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4
24 de abril de 2025
24 de abril de 2025
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Flying Lotus se atreve de nuevo con el largometraje y nos lanza al espacio profundo con Ash, un ejercicio de ciencia ficción atmosférica que busca ser intensa, existencial y estéticamente perturbadora. Y aunque lo intenta y le pone voluntad, acaba más cerca del “intento interesante” que del impacto real.
Eiza González se mueve por un planeta solitario lleno de cadáveres y malas vibraciones, hasta que aparece Aaron Paul, y uno no sabe si fiarse de él o salir corriendo. La tensión está ahí, pero nunca termina de explotar.
Lo mejor es lo sensorial: diseño sonoro inquietante, efectos visuales que a ratos hipnotizan, y una dirección que sabe crear mal rollo. Pero el guion se queda en un collage de referentes. Hay mucho de Solaris, algo de Aniquilación, toques de Under the Skin, un guiño a Alien… todo agitado en una coctelera. Y el resultado se deja beber, más o menos.
Hay ideas sugerentes, pero sin desarrollo. Hay momentos potentes, pero se diluyen entre simbolismos que parecen más confusión que profundidad. El resultado flota entre lo onírico y lo desconectado, dejándote en tierra de nadie, a medio camino entre la intriga y el aburrimiento.
Si eres fan del sci-fi experimental y estás dispuesto a navegar entre brumas, puede que encuentres algo que te atrape. El riesgo asumido de la película es un valor y envoltorio no está mal... Si buscas narrativa clara, emoción o personajes bien construidos y con alma, quizá este planeta no sea el tuyo.
Nota: C+
Eiza González se mueve por un planeta solitario lleno de cadáveres y malas vibraciones, hasta que aparece Aaron Paul, y uno no sabe si fiarse de él o salir corriendo. La tensión está ahí, pero nunca termina de explotar.
Lo mejor es lo sensorial: diseño sonoro inquietante, efectos visuales que a ratos hipnotizan, y una dirección que sabe crear mal rollo. Pero el guion se queda en un collage de referentes. Hay mucho de Solaris, algo de Aniquilación, toques de Under the Skin, un guiño a Alien… todo agitado en una coctelera. Y el resultado se deja beber, más o menos.
Hay ideas sugerentes, pero sin desarrollo. Hay momentos potentes, pero se diluyen entre simbolismos que parecen más confusión que profundidad. El resultado flota entre lo onírico y lo desconectado, dejándote en tierra de nadie, a medio camino entre la intriga y el aburrimiento.
Si eres fan del sci-fi experimental y estás dispuesto a navegar entre brumas, puede que encuentres algo que te atrape. El riesgo asumido de la película es un valor y envoltorio no está mal... Si buscas narrativa clara, emoción o personajes bien construidos y con alma, quizá este planeta no sea el tuyo.
Nota: C+
Serie

4,2
825
1
3 de abril de 2025
3 de abril de 2025
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Navegar por esta serie es como embarcarse en un crucero baratillo con motores averiados, sin GPS, con poca agua, menos luces, con un camarote interior cutre y un capitán borracho que confunde la brújula con el posavasos.
Una una pata de palo y un loro habría estado bien... Lo que promete ser un intrigante thriller marítimo de fantasía y misterio termina siendo un motín narrativo donde guionistas y actores parecen competir por quién está más perdido.
Los diálogos flotan sin rumbo (“Con el debido respeto, capitán… ¿dónde está el ron?”… o al menos eso entendí, porque lo mismo decía otra cosa, pero tanto da), las actuaciones oscilan entre el teatro de colegio histriónico y la resaca, y la trama es un mar de ideas recicladas, naufragadas y mal conectadas.
Si la hubieran planteado como una comedia de humor absurdo, tipo "Navega como puedas", igual hasta se podría perdonar. Pero no. Lo único realmente misterioso e intrigante aquí es cómo convencieron para subir a bordo a Óscar Jaenada, Alba Flores o Najwa Nimri.
Si te la tomas en serio, necesitas un chupito de vodka… Porque esto solo se sostiene si decides verla como lo que es: un experimento disparatado que hace aguas por todas partes. Si le pones estómago y te calzas las gafas del humor absurdo, puede que incluso te arranques con unas risas entre palomita y palomita.
