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Críticas ordenadas por utilidad
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7,8
15.305
10
17 de diciembre de 2012
17 de diciembre de 2012
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay viajes que no te puedes permitir, deseos que nunca deben ser pronunciados. Amar en tiempos revueltos es la actitud de vida y sin embargo cuando duermo contigo sigo durmiendo solo. La habitación sabe muchísimo pero tiene un acento tan gallego. Soy ingenuo hasta la sabiduría, mi felicidad se completará con la tuya y me hará desgraciado. Por eso si entras he perdido, si la destruyes he perdido, si mueres he perdido; la única posibilidad de triunfo es tu fracaso consciente, y ni siquiera el triunfo me hará sentir ganador. Te guío con lo poco que sé: respecto máximo al miedo en los ojos de mi alma. Eres tú el que tendrá que desafiarse a sí mismo; el que se mire tan profundamente, se comprenda tan profundamente, se sienta tan profundamente, que se califique como nada, como la nada única. No soy más que un perro lazarillo prudente y ciego.
Mediometraje

7,5
573
9
24 de enero de 2021
24 de enero de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Será que cada secuencia tiene la duración perfecta. Será que la cámara está colocada en el lugar idóneo. Será la ternura que despierta el personaje de Jaimie, alter ego de Bill Douglas. Hay seguramente algo de todo esto, y más cosas, para lograr que cada escena de esta pequeña película tenga tanta intensidad. Tanto los momentos más tiernos, como los que pasa con el prisionero alemán, como en los momentos más duros, como el asesinato de su gato, la fuerza que desprenden las imágenes es abrumadora por momentos. Son escenas que te abruman por derribo, porque son 45’ sin descanso, uno tras otro grandes conceptos, grandes ideas van apareciendo en tu cabeza sin tiempo para asimilarlas. Belleza en las imágenes, miseria, padres (Jaimie tiene varios padres en la película), vulnerabilidad de la mujer, búsqueda de afectos, carencias (en general), orfandad, tristeza, muerte desde los ojos de un niño, libertad como condena. Y todo esto extraído directamente de la memoria del director, ramalazos o flashes de su infancia que dan la impresión de haber sido extraídos directamente de su cuerpo con una máquina de extraer verdad en lugar de reconstruidos desde su vivencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si tuviera que quedarme con un tema central en la película elegiría la carencia. La carencia de medios materiales, por un lado, y sobre todo las carencias afectivas y la búsqueda de esos afectos, especialmente la búsqueda de una figura paterna. Aquí destaca su relación con Helmut, que es un prisionero alemán trabajando en el campo escocés. Esta relación empieza como lo que parece ser una relación de amistad entre dos prisioneros en cárceles diferentes; pero poco a poco va cambiando hasta el punto que Jaimie ve, quiere ver, o busca un padre en él. Este cambio queda claro en una correlación de escenas donde el padre biológico de Jaimie (Jaimie aún no lo sabía) le da una moneda. Jaimie, que está en unas escaleras, baja a coger la moneda y inmediatamente vuelve a subir, desconfiado, temeroso, como un gato ante un desconocido. Justo en la escena siguiente se ve a Jaimie con Helmut enseñándole alemán, es importante que sea ahora Helmut el que enseña (como un padre) y no el que recibe clases de inglés. La escena acaba con Jaimie abrazando a Helmut y a través de una felicidad muy genuina escapándosele un “I love you, Helmut”. Que es por otro lado una de las pocas frases que dice Jaimie la película. A destacar también un esta correlación de escenas lo que para Bill Douglas debe ser un padre. No sólo la figura que trae dinero a casa ( el “provider”) simbolizado en el gesto de la darle una moneda; sino también y sobre todo una figura que enseña, que proporciona herramientas para afrontar la vida, que proporciona amor, cariño y afecto.
