La he visto hoy, la noche entre el 24 y el 25 de Octubre, en el magnífico programa "Qué Grande Es El Cine" de TVE2.

Cuando no estás muy acostumbrado a ver cine en blanco y negro puedes cometer la estupidez de pensar que es arcaico y obsoleto con respecto al contemporáneo, pero nada más lejos de la realidad.
Se me ha ocurrido comparar este hecho (el de la historia del cine) a otro mucho más popular y conocido: la historia del hombre. Y es que de todos es sabido que, todavía hoy, no sabemos cómo los egipcios levantaron sus regias pirámides... es así como, después de ver "Escándalo en París", piensas que otro gran misterio de la construcción se nos está escapando. Me refiero a la construcción de guiones.

El reparto de actores, los decorados, el vestuario, los diálogos... todo, en resumidas cuentas, está cuidadosamente seleccionado y exprimido para dar el juego que una buena película tiene que ofrecer.

La trama se puede resumir con una única frase: el punto de inflexión en la vida de un delincuente. Pero recomendaría a todo el que lea esta crítica que se deje cautivar por todo lo demás que le va a ofrecer esta maravillosa película.

Brillante la iluminación, algunas frases del protagonista y las actuaciones de todos los secundarios (desde el prefecto de policía, pasando por la niña, la vedette y acabando en el simpático Satán).

Me da la sensación de haber visto una película dirigida por una niña pija, caprichosa y muy bien apadrinada... pero tengo que reconocer que el resultado final me cautivó.

Utilizando a Scarlett Johansson y Bill Murray, del mismo modo que una niña bien jugaría con su muñeca Barbie y su novio Ken, Sofia Coppola ha sabido diseñar una increíble historia de atracction más que de amor.

El escenario: Tokio.

La excusa: el insomnio provocado por el cambio horario.

El punto de encuentro: la barra del bar del hotel.

Tanto el reparto de actores como los técnicos resultan impecables. Por eso digo que la chica tiene el paladar fino. Mención especial al director de fotografía (Lance Acord) que nos muestra una urbe sofisticadamente romántica, ideal para perderse y embriagarse entre las luces de neón, las pantallas publicitarias gigantes y los diversos locales de ocio al pie de inmensos rascacielos.

Lo que París fue para "Rayuela", lo es hoy Tokio para "Lost in Translation".