Con el debido respeto: han perpetrado un esperpento náutico infumable con ínfulas de thriller fantástico, supuestamente profundo y con moraleja ecologista de saldo, que no se sostiene lo mires por donde lo mires. Si hacen una segunda temporada, más que fantasía... será un poltergeist.
Una una pata de palo y un loro habría estado bien... Lo que promete ser un intrigante thriller marítimo de fantasía y misterio termina siendo un motín narrativo donde guionistas y actores parecen competir por quién está más perdido.
Los diálogos flotan sin rumbo (“Con el debido respeto, capitán… ¿dónde está el ron?”… o al menos eso entendí, porque lo mismo decía otra cosa, pero tanto da), las actuaciones oscilan entre el teatro de colegio histriónico y la resaca, y la trama es un mar de ideas recicladas, naufragadas y mal conectadas.
Si la hubieran planteado como una comedia de humor absurdo, tipo "Navega como puedas", igual hasta se podría perdonar. Pero no. Lo único realmente misterioso e intrigante aquí es cómo convencieron para subir a bordo a Óscar Jaenada, Alba Flores o Najwa Nimri.
Si te la tomas en serio, necesitas un chupito de vodka… Porque esto solo se sostiene si decides verla como lo que es: un experimento disparatado que hace aguas por todas partes. Si le pones estómago y te calzas las gafas del humor absurdo, puede que incluso te arranques con unas risas entre palomita y palomita.
Con el debido respeto: han perpetrado un esperpento náutico infumable con ínfulas de thriller fantástico, supuestamente profundo y con moraleja ecologista de saldo, que no se sostiene lo mires por donde lo mires. Si hacen una segunda temporada, más que fantasía... será un poltergeist.
7
1 de marzo de 2025
1 de marzo de 2025
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me crucé con esta serie por casualidad, la devoré en dos días y aún me dio tiempo a escribir esta crítica, retocarla y, sí, subirle la nota después. Porque, sorpresa, me ha dado más de lo que esperaba: humor, sátira en vena y un soplo de aire fresco.
Puede gustar más o menos su sentido del humor o el foco que elige, pero es innegable que "Su majestad" no se limita a mezclar humor y política y va más allá... La serie nos propone una sátira social muy directa, fresca y desternillante a ratos.
"Su majestad" juega a la monarquía como quien juega al mus: con faroles, gestos y un ojo puesto en… ¿la república? O quizá todo lo contrario. ¿Quién sabe? Lo único seguro es que el humor humaniza —personas, instituciones y, sí, monarquías también—, y esta serie lo tiene bien aprendido.
No hay reflexiones profundas, pero sí humor, ironía y momentos donde lo políticamente correcto se tambalea más que la Corona… o que algunas repúblicas cuando les aprieta el cinturón. La serie no reescribe la historia, pero le saca brillo a sus grietas, dejando caer pullas con desparpajo y puntería.
A través de capítulos cortos, diálogos chispeantes y un desfile de situaciones absurdas y desquiciadas (o no tanto, a veces la realidad supera la ficción) la tradición y el postureo moderno se dan de tortas. La serie no pretende revolucionar nada, pero sí sabe moverse con agilidad y poner el dedo en la llaga justo donde más escuece.
La actuación de Anna Castillo como Pilar es una delicia, una princesa que hereda más líos que legado, manejando cada metedura de pata con un descaro que engancha. A su lado, un Ernesto Alterio impecable, que encaja como un guante, obligado a apagar incendios… con gasolina.
El arranque titubea algo, sí, pero la serie coge ritmo enseguida, te atrapa y va de menos a más, encontrando su sitio: un divertimento satírico ligero y bien armado que ni promete más de lo que da… ni da menos de lo que promete. Y eso, a estas alturas, ya es mucho. Al final, lo importante es reírse de uno mismo.
Mi nota: B+. Divertida, descarada y con un trono que amenaza con venirse abajo… pero, por ahora, sigue en pie.
Puede gustar más o menos su sentido del humor o el foco que elige, pero es innegable que "Su majestad" no se limita a mezclar humor y política y va más allá... La serie nos propone una sátira social muy directa, fresca y desternillante a ratos.