La otra gran figura adulta de la vida de Jaimie es su abuela. No creo que en este caso represente una figura materna para él. Su abuela es un ser que necesita y merece ser cuidado. Un ser que merece compasión, que de cada arruga de su cara emana sufrimiento, un dolor inabarcable a consecuencia de la tragedia de su familia, del dolor de su hija en un hospital psiquiátrico; dolor que parece será la única herencia que reciban sus nietos. Su abuela desprecia a los dos padres de sus nietos, culpándolos por la desgracia en la que cayó su familia, y su hija concretamente. La escena de la taza de té simboliza cómo la abuela es una figura que es cuidada más que ser cuidadora. Jaimie calienta la taza de té con agua hirviendo y se la pone entre las manos frías de su abuela. Aquí está otra vez la carencia extrema, esta vez son las carencias de medios materiales. Frío, y una taza de té sin té.
Cuando los dos pilares de la vida de Jaimie desaparecen (la abuela muere y Helmut regresa a Alemania tras el final de la guerra), cuando no tiene quien le cuide ni tiene a quien cuidar, cuando los únicos afectos de su vida desaparecen, de repente afronta un abismo. Echa a correr y se va en un tren, da igual a dónde, cuando te quedas solo, no importa dónde estés solo. Cuando de quedas solo, notas el garrote de la libertad más cruda, aquella que viene con la inseguridad más acuciante, aquella en la que el futuro desaparece y el presente se lo traga todo.
La otra gran figura adulta de la vida de Jaimie es su abuela. No creo que en este caso represente una figura materna para él. Su abuela es un ser que necesita y merece ser cuidado. Un ser que merece compasión, que de cada arruga de su cara emana sufrimiento, un dolor inabarcable a consecuencia de la tragedia de su familia, del dolor de su hija en un hospital psiquiátrico; dolor que parece será la única herencia que reciban sus nietos. Su abuela desprecia a los dos padres de sus nietos, culpándolos por la desgracia en la que cayó su familia, y su hija concretamente. La escena de la taza de té simboliza cómo la abuela es una figura que es cuidada más que ser cuidadora. Jaimie calienta la taza de té con agua hirviendo y se la pone entre las manos frías de su abuela. Aquí está otra vez la carencia extrema, esta vez son las carencias de medios materiales. Frío, y una taza de té sin té.
Cuando los dos pilares de la vida de Jaimie desaparecen (la abuela muere y Helmut regresa a Alemania tras el final de la guerra), cuando no tiene quien le cuide ni tiene a quien cuidar, cuando los únicos afectos de su vida desaparecen, de repente afronta un abismo. Echa a correr y se va en un tren, da igual a dónde, cuando te quedas solo, no importa dónde estés solo. Cuando de quedas solo, notas el garrote de la libertad más cruda, aquella que viene con la inseguridad más acuciante, aquella en la que el futuro desaparece y el presente se lo traga todo.

7,1
1.732
7
27 de junio de 2013
27 de junio de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si nuestro Maloin alguna vez soñó con encontrarse 60000 libras flotando en el mar, supongo que si, al fin y al cabo él se dedica a observar, y observar es el habitual primer escalón del ensueño. Nuestro Maloin es un ser deprobable, las cuestiones morales no forman parte él, no es que las desprecie, ni se las plantea. Es un muerto, un asocial, y lo es por falta de inteligencia, por falta se sensibilidad, ¿cuánta gente muere por falta de vida? Alguien que presencia una pelea entre dos personas, que acaba con un maletín y una de las personas en el agua, y lo que hace es rescatar el maletín, es un estúpido. Y su estupidez queda patente a medida en que los acontecimientos avanzan, y las circunstancias lo devuelven al «juego» de la vida; carece de previsión, no se conoce, y por tanto, todo lo hace mal.
Efectivamente, odio a Maloin y lamento su miseria; y por eso no puedo dejar de preguntarme qué pensaría Tarr de su personaje. Y lo único que se me viene a la cabeza es ninguneo, falta de respeto, Maloin es solo una herramienta para realizar su arte, un personaje excusa. El mismo Tarr enamorado del Janos de Armonías desconoce al Maloin de Londoni. Por momentos la película parece un entrenamiento necesario hacia «El caballo de Turín», la música que te subyuga cuando presencias el apocalipsis queda ridícula en una investigación policial. Por no hablar del resto de personajes que rozan lo paródico en el caso del investigador, abrazan el esperpento con los vendedores de pieles, o son completamente anodinos como la mujer de Brown. En casi todo lo que se podría llamar «parte dramática» la película me resulta desagradable, no solo los personajes si no también la acción. En ningún momento conseguí salvar la brecha entre la forma y el drama, hasta quedarse, en mi opinión, simplemente en un ejercicio de estilo de principio a fin; pero es precisamente ahí dónde es extraordinaria.
