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Críticas ordenadas por utilidad
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5,2
14.173
5
4 de octubre de 2024
4 de octubre de 2024
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si "Joker" fue una película tan notable como inesperada, su secuela ha resultado tan innecesaria como fallida. De igual modo que no se puede levantar un edificio prescindiendo de los cimientos, no se debe realizar una película prescindiendo del guión. Esta máxima, que debería ser de aplicación universal, parece ser despreciada por más de uno y más de dos en Hollywood a juzgar por la cartelera de los últimos años. Esperemos que no sigan su ejemplo en las escuelas de arquitectura.
"Joker: Folie à Deux" padece dos males fílmicos de primera magnitud: la ya mentada ausencia de guión y la falta de originalidad. Esta última tiene que ver con la epidemia de secuelas, sagas y demás derivados que copa el cine americano. Parece que el pozo de las nuevas ideas se está secando. Esta cinta es patológicamente dependiente de su predecesora. Ojo, la falta de originalidad no implica que una película sea necesariamente mala. ¿Cuántas películas son "La Odisea", cuántas "Romeo y Julieta"? Sin ir más lejos, grosso modo, todas las películas de James Bond son la misma y, sin embargo, las entregas de 007 siempre son más o menos entretenidas. Esto ocurre porque, aunque a base de fórmulas trilladas, son películas vertebradas, es decir, guionizadas. "Joker: Folie à Deux" bien parece una constante improvisación narrativa con un gran presupuesto detrás. La acción no va a ninguna parte y los personajes son en parte tediosos y en parte incomprensibles.
A veces (y sólo a veces) el prejuicio termina convirtiéndose en premonición, toda vez que los hechos terminan por confirmar los augurios. ¿Joker 2 un musical? Mmm, no lo veo, pero concedásmole el beneficio de la duda. Pues efectivamente, no era buena idea. Los números musicales, lejos de hacer progresar la trama, la entorpecen y socavan la verosimilitud del filme. Imaginen ustedes una secuela de "Taxi Driver" a comienzos de los 80 en la que DeNiro hace duetos con Cher o Debbie Harry. Notarán su ceño fruncido. No se extrañen, sencillamente es que no pega ni con cola. Algo similar sucede aquí.
Dicho esto, ¿por qué la he aprobado? Por las expectativas y la excitación que suscitan los primeros compases de película (hasta que empiezan a sonar las alarmas de la reiteración), por lo correcto de las interpretaciones (aunque la de Joaquin Phoenix se hace algo cargante), por la fotografía y la puesta en escena, por un par de números musicales que constituirían originales videoclips y, por qué no, por los buenos momentos vividos en "Joker".
Lady Gaga no es mala actriz y es una cantante de primer nivel, pero la han mandado al frente con un tirachinas. "Balones a Lady Gaga y que invente". Es una misión suicida. No es forma de hacer las cosas.
Por último, no creo necesario hacer mención a un hipotético trasfondo moral (o amoral) que pueda tener la película, puesto que para ver en esta cinta, de clara aunque malencaminada vocación lúdica, algún tipo de mensaje medio serio hay que estar tan loco como Arthur Fleck o ser muy infantil. No le carguemos más culpas de las que ya tiene.
"Joker: Folie à Deux" padece dos males fílmicos de primera magnitud: la ya mentada ausencia de guión y la falta de originalidad. Esta última tiene que ver con la epidemia de secuelas, sagas y demás derivados que copa el cine americano. Parece que el pozo de las nuevas ideas se está secando. Esta cinta es patológicamente dependiente de su predecesora. Ojo, la falta de originalidad no implica que una película sea necesariamente mala. ¿Cuántas películas son "La Odisea", cuántas "Romeo y Julieta"? Sin ir más lejos, grosso modo, todas las películas de James Bond son la misma y, sin embargo, las entregas de 007 siempre son más o menos entretenidas. Esto ocurre porque, aunque a base de fórmulas trilladas, son películas vertebradas, es decir, guionizadas. "Joker: Folie à Deux" bien parece una constante improvisación narrativa con un gran presupuesto detrás. La acción no va a ninguna parte y los personajes son en parte tediosos y en parte incomprensibles.
