silencio', si no es el intento del director de salvaguardar su honestidad personal ante la imagen pública? Pues un irremediable tufo aleccionador que invade toda la película, que convierte al espectador en un niño al que llevar de la mano por los detestables senderos moralistas que nos muestra el padre Barrie. Ese personaje con alzacuello tan extremadamente irritante, que cada vez que aparece en escena provoca un sentimiento de profunda aversión en el espectador, con sus largos sermones y sus grandilocuentes doctrinas dogmáticas.

Y es que poner al padre Barrie como ejemplo de ser humano de dignidad intachable (no sabía si reírme o llorar con frases como "Si te callas podrás salvar tu vida, pero ¿que será entonces de tu alma?") que ilumine a Malloy y lo guíe hacia la salvación es cuanto menos risible.
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¿Y qué motivos llevan al personaje de Brando a denunciar a los hampones? No es una cuestión de ética, ni de justicia social, ni de nobleza. Se trata de un dolor de conciencia que pica, del miedo a caer en la bajeza moral y, con ello, a los infiernos, si no testifica. Parece que una película de "justa delación" se acaba convirtiendo en una película de redención espiritual. Pues vaya motivos más inconsistentes para justificar esas actitudes.

Al margen de todo este inexplicable patrón aleccionador que guía la película, hay que reconocer sus virtudes. Lo mejor, sin duda, una interpretación brillante por parte del siempre cautivador Marlon Brando, que refleja perfectamente en su actuación el estilo chulesco, tosco, chabacano y a la vez noble y sensible de Terry Malloy. Escenas memorables, como la conversación que éste tiene con su hermano en el asiento trasero del coche - cuanto menos emotivo el sacrificio que hace Charley por salvar a su hermano pequeño, y esta vez la redención no entiende de moral, sino de sentimientos -. Y, en general, una buena dirección por parte de Kazan, que sabe mantener el interés y la atención del espectador - padre Barrie y otros matices al margen -.

En definitiva, una película apta de interesante visionado.
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