La cámara de Bela Tarr es un bisturí, se mueve lenta y afilada a lo largo de la escena, cada vez que se para es porque toca hueso, y después viene otro cambio de dirección o el final de la secuencia. Un estilo arrebatador, quizás solo Tarkovsky y Dreyer aparte de él, consiguieron el efecto en mi que Tarr consigue con una facilidad asombrosa, me lleva (me eleva) a lado místico del arte. Hay varias escenas, secuencias, que consiguen este efecto en esta película; voy a nombrar dos, me voy a abstener de hacer la crítica porque se me está haciendo tarde, sólo las nombraré para que aquellas personas que se disponen a verla pongan un puntito mas de atención ahí, o aquellas que ya la vieron gocen con el recuerdo, o rescaten la película del disco duro para volver a disfrutarlas: la primera, cuando Maloin se va dormir, se desviste y su mujer cierra las contraventanas eliminando la luz; y una de las escenas en el bar con Maloin, su hija, el barman, y la señora mientras suena un acordeón. Son con toda seguridad dos de las escenas más maravillosas que he visto nunca.
Efectivamente, odio a Maloin y lamento su miseria; y por eso no puedo dejar de preguntarme qué pensaría Tarr de su personaje. Y lo único que se me viene a la cabeza es ninguneo, falta de respeto, Maloin es solo una herramienta para realizar su arte, un personaje excusa. El mismo Tarr enamorado del Janos de Armonías desconoce al Maloin de Londoni. Por momentos la película parece un entrenamiento necesario hacia «El caballo de Turín», la música que te subyuga cuando presencias el apocalipsis queda ridícula en una investigación policial. Por no hablar del resto de personajes que rozan lo paródico en el caso del investigador, abrazan el esperpento con los vendedores de pieles, o son completamente anodinos como la mujer de Brown. En casi todo lo que se podría llamar «parte dramática» la película me resulta desagradable, no solo los personajes si no también la acción. En ningún momento conseguí salvar la brecha entre la forma y el drama, hasta quedarse, en mi opinión, simplemente en un ejercicio de estilo de principio a fin; pero es precisamente ahí dónde es extraordinaria.
La cámara de Bela Tarr es un bisturí, se mueve lenta y afilada a lo largo de la escena, cada vez que se para es porque toca hueso, y después viene otro cambio de dirección o el final de la secuencia. Un estilo arrebatador, quizás solo Tarkovsky y Dreyer aparte de él, consiguieron el efecto en mi que Tarr consigue con una facilidad asombrosa, me lleva (me eleva) a lado místico del arte. Hay varias escenas, secuencias, que consiguen este efecto en esta película; voy a nombrar dos, me voy a abstener de hacer la crítica porque se me está haciendo tarde, sólo las nombraré para que aquellas personas que se disponen a verla pongan un puntito mas de atención ahí, o aquellas que ya la vieron gocen con el recuerdo, o rescaten la película del disco duro para volver a disfrutarlas: la primera, cuando Maloin se va dormir, se desviste y su mujer cierra las contraventanas eliminando la luz; y una de las escenas en el bar con Maloin, su hija, el barman, y la señora mientras suena un acordeón. Son con toda seguridad dos de las escenas más maravillosas que he visto nunca.
10
11 de febrero de 2013
11 de febrero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiero besar esos labios secos, y esas mejillas húmedas-dolor, húmedas-frustración, húmedas-esperanza, húmedas-fe. Quiero regalarte también mi pecho para que te refugies en él aunque sólo sea un segundo, y sentir en mi piel el tacto del dolor apaciguándose. Me gustaría ser aquel a quien mirases antes de la verdad-respuesta, y hacer tu victoria un poco más llevadera.
