Haz click aquí para copiar la URL
España España · Villanueva del trabuco
You must be a loged user to know your affinity with depledger
Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
22 de octubre de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagina que eres un famoso pintor y un rico duque propietario de un museo te encarga un cuadro de grandes dimensiones. Cuando te dispones a la tarea, tienes una imagen global de lo que quieres plasmar en el lienzo y tienes las directrices generales que te ha dado el duque. Pero eres consciente de que, una vez lo termines, no será exactamente igual, detalle por detalle, a lo que imaginas ahora, pues sabes que las grandes obras no se conciben en un día, sino que son el resultado de un proceso dinámico en el que cada nueva pincelada te da pistas sobre la siguiente. Sólo te queda empezar, aceptando que en el arte, como en la vida misma, no puedes controlarlo todo. Hay que dejarse llevar para evolucionar.

Cuando ya llevas un año de trabajo, si eres un pintor detallista, comprometido con tu cuadro, y no te vas a conformar simplemente con la aceptación y el reconocimiento, seguramente empieces a reprocharte detalles como por ejemplo haber incluido tantos personajes pues, bien mirado, preferías que la atención estuviese principalmente en el árbol del centro, cuyo significado pretendías que fuera el de aportar un sentido espiritual, sobrehumano, a la obra. Cuando el cuadro está a la mitad, puedes introducir modificaciones dentro de un margen muy limitado y no especialmente significativo (oscurecer la piel de un personaje, agrandar la nariz de otro…). Pero puede que mientras pintabas hayas aprendido demasiado sobre tu obra, tanto que incluso llegues a estar en desacuerdo con el sentido global que querías darle cuando comenzaste.

Con la vida ocurre exactamente lo mismo. Empezamos a vivir, a escribir nuestra historia, sin tener ni puñetera idea de la vida. Y cuando empezamos a aprender un poquito, ya tenemos toda una escala de valores montada que constriñe significativamente nuestras posibilidades de empezar a actuar de otra forma. Una escala que nos dice cosas como que la realización personal se alcanza llenando nuestro armario de ropa de marca. Es más, puesto que nuestro entorno social es quien nos ha guiado en ese camino a ciegas que emprendimos, es muy probable que nuestra escala de valores sea muy próxima a la escala socialmente aceptada, por lo que modificarla de manera relevante nos enfrentaría a un rechazo social considerable. Si estás dispuesto a ello, o si (como en la peli) la fuerza que te empuja a hacerlo es irresistible, solo hay un camino: invitar a tu sobrina a pasar la tarde en tu casa con su perro rottweiler (magnífica interpretación de Brad Pitt), el cual no va a tener ningún problema en siniestrar tu cuadro y dejarlo para el desguace. “Oye duque, que he tenido un problemilla ajeno a mi control y voy a necesitar un añito más”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Naturalmente lo que ha ocurrido en realidad es que tú mismo te has liado a patadas con el cuadro y te has meado en él para después quemarlo y esparcir sus cenizas por un estercolero. No has necesitado al rottweiler para ello. Digo más, es algo que no tiene ningún sentido si no lo haces tú mismo, y la película no lo tiene hasta que Fincher nos descubre el pastel. Hasta ese momento lo oculta con la más pícara de las técnicas: ponerlo todo el rato delante de nuestras narices. Pero, al igual que Edward Norton, solo sentimos un caos inherente a un proceso de autodestrucción del que no somos conscientes, pues no es fácil reconocer quién es en realidad el rottweiler. Y entonces Brad Pitt desaparece y llega la catarsis. Comprobamos que el destructivo caos tenía un fin: eliminar los obstáculos que impedían construir, ofrecernos el lienzo en blanco que necesitábamos. Podemos empezar de nuevo, pero esta vez con las ideas infinitamente más claras.

NOTA: sin peros en lo formal, me veo obligado a ponerle uno de vital importancia al fondo: la revolución será feminista o no será, y en ésta ni siquiera hay mujeres.
¡Gracias jefe!
Documental
Francia2015
6,8
290
Documental
3
4 de noviembre de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena la intención, mala la ejecución. Se nos empieza contando lo que es una realidad funesta e inherente al capitalismo, como es la internacionalización del capital y la competencia entre países que cada vez lo es menos en mejora de calidad y más en reducción de costes, por la vía principal de destruir los derechos laborales. Cuando otro país, que quiere atraer capital, permite explotar más fácilmente al trabajador, el capitalista cambia la fábrica de sitio y a los empleos estables y derechos laborales aquí conquistados les van dando. Hasta aquí perfecto, tema que merece denuncia y documental que merece atención.