A veces (y sólo a veces) el prejuicio termina convirtiéndose en premonición, toda vez que los hechos terminan por confirmar los augurios. ¿Joker 2 un musical? Mmm, no lo veo, pero concedásmole el beneficio de la duda. Pues efectivamente, no era buena idea. Los números musicales, lejos de hacer progresar la trama, la entorpecen y socavan la verosimilitud del filme. Imaginen ustedes una secuela de "Taxi Driver" a comienzos de los 80 en la que DeNiro hace duetos con Cher o Debbie Harry. Notarán su ceño fruncido. No se extrañen, sencillamente es que no pega ni con cola. Algo similar sucede aquí.
Dicho esto, ¿por qué la he aprobado? Por las expectativas y la excitación que suscitan los primeros compases de película (hasta que empiezan a sonar las alarmas de la reiteración), por lo correcto de las interpretaciones (aunque la de Joaquin Phoenix se hace algo cargante), por la fotografía y la puesta en escena, por un par de números musicales que constituirían originales videoclips y, por qué no, por los buenos momentos vividos en "Joker".
Lady Gaga no es mala actriz y es una cantante de primer nivel, pero la han mandado al frente con un tirachinas. "Balones a Lady Gaga y que invente". Es una misión suicida. No es forma de hacer las cosas.
Por último, no creo necesario hacer mención a un hipotético trasfondo moral (o amoral) que pueda tener la película, puesto que para ver en esta cinta, de clara aunque malencaminada vocación lúdica, algún tipo de mensaje medio serio hay que estar tan loco como Arthur Fleck o ser muy infantil. No le carguemos más culpas de las que ya tiene.
11 de octubre de 2019
11 de octubre de 2019
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vimos escapar a Pinkman al volante de aquel coche mientras su llanto y su risa se entremezclaban en el mismo grito, todos sabíamos que aquella no era la última ocasión en la que veríamos a aquel tipo. Lo que no sabíamos es que la demora sería tan larga, pero ha merecido la pena.
"El Camino" no es simplemente una película ni tampoco un capítulo más de la maravillosa Breaking Bad, sino un regalo para paliar (o tal vez agravar) la nostalgia que sentimos los incondicionales de Walter y compañía. Gilligan sigue marcando los tiempos con la maestría de antaño y adapta su universo con nota al formato película.
La cinta presenta elegancia en cada plano, en cada conversación y en cada gesto; aunque con un ritmo más pausado que el de Breaking Bad, adoptando un tono reflexivo en muchas fases de la trama. La interpretación de Aaron Paul es soberbia y destila veracidad y dramatismo. En definitiva, nada nuevo bajo él sol.
Una vez pasadas las dos horas y ya frente a los títulos de crédito, uno se da cuenta de que el círculo se ha cerrado, de que esto sí que ha sido un adiós y de que solo nos quedará el recuerdo de estos maravillosos personajes. Es posible que si un tipo que jamás ha sido consciente de las peripecias de un profesor de química de Alburquerque y de su alumno rebelde se topa con "El Camino" no le parezca nada del otro mundo. Sin embargo, para nosotros los buenos conocedores de los secretos del desierto de Nuevo México y de la pureza de la metanfetamina azul, se trata de la mejor de las despedidas posibles a tantas horas de inmenso placer frente a la pantalla. Solo queda agradecer a Gilligan y a los suyos su excelente trabajo y dedicación.
Hasta siempre, Jesse. Y buena suerte allá dónde te lleve "El Camino".
"El Camino" no es simplemente una película ni tampoco un capítulo más de la maravillosa Breaking Bad, sino un regalo para paliar (o tal vez agravar) la nostalgia que sentimos los incondicionales de Walter y compañía. Gilligan sigue marcando los tiempos con la maestría de antaño y adapta su universo con nota al formato película.
La cinta presenta elegancia en cada plano, en cada conversación y en cada gesto; aunque con un ritmo más pausado que el de Breaking Bad, adoptando un tono reflexivo en muchas fases de la trama. La interpretación de Aaron Paul es soberbia y destila veracidad y dramatismo. En definitiva, nada nuevo bajo él sol.