Una película superior dónde a través de un camino a base de primerísimos planos somos testigos privilegiados y subyugados del martirio de Juana de Arco. Yo, como espectador, nunca me vi en su piel, me da igual como llega allí, da igual si realmente es hija de Dios, si está en gracia divina o es hija de Satán; da igual que el veredicto sea "justo" (según sus leyes) o que no lo sea. Estamos viviendo una experiencia a otro nivel, el grado de abstracción al que nos conduce (sin paradas ni curvas) la obra es el de comunión entre lo divino (místico) y lo mundano (siempre, todo es humano).
Juana muere en un acto de fe. Llevada por su convencimiento se hace mártir de la verdad, su verdad indemostrable. El entramado de poder representado por los jueces sólo está preocupado por mantener el "status quo" (única preocupación real del poder de cualquier época) que ven peligrar (con razón) en la figura de Juana. Pensemos. ¿Qué pasa si creemos a Juana?¿No es posible que mañana aparezca otro campesino con línea directa con Dios?Da igual que seas un farsante o no, hay que ejemplarizar, porque necesitamos ser los gestores de la fe, mantener la explotación de Dios en monopolio, y así perpetuar nuestra situación de privilegio.
Dreyer nos regala una secuencia de imágenes arrebatadoras, en constante juego de niveles plano a plano. Arriba del todo está Dios, al que intuyo en esos planos desencuadrados donde vemos que casi toda la pantalla está ocupada por pared o el alto de una puerta, sólo abajo aparece la cabeza de algún juez (también intuyo a Dios en algunas miradas de Juana, dirigidas muy arriba, interrogando, cuestionando). Abajo del todo está Juana, el ser humano místico, puro, en contacto con Dios como cerrando un círculo. En medio están los jueces, los humanos planos y obtusos, en el centro e ignorantes de lo que tienen a su alrededor; Dreyer los deja en evidencia por su falta de espiritualidad y fe (y da igual que sean jueces de los "buenos" o de los "malos"). Siempre vemos una antítesis muy directa con primeros planos Juana-jueces, lágrimas-risas de desprecio, divino-mundano. Hay dos momentos en la película dónde vemos los pies de Juana; primero la vemos entrar en el tribunal calzada; después, transcurrido todo el juicio presenciando su rostro-alma,ya descalza camino de la hoguera. Todo un símbolo del proceso psicológico que vivió nuestra heroína durante el juicio:
Una película superior dónde a través de un camino a base de primerísimos planos somos testigos privilegiados y subyugados del martirio de Juana de Arco. Yo, como espectador, nunca me vi en su piel, me da igual como llega allí, da igual si realmente es hija de Dios, si está en gracia divina o es hija de Satán; da igual que el veredicto sea "justo" (según sus leyes) o que no lo sea. Estamos viviendo una experiencia a otro nivel, el grado de abstracción al que nos conduce (sin paradas ni curvas) la obra es el de comunión entre lo divino (místico) y lo mundano (siempre, todo es humano).
Juana muere en un acto de fe. Llevada por su convencimiento se hace mártir de la verdad, su verdad indemostrable. El entramado de poder representado por los jueces sólo está preocupado por mantener el "status quo" (única preocupación real del poder de cualquier época) que ven peligrar (con razón) en la figura de Juana. Pensemos. ¿Qué pasa si creemos a Juana?¿No es posible que mañana aparezca otro campesino con línea directa con Dios?Da igual que seas un farsante o no, hay que ejemplarizar, porque necesitamos ser los gestores de la fe, mantener la explotación de Dios en monopolio, y así perpetuar nuestra situación de privilegio.
Dreyer nos regala una secuencia de imágenes arrebatadoras, en constante juego de niveles plano a plano. Arriba del todo está Dios, al que intuyo en esos planos desencuadrados donde vemos que casi toda la pantalla está ocupada por pared o el alto de una puerta, sólo abajo aparece la cabeza de algún juez (también intuyo a Dios en algunas miradas de Juana, dirigidas muy arriba, interrogando, cuestionando). Abajo del todo está Juana, el ser humano místico, puro, en contacto con Dios como cerrando un círculo. En medio están los jueces, los humanos planos y obtusos, en el centro e ignorantes de lo que tienen a su alrededor; Dreyer los deja en evidencia por su falta de espiritualidad y fe (y da igual que sean jueces de los "buenos" o de los "malos"). Siempre vemos una antítesis muy directa con primeros planos Juana-jueces, lágrimas-risas de desprecio, divino-mundano. Hay dos momentos en la película dónde vemos los pies de Juana; primero la vemos entrar en el tribunal calzada; después, transcurrido todo el juicio presenciando su rostro-alma,ya descalza camino de la hoguera. Todo un símbolo del proceso psicológico que vivió nuestra heroína durante el juicio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La primera de la muchas lágrimas de Juana es recordando a su madre. Destaco esto porque es la única relación de Juana mencionada (su humanidad), aparte de Dios. El juicio avanza y rápidamente se da cuenta de que entró en el tribunal a ser condenada, "no hay nada que hacer en este juicio".