Ahora bien, conforme van avanzando los minutos de metraje nos vamos dando cuenta de que el realizador está más preocupado en demostrar lo encantado que está de haberse conocido que en mostrar una realidad que permita sacar conclusiones de cara a una acción colectiva coordinada, o al menos centrada en un objetivo. El tío no tiene problema en tratar el asunto con humor, con una aparente intención de satirizar la política empresarial. Pero la mayoría de las veces simplemente se ríe de los perjudicados, sin lograr una metáfora reveladora o genialmente irónica que resuma la situación. Y estos, como es lógico, ponen cara de "este tío de que va, vamos a reírle las gracias no vaya a ser que le cansemos como juguete y encima se pire sin ayudar".

No sé, no me parece que sea plan. El documental fracasa tanto en la forma como en el fin, pues no se sabe cuál es exactamente la conclusión que pretende que extraigamos, o si tiene conclusión siquiera. ¿Hay que ponerle humor a la vida porque no se puede luchar contra esto? ¿La acción colectiva es algo gracioso, pero mi bromita es más efectiva y alguna migaja arranco?
18 de marzo de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a tratar de explicar lo mejor que pueda, ya que no es fácil decirle a la humanidad en pocas palabras que ha permanecido ciega durante años, por qué Gangs of New York es una de las mejores películas de los últimos tiempos y, con toda seguridad, la más infravalorada. Para ello no necesito servirme más que de dos nombres propios, Daniel Day-Lewis y Martin Scorsese, cuya conjunción dio lugar a un personaje legendario, digno del Olimpo Cinematográfico y, por razones que la ciencia desconoce, ni de lejos valorado como tal.

Definir lo de Daniel en esta película con calificativos como "terrorífica elegancia" o "avasalladora calidad interpretativa" supondría obtener un bello insuficiente, un NM. Metido en la piel de Bill Cutting “El Carnicero” es sencillamente Dios disfrazado del Diablo. Cada una de sus palabras y movimientos encaja en las escenas como una llave en la cerradura que abre la puerta al otro mundo (mención especial a este respecto para el momento “Amsterdam, yo soy Nueva York”). Todo ello pulido con la maravillosa (y poco utilizada) técnica del personaje que parece que está de paso en la película. Un muy mortal Adrien Brody profanó aquel año la estatuilla del Óscar al mejor actor. No es que tenga nada en contra de él, pero quizá una Academia terrenal no puede comprender lo divino.

Y luego el otro elemento esencial, Martin, la quintaesencia del cine. Tengo tres preguntas para hacerte antes de morir, genio: ¿cómo conseguiste mostrarnos situaciones terriblemente estrambóticas como si fueran lo más normal del mundo y hacernos vivirlas precisamente con esa sensación? ¿En qué momento te retaste a ti mismo a sacar a DiCaprio y Diaz del cine basura para convertirlos en las piezas que le faltaban a tu puzzle? Y lo más importante: ¿cómo te las arreglaste para colarnos como quien no quiere la cosa, bajo una poco realista aunque efectiva máscara de cine comercial, una de tus mejores pelis (como ves, te descubrí) y hacernos vivir creyendo que con Goodfellas nos habías hecho tocar el cielo por última vez?
6 de enero de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres cosas destacan en lo nuevo de Scorsese, aparte de un relato que sitúa la acción en un contexto interesante y atípico.

La Religión como protagonista en los mecanismos de poder. Lo que toca en nuestra época son partidos políticos con diferentes propuestas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Se libra una batalla de lo intangible, en la que hay que ensalzar y hacer triunfar a los símbolos propios, como una marca que pueda ser identificada como la más capaz, a la vez que hay que intentar destrozar los del rival. Sin embargo, en otra época no estaba tan al alcance mejorar la vida de la población, por lo que el diálogo entre el poder y el pueblo debía articularse en torno a quién podía garantizar la salvación. En la vida que venía después. En esta película, vemos al poder japonés tratando de impedir que el poder extranjero triunfe en su territorio, en una lucha que jugaba en un terreno distinto del actual, pero que, en esencia, era lo mismo: destruir los símbolos, los relatos y las propuestas del rival. Por supuesto, la religión es mucho más que todo eso: es un sistema de valores capaz de orientar las acciones humanas en un sentido muy particular, quizá incomprensible para los no creyentes, pero poderosamente bello en muchos aspectos, lo que nos lleva al siguiente punto.