"Su majestad" juega a la monarquía como quien juega al mus: con faroles, gestos y un ojo puesto en… ¿la república? O quizá todo lo contrario. ¿Quién sabe? Lo único seguro es que el humor humaniza —personas, instituciones y, sí, monarquías también—, y esta serie lo tiene bien aprendido.
No hay reflexiones profundas, pero sí humor, ironía y momentos donde lo políticamente correcto se tambalea más que la Corona… o que algunas repúblicas cuando les aprieta el cinturón. La serie no reescribe la historia, pero le saca brillo a sus grietas, dejando caer pullas con desparpajo y puntería.
A través de capítulos cortos, diálogos chispeantes y un desfile de situaciones absurdas y desquiciadas (o no tanto, a veces la realidad supera la ficción) la tradición y el postureo moderno se dan de tortas. La serie no pretende revolucionar nada, pero sí sabe moverse con agilidad y poner el dedo en la llaga justo donde más escuece.
La actuación de Anna Castillo como Pilar es una delicia, una princesa que hereda más líos que legado, manejando cada metedura de pata con un descaro que engancha. A su lado, un Ernesto Alterio impecable, que encaja como un guante, obligado a apagar incendios… con gasolina.
El arranque titubea algo, sí, pero la serie coge ritmo enseguida, te atrapa y va de menos a más, encontrando su sitio: un divertimento satírico ligero y bien armado que ni promete más de lo que da… ni da menos de lo que promete. Y eso, a estas alturas, ya es mucho. Al final, lo importante es reírse de uno mismo.
Mi nota: B+. Divertida, descarada y con un trono que amenaza con venirse abajo… pero, por ahora, sigue en pie.

5,1
4.903
6
17 de marzo de 2025
17 de marzo de 2025
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho voltaje, poco resultado… pero la corriente fluye
Si nos fijamos en su elevadísimo presupuesto, parece que alguien conectó los cables cruzados: mucho voltaje, poco resultado. Pero si nos quedamos con lo que realmente vemos, la cosa cambia. No es revolucionaria ni especialmente profunda, pero entretiene: pasas un buen rato entre robots, acción a saco y un espectáculo visual bien ejecutado.
En el centro de la película, Millie Bobby Brown logra no apagarse a pesar de los circuitos quemados del guion. A su lado, Chris Pratt cumple con una interpretación… funcional, sin deslumbrar, y su química con Brown es discreta, como la luz de una vela cuando se va la electricidad. Los secundarios son en su mayoría instrumentales, aunque Giancarlo Esposito consigue destacar un poco más que el resto.
¿Fortalezas? Las tiene… y relevantes
Bien regada de presupuesto, la película ofrece un despliegue de primer nivel, con una recreación visual excelente. El montaje fluye con solvencia, la B.S.O. de Alan Silvestri y la selección musical son de lo mejor, la fotografía está a la altura, los efectos especiales están bien hechos y el CGI cumple a la perfección, sin castigar la vista.
La película brilla en el aspecto técnico y no deja indiferente. Si el objetivo es el espectáculo puro, cumple. La experiencia impacta, es bastante inmersiva y entra por los ojos y los oídos con facilidad. ¿Qué puede salir mal? Pues, bastantes cosas...
¿Debilidades? También están ahí… y no son menores.
No, no es Blade Runner, ni Westworld, ni tampoco se acerca a The Creator o algo similar. Pero tampoco hay que pedírselo. Es un producto calculado al milímetro para el entretenimiento ligero y familiar, donde mandan la pirotecnia visual y el consumo rápido, primando la estética sobre la profundidad. Pero ¿por qué no apostar por ambas cosas? Por desgracia, ni siquiera lo han intentado.
La trama es tan básica como a momentos enrevesada, como si alguien hubiera trasteado con los cables y sobrecargado el sistema. Los dilemas tecnológicos apenas hacen chispa, la historia no tiene el peso emocional que pretende y algunos cabos sueltos flotan como si se hubiera ido la luz a mitad de película. Sin suficiente potencia narrativa, todo se oscurece.
¿Y qué pasa con la crítica profesional?
Una cosa es que la trama se oscurezca por problemas narrativos o que se señalen sus fallos evidentes, y otra muy distinta es el aquelarre injustificado que ha perpetrado la crítica profesional contra esta película (ellos sabrán por qué). La han despellejado y le han pasado el rodillo sin piedad, pero la realidad es que cumple su cometido: entretener.