La tortura de Juana empieza cuando empieza el proceso. Los contrapicados a los jueces nos dan la sensación de que se tiran sobre Juana, la apabullan, y ella está sóla. Pero la fe está intacta, Dios le hizo promesas.
Esa promesa parece materializarse en un aliado, un sacerdote que está de su lado. Una traición, un truco para hacerla confesar. La fortaleza de Juana empieza a decrecer, sigue sóla, más triste, el dolor del martirio que aún no atisba comienza a hacer efecto.
En la sala de torturas ve el sufrimiento, el dolor y la frustración tan nítidos, que sólo mediante un grito desesperado, sacando sus últimas fuerzas del orgullo de saberse valedora de la verdad, "¡podreis separar mi cuerpo de mi alma que no confesaré, y si lo hiciese vencida por el dolor después lo negaría todo!".
Enferma, al perder del vigor físico decide no luchar más, entregarse a Dios, la muerte natural es satifactoria y deseable tal y como están las cosas, un designio de Dios; entonces da rienda suelta a sus pensamientos. Acusa a los juces de ser ellos los enviados de Satanás, esto la condena a muerte. Juana sigue sóla, "sóla con Dios".
Pero es la visión de la muerte segura (simbolizada por una calavera), la hoguera, el ser quemada viva, es lo que hace que Juana sucumba. Su fe se resquebraja, quizás si fue engañada, morir y para qué, dónde está la gran victoria, dónde está Dios.
De vuelta a la celda se produce la revelación, la victoria es su martirio, la liberación es su muerte. Dios tenía razón, la duda desaparece y su fe emerge con la fuerza de antes (el raciocionio como salvaguarda de la fe), segura de que su destino es la hoguera. A ella se dirige (descalza), mientras el pueblo se amotina movido por la flagrante injusticia; muere la persona y nace un mito que ayudó a la edificación de Francia como nación, su gran victoria.
La tortura de Juana empieza cuando empieza el proceso. Los contrapicados a los jueces nos dan la sensación de que se tiran sobre Juana, la apabullan, y ella está sóla. Pero la fe está intacta, Dios le hizo promesas.
Esa promesa parece materializarse en un aliado, un sacerdote que está de su lado. Una traición, un truco para hacerla confesar. La fortaleza de Juana empieza a decrecer, sigue sóla, más triste, el dolor del martirio que aún no atisba comienza a hacer efecto.
En la sala de torturas ve el sufrimiento, el dolor y la frustración tan nítidos, que sólo mediante un grito desesperado, sacando sus últimas fuerzas del orgullo de saberse valedora de la verdad, "¡podreis separar mi cuerpo de mi alma que no confesaré, y si lo hiciese vencida por el dolor después lo negaría todo!".
Enferma, al perder del vigor físico decide no luchar más, entregarse a Dios, la muerte natural es satifactoria y deseable tal y como están las cosas, un designio de Dios; entonces da rienda suelta a sus pensamientos. Acusa a los juces de ser ellos los enviados de Satanás, esto la condena a muerte. Juana sigue sóla, "sóla con Dios".
Pero es la visión de la muerte segura (simbolizada por una calavera), la hoguera, el ser quemada viva, es lo que hace que Juana sucumba. Su fe se resquebraja, quizás si fue engañada, morir y para qué, dónde está la gran victoria, dónde está Dios.
