La canción de Serrat decía eso mismo: “… Que nunca vuelve aquello que se pierde y la marea sube y luego baja”.
Es la única pega que le encuentro a esta serie: El empeño en mantener la relación de la pareja protagonista a través del tiempo. Lo lógico, con los vaivenes y los tumbos que dan, es que no se hubieran vuelto a cruzar desde el capítulo 7. Pero por muy pegado a la realidad que esté el guión, la ficción tiene sus propias lógicas y sus propias exigencias. Es un poco Rohmer made In Spain. La música merece un análisis. Yo me quedo con el recuerdo a Leonard Cohen que hace Benjamín Prado en el papel de padre del protagonista y el homenaje a la copla en el capítulo 9.

Lo mejor: El retrato de varias generaciones, sobre todo millenials y boomers. De una sutiliza y con unos puntos asombrosos. Cualquiera se verá reconocido en algún personaje.

Lo peor: no hay nada por debajo de un estándar notable. El guion es una trabajo de orfebrería.

Me ha sorprendido gratamente ya que esperaba encontrar un guion lleno de lugares comunes pero se nota la mano de Guericaechevarria que ha hecho una historia que bajo alguna traza de culebrón es bastante seria. A los que conocemos bien la zona ya nos interesa solo por eso y también comprendemos la historia en profundidad sobre todo eso de que la realidad supera la ficción. La parte de la trama más aparentemente inverosímil es la real, seguro. Tiene que ceder a la demanda del medio y se comprende el tono de Thriller y los aspectos románticos pero en general es bastante digna y no nos toma el pelo. Incluso tiene alguna enseñanza que dar, como la de que el deseo de venganza es más poderoso que el afán de dinero. Se ve con interés por lo menos a los que nos aburren el exceso de persecuciones y acción, que es lo que muchos esperan de este tipo de series.