Una vez pasadas las dos horas y ya frente a los títulos de crédito, uno se da cuenta de que el círculo se ha cerrado, de que esto sí que ha sido un adiós y de que solo nos quedará el recuerdo de estos maravillosos personajes. Es posible que si un tipo que jamás ha sido consciente de las peripecias de un profesor de química de Alburquerque y de su alumno rebelde se topa con "El Camino" no le parezca nada del otro mundo. Sin embargo, para nosotros los buenos conocedores de los secretos del desierto de Nuevo México y de la pureza de la metanfetamina azul, se trata de la mejor de las despedidas posibles a tantas horas de inmenso placer frente a la pantalla. Solo queda agradecer a Gilligan y a los suyos su excelente trabajo y dedicación.
Hasta siempre, Jesse. Y buena suerte allá dónde te lleve "El Camino".
9
24 de abril de 2023
24 de abril de 2023
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo estas líneas sin haber visto "Yellowstone" ni "1923", por lo que "1883" ha sido mi primera incursión en el universo Dutton creado por Taylor Sheridan. Por ello, me veo en condiciones de garantizar que "1883" funciona a la perfección como narración independiente.
"1883" es un viaje (acaso una odisea), el de una caravana de colonos europeos comandada por el veterano capitán Shea Brennan (inmenso Sam Elliott) y su fiel compañero Thomas (LaMonica Garrett), a la que se suma la familia Dutton, impulsada por la hercúlea voluntad del "paterfamilias" James (Tim McGraw), que tiene en su esposa Margaret (Faith Hill), una Penélope que ha dejado de tejer para blandir un Winchester, el punto de apoyo que todo héroe precisa para lograr una gesta. Con Texas como punto de partida y con Oregón como anhelado destino, la trama y el arco dramático de los personajes avanzan al compás del trote de los caballos que tiran de las carretas de los indefensos colonos.
Pese a lo coral de la serie, se eleva sobre el resto de personajes la figura de Elsa, la primogénita de los Dutton (encarnada por una radiante Isabel May), relámpago de pelo amarillo a través de cuyos ojos el espectador irá descubriendo y comprendiendo lo que esconde la América profunda e inexplorada. El suyo es también el viaje (obligado) de la niñez/adolescencia (inocencia, en definitiva) a la madurez que exige un entorno tan hostil.
Se trata de un western de exteriores (no todos lo son). Los escenarios son de una belleza abrumadora. El guion de Sheridan es sublime, pivotando sobre la disyuntiva que se establece entre libertad y convenciones sociales, entre civilización y barbarie, entre lo malo conocido y la quimera por descubrir. Todo ello con la Guerra de Secesión aún enquistada en el recuerdo colectivo y con una incipiente nostalgia por un mundo que se intuye próximo a expirar (en 1883 la ruta de Oregón ya estaba en franca decadencia).
Sheridan consigue en diez horas trazar, alejado de maniqueísmos y arquetipos, un gran fresco de eso que la cultura "pop" ha denominado "Wild West". Logra el guionista (el único guionista) conjugar en su historia el lirismo bondadoso de Ford, la crudeza de Peckinpah y la síntesis de ambos de la que fue capaz el mejor Eastwood. Y es que "1883" es, junto a "Godless" (otra miniserie), el más afortunado de los westerns desde, al menos, "Sin Perdón".
"1883" es un viaje (acaso una odisea), el de una caravana de colonos europeos comandada por el veterano capitán Shea Brennan (inmenso Sam Elliott) y su fiel compañero Thomas (LaMonica Garrett), a la que se suma la familia Dutton, impulsada por la hercúlea voluntad del "paterfamilias" James (Tim McGraw), que tiene en su esposa Margaret (Faith Hill), una Penélope que ha dejado de tejer para blandir un Winchester, el punto de apoyo que todo héroe precisa para lograr una gesta. Con Texas como punto de partida y con Oregón como anhelado destino, la trama y el arco dramático de los personajes avanzan al compás del trote de los caballos que tiran de las carretas de los indefensos colonos.
Pese a lo coral de la serie, se eleva sobre el resto de personajes la figura de Elsa, la primogénita de los Dutton (encarnada por una radiante Isabel May), relámpago de pelo amarillo a través de cuyos ojos el espectador irá descubriendo y comprendiendo lo que esconde la América profunda e inexplorada. El suyo es también el viaje (obligado) de la niñez/adolescencia (inocencia, en definitiva) a la madurez que exige un entorno tan hostil.