No es la gran distopía que podría haber sido, pero tampoco un cortocircuito cinematográfico como algunos la pintan. La dureza de las opiniones profesionales podría deberse más a expectativas que a la calidad real del producto. Tal vez esta crítica tan voraz tenga más que ver con la industria que con la película en sí. No lo sé... pero da la sensación de que aquí hay algo que chirría, y bastante.
Conclusión
¿Tiene defectos? Sí, unos cuantos. ¿Es una mala película? No lo creo. ¿Se disfruta? Sin duda. Su estética retrofuturista atrapa al instante, con un aire noventero que le da cierto encanto nostálgico. En conjunto, funciona. Pero no puedes evitar pensar en todo lo que pudo haber sido como distopía… y que, al final, nunca terminó de encenderse.
Es como subirse a una montaña rusa "eléctrica": luces, ruido y adrenalina… pero cuando bajas, ¿a dónde te ha llevado? No muy lejos. A un subidón visual que se apaga rápido, aunque con la sensación de que has disfrutado del viaje y, al menos, no te has electrocutado en el camino.
Si buscas una experiencia ligera con acción y espectáculo visual, esta película cumple. Aunque no es perfecta, es disfrutable. No cambiará la historia del cine ni falta que le hace; a veces, basta con saber cumplir y echar un buen rato.
Mi valoración: B− / C+
Si nos fijamos en su elevadísimo presupuesto, parece que alguien conectó los cables cruzados: mucho voltaje, poco resultado. Pero si nos quedamos con lo que realmente vemos, la cosa cambia. No es revolucionaria ni especialmente profunda, pero entretiene: pasas un buen rato entre robots, acción a saco y un espectáculo visual bien ejecutado.
En el centro de la película, Millie Bobby Brown logra no apagarse a pesar de los circuitos quemados del guion. A su lado, Chris Pratt cumple con una interpretación… funcional, sin deslumbrar, y su química con Brown es discreta, como la luz de una vela cuando se va la electricidad. Los secundarios son en su mayoría instrumentales, aunque Giancarlo Esposito consigue destacar un poco más que el resto.
¿Fortalezas? Las tiene… y relevantes
Bien regada de presupuesto, la película ofrece un despliegue de primer nivel, con una recreación visual excelente. El montaje fluye con solvencia, la B.S.O. de Alan Silvestri y la selección musical son de lo mejor, la fotografía está a la altura, los efectos especiales están bien hechos y el CGI cumple a la perfección, sin castigar la vista.
La película brilla en el aspecto técnico y no deja indiferente. Si el objetivo es el espectáculo puro, cumple. La experiencia impacta, es bastante inmersiva y entra por los ojos y los oídos con facilidad. ¿Qué puede salir mal? Pues, bastantes cosas...
¿Debilidades? También están ahí… y no son menores.
No, no es Blade Runner, ni Westworld, ni tampoco se acerca a The Creator o algo similar. Pero tampoco hay que pedírselo. Es un producto calculado al milímetro para el entretenimiento ligero y familiar, donde mandan la pirotecnia visual y el consumo rápido, primando la estética sobre la profundidad. Pero ¿por qué no apostar por ambas cosas? Por desgracia, ni siquiera lo han intentado.
La trama es tan básica como a momentos enrevesada, como si alguien hubiera trasteado con los cables y sobrecargado el sistema. Los dilemas tecnológicos apenas hacen chispa, la historia no tiene el peso emocional que pretende y algunos cabos sueltos flotan como si se hubiera ido la luz a mitad de película. Sin suficiente potencia narrativa, todo se oscurece.
¿Y qué pasa con la crítica profesional?
Una cosa es que la trama se oscurezca por problemas narrativos o que se señalen sus fallos evidentes, y otra muy distinta es el aquelarre injustificado que ha perpetrado la crítica profesional contra esta película (ellos sabrán por qué). La han despellejado y le han pasado el rodillo sin piedad, pero la realidad es que cumple su cometido: entretener.
No es la gran distopía que podría haber sido, pero tampoco un cortocircuito cinematográfico como algunos la pintan. La dureza de las opiniones profesionales podría deberse más a expectativas que a la calidad real del producto. Tal vez esta crítica tan voraz tenga más que ver con la industria que con la película en sí. No lo sé... pero da la sensación de que aquí hay algo que chirría, y bastante.