De vuelta a la celda se produce la revelación, la victoria es su martirio, la liberación es su muerte. Dios tenía razón, la duda desaparece y su fe emerge con la fuerza de antes (el raciocionio como salvaguarda de la fe), segura de que su destino es la hoguera. A ella se dirige (descalza), mientras el pueblo se amotina movido por la flagrante injusticia; muere la persona y nace un mito que ayudó a la edificación de Francia como nación, su gran victoria.

6,2
181
6
4 de noviembre de 2020
4 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué película tan difícil de valorar. Nanayomachi enseña muchas cosas pero profundiza muy pocas. Hay escenas de 10 y escenas de 1. Personajes interesantísmos junto con otros lamentables. Da la sensación de ser una película muy poco trabajada, como si Kawase tuviera una idea general de lo que quería hacer pero no tuviese tiempo para reflexionarla; como si aterrizase en Tailandia con unos esbozos de lo que buscaba y el resto lo improvisase. Esta improvisación no tiene que ser mala per se, pero para que una improvisación tenga valor lo mínimo que tiene que tener es frescura, y hai partes de Nanayomachi que no la tienen para nada. Como que se viese obligada a dar coherencia narrativa en ciertas partes de la película (los flashback en Japón) cuando ni la película los pedía, ni el espectador los pedía, yo creo que ni Kawase los quería realmente, y por si fueran poco, quedan como un apósito sensiblón, chapucero e manierista, fuera del tono general de la película.
Metiéndonos más de lleno en la película cabe señalar algunas claves que considero centrales en Nanayomachi, empezando por el concepto de comunicación. La eliminación de la comunicación verbal entre los personajes parece que no les crea excesivas dificultades. A través de la mímica, del tono de voz y del contacto físico la comunicación parece fluir. Especialmente importante es el contacto físico, sobre todo a través de los masajes. Un motivo recurrente en la película es la continua comparación entre esa Tailandia que está viviento la protagonista y su Japón. En esta comparación el contacto físico se alza como fundamental en contraposisión a una sociedad japonesa donde esto no ocurre ni dentro de la familia, y esto, creo yo que según Kawase, dificulta enormemente los procesos comunicativos. Pero toda esta aparente comunicación fluida sin palabras se desmorona completamente en el momento clímax de la película donde los humores, la pasión, los nervios y la tensión se apoderan de los personajes imposibilitando cualquier comunicación y dejando claro para el espectador el mensaje de Kawase, una comunicación exitosa depende más de un contexto adecuado (voluntad) que de los medios en la que se realice.
Metiéndonos más de lleno en la película cabe señalar algunas claves que considero centrales en Nanayomachi, empezando por el concepto de comunicación. La eliminación de la comunicación verbal entre los personajes parece que no les crea excesivas dificultades. A través de la mímica, del tono de voz y del contacto físico la comunicación parece fluir. Especialmente importante es el contacto físico, sobre todo a través de los masajes. Un motivo recurrente en la película es la continua comparación entre esa Tailandia que está viviento la protagonista y su Japón. En esta comparación el contacto físico se alza como fundamental en contraposisión a una sociedad japonesa donde esto no ocurre ni dentro de la familia, y esto, creo yo que según Kawase, dificulta enormemente los procesos comunicativos. Pero toda esta aparente comunicación fluida sin palabras se desmorona completamente en el momento clímax de la película donde los humores, la pasión, los nervios y la tensión se apoderan de los personajes imposibilitando cualquier comunicación y dejando claro para el espectador el mensaje de Kawase, una comunicación exitosa depende más de un contexto adecuado (voluntad) que de los medios en la que se realice.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La relación con Japón como país también se hace patente en el personaje de la madre. Existe una especie de amor-odio, seguramente porque relaciona el país con el padre verdadero de su hijo, que es japonés al parecer. Japón aparece ante su mirada como un país rico, bello, pero carente de espiritualidad. Es precisamente ahí donde cree que Tailandia tiene una ventaja competitiva con Japón (y por extensión con Europa), de ahí que decida que su hijo sea monje budista. Es la manera a través de la cual ella puede proveer a su hijo una vida rica, no solo bajo los estándares tailandeses, sino bajo cualquier estándar. Esta espiritualidad también atrae a la japonesa que viene escapando de su país, y al francés, que viene buscándose a si mismo. Me gustaría haber visto cierta ironía por las acciones de estos personajes, aunque me temo que solo hay una crítica simplona e ingenua hacia estos países ricos. Una pena, otra oportunidad perdida. Por supuesto cuando hablaba de personajes lamentables, me refería al del francés, no me extenderé en su análisis porque me quedan varios temas por tocar, pero me reafirmo a calicarlo de lamentable.