El silencio de Dios, que da nombre a la película. Scorsese hace una magnífica utilización del sonido y de su ausencia. Las voces de los personajes son prácticamente lo único que oímos. Sólo ellos hablan, pues Dios no lo hace pese a los sobrecogedores intentos del protagonista, que por momentos cree encontrar contradicciones entre las Sagradas Escrituras y lo que ven sus ojos.

Por último, la violencia como imagen cargada de poder. Tanto desde el punto de vista estético como del político. Los japoneses saben que la demostración de su fuerza pasa por una violencia original, que va mucho más allá de la muerte o la tortura convencional. Y ello hace un enorme servicio a la película en términos artísticos, conectando con la marca de la casa de este director, cuyo talento aún parece poder ofrecernos propuestas interesantes. El tiempo dirá si con "The Irishman" es capaz de cerrar su carrera en lo más alto.
25 de diciembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprescindible clásico del cine teatral, género que se caracteriza por adaptar obras pensadas para el escenario y que, por tanto, descarga todo el peso de las películas en el reparto. Todos los actores están magníficos, especialmente un Paul Newman en una de las mejores interpretaciones de su carrera. Hay algo en el estilo de interpretar de la época que no me termina de convencer, y creo que está en que no se daba la importancia que merece a algo vital, especialmente en el teatro: dejar que los actores hagan suyo el guion que recitan, aportándole en todo instante su matiz personal. En momentos puntuales parece que están haciendo solo eso, recitar. En cualquier caso, insisto en no culpar a los actores, que cumplen y están soberbios.

Para mí el tema central de la película es el amor del padre hacia el hijo. Y lo es porque del sentimiento de carencia de ese amor parten todos los demás conflictos:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Brick llena ese vacío con la figura de su amigo Skipper, uno de esos personajes con los que las grandes obras nos hacen sentir una fuerte y constante presencia invisible. Tan robusta es su imagen que Maggie es incapaz de estar a la altura, por lo que hace lo posible por destruir esa relación. Skipper, que fuera de la cabeza de Brick resulta no ser tan fuerte, se suicida, no por debilidad, sino por no encontrar apoyo en su amigo en un momento difícil. Pero lejos de desaparecer, su presencia se fortalece debido al sentimiento de culpa que invade a Brick, por lo que Maggie sigue sin ser correspondida como a ella le gustaría. Esto la lleva a tratar de llenar su vacío existencial con la codicia de riqueza, en concreto con la esperanza de que Brick logre sacar tajada en el testamento de Big Daddy, y de ahí surge el conflicto con el hermano de Brick y su esposa (que por otra parte son insoportables, no les quitemos su mayoritaria parte de culpa). Sin embargo, Brick no quiere cosas, sólo amor, y acaba encontrándolo tras escarbar en lo más hondo de su moribundo padre (magnífico diálogo final entre Paul Newman y Burl Ives). Es entonces cuando por fin Skipper desaparece al completo, lo que permite a Brick apreciar todo lo que puede llegar a aportarle Maggie en forma del afecto y el cariño que tanto necesita.

Hay quien dice que lo que Skipper y Brick tenían era en realidad una relación homosexual (de hecho, creo que en la obra teatral originaria se mencionaba directamente). No hay duda de que el repugnante rechazo social que a lo largo de la historia ha rodeado a este tema ha conseguido empujar a muchos cineastas a tratarlo de manera sutil, mediante el uso de referencias implícitas. Es difícil decir si el arte gana cuando muestra la realidad en todo su esplendor, especialmente aquellos aspectos que están deseosos de salir al exterior y rebasar las barreras de lo socialmente aceptado, o si por el contrario es mejor que juegue precisamente con esa latencia que nunca acaba por salir del escondite, a la manera en que se ha tratado muchas veces el tema del erotismo para evitar el sexo explícito. Lo dejo ahí como reflexión de partida, por si alguien es capaz de sacar aún más de ésta magnífica película.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para