Se trata de un western de exteriores (no todos lo son). Los escenarios son de una belleza abrumadora. El guion de Sheridan es sublime, pivotando sobre la disyuntiva que se establece entre libertad y convenciones sociales, entre civilización y barbarie, entre lo malo conocido y la quimera por descubrir. Todo ello con la Guerra de Secesión aún enquistada en el recuerdo colectivo y con una incipiente nostalgia por un mundo que se intuye próximo a expirar (en 1883 la ruta de Oregón ya estaba en franca decadencia).
Sheridan consigue en diez horas trazar, alejado de maniqueísmos y arquetipos, un gran fresco de eso que la cultura "pop" ha denominado "Wild West". Logra el guionista (el único guionista) conjugar en su historia el lirismo bondadoso de Ford, la crudeza de Peckinpah y la síntesis de ambos de la que fue capaz el mejor Eastwood. Y es que "1883" es, junto a "Godless" (otra miniserie), el más afortunado de los westerns desde, al menos, "Sin Perdón".
8
28 de febrero de 2025
28 de febrero de 2025
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admitámoslo, los biopics de estrellas de la música popular ya conforman un subgénero propio. La mayoría de estas cintas se construyen a partir de fórmulas fácilmente inteligibles: narración lineal, poca introspección, ciertos aires de impostura y picos de épica habitualmente coincidentes con las interpretaciones de las grandes canciones de los ídolos retratados. Piénsese en "Bohemian Rhapsody" o en la propia "Walk the Line", del mismo James Mangold. Algunas de estas películas son especialmente planas, como "One Love", otras se elevan sobre las demás rompiendo los esquemas, como "Elvis" (sobre todo en su primera mitad), y otras triunfan sublimando las fórmulas habituales, como "A Complete Unknown".
Mangold se atreve aquí a abordar lo inabordable, a hacer comprensible al incomprensible por antonomasia, a cinematografiar a Bob Dylan. "A Complete Unknown", acertado título y sin duda filme más disfrutable que la experimental "I'm Not there" de Todd Haynes, es una de las infinitas películas que se podrían hacer, y que muy probablemente se harán, sobre Bob Dylan. La decisión de acotar la peripecia dylaniana al comienzo de los sesenta es un acierto. La película abarca desde la llegada de un tal Zimmermann al Greenwich Village hasta el célebre "Dylan Goes Electric", como reza el título del libro de Elijah Wald que adapta Mangold.
Como es evidente, una película como la presente jamás podría funcionar sin una gran interpretación de su protagonista, y de ello se encarga Timothée Chalamet, en el que a juicio del que suscribe es su mejor trabajo hasta la fecha (que me perdonen los fans de "Dune"). Chalamet, como también lo hizo Cate Blanchett, logra imitar a Dylan sin caricaturizarlo. No consigue ser Dylan, pero sí parecerlo. De igual forma, es digno de elogio el buen hacer de Edward Norton dando vida a Pete Seeger.
En toda valoración media el sesgo propio de cada uno, y en este caso me veo en la obligación de advertir a posibles lectores de que esta es la crítica de un incondicional de Bob Dylan. Saquen ustedes sus conclusiones. Lo que sí puedo asegurar es que "A Complete Unknown" es una película ligera, clásica en sus formas y con mucho oficio de guión, dirección e interpretación. Como producto de entretenimiento pienso que funciona más que bien. Si, en cambio, lo que usted le pide a la cinta es que le ayude a conocer al hombre tras el mito, desengáñese: Dylan es un completo desconocido.
Mangold se atreve aquí a abordar lo inabordable, a hacer comprensible al incomprensible por antonomasia, a cinematografiar a Bob Dylan. "A Complete Unknown", acertado título y sin duda filme más disfrutable que la experimental "I'm Not there" de Todd Haynes, es una de las infinitas películas que se podrían hacer, y que muy probablemente se harán, sobre Bob Dylan. La decisión de acotar la peripecia dylaniana al comienzo de los sesenta es un acierto. La película abarca desde la llegada de un tal Zimmermann al Greenwich Village hasta el célebre "Dylan Goes Electric", como reza el título del libro de Elijah Wald que adapta Mangold.