La gran escena clímax de la película ocurre en el momento que mencionaba anteriormente, donde toda comunicación se cae a pedazos. Hay un niño que se pierde, nadie sabe dónde está y nadie puede encontrarlo. La llegada a este clímax es deliciosa, Kawase lo hace de una manera muy suave en la forma pero muy abrupta en el contenido, intentaré explicarme. El tono de la mirada de la cámara y el tono de los personajes no cambia demasiado a pesar de que hemos (los espectadores) recibido una noticia muy mala, muy grave, un niño ha desaparecido. Pero poco a poco, suavemente, este tono se va elevando, casi parece que la narradora tampoco sabe tailandés y se va dando cuenta de lo que pasa paulatinamente hasta que al final, ya si, tenemos una apoteosis melodramática con gritos, jadeos, violencia, insultos, etc. La relación entre los personajes gira completamente, nadie es capaz de hacerse entender y nadie entiende. Finalmente la escena hace el mismo movimiento descendente y simétrico hasta devolvernos al status quo del filme.
Para terminar, me gustaría comentar que me escuece un poco la idealización de la vida en Tailandia. Una vida sin prisas, donde la naturaleza forma parte de las casas y los pueblos de la naturaleza. La veo una idealización primermundista y naive hecha por dos turistas semiburgueses (japonesa y francés) cuyo viaje les cambiará la vida, desde luego, pero durante dos meses máximo. En mi opinión se puede hacer una crítica honesta a la forma de vida en Japón sin tener que idealizar por el camino el estilo de vida tailandés, más que nada porque lo veo hasta como una falta de respeto. Al fin y al cabo Japón es un país rico que lo tiene todo, pero justo lo que quiere no lo puede tener, caprichos de ciudadados del primer mundo, que los queremos todo, incluso ser pobres. O quizás me equivoque y efectivamente en Tailandia se vive así realmente, al fin y al cabo yo nunca he estado allí y Kawase si...
La gran escena clímax de la película ocurre en el momento que mencionaba anteriormente, donde toda comunicación se cae a pedazos. Hay un niño que se pierde, nadie sabe dónde está y nadie puede encontrarlo. La llegada a este clímax es deliciosa, Kawase lo hace de una manera muy suave en la forma pero muy abrupta en el contenido, intentaré explicarme. El tono de la mirada de la cámara y el tono de los personajes no cambia demasiado a pesar de que hemos (los espectadores) recibido una noticia muy mala, muy grave, un niño ha desaparecido. Pero poco a poco, suavemente, este tono se va elevando, casi parece que la narradora tampoco sabe tailandés y se va dando cuenta de lo que pasa paulatinamente hasta que al final, ya si, tenemos una apoteosis melodramática con gritos, jadeos, violencia, insultos, etc. La relación entre los personajes gira completamente, nadie es capaz de hacerse entender y nadie entiende. Finalmente la escena hace el mismo movimiento descendente y simétrico hasta devolvernos al status quo del filme.
Para terminar, me gustaría comentar que me escuece un poco la idealización de la vida en Tailandia. Una vida sin prisas, donde la naturaleza forma parte de las casas y los pueblos de la naturaleza. La veo una idealización primermundista y naive hecha por dos turistas semiburgueses (japonesa y francés) cuyo viaje les cambiará la vida, desde luego, pero durante dos meses máximo. En mi opinión se puede hacer una crítica honesta a la forma de vida en Japón sin tener que idealizar por el camino el estilo de vida tailandés, más que nada porque lo veo hasta como una falta de respeto. Al fin y al cabo Japón es un país rico que lo tiene todo, pero justo lo que quiere no lo puede tener, caprichos de ciudadados del primer mundo, que los queremos todo, incluso ser pobres. O quizás me equivoque y efectivamente en Tailandia se vive así realmente, al fin y al cabo yo nunca he estado allí y Kawase si...
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