Conclusión
¿Tiene defectos? Sí, unos cuantos. ¿Es una mala película? No lo creo. ¿Se disfruta? Sin duda. Su estética retrofuturista atrapa al instante, con un aire noventero que le da cierto encanto nostálgico. En conjunto, funciona. Pero no puedes evitar pensar en todo lo que pudo haber sido como distopía… y que, al final, nunca terminó de encenderse.
Es como subirse a una montaña rusa "eléctrica": luces, ruido y adrenalina… pero cuando bajas, ¿a dónde te ha llevado? No muy lejos. A un subidón visual que se apaga rápido, aunque con la sensación de que has disfrutado del viaje y, al menos, no te has electrocutado en el camino.
Si buscas una experiencia ligera con acción y espectáculo visual, esta película cumple. Aunque no es perfecta, es disfrutable. No cambiará la historia del cine ni falta que le hace; a veces, basta con saber cumplir y echar un buen rato.
Mi valoración: B− / C+
Miniserie

5,8
287
6
10 de mayo de 2025
10 de mayo de 2025
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que se quite el tráfico de Los Ángeles y que empiecen a tomar nota en Hollywood: con mucho menos presupuesto y bastante más ingenio, al igual que la primera temporada, Atasco 2 pasa la mano por la cara a muchas comedias internacionales infladas de efectos y presupuesto. Aquí no hay persecuciones imposibles, ni explosiones innecesarias, ni CGI mágico, ni grandes efectos especiales... y no los necesita. Lo que hay es un monumental embotellamiento madrileño convertido en un parque temático de la comedia española.
Esto es humor sociológico y cotidiano, sin complicaciones… y está más cerca de Camera Café que de un clásico de Billy Wilder, pero funciona. No hay que pedirle más que el sano ejercicio de reírse de la vida. Con una estructura básica pero bien construida, se ve fácil, se disfruta y cumple su objetivo. Rodrigo Sopeña repite jugada y mejora la receta, como la tortilla de patatas de las abuelas o la ensaladilla rusa de las madres: más personajes, más tramas, más sátira y más cameos, que parecen una gala de los Goya encerrada en un atasco.
El humor sigue siendo tan reconocible como absurdo, tan castizo como universal, y si en la primera te reíste, en esta también... porque aquí lo que se estanca no es la creatividad, sino los coches. Y si funciona, pues mejor no tocar… y bien que hacen. Seis episodios que corren y vuelan (como deberían hacerlo los coches, si no estuvieran empotrados unos contra otros) y, simplemente, logran lo que se proponen: seguir con la diversión sin complejos y retratar la sociedad (sin caer en la caricatura vacía) para pasar un buen rato y echar unas risas.
Nota: B de bien hecha, que no necesita ni moverse del sitio para avanzar. Segundas partes sí son buenas… y bienvenidas, en este caso.
Esto es humor sociológico y cotidiano, sin complicaciones… y está más cerca de Camera Café que de un clásico de Billy Wilder, pero funciona. No hay que pedirle más que el sano ejercicio de reírse de la vida. Con una estructura básica pero bien construida, se ve fácil, se disfruta y cumple su objetivo. Rodrigo Sopeña repite jugada y mejora la receta, como la tortilla de patatas de las abuelas o la ensaladilla rusa de las madres: más personajes, más tramas, más sátira y más cameos, que parecen una gala de los Goya encerrada en un atasco.
El humor sigue siendo tan reconocible como absurdo, tan castizo como universal, y si en la primera te reíste, en esta también... porque aquí lo que se estanca no es la creatividad, sino los coches. Y si funciona, pues mejor no tocar… y bien que hacen. Seis episodios que corren y vuelan (como deberían hacerlo los coches, si no estuvieran empotrados unos contra otros) y, simplemente, logran lo que se proponen: seguir con la diversión sin complejos y retratar la sociedad (sin caer en la caricatura vacía) para pasar un buen rato y echar unas risas.
Nota: B de bien hecha, que no necesita ni moverse del sitio para avanzar. Segundas partes sí son buenas… y bienvenidas, en este caso.
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