Como es evidente, una película como la presente jamás podría funcionar sin una gran interpretación de su protagonista, y de ello se encarga Timothée Chalamet, en el que a juicio del que suscribe es su mejor trabajo hasta la fecha (que me perdonen los fans de "Dune"). Chalamet, como también lo hizo Cate Blanchett, logra imitar a Dylan sin caricaturizarlo. No consigue ser Dylan, pero sí parecerlo. De igual forma, es digno de elogio el buen hacer de Edward Norton dando vida a Pete Seeger.
En toda valoración media el sesgo propio de cada uno, y en este caso me veo en la obligación de advertir a posibles lectores de que esta es la crítica de un incondicional de Bob Dylan. Saquen ustedes sus conclusiones. Lo que sí puedo asegurar es que "A Complete Unknown" es una película ligera, clásica en sus formas y con mucho oficio de guión, dirección e interpretación. Como producto de entretenimiento pienso que funciona más que bien. Si, en cambio, lo que usted le pide a la cinta es que le ayude a conocer al hombre tras el mito, desengáñese: Dylan es un completo desconocido.

7,2
19.870
6
4 de noviembre de 2023
4 de noviembre de 2023
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"After Sunset", porque "Vidas pasadas" es la cara amarga (y acaso más realista) de la segunda parte de la ya célebre trilogía de Richard Linklater. Otra historia de lo que fue y lo que pudo haber sido, así como del eterno retorno al paraíso perdido de la infancia. La cinta está bien escrita, filmada e interpretada, alternando escenas brillantes con alguna que otra algo vacua. No se hace pesada en ningún momento y se ve con interés.
Mi relativa baja calificación obedece a dos reproches, aunque no tengo muy claro que el segundo sea tal. Primero, me genera cierta antipatía el ambiente pseudo-artístico en el que se mueve la protagonista (pareja de escritores, apartamento en el East Village y alguna que otra conversación repelente); hubiera preferido que ella fuera doctora, abogada o ingeniera y viviera en las afueras antes que dramaturga, que tuviera una vida más mundana y que, por ende, resultara más fácil empatizar con sus ambiciones y tribulaciones. Tal vez sea una manía mía, pero me suele suscitar una ligera animadversión cuando escritores y directores elaboran personajes que, a su vez, son escritores y directores (hay excepciones, véase "La noche americana" o la mitad de la filmografía de Woody Allen). Se me antoja demasiado narcisista.
Por otra parte, el afán de recuperar un tiempo irremisiblemente perdido (que llevado a sus últimas consecuencias deriva en lo patético) que plasma la película deja un regusto tan amargo que hace parecer más incómoda la butaca del cine a cada plano que pasa. Esto, lejos de ser un defecto, es una virtud de una Celine Song que parece capaz de emocionar sin hacer trampas, pero uno prefiere por lo general que en la gran pantalla las historias de amor deriven hacia otros derroteros.
La valoración de la película es más positiva si se tiene en cuenta que es una ópera prima, que descubre a una cineasta con talento y sensibilidad que habrá que seguir de cerca. Vayan a verla.
Mi relativa baja calificación obedece a dos reproches, aunque no tengo muy claro que el segundo sea tal. Primero, me genera cierta antipatía el ambiente pseudo-artístico en el que se mueve la protagonista (pareja de escritores, apartamento en el East Village y alguna que otra conversación repelente); hubiera preferido que ella fuera doctora, abogada o ingeniera y viviera en las afueras antes que dramaturga, que tuviera una vida más mundana y que, por ende, resultara más fácil empatizar con sus ambiciones y tribulaciones. Tal vez sea una manía mía, pero me suele suscitar una ligera animadversión cuando escritores y directores elaboran personajes que, a su vez, son escritores y directores (hay excepciones, véase "La noche americana" o la mitad de la filmografía de Woody Allen). Se me antoja demasiado narcisista.
Por otra parte, el afán de recuperar un tiempo irremisiblemente perdido (que llevado a sus últimas consecuencias deriva en lo patético) que plasma la película deja un regusto tan amargo que hace parecer más incómoda la butaca del cine a cada plano que pasa. Esto, lejos de ser un defecto, es una virtud de una Celine Song que parece capaz de emocionar sin hacer trampas, pero uno prefiere por lo general que en la gran pantalla las historias de amor deriven hacia otros derroteros.
La valoración de la película es más positiva si se tiene en cuenta que es una ópera prima, que descubre a una cineasta con talento y sensibilidad que habrá que seguir de cerca. Vayan a verla.
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